CONGRESO DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE SOCIOLOGÍA Universidad Complutense de Madrid 10-12 Julio, 2013 “EL DISCURSO SOBRE EL FEMINICIDIO EN LA SOCIEDAD CIVIL ESPAÑOLA” Autor/as: Carla Barrio Romera, Estela Santos Díaz y Alessandro Gentile. Autora de contacto: Carla Barrio Romera. C/Virgen del Rosario Nº 22. Cabanillas del Campo, Guadalajara. 19171. Móvil: 618008860 / E-mail: [email protected] Palabras Clave: Violencia de género, Discriminación sexista, Asociacionismo, Análisis del discurso, (In)visibilidad. Resumen: A lo largo de la última década se ha planteado a nivel internacional, el término “Feminicidio” como una nueva categoría sociológica y jurídica para definir los asesinatos de mujeres por discriminación sexista. En España continúa arraigada la definición de violencia de género de forma sinónima, incluyendo los asesinatos de mujeres. La definición normativa de esta violencia se reduce al espacio doméstico. Si bien el tejido asociativo trabaja este tipo de violencia desde una perspectiva más articulada, incluyendo dimensiones simbólicas, psicológicas y sociales. Todavía no se ha desarrollado un debate amplio y profundo sobre la conceptualización de los feminicidios y sobre su referencia concreta al caso de nuestro país. Con este artículo proponemos un análisis descriptivo e interpretativo de los discursos producidos por asociaciones feministas que trabajan la violencia de género con vistas a una mayor denuncia y sensibilización del fenómeno en la sociedad civil. Nos detenemos en los discursos planteados en tres asociaciones procedentes de Madrid, Cataluña y Andalucía. El objetivo es destacar los discursos sobre la violencia de género en España incorporando el término feminicidio en contraste entre el planteamiento institucional y la perspectiva de una parte del asociacionismo feminista. 1 Introducción. La visibilización de un fenómeno social, conlleva cambios en su definición. Estas transformaciones se producen por la profundización en el análisis de dicho fenómeno. Podemos afirmar, que definir perfila el entendimiento de la realidad social y visibiliza la problemática. Creemos que la violencia de género requiere de categorías diferentes para su determinación. En los años 70 se empezó a reconocer la violencia acontecida en el ámbito familiar como un problema social por lo que se denominó violencia doméstica, pasando luego a definirse1 como violencia de género. Actualmente, dicho término se ha transformado en violencia machista. Existen diversas dimensiones de la violencia de género, pero cuándo se hace alusión sus casos extremos2, se entiende como homicidio o asesinato. Estas categorías predisponen actitudes ante la acción, debido a su entendimiento previo no asociado a la violencia de género. Los asesinatos de mujeres cometidos por hombres son un fenómeno concreto dentro de la violencia de género y por tanto, requiere una definición propia. El término “feminicidio” se refiere al asesinato directo, que recibe sanción penal y a otras muertes resultado de la discriminación de género que, actualmente, no constituyen delito. De esta forma, se desligan de otras categorías, para visibilizar la importancia de la variable violencia de género y hacer tangible la realidad social. El surgimiento y la difusión del término feminicidio se ha producido en Latinoamerica, pero está traspasando las fronteras. El objetivo principal de esta investigación queda centrado en la conveniencia del uso del término y la asimilación de la complejidad del fenómeno de la violencia de género en España. El objeto de estudio se centra en el tejido asociativo feminista, puesto que las asociaciones feministas trabajan por modificaciones del sistema institucional desde su propio ámbito de referencia. Además, en el asociacionismo de base encontramos ejemplos representativas de la sociedad civil como compromiso cívico y concienciado con esta problemática, actuando como potencial productor de un cambio social. 1 Resoluciones 34/180, 18 de Diciembre 1979 y 48/104, 20 de Diciembre de 1993 (Asamblea General, ONU, 1993). 2 El proceso de violencia de género hace referencia a la espiral continua de violencia que sufren las mujeres, cuyo extremo es el asesinato. Este proceso también es conocido como el continuum de violencia de género (Toledo, 2009). 2 Teniendo en cuenta esta premisa, hemos contactado con tres asociaciones con sedes en Madrid, Cataluña y Andalucía, que son utilizadas como muestra por su disposición geográfica y por la configuración social del fenómeno investigado. 1. Adentrándonos en la violencia de género Una de las problemáticas sociales más acusadas en la actualidad es la violencia que sufren las mujeres fruto de la discriminación sexista. Esta realidad se entiende de diferentes formas y dentro de la violencia de género, en el marco de la dominación masculina, muchas veces invisibilizada por la “amnesia colectiva” (Bourdieu, 1998). Según la definición de violencia de género formulada por la ONU en 1995 nos referimos a “todo acto de violencia sexista que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psíquico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada” (Alberdi y Matas, 2002). La violencia física y la psicológica tienen una mayor visibilidad. Sin embargo, en todas las sociedades tienen cabida dos niveles generales de violencia contra las mujeres: el individual y el colectivo. En el primero, la violencia es perpetrada por un hombre concreto contra una mujer concreta; en el segundo, la violencia se lleva a cabo por parte de “hombres sin nombre” sobre “mujeres sin nombre” (Cobo, 2011). Se encuentra, además, el nivel sistémico de violencia de género que desde distintas esferas de la sociedad ejerce y/o perpetúa la violencia contra las mujeres. La violencia colectiva y sistémica se desliga de las formas de violencia de género tradicionales occidentales, mientras que el nivel individual ostenta un mayor reconocimiento social. Estas variables permiten adentrarnos en la complejidad del fenómeno y abarcar la violencia de género como un fenómeno social multidimensional. A pesar de diferentes medidas, sanciones, acciones y campañas de concienciación, la dominación de género sigue vigente por su versatilidad a la hora de realizarse. Las denominadas “nuevas formas de violencia de género” (Cobo, 2011), permiten, fruto de la invisibilización, que los modelos “tradicionales” se mantengan arraigados en el trasfondo de la sociedad; por lo que no desaparecen, se ocultan. Respecto a esta realidad tienen cabida los micro-machismos (Bonino, 2004). Esta configuración de la violencia de género no finaliza con los modelos tradicionales, por el contrario, se ejerce una 3 complementación de ambas formas de violencia que están socialmente naturalizadas. Surge el concepto de “sexismo ambivalente” que mezcla el viejo y tradicional sexismo hostil, con el nuevo y “más respetuoso” sexismo de corte benévolo, encubierto y sutil. (De la Peña, et al. 2011: 11). “Se trata de una rebelión del hombre contra su pérdida de privilegios y derechos sobre la mujer que tiene lugar en la esfera más privada, ya que mostrar en público su verdadero parecer sobre este tema costaría el rechazo por parte de la sociedad” (Martínez, 2011: 343). De acuerdo con una amplia literatura feminista, el mensaje del patriarcado, puede resumirse de la siguiente forma: “Se podrán negar algunos privilegios masculinos a varones individuales, pero las mujeres no podrán sustraerse al dominio sistémico masculino. Si se alteran las relaciones de poder entre hombres y mujeres establecidas en el contrato sexual, si se quiebran algunas de sus cláusulas habrá que responder con distintas “leyes de excepción”: asesinatos, violaciones individuales y colectivas agresiones físicas” (Cobo, 2011: 163). Se hace presente la sistematización de violencia a modo de abusos verbales y físicos, emocionales, además de mutilaciones genitales, la heterosexualidad y la maternidad forzadas. Se incluyen las cirugías cosméticas, entre otras, que siempre y cuando estas formas de terrorismo resultan en la muerte, se transforman en feminicidio [Ramírez, 2011, citando a Russel, 2006], lo que permite su entendimiento como violencia extrema contra las mujeres (Toledo, 2009). Presentada la importancia de la violencia de género como una problemática actual, en países sean o no occidentales, nos centraremos en el análisis de su perpetración in extremis, los feminicidios. Para indagar esta realidad social, es necesario un análisis de la configuración del término y de las diferentes tipologías de violencia asociadas a estos delitos. 2. La construcción del término feminicidio. Los orígenes del término feminicidio se remontan a 1992, con la categoría femicide, “el asesinato de mujeres por hombres por ser mujeres” (Russel y Radford, 1992). Este término surge por la necesidad de crear una categoría, social, política y jurídica propia del fenómeno, al no tener cabida en ninguna concepción previa. Se suscita el debate sobre el carácter misógino y sexista, que se reproduce como “crímenes de odio” (Segato, 2006), consecuencia del bagaje patriarcal. El ejercicio de la 4 dominación se otorga a hombres que reproducen el control del cuerpo femenino (Bourdieu, 1998), obligando a las mujeres a perpetuar los roles establecidos en un marco de inferioridad. Así los hombres obtienen el derecho a ejercer la violencia (Russell, 1998), configurada como “crímenes de poder” (Segato, 2006). Estos, a su vez, desembocan en odio y desprecio por lo femenino (misoginia), infravalorando la vida de las mujeres respecto a la de los hombres. La violencia se invisibiliza y naturaliza, dando pie a la justificación la violencia de género. Diferenciándose de la definición actual del feminicidio, podemos encontrar propuestas desde organismos oficiales, “Homicidio de mujeres por el simple hecho de ser mujeres” (ONU, 2006). Se hace referencia al homicidio3, que implica la no intencionalidad del acto, distinguido del asesinato. Se menciona la “simplicidad” del hecho de ser mujeres, que posiciona la variable género como secundaria. Cuando se hace referencia al concepto de feminicidio no se deben dejan sin cubrir preguntas como; por qué no se puede categorizar dentro del genocidio4 o los crímenes de Lesa Humanidad (Toledo, 2009). El Genocidio, se define, como el asesinato/exterminio de un grupo de personas (Asamblea General ONU, 1946, art.2)5, mientras que las mujeres no forman un grupo de personas, sino una categoría social específica. Los Crímenes de Lesa Humanidad son “ataques generalizados o sistemáticos contra una población” (Estatuto de Roma, 1998, art.7)6. Estos son organizados. Aunque esto ocurra en países como Guatemala, durante la recién guerra civil en la que las mujeres 3 han sido utilizadas como arma de guerra (Méndez, 2012). El ligar la categoría jurídica de homicidio al feminicidio, desemboca en la problemática lingüística/conceptual del término. El homicidio proviene de la acepción del latín -hom, (hombre), permitiendo así la discriminación sexista dentro del término. Sería pertinente, el denominarlos asesinatos o crímenes, pero aunque se especificaran los motivos (la violencia de género), la variable se sitúa en un segundo plano. 4 El genocidio hace referencia del griego geno- (raza) y a –cidio del latín matar (Lemkin, 1994). Su aparición en el Acta del Tribunal Internacional de Nurember hizo referencia a los “crímenes contra la humanidad”. El genocidio se considera como el grado más extremo de limpieza étnica [entre otros] en un marco de violencia intergrupal (Mann, 2009). Posteriormente la ONU estableció el genocidio en marco jurídico como crimen internacional sancionado. La categoría genocidio no es equivalente a la de feminicidio, puesto que las mujeres no son un grupo racial, religioso o étnico. Las acciones que se realicen para paliar este fenómeno deben visibilizar la violencia de género (Asamblea General de Naciones Unidas, CEDAW, 1997). 5 Asamblea General ONUA resolución 260 A (III), 9 de diciembre de 1948 Entrada en vigor: 12 de enero de 1951, de conformidad con el artículo XIII. 6 El texto del Estatuto de Roma se distribuyó como documento A/CONF.183/9, 17 de julio de 1998, enmendado por los procèsverbaux (10 de noviembre de 1998). El Estatuto entró en vigor el 1o de julio de 2002. 5 Si trasladamos la mirada a otros países como España no se podría hacer referencia a esta configuración del fenómeno. La premeditación no es una condición intrínseca al feminicidio. Para su concreción se debe tener en cuenta, quién ejecuta el asesinato, su carácter misógino, la premeditación, la permisividad e impunidad jurídica (Toledo, 2009). Dependiendo de estas condiciones podemos encontrar diversas tipologías de feminicidios. Es necesario el reconocimiento de esta complejidad porque permite abandonar la visión reduccionista de la violencia de género. Definir un fenómeno le otorga un grado de análisis y favorece el desarrollo de procesos contra esta violencia. En el “feminicidio íntimo” la víctima tiene relación con el perpetrador (Toledo, 2006: Carcedo, 2000), se denomina “familiar íntimo” si es producido por un familiar, o por quién tenga una relación sentimental (Toledo, 2006). En el “feminicidio no íntimo” no tiene cabida una relación cercana (Carcedo, 2000). Hace falta destacar también el “feminicidio sexual sistémico” que implica secuestro, tortura o violación, puede realizarse de forma organizada y con predeterminación. Otros feminicidios son el “feminicidio infantil”, cuando la víctima es menor de edad (Toledo, 2006), “el feminicidio por ocupación estigmatizada” realizado por la profesión desempeñada (Monrraéz, 2010). Señalamos además los “feminicidios por conexión”, cuando un hombre intenta matar a otra mujer y otra es atrapada en la acción feminicida (Carcedo, 2000), y los “feminicidios por violencia comunitaria” con objetivos económicos y/o sociales, como desacuerdos y robos (Monrráez, 2010). Finalmente se define el “femigenocidio” o “geofeminicidio”, cuyo objetivo específico es la destrucción de mujeres sin ser personificadas y no tiene cabida ningún móvil (Segato, 2007), además de incluir los feminicidios en serie, con violación, racistas, por drogas, honor y lesbofóbico (Russel, 2006). 3. El rostro del feminicidio: desde Latinoamérica a España. Pese a los debates y las diferentes acepciones del feminicidio, es plausible recopilar los aspectos más destacados de su desarrollo como categoría analítica. Uno de los ejemplos que clarifican mejor esta realidad se encuentra en el ámbito legislativo que permite analizar la importancia socio-jurídica del fenómeno en un país. El feminicidio es un fenómeno social extrapolable a diversos países. Se presenta el caso 6 Latinoamericano7, puesto que el término surge y se visibiliza a partir de lo ocurrido en Centroamérica, como en Ciudad Juárez o Guatemala, países dónde se han registrado unos índices cuantitativos de feminicidios muy significativos (más de 300 mujeres asesinadas cada año). En función de esta realidad hacemos hincapié en la introducción de este concepto en un contexto socio-histórico y económico tan distinto como el español. Los feminicidios son un fenómeno continuo y atemporal en nuestras sociedades, que no se presenta como una realidad aislada, y que requieren ser nombrados en sí mismos para visibilizarse. Es oportuno realizar una presentación sociológica de la realidad de esta forma de violencia de género, enmarcando la necesidad de definir un fenómeno concretamente para su entendimiento social y poder realizar cambios que lo reduzcan. A este propósito, es también interesante remarcar la repercusión mediática, reivindicativa y jurídica que se está produciendo desde el tejido feminista latinoamericano. En países como España, dicho término está comenzando a traspasar las fronteras y empezando a integrarse dentro del análisis de la violencia de género, siempre y cuando éste se focalice al caso Centroamericano. El discurso institucional sobre violencia de género en España hace referencia a la interpretación de una parte de la problemática, realizada por los organismos estatales e institucionales que influyen en el entendimiento social de la violencia. Desde este ámbito se genera una visión reductiva del fenómeno que aúna las carencias en profundidad analítica y de medidas efectivas, con financiación suficiente, fruto de la óptica del aparato estatal y legislativo proveniente de la trayectoria socio-histórica española, ligada al discurso tradicional sobre violencia de género. La LOVG8 es un ejemplo de esta realidad, para ser aprobada requiere ser asumida desde la 7 Hemos investigado las propuestas de ley de Costa Rica, Guatemala, México, Chile, Paraguay, Argentina, Perú y Colombia (Toledo, 2009). Dónde propone o se tipifican los feminicidios como delito concreto. No en todos se hace referencia, como en la legislación guatemalteca (2008) “a todo asesinato en el que las relaciones de poder entre hombres y mujeres sean desiguales”. Siguiendo este hilo, la legislación mexicana hace referencia a los feminicidios “por pertenencia a un grupo, ya sea político, racial, sexual”. En la legislación de Costa Rica (2007), en Perú, Paraguay y Chile (Proyectos de ley), los feminicidios se tipifican reducidos al ámbito privado. En la legislación de Argentina se añade un agravante por violencia de género a los asesinatos a mujeres. 8 Ley Orgánica 1/2004, del 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. BOE nº313, Miércoles 29 de diciembre de 2004. 7 institucionalidad y su puesta en práctica muestra la importancia que se le otorga desde este mismo ámbito. Concretamente, en el Objeto de la Ley se hace referencia a que: “La situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad aún sin convivencia”. (LOVG, 2004, 42168). Esta legislación carece de referencias jurídicas adscritas al derecho penal sexuado, porque se incluyen otros ámbitos de violencia familiar (Maqueda, 2006). A pesar de ello se da la definición de violencia de género como la dirigida “sobre las mujeres por el mismo hecho de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión” (LOVG, 2004: 42166). A priori, esta definición presentada en la exposición motivos de la ley, da cabida a todos los ámbitos de violencia de género pero el desarrollo de las medidas de sanción, prevención y detección (Título1, LOVG, 2004: 42169) reducen esta realidad9. Se hace mención a educación (Cap.1), publicidad y medios de comunicación (Cap.2) y al ámbito sanitario (Cap.3) sobre los que no se otorga financiación económica ni sanción penal. Los delitos quedan adscritos únicamente a la violencia de género en el ámbito familiar. En la sociedad española tradicionalmente familista, se ha extendido un discurso social cuyos contenidos culturales y axiológicos han reproducido los contenidos de unas relaciones asimétricas entre hombres y mujeres (Tobio, 2003). Dicho discurso continúa vigente y su manifestación ha sido referida desde la década de los 90 a micromachismos, aquellas “actitudes de dominación […] formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. […]. Comportamientos sutiles, reiterativos y casi invisibles, que los varones ejecutan permanentemente” (Bonino, 2004: 1). Formas de actuación que se incorporan y se automatizan durante los procesos de socialización, marcando las pautas de actuación respecto a las mujeres, debido a su carácter de dominación, directamente como violencia. 9 El “convenio europeo para la lucha contra la violencia doméstica hacia la mujer, y su prevención” determina las acciones de los países miembros. Clarifica el hecho de que ningún país europeo entienda el fenómeno de los asesinatos a mujeres como una realidad diferenciada respecto a los homicidios sin dar cabida a “otras formas de violencia de género”. 8 El discurso liberal (vigente), que afirma la existencia de discriminación sexista no le otorga una importancia significativa (Actis, 2012). Se pone énfasis en las dinámicas de cambio positivo que acortan la distancia social entre hombres y mujeres. Esta realidad se deriva de una mayor autonomía en términos de participación en el mercado de trabajo. Por esta razón, dicha problemática queda apartada de la agenda política (Actis, 2012), aunque se afirme legislativamente como “el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad” (LOGV, 2004: 42166)10. Frente a esta realidad, se crean planes institucionales de intervención desde diferentes ejes. La LOVG busca “prevenir, sancionar y exterminar la violencia de género” (LOVG, 2004: 42166). Estos planes se traducen como medidas en justicia, seguridad, salud, servicios sociales, información, educación y comunicación (Martínez, 2011). En este sentido, se presenta la visión parcial y unilateral de las formas de violencia de género. Queda patente pues, la ausencia de una justificación, comprensiva de la violencia de género en esta aproximación y se limita la referencia al ámbito íntimo, impidiendo al diseño normativo abarcar la variedad intrínseca de este fenómeno. Por otra parte, los feminicidios no tienen cabida dentro del discurso institucional, tal como hemos visto con la LOVG, puesto que únicamente se entienden como homicidios con agravante de violencia de género. Añadir un agravante incluye una impronta de la problemática dentro de dicho acto, pero indefinida, puesto que no profundiza y no se puede acometer, porque la propia indefinición niega la existencia de la totalidad del fenómeno. 4. El asociacionismo feminista en España y su relación con los feminicidios. El asociacionismo es el trabajo formal que desarrollan las organizaciones en un contexto de welfare mix, susceptible de realizarse a modo de cooperación voluntaria, dando cobertura a nuevos riesgos sociales (Moreno, 2013). Cada asociación ejerce unas reivindicaciones en función de su interpretación de los intereses comunes. En relación a 10 En el primer trimestre de 2012 se recibieron en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer 32.704 denuncias de violencia de género en el ámbito doméstico. Siendo la gran mayoría retiradas (Atencio, et all., 2012), se pueden entender estas medidas como reduccionistas y no eficaces. Finalmente en el 2012, tuvieron lugar 105 feminicidios, 67 según estadísticas oficiales (Datos obtenidos del portal web: feminicidio.net). 9 sus principios, generan discursos diferenciados de la institucionalidad, tendentes a la búsqueda de nuevos valores (Ariño, 2004). El tejido asociativo se organiza de cara al contexto de la política convencional, utilizando mecanismos ofertados dentro de los propios sistemas políticos vigentes (Valles, 2000). Estos dispositivos se derivan en una acotación y definición de los márgenes de actuación, en referente a la violencia de género y al trabajo por su erradicación. En concreto, el asociacionismo proyecta las reclamaciones y la participación de la sociedad civil más activa de aquella porción de la población comprometida con la lucha contra la violencia de género que aboga por una crítica reformista de la realidad social. Así pues, trabaja cubriendo carencias sociales y utilizando formas pacíficas de actuación en favor de la concienciación, sensibilización y denuncia sociales. La configuración de las asociaciones genera discursos paralelos al planteamiento institucional y determinado en un contexto socio-histórico. La creación de una asociación implica darse de alta en el Registro de Asociaciones perteneciente al Ministerio del Interior. Se requiere la aprobación administrativa y, a menudo, las asociaciones se sustentan con subvenciones públicas y, en ocasiones, actúan como apoyo a las administraciones. Las comunidades autónomas seleccionadas para la investigación, por su configuración del tejido asociativo han sido Cataluña, Andalucía y Madrid. Para su elección se han tenido en cuenta los índices de feminicidios del pasado año 2012. Más precisamente, en estas tres comunidades se produjeron el mayor número de feminicidios: Cataluña 26, Andalucía 18 y Madrid 15, aunque si se compara con la densidad de población se encuentran otras Comunidades Autónomas con índices más elevados; sin embargo, no son representativas, ni en el plano social, ni en el asociativo11. En cada una de estas regiones se ha seleccionado y contactado una asociación para realizar entrevistas en profundidad a dos de sus miembros de las juntas directivas. Las asociaciones seleccionadas responden a una ideología feminista, están constituidas únicamente por mujeres y son de cooperación voluntaria y sin ánimo de lucro. Dentro 11 (Para más información sobre los índices de feminicidio: http://www.geofeminicidio.com/geoinf.aspx?idPais=70). 10 de sus ámbitos principales de actuación destaca la lucha por la erradicación de la violencia de género (o violencia machista). Además, estas asociaciones mediante las subvenciones, estatales, locales y regionales, organizan sus actividades desde hace más de diez años. Las asociaciones participantes de la investigación son: • La Plataforma violencia cero de Málaga ciudad, en Andalucía. Fundada en 2001, compuesta por diversas asociaciones feministas, para realizar campañas de reivindicación y concienciación por la erradicación de la violencia de género. • El Col lectiu Lilith de Baladona en Cataluña, fundada en 2005. Compuesta por profesionales que centran su trabajo en el ámbito terapéutico y la asesoría legal, realizando además, ponencias en diferentes ámbitos. • La Asociación de mujeres meseta de Orcasitas en Madrid Capital, en actividad desde 1974. Esta asociación centra su trabajo en la ayuda a mujeres dentro del ámbito local y trabaja por la visibilización de las problemáticas que atañen a las mujeres. 5. La crisis económica y el trabajo asociativo. El tejido asociativo está experimentando cambios por razón de la crisis económica que empezó en 2008 y es necesario analizar sus implicaciones que afectan al plano económico, social y político de España. Los recortes gubernamentales han reducido las subvenciones públicas (nacionales, regionales y locales), dificultando el mantenimiento funcional de las asociaciones. Ha mermado, por ejemplo, la realización de campañas y la puesta en marcha de medidas desde las instituciones. A pesar de la disminución de su cuantía, sí que han recibido subvenciones durante el 2012, pero temen no recibir financiación para el año 2013. Los presupuestos actuales han producido en la desaparición de múltiples asociaciones feministas. Sus actividades son imposibles sin esta financiación. La financiación es requerida para desarrollar un trabajo que produzca cambios en la sociedad actual, ya que no es posible emplear a personas profesionales para incrementar la eficacia. “Porque intentar sacar todo del voluntariado, de la propia persona, es también cargar sobre esas espaldas un esfuerzo considerable. Entonces, los medios son necesarios, y los recursos económicos, sin recursos económicos poco avanzamos”. (Entrevista, 1). 11 Se ve claramente que el gobierno ha quitado importancia a esta problemática e intentar desarticular logros de la lucha feminista (como la ley del aborto). A pesar de ello, se sigue reclamando al estado una financiación para solventar dichos problemas. Se critica la acción estatal actual, principalmente la carencia de apoyo al trabajo asociativo en el país, pero, fruto de la línea reformista, se requiere su aportación para poder continuar su trabajo. De este modo, se otorga confianza al aparato ejecutivo y legislativo respecto al desarrollo de medidas, actualmente no llevadas a cabo, lo que justifican a través de la actual situación socio-económica “La Ley es buena, vamos a aplicarla” (Entrevista, 2). La crisis presenta una doble vertiente, económica e ideológica, puesto que se reduce la preocupación de la opinión pública por la violencia contra las mujeres. La violencia de género, una de las principales problemáticas de nuestra sociedad no es valorada. En el barómetro de enero 2013 publicado por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), la existencia de la violencia de género en España no es valorada como un problema social frente al paro, la economía y la política. El olvido de la violencia de género es una realidad vigente a pesar del esfuerzo por la visibilización de la problemática por parte de las asociaciones. Estas reciben una mayor empatía (participación reivindicativa, individual y colectiva) “el despertar estaba surgiendo, ahora se ha cortado de raíz, la crisis que es verdad que es económica, es una crisis ideológica total y absoluta, y eso está cortando de raíz muchas cosas, el tema de la violencia de género vuelve a estar en tercer plano, hubo un momento lo tenía en un primer puesto, (…) vuelven a ser cosas de mujeres (…) todo lo que habíamos conseguido se nos está empezando a volver un poco atrás” (Entrevista, 1) 6. El análisis del feminicidio desde el tejido asociativo. La configuración y posicionamiento discursivo de la violencia de género de las asociaciones están intrínsecamente relacionados con la concepción de los feminicidios y con el acercamiento a este fenómeno y la susceptibilidad de aplicar el término en la sociedad española. Por esta razón, insistimos en la comprensión de la violencia de género desde las asociaciones, mostrando la heterogeneidad del tejido asociativo feminista que presenta una interpretación plural de la violencia de género y sus formas de trabajo. 12 a) La interpretación de la violencia de género. Estas asociaciones presentan un amplio abanico discursivo sobre la violencia de género en sus diferentes vertientes: psicológica, física, sexual y sistémica. El tejido asociativo es consciente de que es un fenómeno social que afecta a todas las mujeres. Por esta razón, desarrollan una crítica al reduccionismo del discurso institucional, considerando que ignora este tipo de problemáticas, acotando las formas de violencia de género trabajadas, imposibilitando la aplicación de medidas efectivas de visibilización y erradicación. Las asociaciones intentan cubrir esta carencia, y priorizan la visibilización de la violencia de género propia del ámbito tradicional (comunes a la institucionalidad) como por ejemplo, la que se produce en espacios educativos, laborales, sanitarios, sexuales y publicitarios, entre otros. Se ejerce una acotación de la complejidad del fenómeno que busca dentro de estos las dimensiones de violencia de género de carácter afectivo o de cosificación de las mujeres. “Cualquier tipo de agresión de los hombres a las mujeres (…) lo que pasa es que el porcentaje es claramente superior, lo que sería en el ámbito de pareja, de novios, familiar, que no el otro.” (Entrevista, 4). La reducción del fenómeno, no se realiza únicamente por parte de las instituciones. Las asociaciones, se posicionan frente al reduccionismo, pero también acotan el fenómeno cuando hablan de la violencia de género, diferenciándola de actitudes sexistas, también violentas. A priori, se entiende la violencia de género de manera multidimensional “La prostitución es otro tipo de violencia, no es solo pegarte una bofetada, viene de mucho más atrás y de muchísimas más maneras, todas las mujeres sufrimos violencia de alguna manera, institucional, de mil formas, la estamos viendo cada día y la estamos viviendo en nuestras carnes” (Entrevista, 1). En España, la violencia de género es un fenómeno difuso en diferentes niveles de la sociedad, pero únicamente se registra y se visibiliza en el contexto de las relaciones afectivas “Desarrolla sus actividades en la prevención, la atención, la recuperación y la formación de la violencia machista en la pareja” (…) “para entender la violencia en la pareja, o de género, hemos de enmarcarla en nuestro sistema sociocultural, que definimos como sistema patriarcal” (Dossier de presentación Col.lectiu Lilith, 2005: 3). En este caso, le resta importancia de cara a la denuncia del fenómeno social, únicamente hace referencia al ámbito de la pareja. La lucha feminista del tejido asociativo está 13 dirigida a la erradicación y prevención de la violencia de género íntima, en la que se personalizan tanto los maltratadores como las mujeres que sufren violencia. De esta manera al mismo tiempo que se realiza una crítica al reduccionismo producido desde las instituciones, las propias asociaciones también lo presentan dentro de su discurso. La reproducción del reduccionismo, se ejerce en función al paralelismo con el ámbito institucional, desplegando una mayor implicación y lucha. Nos referimos a la realización de campañas contra la violencia dentro de colegios, que, por ejemplo, hacen referencia a unas futuras relaciones de violencia de género en la pareja. La Plataforma Violencia Cero y sus campañas en institutos de Málaga bajo el lema “Conoce la violencia de Género, no dejes que te pase a ti”, es un ejemplo de esta estrategia de sensibilización. Desde las asociaciones se diferencian dos formas de trabajo contra la violencia de género. Por un lado, asociaciones no profesionalizadas, como Plataforma Violencia Cero y Asociación de Mujeres Meseta de Orcasitas, que enfocan su trabajo en campañas de concienciación, prevención y erradicación del fenómeno social. Dentro de la violencia de género íntima, aúnan sus fuerzas para lograr un cambio en la sociedad civil. Para ello se pone en relieve la lucha feminista, las formas de violencia de género y el sexismo, en busca del empoderamiento de las mujeres. Por otra parte, las asociaciones especializadas, compuestas por profesionales de diferentes campos, como el Col.lectiu Lilith, tienden a la personificación de la problemática. Ambos tipos de asociaciones trabajan la violencia de género enfocada a mujeres concretas, pero las segundas actúan para ayudar a las mujeres que han solicitado ayuda después de sufrir la violencia. Las socias suelen ser psicólogas o trabajadoras sociales que enmarcan la violencia en una circunstancia concreta de historiales personales determinados. Frente a su prevención, se trabaja con sus consecuencias particulares, concienciando a estas mujeres sobre la problemática que las atañe y de lo que han de hacer para finalizar con la espiral de violencia. Para entender la heterogeneidad del trabajo político hay que tener en cuenta la lógica asociativa y la relación paralela que se estipula entre la asociación y las instituciones. Las diferentes asociaciones se configuran en función del grado de relación que se establezca con el tejido institucional. A mayor relación, el discurso se desarrollará de forma más similar y menos crítica, la cercanía implica afinidad. El trabajo en red no se realiza con asociaciones de diversa índole, más bien colabora con 14 las instituciones, y se ejercen trabajos de complementación externa “También estamos colaborando con el ayuntamiento (…) las que vienen del ayuntamiento no las cobramos porque tenemos un contrato (…) anual que estamos renovando” (Entrevista, 3). Esta configuración desemboca en un carácter más institucionalizado de la asociación, separándose del trabajo asociativo de base. Por ejemplo, se realizan menos manifestaciones y campañas de sensibilización. Dicha configuración produce propuestas enfocadas a las políticas públicas. En el caso de que la relación con la institución sea más lejana, la crítica se incrementa, por la menor implicación en relación con este ámbito. “Con las medidas que se plantean a nivel del sistema educativo, de sensibilización, de la prevención, de la educación, de resolución pacífica de los conflictos. Ahí no estamos sólo y exclusivamente hablando, educando sólo para una relación de pareja igualitaria, sino para unas relaciones sociales igualitarias” (Entrevista, 2). Además se genera un trabajo en Red realizado dentro del propio ámbito local abierto a nivel estatal. Este consiste en la búsqueda de líneas semejantes entre las diferentes asociaciones para realizar actos comunes que otorguen fuerza y visibilidad a la demanda “Estamos conectadas en red con asociaciones del distrito, en una mesa de género del distrito de (…), pertenecemos al consejo de las mujeres del Ayuntamiento (…), estábamos en el Consejo de la Comunidad, pero lo han quitado, no se entiende porque gastaba poquísimo dinero. Y contactamos con otras asociaciones, y salimos mucho del barrio” (Entrevista, 5). En ambos casos se entienden las medidas tomadas desde el ámbito institucional como herramientas eficaces de cara a la prevención y erradicación de la violencia de género, pero que no se ejecutan en la práctica, y por ello “Creemos que es una herramienta muy, muy valiosa, le faltan recursos, económicos, sobre todo ahora” (Entrevista 1) b) El tejido asociativo y el debate sobre el feminicidio Para que el tejido asociativo pueda adoptar el término feminicidio, es necesario un conocimiento previo de las dimensiones del problema en contextos donde ya se aplica, como es el caso de Latinoamérica. Las personas de las asociaciones feministas contactadas para esta investigación, han escuchado hablar de los feminicidios, pero encontramos también casos en los que se da un total desconocimiento del término “¿Femi-?, de femenina. ¿Feminicidios? Es que no, no me suena esa palabra” (Entrevista 6). La adquisición de este conocimiento procede principalmente de los mass 15 media, que acercan esta categoría a la sociedad civil. La proyección del fenómeno queda enfocada a Latinoamérica y solo se asocia dicho término a esta área geográfica. Además, sus elevados índices de asesinatos de mujeres, le adhieren una mayor gravedad. La importancia de la lucha feminista para acoger este término ha traspasado las fronteras de la información y ha llegado a España, donde se presenta reducidamente, sin matizar las características concretas de los feminicidios en cada territorio ni quien lo perpetra. Por lo tanto, se entienden como resultado de la impunidad estatal, la falta de desarrollo de políticas a favor de la igualdad entre hombres y mujeres y los cárteles de la droga. “Es que esto de los feminicidios es una cosa extraña, tan ligada con la droga, tan de cárteles, yo pienso que es una cosa diferente a lo que ocurre en el ámbito familiar, es una cosa a gran escala, brutal” (Entrevista 3). En este planteamiento destaca uno de los factores que llevan a las asociaciones a la negación de la comparación entre Latinoamérica y España. La existencia de una legislación contra la discriminación sexista se entiende ligada a la imposibilidad de que las realidades latinoamericanas se reproduzcan en España. Según ésta interpretación las medidas y sanciones penales impiden que los índices de asesinatos a mujeres por violencia de género se vean incrementados “No son comparables, yo creo, que por la impunidad de los gobiernos. Allí (…) el gobierno es impune con los maltratadores, no hay leyes que los condenen, aquí tenemos leyes y hay una implicación del estado. Luego otra cosa es el grado de cumplimiento, (…) pero hay un compromiso, hay una ley que penaliza” (Entrevista 2). Esta misma idea se contradice con el análisis del caso español. Las cifras de feminicidios en España pueden compararse a pesar de la vigencia de la LOVG y de las reivindicaciones de las asociaciones, y ello se refleja en las siguientes cifras: 37 feminicidios desde enero hasta abril del 201312. El problema es la propia denominación de los feminicidios. Estos están vigentes en cualquier sociedad en la que se perpetre un asesinato a una mujer por el hecho de serlo. Pero se entiende, debido a la proyección desde los mass media, que los feminicidios son asesinatos sistemáticos y masivos por hombres no identificados. El feminicidio se 12 Datos obtenidos de, www.Feminicidio.net 16 interpreta como la introducción de la variable género dentro del Genocidio y se entiende como asesinatos en masa a un grupo concreto. Las mujeres al ser una categoría social y no un grupo de personas debe utilizarse el término específico ya existente para su definición, el Geofeminicidio. Las asociaciones consideran el feminicidio como toda violencia de género fuera del ámbito familiar, que, explican, en España no es una problemática relevante. Dentro de las categorías del feminicidio sitúan los asesinatos no íntimos “La pareja dentro del ámbito de la familia (…) es la que generalmente se da en España, es cierto que a veces se mata a otra prostituta, no es el mismo motivo pero la matan por el hecho de ser mujeres, un objeto para ellos (…) más parecido al feminicidio, pero no tiene la misma importancia porque son muchísimas menos las víctimas” (Entrevista 1). Encontramos poca profundización de la temática desde el tejido asociativo, reproduciendo las pautas de análisis sobre la violencia de género que se trasmiten en España, que reduce todas sus configuraciones bajo una única acepción, el feminicidio íntimo. En España, cuando se habla de asesinatos por violencia de género, esta violencia se entiende como un agravante, tanto social como jurídico. Dicha tipología de asesinatos a mujeres queda adscrita a las relaciones íntimas. Por tanto, al hacer referencia al término feminicidio y la necesidad de acogerlo dentro de la sociedad española se produce una negación basada en los diversos factores. La valoración de la implementación de otra categoría para definir los asesinatos a mujeres por violencia de género se considera innecesaria, en síntesis: ¿Para qué definir como feminicidio lo que ya está definido como asesinato con agravante por violencia de género? El agravante de violencia de género, dentro de este discurso, se conforma como un análisis válido y concreto a pesar de su reduccionismo. Se ve innecesaria la profundización en diversas variables puesto que únicamente se interpretan como tal los asesinatos en el ámbito doméstico, aunque se sitúen en diferentes entornos “En nuestro código penal ya hay un plus, no existe un feminicidio de este sentido (…), pero lo que si que hay es un agravante, un artículo especialmente establecido que pone que: cuando hay la víctima es una mujer que ha sido o es o la cónyuge, o la hija o la amante, que ha tenido alguna relación sentimental, (…) evidentemente tiene un trato especial, con lo cual nuestro articulado en el código penal va un poco por ahí” (Entrevista 4). Al hacer referencia a una única tipología de asesinatos por violencia de género, el añadir un agravante define la totalidad del fenómeno y no se entiende la necesidad de un concepto que defina en profundidad las diferentes formas de llevarlos a cabo. Otro de los factores 17 determinantes que frenan la concepción de los feminicidios desde la sociedad civil, el asociacionismo y las instituciones, es el entendimiento de los feminicidios como una realidad alejada de España. Esta interpretación se debe a la consideración de que los feminicidios únicamente existen en países no occidentales. A pesar de ello, se apoya la lucha por la erradicación del feminicidio, pero no se ejecutan acciones de visibilización o concienciación de esta problemática. También son importantes los estereotipos culturales que construyen una jerarquía de países en función del grado de violencia de género que se visibiliza en ellos y los países latinoamericanos se consideran subdesarrollados “Con los estereotipos, (…) estamos todos. No sé por qué, yo siempre había pensado que los moros o los árabes eran peor, bueno peor, no sé, me ha sorprendido que realmente, en nuestro despacho, hemos atendido a más sudamericanas” (Entrevista 4). Con ello se legitima la categoría de países desarrollados y subdesarrollados vigente en otros ámbitos, principalmente económico y político, desde una perspectiva estereotipada y eurocéntrica (Cobo, 2011). “Lo que pasa es que creo que el problema es un poco diferente aquí, gracias a Dios, el problema es que estos países, pero claro, esto no solo pasa en Latinoamérica, también pasa en Asia, en India han pasado verdaderas barbaridades” (Entrevista 4). Destacamos que las protagonistas de este ámbito del asociacionismo feminista considera su país como un ejemplo en la lucha contra la violencia de género, en base a la aprobación de la LOVG, fruto del propio trabajo que desarrolla dicho tejido, de dónde proviene, asimismo, la ferviente defensa a la legislación. “Una ley que ha sido modelo en el resto del mundo, (…) ha sido la primera que ha sido modelo en el resto” (Entrevista 1). El hito se construye en relación a las políticas públicas y legislativas aprobadas, considerándose que en otros países no se han llevado a cabo eficazmente. Se observa un distanciamiento, basado en un prejuicio, de la realidad latinoamericana. A través de esta separación, no se niega únicamente la implementación de la categoría feminicidio dentro de España, sino la posibilidad de ejercer una comparación con dicho fenómeno. “Creo que es otra cosa, porque no sabemos ni quién las mata, lo del feminicidio podríamos hablar de feminicidio, aquí hablamos de violencia machista” (Entrevista 3). El reconocimiento del feminicidio por las asociaciones conllevaría la aceptación de la igualdad en el desarrollo de políticas contra la violencia de género. Al considerar a España como un país desarrollado, la comparación supondría aceptar un 18 atraso social, producido por el prejuicio jerárquico. Se entiende que España quedaría asociada a los países subdesarrollados. 7. Algunas conclusiones preliminares El proceso de investigación visibiliza que las características del feminicidio como un fenómeno social no se trabajan desde el tejido asociativo, que presenta una carencia de profundización en ese ámbito. Las asociaciones feministas españolas, por su configuración, son susceptibles de situarse a modo de eje central a la hora de visibilizar este término. Gracias a la visibilización de la problemática producida por las mujeres latinoamericanas que luchan por la erradicación de la violencia de género, el término feminicidio ha traspasado las fronteras y, a través de los medios de comunicación, ha comenzado a conocerse en la sociedad civil. Aunque hay que señalar que únicamente se presenta un conocimiento parcial y sesgado por estos medios de la violencia feminicida. Sin embargo, queda lejana la posibilidad de plantearse si en España se habla de feminicidio en términos propios. Puesto que, de hacerlo, se equipararía el país a otros considerados subdesarrollados, lo que supondría un desprestigio de este como país avanzado en la lucha contra la violencia de género en políticas sociales y en defensa de los Derechos Humanos. El tejido asociativo feminista se niega al uso del término, considerando que España tiene sus propias nomenclaturas que definen y permiten luchar de manera adecuada contra la violencia de género. Esto desemboca en una reducción del fenómeno y una dificultad añadida a la hora de analizar y erradicar la violencia de género. El feminicidio queda apartado y relegado a otras áreas geográficas. Los procesos que desembocan en violencia de género pueden entenderse en el plano microsocial que son intrínsecamente diferentes. Pero si el análisis se realiza a nivel macrosocial, los asesinatos a mujeres por el hecho de ser mujeres acontecen en todas partes del mundo. Por lo tanto, dicha separación es incongruente. Los asesinatos a mujeres acontecidos en España son susceptibles de denominarse como feminicidios. Podemos afirmar que el análisis de la violencia de género desde el tejido asociativo no es favorable a la adopción del término feminicidio para el caso español, debido al desconocimiento de la realidad social que abarca el término feminicidio y a la reducción de la violencia de género al ámbito doméstico. Ligado a ello está la concepción de España como un país ejemplar en la regulación contra la violencia de género, además de 19 la lejanía geográfica y social de ambos territorios. Hay que tener en cuenta que desde el tejido asociativo se entiende la lucha contra la violencia de género en España como una lucha activa. Noción derivada de la reducción del entendimiento de las dimensiones de esta. Asumir esta idea queda reflejada en la concepción de la sociedad española como sociedad avanzada en ésta lucha. No hay cabida, pues, a un debate sobre la implantación de la categoría objeto de análisis, por la negación que se hace desde el ámbito institucional y el tejido asociativo. Dicho debate es imprescindible para que desde la sociedad civil se configure la demanda de una trasformación en el entendimiento de los asesinatos por violencia de género. Creemos en la necesidad, oportunidad analítica (comprensión de la realidad) y política (visión y cambio o continuidad de lo social) de acoger esta categoría en España. Esta tarea parece quedar relegada al ámbito académico que comienza a analizar las implementaciones susceptibles de realizarse respecto al feminicidio tanto en el caso latinoamericano como en otros países del mundo. BIBLIOGRAFÍA Alberdi, Informe Inés sobre y los Matas, malos Natalia, tratos en (2002), España La violencia Fundación doméstica. La Caixa, Barcelona. 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