“EL DISCURSO SOBRE EL FEMINICIDIO EN LA SOCIEDAD CIVIL ESPAÑOLA”

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CONGRESO DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE SOCIOLOGÍA
Universidad Complutense de Madrid
10-12 Julio, 2013
“EL DISCURSO SOBRE EL FEMINICIDIO EN LA SOCIEDAD
CIVIL ESPAÑOLA”
Autor/as: Carla Barrio Romera, Estela Santos Díaz y Alessandro Gentile.
Autora de contacto: Carla Barrio Romera. C/Virgen del Rosario Nº 22. Cabanillas
del
Campo,
Guadalajara.
19171.
Móvil:
618008860
/
E-mail:
[email protected]
Palabras Clave: Violencia de género, Discriminación sexista, Asociacionismo,
Análisis del discurso, (In)visibilidad.
Resumen: A lo largo de la última década se ha planteado a nivel internacional, el
término “Feminicidio” como una nueva categoría sociológica y jurídica para definir los
asesinatos de mujeres por discriminación sexista. En España continúa arraigada la
definición de violencia de género de forma sinónima, incluyendo los asesinatos de
mujeres. La definición normativa de esta violencia se reduce al espacio doméstico. Si
bien el tejido asociativo trabaja este tipo de violencia desde una perspectiva más
articulada, incluyendo dimensiones simbólicas, psicológicas y sociales. Todavía no se
ha desarrollado un debate amplio y profundo sobre la conceptualización de los
feminicidios y sobre su referencia concreta al caso de nuestro país. Con este artículo
proponemos un análisis descriptivo e interpretativo de los discursos producidos por
asociaciones feministas que trabajan la violencia de género con vistas a una mayor
denuncia y sensibilización del fenómeno en la sociedad civil. Nos detenemos en los
discursos planteados en tres asociaciones procedentes de Madrid, Cataluña y Andalucía.
El objetivo es destacar los discursos sobre la violencia de género en España
incorporando el término feminicidio en contraste entre el planteamiento institucional y
la perspectiva de una parte del asociacionismo feminista.
1
Introducción.
La visibilización de un fenómeno social, conlleva cambios en su definición. Estas
transformaciones se producen por la profundización en el análisis de dicho fenómeno.
Podemos afirmar, que definir perfila el entendimiento de la realidad social y visibiliza la
problemática. Creemos que la violencia de género requiere de categorías diferentes para
su determinación. En los años 70 se empezó a reconocer la violencia acontecida en el
ámbito familiar como un problema social por lo que se denominó violencia doméstica,
pasando luego a definirse1 como violencia de género. Actualmente, dicho término se ha
transformado en violencia machista.
Existen diversas dimensiones de la violencia de género, pero cuándo se hace
alusión sus casos extremos2, se entiende como homicidio o asesinato. Estas categorías
predisponen actitudes ante la acción, debido a su entendimiento previo no asociado a la
violencia de género. Los asesinatos de mujeres cometidos por hombres son un
fenómeno concreto dentro de la violencia de género y por tanto, requiere una definición
propia. El término “feminicidio” se refiere al asesinato directo, que recibe sanción
penal y a otras muertes resultado de la discriminación de género que, actualmente, no
constituyen delito. De esta forma, se desligan de otras categorías, para visibilizar la
importancia de la variable violencia de género y hacer tangible la realidad social.
El surgimiento y la difusión del término feminicidio se ha producido en
Latinoamerica, pero está traspasando las fronteras. El objetivo principal de esta
investigación queda centrado en la conveniencia del uso del término y la asimilación de
la complejidad del fenómeno de la violencia de género en España.
El objeto de estudio se centra en el tejido asociativo feminista, puesto que las
asociaciones feministas trabajan por modificaciones del sistema institucional desde su
propio ámbito de referencia. Además, en el asociacionismo de base encontramos
ejemplos representativas de la sociedad civil como compromiso cívico y concienciado
con esta problemática, actuando como potencial productor de un cambio social.
1
Resoluciones 34/180, 18 de Diciembre 1979 y 48/104, 20 de Diciembre de 1993 (Asamblea General, ONU, 1993).
2
El proceso de violencia de género hace referencia a la espiral continua de violencia que sufren las mujeres, cuyo extremo es
el asesinato. Este proceso también es conocido como el continuum de violencia de género (Toledo, 2009).
2
Teniendo en cuenta esta premisa, hemos contactado con tres asociaciones con sedes en
Madrid, Cataluña y Andalucía, que son utilizadas como muestra por su disposición
geográfica y por la configuración social del fenómeno investigado.
1. Adentrándonos en la violencia de género
Una de las problemáticas sociales más acusadas en la actualidad es la violencia que
sufren las mujeres fruto de la discriminación sexista. Esta realidad se entiende de
diferentes formas y dentro de la violencia de género, en el marco de la dominación
masculina, muchas veces invisibilizada por la “amnesia colectiva” (Bourdieu, 1998).
Según la definición de violencia de género formulada por la ONU en 1995 nos
referimos a “todo acto de violencia sexista que tiene como resultado posible o real un
daño físico, sexual o psíquico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación
arbitraria de libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada” (Alberdi y
Matas, 2002).
La violencia física y la psicológica tienen una mayor visibilidad. Sin embargo, en
todas las sociedades tienen cabida dos niveles generales de violencia contra las mujeres:
el individual y el colectivo. En el primero, la violencia es perpetrada por un hombre
concreto contra una mujer concreta; en el segundo, la violencia se lleva a cabo por parte
de “hombres sin nombre” sobre “mujeres sin nombre” (Cobo, 2011). Se encuentra,
además, el nivel sistémico de violencia de género que desde distintas esferas de la
sociedad ejerce y/o perpetúa la violencia contra las mujeres. La violencia colectiva y
sistémica se desliga de las formas de violencia de género tradicionales occidentales,
mientras que el nivel individual ostenta un mayor reconocimiento social. Estas variables
permiten adentrarnos en la complejidad del fenómeno y abarcar la violencia de género
como un fenómeno social multidimensional.
A pesar de diferentes medidas, sanciones, acciones y campañas de concienciación,
la dominación de género sigue vigente por su versatilidad a la hora de realizarse. Las
denominadas “nuevas formas de violencia de género” (Cobo, 2011), permiten, fruto de
la invisibilización, que los modelos “tradicionales” se mantengan arraigados en el
trasfondo de la sociedad; por lo que no desaparecen, se ocultan. Respecto a esta realidad
tienen cabida los micro-machismos (Bonino, 2004). Esta configuración de la violencia
de género no finaliza con los modelos tradicionales, por el contrario, se ejerce una
3
complementación de ambas formas de violencia que están socialmente naturalizadas.
Surge el concepto de “sexismo ambivalente” que mezcla el viejo y tradicional sexismo
hostil, con el nuevo y “más respetuoso” sexismo de corte benévolo, encubierto y sutil.
(De la Peña, et al. 2011: 11). “Se trata de una rebelión del hombre contra su pérdida de
privilegios y derechos sobre la mujer que tiene lugar en la esfera más privada, ya que
mostrar en público su verdadero parecer sobre este tema costaría el rechazo por parte de
la sociedad” (Martínez, 2011: 343).
De acuerdo con una amplia literatura feminista, el mensaje del patriarcado, puede
resumirse de la siguiente forma: “Se podrán negar algunos privilegios masculinos a
varones individuales, pero las mujeres no podrán sustraerse al dominio sistémico
masculino. Si se alteran las relaciones de poder entre hombres y mujeres establecidas en
el contrato sexual, si se quiebran algunas de sus cláusulas habrá que responder con
distintas “leyes de excepción”: asesinatos, violaciones individuales y colectivas
agresiones físicas” (Cobo, 2011: 163). Se hace presente la sistematización de violencia
a modo de abusos verbales y físicos, emocionales, además de mutilaciones genitales, la
heterosexualidad y la maternidad forzadas. Se incluyen las cirugías cosméticas, entre
otras, que siempre y cuando estas formas de terrorismo resultan en la muerte, se
transforman en feminicidio [Ramírez, 2011, citando a Russel, 2006], lo que permite su
entendimiento como violencia extrema contra las mujeres (Toledo, 2009).
Presentada la importancia de la violencia de género como una problemática actual,
en países sean o no occidentales, nos centraremos en el análisis de su perpetración in
extremis, los feminicidios. Para indagar esta realidad social, es necesario un análisis de
la configuración del término y de las diferentes tipologías de violencia asociadas a estos
delitos.
2. La construcción del término feminicidio.
Los orígenes del término feminicidio se remontan a 1992, con la categoría
femicide, “el asesinato de mujeres por hombres por ser mujeres” (Russel y Radford,
1992). Este término surge por la necesidad de crear una categoría, social, política y
jurídica propia del fenómeno, al no tener cabida en ninguna concepción previa. Se
suscita el debate sobre el carácter misógino y sexista, que se reproduce como “crímenes
de odio” (Segato, 2006), consecuencia del bagaje patriarcal. El ejercicio de la
4
dominación se otorga a hombres que reproducen el control del cuerpo femenino
(Bourdieu, 1998), obligando a las mujeres a perpetuar los roles establecidos en un
marco de inferioridad. Así los hombres obtienen el derecho a ejercer la violencia
(Russell, 1998), configurada como “crímenes de poder” (Segato, 2006). Estos, a su vez,
desembocan en odio y desprecio por lo femenino (misoginia), infravalorando la vida de
las mujeres respecto a la de los hombres. La violencia se invisibiliza y naturaliza, dando
pie a la justificación la violencia de género. Diferenciándose de la definición actual del
feminicidio, podemos encontrar propuestas desde organismos oficiales, “Homicidio de
mujeres por el simple hecho de ser mujeres” (ONU, 2006). Se hace referencia al
homicidio3, que implica la no intencionalidad del acto, distinguido del asesinato. Se
menciona la “simplicidad” del hecho de ser mujeres, que posiciona la variable género
como secundaria.
Cuando se hace referencia al concepto de feminicidio no se deben dejan sin cubrir
preguntas como; por qué no se puede categorizar dentro del genocidio4 o los crímenes
de
Lesa
Humanidad
(Toledo,
2009).
El
Genocidio,
se
define,
como
el
asesinato/exterminio de un grupo de personas (Asamblea General ONU, 1946, art.2)5,
mientras que las mujeres no forman un grupo de personas, sino una categoría social
específica. Los Crímenes de Lesa Humanidad son “ataques generalizados o sistemáticos
contra una población” (Estatuto de Roma, 1998, art.7)6. Estos son organizados. Aunque
esto ocurra en países como Guatemala, durante la recién guerra civil en la que las
mujeres
3
han
sido
utilizadas
como
arma
de
guerra
(Méndez,
2012).
El ligar la categoría jurídica de homicidio al feminicidio, desemboca en la problemática lingüística/conceptual del término.
El homicidio proviene de la acepción del latín -hom, (hombre), permitiendo así la discriminación sexista dentro del término. Sería
pertinente, el denominarlos asesinatos o crímenes, pero aunque se especificaran los motivos (la violencia de género), la variable se
sitúa en un segundo plano.
4
El genocidio hace referencia del griego geno- (raza) y a –cidio del latín matar (Lemkin, 1994). Su aparición en el Acta del
Tribunal Internacional de Nurember hizo referencia a los “crímenes contra la humanidad”. El genocidio se considera como el grado
más extremo de limpieza étnica [entre otros] en un marco de violencia intergrupal (Mann, 2009). Posteriormente la ONU estableció
el genocidio en marco jurídico como crimen internacional sancionado. La categoría genocidio no es equivalente a la de feminicidio,
puesto que las mujeres no son un grupo racial, religioso o étnico. Las acciones que se realicen para paliar este fenómeno deben
visibilizar la violencia de género (Asamblea General de Naciones Unidas, CEDAW, 1997).
5
Asamblea General ONUA resolución 260 A (III), 9 de diciembre de 1948 Entrada en vigor: 12 de enero de 1951, de
conformidad con el artículo XIII.
6
El texto del Estatuto de Roma se distribuyó como documento A/CONF.183/9, 17 de julio de 1998, enmendado por los
procèsverbaux (10 de noviembre de 1998). El Estatuto entró en vigor el 1o de julio de 2002.
5
Si trasladamos la mirada a otros países como España no se podría hacer referencia a esta
configuración del fenómeno. La premeditación no es una condición intrínseca al
feminicidio.
Para su concreción se debe tener en cuenta, quién ejecuta el asesinato, su carácter
misógino, la premeditación, la permisividad e impunidad jurídica (Toledo, 2009).
Dependiendo de estas condiciones podemos encontrar diversas tipologías de
feminicidios. Es necesario el reconocimiento de esta complejidad porque permite
abandonar la visión reduccionista de la violencia de género. Definir un fenómeno le
otorga un grado de análisis y favorece el desarrollo de procesos contra esta violencia.
En el “feminicidio íntimo” la víctima tiene relación con el perpetrador (Toledo, 2006:
Carcedo, 2000), se denomina “familiar íntimo” si es producido por un familiar, o por
quién tenga una relación sentimental (Toledo, 2006). En el “feminicidio no íntimo” no
tiene cabida una relación cercana (Carcedo, 2000). Hace falta destacar también el
“feminicidio sexual sistémico” que implica secuestro, tortura o violación, puede
realizarse de forma organizada y con predeterminación. Otros feminicidios son el
“feminicidio infantil”, cuando la víctima es menor de edad (Toledo, 2006), “el
feminicidio por ocupación estigmatizada” realizado por la profesión desempeñada
(Monrraéz, 2010). Señalamos además los “feminicidios por conexión”, cuando un
hombre intenta matar a otra mujer y otra es atrapada en la acción feminicida (Carcedo,
2000), y los “feminicidios por violencia comunitaria” con objetivos económicos y/o
sociales, como desacuerdos y robos (Monrráez, 2010). Finalmente se define el
“femigenocidio” o “geofeminicidio”, cuyo objetivo específico es la destrucción de
mujeres sin ser personificadas y no tiene cabida ningún móvil (Segato, 2007), además
de incluir los feminicidios en serie, con violación, racistas, por drogas, honor y
lesbofóbico (Russel, 2006).
3. El rostro del feminicidio: desde Latinoamérica a España.
Pese a los debates y las diferentes acepciones del feminicidio, es plausible recopilar
los aspectos más destacados de su desarrollo como categoría analítica. Uno de los
ejemplos que clarifican mejor esta realidad se encuentra en el ámbito legislativo que
permite analizar la importancia socio-jurídica del fenómeno en un país. El feminicidio
es un fenómeno social extrapolable a diversos países. Se presenta el caso
6
Latinoamericano7, puesto que el término surge y se visibiliza a partir de lo ocurrido en
Centroamérica, como en Ciudad Juárez o Guatemala, países dónde se han registrado
unos índices cuantitativos de feminicidios muy significativos (más de 300 mujeres
asesinadas cada año). En función de esta realidad hacemos hincapié en la introducción
de este concepto en un contexto socio-histórico y económico tan distinto como el
español.
Los feminicidios son un fenómeno continuo y atemporal en nuestras sociedades,
que no se presenta como una realidad aislada, y que requieren ser nombrados en sí
mismos para visibilizarse. Es oportuno realizar una presentación sociológica de la
realidad de esta forma de violencia de género, enmarcando la necesidad de definir un
fenómeno concretamente para su entendimiento social y poder realizar cambios que lo
reduzcan.
A este propósito, es también interesante remarcar la repercusión mediática,
reivindicativa y jurídica que se está produciendo desde el tejido feminista
latinoamericano. En países como España, dicho término está comenzando a traspasar las
fronteras y empezando a integrarse dentro del análisis de la violencia de género,
siempre y cuando éste se focalice al caso Centroamericano.
El discurso institucional sobre violencia de género en España hace referencia a la
interpretación de una parte de la problemática, realizada por los organismos estatales e
institucionales que influyen en el entendimiento social de la violencia. Desde este
ámbito se genera una visión reductiva del fenómeno que aúna las carencias en
profundidad analítica y de medidas efectivas, con financiación suficiente, fruto de la
óptica del aparato estatal y legislativo proveniente de la trayectoria socio-histórica
española, ligada al discurso tradicional sobre violencia de género. La LOVG8 es un
ejemplo de esta realidad, para ser aprobada requiere ser asumida desde la
7
Hemos investigado las propuestas de ley de Costa Rica, Guatemala, México, Chile, Paraguay, Argentina, Perú y Colombia
(Toledo, 2009). Dónde propone o se tipifican los feminicidios como delito concreto. No en todos se hace referencia, como en la
legislación guatemalteca (2008) “a todo asesinato en el que las relaciones de poder entre hombres y mujeres sean desiguales”.
Siguiendo este hilo, la legislación mexicana hace referencia a los feminicidios “por pertenencia a un grupo, ya sea político, racial,
sexual”. En la legislación de Costa Rica (2007), en Perú, Paraguay y Chile (Proyectos de ley), los feminicidios se tipifican
reducidos al ámbito privado. En la legislación de Argentina se añade un agravante por violencia de género a los asesinatos a
mujeres.
8
Ley Orgánica 1/2004, del 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. BOE nº313,
Miércoles 29 de diciembre de 2004.
7
institucionalidad y su puesta en práctica muestra la importancia que se le otorga desde
este mismo ámbito.
Concretamente, en el Objeto de la Ley se hace referencia a que: “La situación de
desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre
éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o quienes estén o hayan
estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad aún sin convivencia”.
(LOVG, 2004, 42168). Esta legislación carece de referencias jurídicas adscritas al
derecho penal sexuado, porque se incluyen otros ámbitos de violencia familiar
(Maqueda, 2006). A pesar de ello se da la definición de violencia de género como la
dirigida “sobre las mujeres por el mismo hecho de serlo, por ser consideradas, por sus
agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de
decisión” (LOVG, 2004: 42166). A priori, esta definición presentada en la exposición
motivos de la ley, da cabida a todos los ámbitos de violencia de género pero el
desarrollo de las medidas de sanción, prevención y detección (Título1, LOVG, 2004:
42169) reducen esta realidad9. Se hace mención a educación (Cap.1), publicidad y
medios de comunicación (Cap.2) y al ámbito sanitario (Cap.3) sobre los que no se
otorga financiación económica ni sanción penal. Los delitos quedan adscritos
únicamente a la violencia de género en el ámbito familiar.
En la sociedad española tradicionalmente familista, se ha extendido un discurso
social cuyos contenidos culturales y axiológicos han reproducido los contenidos de unas
relaciones asimétricas entre hombres y mujeres (Tobio, 2003). Dicho discurso continúa
vigente y su manifestación ha sido referida desde la década de los 90 a
micromachismos, aquellas “actitudes de dominación […] formas y modos larvados y
negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. […]. Comportamientos sutiles,
reiterativos y casi invisibles, que los varones ejecutan permanentemente” (Bonino,
2004: 1). Formas de actuación que se incorporan y se automatizan durante los procesos
de socialización, marcando las pautas de actuación respecto a las mujeres, debido a su
carácter de dominación, directamente como violencia.
9
El “convenio europeo para la lucha contra la violencia doméstica hacia la mujer, y su prevención” determina las acciones
de los países miembros. Clarifica el hecho de que ningún país europeo entienda el fenómeno de los asesinatos a mujeres como una
realidad diferenciada respecto a los homicidios sin dar cabida a “otras formas de violencia de género”.
8
El discurso liberal (vigente), que afirma la existencia de discriminación sexista no
le otorga una importancia significativa (Actis, 2012). Se pone énfasis en las dinámicas
de cambio positivo que acortan la distancia social entre hombres y mujeres. Esta
realidad se deriva de una mayor autonomía en términos de participación en el mercado
de trabajo. Por esta razón, dicha problemática queda apartada de la agenda política
(Actis, 2012), aunque se afirme legislativamente como “el símbolo más brutal de la
desigualdad existente en nuestra sociedad” (LOGV, 2004: 42166)10.
Frente a esta realidad, se crean planes institucionales de intervención desde
diferentes ejes. La LOVG busca “prevenir, sancionar y exterminar la violencia de
género” (LOVG, 2004: 42166). Estos planes se traducen como medidas en justicia,
seguridad, salud, servicios sociales, información, educación y comunicación (Martínez,
2011). En este sentido, se presenta la visión parcial y unilateral de las formas de
violencia de género. Queda patente pues, la ausencia de una justificación, comprensiva
de la violencia de género en esta aproximación y se limita la referencia al ámbito
íntimo, impidiendo al diseño normativo abarcar la variedad intrínseca de este fenómeno.
Por otra parte, los feminicidios no tienen cabida dentro del discurso institucional,
tal como hemos visto con la LOVG, puesto que únicamente se entienden como
homicidios con agravante de violencia de género. Añadir un agravante incluye una
impronta de la problemática dentro de dicho acto, pero indefinida, puesto que no
profundiza y no se puede acometer, porque la propia indefinición niega la existencia de
la totalidad del fenómeno.
4. El asociacionismo feminista en España y su relación con los feminicidios.
El asociacionismo es el trabajo formal que desarrollan las organizaciones en un
contexto de welfare mix, susceptible de realizarse a modo de cooperación voluntaria,
dando cobertura a nuevos riesgos sociales (Moreno, 2013). Cada asociación ejerce unas
reivindicaciones en función de su interpretación de los intereses comunes. En relación a
10
En el primer trimestre de 2012 se recibieron en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer 32.704 denuncias de violencia de
género en el ámbito doméstico. Siendo la gran mayoría retiradas (Atencio, et all., 2012), se pueden entender estas medidas como
reduccionistas y no eficaces. Finalmente en el 2012, tuvieron lugar 105 feminicidios, 67 según estadísticas oficiales (Datos
obtenidos del portal web: feminicidio.net).
9
sus principios, generan discursos diferenciados de la institucionalidad, tendentes a la
búsqueda de nuevos valores (Ariño, 2004).
El tejido asociativo se organiza de cara al contexto de la política convencional,
utilizando mecanismos ofertados dentro de los propios sistemas políticos vigentes
(Valles, 2000). Estos dispositivos se derivan en una acotación y definición de los
márgenes de actuación, en referente a la violencia de género y al trabajo por su
erradicación. En concreto, el asociacionismo proyecta las reclamaciones y la
participación de la sociedad civil más activa de aquella porción de la población
comprometida con la lucha contra la violencia de género que aboga por una crítica
reformista de la realidad social. Así pues, trabaja cubriendo carencias sociales y
utilizando formas pacíficas de actuación en favor de la concienciación, sensibilización y
denuncia sociales.
La configuración de las asociaciones genera discursos paralelos al planteamiento
institucional y determinado en un contexto socio-histórico. La creación de una
asociación implica darse de alta en el Registro de Asociaciones perteneciente al
Ministerio del Interior. Se requiere la aprobación administrativa y, a menudo, las
asociaciones se sustentan con subvenciones públicas y, en ocasiones, actúan como
apoyo a las administraciones.
Las comunidades autónomas seleccionadas para la investigación, por su
configuración del tejido asociativo han sido Cataluña, Andalucía y Madrid. Para su
elección se han tenido en cuenta los índices de feminicidios del pasado año 2012. Más
precisamente, en estas tres comunidades se produjeron el mayor número de
feminicidios: Cataluña 26, Andalucía 18 y Madrid 15, aunque si se compara con la
densidad de población se encuentran otras Comunidades Autónomas con índices más
elevados; sin embargo, no son representativas, ni en el plano social, ni en el
asociativo11.
En cada una de estas regiones se ha seleccionado y contactado una asociación para
realizar entrevistas en profundidad a dos de sus miembros de las juntas directivas. Las
asociaciones seleccionadas responden a una ideología feminista, están constituidas
únicamente por mujeres y son de cooperación voluntaria y sin ánimo de lucro. Dentro
11
(Para más información sobre los índices de feminicidio: http://www.geofeminicidio.com/geoinf.aspx?idPais=70).
10
de sus ámbitos principales de actuación destaca la lucha por la erradicación de la
violencia de género (o violencia machista). Además, estas asociaciones mediante las
subvenciones, estatales, locales y regionales, organizan sus actividades desde hace más
de diez años.
Las asociaciones participantes de la investigación son:
• La Plataforma violencia cero de Málaga ciudad, en Andalucía. Fundada en
2001, compuesta por diversas asociaciones feministas, para realizar campañas de
reivindicación y concienciación por la erradicación de la violencia de género.
• El Col lectiu Lilith de Baladona en Cataluña, fundada en 2005. Compuesta por
profesionales que centran su trabajo en el ámbito terapéutico y la asesoría legal,
realizando además, ponencias en diferentes ámbitos.
• La Asociación de mujeres meseta de Orcasitas en Madrid Capital, en actividad
desde 1974. Esta asociación centra su trabajo en la ayuda a mujeres dentro del
ámbito local y trabaja por la visibilización de las problemáticas que atañen a las
mujeres.
5. La crisis económica y el trabajo asociativo.
El tejido asociativo está experimentando cambios por razón de la crisis económica
que empezó en 2008 y es necesario analizar sus implicaciones que afectan al plano
económico, social y político de España. Los recortes gubernamentales han reducido las
subvenciones públicas (nacionales, regionales y locales), dificultando el mantenimiento
funcional de las asociaciones. Ha mermado, por ejemplo, la realización de campañas y
la puesta en marcha de medidas desde las instituciones. A pesar de la disminución de su
cuantía, sí que han recibido subvenciones durante el 2012, pero temen no recibir
financiación para el año 2013. Los presupuestos actuales han producido en la
desaparición de múltiples asociaciones feministas. Sus actividades son imposibles sin
esta financiación. La financiación es requerida para desarrollar un trabajo que produzca
cambios en la sociedad actual, ya que no es posible emplear a personas profesionales
para incrementar la eficacia. “Porque intentar sacar todo del voluntariado, de la propia
persona, es también cargar sobre esas espaldas un esfuerzo considerable. Entonces, los
medios son necesarios, y los recursos económicos, sin recursos económicos poco
avanzamos”. (Entrevista, 1).
11
Se ve claramente que el gobierno ha quitado importancia a esta problemática e
intentar desarticular logros de la lucha feminista (como la ley del aborto). A pesar de
ello, se sigue reclamando al estado una financiación para solventar dichos problemas.
Se critica la acción estatal actual, principalmente la carencia de apoyo al trabajo
asociativo en el país, pero, fruto de la línea reformista, se requiere su aportación para
poder continuar su trabajo. De este modo, se otorga confianza al aparato ejecutivo y
legislativo respecto al desarrollo de medidas, actualmente no llevadas a cabo, lo que
justifican a través de la actual situación socio-económica “La Ley es buena, vamos a
aplicarla” (Entrevista, 2).
La crisis presenta una doble vertiente, económica e ideológica, puesto que se
reduce la preocupación de la opinión pública por la violencia contra las mujeres. La
violencia de género, una de las principales problemáticas de nuestra sociedad no es
valorada. En el barómetro de enero 2013 publicado por el CIS (Centro de
Investigaciones Sociológicas), la existencia de la violencia de género en España no es
valorada como un problema social frente al paro, la economía y la política. El olvido de
la violencia de género es una realidad vigente a pesar del esfuerzo por la visibilización
de la problemática por parte de las asociaciones. Estas reciben una mayor empatía
(participación reivindicativa, individual y colectiva) “el despertar estaba surgiendo,
ahora se ha cortado de raíz, la crisis que es verdad que es económica, es una crisis
ideológica total y absoluta, y eso está cortando de raíz muchas cosas, el tema de la
violencia de género vuelve a estar en tercer plano, hubo un momento lo tenía en un
primer puesto, (…) vuelven a ser cosas de mujeres (…) todo lo que habíamos
conseguido se nos está empezando a volver un poco atrás” (Entrevista, 1)
6. El análisis del feminicidio desde el tejido asociativo.
La configuración y posicionamiento discursivo de la violencia de género de las
asociaciones están intrínsecamente relacionados con la concepción de los feminicidios y
con el acercamiento a este fenómeno y la susceptibilidad de aplicar el término en la
sociedad española. Por esta razón, insistimos en la comprensión de la violencia de
género desde las asociaciones, mostrando la heterogeneidad del tejido asociativo
feminista que presenta una interpretación plural de la violencia de género y sus formas
de trabajo.
12
a) La interpretación de la violencia de género.
Estas asociaciones presentan un amplio abanico discursivo sobre la violencia de
género en sus diferentes vertientes: psicológica, física, sexual y sistémica. El tejido
asociativo es consciente de que es un fenómeno social que afecta a todas las mujeres.
Por esta razón, desarrollan una crítica al reduccionismo del discurso institucional,
considerando que ignora este tipo de problemáticas, acotando las formas de violencia de
género trabajadas, imposibilitando la aplicación de medidas efectivas de visibilización y
erradicación. Las asociaciones intentan cubrir esta carencia, y priorizan la visibilización
de la violencia de género propia del ámbito tradicional (comunes a la institucionalidad)
como por ejemplo, la que se produce en espacios educativos, laborales, sanitarios,
sexuales y publicitarios, entre otros. Se ejerce una acotación de la complejidad del
fenómeno que busca dentro de estos las dimensiones de violencia de género de carácter
afectivo o de cosificación de las mujeres. “Cualquier tipo de agresión de los hombres a
las mujeres (…) lo que pasa es que el porcentaje es claramente superior, lo que sería
en el ámbito de pareja, de novios, familiar, que no el otro.” (Entrevista, 4).
La reducción del fenómeno, no se realiza únicamente por parte de las instituciones.
Las asociaciones, se posicionan frente al reduccionismo, pero también acotan el
fenómeno cuando hablan de la violencia de género, diferenciándola de actitudes
sexistas, también violentas. A priori, se entiende la violencia de género de manera
multidimensional “La prostitución es otro tipo de violencia, no es solo pegarte una
bofetada, viene de mucho más atrás y de muchísimas más maneras, todas las mujeres
sufrimos violencia de alguna manera, institucional, de mil formas, la estamos viendo
cada día y la estamos viviendo en nuestras carnes” (Entrevista, 1).
En España, la violencia de género es un fenómeno difuso en diferentes niveles de la
sociedad, pero únicamente se registra y se visibiliza en el contexto de las relaciones
afectivas “Desarrolla sus actividades en la prevención, la atención, la recuperación y
la formación de la violencia machista en la pareja” (…) “para entender la violencia en
la pareja, o de género, hemos de enmarcarla en nuestro sistema sociocultural, que
definimos como sistema patriarcal” (Dossier de presentación Col.lectiu Lilith, 2005: 3).
En este caso, le resta importancia de cara a la denuncia del fenómeno social, únicamente
hace referencia al ámbito de la pareja. La lucha feminista del tejido asociativo está
13
dirigida a la erradicación y prevención de la violencia de género íntima, en la que se
personalizan tanto los maltratadores como las mujeres que sufren violencia. De esta
manera al mismo tiempo que se realiza una crítica al reduccionismo producido desde las
instituciones, las propias asociaciones también lo presentan dentro de su discurso. La
reproducción del reduccionismo, se ejerce en función al paralelismo con el ámbito
institucional, desplegando una mayor implicación y lucha. Nos referimos a la
realización de campañas contra la violencia dentro de colegios, que, por ejemplo, hacen
referencia a unas futuras relaciones de violencia de género en la pareja. La Plataforma
Violencia Cero y sus campañas en institutos de Málaga bajo el lema “Conoce la
violencia de Género, no dejes que te pase a ti”, es un ejemplo de esta estrategia de
sensibilización.
Desde las asociaciones se diferencian dos formas de trabajo contra la violencia de
género. Por un lado, asociaciones no profesionalizadas, como Plataforma Violencia
Cero y Asociación de Mujeres Meseta de Orcasitas, que enfocan su trabajo en
campañas de concienciación, prevención y erradicación del fenómeno social. Dentro de
la violencia de género íntima, aúnan sus fuerzas para lograr un cambio en la sociedad
civil. Para ello se pone en relieve la lucha feminista, las formas de violencia de género y
el sexismo, en busca del empoderamiento de las mujeres. Por otra parte, las
asociaciones especializadas, compuestas por profesionales de diferentes campos, como
el Col.lectiu Lilith, tienden a la personificación de la problemática. Ambos tipos de
asociaciones trabajan la violencia de género enfocada a mujeres concretas, pero las
segundas actúan para ayudar a las mujeres que han solicitado ayuda después de sufrir la
violencia. Las socias suelen ser psicólogas o trabajadoras sociales que enmarcan la
violencia en una circunstancia concreta de historiales personales determinados. Frente a
su prevención, se trabaja con sus consecuencias particulares, concienciando a estas
mujeres sobre la problemática que las atañe y de lo que han de hacer para finalizar con
la espiral de violencia.
Para entender la heterogeneidad del trabajo político hay que tener en cuenta la
lógica asociativa y la relación paralela que se estipula entre la asociación y las
instituciones. Las diferentes asociaciones se configuran en función del grado de relación
que se establezca con el tejido institucional. A mayor relación, el discurso se
desarrollará de forma más similar y menos crítica, la cercanía implica afinidad. El
trabajo en red no se realiza con asociaciones de diversa índole, más bien colabora con
14
las instituciones, y se ejercen trabajos de complementación externa “También estamos
colaborando con el ayuntamiento (…) las que vienen del ayuntamiento no las cobramos
porque tenemos un contrato (…) anual que estamos renovando” (Entrevista, 3). Esta
configuración desemboca en un carácter más institucionalizado de la asociación,
separándose del trabajo asociativo de base. Por ejemplo, se realizan menos
manifestaciones y campañas de sensibilización. Dicha configuración produce
propuestas enfocadas a las políticas públicas. En el caso de que la relación con la
institución sea más lejana, la crítica se incrementa, por la menor implicación en relación
con este ámbito. “Con las medidas que se plantean a nivel del sistema educativo, de
sensibilización, de la prevención, de la educación, de resolución pacífica de los
conflictos. Ahí no estamos sólo y exclusivamente hablando, educando sólo para una
relación de pareja igualitaria, sino para unas relaciones sociales igualitarias”
(Entrevista, 2).
Además se genera un trabajo en Red realizado dentro del propio ámbito local
abierto a nivel estatal. Este consiste en la búsqueda de líneas semejantes entre las
diferentes asociaciones para realizar actos comunes que otorguen fuerza y visibilidad a
la demanda “Estamos conectadas en red con asociaciones del distrito, en una mesa de
género del distrito de (…), pertenecemos al consejo de las mujeres del Ayuntamiento
(…), estábamos en el Consejo de la Comunidad, pero lo han quitado, no se entiende
porque gastaba poquísimo dinero. Y contactamos con otras asociaciones, y salimos
mucho del barrio” (Entrevista, 5). En ambos casos se entienden las medidas tomadas
desde el ámbito institucional como herramientas eficaces de cara a la prevención y
erradicación de la violencia de género, pero que no se ejecutan en la práctica, y por ello
“Creemos que es una herramienta muy, muy valiosa, le faltan recursos, económicos,
sobre todo ahora” (Entrevista 1)
b) El tejido asociativo y el debate sobre el feminicidio
Para que el tejido asociativo pueda adoptar el término feminicidio, es necesario un
conocimiento previo de las dimensiones del problema en contextos donde ya se aplica,
como es el caso de Latinoamérica. Las personas de las asociaciones feministas
contactadas para esta investigación, han escuchado hablar de los feminicidios, pero
encontramos también casos en los que se da un total desconocimiento del término
“¿Femi-?, de femenina. ¿Feminicidios? Es que no, no me suena esa palabra”
(Entrevista 6). La adquisición de este conocimiento procede principalmente de los mass
15
media, que acercan esta categoría a la sociedad civil. La proyección del fenómeno
queda enfocada a Latinoamérica y solo se asocia dicho término a esta área geográfica.
Además, sus elevados índices de asesinatos de mujeres, le adhieren una mayor
gravedad. La importancia de la lucha feminista para acoger este término ha traspasado
las fronteras de la información y ha llegado a España, donde se presenta reducidamente,
sin matizar las características concretas de los feminicidios en cada territorio ni quien lo
perpetra. Por lo tanto, se entienden como resultado de la impunidad estatal, la falta de
desarrollo de políticas a favor de la igualdad entre hombres y mujeres y los cárteles de
la droga. “Es que esto de los feminicidios es una cosa extraña, tan ligada con la droga,
tan de cárteles, yo pienso que es una cosa diferente a lo que ocurre en el ámbito
familiar, es una cosa a gran escala, brutal” (Entrevista 3). En este planteamiento
destaca uno de los factores que llevan a las asociaciones a la negación de la
comparación entre Latinoamérica y España. La existencia de una legislación contra la
discriminación sexista se entiende ligada a la imposibilidad de que las realidades
latinoamericanas se reproduzcan en España. Según ésta interpretación las medidas y
sanciones penales impiden que los índices de asesinatos a mujeres por violencia de
género se vean incrementados “No son comparables, yo creo, que por la impunidad de
los gobiernos. Allí (…) el gobierno es impune con los maltratadores, no hay leyes que
los condenen, aquí tenemos leyes y hay una implicación del estado. Luego otra cosa es
el grado de cumplimiento, (…) pero hay un compromiso, hay una ley que penaliza”
(Entrevista 2).
Esta misma idea se contradice con el análisis del caso español. Las cifras de
feminicidios en España pueden compararse a pesar de la vigencia de la LOVG y de las
reivindicaciones de las asociaciones, y ello se refleja en las siguientes cifras: 37
feminicidios desde enero hasta abril del 201312.
El problema es la propia denominación de los feminicidios. Estos están vigentes en
cualquier sociedad en la que se perpetre un asesinato a una mujer por el hecho de serlo.
Pero se entiende, debido a la proyección desde los mass media, que los feminicidios son
asesinatos sistemáticos y masivos por hombres no identificados. El feminicidio se
12
Datos obtenidos de, www.Feminicidio.net
16
interpreta como la introducción de la variable género dentro del Genocidio y se entiende
como asesinatos en masa a un grupo concreto. Las mujeres al ser una categoría social y
no un grupo de personas debe utilizarse el término específico ya existente para su
definición, el Geofeminicidio. Las asociaciones consideran el feminicidio como toda
violencia de género fuera del ámbito familiar, que, explican, en España no es una
problemática relevante. Dentro de las categorías del feminicidio sitúan los asesinatos no
íntimos “La pareja dentro del ámbito de la familia (…) es la que generalmente se da en
España, es cierto que a veces se mata a otra prostituta, no es el mismo motivo pero la
matan por el hecho de ser mujeres, un objeto para ellos (…) más parecido al
feminicidio, pero no tiene la misma importancia porque son muchísimas menos las
víctimas” (Entrevista 1). Encontramos poca profundización de la temática desde el
tejido asociativo, reproduciendo las pautas de análisis sobre la violencia de género que
se trasmiten en España, que reduce todas sus configuraciones bajo una única acepción,
el feminicidio íntimo. En España, cuando se habla de asesinatos por violencia de
género, esta violencia se entiende como un agravante, tanto social como jurídico. Dicha
tipología de asesinatos a mujeres queda adscrita a las relaciones íntimas. Por tanto, al
hacer referencia al término feminicidio y la necesidad de acogerlo dentro de la sociedad
española se produce una negación basada en los diversos factores.
La valoración de la implementación de otra categoría para definir los asesinatos a
mujeres por violencia de género se considera innecesaria, en síntesis: ¿Para qué definir
como feminicidio lo que ya está definido como asesinato con agravante por violencia de
género? El agravante de violencia de género, dentro de este discurso, se conforma como
un análisis válido y concreto a pesar de su reduccionismo. Se ve innecesaria la
profundización en diversas variables puesto que únicamente se interpretan como tal los
asesinatos en el ámbito doméstico, aunque se sitúen en diferentes entornos “En nuestro
código penal ya hay un plus, no existe un feminicidio de este sentido (…), pero lo que si
que hay es un agravante, un artículo especialmente establecido que pone que: cuando
hay la víctima es una mujer que ha sido o es o la cónyuge, o la hija o la amante, que ha
tenido alguna relación sentimental, (…) evidentemente tiene un trato especial, con lo
cual nuestro articulado en el código penal va un poco por ahí” (Entrevista 4). Al hacer
referencia a una única tipología de asesinatos por violencia de género, el añadir un
agravante define la totalidad del fenómeno y no se entiende la necesidad de un concepto
que defina en profundidad las diferentes formas de llevarlos a cabo. Otro de los factores
17
determinantes que frenan la concepción de los feminicidios desde la sociedad civil, el
asociacionismo y las instituciones, es el entendimiento de los feminicidios como una
realidad alejada de España. Esta interpretación se debe a la consideración de que los
feminicidios únicamente existen en países no occidentales. A pesar de ello, se apoya la
lucha por la erradicación del feminicidio, pero no se ejecutan acciones de visibilización
o concienciación de esta problemática.
También son importantes los estereotipos culturales que construyen una jerarquía
de países en función del grado de violencia de género que se visibiliza en ellos y los
países latinoamericanos se consideran subdesarrollados “Con los estereotipos, (…)
estamos todos. No sé por qué, yo siempre había pensado que los moros o los árabes
eran peor, bueno peor, no sé, me ha sorprendido que realmente, en nuestro despacho,
hemos atendido a más sudamericanas” (Entrevista 4). Con ello se legitima la categoría
de países desarrollados y subdesarrollados vigente en otros ámbitos, principalmente
económico y político, desde una perspectiva estereotipada y eurocéntrica (Cobo, 2011).
“Lo que pasa es que creo que el problema es un poco diferente aquí, gracias a Dios, el
problema es que estos países, pero claro, esto no solo pasa en Latinoamérica, también
pasa en Asia, en India han pasado verdaderas barbaridades” (Entrevista 4).
Destacamos que las protagonistas de este ámbito del asociacionismo feminista
considera su país como un ejemplo en la lucha contra la violencia de género, en base a
la aprobación de la LOVG, fruto del propio trabajo que desarrolla dicho tejido, de
dónde proviene, asimismo, la ferviente defensa a la legislación. “Una ley que ha sido
modelo en el resto del mundo, (…) ha sido la primera que ha sido modelo en el resto”
(Entrevista 1). El hito se construye en relación a las políticas públicas y legislativas
aprobadas, considerándose que en otros países no se han llevado a cabo eficazmente. Se
observa un distanciamiento, basado en un prejuicio, de la realidad latinoamericana. A
través de esta separación, no se niega únicamente la implementación de la categoría
feminicidio dentro de España, sino la posibilidad de ejercer una comparación con dicho
fenómeno. “Creo que es otra cosa, porque no sabemos ni quién las mata, lo del
feminicidio podríamos hablar de feminicidio, aquí hablamos de violencia machista”
(Entrevista 3). El reconocimiento del feminicidio por las asociaciones conllevaría la
aceptación de la igualdad en el desarrollo de políticas contra la violencia de género. Al
considerar a España como un país desarrollado, la comparación supondría aceptar un
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atraso social, producido por el prejuicio jerárquico. Se entiende que España quedaría
asociada a los países subdesarrollados.
7. Algunas conclusiones preliminares
El proceso de investigación visibiliza que las características del feminicidio como
un fenómeno social no se trabajan desde el tejido asociativo, que presenta una carencia
de profundización en ese ámbito. Las asociaciones feministas españolas, por su
configuración, son susceptibles de situarse a modo de eje central a la hora de visibilizar
este término. Gracias a la visibilización de la problemática producida por las mujeres
latinoamericanas que luchan por la erradicación de la violencia de género, el término
feminicidio ha traspasado las fronteras y, a través de los medios de comunicación, ha
comenzado a conocerse en la sociedad civil. Aunque hay que señalar que únicamente se
presenta un conocimiento parcial y sesgado por estos medios de la violencia feminicida.
Sin embargo, queda lejana la posibilidad de plantearse si en España se habla de
feminicidio en términos propios. Puesto que, de hacerlo, se equipararía el país a otros
considerados subdesarrollados, lo que supondría un desprestigio de este como país
avanzado en la lucha contra la violencia de género en políticas sociales y en defensa de
los Derechos Humanos. El tejido asociativo feminista se niega al uso del término,
considerando que España tiene sus propias nomenclaturas que definen y permiten luchar
de manera adecuada contra la violencia de género. Esto desemboca en una reducción
del fenómeno y una dificultad añadida a la hora de analizar y erradicar la violencia de
género.
El feminicidio queda apartado y relegado a otras áreas geográficas. Los procesos
que desembocan en violencia de género pueden entenderse en el plano microsocial que
son intrínsecamente diferentes. Pero si el análisis se realiza a nivel macrosocial, los
asesinatos a mujeres por el hecho de ser mujeres acontecen en todas partes del mundo.
Por lo tanto, dicha separación es incongruente. Los asesinatos a mujeres acontecidos en
España son susceptibles de denominarse como feminicidios.
Podemos afirmar que el análisis de la violencia de género desde el tejido asociativo
no es favorable a la adopción del término feminicidio para el caso español, debido al
desconocimiento de la realidad social que abarca el término feminicidio y a la reducción
de la violencia de género al ámbito doméstico. Ligado a ello está la concepción de
España como un país ejemplar en la regulación contra la violencia de género, además de
19
la lejanía geográfica y social de ambos territorios. Hay que tener en cuenta que desde el
tejido asociativo se entiende la lucha contra la violencia de género en España como una
lucha activa. Noción derivada de la reducción del entendimiento de las dimensiones de
esta. Asumir esta idea queda reflejada en la concepción de la sociedad española como
sociedad avanzada en ésta lucha.
No hay cabida, pues, a un debate sobre la implantación de la categoría objeto de
análisis, por la negación que se hace desde el ámbito institucional y el tejido asociativo.
Dicho debate es imprescindible para que desde la sociedad civil se configure la
demanda de una trasformación en el entendimiento de los asesinatos por violencia de
género. Creemos en la necesidad, oportunidad analítica (comprensión de la realidad) y
política (visión y cambio o continuidad de lo social) de acoger esta categoría en España.
Esta tarea parece quedar relegada al ámbito académico que comienza a analizar las
implementaciones susceptibles de realizarse respecto al feminicidio tanto en el caso
latinoamericano como en otros países del mundo.
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