XII Congreso Español de Sociología. GT 12 Sociología del Género. CUIDAR EN DESTINO PARA CUIDAR EN ORIGEN. EL PAPEL DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN EN EL MANTENIMIENTO DE LAS FAMILIAS TRANSNACIONALES. Ana Lucía Hernández-Cordero Universidad de Zaragoza [email protected] Ana Cristina Romea Martínez Universidad de Zaragoza [email protected] RESUMEN: Los flujos migratorios procedentes de América Latina hacia España han experimentado en los últimos años un proceso de aceleración y feminización debido, entre otros motivos, a la demanda de mano de obra para el sector de los cuidados. La mayoría de estas mujeres migran solas, dejando en sus países de origen a toda su familia, en ese sentido, para cada una de ellas se hace necesaria la creación de estrategias que permitan el mantenimiento de sus vínculos afectivos. A partir de un trabajo de campo cualitativo con mujeres guatemaltecas en Madrid y mujeres nicaragüenses en Zaragoza, en esta comunicación nos interesa poner en discusión cómo las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se están convirtiendo en los instrumentos con los cuales es posible que estas mujeres se acerquen simbólica y virtualmente a sus seres queridos, para seguir encargándose de su cuidado. Es decir, restablecer una proximidad relacional, cuidando y preocupándose de sus familias desde y a pesar de la distancia, en una dinámica de circulación de cuidados, cariños, afectos, recuerdos y memoria, en la que la mujer migrante a la vez que sigue asumiendo su rol reproductivo, desarrolla un rol productivo dentro del sistema social de cuidados. PALABRAS CLAVE: Guatemala, Nicaragua, cuidados globalizados, TIC, migración femenina. 1 1. INTRODUCCIÓN. La población migrante proveniente de Latinoamérica en España ha sido una constante desde hace por lo menos 20 años, ésta se ha concentrado en nacionales de países pertenecientes a la región sur del continente, tales como Ecuador, Colombia, Bolivia y Perú (Herrera, 2011). Sin embargo, en los últimos años, han empezado a cobrar relevancia la migración de flujos originarios de Centroamérica. Este hecho guarda estrecha relación con la crisis de cuidados que se vive desde hace varios años en nuestro país (Hernández-Cordero, 2015). Históricamente los y las nacionales de países como Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Honduras, han dirigido su migración internacional hacia Estados Unidos (Castillo, 2000), no obstante, en los últimos años ha aumentado la violencia que se vive en el trayecto migratorio, especialmente en el caso de las mujeres migrantes (Belausteguigoitia y Melgar, 2007) ; esta situación junto con la creciente demanda de atención a los cuidados en Europa, ha provocado la re-dirección de estos flujos femeninos hacia España. Las migraciones con destino en España, en contraposición con las migraciones hacia Estados Unidos, tienen un importante componente de “seguridad”, entendida en dos sentidos: 1) el camino que deben recorrer hacia EE.UU. es potencialmente peligroso (Hobbs y Jameson, 2012), a menudo está controlado por mafias que trafican con seres humanos y en ocasiones, pueden enfrentarse a situaciones violentas (García-Vázquez, Gaxiola, y Guajardo, 2007). Por el contrario, los peligros en el trayecto a España son menores, aunque tampoco están libres de posibles redes de traficantes. 2) El viaje con destino EE.UU se suele realizar por vía terrestre, lo que abarata los costes de transporte e incluso, posibilita la vuelta al país de origen si no se consiguen los objetivos migratorios. En el caso de las migraciones nicaragüenses a Costa Rica, este efecto de posibilidad de retorno se intensifica más por la proximidad geográfica entre ambos países (Prunier, 2011). En cambio, el viaje hacia España se realiza casi siempre por vía aérea y elevando los costes de transporte, con lo que, en ocasiones, dejan deudas a sus familias y a posibles acreedores, de forma que si deciden emprender el viaje, procuran hacerlo con la seguridad de que van a tener un trabajo y un hogar a su llegada, sirviéndose para ellos de los recursos de sus redes de apoyo en destino (Cerruti y Maguid, 2010). Este aumento de las migraciones femeninas forma parte de la llamada “era de las migraciones” (Castles y Miller, 2004). En concreto, este incremento se ha explicado en el marco de la crisis de los cuidados que azota a diversos países europeos y que es precisamente la mano de obra migrante y femenina la que está respondiendo a “solucionar” esta crisis, provocando a su vez nuevos fenómenos sociales como las Cadenas Globales de Cuidados, las familias transnacionales o la maternidad en la distancia (Pérez Orozco, 2005; Pribilysky, 2004 y Hernández-Cordero, 2015). 2 La discusión sobre el impacto de la migración femenina en la significación del concepto de familia está cobrando relevancia: nuevos tipos de familia, la organización de la reproducción social, tensiones y conflictos ocasionados por las ausencias de quienes migran y el impacto de esta misma en cuanto a las relaciones de género, son algunos de los temas en los que se ha profundizado (Pedone, 2008). La separación que viven las mujeres migrantes del núcleo familiar, principalmente las madres, así como los vínculos que mantienen en la distancia, representan una oportunidad para debatir sobre esas nuevas maneras de atender, de cuidar, así como de encargarse material y afectivamente de los miembros de la familia que se encuentran en distintos puntos geográficos (Herrera, 2011). En este texto nos interesa presentar una reflexión comparada sobre la relación que existe entre las nuevas migraciones centroamericanas hacia España, la crisis de cuidado y las estrategias de las migrantes guatemaltecas y nicaragüenses para el mantenimiento de sus vínculos afectivos familiares. Y en estas estrategias recuperamos el papel fundamental que juegan las nuevas tecnologías de comunicación e información (TIC). 2. CUIDADOS GLOBALES, INTER-CONECTADOS Y EN CIRCULACIÓN. En las últimas dos décadas, el estudio del cuidado o el care ha ido adquiriendo relevancia en los debates sociales y políticos (Recio, 2010). Su protagonismo en las ciencias sociales, guarda estrecha relación con dos fenómenos globales: la crisis de cuidados y la feminización de las migraciones. El primero, hace referencia a las dificultades que se viven dentro de las familias para la atención, cuidado y provisión de bienestar a los niños, enfermos y adultos mayores (Acosta, 2015). El segundo, por su parte, se refiere a ese aumento exponencial de las mujeres en los flujos migratorios internacionales y que se insertan en el sector de los servicios, cuidados y trabajo de hogar en los países de destino (Parella, 2003). El cuidado supone un beneficio no solo para las personas que reciben esas atenciones si no para la sociedad en su conjunto (Finch y Groves, 1983). Las labores de cuidado implican una complejidad de arreglos para la provisión de bienestar, ya sea a nivel familiar o social, pagados o no pagados, en modalidad formal o informal y desarrollados dentro o fuera del hogar (Gonzálvez, 2013). Algunas autoras como Parella (2003) y Pérez-Orozco (2005), entre otras, coinciden en denunciar la constante naturalización y feminización de las prácticas de cuidado, que implícitamente se relaciona con ese ser para otros que sostiene el concepto de maternidad (Imaz, 2010). Por ello, a pesar de los avances teóricos en la definición del cuidado, socialmente se sigue concibiendo como una labor eminentemente femenina, que a su vez, carece de un valor social. La división sexual del trabajo como eje central de los regímenes de género, promueve la separación de los espacios públicos y privados, asigna los trabajos domésticos a las mujeres y consolida un modelo 3 familiar dual de hombre proveedor de ingresos y mujer ama de casa (male breadwinner model) caracterizado por una estricta separación de trabajos y roles entre ambos cónyuges (Carrasco, 2006). La incorporación paulatina de las mujeres de clase media al trabajo formal y profesionalizado ha puesto en cuestión este modelo, pero a pesar de que las mujeres han incrementado las horas que dedican al empleo asalariado, los hombres no han aumentado su contribución al hogar de forma significativa (England, 2010). Esta coyuntura ha llevado a muchos hogares a contratar a otras mujeres para que puedan encargarse de estos trabajos. En años recientes, esta dinámica ha ido adquiriendo dimensiones globales, dando lugar a un trasvase de cuidados entre países, donde las mujeres, ahora también inmigrantes, siguen siendo las responsables de estas tareas (Pérez-Orozco, 2009). Los incrementos del empleo doméstico que se han observado en los últimos años en países como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Italia y España (Lutz, 2011), coinciden con el aumento de mujeres migrantes en esos países, mujeres provenientes principalmente de Latinoamérica, Europa del Este o África. En el marco de una intensa flexibilización del mercado laboral y una reestructuración del sistema de bienestar, las políticas migratorias han canalizado su entrada al mercado de trabajo de los cuidados (Bettio y Mazzotta, 2011). La inserción laboral de las mujeres migrantes en este sector ha dado lugar a las llamadas cadenas globales de cuidados entendidas como los encadenamientos de personas que atraviesan fronteras y que se constituyen con el objetivo de sostener cotidianamente la vida, ya sea de manera remunerada y no remunerada (Hochschild, 2001). En este concepto se recoge la idea de movimientos transnacionales en los que se enlazan personas que proveen cuidados y personas que reciben estas atenciones (Gonzálvez, 2013). Pero además de esa compra y venta de tiempo para cuidar, las mujeres migrantes mantienen conexiones estrechas con sus familias, motivadas por el compromiso del sostenimiento económico, generando nuevas formas de organización del parentesco y de la vida familiar (Mummert, 2010). En esa línea, la amplia bibliografía producida en los últimos veinte años desde la perspectiva feminista, está poniendo en evidencia la enorme flexibilidad de las formas organizativas de las familias vinculadas a la migración. De esta cuenta, se habla de nuevas maneras de cuidado y de la construcción de relaciones afectivas en la distancia (Hondagneu-Sotelo y Ávila, 1997 y Salazar-Parreñas, 2003) a la vez que se pone en cuestión las concepciones tradicionales de lo que se entiende por familia, maternidad, paternidad, y parentesco. En otras palabras es más oportuno hablar de “situaciones familiares/parentales transnacionales” (Rodríguez, 2010: 129) para hacer referencia a las familias que viven en diferentes países y que mantienen dinámicas de producción y reproducción social, en la que participan padres, madres, familia extensa o incluso redes vecinales. 4 Cuidados que circulan. Finch (1989) propone entender los cuidados como la provisión de bienestar, y en ese sentido lo clasifica en varios tipos: provisión de alojamiento, apoyo financiero, cuidado práctico, cuidado personal y soporte emocional y moral. Por su parte, Baldassar y Merla (2014) proponen que dentro de la dinámica transnacional, el concepto de circulación de cuidado entendido como el intercambio reciproco, multidireccional y asimétrico de cuidados que depende del contexto donde se lleva a cabo, implicaría entender la actividad de “cuidar” como un proceso que incluye a todos los actores que forman parte de esos tejidos de afectos, emociones y atenciones transnacionales, así como del propio cuidado material que supone la provisión de atención y bienestar. Toda esta dinámica tiene lugar bajo unas formas específicas que Merla (2014) resume en lo siguiente: 1) Provisión directa en situación de co-presencia física, viajando durante periodos de tiempo más o menos largos al país de origen. 2) Provisión directa a distancia, facilitada por el uso de las nuevas tecnologías y que puede ser utilizada para todos los tipos de apoyo excepto el personal. 2) Coordinación a distancia de diferentes tipos de apoyo, una persona podría, utilizando los diferentes medios de comunicación, organizar la provisión de un determinado tipo de ayuda contando con miembros de la familia. 3) Delegación en otras personas, que puede ir acompañada de una des-implicación total o bien la persona que delega puede continuar preocupándose y manteniéndose informada de la situación. En el interior de la red familiar podría haber miembros que ocupen una posición durmiente y que puedan reactivarse en una situación de crisis. Por último, es importante anotar que en esta dinámica de cuidado, además de envío de remesas como un apoyo económico concreto, existen las denominadas remesas sociales, término con el que hacemos referencia a la circulación, entre el país de origen y de destino, de ideas, prácticas, identidades y capital social, que se lleva a cabo mediante los distintos mecanismos de comunicación que despliegan los migrantes, tales como internet, cartas, teléfono, viajes y pueden tener un impacto en las relaciones de género, así́ como en la construcción de las identidades de etnia y clase. Incluyen estructuras normativas, tales como ideas, valores y creencias, así́ como normas de comportamiento, principios de participación comunitaria y aspiraciones de movilidad social (Sorensen, 2004). El uso de las TIC como mecanismo para cuidar aquí y allá y ser cuidada. La migración femenina pone en discusión la dimensión afectiva de este fenómeno, debido principalmente a esa división sexual del trabajo que adjudica a las mujeres el rol de cuidadora dentro del núcleo familiar. En ese sentido, diversos estudios recuperan esas estrategias que en la actualidad 5 las mujeres migrantes activan para poder trasladarse hacia sus hogares y sostener de esta forma sus vínculos afectivos, al mismo tiempo que participan en las dinámicas cotidianas de sus familias, es decir, cuidar de manera transnacional (Solé y Parella, 2006). En la actualidad, con la rápida proliferación y utilización de las TIC, mantener redes sociales familiares y vecinales-, y crear nuevas conexiones se facilita enormemente (Castells, 1997). La comunicación a través de diversos medios que resultan relativamente económicos y accesibles (cabinas telefónicas, telefonía móvil, aplicaciones de internet como correo electrónico, Messenger, Skype, Facebook), se convierte en el mecanismo idóneo para reducir las distancias físicas entre las mujeres migrantes y sus hogares de origen. Pero además, esta reducción de la distancia se hace de una manera veloz, frecuente y simultánea, que permite la conexión con varias personas a la vez. Las tecnologías han logrado transformar los mecanismos con los cuales es posible reproducir las prácticas habituales de estas mujeres para relacionarse con la familia. De este modo, aunque no se comparte un mismo espacio físico, es posible seguir presente en las distintas actividades que el grupo familiar lleva a cabo. En otras palabras, siguen siendo y haciendo familia (Peñaranda, 2010). El cuidado que se ejerce desde la distancia se traslada a partir de una presencia virtual y simbólica. Las conexiones transitan por unos canales que se han creado con el propósito de estrechar los lazos afectivos, agilizar las informaciones y optimizar los tiempos. El teléfono, el correo electrónico, la Webcam, las fotos y los mensajes instantáneos reemplazan la ausencia física de las madres. Estas formas de comunicarse así como el envío de las remesas y obsequios son pruebas tangibles de su estar permanente (Rodríguez, 2011). La búsqueda de proximidad en sustitución de la relación cara a cara, se hace a través de tres elementos: la voz, la imagen y los regalos (Peñaranda, 2010). De esta manera, los encuentros virtuales facilitan las convivencias transnacionales entre las mujeres migrantes y sus familias. Los nuevos nacimientos, las celebraciones importantes como bodas, bautizos, cumpleaños, navidad y graduaciones, los arreglos en las casas o la construcción de la misma, son ejemplos de los eventos en los que ellas han podido participar. En ese sentido, la presencia de las nuevas aplicaciones de internet, es decir, todos los sitios web que facilitan el intercambio de información en tiempo real, como las redes sociales por ejemplo, han tenido un valor incalculable para las familias migrantes (Hernández-Cordero, 2013). 3. METODOLOGÍA. Este texto está basado en los testimonios recopilados en nuestras investigaciones doctorales realizadas con migrantes guatemaltecas y nicaragüenses en Madrid, Zaragoza, Ciudad de Guatemala y León, durante los años 2009 al 2012. La relevancia de este texto se relaciona con el tratamiento del colectivo centroamericano, novedoso en el contexto español, y con la obtención de informaciones tanto en 6 España, como destino migratorio, como en sus ciudades de origen. Es decir, una aproximación con las protagonistas de los flujos y con las personas que se han quedado, cruzando las narraciones recogidas en los dos lugares geográficos, para describir y entender esas formas de organizar y gestionar la atención y el cuidado en cada hogar migrante. Nuestras miradas desde la Antropología y la Sociología, se dirigen hacia el análisis las relaciones familiares que se producen, reproducen y re-configuran en ese espacio social transnacional en el que se insertan las familias migrantes en la actualidad. En este proceso, recuperamos los discursos de las protagonistas ya sean como madres, hijas, o hermanas que forman parte de esos flujos globalizados en los que se los cuidados en origen y destino ocupan un lugar fundamental. 4. DISCUSIÓN. ¿Quiénes son estas cuidadoras migrantes? Pese a que podríamos afirmar que no existe un único perfil de mujer migrante, durante el siguiente apartado trataremos de esbozar las principales características de estas mujeres guatemaltecas y nicaragüenses, así como de sus familias que permanecen en los países de origen. La edad de estas mujeres se sitúa en torno a los 30 y los 55 años y suelen estar solteras, separadas o divorciadas. Tienen un nivel de estudios diverso, muchas cuentan con estudios superiores pero que no han podido convalidar en España y no suelen poseer formación específica de cuidadoras. “Yo soy licenciada en administraciones. Son como estudios de mecanografía, algo de inglés, contabilidad, economía… Pero aquí eso ya me dijeron que no vale, no hay eso de homologarlo. De cuidadora antes no sabía nada y ahora algún curso que hice en una ONG por estar al día.” (Elena, nicaragüense). Aunque tampoco podamos hablar de un solo tipo de familias en origen, una de las características más visibles en la estructura de estas familias transnacionales es la ubicación de la mujer como cabeza de familia; esto no indica que se haya abandonado el modelo patriarcal, sino que la mujer suele ser la jefa del hogar en las familias monoparentales -las cuales han aumentado en los últimos tiempos– convirtiéndose en un modelo familiar que se ha extendido por toda Centroamérica (Barahona, 2006). “Yo siempre he gestionado todo […]. Trabajaba de lo que me salía, la última vez allá estaba en la PREPA [zona del campus universitario de León, Nicaragua]. Tenía mi 7 puestito de comida, hacía la chicha1, el pinolillo2, vendía gaseosas… Pero empezaron los problemas y ya lo dejé, agarré mis ahorritos y me vine […]. Ahora mis hijos están con la abuela y se mantienen con lo que les mando y el trabajo de mi papá en el mercadito que tienen allá.” (Cristina, nicaragüense). “Yo siempre trabajé, y cuando me casé eso no cambió, por eso cuando mi marido nos abandonó yo no sentí que me iba a morir de hambre, además él tampoco nos ayudaba mucho, así que seguí con mis trabajitos de siempre.” (Carmen, guatemalteca). Además, también se percibe un aumento de la familia extensa como una estrategia de supervivencia para solventar problemas económicos, de vivienda, de cuidado de menores y mayores dependientes (Agurto y Guido, 2004). “Vivíamos en la misma casa mi madre, mi padre, mi hermana, sus hijos, los míos […]. Pues porque nuestros “maridos”, aunque no nos habíamos casado, nos habían dejado y era lo mejor, teníamos poco dinero”. (Lorena, nicaragüense). En cuanto al número de hijos y su edad no podemos establecer una única categoría, pero cabe destacar que las mujeres suelen tener su primer hijo a edades muy tempranas, entre los 16 y los 22 años (Casaús y García, 2009). La responsabilidad del cuidado de menores y personas en situación de dependencia recae casi exclusivamente en la mujer; incluso si en una familia nuclear es la mujer la que decide emigrar, la responsabilidad del cuidado acaba recayendo en otra mujer de la familia (abuela, tía, hermana mayor…), en lugar de en el hombre (Pritchard, 1999). En este sentido, se habla de un desentendimiento de los padres respecto de los hijos (Rivas y Gonzálvez, 2011). “Antes de venirme cuidaba mi hermana, su marido, mi madre, yo… un poco todas. Pero yo diría que más mi madre. La que menos era mi hermana y su marido, pero ahora yo creo que entre mi hermana y madre sacan todo. Hacen la casa, la venta y los chavalos que los cuidan. Y mi cuñado está siempre en la venta y la casa y los chavalos él no lo hace, de esa cosas los hombres nada […]. Mis hijos es que es como si no hubieran tenido padre porque nos dejó cuando era chiquitos.” (Valeria, nicaragüense). 1 2 Bebida de maíz fermentado de color rosa, típica de Nicaragua y otros países centroamericanos. Bebida de maíz tostado y semillas de cacao, original de Nicaragua. 8 “Mi mamá siempre me ha ayudado, antes del embarazo y después más. Cuando él me dejó, fue más. No lo veo desde hace tres años, el pequeño tenía dos… me dejó así, sin más se fue. Sin mi mamá no sé qué hubiera hecho, no hubiera podido hace nada, salir adelante, y ahora…. Ahora más, ella está ahí siempre, yo no me vengo si no se queda ella con mis hijos, y si sigo aquí, es porque ella está con ello.” (Marta, guatemalteca). La economía de estas regiones ha estado caracterizada por su inestabilidad y unas altas tasas de pobreza entre su población, lo cual repercute inevitablemente en las familias. Hay que tener en cuenta que, por lo general, las trayectorias de estas mujeres dentro del mercado laboral se remontan hasta antes de emprender su proyecto migratorio y se caracterizan por moverse dentro del empleo precario y/o sumergido (Hernández Cordero, 2013). De este modo, en las ciudades las mujeres suelen recurrir al autoempleo (venta informal de productos elaborados en el hogar, reventa de productos, trabajos domésticos por encargo) o al empleo asalariado en maquilas o en grandes fábricas exportadoras; por su parte, en las zonas rurales, se realizan actividades agrícolas de subsistencia (Prunier, 2011). En definitiva, podemos decir que se acaban desarrollando economías que se conocen como “de rebusque”, en las que las familias, y especialmente las mujeres, deben escudriñar entre cualquier oportunidad que garantice un mínimo de supervivencia familiar (Faune, 1996). “Desde que he venido, estamos igual, o un poco mejor. Ahora es dinero como más fijo, más estable. Cobro todos los meses, pero antes no sabía si un mes iba a vender más o menos. Hacía tortillas de maíz en la casa y las vendía en las calles.” (María, nicaragüense). Por otro lado, en el caso de familias en las que algunos miembros ha emigrado con anterioridad, las remesas vienen jugando desde hace un tiempo un papel muy importante en el mantenimiento de la economía familiar en estos países (Andersen, 2009). Normalmente se destinan a la manutención familiar o como complemento salarial (Serrano Calvo, 2000), suelen estar administradas por mujeres, y debido a la feminización de los flujos migratorios, son también las mujeres las que generan dichas remesas con mayor frecuencia (Gainza, 2006). “Lo que mando va para mis papitos, que dejen de trabajar que se hacen viejitos y no tenemos nada. Quiero ahorrar mucho, mandarlo y que se puedan quitar. ¡Ay! Una casita linda para todos sería mi sueño.” (Cristina, nicaragüense). 9 Si bien los flujos migratorios de centroamericanas a España pueden catalogarse como un fenómeno reciente, tal y como acabamos de señalar, en casi todas familias existen recorridos migratorios previos. Es decir, revisando las trayectorias familiares de estas mujeres podemos afirmar que no son las primeras que emigran, pero en muchas ocasiones son las primeras en emprender el viaje con destino español (Hernández Cordero, 2013). El hecho de que preexistan estos flujos migratorios anima a otras mujeres a migrar, ya sea dentro de la propia familia e incluso, entre miembros de una misma comunidad. “Allá, alrededor de la cuadra [calle] que vivía, todas las familias han enviado un hijo a los Estados, o Costa Rica… a donde sea. Y desde hace años, pues. Sí, también a España ya va andando alguno.” (Evelyn, nicaragüense). “Bueno, yo pensaba viajar a Canadá. A Canadá porque estaba mi abuela y una tía. Entonces mi prima –la que está aquí- dijo que venía a España, yo se lo conté a mi papá y le dije que trabajar un año y ganando bien… Mi prima y yo fuimos las primeras, después han llegado otras más del pueblo…” (Mercedes, guatemalteca). Si atendemos a la migración femenina en torno a los cuidados, observamos que la mayoría de las mujeres migrantes estaban ejerciendo la jefatura del hogar y que son ellas las que inician el proceso migratorio con la expectativa de mejorar las oportunidades de sus familias en destino, es decir, es un proyecto individual dentro de una estrategia familiar (Hernández Cordero, 2015). El principal motivo que empuja a estas mujeres a migrar está fuertemente ligado a lo económico. Al igual que la mayoría de las personas latinoamericanas en la actualidad, las mujeres nicaragüenses y guatemaltecas dejan sus hogares de origen debido a factores económicos: por un lado, hay una falta de oportunidades laborales y el por otro, existe la posibilidad de generar mayores ingresos en los países de destino a través de su inserción laboral en el mercado de los cuidados (Yarris, 2014, Hernández Cordero, 2016). “En mi país con un buen trabajo, que era el que yo tenía, cobraba un 30% de lo que cobro aquí, entonces, me compensa este trabajo, que además me permite mandar dinero y ahorrar.” (Aracely, nicaragüense). 10 La existencia previa de redes de apoyo en los países receptores es otro de los factores que impulsan estas migraciones (Oso, 1998). La migración procedente de Guatemala es todavía un fenómeno reciente en España y por lo tanto, todavía no se han generado grandes redes sociales de apoyo entre guatemaltecas. Al ser un fenómeno tan novedoso, estas mujeres escogen como destino las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, comenzando en ellas su búsqueda de empleo y su periodo de adaptación al país (Hernández-Cordero, 2015). Sin embargo, y aunque también existen importantes comunidades nicaragüenses en Madrid, Barcelona y San Sebastián, la migración nicaragüense se ha concentrado principalmente en la ciudad de Zaragoza (INE, 2015), representando un claro ejemplo de migración en torno a redes de apoyo previas en el lugar destino. “Yo a Zaragoza me vine porque ya tenía a gente aquí. A una hermana que me acogió en la casa y ahora vivimos juntas. Y ella también se vino porque conocía a una amiga… y así nos vamos reuniendo todas acá.” (Evelyn, nicaragüense). “… al final me decidí a venir porque me contaron que aquí había trabajo, o aquí en Madrid o Barcelona, también me hablaron de Vigo, Valencia, y no me acuerdo qué más, pero yo con eso del futbol sabía de Barcelona y Madrid… además aquí estaba la amiga de mi prima, y ni modo, ella era la que me recibía.” (Matilde, guatemalteca). Situación laboral y tipo de cuidado que realizan estas mujeres. El trabajo de los cuidados es, a menudo, precario y avoca a la vulnerabilidad de las mujeres (Anderson, 2012). Este sector informal de los cuidados destaca por la inmediatez que proporciona a estas migrantes para conseguir un trabajo remunerado, aun cuando no cuentan con su situación administrativa regulada. Eligen el trabajo de cuidadoras o en el servicio doméstico porque suele ser el primero al que pueden acceder a su llegada, en parte debido a que los empleadores no les exigen una situación administrativa regular para comenzar a trabajar. Esta necesidad provoca que se vean forzadas a aceptar peores condiciones laborales. “Ya tengo como unos cinco años de estar en Zaragoza. Tardé un tiempito en empezar a trabajar pero al menos lo encontré. Y en ese momento no me hacía falta tener los papeles para estar con los viejitos y así con eso me quedé el trabajo. Ahorita ya tengo “el DNI” y todo, permiso de trabajo y residencia también.” (Karla, nicaragüense). 11 Predomina el régimen laboral de internas, destacando las extensas jornadas laborales que deben realizar diariamente; el optar por trabajar como internas para ellas supone una también satisfacer su necesidad de alojamiento (Moreno y Bruquetas, 2011). “Son siete días a la semana 19 horas al día desde las 19:00 hasta las 14:00 todos los días, estoy de interna y vivo siempre aquí. Pero no es un horario cien por cien exacto, porque si un día pasa algo, y cada vez pasan más cosas, pues es más rato o lo que sea necesario.” (Johana, nicaragüense). “Al principio, principio trabajaba de interna, cuando llegué pues porque tampoco conocía a nadie, pero… es como una cárcel, no salimos nunca y estamos siempre disponibles… y si salimos, tenemos que regresar a dormir todos los días. Yo por eso en cuanto pude, me salí…” (Lidia, guatemalteca). Una de las formas más frecuentes para acceder a estos puestos de trabajo es a través de las redes informales de apoyo formadas por familiares y amigos, como ya hemos señalado y mediante actores como ONG, asociaciones de inmigrantes y agrupaciones religiosas (Rodríguez, 2012). En cuanto a las tareas que desarrollan, todas trabajan como empleadas de hogar y de los cuidados. En el caso del trabajo con menores, sus labores consisten en llevarles y recogerles al colegio y otras actividades complementarias como deportes (natación, ballet, tenis, etc.), preparar la merienda del colegio, en algunos casos comprarles la ropa, vigilar y ayudarles cuando hacen los deberes, ducharles, darles de comer, cambiarles el pañal, llevarles a dormir. “Yo me encargo de los niños, el más chiquito desde que era un bebe, tenía un mes cuando yo llegué, y él… él me quiere mucho, cuando se despierta, ahora que ya camina se viene a meter a mi cama… a las niñas las baño, les doy de comer, la visto por las mañanas, no la llevo al colegio, ni las recojo porque me quedo con el bebé.” (Leticia, guatemalteca). Por el contrario, otras trabajan cuidando a grandes dependientes, generalmente mujeres de edad avanzada, que sufren enfermedades de carácter degenerativo como Alzheimer o Parkinson (Tobío, et al., 2010). No todas estas personas están reconocidas como dependientes, y entre las que lo están, no todas están recibiendo prestaciones. Son las cuidadoras principales, y en muchos casos, las únicas cuidadoras, ya que en muchos casos, la familia de la persona cuidada no puede estar presente: 12 “Tiene Alzheimer y Párkinson. En estos últimos meses cada día está más apagada, come y se mueve menos. Empeora mucho cada día, y ya la ves [señalando a la señora] no se entera de nada, no nos conoce ni a su hija, ni a nadie. Es una penita.” (Johana, nicaragüense). “Y ya me explicó que el trabajo era de cuidar a la mamá de la señora, una señora mayor que se vale por sí sola, pero que necesita de alguien que esté con ella, tiene 91 años y camina bien. Pero me dijo que el trabajo era de atender a la señora, acompañarla los fines de semana que se queda sola en Madrid o ir con ella a la casa del campo, también que tenía que trabajar en el verano. Algo así como estar a su disposición siempre.” (Karina, guatemalteca). Realizan todo tipo de labores de cuidado, que van desde el aseo personal de la persona dependiente, actividades de gestión y control, traslados fuera del hogar…y no solo cuidan, si no que realizan todo tipo de labores domésticas, lo que también podría conocerse como cuidado en un sentido amplio. En muchas ocasiones ellas no conocían que previamente iban a realizar estas, pensando que iban a estar contratadas para una de ellas (Martínez-Buján, 2009). “Limpio el polvo, lavo los baños, le doy el desayuno y la comida, hago la compra, lo llevo al médico, voy a comprar medicamentos... […]. Yo pensaba que eran labores domésticas solamente y me presentaron a la señora que ahora cuido. Lo hago porque no me importa, pero no firmé nada de esto”. (Evelyn, nicaragüense). El grado de satisfacción que sienten con su trabajo suele ser alto, sobre todo si a la motivación económica para ejercer como cuidadoras, se une la motivación vocacional (IMSERSO, 2005). Pero también conlleva toda una serie de repercusiones en su salud, en términos de estrés y lesiones derivadas del desempeño de su actividad, así como limitación del tiempo disponible para desarrollar actividades lúdicas o relacionarse con familiares y amigos. Tal y como vamos a desarrollar en el siguiente apartado, las TIC han contribuido a mejorar la calidad de las relaciones y la comunicación de estas cuidadoras con sus familias. “Mi trabajo no me impide tener contacto con ellos pero sí se ha deteriorado mucho y lo peor es que no puedo ver a mi hijo, lo que hace que discuta con él, aquí tengo a mi hija y 13 ella sí me viene a ver. No tengo ocio ni relaciones sociales más que a través de Internet”. (Karla, nicaragüense). Cuidar desde la distancia “estoy aquí pero estoy allá” Remesas económicas y sociales Como hemos señalado anteriormente, estas mujeres han migrado solas y todas se dedican al sector de los cuidados, esto hace que se enfrenten a una experiencia de familia transnacional y pongan en marcha prácticas desde la distancia. Migrar no es fácil, separarse de la familia lo hace aún más difícil, pero estas mujeres han resuelto migrar por el bienestar familiar. Esa decisión está determinada en gran parte por su deseo de satisfacer las necesidades económicas aunque esto suponga una separación física. Por ese motivo, las remesas económicas ocupan un lugar central en los contactos que estas mujeres mantienen con sus familiares en origen. Siguiendo la tipología de Finch (1989), las remesas son el instrumento principal con el cual ellas pueden cuidar materialmente, en el sentido de apoyo financiero y provisión de alojamiento. Según las historias recabadas, el apoyo financiero supone el mantenimiento económico de la familia, y en muchas ocasiones es una responsabilidad que se lleva en solitario. Es decir, que en algunos casos, son las mujeres migrantes las únicas proveedoras del núcleo familiar. Esta situación es más frecuente en las familias monoparentales, familias extensas conformadas solamente por mujeres y niños o en las que los hombres son mayores, los abuelos por ejemplo. En ese sentido, las familias dependen en exclusiva de las remesas que llegan desde España, lo que supone para la mujer migrante una gran responsabilidad y provoca que, en muchas ocasiones, soporte condiciones laborales precarias por miedo a no encontrar otro trabajo. Otra expresión del cuidado que estas mujeres ponen en marcha es la provisión de alojamiento. Este tipo de cuidado, según nuestras entrevistadas, supone una amplia variedad de modalidades: están quienes han podido construir la casa, terminar de pagar una hipoteca, enviar el dinero para el alquiler de todos los meses, o lo que se refiere al mantenimiento y pago de servicios (gas, electricidad, agua, teléfono), hasta lo que sería la cesión de una casa en propiedad para que vivan algunos familiares necesitados. “La casa, eso es lo importante, y gracias a dios la estoy construyendo, no es un palacio ni nada: dos cuartos, uno para los hombres y otro para las mujeres, la cocina y el baño, ¡y ya! eso… también el colegio de todos, ¡seguro! Pero la casa era lo que yo quería para mis hijos, para que no estén de prestado en cualquier lugar.” (Rosa, guatemalteca). 14 En cuanto a lo que se refiere a las remesas sociales, según hemos podido constatar en nuestras investigaciones, éstas se reflejan principalmente en al conocimiento, acceso y manejo de las nuevas tecnologías de información y comunicación por parte de todos los miembros de la familia (abuelos/as, padres, hermanos/as, tíos/as, hijos/as). Todas estas personas entran al mundo informático con el objetivo de agilizar la comunicación y con el paso del tiempo alcanzan niveles que no hubieran tenido nunca si estas mujeres no hubieran migrado. Además, otro beneficio se registra en estas historias familiares, es la ampliación de capital social en origen. En el caso de las guatemaltecas que se encuentran en Madrid, tanto las amigas como las familias de otras migrantes que viven en Guatemala empiezan a formar parte del entorno relacional de sus propias familias y ya sea por trámites legales, como para actividades sociales o laborales, la red de apoyo que se constituye en el destino migratorio se traslada al origen. Organización del cuidado en origen Un elemento importante en esta configuración nueva del cuidado es la participación de otros miembros familiares en origen. En este punto, nos encontramos con lo que Finch (1989) denomina como cuidado práctico y cuidado personal, y se refiere a las actividades cotidianas provisión de bienestar ya sea en las tareas domésticas (cocinar, lavar, limpiar, etc.) como en la atención concreta y específica a personas dependientes, por ejemplo enfermos, personas mayores o niños. En las historias recopiladas, nos hemos encontrado con una red femenina que se encarga de este trabajo, la existencia de esa red con la que cuentan estas mujeres se vuelve fundamental para todos los miembros. Las experiencias de soporte familiar tanto para la organización del trabajo reproductivo como para los apoyos materiales y logísticos, se basan en una constante activación de recursos y capital social y de parentesco. Independientemente del tipo de familia de origen, se reporta una colaboración continuada y un apoyo intenso en el desarrollo de sus vidas. A este propósito, podemos afirmar que la propia posibilidad de migrar no sería posible, así como tampoco la permanencia de su propio proyectos migratorio. “Mi mamá nos enseñó a hacer todo y ahora nos toca a nosotras, pero todo es fácil, a veces con los niños no tanto, pero lo de la casa es fácil. Además mi mamá siempre está pendiente y nos llama seguido.” (Sandra, guatemalteca). “Nos organizamos con mi mamá, ella me dijo que me fuera que aprovechara que la Elena [amiga de su hermana que trabaja en Madrid] me podía recibir y que por mi hijos no me preocupara que ella me los iba a ver.” (Marga, guatemalteca). 15 “Mi madre y yo, éramos las dos. Ahora es solo es mi madre, lo hace todo. Se ocupa de mis hijos y luego de la casa. Se carga ella sola con todo porque no queremos que mis hijos hagan nada, que estudien y tengan un futuro y vale, nada de casa ni de la venta, ni campo...” (Evelyn, nicaragüense). Se trata redes sociales y familiares, que a su vez se encuentran marcadamente feminizadas. Es decir, tejidos de apoyo que están constituidos por mujeres que forman parte del círculo más cercano: madres, hermanas, tías, amigas, vecinas o las propias hijas mayores y que están pendientes y se responsabilizan de la familia. Es decir, que es un trabajo de cuidado distribuido entre varias personas y que es posible gracias a una solidaridad de mujeres que forman parte del entorno más inmediato de las familias. Abrazar con las palabras Esas prácticas de cuidado se localizan en varios puntos geográficos distintos y distantes. En destino estas mujeres migrantes trabajan en el ámbito del mercado de cuidados, al mismo tiempo que se preocupan por mantener sus vínculos familiares. Mientras que en origen, es esa red de mujeres quienes desempeñan acciones de cuidado, en destino las remesas, los regalos y la comunicación constante, permiten que estas mujeres se mantengan presente en sus familias a pesar de la distancia. En este proceso, la comunicación cobra especial relevancia, por ello el locutorio como lugar destinado para promover los contactos a través de las fronteras se convierte en el “espacio antropológico” desde el cual desplegar sus estrategias afectivas y emotivas. El locutorio es un mundo en el que es posible transportarse hasta el sitio de sus afectos, las conversaciones fluyen, por teléfono y a través de las conexiones de Internet. Es un recinto donde los tiempos transcurren bajo otra lógica, las madres realizan las llamadas y entonces se inicia un proceso de comunicación y expresión de sentimientos. En cada uno de los enlaces telefónicos se hace imprescindible transmitir más que mensajes, es preciso hacer llegar caricias, desaprobaciones, abrazos, contactos físicos (Vitores, et al., 2012 y Hernández Cordero, 2015). “¿Yo?, ¿Que cuándo los llamó? Dos, tres veces, ¡a veces hasta cuatro, al día! Es que yo sí necesito saber todo, cómo están, qué hacen, si ya comieron, si la grande hizo las tortillas, si fueron al molino, si la pequeña comió, todo, todo. Y ellos saben, están pendientes de mi llamada, y saben que si no hacen las cosas les cae conmigo.” (Rosa, guatemalteca). “Mis hijos aunque sea un chat todos los días sí les mando, que ahora casi hablo más con ellos que antes. Pero con mi madre intento llamar todos los días un minuto porque me 16 siento sola aquí y la echo de menos. Y se preocupa por mí mucho.” (Cristina, nicaragüense). La comunicación con la familia se convierte en la principal expresión de afecto que estas mujeres le brindan a sus hijos y, a través de ella, se activan estrategias de cuidado, atención y crianza (HernándezCordero, 2015). Para poder llevar a cabo todas estas prácticas de comunicación y conexión, estas mujeres han activado redes familiares con base en los recursos materiales y culturales con los que contaban. Prácticas de intercambio que se desarrollan a partir del capital económico adquirido como el acceso a teléfonos, móviles, ordenadores, internet y regalos, y las que tienen que ver con conocimientos sobre las nuevas tecnologías de la información y comunicación. El uso intensivo de las TIC, las trasladan hasta sus hogares para participar de la cotidianidad familiar, de los vínculos afectivos y del cuidado en la distancia, a la vez que se fortalecen las redes sociales y de parentesco. “Es que ver a mi hijo no tiene precio. El otro día lo vi que estaba cantando y bailando y no se había dado cuenta que estaba yo en la cámara y me dio mucha risa. Cuando se fijó lo dejó de hacer. Pero a veces, no te creas, mi hermana se queja de él y yo aprovecho para llamarle la atención.” (Isabel, guatemalteca). “Yo ahora con el Facebook siento que sé más de lo que pasa allá y en lugar de imprimir la pocas fotos que tengo y enviárselas, mejor las subo y ya me pueden ver todos, hasta mi ex marido.” (Sonia, guatemalteca). “Con mi hija siempre ando en Internet. Mucho por lo del Facebook, casi siempre le miro, le comento, le doy al "me gusta"… estoy como pendiente de todo lo que publica. También WhatsApp y Skype. Y con el resto por teléfono y Skype. Que yo no sabía nada de móviles y a la fuerza aprendí, era eso o nada.” (Valeria, nicaragüense). Las TIC se han materializado en generadoras de algunos cambios en las prácticas de estas migrantes con relación a sus conexiones afectivas. Gracias a la comunicación continua, es posible que estas mujeres sigan estando en las dinámicas cotidianas familiares. Las TIC ayudan a compensar esa separación física propia que supone la migración, provocando que sea posible trasladarse hasta los hogares de origen, y mantener y fortalecer las relaciones sociales a través de la distancia. Es un hecho, que en las historias de nuestras entrevistadas, sus perfiles de Facebook, las cuentas de Skype y las 17 nuevas aplicaciones como el WhatsApp están llenas de fotografías y videos y mensajes de cariños y afecto, todos elementos que narran las vidas de estas mujeres y las de sus familias, historias que se mueven entre un “aquí” y un “allá”. En suma, estas mujeres muestran cómo a través de las TIC han conseguido practicar ese cuidado emocional que señala Finch (1989), es decir que han logrado trasladarse hasta sus hogares para estar presentes de manera virtual y escuchando, atendiendo, apoyando a sus seres queridos. 5. REFLEXIONES FINALES. Los flujos migratorios de mujeres centroamericanas hacia España son un fenómeno relativamente reciente. Estas mujeres suelen acceder a trabajos como cuidadoras o en el servicio doméstico, que aunque destacan por su precariedad, les aportan la posibilidad de mejorar la calidad de vida de sus familias en la distancia. Cuidan en destino para poder cuidar en origen. En ambos estudios hemos podido comprobar cómo las mujeres que migran logran permanecer y seguir siendo parte de la vida de sus familias, es decir, que se pone en evidencia el mantenimiento transnacional de los vínculos familiares. A través de distintas herramientas, como son el uso de las TIC, consiguen estar presentes en todos los eventos familiares, cuidar en la distancia, y responder a las necesidades afectivas que se presentan en la cotidianidad de cada uno de los miembros del grupo familiar. Indudablemente, el uso de las TIC han facilitado e incrementado las dinámicas de cuidado que venían realizando estas mujeres antes de su migración, todas ellas han podido establecer contactos con familiares y amigos incluso con quienes que no veían desde hacía varios años. Estas mujeres, trabajando como cuidadoras en destino, por medio del envío de remesas (económicas y sociales) por un lado y a través de una serie de prácticas de atención, cariño, afecto y provisión de bienestar a cada uno de sus familiares por el otro, consiguen también consolidar ese rol de cuidadoras en origen. 5. REFERENCIAS. Acosta, E. (2015). Cuidados en crisis. Mujeres inmigrantes hacia España y Chile, dan más de lo que reciben. Bilbao: Universidad de Deusto. Actis, W., Pereda, C. y de Prada, M. A. Relatos desde la entraña de los hogares. Voces de inmigrantes en el servicio doméstico. Colectivo IOÉ. Ofrim suplementos, 8, 37-63. Agurto, S. y Guido, A. (2004). 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