(BORRADOR NO DEFINITIVO) BIOTECNOLOGÍA Y TRANSGÉNICOS:

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(BORRADOR NO DEFINITIVO)
BIOTECNOLOGÍA Y TRANSGÉNICOS:
UN DEBATE ACTUALIZADO EN TORNO A LA BIO-REVOLUCIÓN.
Víctor Godoi Millán
[email protected]
Instituto de Ciências Sociais – Universidade de Lisboa
Resumen
Esta comunicación pretende analizar la actualización posible de los debates, surgidos hace
tres décadas en que se enjuicia la relación entre biotecnología y sociedad a partir, principalmente, de
dos vertientes. En primer lugar la idea de que se iniciaba una “bio-revolución” que venía a suplantar
y superar la anterior revolución verde, asociada a la maquinización y la industria química aplicada a
la agricultura y que daba paso a la nueva inventiva biotecnológica. Por otro lado la dimensión
ideológica de la biotecnología asociada a la publicidad de cierta capacidad única de resolver
problemas del propio desenvolvimiento de la humanidad, así como su capacidad como “tecnología
definidora” que termina por modelar relaciones en la vida social y bioeconómica de la población
mundial. Estos debates son confrontados con la actual discusión global sobre liberación de especies
transgénicas en la agricultura, así como el debate en el seno de la ciencia acerca de cuál es el
conocimiento válido en torno a los efectos de los transgénicos como sucede en el caso de la
publicación de datos sobre la base de análisis en laboratorio con ratas expuestas a alimentación
transgénica. Este análisis permite proponer una actualización de estos debates en el contexto de los
estudios sociales de la ciencia y la tecnología.
Palabras claves: Transgénicos, bio-revolución, biotecnología, tecnología definidora, economía
verde.
Bio-revolución: un problema global
La forzosa actualización del debate sobre las aplicaciones biotecnológicas en la agricultura y
el rechazo a los transgénicos, no se manifiesta sólo por una cuestión de opciones en torno a modelos
de desarrollo sino que aparecen fuertemente vinculados a la idea de que un cambio global está por
imponerse en cada vez más ámbitos de la vida en sociedad. Esto, además, no ocurre a partir de la
exposición global de efectos o denuncias de colectivos interesados, sino que aparece desde que la
ciencia se abrió a la irrupción a gran escala de la biotecnología como modelo de investigación en
organismos vivos y sus posibles modificaciones. Desde las advertencias de Buttel, Kenney y
Kloppenburg en 1984, los análisis de Benvenutti sobre la biotecnología como “tecnología
definidora”, hasta las recientes publicaciones sobre efectos diversos de las aplicaciones
biotecnológicas en los transgénicos se mantiene una dimensión crítica que impone la desconfianza
como estrategia discursiva pero que en especial incorpora a nuestra mentalidad de ciudadanos frente
a la ciencia una responsabilidad civilizacional. Sin que todos participen de estos debates, los propios
debates parecen insistir en tal responsabilidad.
Ya en una conferencia en 1984 tres destacados autores sobre las implicancias de la
biotecnología advertían parte de lo que podría sobrevenir. Frederick Buttel, Martin Kenney y Jack
Kloppenburg sostenían la idea de que se iniciaba una bio-revolución que venía a suplantar y superar
la anterior revolución verde, la que fue motivo de duras confrontaciones en el seno de la ciencia y
los movimientos en formación de entonces. Las promesas rotas de desarrollo humano asociado a la
maquinización y la industria química aplicada a la agricultura daba paso a la nueva inventiva
biotecnológica. Sin embargo, los autores sostenían que inadvertidamente ambos bandos
confrontados por esa revolución verde estaban más cerca de lo que podrían aceptar en esta nueva
bio-revolución. Las conclusiones de su exposición llamaban la atención sobre la transferencia
biotecnológica predominantemente privada, presentándose problemas y desafíos sin precedentes.
Un cuadro mostraba las características de ambas transformaciones confrontadas, en la fila de las
posibles áreas afectadas se podía leer para la bio-revolución “todas las áreas, todas las naciones,
todos los lugares” (Buttel et al., 1990: 121)
En su obra Not in our Genes Biology, ideology and human nature 1, Richard C. Lewontin,
Steven Rose y Leon J. Kamin (1987) advertían por su parte que el determinismo biológico se nutría
de un fuerte reduccionismo que tenía su expresión como individualismo metodológico, a saber, un
énfasis estructurante de las propiedades del todo como una simple suma de individuos. De tal
manera las propiedades bioquímicas de las células determinarían al individuo como los genes
determinarían a dichas propiedades. Una sociedad así pensada se sumerge en una explicación de sí
misma que termina por ser proyectada a todas las esferas de las relaciones como la inevitabilidad de
1 Utilizamos la versión editada en Portugal como Genética e Política en 1987. En España fue editado como No está en
los genes. Racismo, genética e ideología. Editorial Crítica, Barcelona, 1987.
la deteminación genética. El cruce que los autores establecen entre esta reducción y la política, la
piensan precisamente en función de la ideología que surge. Esto es relevante por cómo entienden la
noción de ideología como las ideas dominantes en una sociedad, que ayudan a mantener cierto
orden, que no surgen casualmente sino intencionado por una estrategia de poder. Es decir, ven una
trama hobbesiana en la definición de lo social por parte de un orden que aprovecha el determinismo
biológico y la genética 2.
Contraponen estos autores una noción de construcción simultánea tanto social como
biológica directamente en contra del surgimiento de la llamada sociobiología que negaría una
historia posible de ser construida tanto por ideas como por artefactos y, aún más, estaría al servicio
de la mantención de las desigualdades sociales.
Los autores critican el texto original sobre esta disciplina presentado en 1975 por E. O.
Wilson. Más allá de las consideraciones epistemológicas de tal iniciativa y si representa o no una
corriente de pensamiento y de investigación actual, la crítica de entonces se centra en las
consideraciones políticas que trajo la sociobiología, precisamente en el surgimiento de lo que a
posteriori fue llamado neoliberalismo a partir de las experiencias norteamericana del reaganismo y
en Inglaterra con el tatcherismo. El vínculo estaría dado por la posibilidad de definir la sociedad
según su funcionamiento más mínimo determinado por los genes desde un inicio y por tanto
legitimando como parte de la adaptación las formas actuales de sociabilidad aún cuando estas
afecten a ciertas minorías, o incluso pueblos enteros que estarían aún en etapa de desarrollo de
nuevas capacidades. Esto permite pensar en las teorías del shock como formas de implementación
de estrategias económicas, en este caso diremos bioeconómicas. Los supuestos como la
determinación genética y la selección natural permitirían tal sociedad conceptual, o bien su
aprovechamiento en función de una serie de ideas políticas que se entrecruzaron, en especial la
autoridad del presente como producto evolutivo, por tanto, legítimo y esencialmente humano. Esto
lleva a preguntarse acerca de las características como el individualismo, la competencia, etc., pero
por otro lado plantea la posibilidad de confrontar la noción de manejo de las variables en las
especies. Una característica definida como de interés puede ser identificada científicamente como
un objetivo posible de manipular y alcanzar. Esto está en la base de la discusión que sostenemos
acerca de un modelo global de penetración de cierta bioeconomía sobre los objetivos que una
sociedad se traza y los elementos que de ella deben ser modificados para alcanzar tales futuros
posibles.
2 En la obra sobre la Naturaleza Humana de T. Hobbes, este autor señala que se puede llamar natural en la especie a la
suma de sus facultades y poderes individuales, mientras que es conocida su idea acerca de la condición
naturalmente agresiva del ser humano como lobo del hombre en el Leviatan. Sin embargo, a propósito de la
recurrente relación de estas líneas con el determinismo biológico, López Cerezo y Luján López (1989) aclaran que
se debe interpretar con precaución ya que las conclusiones de ambas tradiciones son diferentes, mientras el Estado
hobbesiano pretende superar la naturaleza humana, la moderna concepción del determinismo biológico parte de la
base de total sumisión de los modelos sociales al orden natural.
En resumen las críticas debieran ir más allá de la determinación genética que de hecho
continuó y continua siendo debatida3, lo cierto es que se abrió una puerta respecto de los conceptos
de modificación de las especies y eso sucedió al mismo tiempo que tenía lugar el impulso de
implicarlas a la vida en sociedad y la organización política que la sustenta como justificación y
legitimación de ciertas estrategias en desmedro de otras. En la misma época, Rose (1986) volvió a
preguntarse acerca de si esto debe llevarnos a definir qué tipo de límites debemos colocar a la
ciencia y reflexionó sobre los límites ideológicos de la ciencia ya que las decisiones e incluso las
preguntas que sostienen los científicos en su trabajo y por tanto aquellos proyectos sobre los cuales
se invierten los recursos de las sociedad vienen surgiendo en un contexto histórico que las permite o
simplemente las desecha. Sin embargo, aún en perspectiva histórica esto no ha permitido un debate
mayor sobre los supuestos, que exceden al propio ejercicio de la investigación científica, pues
cuando cambian las preguntas o se legitiman determinadas preocupaciones en la sociedad lo que
actúa es la base de confianza y legitimidad ya constituida para ciertos conocimientos o ciertas
representaciones de la ciencia. La búsqueda por lo tanto de problematizar la ciencia vuelve sobre las
preguntas y los objetivos y se cuestiona acerca de la relevancia para la vida que pueden tener las
aspiraciones de control de las variables ambientales e internas de los organismos.
El conflicto en el actual momento global
El debate por la aplicación de la biotecnología en el área agro-alimentaria, plantea la
interrogante acerca de este avance exponencial del negocio de las grandes corporaciones
confrontado con la denuncia de una promesa incumplida de supuestos beneficios sociales y
económicos en el seno de los nuevos mercados de futuro que operan a partir de instituciones
globales. Grandes áreas del planeta toman el tema como un asunto de incumbencia directa de sus
poblaciones dado que el modelo de instalación es global, las formas de contestación se vuelven
también globales. En la actualidad una fuerte presencia de las organizaciones contra los OGM en
Europa tiene un discurso científico que se alimenta de las nuevas publicaciones sobre ámbitos de
discusión que podrían continuar a influir en las decisiones de los gobernantes, sin embargo, en
términos políticos es interesante que estas formas de resistencia tengan lugar para un escenario que
está cambiando en el contexto de crisis económica a nivel global y regional de Europa. Por esto es
interesante ver cómo en el contexto de la lucha contra los transgénicos, abierta y explícita, son los
movimientos de campesinos y organizaciones políticas las que en algunas regiones están abriendo
un proceso de cuestionamiento a las características, las reglas del juego, del modelo, más que sólo
3 El propio Steven Rose, junto a Lisa Appignanesi (1986) editaron a seguir un texto de debate entre las posturas
confrontadas titulado Science and Beyond, en el que se sumaron textos de John Maynard Smith, Richard Dawkins,
Patrick Bateson y James Watson, entre otros, quienes eran criticados abiertamente por sus posturas deterministas y
que a la vez respondían acerca de la pregunta sobre los límites de la ciencia.
identificar sus efectos más terribles. Como veremos al analizar las formas de legitimación en la
parte final de este capítulo, el debate científico ha llevado a la formulación de diversos principios y
a una demanda de carácter ético en la investigación y uso de la ingeniería genética aplicada a la
agricultura. Sin embargo, es en el plano político en el que actúan los movimientos anti OGM que
han permitido mantener una constante agitación del concepto, evitando que éste derive en
nomenclatura especializada y abierta sólo a la evidencia del laboratorio. Por el contrario, las
evidencias las buscan en medio de comunidades, especialmente campesinas, en medio de procesos
políticos. Estas formas de contestación han dado forma a una agenda de contestación propia de las
poblaciones no especializadas y sensibles a los cambios de tipo social que puedan ya estar
suscitándose.
El ejemplo más claro a nivel global ya ha sido India y la iniciativa global de Vandana Shiva,
el Movimento dos Trabalhadores Sem Terra en Brasil y a nivel global Via Campesina. En este
contexto surge el concepto de biopiratería que denuncia Vandana Shiva (2010) y que supone un
permanente impulso por nuevos territorios pues los ocupados pasaron a degradarse por la propia
acción de la conquista. Por el contrario, si pensamos en los argumentos que valoran positivamente
la producción y expansión de la tecnología aplicada a la agricultura y en especial a las plantas y las
formas de cultivos, modificando la matriz productiva a gran escala de estas especies, encontramos
una fuente legitimadora concreta, incluso personificable. En su base argumentativa la formulación
de este saber busca referencia en elementos de la historia de las empresas científicas destinadas a la
transformación técnica de la agricultura, en especial la revolución verde del siglo XX 4 y los trabajos
de Norman Borlaug que la fundamentaron. El momento de resurgimiento de los debates sobre tal
emprendimiento abrió el actual periodo de descontento de las poblaciones humanas respecto de los
transgénicos, toda vez que procuró en los supuestos de tal iniciativa las contradicciones que podían
apreciarse en sus resultados. Vandana Shiva la ha calificado como la causante de la degradación y
destrucción de muchas tierras agrícolas, asociándola a una concepción de vacío, que permitió
intervenir sin límites sobre los aportes orgánicos entendidos como desechos cada vez que se
maximizaban las expectativas de producción (Shiva, 2010). Como se reconoce los avances en
términos de productividad de ciertas variedades no resolvió el gran problema del hambre que se
acrecentó en algunas regiones en especial. Bourlag sin embargo defendió su idea siempre como un
esfuerzo civilizacional, sino civilizador de condiciones de alguna manera pre-modernas en la
4 El concepto “revolución verde” fue acuñado por el Dr. William S. Gaud, administrador de la USAID, una agencia
estatal norteamericana de cooperación internacional para el desarrollo en el tercer mundo, creada en 1961 por John
F. Kennedy. En la actualidad mantiene un área dedicada a la agricultura y seguridad alimentar que en la década del
50 y 60 estaba vinculado al seguimiento de las investigaciones tanto del Centro Internacional de Mejoramiento de
Maíz y Trigo en México como del Instituto Internacional de Investigación del Arroz en Filipinas, donde se
produjeron y aplicaron las variedades enanas creadas por Norman Borlaug y su equipo. Ese emprendimiento
científico aplicado a la agricultura fue patrocinado por la Fundación Rockefeller, quienes ya estaban desarrollando
estudios sobre la roya del tallo de trigo desde la década del 40 para lo cual crearon y dirigieron la Oficina de
Estudios Especiales de la Dirección de Agricultura del gobierno mexicano (Ortoll, 2003).
concepción hegemónica de progreso. En su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en
1970 contrapuso la potencia científica de la producción de alimentos y el poder biológico de la
reproducción humana. Frente a ello promovía la unidad de propósito de la empresa científica
dedicada a la producción de alimentos y aquella dedicada al control de la población. El hálito
maltusiano de esas ideas supeditaba la dimensión política a cierto avance científico que no tardaría
en aparecer asociado a la ingeniería genética de las plantas. Hoy en día un debate que sienta un
paralelo histórico es el que está surgiendo en zonas de proliferación de los cultivos OGM.
La toma de posiciones se desató más claramente a partir de los debates generados en la
región antes durante y después de la Conferencia de Naciones Unidas Rio+20 en la cual se debatió
derechamente la posibilidad de incorporar decididamente el mercado financiero en la agenda
ambiental. Hasta este evento los debates no habían alcanzado aún la disputa directa por legitimación
transversal de los contenidos de la llamada “economía verde”. Su objetivo fue la renovación los
compromisos surgidos en Río-92 com el desarrollo sustentable, por medio de su revisión y el
tratamiento de temas emergentes. Los temas principales del encuentro fueron La economía verde en
el contexto del desarrollo sustentable y la erradicación de la pobreza, así como la estructura
institucional para el desarrollo sustentable. Sin embargo una serie de visiones críticas se despertaron
en el proceso llevando a la organización a reconocer en su sitio web oficial que la etapa
participativa en la que pudieron opinar unas 63 mil personas de unos 193 países, dependerá ahora
de la voluntad de los gobernantes a quienes se les hizo llegar las propuestas. Dado el escenario de la
Conferencia como un espacio en que la participación es una propuesta, no es lejano prever que haya
descontento respecto de las conclusiones prácticas en el futuro, pero más allá de eso, permite
sostener que el evento sirvió para otro objetivo implícito que fue precisamente instalar un cierto
relato de futuro coherente con las exigencias de la bioeconomía como hemos visto. Para analizar
este fenómeno de legitimación consultamos precisamente el vínculo que las voces críticas han
venido realizando acerca de la relación verde-bio-economía como una constante que estaría en
planes y diseños de variadas instituciones a nivel global.
El Action group on erosion, technology and concentration (ETC), una organización
ambiental que entre otras acciones se propone el monitoreo del poder corporativo, había ya antes
del encuentro internacional hecho público su condena a los vínculos entre la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Grupo Consultivo para la
Investigación Agrícola Internacional 5 (CGIAR) con empresas de agronegocios. A juicio de ETC “La
FAO recurre a las grandes empresas de los agronegocios en busca de guía sobre sus políticas y se
5 La CGIAR reúne organizaciones comprometidas con la investigación para un futuro sin hambre. “La labor científica
de CGIAR busca reducir la pobreza rural, aumentar la seguridad alimentaria, mejorar la salud y la nutrición humana,
y asegurar un manejo más sostenible de los recursos naturales”. Véase http://www.cgiar.org/acerca-de-cgiar-es/
(Visitado el 1 de agosto de 2012).
hace de la vista gorda cuando las prácticas empresariales dañan la agricultura campesina” (ETC,
2012, p. 2) . Además indica a la administración del CGIAR negligenciar su trabajo de resguardo en
sus centros públicos de germoplasma. En conjunto acusa una situación de falta de credibilidad
creciente respecto de las instituciones internacionales vinculadas al tema, en especial del Comité
sobre Seguridad Alimentaria Mundial de Naciones Unidas (CFS). El grupo ETC se pregunta quién
controlará una economía verde? Y si no sería mejor plantearse Silentspring-50 – aludiendo al libro
de Rachel Carson- que Rio+20 ya que según declara una de sus investigadoras la única “novedad”
que trajo el impulso a la economía verde fue la pretensión de hacer crecer la participación de los
mercados financieros respecto de la naturaleza y sus productos, así como legitimar el uso de nuevas
tecnologías (Ribeiro, 2012).
Por su lado, Vía Campesina responsabiliza de tal proceso de legitimación al Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) debido a su informe que se define como una
guía titulado “Hacia una Economía Verde”, por que defiende el uso de “herramientas de mercado y
el comercio de nuevos productos básicos estandarizados (commodities) como la biodiversidad y los
bonos de (compensación de emisiones de) carbono, inclusive en el sector agrícola” (Zacune, 2012,
p. 21). El texto que en cierta medida hace el diagnóstico global sobre el cual se puede entender el
arribo de una economía verde para el PNUMA, es su Síntesis para los encargados de la formulación
de políticas (PNUMA, 2011). Allí, describe una situación general de crisis en la cual el capital
habría estado mal asignado, por lo tanto parten de una crítica a la acumulación de capital y como
alternativa la posibilidad del capital natural que permite valorar económicamente los ecosistemas,
las especies y los genes a través de bienes y servicios de los ecosistemas. El financiamiento de estos
emprendimientos modificarían la cultura de negocios a nivel global a lo menos en términos de
tendencia que modelaría una red de inversiones en áreas vinculadas a los servicios de los
ecosistemas. Aún así, el informe reconoce que “las instituciones financieras para el desarrollo a
nivel nacional e internacional tendrán un papel fundamental en la promoción de la economía verde”
(PNUMA, 2011, p.36). En el capítulo dedicado a la agricultura, la identifica como una base para el
nuevo modelo que dependería de una inversión del 2% del PIB mundial por año, hasta llegar al
2050.
Contestadas o no estas perspectivas han estado circulando a nivel global como una estrategia
coherente para el desarrollo a partir de un nuevo escenario. De lo que se trataría sería de una
inversión de capital sustancial que modificaría las estrategias nacionales de desarrollo económico en
virtud de modelos globales, aceptados así e institucionalizados a partir de la vigilancia permanente.
Una especie de gobierno general para las economías en tanto integran una serie de políticas
vinculadas a una economía de lo verde, de lo bio. Este gobierno global podría configurarse a partir
de los acuerdos que alimentan los foros internacionales y la agenda que ha ido convergiendo en
torno a las preocupaciones actuales en la ciencia, en la tecnología, en el mercado y entre los
gobernantes. Lo cierto es la dimensión epocal que se abre a partir de estas décadas en las que se
decide acerca de las regulaciones y desregulaciones de las tecnociencias en virtud de sus
aplicaciones en planes y modelos. Pero, tal convergencia sólo mirada en términos teóricos no revela
necesariamente lo que pueda suceder en situación de crisis de algún tipo. Los modelos no son
necesariamente convergentes a la hora de afrontar crisis de gobernabilidad o de relaciones entre
instituciones.
Proyecciones del conflicto.
Podríamos volver y repasar en el marco inicial que reseñamos y encontrarnos con
similitudes que ahora aparecen en crónicas y no sólo en proyecciones futuras. La relación que se
viene tejiendo y que no resulta posible de cerrar a ámbitos exclusivamente de un área de la sociedad
lleva a pensar en las reflexiones que surgen de los casos citados. Es revelador cómo una seguidilla
de asuntos vinculados a aspectos tan amplios de la sociedad actual convergen en una serie de
hechos y enfrentamientos de posiciones que se localizan en aspectos muy específicos de la
actualidad de los países. Vale decir, se ha abierto un escenario global en el que la discusión de los
efectos pasó a la discusión del poder hegemónico que podría sustentar un modelo como el del
mercado de los transgénicos, un escenario que será y ya está siendo modificado en su vida en
común por los grandes emprendimientos tecnocientíficos asociados al entramado bioeconómico y
sus efectos.
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