1 CONSUMO ENTRE SEMEGANTES: UN ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DE LOS VÍNCULOS EN EL CONSUMO DE HARLEY-DAVIDSON Marc Barbeta Viñas En el presente artículo se propone el análisis e interpretación del sentido de los vínculos desarrollados en el consumo de Harley-Davidson, en terminos de ambivalencia y complejidad. Se discute, a partir de evidencias empíricas, las tesis acerca de los vínculos en el consumo de marcas como nuevas formas de solidaridad y vínculo social. Se presentan los resultados de una investigación cualitativa realizada con grupos de discusión y entrevistas abiertas, orientada a analizar los sentidos y las vivencias colectivas que construyen los consumidores de HD en sus contextos de consumo. Los resultados revelan que, en efecto, el consumo de Harley genera espacios específicos para los vínculos, No obstante, no se puede concluir, con el análisis, que estos vínculos sean expresión de formas de lo que proponemos llamar "vínculo social", entendiendo éste como aceptación mútua de la alteridad. Los vínculos del consumo analizados, lejos de inscribirse en una lógica de reconstrucción comunitaria y de solidaridad no posmoderna, parecen profundizar los procesos de fragmentación, individualización y particularismo de la vida social, en el espacio concreto del consumo. Key words: vínculos, consumo marcas, comunidad marca, análisis cualitativo 1. Introducción El análisis de los vínculos desarrollados en el consumo en el contexto de la denominada postmodernidad, se ha presentado como un objeto de interés creciente. Así, un buen número de autores se ha ocupado de las experiencias colectivas que plantea el consumo de marcas/producto. Buena parte de estas aportaciones tienden a conceptualizar los vínculos en el consumo como salidas del proceso de individualización que ha caracterizado el desarrollo de la modernidad. Se trataría de respuestas concretas orientadas –en positivo- a la reconstrucción de los vínculos comunitarios y de la solidaridad social en la sociedad contemporánea; se tomaría el consumo, fundamentalmente en su dimensión cultural, como epicentro de dicho proceso de reconstrucción. En el presente trabajo se propone una interpretación alternativa, o por lo menos más matizada, de los vínculos surgidos de las prácticas de consumo, así como de sus implicaciones para la discusión acerca de la sociabilidad en el capitalismo tardío. Queremos defender la tesis referente al carácter ambivalente de los vínculos en el consumo, subrayando con ello la coexistencia y simultaneidad de elementos que entran en contradicción entre sí (Laplanche y Pontalis, 1967; Merton y Barber, 1976) en la génesis y el desarrollo significativo de los mismos. Se pretende desplegar esta idea y contribuir al debate planteado a través del estudio del consumo de la marca Harley-Davidson (H.D.), ampliamente explorada en la literatura, 2 entre otras cuestiones, precisamente por el carácter grupal de buena parte de sus formas de consumo. Se persigue ampliar, así como en algunos aspectos confrontar, parte de los hallazgos de las investigaciones circunscritas en el ámbito anglosajón. El objetivo específico es analizar la construcción significativa de los vínculos desarrollados en los contextos de consumo de H.D. por parte de sus consumidores; es decir, analizar cómo éstos dan sentido de forma colectiva a sus vínculos en el consumo. 2. Los vínculos en el consumo en el contexto postfordista: entre la individualización y la reconstrucción comunitaria En el contexto de la posmodernidad, la construcción de la identidad, así como la regulación de las sociabilidades de los actores pasan a constituirse, fundamentalmente –aunque siempre en el marco objetivo de las estructuras sociales-, por las prácticas y expectativas en el consumo. Los procesos de individualización y privatización que autores como Lasch (1979), Sennett (1979 y 2012), Giddens (1991) o Bauman (2001b) habían diagnosticado para el conjunto de las relaciones sociales, y que clásicos como Simmel (1971) ya pronosticaban con el advenimiento de la modernidad, se incrustan de forma ejemplar en el ámbito del consumo. Con el desarrollo postfordista grandes grupos abstractos como habían sido las clases medias, tienden a perder peso como referencia para el consumo. En determinados consumos pasan a ser micro-grupos concretos, fuertemente particularistas e identificados con símbolos, signos y códigos más o menos cerrados y definidos como propios, los referentes para el consumo (Lee, 1993; Alonso, 2005). Éste ha sido, a grandes rasgos, el marco socio-histórico donde ha tendido a desarrollarse el fenómeno del culto a las marcas (Atkin, 2005), el llamado brand tribalism (Cova y Cova, 2002; Tuominen, 2011), las brand communities (Muñiz y O’Guinn, 1996). Por un lado, los señalados vínculos, grupos y comunidades formadas en el consumo han sido analizadas y puestas en relación con los mencionados procesos de individualización. Según Bauman (2001a; 2007), la subjetividad, la singularización y la experiencia pasan a tener un papel central en los procesos de consumo, con el que se debilitan sus los referentes colectivos y comunitarios. Para el autor polaco, las comunidades del consumo devienen ‘multitudes’ sin posibilidad de asentar vínculos sólidos; en la medida en que sus miembros quedan unificados 3 por el placer en el consumo, estos vínculos tienden a definirse por su fragilidad, volatilidad y por su falta de compromiso respecto a los demás. También Lipovetsky (1983) se ha referido a los grupos formados en el consumo como una expresión de narcisismo colectivo, y a la influencia del consumo sobre el llamado ‘hiperindividualismo’ (Lipovetsky, 2006). Lasch (1984 y 1995) observa que la fascinación por las relaciones, así como la gratificación inmediata de determinadas prácticas de consumo, no son sino la expresión narcisista de la falta de compromiso colectivo, que fluye a favor de un personalismo omnipotente individual o de pequeño grupo. Por otro lado, estos mismos fenómenos han sido analizados desde interpretaciones más o menos distintas a la esbozada con anterioridad. Si para los autores anteriores el marco interpretativo general era el proceso de individualización, en el cuerpo de trabajos realizados desde la perspectiva del llamado neotribalismo y aproximaciones afines, los actuales vínculos generados en el consumo se enmarcarían, por contrario, en un proceso de salida del individualismo, en dirección a la reconstrucción comunitaria de los vínculos y la solidaridad social, en un espacio postmoderno. Es conocido que esta línea de estudio encuentra inspiración en los trabajos de Maffessoli (1988), Anderson (1983), Holt (1995) y, especialmente aquellos trabajos dedicados a las comunidades marca, en clásicos de la sociología como Tönnies (1887) y Durkheim (1893; 1912). Esta concepción de los vínculos en el consumo como ‘reacción’ al individualismo, no obstante, abraza visiones teóricas y hasta fenómenos empíricos algo distintos. Por una parte, Maffesoli (1988) analiza el carácter fluido, puntual e inestable de las tribus, configuradas a partir de la afectividad, la empatía y la estética. Las identificaciones y los círculos de reconocimiento resultado de las mismas, formarían la estructura de las comunidades postmodernas, fundadas sobre un imaginario cultural común. La socialidad, el estar con el otro, por tanto, se fundaría en las apariencias cambiantes, en la vida nómada y en el divertimento que supuestamente uniría a los grupos (Maffesoli, 1990; 1996). Por otra parte, en el caso de las comunidades marca se analiza la supuesta durabilidad, solidez y fortaleza de los vínculos entre consumidores que tienen en común el compartir una lealtad relativamente intensa respecto el consumo de una marca comercial. Aunque existen intentos de articular ambas perspectivas en una suerte de ‘tribalismo de marca’ (Cova y Cova, 2002), los análisis de los vínculos muestran características bien distintas. Sin entrar en las diversas nociones que utilizan los trabajos dedicados a los vínculos en el consumo de marcas, en algunos casos asociadas a la naturaleza del fenómeno en sí mismo, como pasa por ejemplo en la utilización de la categoría de ‘subcultura’ (Schouten y 4 McAlexander, 1995), de ‘comunidad de marca’ (Muñiz y O’Guinn, 1996) o de ‘brand cults’ (Belk y Tumbat, 2005) por solo citar las más destacadas, esbozamos los aspectos principales de estos trabajos. Atendemos con algo más de atención los trabajos dedicados a los vínculos al entorno del consumo de Harley-Davidson, objeto de estudio del presente trabajo. Es conocido que el análisis de los vínculos en los contextos de consumo de marcas ha subrayado la existencia de grupos sociales caracterizados por un vínculo que no sólo se produce entre los consumidores y la marca en cuestión, sino con los consumidores entre sí. Se crearían, de esta forma, vínculos de solidaridad entre los consumidores miembros de dicha comunidad (Petterson y O’Malley, 2006). Siguiendo a Muñiz y O’Guinn (2001), tres aspectos definen las formas de sociabilidad de los consumidores en su forma comunitaria. Primero, la conciencia de pertenencia, con la que se desarrollan responsabilidades y sentimientos compartidos de conexión con los valores de la marca; lo que permite a los miembros de la comunidad definirse identitariamente: aquello que son y a lo que se oponen (Muñiz y Hamer, 2001; Schouten y MacAlexander, 1995; Carlson, Suter y Brown, 2008), y con lo que éstos se unen en un sentido más emocional que solamente instrumental (Cova, 1997; Martin, Schouten, McAlexander, 2006). Cabe añadir que en alguna ocasión se ha relativizado la importancia de la identidad proporcionada por las marcas, siendo tan solo un aspecto más del estatus de los consumidores (García Ruiz, 2005). No obstante, este relativismo debería aplicarse en algunos consumidores y marcas en concreto, no como norma general. Segundo, los rituales y tradiciones compartidas con que los miembros comunican significados, valores y normas propias de la comunidad; así se configura la historia del grupo y el relato acerca de la marca, siendo una fuente de significados para la misma (Schouten y McAlexander, 1995). Aquí los ritos adquieren un papel clave para el fomento de la solidaridad comunitaria, en la medida en que es donde los consumidores comparten experiencias asociadas al consumo de la marca. Tal vez, esta segunda dimensión sea una de la más destacadas en las investigaciones sobre consumo de Harley-Davidson (McAlexander, Schouten y Koenig, 2002; Schembri, 2009). Tercero, la responsabilidad, el compromiso y la implicación con la comunidad y sus miembros particulares; existe un cierto sentido del deber de fomentar la integración de nuevos miembros, de los ya existentes, así como de defender la imagen de la marca ante los no miembros de la comunidad. Cova, Kozinets y Shanckar (2007) observan que las tribus ejercen de empresarias de las marcas promoviéndolas, e incluso regenerando nuevos significados de las mismas. Una 5 integración satisfactoria en la comunidad marca puede generar vínculos de lealtad con la marca y sus consumidores (McAlexander, Kim y Roberts, 2003). Es necesario hacer notar que este cuerpo de trabajos tal vez ha tendido a dejar de lado aquellos aspectos menos ‘positivos’ que acompañan los grupos formados alrededor del consumo de una marca. Es decir, ha sido insuficiente la atención prestada a los aspectos heterogéneos y conflictivos dentro del grupo, entre grupos ‘rivales’ (consumidores de otras marcas), y en aquellos aspectos que contribuyen a explicar la configuración de comunidades, pero desde perspectivas menos proclives a la ‘celebración’ de estas nuevas formas de vínculo. Los trabajos de Muñiz y O’Guinn (2001), McAlexander, Schouten y Koenig (2002), Schouten y McAlexander (1995), Fournier et.al (2000) o Cova et al. (2007) señalan parcialmente alguno de estos aspectos como pueden ser las barreras de salida del grupo, las jerarquías y clasificaciones entre consumidores dentro y fuera del grupo, las conductas ‘delictivas’ de algún subgrupo, etc. El trabajo de Hickman y Ward (2007) es, probablemente, el que mayor énfasis ha puesto en estas cuestiones, desde una perspectiva cuantitativa. También en Thomas, Price y Schau (2013) y en Ouwersloot y Odekerken-Schröder (2008), se analiza el papel de la heterogeneidad en las comunidades de consumidores. Queda por analizar, no obstante, lo sustantivo de los vínculos en el caso de Harley-Davidson, por lo que existe un cierto vacío en la literatura en este sentido, que pretendemos contribuir a llenar. Una visión algo más crítica como la que proporcionan algunos de estos resultados, juntamente con el análisis que proponemos a continuación, pondrían en cuestión –al menos en parte- la interpretación de las tribus o comunidades de consumo como nuevas formas de vínculo social y solidaridad, en un contexto de salida del individualismo. Más aún, si no se acepta como válida la versión postmoderna de la reconstrucción comunitarista de los vínculos, centrada únicamente en la vía de la formación cultural y estética de los grupos; según esta concepción, su espacio de configuración seria la proximidad y la expresión identitaria de sus miembros, en una reactualización de la solidaridad mecánica durkheimiana. Y como apunta Castel (2003), la solidaridad en el postfordismo tiende a perder su sentido institucional y universalista, para afirmarse en su forma más fragmentada, individualizada y privatizada en diversos contextos de consumo (Alonso y Fernández Rodríguez, 2013). 6 3. La génesis y los sentidos de los vínculos humanos en el consumo: perspectivas críticas y categorías de análisis En estos apartados se presentan las perspectivas que su utilizan para el análisis interpretativo. A grandes rasgos siguen la tradición clásica de la sociología del consumo, aportaciones de la antropología y algunos elementos del psicoanálisis. Por razones de espacio queda sin desarrollar. 3.1. Lo mismo sucede con las categorías relativas a los vínculos. 4. Metodología y diseño Dado que el objetivo de este trabajo es el análisis de los vínculos en el consumo, hemos escogido el contexto específico de Harley-Davidson por los precedentes existentes en la literatura y las evidencias empíricas aportadas sobre el –al menos parcialmente- carácter grupal del consumo de estas motocicletas. El análisis que presentamos se basa en una metodología y unas evidencias empíricas de tipo cualitativo. Los trabajos de orientación cualitativa dedicados al estudio del caso H.D. y a las comunidades marca en general han desarrollado, fundamentalmente, métodos etnográficos, de observación participante, etc. En contraste, aquí nos proponemos utilizar las técnicas –o prácticas- de los focus groups y las entrevistas abiertas, siguiendo la tradición sociológica de Ibáñez (1979), Alonso (1998) y Conde (2008; 2009), entre otros. Esto nos permite trabajar con la hipótesis de no homogeneidad de los vínculos entre consumidores, y abrir la muestra a consumidores que forman parte y no de distintos grupos de consumidores de Harley. La aproximación etnográfica suele restringir el análisis en un ámbito/grupo específico, dejando de lado el resto. La muestra ha sido diseñada con el objetivo de captar las (diferentes) imágenes y experiencias de los vínculos en el consumo que tienen los consumidores de H.D. en función de su posición social y su relación con los grupos de consumidores de la marca. La variable ‘relación orgánica que el grupo mantiene con la empresa H.D. Inc’, ha sido también utilizada para una elección heterogénea de entrevistados: entrevistas informales con responsables de la marca nos han permitido establecer dicha variable. 7 El siguiente esquema 1 representa el diseño técnico final de la investigación. Eje posición socio-económica Mediasaltas EA1: hombre, 65, posición socioeconómica media-alta, amb H.D. Autónomo, Barcelona. EA4: hombre, 64, posición socioeconómica mediana, amb H.D. Autónomo, Barcelona. Medias Mediasbajas EA2: hombre, 52, posición socioeconomic media-alta, amb H.D., Autónomo Barcelona. . GT4: hombres, adultos, posición socioeconomic media, amb H.D. HOG y autónomo, zona de Barcelona. GD3: hombres, adultos, posición socioeconómica media-baja, con H.D. y sin H.D., MC’s, Calafell. EA3: mujer, 43, posición socioeconomica media, amb H.D. Espacio H.D., Barcelona. Mínima relación con H.D Inc. GD2: hombres, adultos, posición socioeconómica media-alta, amb H.D., Barcelona. Espacio H.D. GD1: mixto, adultos, posición socioeconómica media (con núcleo clase trabajadora), amb H.D. HOG, Barcelona. EA5: mujer, 20, posición socioeconómica media, amb H.D., HOG, Barcelona. Máxima relación con H.D. Inc. Eje tipos de grupo de consumidores por relación orgánica con la empresa/marca Fuente: Elaboración propia Seguimos el modelo socio-hermenéutico de análisis sociológico del discurso (Alonso, 1998; Conde, 2009). En este trabajo nos centramos en la dimensión discursiva de las referencias a los ‘otros’, lo que permite abordar, de forma específica, el espacio semántico (Nelson, 1986; Conde, 2009) relativo a los vínculos (sean lazos, relaciones y/o ‘vínculos sociales’) del consumo de Harley-Davidson. Las siguientes preguntas han orientado el análisis: • ¿en calidad de qué los otros son tenidos en consideración (más o menos conscientemente) en el consumo de Harley-Davidson?; • b) ¿los lazos y relaciones de los consumidores de Harley-Davidson generan o expresan momentos de ‘vínculo social’? 8 5. Resultados: análisis e interpretación Presentamos los aspectos más relevantes del análisis interpretativo realizado. Organizamos el apartado a partir de las categorías de tipos de vínculo antes expuestas, haciendo referencia a contextos relacionales y de lazos específicos. 5.1.Relaciones entre consumidores de Harley-Davidson El contexto de relaciones entre consumidores de H.D. adquiere un papel absolutamente central en los discursos de los entrevistados. Su análisis revela la diferenciación de tres modelos de relaciones que los consumidores de Harley mantienen entre sí. Cada modelo debe entenderse como un ‘tipo ideal’ weberiano, las referencias empíricas de los cuales tienden a predominar en unos focus groups y entrevistas o en otros. A) Modelo relacional institucionalizado Este modelo surge, fundamentalmente, de los consumidores que participan en los grupos más cercanos a la empresa (HOG, Espacio Harley), y del discurso predominante en el GD1, GT4 y EO3: posición socio-económica media con alguna fracción trabajadora, y mixto en cuanto al sexo. Este discurso revela que las relaciones entre consumidores son una pieza clave y fundamental en la elaboración del sentido de las prácticas de consumo de Harley. El consumo colectivo realizado en este marco hace partícipes a los consumidores de la dimensión ‘grupo de consumidores de H.D.’, a partir de la cual éstos adquieren una identidad colectiva y compartida, además de un sentido de pertenencia que encuentra como referentes principales las relaciones recíprocas, de contacto físico, que se ponen en práctica en el consumo efectivo de la motocicleta. Como ya se ha puesto de manifiesto (Schouten y McAlexander, 1995; Shcembri, 2009), el ritualismo y el carácter muchas veces ceremonial de las relaciones en la práctica del consumo (salidas, desfiles, etc.), desarrollan un papel de mantenimiento y actualización de esta identidad colectiva, más allá de fijar o revisar los significados simbólicos del consumo, construidos de forma muchas veces autoreferencial. Entre estos consumidores son usuales las autodefiniciones en términos de “familia”, como forma de expresar la proximidad y estrechez de sus relaciones; incluso en los casos más explícitos, se caracterizan las relaciones como de “hermanos”, constituyendo incluso una “hermandad” (GD1; EA3). Atendiendo a la perspectiva interna de la relaciones, el discurso indica que los otros consumidores adquieren, por lo general, el papel de auxiliares –en el sentido sugerido por Freud (1921) como una de las formas de vínculo. La finalidad de la configuración de las relaciones se correspondería más con una dimensión lúdico-festiva y con las satisfacciones 9 asociadas al consumo (el “pasarlo bien”, “la diversión”), que no con la figura del otro en sí misma. Así lo muestran las referencias sobre el “buen funcionar” (GD1) de los compañeros, sobre quienes se proyecta la expectativa de modelos auxiliares para el divertimento en el consumo; aquellos que no funcionan, parecen no formar parte del universo de los posibles para estos consumidores. Sin embargo, el valor del “compañerismo” es característico del discurso manifiesto de los consumidores, pues les identifica como grupo amable, les proporciona cohesión interna y legitimación social; son recurrentes los relatos sobre el compañerismo: vivencias en la carretera, ayuda en accidentes, etc. Aquí las relaciones tienden hacia el dinamismo y la capacidad de cambio. Esto expresa el carácter abierto del grupo –que luego matizaremos- y la abolición de restricciones en las entradas y salidas del grupo (siempre y cuando se compartan deseos de consumo e identidad). Por otra parte, indica también un modelo de relaciones más bien débiles, frágiles e incluso triviales en algunos casos. En ocasiones las relaciones de consumo derivan a relaciones de amistad, pero en éstas el consumo de H.D. es menos relevante para su mantenimiento. De las relaciones de consumo, siguiendo el discurso, no parecen derivarse ni implicar compromisos fuertes con los otros (no nos referimos a la relación con la marca), tal y como teoriza Bauman (2001a). Lo muestran relatos sobre el desconocimiento y el manifiesto desinterés por la vida de los otros consumidores fuera de los momentos del consumo (quiénes son, qué hacen), después de 15 años de relación -se dice en el GD1-, así como la libertad de movimiento reivindicada, para las entradas y salidas de grupos y subgrupos de consumidores de H.D. (GT4). En la medida en que las satisfacciones personales y la diversión parecen ser los móviles principales de las relaciones, cuando éstas no se adecuan a tales fines, un cambio de grupo para el consumo ni tiene ni debería tener más consecuencias, según creen los entrevistados. Éstos no se representan tanto la fragilidad relacional aquí planteada, como una movilidad relacional consistente en la “suma” de relaciones (GT4); éstas se consideran, por tanto, en su dimensión cuantitativa y no cualitativa. Se reconoce, no obstante, una cierta clasificación o jerarquización de relaciones, pues mientras hay con quienes se entabla una amistad, hay quienes simplemente son “conocidos de salida” (GT4). VERBATIM 1 Por otra parte, en este contexto relacional, donde predominan los consumidores de grupos oficiales (HOG, Espacio H.D.) existe, según revelan los discursos, una cierta estructura formal por la cual determinados consumidores ejercen papeles concretos dentro del grupo (road 10 capitans, officers). Característica que indicaría una cierta división funcional del trabajo, por ejemplo, en la organización y coordinación de actividades del grupo, y por la que las relaciones se alejarían de cualquier horizontalidad comunitaria, al menos absoluta. De hecho, podríamos hablar incluso de una dimensión clientelar en las relaciones cuando los consumidores situados en alguna posición de responsabilidad en el grupo mantienen una relación laboral con la empresa. Aspecto asociado a lo formal de las relaciones grupales que sin embargo se desplaza a la dimensión informal, cuando estos consumidores se convierten en garantes del cumplimiento de las normas internas del grupo. Aunque el discurso dominante apunta a la ausencia de conflictos internos relevantes, indicando así un cierto orden y cohesión, algunas veces hace falta aplicar mecanismos informales de control, por parte de estos consumidores con responsabilidades en el grupo, con el objetivo de disciplinar los comportamientos en el sí del mismo. Esta jerarquía legítima en el sí de las relaciones grupales es lo que posibilita la expulsión del grupo de los “aprovechados”, bajo el principio (latente) de la defensa del grupo. Las representaciones sobre las normas internas del grupo, aquello que regula las relaciones, tienden a minimizarse; se aceptan y se racionalizan como una necesidad derivada de la circulación por la vía pública que implica el consumo de la motocicleta Harley, y la gestión de un grupo más o menos numeroso. La máxima que rige estas relaciones postularía que en la medida en que son consumidores de Harley, todos son iguales ante los demás. De esta forma, los consumidores son conscientes que en sus relaciones de consumo con los otros (cuando se circula, se convive, etc.) son necesarios límites y restricciones. Esta concepción pone en evidencia el principio de justicia como cohesionador de las relaciones, en el sentido del establecimiento de restricciones a todo el mundo por igual (Freud, 1929). En este primer nivel, en las relaciones el otro se reconoce como sujeto, lo que posibilita –en parte- el mantenimiento de las mismas, y en algunas ocasiones hasta la evitación de conflictos o agresividad: H: “cuando vas en grupo te tienes que amoldar a lo que hay…” (GD1). Sin embargo, encontramos indicios de una ambivalencia. El efecto homogeneizador que proporciona la condición de harlista, así como el hecho de ser un consumo –en este modelo- en el que se tiende a ‘vetar’ la entrada de aquellos motoristas que no consumen H.D., sugiere que las relaciones se configuran y mantienen en base las características compartidas, valoradas e idealizadas del Yo de los consumidores. Así, observamos, las relaciones en el consumo no se fundamentan en la plena alteridad del otro, es decir, aquello que lo hace diferente. El reconocimiento y la aceptación de los otros consumidores de Harley con quienes se mantienen relaciones se desarrollan en la medida en que se los percibe como iguales, relativamente 11 homogéneos, y donde la figura del otro se puede construir en base al modelo del Yo harlista propia de cada consumidor. En el discurso se muestra, por ejemplo, la evocación del sentimiento de familiaridad, de algo ya conocido en tanto que propio o derivado de uno mismo, aquello que en las identificaciones actuales nos recuerda algún elemento característico de nuestro Yo. En base la identidad Harley –expresan en el GT4- “parecía que nos conociéramos de hace muchos años. Y realmente nos acabamos de ver…”. En este modelo, el proceso de reconocimiento que mantiene las relaciones en el consumo se realizaría en base a aquello que es o quiere ser uno mismo, y a las similitudes que muestran los otros con el propio Yo. Así, del otro se tiende a buscar la admiración y la confirmación idealizada de las ‘bondades’ del Yo harlista; por lo que estos procesos se encuentran marcados por una sobrecarga narcisista, por lo menos de forma parcial. Ciertamente la dimensión comunitaria está presente en este modelo, por la fuente de unión que significan los valores culturales, los signos del consumo y actitudes afines de los consumidores. Sin embargo, es una comunidad en la que el otro se concibe como la extensión de uno mismo, cuando las relaciones solo se configuran por los deseos compartidos de consumo, de goce, etc., en la construcción de una comunidad de semejantes. Pues cuando dejan de serlo, pueden entrar en conflicto o ser motivo de exclusiones: nos alejamos así de cualquier forma de ‘vínculo social’ (Maturana, 1988). En este modelo relacional se observa como la Harley-Davidson, como entidad “corporativo empresarial crea las condiciones para la articulación de comunidades frías, microuniversos basados sobre socialidades privadas, arbitrarias, incompletas” (Conde y Alonso, 2002: 47). VERBATIM 2 B) Modelo individualista (y de pequeño grupo particularista) Identificamos un segundo modelo que se define por una tendencia a la individualización en el consumo. Sin ser, muy probablemente, lo predominante entre los consumidores de Harley, es sin duda significativo y relevante en tanto que muestra una lógica diferencial respecto a los otros modelos. Tiende a concentrarse en el discurso de las posiciones socio-económicas medias-altas del GD2 y EA2, así como en las medias de un núcleo del GT4. En este modelo el discurso tiende a negar las relaciones en el consumo: se rechazan, se desmitifican, contradiciendo buena parte de las concepciones relacionales del consumo de Harley anteriores. Aquí el consumo se individualiza entendiéndolo como una práctica no relacional, no en el sentido de que nunca se consume con otros (pues se suele combinar el tipo de consumo), sino como deseo o preferencia en la forma de consumir, así como en cuanto a la 12 concepción de lo que es y debe ser el consumo de H.D.; además, en este discurso se habla desde el ‘yo’ más que desde el ‘nosotros’. Los consumidores más identificados con este modelo suelen ser los más veteranos de los entrevistados; afirman su predilección por la práctica de un consumo solitario, individual, o solamente compartido con la pareja, o en todo caso, con un pequeño grupo. En este caso el consumo de Harley no encontraría en las relaciones con los demás uno de los componentes y atractivos básicos, se entendería más bien como una práctica solipsista y autocentrada. Lo relevante, según expresan los consumidores, es la relación con la marca/producto, no con los demás; por lo que la experiencia de salir en motocicleta queda, así, cerrada a una vivencia y sensación “muy personal” (GD2), en la que el otro parece quedar ignorado u obviado. Y justamente esta posibilidad de prescindir del otro que entraña tal concepción del consumo, es lo que posibilita el consumo ocasional en grupo de estos consumidores. Cuando las relaciones aparecen en el discurso lo hacen para quedar desacreditadas. Al contrario que en el modelo anterior, aquí la caracterización “familiar” y de “hermandad” del grupo se juzga como una falsa “exageración” (GD2); se dice que ni son lo habitual, ni es propio de las “salidas” que suelen hacerse en grupo. Esta valoración crítica, sin embargo, se muestra contradictoria: se critica la debilidad de las relaciones en el consumo, su falta de compromiso, y por otra parte se muestra una posición crítica con los grupos oficiales como el HOG y el modelo de relaciones que se establece con los demás, así como por la vinculación excesiva que según el presente discurso implican. Contradicción que, puesta en relación con el global del discurso, podemos interpretar como un subterfugio ideológico detrás del cual emerge el rechazo de toda forma de vínculo en el consumo. Lo que se valora en el presente discurso es la posibilidad de no vincularse con otros motoristas de Harley, dado que se llega a desconsiderarlos de forma absoluta juzgando a algunos como “cretinos totales” (GD2). Los pequeños grupos formados por amistades más o menos consolidadas son el único modelo relacional aceptado (H: ”con amigos escogidos”, GD2). Se concibe que los grupos de grandes dimensiones van en detrimento de la diversión, pues los otros aparecen en el discurso como obstáculos para la misma. Incluso las referencias a los otros consumidores en este discurso suelen hacerse en abstracto, lo que evidencia la distancia y la ausencia de referentes concretos y reales sobre un grupo o sobre relaciones en el consumo (GT4). Se afirma, de esta forma, una estrategia (Bourdieu, 1980) de diferenciación muy particularista, como génesis del presente modelo relacional. Diferenciación que se desarrolla dentro del segmento de la marca, no como consecuencia de una identificación recíproca con el 13 global de consumidores de Harley, sino en base a un particularismo individualista que tiende a minimizar hasta abolirlo el valor del otro en el consumo. VERBATIM 3 La dimensión del pequeño grupo entrañaría también una diferenciación enmarcada en términos de clase social y ciclo vital. El discurso se nutre, en ocasiones, de referencias a las posiciones socio-laborales de los miembros del pequeño grupo (profesionales liberales, directores de empresa multinacional, etc.), y proyecta un habitus común que expresa prácticas y gustos con capacidad distintiva (rutas por los Alpes franceses, por USA, etc.); sin embargo, se combinan con otras referencias con significaciones más ‘populares’ (baile country); lo que también revela una cierta amplitud, propia de las posiciones medias-altas, en la capacidad de apreciar y combinar consumos diversos. Tampoco en este modelo parecen encontrarse momentos de ‘vínculo social’, ya no solamente por su carácter privado y particularista, sino por la construcción objetiva de las relaciones a nivel interno. Es decir, el discurso expresa que entre ellos “hablan”, se “divierten”, “gozan de los buenos momentos” (EO2), sin prácticamente mención a la realización subjetiva del otro. Por lo que en las relaciones de consumo no se hace gozar (o aborrecer) al otro, no se considera en el discurso espontáneo la producción subjetiva del otro; se atiende a la dimensión objetiva de la experiencia en el consumo, obviando aquello que el otro recibe y cómo lo recibe. VERBATIM 4 C) Modelo relacional de motoclub (no exclusivo de Harley-Davidson) El último modelo identificado se corresponde con los autoproclamados motoclubs; en este caso se trata de un grupo formado por consumidores de Harley y de motocicletas ‘custom’ de otras marcas. Es probable que este discurso no sea representativo de todos los motoclubs sean o no exclusivos de Harley-Davidson. El discurso de donde surge el presente modelo predomina de forma paradigmática en el GD3, formado por hombres de posición socio-económica mediabaja, así como aparece en la EA1 y la EA4, aunque de forma más marginal. La cuestión de las relaciones en grupo es un elemento esencial para la definición de la identidad colectiva de los consumidores en este modelo. Sin embargo, a diferencia de los anteriores, aquí la identidad primordial es la de ‘motero’, con independencia de la marca que se consuma. De este modo, la importancia de la marca para el establecimiento de relaciones queda, por lo menos, relativizada. En el presente caso, las relaciones de consumo y de amistad 14 se articulan y se retroalimentan sin una clara separación; lo mismo pasa con los niveles de compromiso en las relaciones, que se juzgan iguales en el conjunto del grupo: según se dice no se producen subgrupos, ni divisiones. Incluso se conciben con un cierto sentido exclusivista, cuando se expresa que sus relaciones son “diferentes”, de una gran confianza entre los miembros, con intensidad y compromiso fuerte, y una vez más, verbalizadas como relaciones de “familia” o “fraternales”; de aquí que el relato de autodefinición sea: “nosotros somos más una peña motera que no un grupo” (GD3). Desde una perspectiva socio-cultural, las relaciones se configuran y caracterizan por las prácticas y valores expresivos compartidos entre los consumidores y afirmados en el discurso con vehemencia. El relato de la “camaradería”, del valor de la “solidaridad” entre moteros es fundamental para la identificación del grupo, como se ha puesto de manifiesto por las comunidades marca (Muñiz y O’Guinn, 2001). Por otra parte, también las afinidades en los gustos y en determinadas prácticas, más o menos asociadas al consumo de motocicletas, aparecen como proyecciones de los habitus compartidos que, efectivamente, producen espacios para el intercambio de relaciones. El interés por la mecánica de las motocicletas, la asistencia a conciertos, fiestas y concentraciones moteras, así como salidas “gamberras”, se relatan como lo más significativo. El estilo de consumo que conforman estas prácticas debe entenderse como expresión identitaria y reconocimiento social, con independencia de referencias a grupos de mayor estatus, en línea con lo señalado por Hebdidge (1979). El discurso explícito expresa la finalidad lúdica a la que se orienta el grupo. Aquí no se muestra de forma clara la dimensión ‘auxiliar’ del otro, sino que se trata de pasarlo bien estando con el otro, en un tipo de socialidad cercana a lo planteado por Simmel (1971); el grupo sí tiene una importancia destacada en la vida de sus miembros. La organización, aún siendo informal, se materializa en encuentros semanales, muchas veces destinados al ocio en sí mismo, o a la organización de eventos abiertos a otros motoristas. El compromiso con el conjunto del grupo se afirma como fundamental en el discurso; para que el grupo tenga sentido, cada miembro debe mostrar disposición a asumir un compromiso fuerte con los demás y el grupo, en un marco de relaciones que tienden a la horizontalidad, más o menos reivindicada, una vez se es miembro de pleno derecho del grupo. A nivel manifiesto, el discurso enfatiza en las relaciones basadas en la libertad plena, la falta de obligaciones y el principio de ausencia de normas; se reivindican los MC’s sin normas explícitas ni estatutos formales que regulen sus prácticas internas: H: “una de las consignas es no rules, sin normas” (GD3). 15 Sin embargo, a nivel latente, el discurso revela que los miembros del grupo se ven ceñidos a las normas implícitas y dominantes en el grupo, tanto para acceder al mismo como para desarrollar relaciones con los demás. Un elemento propio de las relaciones comunitarias que se evidencian en el discurso, es la pérdida de individualidad a favor del grupo que tiende a observarse, especialmente en el discurso de las posiciones medias-bajas del GD3. El grupo adquiere relevancia por sí mismo, proporciona identidad a sus miembros y hasta un nombre, por el cual se le considera como entidad propia. Con esta concepción, las acciones de los miembros del grupo (considerados individualmente) pasan a ser acciones del grupo, de modo que cada miembro es representante del grupo. Es importante, así, no cometer ‘errores’ o ser cauteloso en determinadas acciones, dado que lo que hace un miembro del grupo, lo hace como grupo (H: “había un C. -nombre grupo- haciendo el gilipollas…”, GD3). Se trata del predominio de la perspectiva estructural, que a su vez puede indicar un grado elevado de cohesión y coerción interna. El nivel de compromiso y la actitud mostrada ante los demás es lo principal en el proceso de aceptación de un nuevo miembro en el grupo, cuestión ampliamente debatida en el focus group, y por lo tanto, interpretamos que importante. A diferencia de los otros modelos de relación, aquí no se valora de los miembros su motocicleta, la personalización de la misma, sino la persona y sus actos. El proceso de aceptación requiere un reconocimiento del candidato por parte de los miembros de pleno derecho; lo que supone pasar unas ‘salidas’ de prueba antes de proporcionar al nuevo miembro potencial los signos identificativos del grupo (chaleco, parche, etc.). Como decíamos, la aceptación mutua, basada en el compromiso mostrado ante los demás, es lo que acaba determinando, según se expresa, la entrada en el grupo. Así, las relaciones se viven como estrechas y fuertes; no se conciben relaciones en el seno del motoclub de tipo efímero, cambiantes o marcadas por la debilidad, y donde el otro pueda ser prácticamente un desconocido o alguien con quien las hostilidades y los conflictos son posibles o probables. Este modelo tiende a reproducirse en grupos pequeños, donde el tipo de relaciones mencionadas se desarrollan más fácilmente. VERBATIM 5 Llama la atención que las relaciones con otros grupos, especialmente con MC’s, están marcadas, por lo general, por el respeto, la consideración y las buenas formas (límites y modales, permiso para el uso de insignias ya utilizadas por otros, etc.). Las relaciones se encuentran reguladas por un principio de reciprocidad, por el que se da por entendido que 16 aquello que un grupo hace -sea positivo o no- a los otros grupos, se le devolverá en otra ocasión. Lo que suele traducirse en una particular lógica del don (Mauss, 1924), consistente en una asistencia pacífica y amistosa a eventos organizados por grupos ajenos, actividades, etc., con la expectativa de que los demás grupos se comporten igual en los eventos organizados por el propio grupo. Las relaciones en el consumo aquí se orientan a mostrar a los otros grupos la consideración o cortesía rendidas, que es lo que deberá ser devuelto en futuros eventos. Teniendo en cuenta lo dicho, el sistema de representaciones y normas que caracterizan este modelo de grupalidad encarnaría, para estos consumidores –a nivel personal- la figura del ideal del Yo (Freud, 1921). Las significaciones y vivencias asociadas al grupo no responderían al enaltecimiento del Yo, ni únicamente a la consecución de placeres inmediatos, como parecía ocurrir en los modelos anteriores, en especial el primero. Aunque no deje de tratarse de un modelo grupal cerrado y particularista, las relaciones en el grupo tienen como referentes proyectos y aspiraciones, así como modelos ideales y culturales en los que no están ausentes las renuncias y el esfuerzo de adecuación, aunque se trate de una grupalidad por afinidad. Razón por la que parece plausible interpretar que las significaciones de estas relaciones de grupo ocupan una dimensión análoga al ideal del Yo para estos consumidores. Con las proyecciones del ideal en el grupo, la identificación recíproca resultante se afirmaría como lógica motivacional de las relaciones en el sí del grupo, juntamente a los elementos socioculturales ya mencionados. Finalmente, parece difícil afirmar la presencia inequívoca de ‘vínculo social’, en la medida en que se presentan elementos contradictorios. Si bien las relaciones son de fuerte compromiso, orientadas al otro, al grupo, también hemos visto que no dejan de mostrarse con un carácter privado, particular, pues el modelo de ideal del Yo movilizado no responde a ningún proyecto colectivo, global e integrador más allá del grupo en el consumo. Además, se muestra un componente de despersonalización que implica una cierta pérdida de autonomía personal, y de hecho, puede implicar también, aunque no necesariamente, la negación de la alteridad del otro. 5.2. Los lazos en el consumo de Harley-Davidson Los discursos han mostrado también la relevancia que tienen los lazos en las prácticas de consumo, en diferentes contextos en los que se expresan formas diversas de referirse a los otros; recordemos, aquí como formas unilaterales y no recíprocas de vínculo. 17 A) Lazos con no consumidores de Harley-Davidson: diferenciación, aprobación y envidia Los discursos muestran como los consumidores de Harley construyen una figura de los ‘otros’, fundamental en los procesos de configuración identitaria por la vía de la diferenciación, en base a los no poseedores de Harley y, especialmente, a aquellos que consumen otras marcas de motocicletas. La caracterización de los no harlistas se fundamenta en el desplazamiento de las diferencias percibidas entre marcas a las diferencias sociales entre consumidores. Igual que pasa con las marcas, los consumidores no harlistas siempre son ‘los otros’ consumidores, en una diferenciación que más que basarse en la ubicación a un punto u otro en la estructura social, se basa en el establecimiento de diferencias simbólicas y estéticas de tipo exclusivista: la identidad harlista siempre es mejor y más atractiva que la de los demás. No se observa, sin embrago, un claro sentido de estatus vertical, que en todo caso se desarrolla, ambiguamente, en el discurso de las posiciones medias del GD1. Los ‘japos’, por ejemplo –se dice en prácticamente todas las entrevistas y focus-, conductores de marcas japonesas de “carreras”, son considerados como motoristas “antisociales”, que van “absolutamente a su rollo”, “pasan de todo” y siempre se encuentran exageradamente obsesionados con la demostración –algo infantil- de una conducción rápida, competitiva y peligrosa, que se apoya en la imagen sobretecnologizada de las marcas japonesas de motocicletas. Incluso se ha llegado a identificar el perfil de estos otros consumidores con la juventud y algunos de sus tópicos: la inclinación inmadura por el riesgo, la falta de responsabilidad, etc. Valores, todos ellos, opuestos al perfil identitario con el que los consumidores de Harley entrevistados se identifican. Los ‘japos’ son representados en los discursos como consumidores realmente frustrados en su voluntad supuestamente imitadora de los harlistas; por lo tanto, consumidores -se dice- “resignados”, “poco atrevidos”, que se contentan con el ‘segundo plato’ de las motos, dentro del sistema de imágenes de marca de motocicletas. Esta forma de lazo basada en la oposición con aquello que los consumidores de Harley no sienten como propio, se articula también con un lazo de marcado carácter narcisista. Abundan en los discursos, especialmente de los consumidores de posición socio-económica media (GD1; GT4; EO4), que según Bourdieu (1979) son las que más se juegan el poder simbólico en el juego de las apariencias, una actitud (latente) con la que se colocan ante los otros como objetos de deseo, en tanto que se definen como harlistas. Los consumidores de Harley tienden a situarse como objeto de las miradas y valoraciones ajenas, con la finalidad de que les sea confirmada su imagen atractiva, deseada, que podemos asociar al Yo ideal (Freud, 1914), en la 18 medida en que es la imagen idealizada de aquello que les gustaría ser, a la que proyectan todos los valores atractivos. Se trata de una forma de lazo que se fundamentaría en el principio relacional del gustar (Landowsky, 1997): H: “es que me encanta que me miren” (GT4); “les gusta la H.D. y a mí me encanta que les guste” (EA4); H: “nos gusta mucho que nos miren las motos” (GD1). Dentro de esta lógica, observamos que si para los consumidores de Harley, su Harley-Davidson es un irresistible objeto de deseo, valoración que además atribuyen a amplias capas de la población, desarrollan en el discurso una posición de sujetos admirados y envidiados por los otros en tanto que consumidores de Harley (H: “yo creo que es admiración, o sea, se ha comentado ya que a todo el mundo le gustaría tener una Harley” GT4; H: ”generalmente nos tienen envidia”, EA1). De modo que parafraseando a Simmel (1911: 37), “el sentimiento que” el consumidor de Harley “percibe a su alrededor es una combinación placentera de aprobación y envidia”. De tal manera que el conjunto de esta estrategia de diferenciación socio-simbólica encuentra apoyo en aquellas aspiraciones que los harlistas imaginan que tienen los demás y ante las cuales se colocan como poseedores de los objetos de deseo. En este sentido, es particularmente interesante subrayar que esta creencia en la envidia de los otros tiene efectos reforzadores para los lazos entre consumidores de Harley-Davidson, aquí como grupo imaginario, en la medida en que se cree que estos ‘otros’ no ponen en cuestión la identidad harlista, sino más bien al contrario, en excepción de aquellos discursos en los que se muestra la dimensión agresiva de la envidia, por la que se “menosprecia la marca” H.D (D: “menospreciar la marca porqué bueno (…) un poco de envidia, sí”, EA3). Tal vez ésta sea una lógica de creación de vínculo poco investigada, especialmente en sus aplicaciones a los vínculos en el consumo. Es sabido que tradicionalmente se ha enfatizado en el enemigo exterior, el conflicto (Freud, 1921; Simmel, 1971), o los valores y afectos compartidos como fundamentos y lógicas de vínculo (Tönnies, 1887; Durkheim, 1912; Freud, 1921; Weber, 1922), pero no en los efectos de la creencia en la envidia proyectada sobre los demás. El trabajo sobre la mimesis del antropólogo René Girard (1988) se acerca a la cuestión. VERBATIM 6 B) El grupo imaginario: la dimensión simulacro Sin desarrollar por razones de espacio. C) Los ‘otros’ consumidores de Harley-Davidson: entre ‘radicales’ y ‘elitistas’ 19 En el presente contexto de lazos destacamos las dos figuras del ‘otro consumidor de Harley’ por las que se han orientado los discursos. La figura del Harley radical se construye, desde una perspectiva ajena, en base a la oposición a las características con las que los estos consumidores se identifican: consumidores “normales” –dicen ser-, “familiares”, con “responsabilidades”. Así, los ‘radicales’ serian aquellos consumidores vinculados a los motoclubs, a las bandas, de origen más o menos marginal (ver Harris, 1985). En este discurso la imagen del radical siempre se encuentra asociada a un grupo, perdiendo el sentido cuando un consumidor se lo considera desde su individualidad. Para los productores de este discurso, los harlistas radicales organizan la totalidad de su vida alrededor del grupo y sus actividades, de aquí que se tienda a connotarlos negativamente como “sectarios” o “bandas”. En contraste con la relativa diversidad y separación de esferas vitales de los consumidores de las clases medias y medias-altas (consumo/ocio, trabajo, familia, etc.), se concibe que los consumidores radicales tienen el grupo de consumidores de motocicleta como prácticamente el único espacio social y simbólico, o por lo menos es uno de los más importantes en sus vidas. Esta reducción y uniformización de espacios vitales tiende también a cristalizarse en la identidad: el grupo harlista radical condesaría para muchos de sus miembros, los espacios familiar, de trabajo, consumo y ocio, o grupo de iguales. Por otra parte, se enfatiza en las relaciones jerárquicas, rígidas y normativizadas que los gobiernan (pruebas servicios, encargos, etc.), así como en el carácter omnipresente que tiene el grupo en la vida de los consumidores radicales. En contraste con las relaciones de los consumidores pertenecientes al HOG, u otros grupos análogos, el dinamismo y la flexibilidad serían inconcebibles –se critica- en los grupos radicales. Pues el compromiso que se reclama es elevado e incompatible con la visión lúdico-festiva y algo ligera de los grupos más convencionales. Al hacerse patente estas características, la identidad motera de la cual buscan diferenciarse los autores del presente discurso, es aquella que responde el tópico que asocia “el mundo motero al mundo de la violencia”, porqué según se expresa, es “al revés” (EA1). VERBATIM 8 La figura del Harley elitista, reverso de la construcción de la alteridad harlista anterior, se construye también con una clara orientación diferenciadora, e incluso con algunas dosis de hostilidad hacia un modelo de consumidor que se imagina –y que de hecho se corresponde bastante ajustadamente con la realidad, al menos en Catalunya- adinerado y bien situado socialmente, al que se le proyecta, desde el presente discurso, una imagen de poca autenticidad y de oportunista. Se trata de un lazo en el que la construcción del otro se inscribe en un proceso 20 de oposición y desacreditación, que encuentra su contexto en el proceso de apertura simbólica de Harley-Davidson, con el que se han incorporado a su consumo sectores sociales no tradicionalmente moteros y situados en posiciones medias y medias-altas de la estructura social. Los elitistas de Harley –expresa el discurso- serían el consumidor ‘nuevo rico’ que ha aprovechado la bonanza económica de años anteriores y su situación económica favorable como oportunidad de acceder a comprarse una Harley-Davidson. Proceso que es profundamente criticado, en la medida en que se juzga desde su inautenticidad inherente. Se expresa que lo que estos consumidores adinerados hacen es “disfrazarse los fines de semana”, para salir con la motocicleta a hacer el ridículo, el “panoli” (GD3). La supuesta inexperiencia y el carácter oportunista de este consumo, delatan de esta forma, una flagrante falta de identidad motera, siendo aquello a lo que los consumidores del GD3 dan más valor. Éstos, frustrados en cierta forma por la imposibilidad o dificultad económica de adquisición de una motocicleta Harley, así como por el proceso de apertura social y consumista que ha sufrido la marca en los últimos años, denuncian explícitamente en el discurso, el paso realizado por la imagen de la marca y el cambio en algunos de los vectores identitarios asociados a su evolución. De los valores de la práctica, referidos al orden del ‘hacer’ (imagen de marca e identidad motera asociados a las prácticas de los consumidores), se ha pasado –critican- a los valores lingüísticos referidos al orden del ‘decir’ (aquello que se dice sobre la marca y sus consumidores). Desde el presente discurso se critica que con finalidades comerciales, la imagen de Harley y sus consumidores ha dejado de caracterizarse por aquello que sus consumidores hacían (bandas, salidas espontaneas, vandalismo, etc.), para hacerlo a partir de aquello que se dice sobre la marca (la leyenda, el mito de Harley, etc.), pero sin un correlato práctico y realístico. Se habla, más que practica, el estilo de vida de un motorista Harley, de la leyenda de lo que ha venido siendo Harley-Davidson. Crítica expresada en el discurso y orientada a hacer evidente la distancia existente entre los moteros de las clases medias-bajas del GD3, sean o no harlistas, y los harlistas llamados elitistas, afirmando la propia identidad de ‘motero auténtico’, aunque en algunos casos sea a costa de renunciar –probablemente por falta de dinero- a una Harley-Davidson, o a una Harley mejor que la que tienen. VERBATIM 9 Atendiendo a este discurso, podríamos señalar como fundamento de este lazo, un cierto resentimiento dirigido a esta figura de los otros, harlistas adinerados y elitistas. Resentimiento que, en la dinámica diferencial que apuntábamos, se configuraría como substrato emocional más o menos consciente, que ejerce como mediador -a nivel personal- de la lógica de 21 diferenciación social y simbólica. Este resentimiento remitiría al hecho de que los otros adinerados tienen, sin la legitimidad requerida, una Harley o una Harley mejor valorada y más cara que la que ellos pueden poseer; mientras que la diferenciación se orientaría a cómo esta figura del otro se imaginan que es: elitista y oportunista. El discurso revela, por tanto, una crítica a la apropiación ilegítima de la marca y la identidad motera de las posiciones medias y medias-altas, por parte de los sectores moteros más populares. Lo que, siguiendo las concepciones expuestas, no se corresponde con ninguna posibilidad de desarrollo de ‘vínculo social’. VERBATIM 10 6. Conclusiones e implicaciones: el ‘vínculo social’ fallido en el consumo Los resultados presentados, más allá de poner de manifiesto que los vínculos en el consumo de Harley se producen a partir de relaciones interpersonales, referencias a otros surgidas de situaciones cotidianas, identidades, valores e intereses comunes, o la construcción más o menos colectiva del sentido de los vínculos, aunque sea para rechazarlos, también nos muestran cómo los vínculos en el consumo tienden a orientarse, fundamentalmente, a la diferenciación y a la identificación grupal. Diferenciación con aquellos percibidos como diferentes, ya sea por sus prácticas de consumo, por los deseos de consumo, por los códigos, estilos, valores y normas usadas; diferenciación que también expresa las luchas simbólicas entre grupos sociales, incluso dentro de un mismo segmento/marca de consumidores, y que evidencia un juego muchas veces competitivo y exclusivista por el poder simbólico y el reconocimiento social. La identificación, según hemos visto, adquiere un carácter marcadamente particularista, privado, identitario, de un pequeño-grupo con unos universos simbólicos también privados y autoreferidos, sean los vínculos más fuertes o más débiles, muestren éstos mayor o menor grado de compromiso con los otros y el grupo. No hemos observado en los discursos ninguna traza clara de ‘vínculo social’ en el sentido en que lo hemos definido; el consumo de marcas, y en particular el de Harley-Davidson, difícilmente puede representar un contexto de aceptación mutua entre consumidores. Las semejanzas y autodefiniciones, los deseos, símbolos y códigos coincidentes, así como la aprobación y reconocimiento lúdico y narcisista, es prácticamente lo único que motiva y para lo cual se tiene en cuenta al otro. Desmantelados los mecanismos institucionalizados de la era keynesiana-fordista, y en un contexto de remercantilización generalizada de la vida, el consumo privado muestra como uno 22 de los ámbitos de reconstrucción de las identidades, socializaciones y socialidades que en los últimos años se han visto en crisis. Sin embargo, se trata de una salida fallida de la reconstrucción de la solidaridad y el vínculo social, en la medida que desde el consumo de marcas, se carece de un proyecto global, integrador y universalista para la reconstrucción de nuestras sociedades. 7. Bibliografía Alonso, Luis Enrique (1998), La mirada cualitativa en sociología. Madrid: Fundamentos. (2005), La era del consumo. Madrid: Siglo XXI. Alonso Luis Enrique and Fernández Rodríguez, Carlos J. (2013) Los discursos del presente. Un análisis de los imaginarios sociales contemporáneos. Madrid: Siglo XXI. Anderson, Benedict (1983) Imagined Communities. Reflexions on the Origin and Spread of Nationalism. New York: Verso. Atkin, Douglas (2004) Culting of Brands: Turn Your Costumer into True Believers. New York: Penguin Group. Baumn, Zigmun (2001a), Community: Seeking Safety in an Insecure World. Cambridge: Polity. (2001b), The Individualized Society. Cambridge: Polity Press. (2007), Consuming Life. Cambridge: Polity Press. Barbeta, Marc (2011), “Lo que “marcan” las marcas: una aproximación socio-histórica al consumo de marcas”, Política y Sociedad, 48 (1): 95-116. Belk, Russel W. and Tumbat, Gulnur (2005), “The cult of Macintosh”, Consumption, Markets, and Culture, 8 (3): 205-17. Carlson, Brad D., Suter, Tracy A. and Brown, Tom J. (2008) “Social versus psychological brand community: The role of psychological sense of brand community”, Journal of Business Research, 61 (April): 284-91. Castel, Robert (2003), L’insecurité sociale. París: Seuil. Conde, Fernando (2008) “Los grupos triangulares como ‘espacios transicionales’ para la producción discursiva: un estudio sobre la vivienda en Huelva”, in Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social, Ángel J. Gordo y Araceli Serrano, eds., Madrid: Pearson: 155-88. (2009), Análisis sociológico del sistema de discursos. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. Conde, Fernando and Alonso, Luis Enrique (2002), “Gente conectada: la emergencia de la dimensión fática en el modelo de consumo glocal”, Política y Sociedad, 39 (1): 27-51. Cova, Bernard (1997), “Community and Consumption: Towards a Definition of the ‘Linking Value’ of Producto r Services”, European Journal of Marketing, 31 (3-4): 297-316. Cova, Bernard and Cova, Véronique (2002), “Tribal marketing: the tribalisation of society and its impact on the conduct of marketing”, European Journal of Marketing, 36 (5/6): 595620. Cova, Bernard, Kozinets, Robert V. and Shankar, Avi (2007), Consumer tribes. Oxford and Burlington: Butterworth-Heinemann. Douglas, Mary (1996) Thought Styles: Critical Essays on Good Taste. London: Sage. Douglas, Mary and Baron Isherwood (1979), The World of Goods, New York: Basic. Durkheim, Emile (1893/1933), The Division of Labor in Society, trans. George Simpson, New York: Free Press. 23 (1912/1965), The Elementary Forms of the Religious Life, New York: Free Press. Fournier, Susan, Sensiper, Silvya, McAlexander James H. and Schouten John W. (2000), ‘Building brand community on the Harley-Davidson posse ride’, Harvard Business School Case, Reprint N. 501009, Milwaukee. Freud, Sigmund (1914/2004) On the Introduction of Narcisism. New York, Penguin Books. (1915/1991) On Metapsichology: the Theory of Psychoanalysis. New York: Penguin Books. (1921/2004) Mass Pshicology and Analysis of the I. New York: Penguin Books. (1929/2010) Civilization and Its Discontents. London: Norton & Company. García Ruiz, Pablo (2005) “Comunidades de marca. El consumo como relación social”, Política y Sociedad, 42 (1): 257-72. Giddens, Anthony (1991), Modernity and Self-identity. Self and society in the Late Modern Age. Cambridge: Polity Press. Girard, René (1978) To the double business bound: Essays on literature, mimesis and anthropology. Baltimore, John Hopkins University Press. Harris, Maz (1985), Bikers: Birth of a Modern-Day Outlaw. London: Faber and Faber. Hebdige, Dick (1979) Subculture: The Meaning of Style. London: Routledge. Hikman, Thomas and Ward, James (2007), “The Dark Side of Brand Community: Inter-Group, Stereotyping, Trash Talk and Schadenfreude”, Advances in Consumer Research, 34, eds. Fitzsimons, Gavan and Morwitz, Vicki, Duluth, MN : Association for Consumer Research: 314-319. Holt, Douglas (1998) “Does Cultural Capital Structure American Consumption?”, Journal of Consumer Research, 25 (June): 1-26. Ibáñez, Jesús (1979), Más allá de la sociología: el grupo de discusión: teoría y crítica. Madrid. Siglo XXI. Laplanche, Jean and Pontalis, Jean-Bernard (1967/1996) Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Paidós. Landowski, Eric (1997) “Gosto se discute”, in O gosto da gente o gosto das coisas: abordagem semiótica, eds., Landowsky, Eric and Fiorin, Jose Luiz, Sao Paulo, EDUC: 97-160. Lasch, Cristopher (1979) The Culture of Narcisism. New York: Norton. (1983) The Minimal Self: Psychic Survival in Troubled Times. New York: Norton. (1995) Haven in a Heartless World: The Family Besieged. New York: Norton. Lipovetsky, Gilles (1983) L’ère du vide. Essais sur l’individualisme contemporain. Paris: Gallimard. (2006) Le bonheur paradoxal. Essai sur la société l’hyperconsommation. Paris : Gallimard. Lee, Martyn J. (1993), Consumer Culture Reborn: the Culture Politics of Consumption. London: Routledge. Maffesoli, Michael (1988), Times of Tribes: The Decline of Individualism in Mass Society. Thousands Oaks CA: Sage. (1990), Au creux des apparences. Pour une éthique de l'esthétique. Paris : Plon. (1996), Contemplation Of The World : Figures of Community Style. Minnessota: University of Minnessota Press. Martin, Diane, Schouten John, Mc Alexander James H. (2006) “Claiming the throttle: multiple femininities in a hyper-masculine subculture”, Consumption, Markets and Culture, 9 (3):171–205. Mc Alexander James H., Schouten, John W. and Koening, Harold F. (2002), “Building brand community”, Journal of Marketing, 66 (January): 38–55. 24 McAlexander, James H., Kim, Stephen K. and Roberts, Scott D. (2003) “Loyalty: The influence of satisfaction and brand community integration”, Journal of Marketing Theory and practice, 11 (4), 1-11. Mc Cracken, Grant (1988) Culture and Consumption. Bloomington, IN: Indiana University Press. Merton, Robert K. and Barber, Elinor (1976), “Sociological ambivalence”, in Sociological ambivalence and others essays, ed. Merton, R. K., New York: The Free Press, 3-31. Muñiz, Albert. M., and O’Guinn, Thomas, (1996) “Brand Community and the Sociology of Brands”, in the Special Sessions “Comunities of Consumption: A Central Metaphor for Diverse Research”, Advances in Consumer Research, 23, Kim P. Corfman and John G. Lynch, eds. Provo, UT: Association for Consumer Research, 265–66. (2001) “Brand community and the sociology of brands”, Journal of Consumer Research, 27 (March):412–32. Muniz, Albert M. and Hamer Lawrence O. (2001), “Us Versus Them: Oppositional Brand Loyalty and the Cola Wars”, Advances in Consumer Research, 28, eds. Mary C. Gilly and Joan Meyers-Levy, Valdosta, GA: Association for Consumer Research, 355-61. Nelson, Katherin (1986) Event Knowledge: Structure and Function in Development. New York: Routledge. Olins, W., (2000) “How Brands are Talking over the Corporation”, in The expressive Organization, ed. Shcultz, Majken., Hatch, Marie Jo. and Larsen, Magens H. Oxford: University Press, 51-65. Ouwersloot, Hans and Odekerken-Schröder, Gaby (2008), “Who is who In Brand Communities and Why?” European Journal of Marketing, 42 (5/6): 571-85. Patterson, Maurice and O'Malley, Lisa (2006), “Brands, consumers and relationships: A review”, Irish Marketing Review, 18 (1 & 2): 10-20. Schembri, Sharon (2009), “Reframing brand experience: The experiential meaning of HarleyDavidson”, Journal of Business Research, 62 (December): 1299-310 Schouten John W. and Mc Alexander James H. (1995), “Subcultures of consumption: an ethnography of the new bikers”, Journal of Consumer Research, 22 (June): 43–61. Sennett, Richard (1979), The Fall of Public Man. New York: Penguin Books. (2012), Together: The Rituals, Pleasures and Politics of Cooperation. New York: Penguin Books. Simmel, Georg (1971) On Individuality and Social Forms: essays of Georg Simmel. Chicago: University of Chicago Press. Thomas, Tandy C., Price, Linda L., and Schau, Hope J. (2013) “When Differences Unite: Resource Dependence in Heterogeneous Consumption Community”, Journal of Consumer Research, 39 (February) 1110-133. Tönnies, Ferdinand (1887/1957), Gemeinschaft und Gesellschaft, trans. Charles P. Loomis, East Lansing: Michigan State University Press. Tuominen, Pasi (2011), “Brand Tribalism -A Netnographic Exploration of Virtual Communities”, UH Business School Working Paper, https://uhra.herts.ac.uk/dspace/handle/2299/5549.