DIFERENCIAS EN LA ESCALA DE VALORES ÉTICO-MORALES CHINA Y OCCIDENTAL

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DIFERENCIAS EN LA ESCALA DE VALORES ÉTICO-MORALES
CHINA Y OCCIDENTAL
María Antonia García Martínez
Universidad Tamkang de Taipei
[email protected]
1. RESUMEN
La escala de valores ético-morales occidental está profundamente enraizada en la
herencia cultural greco-latina y cristiana, mientras que la china lo está en la herencia
cultural del confucionismo.
Ambas contienen similares valores ético-morales, si bien la diferente ordenación
de los mismos en una y en otra da lugar a llamativos contrastes en las respectivas
normas de cortesía (Álvarez, 2007; Kerbrat-Orecchionni, 2004), en los hábitos
cotidianos domésticos y de comunicación, en las pautas éticas y estéticas y en múltiples
aspectos que reflejan el modo de pensar de sendas culturas.
El análisis de las diferencias en la categorización de las respectivas escalas de
valores resulta ineludible para la mutua comprensión y para la comunicación entre la
cultura china y la occidental.
Para mencionar un ejemplo, ciertas vías mediante las cuales los occidentales
ponemos en práctica nuestra aspiración al razonamiento lógico, como valor tan
profundamente inculcado por la cultura greco-latina, suelen resultar incomprensibles
desde el punto de vista chino.
Bajo la óptica china, el ejercicio de contraste de pareceres, de opciones y de
opiniones que los occidentales exhibimos ante determinadas situaciones, resulta en
ocasiones mera palabrería innecesaria para alcanzar objetivos. La más elevada
categorización china de otros valores de herencia confuciana, como son el equilibrio y
la elusión de conflictos, puede fácilmente convertir nuestro ejercicio de intercambio de
razones en vana tendencia a la discusión y al enfrentamiento, según la apreciación
china.
Durante las sesiones del pasado XXVI Seminario Internacional AISOC, mi
comunicación (García, 2013) ofrecía detallados ejemplos prácticos de grandes
contrastes entre las normas de cortesía chinas y occidentales, a través de comentarios
1
ofrecidos por mis estudiantes de la Universidad Tamkang de Taipéi. Si bien, los límites
de aquella comunicación impedían una reflexión más detallada sobre cómo una ligera
alteración en la categorización de los mismos valores, chinos y occidentales, puede dar
lugar a actitudes propias de la cultura china que los occidentales calificaríamos de
incomprensiblemente herméticas, así como a conductas arraigadas en la cultura
occidental que a los chinos se les antojarían inexplicablemente superfluas.
PALABRAS CLAVE
Escalas de valores, China, Occidental.
2. VALORES ÉTICO-MORALES EN EL CONFUCIONISMO
Respetando la tradición, Confucio confesaba que sus enseñanzas recuperaban
una larga herencia de sabiduría de la cultura china, con la aspiración de influir en los
hábitos de los gobernantes y del pueblo. Según las mismas (Brooks y Brooks, 1998), la
prosperidad de una sociedad requeriría una gran armonía basada en un orden que
respetase la jerarquía en las relaciones entre antepasados/familia, gobernante/súbdito,
marido/mujer, padre/hijo, hermano mayor/hermano menor, teniendo en cuenta el rango
superior del antepasado común de la humanidad, el Cielo o, según más antiguos
documentos, el Señor del Cielo, de quien descendería el Emperador.
En tales relaciones, el superior está obligado a ofrecer protección y el inferior,
lealtad y respeto. Según el confucionismo, la jerarquía no puede ser únicamente social,
sino que debe ser también moral.
Su escala de valores ético-morales, orientada al equilibrado desarrollo de la
sociedad estaba encabezada por la benevolencia, la caridad, la tolerancia, la lealtad, la
reciprocidad, la justicia, el respeto a la jerarquía, a la familia, a los antepasados y a la
tradición, el estudio, la meditación, la introspección, el autocontrol, el equilibrio, la
armonía, la ausencia de conflictividad y la aspiración al “justo medio”. El buen ejemplo
de gobernantes, maestros y progenitores inspirarían tales virtudes en los súbditos,
estudiantes y descendientes.
A pesar de defender la igualdad de todos los hombres, independientemente de su
posición o procedencia, el confucionismo mantiene que la naturaleza de algunos cuenta
con más elevadas aspiraciones ético-morales, por lo que no todos pueden mantenerse
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iguales, ya que sería perjudicial para el buen funcionamiento del orden social y para su
equilibrada estabilidad.
Quien mejor practica las virtudes esenciales es un hombre superior y, habiendo
pocos que se eleven a lo mejor de la humanidad, estos tienen la misión de dirigir a la
sociedad y de ocupar los cargos públicos.
Con el fin de conseguir la armonización con los principios del Cielo, el hombre
debe dedicarse a una introspección dirigida a detectar y perfeccionar la bondad que es
inherente a la naturaleza humana. Para ello, es esencial el estudio de las enseñanzas de
los antiguos sabios.
Ambas disciplinas, introspección y estudio, conducirían a una interiorización de
buenas formas, que se manifestaría en precisión en ritos religiosos y en ceremonias y
protocolos sociales. Tal precisión en ceremonias y protocolos tiene gran importancia en
el confucionismo, como hábito de autodisciplina y de control de uno mismo, como
símbolo de jerarquía y poder y como garantía de orden y equilibrio social.
Su apropiada práctica desarrollaría la lealtad y la compasión, lo que llevaría al
discernimiento de la justicia.
La ambición de lucro propio alejaría del perfeccionamiento, teniendo en cuenta
que el ser humano apenas tiene valor en el confucionismo como individuo
independiente, sino como miembro de una sociedad concienciado de su posición
jerárquica, de su función, de sus obligaciones y de su protocolo.
Esta conciencia de posición jerárquica, función, obligaciones y protocolo
comenzaría en la sociedad familiar, entendida como un colectivo extenso de parientes y
no como un grupo reducido de padres e hijos.
Los antepasados son parte integrante de ese colectivo familiar extenso y reciben
ofrendas, principalmente de alimentos, si bien actualmente parece quedar algo
difuminado el objetivo original de las mismas, como convención espiritual de ayuda
para el bienestar de los difuntos, ya que facilitarían su progresivo desapego de los
bienes materiales.
Teniendo en cuenta que tal bienestar de los antepasados favorecería la
prosperidad de sus descendientes, las ofrendas parecen hoy encaminadas a evitar el
castigo de los mismos y a esperar que procuren beneficios (Brooks y Brooks, 1998).
Confiando en evitar reticencias, esta práctica de ofrendas a los antepasados
aparece generalizada entre los fieles de todas las antiguas religiones y de la mayor parte
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de las actualmente vigentes en Asia, África, América y Oceanía, siempre que no hayan
asimilado el cristianismo o el islamismo.
A pesar de no ser esta comunicación el medio más apropiado para más extensos
comentarios sobre esta cuestión, quizás sea interesante evocar que la tradicional ofrenda
a los antepasados fue con grandes dificultades erradicada del cristianismo, tras la
insistencia en su abolición de sucesivos concilios (García, 2006)
ya que fue una
práctica generalizada entre sus fieles durante siglos (Février, 1978: 211).
3.
CATEGORIZACIÓN
EN
LAS
ESCALAS
DE
VALORES
CHINA
Y
OCCIDENTAL
No podríamos afirmar que los mencionados valores ético-morales enraizados en
el confucionismo fueran ajenos a los del cristianismo. A excepción de la gran
importancia del protocolo, de la marcada jerarquización familiar y social y del culto a
los antepasados, también para el cristianismo son valores fundamentales la
benevolencia, la caridad, la tolerancia, la lealtad y reciprocidad, el respeto a la familia y
la generosidad, entre otros.
Sin embargo, en la escala de valores ético-morales occidental, las enseñanzas del
cristianismo aparecen moduladas por las virtudes enaltecidas por los filósofos griegos.
Tales valores procedentes de los pensadores griegos aparecen tan profundamente
enraizados en el subconsciente colectivo de nuestra cultura occidental, que la magnitud
de su intensidad no parece resultarnos evidente sin acudir a comparaciones.
En el caso de la propia experiencia de esta autora, únicamente después de haber
convivido con una cultura china durante 17 años, y acudiendo al marcado contraste de
sus hábitos cotidianos con los de la cultura occidental, ha sido posible constatar, con no
poca fascinación, hasta qué punto tales valores griegos han modulado la escala éticomoral propia del cristianismo e, incluso, han prevalecido sobre ella.
Una esquemática categorización en las escalas de valores chinos y occidentales
podría responder a la siguiente clasificación:
3.1 Categorización de valores ético-morales chinos enraizados en las enseñanzas del
confucionismo:
Equilibrio y armonía en las relaciones con el cosmos y con la sociedad.
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Elusión de conflictos y desequilibrios.
Precisión en ritos religiosos y en ceremonias y protocolos sociales.
Orden, respeto a la jerarquía social (equivalente a jerarquía ético-moral).
Conciencia de miembro de una sociedad, más que de ser humano individual.
Conciencia de posición jerárquica, función y protocolo en la familia y en la sociedad.
Respeto a la tradición a los mayores y a los antepasados.
Introspección, reflexión, estudio de las enseñanzas tradicionales de sabiduría.
Autodisciplina, dominio de uno mismo, contención.
Humildad.
Benevolencia, caridad, tolerancia.
Lealtad, reciprocidad.
Espíritu de servicio.
Aceptación, de circunstancias personales y sociales con equilibrada actitud.
3.2 Categorización de valores ético-morales occidentales enraizados en el pensamiento
griego:
Razón (razonamiento lógico aplicado a todas las ramas del saber).
Discernimiento a través del estudio individual y de la dialéctica colectiva.
Discernimiento e interpretación metafísica individual.
Sinceridad.
Expresión franca, clara, concisa y directa.
Libertad (de opinión, de expresión de sentimientos y pensamientos, etc.)
Igualdad.
Fraternidad.
Conciencia del valor individual, dentro del respeto a la familia y a la sociedad.
Conciencia del valor de los logros personales, de la creatividad individual.
Independencia.
Educación y respeto a las normas sociales, evitando el exceso protocolario.
3.3 Valores comunes para ambas escalas, china y occidental.
A excepción de la gran importancia del protocolo, de la marcada jerarquización
familiar y social y del culto a los antepasados, el gran impacto del cristianismo dejó
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bien arraigadas virtudes comparables a las del confucionismo, la humildad, la caridad,
la generosidad, la bondad y la tolerancia, el amor al prójimo, la sinceridad, entre otras,
valores que tampoco se puede decir que fueran ajenos a las enseñanzas de varios
pensadores griegos.
Interconectados, en el mejor de los casos, y a menudo supeditados, a la escala de
valores griegos, y modulándose entre sí, aparecerían los compartidos por el cristianismo
y el confucionismo. Recíprocamente, a continuación de la escala de valores principales
chinos aparecerían algunos de los griegos, como la sinceridad, la libertad, aunque
equilibrada y restringida a límites más estrechos que los occidentales y algunos otros,
exceptuando en gran medida los relacionados con el individualismo, el valor de los
logros personales y la creatividad personal, la discusión dialéctica y, desde luego, la
libre expresión clara, concisa y directa, desprovista del necesario protocolo chino
dirigido a mantener el equilibrio, la armonía y el orden y a eludir conflictos.
Sin embargo, del mismo modo que cada “cara” tiene su “cruz”, los valores
característicos de cada escala, llevados a un exceso, aparecen desvirtuados, o
convertidos en defectos ante la percepción de observadores de distintas culturas.
Por ejemplo, nuestra estimada libertad occidental lógicamente es percibida
como libertinaje por cualquier turista chino que contemple los deteriorados entornos y
comportamientos juveniles asociados al “botellón”, al uso de drogas y a los excesos en
el consumo de alcohol.
También ante nuestros ojos occidentales tales comportamientos denotan
libertinaje, si bien, ante tal peligro, la sociedad china opta por restringir la libertad, en su
conjunto, mediante límites más estrechos, rebajándola a posiciones inferiores en su
escala de valores, hasta tal punto que tomarse una cerveza en Taiwán, en compañía de
nativos de cualquier edad, inevitablemente conlleva una serie de explicaciones dirigidas
a dejar claro que quien disfruta de ella, de vez en cuando, no es necesariamente un
alcohólico.
Una pregunta bastante generalizada entre ellos cuando, en vez de zumo de
naranja, se consume una cerveza en una discoteca sería “¿Es que la necesitas?”.
La “cara” de nuestra sincera, clara, concisa y directa expresividad occidental
también ofrece su “cruz”, cuando ciertas observaciones u opiniones resultan
excesivamente hirientes.
Del mismo modo, la “cara” de las virtudes chinas también comporta una “cruz”
y su protocolo expresivo, o su silencio introspectivo, dirigidos a eludir conflictos y
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discusiones, y a preservar el orden y la armonía, pueden ser percibidos por los
occidentales como hermetismo, exceso de ambigüedad y hasta falta de sinceridad.
Aunque la cultura china y la occidental cuentan con múltiples refranes y dichos
populares que, de forma equivalente, ensalzan valores compartidos, en este caso, no
podríamos localizar paralelos chinos para nuestra alegación “las cosas claras y el
chocolate espeso”.
4. CONTRASTE DE VALORES OCCIDENTALES Y CHINOS EN OPINIONES
SOBRE COMPORTAMIENTOS Y ANÉCDOTAS REALES.
Hasta aquí, la distinta categorización de valores que se ofrece en esta
comunicación, su mencionado enraizamiento en el pensamiento griego y confuciano,
respectivamente, y su influencia en las relaciones sino-occidentales podría quedar en
una mera hipótesis teórica, si no acudiéramos al análisis de opiniones sobre
comportamientos reales y de anécdotas concretas, como ejemplos de dificultades que
sus diferencias pueden provocar entre ambas culturas.
Como protagonistas de las mismas aparecen, en unos casos, la autora de esta
comunicación y, en otros, los estudiantes de español de la Universidad Tamkang de
Taipéi, citando aquí una significativa selección de sus explicaciones, ampliamente
ofrecidas en un anterior congreso mencionado (García, 2013) en respuesta a preguntas
planteadas en sus clases de Conversación, del tipo "¿Qué podrían aprender los
occidentales de los orientales, los españoles de los taiwaneses y viceversa? ¿Qué
aspectos de la cultura occidental y, más específicamente, de la española, resultan
llamativos para las tradiciones orientales y, especialmente, para la taiwanesa?
4.1 La aspiración china a preservar el equilibrio y la armonía y a eludir discusiones y
conflictos:
En relación con este valor principal, de inspiración confuciana, puede resultar
interesante el análisis de la siguiente anécdota.
En una reunión de profesores universitarios, se pedía opinión a algunos de ellos
sobre las ventajas e inconvenientes de optar por una u otra universidad española, como
entorno académico más apropiado para que los estudiantes, durante sus vacaciones de
verano, pudiesen asistir a clases.
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Cada una de las explicaciones ofrecidas por una de las profesoras españolas,
optando por las ventajas de una universidad española en concreto, eran acogidas con
agradables sonrisas, similarmente desplegadas por cada uno de los 10 o doce profesores
chinos allí presentes. Tan acogedora actitud, trasladada a rostros occidentales, sería sin
dificultad interpretada como acuerdo general del profesorado con los argumentos
alegados, si bien, a la hora de ofrecer los votos decisivos, todos los brazos de los
profesores taiwaneses se alzaron, sin excepción, para rechazar la propuesta presentada
por la profesora española.
En entornos occidentales y en situaciones comparables, más bien adecuaríamos
las expresiones a nuestras opiniones personales, dejando ver, ya desde el principio,
acuerdo o desacuerdo, agrado o rechazo, en cierto modo previniendo sobre nuestra
decisión final.
Sin duda, la “cara” de las virtudes chinas de equilibrio, armonía y elusión de
conflictos y discusiones, resultó, en ese caso, percibida como “cruz” por la profesora
occidental, que acogió con asombrado desconcierto la unánime votación negativa del
claustro, tal vez evocando nuestro tradicional dicho popular “el que avisa no es traidor”
y asumiendo que, en ciertos casos, podría ser aconsejable desconfiar de la sonrisa china.
Tal malentendido se debe a la elevada valoración, en la escala china, de la
armonía, el equilibrio y la elusión de discusiones y conflictos, contrapuesta a la
preeminencia de la sinceridad en la escala occidental.
4.2 El delicado protocolo en la expresión y en los hábitos chinos y la conciencia de la
propia misión en la sociedad.
La siguiente anécdota puede ilustrar bien sendos valores principales en la
categorización china de herencia confuciana.
Los comercios de Taiwán permanecen abiertos mañana y tarde y, gran parte de
ellos, hasta la noche.
Después de varias visitas de información y graduación de lentes, la clienta
española de una excelente óptica taiwanesa, de cordial trato familiar, quedó
considerablemente aturdida ante la desconcertante pregunta de la propietaria del
establecimiento “¿Has comido?”
Incapaz de interpretar el objetivo de la misma, la clienta occidental únicamente
acertaba a sonreír, en medio del largo silencio que allí se produjo, ya que no parecía una
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cuestión de mera dialéctica ocasional de cortesía, puesto que la interlocutora había
detenido completamente toda actividad relacionada con la atención a la compradora y
esperable amable y sugerentemente su respuesta.
Tampoco parecía el anuncio de una invitación a comer, por prematura, teniendo
en cuenta el protocolo chino, y a pesar de que clienta y propietaria habían conversado
muy distendida y agradablemente durante varias visitas anteriores. Así que temía que
resultase desacertada una respuesta del tipo “No, aún no he comido, acepto encantada su
invitación”.
Efectivamente, tal respuesta hubiese sido nefasta, ya que la señora taiwanesa
esperaba que la perspicacia de la clienta occidental la llevara a advertir que, a pesar de
estar abierto el establecimiento, eran las 12 de mediodía, hora en la que todo el mundo
interrumpe su actividad laboral para comer en Taiwán, y que decidiese ir a hacer lo
propio, volviendo más tarde a recoger sus lentes de contacto.
En Occidente, lo habríamos indicado clara, concisa, directa y educadamente, con
un comentario de tipo “Perdone, es la hora de comer ¿podría volver un poco más
tarde?”. Pero, mejor aún, con el fin de evitar recurrir a tal petición, más bien habríamos
dado la vuelta al cartel colgado en la puerta, exhibiendo el lado en el que está escrito
“Cerrado”.
Sin embargo, esta práctica occidental quizás podría aparecer, en un entorno
chino, como falta de conciencia de la propia misión en la sociedad y de sus protocolos,
valor que ocupa un lugar importante en la categorización de su escala de herencia
confuciana. Tal categorización se contrapone a la occidental, ya que en nuestra escala,
de herencia griega, ocupa un lugar principal el respeto a la individualidad, a los
derechos de la persona individual, en este caso, de los propietarios de comercios, cuyas
prerrogativas ciertamente incluyen la de disfrutar de horarios laborales y de descanso
comparables a los del resto de los trabajadores.
Una de las opiniones de estudiantes taiwaneses ofrecidas en el ya mencionado
congreso de AISOC (García, 2013: 8), acude a la misma categorización confuciana de
valores y al tópico de la siesta española, evocando la alta conciencia que los propietarios
de establecimientos tienen de su misión en la sociedad e ironizando sobre la supuesta
carencia de la misma entre los españoles:
Las tiendas en España cierran de 14 a 17 horas porque suelen hacer la siesta.
Pero en Taiwán, los comercios nunca hacen el descanso hasta las 20 horas o
más tarde y algunos establecimientos abren 24 horas, lo que es muy cómodo
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si se quiere comprar algo a media noche. Sin embargo, en España, por la
noche sólo están abiertas las discotecas.
Otro estudiante ofrece más detalladas explicaciones sobre la diferente actitud de
los comerciantes taiwaneses respecto a su función social, optando por reconocer el valor
de sus propias costumbres chinas (García, 2013: 9):
Los españoles cierran la tienda puntualmente, aunque vengan clientes en los
últimos minutos, ya que les parece que éstos retrasan su tiempo de descanso.
En cambio, los empleados de los comercios taiwaneses comparan a los
clientes con sus propios padres y temen ofenderles y perder la oportunidad de
ganar dinero. Si tienen clientes poco antes de cerrar, no se enfadan en
absoluto sino que, al contrario, son atentos con ellos e, incluso, duermen
felizmente y sonriendo. En Taiwán, todo cliente está en primer lugar, como el
dinero.
Al contrario, un tercer alumno, aunque acudiendo también a la exageración del
tópico de la siesta, parece apreciar la actitud occidental y concluye con una positiva
observación sobre la aceptación de diferencias las culturales.
Cuando viví dos meses en España, descubrí que la gente sabe cómo disfrutar
de su vida, más que los taiwaneses. Por ejemplo, sin importar lo que suceda,
ellos tienen que dormir una siesta todos los días porque es bueno para la
salud descansar suficientemente antes de empezar a trabajar otra vez.
Además, los españoles pasean por los parques o van de tapas a medianoche
con la familia o con los amigos y parecen felices y satisfechos. Los chicos
corren por la plaza, los mayores bailan en grupos música tradicional y los
jóvenes se sientan en las mesas a beber una copa de vino, en las hermosas
terrazas. Envidio el modo de vivir de allí. Al contrario, los taiwaneses
trabajan todo el tiempo, se agotan fácilmente y, a menudo, van a sus empleos
con el cuerpo fatigado… En sus ratos de ocio, los amantes pican algo cuando
pasean por la calle, las familias comen juntas en los parques y los amigos
devoran cualquier cosa, como hacen los que van de copas en España. Me
encantan ambos países y no creo en las controversias sobre lo bueno o lo
malo de sus diferencias.
Volviendo a las sutilezas interpretativas del protocolo en expresiones o hábitos,
a un occidental le resulta difícil mantener una mayor atención a lo que la gente quiere
decir o hacer que a lo que realmente dice o hace, ya que la expresión clara, concisa y
directa ocupa un lugar preeminente en nuestra escala de valores. A continuación, dos
jóvenes taiwaneses comentan su desconcierto, en relación con tal dificultad occidental
(García, 2013: 7):
Una amiga mía tuvo una experiencia muy especial en el extranjero, cuando se
quedó sin cenar por haber rechazado la invitación de una persona, simulando
que no tenía hambre, ya que, en Taiwán, aceptarla enseguida es una falta de
educación y de elegancia. Pero los occidentales, cuando respondes `no´
confían en ti completamente y no te preguntan dos veces.
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Nacho, un estudiante taiwanés, celebraba su fiesta de cumpleaños en
Inglaterra. Después de recibir felicitaciones de sus amigos occidentales,
como es un chico muy bien educado, sirvió un gran trozo de su tarta favorita
en los platos de ellos y otro pequeñito en el suyo. ¡Qué sorpresa cuando vio
que todos se la comían con cara de satisfacción, sin remordimiento por la
pequeña porción de Nacho y sin decir siquiera que sentían su descortesía!
¡Quién pudiera hacerlo! En Taiwán y en otros países orientales los invitados
comen un poco menos que los anfitriones! Pero en Occidente la gente es más
directa, cuando dice `si´, es sí y cuando dice `no´, por supuesto, es no.
En sentido contrario, la siguiente anécdota revela la confusión que puede llegar a
ocasionar la dispar categorización en sendas escalas, cuando las expresiones y actitudes
claras, concisas y directas, altamente valoradas por los occidentales, son interpretadas
como falta de educación en un entorno chino, por ausencia de su preeminente protocolo.
La profesora, recientemente inmersa en la cultura taiwanesa, confiaba en suscitar
reacciones claras, concisas y directas, al pedir los ejercicios a sus estudiantes. Pero
únicamente recibía ambiguas actitudes que parecían aspirar a retener los papeles en las
manos de éstos, sin decidirse a entregarlos definitivamente. Después de repetidas
experiencias similares en otras aulas, y evitando la gran pérdida de tiempo que tal
indecisión suponía, en detrimento del que, a continuación, estaba previsto dedicar a
impartir la clase, la profesora llegó a impacientarse y a atrapar por sí misma los
ejercicios que los estudiantes parecían pretender retener indefinidamente.
Pasado cierto tiempo, y auxiliada por la confianza de uno de estos jóvenes,
quedó en evidencia la falta de cortesía de la profesora, por desconocimiento occidental
del protocolo chino de “entrega de documentos” que han de ofrecerse sujetos con ambas
manos y con una ligera reverencia, esperando en tal actitud hasta que sean recibidos del
mismo modo.
Afortunadamente, y debido al interés particular de los grupos de alumnos en las
lenguas y culturas occidentales, no resultaba difícil llegar a acuerdos interculturales y,
en este caso, el método que ofrecía mejores resultados consistía en pedir a un estudiante
que recogiera los papeles de ejercicios de sus compañeros, mientras, simultáneamente,
se iba impartiendo la clase.
Igualmente enfrentadas ambas culturas a recíprocas dificultades interpretativas,
un estudiante muestra aprecio por la categorización occidental y finalmente apela a los
valores confucianos de humildad, equilibrio y armonía, aspirando al futuro
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entendimiento intercultural por recíproca evolución integradora entre las dos escalas
(García, 2013: 10):
Desde mi punto de vista, los occidentales tienen más iniciativa y pueden
expresar naturalmente sus sentimientos, hablar directamente… En cambio,
los orientales o los taiwaneses somos mucho más conservadores y tímidos y
hablamos suavemente o, algunas veces, con cierta ambigüedad. Pero cada
uno tiene sus puntos fuertes y débiles, nosotros somos más conservadores y
pasivos y ellos tienen más iniciativa. Pero nada permanece para siempre y las
mentalidades cambian según lo hace cada sociedad.
4.3 La contención china en la expresión de sentimientos, deseos o pensamientos,
inspirada por la autodisciplina y el dominio de uno mismo.
Esenciales en las enseñanzas de Confucio, estos valores tal vez aparezcan
vinculados al de evitar la aspiración a ganancias individuales, en la continuación de la
anécdota del joven taiwanés en Inglaterra (García, 2013: 7). Aparece aquí una final
reflexión encaminada a la asimilación de contrastes culturales (Ardila, 2003).
Nacho, un estudiante taiwanés, celebraba su fiesta de cumpleaños en
Inglaterra… Luego, cuando recibió varios paquetes y les dio las gracias a
todos, sin abrirlos, no comprendía por qué una amiga le dijo que era
antipático. Ese es un ejemplo de las diferencias culturales, ya que, mientras
que en Occidente es obligatorio abrir los regalos y expresar las impresiones
de quien los recibe respecto a ellos, en Taiwán es de mala educación hacerlo
así y nunca hay que desenvolverlos delante de los invitados, ya que la gente
es tímida para expresar sus sentimientos.
El valor de la contención del joven chino, inmerso en el entorno cultural de
Inglaterra, quedó interpretado como antipatía, ya que la libertad de expresión de
sentimientos ocupa un lugar destacado en la escala de valores occidental.
4.4 La razón, el razonamiento lógico de libre expresión y el individualismo, en la escala
de valores occidental de herencia griega, contrastados con el valor chino de lealtad a la
jerarquía y realización personal del individuo a través de su misión en la sociedad.
Acudiendo a la siguiente situación imaginaria, localizada en dos escenarios
distintos, chino y occidental, respectivamente, podríamos anticipar las diferentes
reacciones de sus protagonistas, teniendo en cuenta la respectiva categorización de
valores en sus escalas (Matsumoto, 1989).
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En una reunión académica, el Director propone a los profesores del
Departamento acudir excepcionalmente a trabajar el sábado de una semana
determinada, con el fin de completar los preparativos de un próximo congreso, que han
quedado algo retrasados.
Los profesores occidentales comenzarían a desgranar libremente sus opiniones
personales y, mediante razonamientos lógicos y expresiones claras y directas, algunos
pedirían disculpar su ausencia por compromisos ineludibles, quizás detallando
sinceramente los mismos, para la mejor comprensión del auditorio, otros aceptarían la
proposición, tal vez añadiendo con franqueza comentarios sobre cómo podría haberse
evitado tal situación, otros ofrecerían opiniones y reflexiones sobre soluciones
alternativas y, en fin, otros podrían proponer algún intercambio de determinados
beneficios en sus horarios por el esfuerzo excepcional en el fin de semana. En todo
caso, muy posiblemente los comentarios quedarían acompañados de distintas
expresiones de agrado o desagrado.
El sábado en cuestión, nadie esperaría a ciertos profesores, porque éstos habían
avisado de su ausencia, todos contarían con la presencia de quienes, con agrado o
desagrado, habían anunciado su asistencia y se mantendrían ciertas dudas sobre quienes
previamente habían expresado su indecisión por dudar de poder solucionar sus previos
compromisos, o por opción personal de respuesta incierta.
En un entorno académico chino, las reacciones ante la misma situación
probablemente serían muy distintas. Todos los profesores se mantendrían en silencio,
desplegando una moderada y amable sonrisa, eludiendo comentarios conflictivos y
procurando mantener el equilibrio y la armonía.
Llegado el sábado, la gran mayoría de los profesores acudirían a trabajar,
teniendo en cuenta la jerarquía social, y tácitamente moral, del Director y aceptando
cualquier esfuerzo que exigiese su misión y los protocolos relacionados con ella. Por
otra parte, pocos de ellos no podrían acudir a la cita, posiblemente sin previo aviso, o
con una discreta disculpa, ofrecida al final de la reunión al Director, en privado,
alegando razones relacionadas con un valor igualmente preeminente en la escala china,
como podría ser el cuidado de un progenitor.
En el caso occidental, los profesores apelarían a los valores de herencia griega,
libertad de elección y de expresión, derechos individuales y ejercicio del razonamiento
lógico y de la dialéctica. Tal ejercicio del razonamiento lógico irremediablemente
aparecería ante la visión china como tendencia occidental al enfrentamiento, al
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desequilibrio y a la banal locuacidad, quedando la libertad de elección y de expresión y
los derechos individuales interpretados como falta de conciencia de misión social,
egoísmo y pereza.
En sentido contrario, un occidental podría fácilmente interpretar los valores
chinos de lealtad a la jerarquía y de esfuerzo excepcional con el protocolo de la función
social como adulación y sumisión a excesos laborales y, por otra parte, la ausencia de
razonamiento y dialéctica como falta de sinceridad. Hay que mencionar aquí que
muchos taiwaneses aceptan, de mejor o peor grado, trabajar cotidianamente los sábados,
e incluso algún domingo, si se lo piden, y contar con cinco o seis días de vacaciones al
año, en principio, que irían aumentando en un día más por año trabajado, hasta que, ya
en su avanzada madurez, alcanzasen el mes completo libre al año.
El privilegio occidental del mes anual de vacaciones es considerado un derecho
reconocido en nuestros convenios colectivos laborales, por respeto a la individualidad, a
las prerrogativas del individuo, un valor altamente categorizado en nuestra escala de
herencia griega. Para no pocos trabajadores chinos, y especialmente para sus jerarquías
laborales, amantes de su tradición confuciana, tal derecho podría ser considerado como
carencia de espíritu de servicio a la sociedad y de conciencia de la propia misión en ella,
como deslealtad hacia los superiores e, incluso, en opinión de algunos de ellos, como
uno de los factores de la crisis económica europea.
Es interesante citar aquí las opiniones de algunos estudiantes sobre la respectiva
categorización de los mencionados valores chinos y occidentales (García, 2013: 10-11).
Sobre nuestra dialéctica y ejercicio del razonamiento lógico:
Me llama la atención que, en España, la gente hable tan alto y con tanta
energía. Parece que están discutiendo. Además, es interesante que los
españoles suelan hacer tantos gestos, mientras tanto.
En sentido contrario, mostrando aprecio por los valores occidentales:
Los estudiantes de Occidente tienen más iniciativa y cuando quieren
preguntar algo en clase, alzan la mano e interrogan enseguida. Para ellos
preguntar es fácil porque no se sienten tímidos.
Pienso que la educación occidental permite a los estudiantes desplegar
completamente todas sus aptitudes y desarrollar su capacidad para pensar
independientemente, en un entorno creativo. Esas características faltan en los
países asiáticos porque el sistema de educación oriental hace hincapié en la
obediencia y a los estudiantes les falta espíritu de aventura, ya que se limitan
a aceptarlo sin atreverse a probar cosas nuevas. Como los occidentales
estiman la libertad personal, sus hijos tienen la ventaja de disfrutar de un
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amplio espacio para el aprendizaje. Por otro lado, los asiáticos hacen hincapié
en la ética y saben respetar a los mayores, que les enseñan a tener un corazón
humilde y bueno.
Algunos analizan sus opiniones, a la luz de las distintas categorizaciones de
valores:
Los estudiantes occidentales, cuando comentan algo en público, hablan en
voz alta y expresan despreocupadamente sus ideas, pero la situación cambia
en los países de Asia, que no contamos lo que pensamos porque, a veces,
creemos que los otros no quieren saberlo de verdad. Sobre todo, como no nos
gusta la refutación y nos da miedo cometer fallos, porque son una gran fuente
de estrés, permanecemos en silencio para evitar esas dificultades.
La gente de Occidente es más optimista que la oriental y, lo más importante,
es que actúa de forma natural, espontánea y extrovertida. Allí, desde
pequeños, se les enseña a hablar y a expresar sus propias ideas. Por el
contrario, en Oriente, somos conservadores y tenemos miedo de ofrecer
sinceramente nuestra opinión, porque pensamos que merece más la pena
aprender a ser cariñosos y humildes. Los orientales son cuidadosos y se
preocupan por los débiles, sin exagerar sus logros. Además, todos saben que
para los asiáticos es muy importante la cortesía y hay un vocablo, cuya
esencia es difícil de explicar, que designa la actitud del silencio y de evitar el
enfrentamiento con los demás.
Me parece que hay características culturales de los occidentales que merece
la pena que aprendamos, por ejemplo, su iniciativa su dinamismo, su
imaginación, su entusiasmo y su capacidad para la innovación. Tal vez
debido a que nuestras costumbres son diametralmente opuestas, los orientales
somos más reservados que ellos, pero tenemos virtudes que vale la pena
imitar. Los asiáticos procedemos cortésmente, somos modestos, amables,
cuidadosos y tenemos mucha paciencia.
Estimo que los estudiantes occidentales desarrollan mucho la propia
iniciativa en su aprendizaje y no se avergüenzan de formular preguntas en
clase. A los orientales no les gusta jactarse ni hacer ostentación de su talento
y, cuando alguien recibe elogios, se comporta modestamente, ya que
consideran que la humildad es esencial. Los orientales, además, destacan por
su laboriosidad y valentía, ya que las dificultades no les abaten.
Como ha quedado comentado, entre los más altos valores de inspiración griega
aparece el del respeto al individuo, a los derechos individuales y de sus logros
personales. Obviamente, también tenemos en cuenta los occidentales nuestros deberes
con la sociedad, si bien, el compromiso social, de acuerdo con Confucio, es mayor, e
implica que el hombre únicamente puede realizarse mediante el desarrollo de su misión
dentro de la misma. La comparación de tales valores respectivos es considerada en las
siguientes observaciones de un joven taiwanés (García, 2013: 11):
Me parece que una de nuestras ventajas es que hacemos mucho hincapié en la
labor de equipo y en la cooperación. Es muy importante aprender a trabajar
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en grupo y, en general, la obediencia es requerida por las corporaciones
asiáticas. En cambio, los occidentales prefieren poner de relieve el
individualismo y creen que expresar las propias ideas en el momento
apropiado es útil para darse a conocer y para establecer confianza. Sus
pensamientos son más democráticos.
4.5 El valor occidental de la libertad en la expresión de sentimientos, contrastado con el
valor chino del equilibrio y la contención de actitudes, pensamientos y sentimientos.
El contraste de estos valores, principales en sus respectivas escalas sinooccidentales ofrece buenas oportunidades para las siguientes reflexiones juveniles
taiwanesas (García, 2013: 10):
Los occidentales se abrazan y se besan las mejillas, mientras que los asiáticos
sólo decimos hola o, en el mejor de los casos, nos damos un apretón de
manos. En comparación, los occidentales son cálidos y extrovertidos y los
asiáticos son más sutiles y tímidos.
La gente de Occidente saluda apasionadamente a las personas, aunque no las
conozca bien, pero los orientales no tienen esa costumbre, así que no lo hacen
usualmente. Me parece que ellos expresan sus emociones directamente, sin
importarles los gestos faciales, mientras que a nosotros no nos gustan las
grandes demostraciones en público, por lo que no se puede entender tan
fácilmente nuestro estado de ánimo. Me gusta más la forma de expresar los
sentimientos de Occidente porque creo que la relación con los amigos debe
ser natural y relajada, sin necesidad de tener que adivinar tan frecuentemente
los sentimientos que hay entre los unos y los otros.
Creo que los occidentales expresan bastante sus sentimientos y emociones,
pero, en general, los orientales somos más tímidos y, además, tenemos miedo
de explicar nuestros puntos de vista.
A los chinos les gusta usar cartas o mensajes para comunicar sus
sentimientos, sin tener que usar el lenguaje del cuerpo. En Occidente, en
cambio a la gente le gusta dar besos o abrazos a su familia y amigos. Aunque
los chinos somos más introvertidos, sólo con observar un poco, se nota que
somos emotivos.
4.6 La sociedad familiar china y el valor de la lealtad a sus jerarquías.
Para los occidentales la jerarquización familiar china podría llegar a ser
demasiado rígida y, en ocasiones, también aparece como opresiva para algunos jóvenes
taiwaneses (García, 2013: 11).
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En familia, los chinos suelen expresar a sus hijos su amor riguroso, por
ejemplo, culpándoles o educándoles a golpes, si hace falta. Por el contrario, a
los padres occidentales les gusta alabar a sus hijos si tienen buenas notas y
disculparles cuando cometen equivocaciones.
Me parece que tanto en Occidente como en Oriente hay virtudes que merecen
imitación. Los padres occidentales mantienen una actitud liberal hacia la
educación y, cuando sus hijos cometen errores, les tratan como a sus amigos
y les escuchan con atención, en vez de darles una buena paliza, porque
aprecian mucho la intimidad familiar.
Los orientales dan gran importancia a las calificaciones en la educación y los
padres taiwaneses ejercen mucha presión sobre sus hijos para que aprueben
los exámenes selectivos de acceso a las mejores universidades. En la clase,
los estudiantes están acostumbrados a escuchar a los profesores sin pensar,
pero en Occidente educan la capacidad de reflexión y de resolver problemas
independientemente.
Otros jóvenes, en cambio, evalúan equilibradamente los aspectos positivos de
ambas escalas de valores en sus comparaciones.
Me parece que en la relación entre los padres y los hijos orientales hay más
normas de respeto y que en la de los occidentales hay más intimidad. Los
padres occidentales expresan el amor hacia sus hijos, besándoles,
abrazándoles o diciéndoles “te amo”, pero esas demostraciones son difíciles
para los orientales.
Teniendo en cuenta la aspiración occidental al individualismo, a la libertad y a la
propia independencia llama la atención el desconcierto chino al considerar inaudito que
los padres no vivan en la misma casa que los hijos, incluso una vez que estos han
formado su propia familia. Sobre todo, cuando los progenitores han alcanzado cierta
edad, y aun gozando de excelente salud y facultades mentales, les resulta difícil
concebir su aspiración a la independencia, que suelen interpretar como egoísmo de los
hijos y carencia de amor familiar.
La casa china tradicional consiste en un edificio completo cuyas plantas, abiertas
entre sí y sin puertas que impidan la libre circulación familiar entre ellas, están
dedicadas a cada uno de los hermanos con sus esposas e hijos respectivos. Los
progenitores habitarían la planta baja, en la que también estarían situados el comedor y
la cocina de toda la familia extensa de padres, hijos y nietos. Las esposas generalmente
observarían sus turnos para cocinar, mientras que las hijas casadas pasarían a vivir en el
edificio, similarmente organizado, de las familias extensas de sus maridos.
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5. CONCLUSIÓN
Ciertamente, las diferencias entre algunos de los hábitos culturales chinos y
occidentales obedecen a repetición casual de costumbres compartidas, como por
ejemplo, la costumbre china de no saludarse en el ascensor, a diferencia del
generalizado saludo occidental en el mismo; o el repetido “adiós gracias” taiwanés al
salir del microbús, dirigiéndose al conductor, que resultaría inaudito en Occidente; o el
“adiós, gracias” anticipado chino, simultáneo a la devolución de monedas al cliente en
establecimientos o taxis, ya que nosotros, tras las “gracias” esperamos a que el
comprador termine de guardar su cambio y haya hecho ademán de salir o, al menos, de
comenzar a hacerlo para decir “adiós, buenos días”.
Pero no existe peligro de confusión respecto a tales diferencias de carácter más
casual, ya que una somera observación permite su asimilación (Álvarez, 2007).
Mayores dificultades ofrecen la asimilación o, al menos, la comprensión y
aceptación de las diferencias culturales de arraigo milenario en las respectivas filosofías
y religiones (Aguirre, 1997; Bravo, 2004).
Se ofrecen, en esta comunicación, interpretaciones de jóvenes chinos sobre las
diferencias culturales sino-occidentales y anécdotas reales protagonizadas por miembros
de sus respectivas sociedades, que evidencian el íntimo arraigo del pensamiento griego,
entre los occidentales, matizando nuestra escala de valores heredados del cristianismo,
así como la profunda influencia del pensamiento de Confucio, en las distintas
comunidades chinas.
Sus respectivas escalas de valores no excluyen los de una y otra cultura,
pero la dispar categorización de los mismos suele provocar considerables dificultades
comunicativas y tergiversaciones como las aquí comentadas, a modo de ejemplos. El
análisis de las diferencias en la categorización de las respectivas escalas de valores y en
la lógica de su orden milenariamente heredado resulta esencial para la mutua
comprensión y para la comunicación entre la cultura china y la occidental.
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cortesía. En Bravo, Diana y Briz Gómez, Antonio (Ed.). Pragmática sociocultural:
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Barcelona: Ariel.
Matsumoto, Yoshiko (1989). Politeness and conversational universals - observations
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