García Idoia Martín Unai SUICIDA EN EUSKADI: ¿ES EL GÉNERO IMPORTANTE?

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DESIGUALDADES SOCIOECONÓMICAS EN EL COMPORTAMIENTO
SUICIDA EN EUSKADI: ¿ES EL GÉNERO IMPORTANTE?1
García Idoia1, 2 Martín Unai1, 3
1 Departamento de Sociología 2 – Universidad del País Vasco (UPV/EHU).
2 Programa Predoctoral de Formación de Personal Investigador no doctor del Gobierno Vasco.
3 Grupo consolidado Equidad, Salud Poblacional y Atención a la Cronicidad de Kronikgune. Centro de Investigación en Cronicidad.
CONTACTO: [email protected]
RESUMEN:
INTRODUCCIÓN: Desde el análisis de Durkheim, el estudio de los condicionantes sociales del
suicidio ha suscitado el interés, tanto en el ámbito de la Sociología de la Salud como en otras disciplinas
afines a la Salud Pública. Sin embargo, gran parte de la literatura ha centrado su atención en los
determinantes del suicidio medidos de forma agregada y son menos los estudios que han analizado las
desigualdades sociales en el suicidio a partir de variables medidas a nivel individual. Además, aunque
existe cierta evidencia sobre el impacto del nivel socioeconómico en la mortalidad por suicidio, son
pocos los estudios que han analizado dichas diferencias entre hombres y mujeres, así como mediante el
uso de otros indicadores, como la ideación o los intentos de suicidio. El objetivo del estudio es analizar
el impacto del nivel socioeconómico en el comportamiento suicida (ideación y mortalidad) y las
desigualdades entre mujeres y hombres para el caso de la Comunidad Autónoma del País Vasco
(CAPV).
METODOLOGÍA: Se ha realizado un estudio transversal basado en los datos de mortalidad para el
periodo 1996-2008 y la Encuesta de Salud del País Vasco del año 2007 (ESCAV´07). La variable
dependiente ha sido el comportamiento suicida, medida tanto a través de la mortalidad por suicidio
como de la ideación suicida, extraída a partir de la siguiente pregunta de la ESCAV´07:“En algún
momento de su vida, ¿ha llegado a pensar seriamente en la posibilidad de suicidarse, de quitarse la
vida?”. Como variables independientes se han utilizado el nivel de estudios y el nivel de privación del
área de residencia, calculado a partir de un índice de privación que recoge y resume información sobre
cinco variables socioeconómicas de la sección censal de residencia. Para la mortalidad, se han calculado
tasas de mortalidad brutas y estandarizadas por edad y se han empleado también los riesgos
relativos ajustados por edad. Para el caso de la ideación suicida, se han calculado odds ratios mediante
modelos de regresión logística. Los análisis se han realizado de forma separada para mujeres y hombres.
RESULTADOS: En el caso de la ideación suicida, el patrón social ha sido más claro en mujeres, ya que
las de menor nivel de estudios y las residentes en áreas menos favorecidas han presentado un mayor
riesgo. En el caso de los hombres, las diferencias no han sido significativas. La mortalidad, sin
embargo, ha mostrado un claro patrón social en el caso de los hombres, en los que el riesgo de muerte
por suicidio aumenta cuando disminuye el nivel de estudios o aumenta la privación del área de
residencia. En el caso de las mujeres, el riesgo sólo ha sido significativamente mayor en el caso de las
de sin estudios.
CONCLUSIONES: Existen desigualdades sociales en el comportamiento suicida según el nivel de
estudios y las características socioeconómicas del área de residencia. Además, el patrón social del
comportamiento suicida mostró importantes diferencias entre hombres y mujeres. El modelo de
masculinidad hegemónica y su interacción con el nivel socioeconómico puede ayudar a explicar estas
diferencias.
PALABRAS CLAVE: Suicidio, Género, Desigualdades socioeconómicas, Ideación,
Mortalidad.
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Esta investigación formó parte del trabajo de fin de máster en Salud Pública de la Universidad del País
Vasco (UPV/EHU) durante el curso académico 2012-2013 de la autora principal de la comunicación.
Los dos autores presentaron parte de los resultados en el IX Congreso Vasco de Sociología y Ciencia
Política celebrado en Bilbao el 16 y 18 de julio de 2012.
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Desigualdades socioeconómicas en el comportamiento suicida en Euskadi: ¿es el género importante?
Idoia García, Unai Martín
INTRODUCCIÓN:
Cada año mueren a causa del suicidio alrededor de un millón de personas en el mundo
(WHO, 2012) siendo la cuarta causa de fallecimiento entre los 15 y 44 años. Sólo en
Europa, cada año mueren 58.000 ciudadanos/as por esta causa, 7.000 más que por
accidentes de automóvil (WHO; Ruiz-Pérez y Olry De Labry-Lima, 2006) y según las
estimaciones para el año 2020, llegará a ser el 2,4% de la carga total de enfermedad
(Bertolote, 2009). Si analizamos los datos por regiones, los países de la antigua Unión
Soviética y Finlandia eran, en el año 2000, los que presentaban mayores tasas de
suicidio (entre 51,6 y 28,4); Grecia, en cambio, tenía una de las más bajas (4,2) (Chishti
et al., 2003; Ruiz-Pérez y Olry De Labry-Lima, 2006).
Tanto en el caso del estado español (INE) como en la CAPV (Departamento de Sanidad,
2010; EUSTAT), desde los años 2008 y 2006 respectivamente, el suicidio es la primera
causa externa de defunción; datos que muestran la actualidad y necesidad de seguir
investigando este importante problema social y de salud pública (Barés et al., 2006; Li
et al., 2011; WHO, 2012).
Uno de los pioneros en el estudio del suicidio fue Émile Durkheim a finales del siglo
XIX. El análisis de los datos de mortalidad por suicidio en 11 países de este sociólogo
mostró el carácter social del suicidio. Durkheim explicó las diferencias en las tasas de
suicidio de varias poblaciones y grupos sociales, dependiendo del nivel de cohesión y
regulación social que existía en ellos (Durkheim, 1995 [1982]). Desde el análisis de
Durkheim, el estudio de los condicionantes sociales del suicidio ha suscitado el interés,
tanto en el ámbito de la Sociología de la Salud como en otras disciplinas afines a la
Salud Pública, puesto que el suicidio es un fenómeno muy complejo que puede ir desde
el simple pensamiento hasta el suicidio consumado, que está presente en todas las
culturas, y cuyos condicionamientos van desde biológicos y psicológicos, hasta
culturales, sociales y económicos. (Ruiz-Pérez y Olry De Labry-Lima, 2006).
La literatura científica ha demostrado que, tanto los factores proximales como distales
intervienen en este fenómeno y, por lo tanto, ambos han de ser tenidos en cuenta a la
hora de tomar medidas para su prevención (Li et al., 2011). A pesar de ello, muchos de
los estudios y la mayoría de las intervenciones para prevenir el suicidio han estado
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centrados en los factores próximos y no en los potenciales efectos de intervenciones
más amplias relacionadas con los factores socioeconómicos (Li et al., 2011).
Además, aunque existe cierta evidencia sobre el impacto del nivel socioeconómico en la
mortalidad por suicidio, son menos los estudios que han utilizado otras variables del
proceso, como la ideación o los intentos de suicidio. Asimismo, aunque algunos
estudios han analizado las desigualdades de género en la mortalidad por suicidio, son
menos los que las han analizado en un marco integral de género y nivel socioeconómico.
Teniendo en cuenta esta situación, la presente comunicación tiene como objetivo
analizar las desigualdades socioeconómicas y de género en el comportamiento suicida
(ideación y mortalidad) en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV). Como
objetivos secundarios se pretende:
 Analizar las desigualdades de género en el comportamiento suicida (ideación y
mortalidad).
 Analizar las desigualdades por nivel de estudios y nivel de privación del área de
residencia en la ideación y mortalidad por suicidio y su posible variación según
edad en hombres y mujeres.
METODOLOGÍA:
Se ha realizado un estudio transversal descriptivo por medio de una metodología
cuantitativa referido a la población de la CAPV durante el periodo 1996-2008.
Las dos fuentes de datos principales han sido, por un lado, la Encuesta de Salud de la
Comunidad Autónoma del País Vasco (ESCAV) del año 2007 y por otro lado, la
Estadística de Defunciones llevada a cabo por EUSTAT (Instituto Vasco de Estadística).
La ESCAV, cuya metodología ha sido descrita en detalle (Pérez et al., 2010) recoge
información sobre el estado de salud, los determinantes sociales de la salud y la
valoración y el uso de los servicios sanitarios de una muestra de la población de la
CAPV residente en viviendas familiares. Esta encuesta consta de dos cuestionarios, uno
que se recoge para todos los miembros de la familia (n=13.555) y otro al que
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corresponden únicamente dos de cada tres miembros del hogar (n=7.410). De esta
forma, para el análisis de la ideación de suicidio se ha contado con la muestra de la
población del cuestionario individual, ya que la variable sobre ideación suicida se
recoge en este cuestionario. En cuanto a los datos de mortalidad, en el análisis de las
desigualdades según género y nivel de privación del área de residencia se han utilizado
los datos de la Estadística de Defunciones de la CAPV llevada a cabo por EUSTAT.
Concretamente se han utilizado los datos del año 2004 al año 2008, es decir, un total de
95.305 defunciones, 50.048 hombres y 45.257 mujeres. En el caso de las desigualdades
según nivel de privación no ha sido posible utilizar las 71 defunciones (48 en hombres y
23 en mujeres) en las que no se ha podido asignar quintil de privación, es decir, el
0,07%. Este porcentaje de defunciones no asignadas a ningún quintil de privación ha
sido mayor en el caso de las defunciones por suicidio 0,9%.
En el caso de las desigualdades según nivel de estudios se han tomado los datos
publicados por el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco al respecto
(Departamento de Sanidad, 2005).
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Respecto a las variables, como variables resultado se han utilizado la ideación suicida y
la mortalidad por suicidio. La ESCAV utiliza dos preguntas para medir la ideación
suicida. En la primera de ellas se pregunta sobre la ideación suicida a lo largo de la vida,
de la siguiente forma:”En algún momento de su vida ¿ha llegado a pensar seriamente
en la posibilidad de suicidarse, de quitarse la vida?” (Respuestas posibles: Sí ó No). La
segunda de las preguntas hace referencia a los últimos 12 meses. En esta investigación
se ha utilizado la primera de dichas preguntas. En el caso de la mortalidad, se ha
utilizado la variable causa de muerte. Esta variable se obtiene por medio de los partes de
defunción rellenados por el/la médico/a cuando se produce una muerte. La mortalidad
por suicidio ha sido definida a partir de la causa “suicidio o lesiones autoinflingidas”
(dentro de las causas externas de mortalidad) cuya codificación según la 10ª edición de
la Clasificación Internacional de Enfermedades corresponde al código X60-X84.
Como variables de ajuste y/o segmentación se han utilizado varias variables. En primer
lugar, el nivel de estudios que se ha categorizado en cuatro grandes grupos: Sin estudios,
estudios primarios, secundarios y universitarios. En segundo lugar, el nivel de privación
del área de residencia, calculado a partir de un índice de privación que recoge y resume
información sobre cinco variables socioeconómicas de la sección censal de residencia.
Éste índice, desarrollado por el Departamento de Sanidad y Consumo del Gobierno
Vasco en el marco del proyecto MEDEA (Borrell et al., 2009; Esnaola et al., 2010), está
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formado por cinco quintiles (I, II, III,VI y V) y sintetiza información sobre cinco
indicadores socioeconómicos recogidos en el Censo de Población y Viviendas del año
2001, concretamente los siguientes: 1-proporción de población en desempleo, 2proporción de personas con trabajos manuales, 3-proporción de población asalariada
con trabajos eventuales, 4-proporción de población con instrucción insuficiente y 5proporción de población joven con instrucción insuficiente. Por último, la edad, que ha
sido introducida como variable continua a la hora de ajustar los modelos y categorizada
para el análisis de la ideación y de la mortalidad.
Para finalizar, en relación al análisis estadístico, en el caso del análisis de la ideación
suicida, se han calculado los porcentajes estandarizados por edad de dicha variable.
Asimismo, de cara a estimar la magnitud de dicha asociación y de ajustarla por la edad,
se han calculado odds ratios mediante modelos de regresión logística. En el caso de la
mortalidad, se han calculado las tasas brutas y tasas estandarizadas por edad para el
periodo 2004-2008 por nivel de privación del área de residencia segmentado por sexo.
En el caso de las desigualdades en la mortalidad por nivel de estudios, se han tomado
los riesgos relativos publicados por el Departamento de Sanidad (Departamento de
Sanidad, 2005).
Para la estandarización por edad se ha empleado la población de la CAPV del año 2001.
Se han utilizado elevadores calculados de la encuesta y en el cálculo estadístico se ha
utilizado el programa SPSS Statistics 20.
RESULTADOS:
En el apartado de resultados, en primer lugar, se analizan las desigualdades en la
ideación de suicidio, por género, nivel de estudios e índice de privación del área de
residencia. En segundo lugar, se analizan las desigualdades en la mortalidad por suicidio
por género, nivel de estudios e índice de privación del área de residencia.
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1- Desigualdades en la ideación de suicidio
El porcentaje de personas de la CAPV que ha pensado alguna vez en quitarse la vida es
bajo. Las mujeres tienen un ligero porcentaje mayor de ideas suicidas (4,64%) que los
hombres (3,89%) tras estandarizar por edad, aunque estas diferencias no son
significativas (ideación suicida en mujeres ajustado por edad: OR= 1,21 IC95% 0,961.53).
La ideación de suicidio disminuye a medida que aumenta la edad, mostrando un claro
patrón en el caso de las mujeres (Gráfico 1). En el caso de los hombres este patrón no es
claro. Entre éstos, el grupo de edad con mayor prevalencia de ideación de suicidio es el
de 30-44 años, y tanto en este grupo de edad, como entre los de 65 y más años, los
hombres superan en ideación a las mujeres (Gráfico 1).
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Por nivel de estudios, las personas sin estudios son las que mayor prevalencia de ideas
suicidas tuvieron. En el caso de los hombres se observa un patrón claro, aunque no es
significativo (Tabla 3, Gráfico 2). En el caso de las mujeres el patrón no es tan claro
como en los hombres, aunque las OR de las mujeres son mayores, lo que indica que el
impacto del nivel de estudios en la ideación de suicidio es mayor en las mujeres. Las
mujeres sin estudios tienen hasta tres veces más de ventaja que las mujeres
universitarias de tener ideas de suicidio (OR= 3,56 IC95% 1,21-10,41) (Tabla 3,
Gráfico 3).
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Por índice de privación del área de residencia, en el caso de las mujeres no se observa
un patrón claro. Las mujeres residentes en zonas con mayor privación (área de
residencia número 5) tienen el doble de ventaja que las residentes en áreas más ricas de
tener ideación suicida (OR=2,03 IC95% 1,09-3,80) (Tabla 4, Gráfico 5). En cuanto a los
hombres, se observa un patrón contrapuesto (Tabla 4, Gráfico 4).
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2- Desigualdades en la mortalidad por suicidio
En Euskadi se produjeron 839 suicidios (625 hombres y 214 mujeres) en el periodo
2004-2008, por lo que las tasas de suicidio fueron 13,34 en hombres y 4,06 en mujeres
(Tasas estandarizadas por edad por cada 100.000 habitantes).
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Por grupos de edad, los hombres tienen mayor mortalidad por suicidio que las mujeres
en todos los grupos de edad y en el caso de éstos se observa un patrón claro. A medida
que aumenta la edad, aumenta el número de suicidios en hombres (Gráfico 6). Entre las
mujeres no existe un patrón claro.
En cuanto a la magnitud de las diferencias, el gradiente por nivel de estudios es claro y
significativo en el caso de los hombres, tanto entre los de 20 a 64 años como entre los
de 65 años y más. A medida que disminuye el nivel de estudios, aumenta el riesgo de
mortalidad por suicidio. Los hombres de 25 a 64 años sin estudios o con estudios
primarios tienen más del doble de riesgo que los universitarios de suicidarse (estudios
primarios RR= 2,22 IC95%1,55-3,20 y sin estudios RR= 2,51 IC95% 1,32-4,74) (Tabla
5, Gráfico 7). En el caso de los hombres sin estudios de 65 años o más, el riesgo de
mortalidad por suicidio es hasta casi cuatro veces mayor que para los hombres
universitarios de la misma edad (RR: 3,91 IC95% 3,13-7,18) (Tabla 5, Gráfico 8).
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En el caso de las mujeres se observa un patrón entre las de 65 años o más, aunque no es
significativo. Entre las más jóvenes (20-64 años), en cambio, el patrón no es claro. El
riesgo de mortalidad por suicidio en mujeres de 20 a 64 años sin estudios es más del
doble que entre las mujeres universitarias de la misma edad (RR: 2,58 IC95% 1,10-6,01)
(Tabla 5, Gráficos 9 y 10).
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Por último, en cuanto al nivel de privación del área de residencia, en el caso de los
hombres, existe un gradiente para el periodo de años estudiado (2004-2008). A medida
que aumenta el nivel de privación del área de residencia, aumenta también la tasa de
mortalidad por suicidio (Tabla 6, Gráfico 11). En el caso de las mujeres, no se aprecia
ninguna tendencia en la mortalidad por índice de privación de la zona residencial.
Aunque lo más destacable es la diferencia en las tasas de mortalidad entre hombres y
mujeres (Tabla 6, Gráfico 11).
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CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN:
En la CAPV existen desigualdades de género en el comportamiento suicida. Se
encontraron patrones diferentes para hombres y mujeres por nivel de estudios y nivel de
privación del área de residencia, tanto en la ideación como en la mortalidad por suicidio.
La ideación suicida fue ligeramente mayor en el caso de las mujeres que entre los
hombres, especialmente entre las más jóvenes (de 16 a 29 años), aunque no de forma
significativa. Además, el patrón social fue más claro en mujeres, ya que las de menor
nivel de estudios y las residentes en áreas menos favorecidas presentaron una mayor
ventaja, mientras que en el caso de los hombres, aunque se encontró un claro gradiente,
tanto para el nivel de estudios como para el nivel de privación del área de residencia, las
diferencias no fueron significativas.
La mortalidad mostró un patrón contrapuesto al observado en la ideación de suicidio, ya
que las tasas de mortalidad por suicidio de los hombres eran mayores que las de las
mujeres. Se observó un claro patrón social entre los hombres, en los que el riesgo de
muerte por suicidio aumentaba cuando disminuía el nivel de estudios o aumentaba la
privación del área de residencia. En el caso de las mujeres, el riesgo sólo fue
significativamente mayor en el caso de las de sin estudios.
Si relacionamos los resultados encontrados en esta investigación con otros estudios
podemos ver que los valores estimados para el número de personas que ha pensado
alguna vez en la vida en el suicidio para Europa y a escala mundial son del 7,8% y del
9,2% respectivamente (Gabilondo et al., 2007). También se ha descrito en la
bibliografía que en los últimos años las tasas de suicidio en el estado español han
experimentado uno de los incrementos mundiales más importantes (Chishti et al., 2003;
Gabilondo et al., 2007)
Como hemos visto, en el caso de la edad existe un patrón contrapuesto. La ideación de
suicidio es mayor entre las personas jóvenes, y especialmente entre las mujeres, y en
cambio, la mortalidad se da más entre las personas de mayor edad, concretamente en los
hombres. Además, estos dos patrones en la ideación y mortalidad con respecto a la edad,
no afectan solamente a las personas de edades extremas, es decir, a los jóvenes y a los
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mayores, sino que siguen un gradiente. A medida que disminuye la edad, aumenta el
porcentaje de mujeres con ideación suicida, y a medida que aumenta la edad, aumenta el
número de hombres fallecidos por suicidio. En la bibliografía consultada ya se ha
descrito la edad como una de las variables socio-demográficas más importantes en el
estudio del suicidio (Granizo et al., 1996; Morant et al., 2001). Los individuos más
jóvenes son los que mayor riesgo tienen de elaborar ideas o planes de suicidio. Las
investigaciones hechas con adolescentes muestran que las mujeres presentan ideas,
planes e intentos de suicidio antes que los adolescentes varones de la misma edad,
aumentando más rápidamente el riesgo de padecer trastornos psiquiátricos o
sintomatología depresiva para las chicas en la adolescencia temprana que para los
chicos (Boeninger et al., 2010). Asimismo ha sido probada la asociación entre las
relaciones entre compañeros/as y la presencia de ideación y/o intentos de suicidio.
Factores como el sentimiento de soledad, la falta de amigos/as o ser víctimas de
intimidación estarían relacionados con la aparición de comportamientos suicidas (Cui et
al., 2010). En cuanto a la mayor mortalidad en edades avanzadas, es un hecho que ya ha
sido descrito para el estado español (Abellán, 2005) y supone un riesgo mayor en
diferentes países europeos (WHO, 2012).
Junto con la edad, el sexo es uno de los factores predictores más importantes en la
conducta suicida. Una de las principales conclusiones de la investigación es que existen
diferentes patrones en el comportamiento suicida entre hombres y mujeres. El riesgo de
ideación o plan suicida entre la población de la CAPV es ligeramente mayor entre las
mujeres que entre los varones. En este hecho podría influir que los problemas de salud
mental afectan más a las mujeres que a los hombres, lo que está relacionado con
diferentes cuestiones: la responsabilidad del cuidado de las personas, la violencia de
género, la carga familiar, las restricciones en la vida social y familiar, la situación
laboral... lo que hace que en el estado español las mujeres tengan 2,8 veces más
probabilidad que los hombres de tener trastornos del estado de ánimo (Ministerio de
Sanidad y Consumo, 2007). Sin embargo, si observamos las muertes por suicido, las
tasas de los hombres fueron mucho mayores que las de las mujeres. Igual que sucede en
el estado español, donde ocho de cada diez personas que se suicidaron fueron hombres,
en la CAPV también existe una acentuada sobremortalidad masculina (INE). Esta
mayor intención suicida en las mujeres pero su menor materialización respecto a los
hombres ya ha sido descrito en otros estudios (Hawton, 2000; Canetto, 2008; Martín et
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al., 2010) y ha sido relacionado con diversas causas: los factores relacionados con el rol
tradicional masculino (Houle et al., 2008), la menor probabilidad de que los hombres
acudan a la ayuda profesional ante un problema de salud mental, la diferente influencia
de los factores socioeconómicos, el consumo diferenciado de alcohol y otras sustancias
entre hombres y mujeres, la mayor letalidad de los métodos utilizados o las diferencias
en la red social de apoyo (Hawton, 2000; Möller-Leimkühler, 2003; Gabilondo et al.,
2007; Martín et al., 2010). En el caso de las mujeres, las tasas de mortalidad aumentan
muy poco con la edad, incluso en los años finales de la vida, lo que ha sido relacionado
con la importancia de los diferentes papeles sociales y laborales que desempeñan tanto
los hombres como las mujeres a lo largo de la vida. Las tareas reproductivas, de cuidado
de hijos/as y del hogar podrían haber permitido a las mujeres mantener más relaciones
sociales de amistad y de vecindad (Abellán, 2005), que serían factores protectores frente
al estrés agudo y crónico, y por lo tanto, ello conllevaría un menor riesgo de conducta
suicida (Abellán, 2005).
A nivel nacional e internacional, también se han descrito diferencias por sexo en los
métodos de suicidio utilizados (Morant et al., 2001; Baumert et al., 2008; Fageda et al.,
2009) lo que podría ayudar a entender el diferente patrón de hombres y mujeres en torno
al comportamiento suicida, ya que los varones utilizan medios más violentos que las
mujeres (Abellán, 2005). Es posible que el procedimiento diferente entre sexos
empleado en el acto suicida esté relacionado con el mayor número de tentativas de
suicidio fracasadas para las mujeres. Por cada suicidio en grado de tentativa en España
hay 23 suicidios consumados en hombres y seis entre mujeres (Abellán, 2005). Todo
esto muestra la importancia del género como factor importante de desigualdades en el
comportamiento suicida.
En cuanto al nivel de estudios, también está relacionado con el riesgo de suicidio. Como
hemos visto, existe un claro gradiente en el caso de la mortalidad para los hombres. A
medida que disminuye el nivel de educación, aumenta el riesgo de mortalidad por
suicidio tanto entre los de 20-64 años como entre los hombres de 65 y más años.
También destaca el alto porcentaje, tanto de ideación como de mortalidad, entre las
mujeres sin estudios. Tener un nivel educativo alto podría reducir el riesgo de suicidio
al proveer de un mayor sentido de auto-control, acceso y contacto con otros grupos
sociales, empleo y mejora del capital social [Denney et al., 2009].
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Por último, se han observado desigualdades en el nivel de privación. A pesar de los
numerosos estudios que se han realizado sobre el suicidio teniendo en cuenta las
desigualdades sociales, son pocos los que han utilizado una variable ecológica, como
son el área de residencia, las secciones censales o los distritos de las ciudades. A pesar
de ello, los estudios, tanto internacionales (Burrows y Laflamme, 2006; Cohen et al.,
2010) como nacionales (Borrell et al., 2002; Nolasco et al., 2004; Esnaola et al., 2010),
han identificado factores asociados con las tasas de suicidio en diferentes áreas
geográficas como son la fragmentación social (anomia) y desintegración, niveles de
religiosidad, indicadores de posición socioeconómica de los residentes, niveles de
desempleo y áreas de privación (Agerbo et al., 2007). Existen dos principales
explicaciones para la asociación encontrada en estos estudios ecológicos:
a) En primer lugar, pueden ser el resultado de las altas concentraciones de
individuos a riesgo en ciertas áreas en particular. Por ejemplo, la asociación con
la fragmentación social puede ser debida a que las personas en situación de
mayor riesgo de suicidio (más vulnerables) se acumulen es estas áreas debido a
la disponibilidad de viviendas de bajo coste o el anonimato que ofrecen estos
lugares.
b) Por otro lado, también podría deberse al efecto real que pudiera tener el lugar de
residencia en el riesgo de suicidio (efecto contextual).
Por lo tanto, la generación de riesgo puede deberse tanto al efecto directo que tiene el
lugar de residencia en la probabilidad de la conducta suicida, como a las características
y condiciones de estas áreas menos propicias para la prestación de servicios de apoyo
para el individuo en riesgo. Estas dos vías aumentarían el riesgo de suicidio (Agerbo et
al., 2007).
Como hemos visto, son muchos los factores que influyen en las tasas de suicidio:
factores contextuales, colectivos, el acceso a tratamiento psiquiátrico, actitudes públicas
hacia el suicidio, disponibilidad de la fuerza letal… y todos ellos van a influir en la
aparición y el aumento del número de suicidios.
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En cuanto a las limitaciones del presente estudio, una de las más importantes se
encuentra en la obtención o recogida de datos, tanto en el caso de la ideación suicida,
como en el de la mortalidad por suicidio. En cuanto a la dificultad de estimar las cifras
reales de la ideación de suicidio, hay que tener en cuenta que la información
disponible para el análisis de las desigualdades sociales en salud en la CAPV está
basada en las Encuestas de Salud. El suicidio, igual que las enfermedades mentales, a
día de hoy, siguen estando estigmatizadas y penadas socialmente, lo que ocasiona a
quienes las padecen estigma social y castigo, lo que podría influenciar en su
notificación. En esta línea, hay que mencionar también la poca validez de la pregunta
sobre ideación de suicidio. En cuanto a la mortalidad, nos podemos encontrar con dos
tipos de limitaciones. Por una parte, la mala tipificación en el caso de las muertes por
suicidio (sobreestimación de otras causas o subestimación del suicidio); y por otra, la
poca exhaustividad de los datos socioeconómicos recogidos mediante los Registros de
Mortalidad. Otra limitación podría ser la influencia en el análisis de la inestabilidad de
los datos, debido, por un lado, a que la tasa de mortalidad por suicidio en alguno de
los subgrupos es demasiado pequeña; y por otro lado, a que el porcentaje de respuestas
afirmativas en torno a la pregunta acerca de la ideación suicida en las Encuestas de
Salud es muy bajo.
A pesar de las limitaciones, el presente estudio también tiene puntos fuertes. Uno de
ellos se encuentra en el análisis combinado del suicidio; es decir, el estudio no sólo de
las muertes, sino también de la ideación o pensamientos en torno a este tema, además
de la utilización de variables tanto socioeconómicas como individuales. Por otro lado,
para poder implementar estrategias de prevención es necesario conocer con detalle la
distribución social, temporal y espacial de la mortalidad del suicidio, así como el
impacto de algunos de los factores más relacionados, como son la edad y el género,
aspectos que se han tenido en cuenta en el presente estudio.
Como ya se ha indicado anteriormente, los factores de riesgo del suicidio son
numerosos y diversos, y pueden estar interrelacionados entre ellos. El conocimiento de
estos determinantes y el estudio de su influencia son necesarios para el diseño de las
intervenciones para prevenir el suicidio. Además, pueden contribuir a la elaboración
de un perfil de riesgo sobre el que aplicar estrategias de prevención de la conducta
suicida. Los resultados de esta investigación, por tanto, pueden tener implicaciones
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Desigualdades socioeconómicas en el comportamiento suicida en Euskadi: ¿es el género importante?
Idoia García, Unai Martín
para posibles futuros estudios sobre mortalidad y desigualdades en salud; y para la
práctica de las políticas en salud y salud pública.
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