SOLIDARIDAD Y AMBIVALENCIA INTERGENERACIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA COMPARADA. Beatriz Jiménez Roger Departamento de Sociología Universidad de Granada [email protected] Resumen: El envejecimiento de la población representa uno de los mayores cambios en el siglo XXI. Las nuevas pautas sociales y demográficas están transformando las formas familiares, las relaciones intergeneracionales y el significado de la vejez. A nivel europeo, los datos nos confirman el importante peso de la población mayor, siendo más llamativas las proyecciones de población a corto plazo en cuanto a este grupo de edad. Ante dicha situación, se torna imprescindible el estudio de las implicaciones de este fenómeno en las relaciones familiares y las transferencias intergeneracionales. Han sido diversos los autores que se han ocupado del rol de la familia atendiendo a los mecanismos que en ella operan. Son muchos los estudios que han resaltado el punto de vista de la solidaridad intergeneracional, máxime en los países mediterráneos, donde se generan altos niveles de solidaridad normativa y funcional. Sin embargo, más recientemente, se ha venido defendiendo la ambivalencia, o la existencia de solidaridad y conflicto en el proceso y la forma de entender las relaciones intergeneracionales. Aunque se ha manifestado, desde diferentes perspectivas, el importante papel de la familia en este contexto, tanto como elemento de solidaridad intergeneracional o de ambivalencia, necesitamos prestar atención a una perspectiva comparada, entre diferentes países y sus sistemas de bienestar, para conocer cómo dichos mecanismos operan en diversos contextos. Así, tomando como predominante un punto de vista teórico, la pregunta de investigación de este trabajo pone de manifiesto cómo, a la luz de los cambios demográficos y en base a los diferentes sistemas de Estado de Bienestar, actúa la ambivalencia y solidaridad intergeneracional en el caso de España y el Reino Unido. Palabras clave: envejecimiento, relaciones intergeneracionales, familia, Estado de Bienestar. 1.- Relaciones intergeneracionales en España y Reino Unido. Con este trabajo se propone poner de manifiesto cómo estamos asistiendo a un cambio en los patrones de las relaciones intergeneracionales, haciendo especial mención a las transferencias intergeneracionales para los casos de España y el Reino Unido, y las implicaciones que este hecho conlleva para la sociedad, teniendo presente su perspectiva de futuro. Actualmente nos encontramos ante un escenario de envejecimiento de la población, compartido a nivel europeo. Esta situación está caracterizada por el aumento de la longevidad, con personas mayores viviendo más y de manera más saludable. Esto nos lleva a una transformación de las formas familiares, las relaciones intergeneracionales y el significado de la vejez. A raíz de este cambio demográfico, y basados en los diferentes modelos de Estado de Bienestar, estudiaremos cómo funcionan las transferencias intergeneracionales en el caso de España y el Reino Unido1. Este, cada vez mayor, envejecimiento es una realidad que también está conllevando grandes cambios sociales y asistenciales. Tal como señala el profesor Juan Diez Nicolás, no es en sí mismo un hecho negativo pero “es nuevo y hay que partir de planteamientos innovadores para estructurar socialmente las nuevas tendencias de la población” (en Hernández Rodríguez, 2003: 135). Existen diferentes definiciones de los roles en las relaciones de parentesco contemporáneas, en este caso, y siguiendo a Harper (2004), identificamos tres importantes modos de relación en el contexto de las sociedades envejecidas: familias como mecanismo de apoyo intergeneracional, familias como mecanismo de transferencias intergeneracionales, y familias como mecanismo de solidaridad intergeneracional. En el caso que nos ocupa tendremos en cuenta el mecanismo de transferencias intergeneracionales. El estudio de este mecanismo se ha centrado en las transferencias económicas (Hurd, 1987) y de valores. El incremento de la población anciana conlleva una sobrecarga del sistema económico del Estado de Bienestar que debe hacer frente, cada 1 Para este cometido hay que advertir que se han asumido ciertos límites tales como la selección de dichos países como casos de estudio, sin que ello impida una visión más global, y especialmente europea, de este fenómeno. vez más, al traspaso de renta cada vez mayor a la población no productiva. Tales hechos adquieren especial interés, tanto desde el punto de vista empírico como teórico y conceptual, en el estudio de las transferencias, familiares y públicas, puesto que están condicionadas por la edad y se ven afectadas de manera especialmente notoria por los cambios en la distribución por edades de la población, y en particular, por su envejecimiento (Lee, 1995). Del mismo modo que se está atendiendo, desde diferentes escenarios sociales, al sistema de pensiones, dedicando así la atención a las transferencias intergeneracionales en un nivel macro, debemos acercarnos al nivel messo para el estudio de esta dimensión en el nivel de la familia. Además, es necesaria la consideración de las transferencias de cuidado y apoyo (Harper, 2004:29). Partiendo de la idea de que el cuidado “es una construcción social y está influenciado y conformado por valores sociales, así como respuestas de los individuos” (Bazo, 2008: 78), nos hemos de plantear hasta qué punto el contexto sociopolítico y cultural de una sociedad no conforma la propia idea de cuidado, las normas sociales en relación a ello y los modelos relacionales a nivel intergeneracional. Para abordar esta perspectiva teórica en torno a las relaciones intergeneracionales, los países objeto de estudio son España y Reino Unido, tal como se ha señalado. La justificación de dicha selección se basa en la diferencia en los patrones de las relaciones familiares existentes en cada uno de estos países, teniendo como base el importante envejecimiento de su población. En el año 2012, un 17% de la población española era mayor de 65 años y un 16,6%2 para el caso de Reino Unido (Eurostat, 2013). En este escenario, las tasas de dependencia de la tercera edad en el año 2012 suponían para el caso de España como del Reino Unido el 25,8%3 y 25,9%, respectivamente (Eurostat, 2013); suponemos, de este modo, que el comportamiento de las transferencias intergeneracionales tiene una muy similar base demográfica, esto es, sabiendo que existe una persona mayor de 65 años por cada cuatro personas económicamente activas en ambos países. Las proyecciones de población de Eurostat nos alertan del aumento de dicho indicador, llegando a alcanzar, en España, un 28,94% en 2020 y cerca de un 57% en 2050. Reino Unido mantiene la previsión cercana a la española (29,63%) en 2020 aunque la tendencia será a un aumento de esta proporción de forma menos marcada (con un 39,41% para el año 2050). 2 3 Dato provisional ofrecido por Eurostat. Dato provisional ofrecido por Eurostat. En este contexto, la pregunta de investigación planteada es: a la luz de los cambios demográficos y en base a los diferentes sistemas de Estado de Bienestar, ¿cuál sería el papel de la ambivalencia y solidaridad intergeneracional? y ¿cómo actuaría en el caso de España y el Reino Unido? Situados en este escenario, este trabajo versará sobre los cambios surgidos en los patrones de las transferencias intergeneracionales, llevando a cabo un primer paso para la investigación comparada entre España y Reino Unido. 2.- Situación demográfica en España y el Reino Unido. Al hablar del envejecimiento de la población, hacemos referencia a un fenómeno extensible a la mayoría de los países europeos, por lo que dicho tema goza de un interés especial a distintos niveles, tanto de análisis nacional como comparativo. En 2012, la proporción de personas mayores de 65 años llega a alcanzar un 20% en algunos países europeos (Eurostat, 2013), proporción que previsiblemente irá en aumento. Así, las sociedades presentan un reto y una oportunidad sin precedentes para las generaciones actuales y futuras en todo el mundo. El aumento de la esperanza de vida implica que los miembros de la familia deban pasar más tiempo de vida en común, como compañeros, como hermanos y hermanas, como padres con sus hijos, o como los abuelos con sus nietos. La combinación de un ciclo de vida mayor y la existencia de un menor número de miembros de la familia han dado lugar a un estrechamiento de las generaciones nacidas en fechas más recientes y una “verticalización” de las estructuras familiares en las que las personas pueden envejecer teniendo vínculos familiares más verticales que horizontales (Bazo, 2008). Son diversos los estudios (Beltrán Villalva, M., 2002; Cabré, Domingo y Menacho, 2002; Bernardi, F. y Requena, M., 2004; Leeson, G.W., 2002; Pérez Díaz, J., 2010) que han puesto de manifiesto el cambio demográfico producido en la actualidad. Para entender dichos cambios, no podemos dejar de mencionar la Teoría de la Transición Demográfica, que sitúa el estado demográfico de Europa dentro de una misma lógica, derivándose de ello las situaciones de mortalidad, natalidad, fecundidad y distribución por edades que ahora se señalan. Como señala Leeson, G.W. (2002: 7), en los últimos años Europa ha desarrollado movimientos y experiencias comunes. Aunque parece obvio que dichos puntos en común, en relación con indicadores sociales y económicos, son intrínsecos de la propia idea de la Unión Europea, cabe esperar que los indicadores demográficos a nivel europeo también comiencen a converger. De modo general, la población europea está creciendo lentamente. En 2010, las diferencias entre los nacimientos y las defunciones de los residentes del país (saldo vegetativo) variaban del -4,8 por mil habitantes de Letonia al 10,7 por mil de Turquía, candidata a la adhesión. Sin embargo, si tenemos en cuenta aquellos países que han sido miembros de la Unión Europea más de 17 años (esto es, adheridos con anterioridad a 1995), podemos encontrar unas pautas de crecimiento más homogéneas, exceptuando el caso de Irlanda, con un alto saldo vegetativo, influido por la también alta natalidad. Para nuestros casos de estudio, encontramos un crecimiento algo mayor en relación a la media de la Europa de los 27. España cuenta con un saldo vegetativo de 2,28 por mil habitantes, mientras que Reino Unido casi alcanza el 4 por mil. A pesar de dichas diferencias, en el ya entrado siglo XXI, estamos asistiendo a una situación de los indicadores demográficos a nivel europeo con moderadas diferencias entre sí. Así, aun existiendo diferencias culturales que marcan variaciones, podemos observar cierta convergencia en cuanto a indicadores demográficos básicos. Este es el caso de la tasa bruta de natalidad en 2010, donde, para la mayoría de los países europeos, se sitúa en torno a los 10 nacimientos por cada 1000 habitantes. España y Reino Unido, como se viene defendiendo, tienen unas tasas muy similares, sobre el 13 por mil. Destacan, para el caso de la natalidad a nivel europeo, la situación de Irlanda y Turquía, cercanas a los 17 nacimientos por mil habitantes en el año 2010. En referencia a la fecundidad, podemos advertir cómo el número medio de hijos que se tendrían en los diferentes países en el año 2010 es relativamente bajo en términos generales. Sin embargo, cabe destacar cómo los países que tradicionalmente han tenido una alta fecundidad, como es el caso de los países mediterráneos (Italia, Grecia, España y Portugal), son ahora los que representan las menores cifras de hijos por mujer (sin llegar a superar 1,4 hijos, de media). Así lo pone de manifiesto Beltrán (2002: 86) cuando señala que, ya en el año 2000, es llamativa la idea de que un país como España, con un desarrollo más tardío respecto al contexto europeo, con un importante peso de la Iglesia Católica y con una natalidad tradicionalmente alta, “se sitúe ahora en la cola de la menor natalidad continental (y del mundo)”. En cuanto a las tasas de mortalidad y la tasa específica de mortalidad infantil, se producen unas pautas muy similares para todos los países de la Unión. Si bien el número de defunciones se mantiene, para todos los países, alrededor de 10 por cada 1000 habitantes; las diferencias para la tasas de mortalidad infantil son más acusadas, despuntando las cifras de Turquía (recordando que no forma parte de la Unión Europea), Rumanía y Bulgaria, con más de 9 defunciones de menores de un año por cada 1000 nacidos vivos. Recordamos que la adhesión de estos países a la Unión Europea se ha producido recientemente, a partir de 2007, con lo que esta “ruptura” de la defendida convergencia demográfica debe ser entendida bajo este hecho. Las tasas de mortalidad del conjunto ilustran el hecho de que la población europea es vieja. Así lo confirma la esperanza de vida al nacer, en torno a los 75 años para el caso de los hombres y los 82 para las mujeres. Los países que no alcanzan estos valores, destacando del conjunto, son Bulgaria, Letonia, Lituania, Hungría y Eslovaquia (países de reciente incorporación a la Unión). Las contribuciones que pueden significar las migraciones internacionales en este escenario son, y serán, claves para el desarrollo de la población europea, por lo que no debemos perder de vista su comportamiento. Si nos centramos en los países que nos ocupan, tenemos en cuenta, en primer lugar, que ambos casos de estudio representan alrededor de un 20% de población respecto al total de la Europa de los 27. Además, tanto España como el Reino Unido, como se ha dicho más arriba, se sitúan sobre los valores medios compartidos por los países miembros de la Unión Europea, siguiendo la unión demográfica. Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia. En cuanto a la tasa bruta de mortalidad, podemos observar ciertas diferencias si “enfocamos” hacia el caso de España y el Reino Unido. Así, y contemplando su tendencia a lo largo del último cuarto del siglo XX y comienzos del siglo XXI, señalamos las diferencias en el número de defunciones por cada mil habitantes en el año 1975, para ir, a lo largo de los siguientes años, confluyendo en torno a las 9 defunciones por mil habitantes. Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia. Mucho más llamativo es el caso del indicador de fecundidad, que señala el número medio de hijos que tendría una mujer en el país de referencia, a lo largo de su vida fértil, si se mantuviese la misma intensidad fecunda por edad que la observada en un momento anterior. Como se ha apuntado en un momento anterior, llama la atención, más que la cierta estabilidad que se da en el Reino Unido, el caso de España, mucho más cambiante. Si, en 1975, España contaba con casi 3 hijos, de media, por mujer, cifra muy por encima de la del país anglosajón, diez años más tarde nos encontramos con una situación muy diferente y cuya tendencia se mantiene a lo largo de los últimos años del siglo XX. Dicha situación se refiere a la menor fecundidad de España en relación al Reino Unido. Ya señalaba Beltrán (2002: 86) el característico fenómeno de España donde, “concluida la transición demográfica hacía 1980, la tasa bruta de natalidad no se estabiliza, sino que continúa su caída hasta 1999”. Añadimos a esta afirmación la estabilización, con un leve aumento, de la fecundidad a partir del comienzo del siglo XXI. Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia. La baja fecundidad, junto a la también baja mortalidad, nos lleva a una situación de envejecimiento demográfico. Es éste el punto de partida de los fenómenos que en este trabajo se desarrollan. Las consecuencias del envejecimiento de la población han sido recogidas en multitud de trabajos. Algunas de esas consecuencias han puesto el acento en las tasas de dependencia que soportan unos grupos de edad respecto a otros. Así, en relación a las tasas de dependencia, podemos diferenciar entre la tasa de dependencia de la población menor de 15 y la mayor de 65 años. Estos indicadores poseen un claro significado económico, puesto que representan la relación entre la población potencialmente inactiva y la potencialmente activa. Dadas las proyecciones de población, estas tasas de dependencia nos situarán en un escenario en el que se deban redefinir los comportamientos de los diferentes grupos de población. Para el caso de la relación entre la población menor de 15 años y la población potencialmente activa (de 16 a 64 años), observamos una importante diferencia entre España y el Reino Unido hasta 1985, aproximadamente. Es hasta entonces cuando España aun tiene unas altas tasas de natalidad que van disminuyendo, como se ha señalado, hasta comienzos del siglo XXI. En 2010 hablamos de unas tasas de dependencia de jóvenes, para ambos países, y en consonancia con la Europa de los 27, muy similares, en torno a los 25 menores de 15 años por cada 100 habitantes potencialmente activos. Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia. La tasa de dependencia de la población mayor de 64 años inquieta, al tener en cuenta su tendencia en los últimos años y las proyecciones de población. Mientras que, como se refleja en el gráfico, España se incorpora de forma más tardía a las sociedades envejecidas, de las que Reino Unido ya formaba parte en 1975; observamos una tendencia al alza de la tasa de dependecia de mayores. Reino Unido ya contaba, en el último cuarto del siglo XX, con más de un 20% de población mayor de 64 años en relación a su población activa. Este porcentaje, aunque tiende a aumentar hasta la actualidad, lo hace de forma poco marcada. España ha vivido los cambios del progresivo aumento de la población envejecida de una forma mucho más radical. A partir de 1975, comienza el progresivo aumento de la tasa de dependecia de mayores, siguiendo la pauta europea, crecimiento mucho más pausado a partir de principios del siglo XXI. En el año 2010, como ya se señaló, la tasa de dependencia de la población mayor de 64 años en España y el Reino Unido se sitúa en el 25%, algo inferior a la tasa media de la Unión Europa. Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia. A partir de 2005, existe una semejanza casi total en cuanto a las tasas de dependencia de mayores para nuestros dos países de estudio. La distribución de la población por edades confirma esta situación. Así, en el año 2005 (según datos de Eurostat y del Instituto Nacional de Estadística), los menores de 15 años suponían el 14,5 y 18% del total de la población para España y Reino Unido, respectivamente. Los mayores de 65 años suponían un 16% para ambos casos. Atendiendo a las proyecciones de población, la distribución por edades habrá de ser tenida en cuenta en los próximos cincuenta años. Así, el porcentaje de población mayor de 65 años aumentará, progresivamente, tanto para el conjunto de la Unión Europea como para España y el Reino Unido. Cabe destacar, de nuevo, el significativo crecimiento del porcentaje de población mayor para el caso de España que se prevé para años futuros. Influye, en esta situación, la incorporación de la generación del baby boom a la población mayor, en torno al año 2035. Porcentaje de población mayor de 65 años 2015 2020 2025 2030 2035 2040 2045 2050 2055 2060 Unión Europea (27 países) España 18,71 20,17 21,79 23,65 25,48 26,85 27,81 28,61 29,24 29,54 18,00 19,09 20,69 22,84 25,25 27,78 30,23 31,51 31,69 31,45 Reino Unido 17,90 18,71 19,71 21,22 22,60 23,17 23,05 23,38 24,01 24,53 Fuente: Eurostat. Elaboración propia. Es, por todo lo señalado, relevante tener en cuenta el envejecimiento de la población, así como sus tendencias de futuro. En este contexto, como señala Pérez Díaz, J. (2004), cuando debemos hablar de las consecuencias de esta situación demográfica. Sobre esta situación se ha teorizado ampliamente, desde diversas disciplinas, en los últimos años. Sin embargo, ya a principios del siglo XX, encontramos a demógrafos, como H. Westergaard, que previeron estas realidades, señalando: “[…] ya no volveremos a encontrar la distribución por edad de los días de antaño: la población tendrá un aspecto muy distinto, con un gran número de ancianos y unos efectivos de jóvenes relativamente reducidos […]” (en Pérez Díaz, J., 2005: 211). El término de “envejecimiento de la población”, demográficamente hablando, ha sido tratado por diversos autores. Sin embargo, existen aquellos que proponen términos alternativos. Uno de estos casos es la propuesta de Julio Pérez Díaz (2003) del término “madurez de masas”, poniendo el acento en la supervivencia generacional más que en la estructura por edades. 3.- Solidaridad y ambivalencia intergeneracional. Una visión comparada. Una vez situados en el contexto demográfico tanto de Europa como de España y Reino Unido, de forma particular, nos planteamos cómo se plantean las transferencias en la familia y, más concretamente, las que se producen entre diferentes generaciones. Si nos centramos en el caso de las transferencias intergeneracionales en relación al cuidado y el apoyo, debemos aclarar los pilares en los que se sustenta la provisión de protección social. Salustiano del Campo (2003: 406) recoge el planteamiento de Vogel al señalar cómo la provisión de los servicios de bienestar social en las sociedades europeas se configuran bajo los pilares del Estado, el mercado y la familia, de manera que se ofrece, se vende o se da protección, respectivamente. Puesto que la familia proporciona responsabilidades familiares en pro de un bienestar común en su seno, puede ser entendida como una institución paralela al sector público. Son diversos estudios (ej. Bengtson, Richards & Roberts, 1991; Attias-Donfut, 1995; Lüscher & Pillemer, 1998) los que han manifestado el importante papel de la familia en este contexto, tanto como mecanismo de solidaridad intergeneracional o de ambivalencia. Sin embargo, es clave la perspectiva comparada, entre diferentes países y sus sistemas de bienestar, para conocer cómo dichos mecanismos operan en diversos contextos. Para los casos que nos ocupan, recordamos las diferencias entre dos modelos de Estado de Bienestar: el modelo Anglosajón y el Mediterráneo. El modelo Anglosajón es más liberal, con un papel menor por parte del Estado, mientras que el modelo continental, para los países del sur de Europa (Esping-Andersen, 1999), o según la terminología de Ferrera (1996) el modelo Mediterráneo, se basa en la centralidad del Estado y enfatiza el papel de la familia. Tenemos en cuenta, además, que el envejecimiento, y su consideración en España, va asociado a unas características especiales devenidas de dicho Estado de Bienestar. María Teresa Bazo (2002: 117) pone de manifiesto el fuerte papel de la familia en el cuidado de las personas mayores y, mucho más concretamente, el papel de la mujer. Pese a los importantes cambios que ha habido en la estructura familiar española, la familia continúa siendo el principal pilar de apoyo a la vejez en España. También para Julio Iglesias de Ussel (1998: 260), la familia, y en concreto la mujer es, en España, el “verdadero Ministerio de Asuntos Sociales”. Tradicionalmente, han sido diversos los autores que se han ocupado del rol de la familia atendiendo a los mecanismos que en ella operan. Así, frente a la perspectiva de Parsons (1942, 1949) y su visión de la familia nuclear en términos de aislamiento, encontramos la perspectiva que pone en alza la solidaridad. Si bien es cierto que dicho punto de vista se vio centrado, en un principio, a la familia extensa y las relaciones entre sus miembros (Shanas et al., 1968; Littmak, 1965; Sussman, 1955), fue Bengtson quien inició una línea en la que defendía la solidaridad intergeneracional en el sentido de apoyo mutuo y consenso. Así, el propio Bengtson (2001: 2) defiende una nueva hipótesis4 para el estudio de las transiciones en la estructura y funciones de la familia a lo largo del siglo XX; esta es: el incremento de los vínculos multigeneracionales. Así, recordando que el contexto del autor es la sociedad norteamericana, señala que son los vínculos multigeneracionales la clave de entendimiento para el bienestar y apoyo a lo largo de la vida de los individuos. Esta afirmación se sostiene sobre la base de los cambios demográficos y las posibilidades de interacción intergeneracional, así como la fuerza de la solidaridad intergeneracional y la imposibilidad de la familia nuclear de realizar funciones tan básicas como la socialización (dadas las situaciones de ruptura en el seno de las familias). El punto de vista de la solidaridad intergeneracional ha sido defendido por diversos autores europeos (ej. Attias-Donfut, 1995; Donati, 1995) aunque, en algunos casos, con una visión crítica. Sin embargo, frente a esta solidaridad intergeneracional, surgió una corriente (Marshall, Matthews y Rosenthal, 1993) que destacaba la soledad, problemas de los cuidadores en las familias, los problemas, conflictos y abusos que se producen en el seno familiar. Más recientemente han sido Lüscher y Pillemer (1998) quienes han comenzado a hablar de ambivalencia intergeneracional, en el sentido de un tipo de relaciones en las que convergen el amor y el odio, la existencia de solidaridad y conflicto en el proceso y la forma de entender las relaciones intergeneracionales (Lüscher, 2005: 96). Lüscher parte de la crítica teórica al modelo de solidaridad de Bengtson, enfatizando la falta de atención que, desde ese punto de vista, se le presta a los aspectos negativos u oscuros de las relaciones intergeneracionales. Desde un punto de vista más empírico, el autor de la ambivalencia trabaja los niveles de solidaridad tras eventos claves ocurridos a lo largo del curso vital (eventos que supongan un punto de inflexión). Así, se defiende la pertinencia del concepto de solidaridad para el estudio de situaciones en la vida de los individuos en las que existen situaciones polarizadas relevantes para la constitución de identidades individuales o colectivas (Lüscher, 2005). En el desarrollo de este concepto de ambivalencia se diferencian la dimensión subjetiva y la estructuralinstitucional. Es esta última la que es clave para el planteamiento de nuestra idea. Así, entendiendo la oposición entre el deseo de mantener las formas sociales tradicionales o 4 Las hipótesis de las que parte Bengtson (2001) son: la emergencia de la familia nuclear moderna; el declive de este tipo de familia, como institución social; y el incremento de la diversidad de formas familiares. sus formas de relación y el deseo de cambio, aparece en esta idea la repetida dicotomía en el estudio sociológico entre la reproducción y el cambio social. De acuerdo con el modelo de solidaridad intergeneracional de Bengtson y Roberts (1991) y su clasificación de patrones de solidaridad, la importancia del apoyo familiar en el Modelo Mediterráneo genera altos niveles de solidaridad normativa y funcional. Esta situación, unida a la actual cultura postmoderna, genera una situación de ambivalencia en los patrones intergeneracionales. Tal como ponen de manifiesto Lüscher y Pillemer (1998), la ambivalencia en relaciones intergeneracionales causa contradicciones en niveles subjetivos y de la estructura social. Con datos procedentes de un estudio sobre el impacto de las variables personales, familiares y sociales en la autonomía y retraso de la dependencia de las personas mayores en diferentes países europeos (añadiendo el caso de Israel), Bazo (2002: 125) pone de manifiesto un descenso de la armonía en las relaciones familiares, devenidas de una necesidad de apoyo regular por parte de la familia ante la debilidad del Estado de Bienestar en este ámbito para el caso de España. Así, estas relaciones de cuidado llevan a cierta ambivalencia en las relaciones familiares, generando la necesidad de establecer políticas y servicios sociales que signifiquen apoyo exterior a las familias cuidadoras. 4.- A modo de conclusión. Una vez puesto de manifiesto el proceso de envejecimiento demográfico en las sociedades europeas y, más concretamente, la situación en el Reino Unido y España, hemos manifestado cómo las formas familiares y las relaciones entre diferentes generaciones se están modificando. Desde este punto de vista, resulta clave el estudio, tanto a nivel teórico como empírico, de las transferencias intergeneracionales. En este caso, resulta insuficiente la perspectiva económica, teniendo que contemplar tanto las transferencias de cuidado y apoyo emocional. Las teorías centradas en las relaciones intergeneracionales han puesto el acento en el conflicto, la solidaridad o ambivalencia. A pesar de la pertinencia del estudio de la familia y de sus mecanismos de articulación en una sociedad determinada, hemos de tener en cuenta otros factores que nos proporciona la visión comparada. Algunos autores como Kohli y Albertini (2007) han estudiado este fenómeno desde la perspectiva comparada a nivel europeo, utilizando para ello la encuesta “Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe” (SHARE), tanto de un modo general como centrándose en Alemania, en el caso de Martin Kohli (2005). Sin embargo, este análisis europeo debe ser completado utilizando otras herramientas que nos permitan la comparación entre países como los que aquí nos ocupan y que no se encuentran recogidos juntos, como casos de estudio, en la citada encuesta europea5. Así, la perspectiva teórica nos ofrece la clave de estudio de las transferencias intergeneracionales tomando como referencia los diferentes sistemas de bienestar. La pregunta que queda por contestar sería si, efectivamente, se asocia, en este caso, el Modelo Anglosajón con unos mayores niveles de solidaridad intergeneracional, basándonos en la idea de que serían el tándem entre Estado y el mercado el que proporciona el cuidado. De esta manera, las relaciones ocurridas entre diferentes generaciones se plantearían en términos de solidaridad, bajo la perspectiva positiva de ayuda mutua. Por el contrario, en el caso de España, a pesar de que se asume que existe intercambio de apoyo material y no material entre los miembros de la familia, las transferencias intergeneracionales se darían bajo el concepto de ambivalencia. Aun teniendo en cuenta los casos de conflicto, la investigación sobre la familia en España ha primado las situaciones de solidaridad; pero habrá que plantear si ante una debilidad del Estado y el mercado para ofrecer o vender protección social, ha sido la familia la que ha asumido un peso (siendo el Estado y familia los pilares de la protección social) que ha generado dicho mecanismo de ambivalencia. Se necesitan estudios que puedan realizar un seguimiento de estos cambios e identificar el impacto económico y social sobre los individuos, las comunidades y la sociedad. Por ello, por su actualidad, pertinencia y perspectivas de futuro, el cambio de patrones en las trasferencias intergeneracionales se desarrollará en trabajos futuros, bajo esta perspectiva comparada. 5 Este trabajo es una aproximación al estudio de las transferencias intergeneracionales, para el caso de España y el Reino Unido, que será completado a nivel empírico con datos de la Encuesta Mundial de Envejecimiento (The Global Ageing Survey –GLAS-, Oxford Institute of Population Ageing). En esta encuesta podremos encontrar la información para el caso del Reino Unido. Por otro lado, y para el caso de España, se utilizará la encuesta a nivel europeo “The Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe” (SHARE) que comparte módulos sobre salud y jubilación, actitudes, expectativas y comportamientos, a lo largo de la etapa de madurez, con la anterior. SHARE ha sido diseñada siguiendo los modelos de Health and Retirement Study (HRS) y English Longitudinal Study of Ageing (ELSA) 5. Al igual que ELSA, SHARE está basado en una estructura longitudinal o de panel, permitiendo un estudio más dinámico del proceso de envejecimiento. El análisis de ambas encuestas nos permitirá conseguir el punto de vista comparado, entre estos dos países, inexistente en otros estudios, como ya se ha puesto de manifiesto. 5.- Referencias bibliográficas Attias-Donfut (ed.) (1995): Les solidarités entre générations. VieillesseFamilles-Etat, París: Nathan. Bazo, MT (2002): “Intercambios familiares entre las generaciones y ambivalencia: una perspectiva internacional comparada” en Revista Española de Sociología, núm. 2, pp. 117-127. Bazo, MT (2002): “Intercambios familiares entre las generaciones y ambivalencia: una perspectiva internacional comparada” en Revista Española de Sociología. Núm. 2, pp. 117-127. Bazo, MT (2008): “Personas mayores y solidaridad familiar” en Política y Sociedad, vol. 45, núm. 2, pp. 73-85. Beltrán Villalva, M. (2002): “A vueltas con los terremotos demográficos en España” en Revista Española de Investigaciones Sociológicas. 100/02. pp. 83102. Bengtson, V. y Roberts, R. (1991): “Intergenerational solidarity in aging families: an example of formal theory contruction” en Journal of marriage and family, vol. 53, núm. 4, pp. 856-870. Bernardi, F. y Requena, M. (2004): “La caída de la fecundidad y el déficit de natalidad en España” en Revista Española de Sociología, núm. 3, pp. 29-50. Bigg, S. (2007): “Thinking about generations: Conceptual positions and policy implications” en Journal of Social Issues, vol. 63, núm. 4, pp. 695-711. Cabré, Domingo y Menacho (2002): “Demografía y crecimiento de la población española durante el siglo XX” en Mediterráneo Económico, núm. 1. Del Campo, S. (2003): “Familia tradicional y estado de bienestar en Europa” en Arbor, Vol.176, Núm. 694, pp. 393-414. Donati, P. (1995): Quarto rapport sulla famiglia in Italia. Cisinello Balsamo: Edizione San Paolo. Esping-Andersen, G. (1999): Social Foundations of Postindustrial Economies. Oxford: Oxford University Press. Ferrera, M. (1996): “The ‘Southern Model’ of Welfare in Social Europe” en Journal of European Social Policy. Vol. 6, núm. 1, pp. 17-37. Harper, S. (Ed.) (2004): Families in ageing societies. A multi-disciplinary approach. Oxford: Oxford University Press. Hernández Rodríguez, G. (2003): “Mayores: aspectos sociales” en Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, núm. 45, pp. 133-152. Hurd, M.D. (1987): “Savings of the elderly and desired bequests” en American Economic Review. núm. 77, pp. 298-312. Iglesias de Ussel J. (1998): La familia y el cambio político en España. Madrid: Tecnos. Kohli, M. (2005). “Generational changes and generational equity” en M. L. Johnson (Ed.), The Cambridge handbook of age and ageing (pp. 518–526). Cambridge, UK: Cambridge Kohli, M. y Albertini, M. (2007): “The generational contract in the family: explainig regime differences in financial transfers from parents to children in Europe” en DemoSoc working papers, núm. 24. Barcelona: Universitat Pompeu Fabra. Lee, R. (1995): “Una perspectiva transcultural de las transferencias intergeneracionales” en Revista Pensamiento Iberoamericano, núm. 28. Número especial, en conjunto con Notas de Población, núm. 62, pp. 311-362. Leeson, G.W. (2002): The Changing Face of the Population of Europe, Working Paper, núm. 2, Nordregio, Stockholm. Capítulos 1, 2, 3 y 6. Littwak, E. (1965): “Extended kin relations in a democratic industrial society” en Shanas y Streib, Social structure and the family. Englewood Cliff, NJ: Prentice-Hall. Lüscher, K. (2005): “Looking at ambivalences: the contribution of a ‘new old’ view of international relations to the study to the life course” en Advances in life Course Research. Vol. 10, pp. 93-128. Lüscher, K. y Pillemer, K. (1998): “Intergenerational ambivalence: a new approach to the study of parent-child relations in later life” en Journal of marriage and family, vol. 60, núm. 2, pp. 413-425. Marshall, Matthews and Rosenthal (1993): “Elusiveness of family life. A challenge for the sociology of aging” en Pladdox y Lawton, Annual Review of gerontology and geriatrics. New York: Springer. Parsons (1942): “Age and sex in the social structure of the United States” en American Sociological Review, núm. 7, pp. 604-616. Parsons (1949): “The social structure of the family” en Anshen (ed.), The family: Its function and destiny. New York: Harper and Row. Pp. 173-201. Pérez Díaz, J. (2003): “Roles de género en la vejez” en Aracil Rodríguez et al. Género y población. Una perspectiva internacional. Ibersaf Editores. Pérez Díaz, J. (2004): “Poder tener abuelos: la normalización demográfica española” en Libro de ponencias II Congreso “La familia en la sociedad del siglo XXI”. Madrid, FAD. Pérez Díaz, J. (2005): “Consecuencias sociales del envejecimiento demográfico” en Papeles de economía española. Núm. 104. Madrid: Fundación de las Cajas de Ahorros. Pérez Díaz, J. (2010): “El envejecimiento de la población española” en Investigación y Ciencia, 410, pp. 34-42. Shanas et al. (1968): Old people in three industrial societies. New York: Atherton Press. Sussman, MB (1955): “The isolated nuclear family. Fact or fiction” en Social Problems, Núm. 6, pp. 333-347.