REEMPLAZO GENERACIONAL Y CAMBIO SOCIAL: PERFILES SOCIODEMOGRÁFICOS DE LOS HOGARES UNIPERSONALES EN ESPAÑA Carmen Rodríguez Guzmán Antonio David Cámara Hueso Inmaculada Barroso Benítez Felipe Morente Mejías Resumen El crecimiento de los hogares unipersonales dentro de la estructura demográfica española se ha convertido en un fenómeno visible y revelador de cambios sociales. El porcentaje de población que vivía sola en 1991 era de un 4,1, de un 7,1 en 2001 y de un 9 en 2011 y todo apunta a que el porcentaje seguirá creciendo durante los próximos años. Actualmente uno de cada cuatro hogares y una de cada diez personas son hogares unipersonales. El objetivo específico de este trabajo consiste en analizar en términos sociológicos el reemplazo generacional de esta tipología de hogar de 1991 a 2011. Se ha realizado un análisis diacrónico del perfil sociodemográfico de las personas que viven solas en España utilizando para ello muestras de microdatos censales del repositorio del INE: 1991, 2001 y 2011. Las variables sociodemográficas utilizadas han sido la edad, el sexo, el estado civil, el nivel educativo y la relación con la actividad. Los resultados muestran que el reemplazo generacional de los hogares unipersonales en España lleva asociado una diversificación de su perfil sociodemográfico. En este sentido, encontramos un rejuvenecimiento de los hogares unipersonales, especialmente entre los 25 a 39 años, que se ha mantenido durante el periodo estudiado, a pesar de los efectos adversos de la crisis económica; un descenso del peso de la viudedad en favor de la soltería; una mayor presencia de la actividad y un menor porcentaje de personas sin estudios encabezando este tipo de hogares. El efecto continuidad, que también lo hay, se observa en el perfil que permanece más estable dentro de los hogares unipersonales a lo largo este periodo: mujeres mayores viudas con pocos estudios. Este cambio en los perfiles, que indica nuevos comportamientos y condicionantes sociológicos, nos hacen preguntarnos en qué medida los cambios detectados responden, por un lado, a la propia inercia demográfica (pues unas generaciones se extinguen y otras toman el relevo en la estructura de edades de la población) y, por otro, a un proceso de cambio social de amplio calado como es el proceso de individualización, que se refleja en la atomización residencial. Palabras clave: Censos, población, hogar unipersonal, reemplazo generacional, perfil sociodemográfico Financiación / agradecimientos Trabajo asociado a los siguientes proyectos de investigación: ¿Queremos vivir solos? Dimensiones sociológicas de la vida en solitario en España, financiado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (ref. CIS 115-002560); Perfiles, entornos e identidades de la sociabilidad que viene: geosociología del hogar unipersonal en España, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (ref. CSO201567066-R) 1 Introducción Los hogares unipersonales en el periodo de 1991 a 2011 no han dejado de crecer, incluso a pesar de la crisis económica que ha vivido el país durante los últimos años. Ese porcentaje de población que vivía sola era de un 4,1 en 1991, de un 7,1 en 2001 y de un 9 en 2011 y todo apunta a que el porcentaje seguirá creciendo durante los próximos años, ya que estas cifras se insertan en una clara tendencia de individualización o atomización del modo residencial. El cambio en la composición de estos hogares que puede observarse a través del análisis de variables sociodemográficas como la edad, el sexo, el estado civil, el nivel educativo y la relación con la actividad muestra que el reemplazo generacional de los hogares unipersonales en España lleva asociado una diversificación de su perfil sociodemográfico. Éste se ha rejuvenecido reflejando nuevos comportamientos y condicionantes sociológicos. Por ejemplo el segmento poblacional entre 25 y 40 años ha pasado de significar un 13,36% de los hogares unipersonales en 1991 a un 23,76% en 2011, es decir un incremento de casi el 78%. Asimismo, por lo que respecta al nivel educativo, que resulta siempre una aproximación muy atractiva a las diferencias y desigualdades socioeconómicas por la correlación positiva que esta variable ostenta con la ocupación y el nivel de ingresos, el cambio fundamental es que se han aproximado bastante los perfiles de educación formal de las personas que viven solas con el resto de la población, moderándose la sobrerrepresentación de los niveles inferiores de educación entre los hogares unipersonales. Aun así, en la composición interna de los hogares unipersonales por estratos educativos se dan claras diferencias entre hombres y mujeres. Ellas siguen siendo el segmento principal de las personas que viven solas entre la población con menor educación formal. Por el contrario, encontramos que a mayor nivel educativo, mayor homogeneidad en la distribución de los hogares unipersonales por edad y sexo así como mayor estabilidad entre los perfiles sociodemográficos en el tiempo. El cambio detectado en la distribución del estado civil entre los hogares unipersonales también muestra el cambio de perfil del que hablamos: ha habido una disminución de la proporción de hogares unipersonales en estado de viudedad. Este descenso puede deberse al incremento de la esperanza de vida que demora el estado de viudedad y por tanto la propia posibilidad de constituirse en hogar unipersonal. Si en 2 1991 el estado civil mayoritario entre las personas que viven solas era la viudez (50%), en 2011 lo es la soltería (44%). En cuanto a la relación con la actividad durante el periodo estudiado, la actividad ha ido ganando terreno a la inactividad entre las personas que viven solas y la proporción de ocupados entre los hogares unipersonales ha crecido. No obstante, entre los hombres y las mujeres que viven solos, éstas están más presentes en la actividad a través del desempleo y los hombres los están más entre los ocupados (de modo análogo a lo que sucede en el conjunto de la población activa española). La diversificación de los perfiles de hogares unipersonales hallada hace que resulte pertinente plantear en qué medida estos cambios son, por un lado, la consecuencia de la inercia demográfica y, por otro lado, de un proceso de cambio social de amplio calado como es el proceso de individualización, que se manifiesta en la mayor presencia de la vida en solitario entre el conjunto de los hogares. A vivir solo se puede llegar de maneras diversas, sin embargo podríamos aunarlas en dos grandes interpretaciones dentro del debate sociológico: 1) la vida en solitario contemplada desde el plano utilitario-hedonista o 2) como una alternativa de vida más o menos derivada de factores estructurales. De la interpretación sociológica “optimista” del hogar unipersonal, y de las causas subyacentes, existen diversas vertientes formuladas en parámetros más o menos utilitarias y/o hedonistas como se ha destacado en trabajos previos (Bericat y Martín-Lagos, 2006). En común, estas lecturas del proceso de cambio sociodemográfico relegan en cierta medida las causas últimas del avance de la atomización residencial; causas que por otra parte inciden directamente en las aspiraciones de llevar una vida estable así como en el establecimiento y mantenimiento de vínculos sociales de cierta solidez. Klinenberg (2012), sin embargo, pone el acento en los elementos contextuales que convergen en el proceso de individualización; desde las consecuencias de la incorporación de la mujer al mercado laboral, el proceso de urbanización masiva que unifica pautas demográficas propias de entornos urbanos, pasando por la revolución en las comunicaciones, que en parte ha transformado nuestras pautas de sociabilidad, o el aumento de la esperanza de vida en las sociedades desarrolladas social y económicamente. Tras esta introducción y el siguiente apartado dedicado a los datos y metodología, se exponen con detenimiento los resultados más relevantes en cuanto a el cambio en los perfiles de hogares unipersonales por edad, sexo, estado civil, nivel 3 académico y relación con la actividad, comparados con las proporciones del resto de la población; y por último, se plantean las algunas conclusiones y elementos abiertos a la discusión. Datos y metodología Se utilizan las muestras nacionales de microdatos censales del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a los años 1991, 2001 y 2011. Estas muestras equivalen al 1% del censo. Para los dos últimos años se identificaron los hogares unipersonales utilizando variables ad hoc creadas por el propio INE. En el caso de 1991 los microdatos no proporcionan esta información y por tanto hubo que identificar los hogares unipersonales mediante un análisis previo del registro de viviendas. Cada vivienda fue descompuesta en hogares (en el caso de existir varios hogares en una vivienda; esto se daba en algo menos del 2% de las viviendas) y se calculó el tamaño de cada hogar utilizando las variables de personas presentes y ausentes pertenecientes al hogar en cuestión. Como es natural, en viviendas de un solo hogar, la agregación de personas tenía que equivaler a la suma de las variables de personas presentes en la vivienda. En definitiva, los hogares unipersonales de 1991 fueron identificados como aquellos compuestos por una sola persona independientemente del número de residentes en cada vivienda en cuestión. En viviendas que contienen un solo hogar (el 98% del total), se comprobó que la suma de cuatro variables del registro de viviendas (hombres presentes, mujeres presentes, hombres ausentes y mujeres ausentes) coincidía con el resultado del conteo realizado a través de la descomposición de viviendas en hogares. La misma comprobación fue realizada en el caso de los hogares unipersonales identificados. Finalmente se testó la fiabilidad de la muestra de hogares unipersonales obtenida mediante la exploración de dos variables de contexto de hogar: el número de orden de la persona y el parentesco. El 100% de nuestros hogares unipersonales correspondían a orden 1 y a parentesco 1 (es decir, la persona principal del hogar). Se descartaron, no obstante, los casos de hogares unipersonales encabezados por personas menores de 18 años (un total de 88 de los 15764 hogares unipersonales identificados; entre esos 88 había casos distribuidos en todo el rango de edad 0-17 asumiendo que una parte corresponde a declaración o tabulación errónea de la edad). La cifra y el porcentaje total de hogares unipersonales resultantes es prácticamente idéntica a los resultantes de la explotación del 100% del censo realizada por el INE (INEbase, online). 4 En esa explotación los hogares unipersonales en España en 1991 ascendían a 1,58 millones (el 13,34% del total de 11,85 millones de hogares). Aplicando los factores de ponderación provistos por el propio INE a nuestra muestra de hogares, el resultado es de un total de 1,57 millones (13,26% del total, 11,85 millones). Recordemos que para la muestra censal del 1% se estiman por parte del INE los errores relativos de muestreo que en este caso (unos 15700 hogares sobre un total aproximado de 40 millones de personas) estaría en torno al +-8%. Por tanto el resultado obtenido a través de la muestra de hogares es bastante aceptable. En cuanto a las técnicas utilizadas, todas tienen naturaleza cuantitativa y descriptiva y se basan fundamentalmente en el análisis demográfico. Se presentan proporciones generales y específicas por sexo y edad que se replican para las principales variables de interés en este trabajo: el nivel de estudios, el estado civil y la relación con la actividad. Básicamente lo que se hace es, en primer lugar comparar los hogares unipersonales con el resto de la población para después analizar la composición interna de los hogares unipersonales en función de las variables sociodemográficas mencionadas. Además, una buena parte de los análisis incorporan una perspectiva diacrónica utilizando varias o todas las referencias temporales del trabajo: 1991, 2001 y 2011. En cada análisis presentado se realizan comentarios más específicos que ayudan a comprender los datos utilizados y facilitan la interpretación de los resultados obtenidos. Resultados: Perfiles sociológicos entre los hogares unipersonales en España Este apartado muestra por un lado, el peso que los hogares unipersonales han tenido desde 1991 a 2011 en España. Y por otro, se señalan los cambios en su composición a través de las variables edad, sexo, estado civil, nivel de estudios y relación con la actividad, de manera que podamos identificar los perfiles de hogares unipersonales que nos permitan establecer los cambios y las permanencias. Los hogares unipersonales en el periodo de 1991 a 2011 no han dejado de crecer, incluso a pesar de la crisis económica que ha vivido el país durante los últimos años. Ese porcentaje de población que vivía sola era de un 4,1 en 1991, de un 7,1 en 2001 y de un 9 en 2011. La mayoría de los hogares de una sola persona se encuadran en dos situaciones sociales: hogares solitarios formados por personas mayores y los conformados por jóvenes. España responde principalmente al primer tipo y su ascenso en las últimas 5 décadas está causado por el incremento de la esperanza de vida y la mejora general de los niveles económicos y de bienestar de la población mayor (Figura 1). La estructura por edades, durante el periodo 1991-2011, refleja que el mayor crecimiento de los hogares unipersonales o solitarios se ha dado en los grupos de edad de 25 a 39 años así como entre los mayores a partir de los 80 años. Es interesante observar que el aumento en la proporción de hogares unipersonales entre las personas jóvenes no se ha detenido a pesar del contexto de crisis que se ha atravesado en los últimos años. En cambio, entre las personas mayores, la proporción de hogares unipersonales se ha mantenido estable entre 2001 y 2011. Probablemente, la situación económica ha provocado procesos de reagrupamiento familiar. Es decir, en muchos casos hogares que de otro modo serían unipersonales han vuelto a adquirir un perfil familiar. Figura 1. Proporción específica por edad de personas que viven solas. España, 1991, 2001 y 2011 Fuente. Elaboración propia a partir de las muestras nacionales de microdatos censales del INE Por lo que respecta a la composición interna de los hogares unipersonales por edad y sexo (Figura 2), durante el periodo 1991-2011 se muestra una diversificación en el perfil sociodemográfico de las personas que viven solas. Este perfil ha dejado de representar en exclusiva el envejecimiento de la población para reflejar nuevos comportamientos en la forma de residencia de la sociedad española. En 1991 más de la mitad de los hogares unipersonales (55,38%) eran mayores de 65 años. Este porcentaje descendió a un 46,58% en 2011. Por el contrario durante el periodo analizado se constata un crecimiento muy significativo de los hogares unipersonales entre los 25 y 6 los 40 años. Este segmento de la población ha pasado de significar un 13,36% de los hogares unipersonales en 1991 a un 23,76% en 2011, es decir un incremento de casi el 78%. Comienzan a vislumbrarse nuevos comportamientos como consecuencia del incremento de las rupturas matrimoniales, el triunfo de la soltería, etc. Éstas pueden ser algunas de las variables explicativas del cambio en la composición de los hogares unipersonales. En cuanto a la distribución por sexo, en 1991 encontramos un perfil claramente feminizado entre los hogares unipersonales mayores de 65 años (el 80% de esos hogares correspondían a mujeres). En 2011 la representación femenina desciende, aun siendo mayoritaria en esta subpoblación de personas que viven solas. Hay que señalar también que la sex ratio o relación de masculinidad entre los hogares unipersonales de personas entre 25-40 años se ha mantenido constante (1,52) entre 1991 y 2011. Por tanto, no se puede hablar de una masculinización de la vida en solitario en esas edades sino estrictamente de un rejuvenecimiento general de la estructura de hogares unipersonales en España. Acorde con los procesos de cambio social de países de nuestro entorno (Herrera, 2007). Figura 2. Distribución de los hogares unipersonales por edad y sexo (%) 100+ 1991 Mujeres 90-94 Hombres 80-84 70-74 60-64 50-54 40-44 30-34 18-24 15 100+ 10 5 0 5 10 2001 Mujeres 90-94 15 Hombres 80-84 70-74 60-64 50-54 40-44 30-34 18-24 15 10 5 0 7 5 10 15 100+ 2011 Mujeres 90-94 Hombres 80-84 70-74 60-64 50-54 40-44 30-34 18-24 15 10 5 0 5 10 15 Fuente. Elaboración propia a partir de las muestras nacionales de microdatos censales del INE Seguidamente se presentan proporciones específicas por edad para hombres y mujeres por separado. Es decir, la distribución por edad de los hogares unipersonales entre los hombres y entre las mujeres (Figura 3). En 1991 el grueso de hogares unipersonales entre los hombres se concentraba entre los 18 y los 60 años. Además puede observarse que las proporciones específicas en ese tramo del ciclo vital son relativamente constantes por grupos quinquenales de edad. El mismo patrón etario se observa entre las mujeres aunque con una prevalencia sensiblemente inferior a la de los hombres. En cambio, entre las mujeres, las proporciones específicas comienzan a incrementarse significativamente a partir de los 50 años para de hecho superar a las masculinas a partir de los 60 años. En 2011 el peso de los hogares entre los hombres se ha desplazado a edades más jóvenes. Esto se puede ver claramente en la configuración de una moda etaria (35-39 años) que no existía en 1991. Entre las mujeres, si bien se observa la configuración de la misma edad modal en 2011, el patrón no ha cambiado de manera tan notable. Así, los hogares unipersonales femeninos se siguen concentrando en edades avanzadas (75-84 años). En definitiva, entre 1991 y 2011 se han extremado las diferencias que ya se vislumbraban en la composición interna por edad de los hogares unipersonales entre hombres y mujeres. Es en el caso de los hombres donde se observa con claridad un cambio en el rejuvenecimiento de los hogares unipersonales. Las mujeres describen ese mismo dibujo, pero en menores proporciones, manteniendo, de este modo, los hogares unipersonales más característicos encabezados por mujeres de más de 65 años, aunque también en menor proporción que al principio de la observación. Figura 3. Distribución porcentual de los hogares unipersonales por edad entre los hombres y las mujeres 8 25,00 1991 Hombres 20,00 Mujeres 15,00 10,00 5,00 25,00 100+ 95-99 2001 Hombres 20,00 90-94 85-89 80-84 75-79 70-74 65-69 60-64 55-59 50-54 45-49 40-44 35-39 30-34 25-29 18-24 0,00 Mujeres 15,00 10,00 5,00 25,00 100+ 95-99 2011 Hombres 20,00 90-94 85-89 80-84 75-79 70-74 65-69 60-64 55-59 50-54 45-49 40-44 35-39 30-34 25-29 18-24 0,00 Mujeres 15,00 10,00 5,00 100+ 95-99 90-94 85-89 80-84 75-79 70-74 65-69 60-64 55-59 50-54 45-49 40-44 35-39 30-34 25-29 18-24 0,00 Fuente. Elaboración propia a partir de las muestras nacionales de microdatos censales del INE El nivel educativo de la población resulta siempre una aproximación muy atractiva a las diferencias y desigualdades socioeconómicas por la correlación positiva que esta variable ostenta con la ocupación y el nivel de ingresos. La Figura 4 nos proporciona una primera imagen de las especificidades sociológicas que caracterizan a las personas que viven solas en España respecto al resto de la población. El análisis incluye solo a las personas mayores de edad. En 1991 el peso de las personas sin estudios entre los hogares unipersonales es prácticamente el doble que entre las personas que no viven solas (casi 50% vs. 25%). 9 Esa relación se invierte entre las personas con estudios primarios y secundarios y se iguala entre las personas con estudios superiores. Esto tiene que ver en primer lugar con efectos de generación pero también con diferenciales socioeconómicos a lo largo del ciclo de vida de las personas en edades adultas maduras y entre los mayores. Es decir, extrapolando en términos socioeconómicos, podemos afirmar que entre las clases altas de la sociedad española, el perfil educativo de los hogares unipersonales es análogo al de las personas que no viven solas mientras que entre las clases bajas hay una clara sobrerrepresentación de hogares unipersonales. Este hecho, constatable en los sucesivos análisis que acompañan a éste, también está relacionado probablemente con un efecto de selección por mortalidad (mortalidad diferencial que penaliza potencialmente a personas que no conviven y mortalidad diferencial que penaliza más a personas de clases socioeconómicas más bajas). El cambio fundamental que se observa en 2011 respecto a 1991 es que la sobrerrepresentación de los hogares unipersonales en el estrato educativo más bajo ha disminuido considerablemente y que también se han aproximado bastante las proporciones entre unipersonales/no unipersonales en el resto de niveles educativos. Esto es lo esperable si se considera el proceso de extinción progresiva de generaciones de españoles con menos educación formal (téngase en cuenta al respecto el peso de la vida en solitario entre las personas mayores). Figura 4. Composición de la población mayor de edad por nivel educativo (%). España, 1991 y 2011 Fuente. Elaboración propia. Idem. 10 En la Figura 5 se replica el anterior análisis pero introduciendo la variable sexo por las implicaciones que las desigualdades de género en el acceso a la educación pueden tener en la comprensión de las diferencias observadas entre los extremos de la estratificación educativa. Y lo que se demuestra es que ciertamente la sobrerrepresentación de los hogares unipersonales entre la población sin estudios tiene que ver con un perfil muy feminizado de ese segmento socioeducativo. De hecho, nos parece muy destacable que la convergencia durante el periodo 1991-2011 a la que aludíamos anteriormente no se produzca entre hombres y mujeres. En este sentido puede observarse que el gap de género sigue siendo muy notable en 2011 precisamente en la población sin estudios y precisamente entre la población que vive sola. Figura 5. Composición interna por nivel educativo. Hogares unipersonales vs. resto de la población. España, 1991 y 2011 100 100 1991 2011 75 75 50 50 Hombres Hombres Mujeres 25 Mujeres 25 Resto de la población Hogares unipersonales Superiores Secundarios Primarios Sin estudios Superiores Secundarios Primarios Superiores Secundarios Primarios Sin estudios Superiores Secundarios Primarios Sin estudios Hogares unipersonales Sin estudios 0 0 Resto de la población Fuente. Elaboración propia. Idem. Una aproximación más detallada a ese hecho se obtiene a partir de la descomposición por edad de los hogares unipersonales en cada estrato educativo (Figura 6); se observa un claro contraste entre el nivel más bajo y más alto de estudios (“sin estudios” vs. “estudios superiores”). El perfil medio de la persona sin estudios que vive sola en España es claramente el de una mujer de más de 65 años y ese perfil se ha acentuado en 2011 con respecto a 1991. Entre las personas con estudios superiores, el perfil medio es el de una persona de entre 30 y 44 años sin definición de género. Significativamente, ese perfil no ha variado sustancialmente entre 1991 y 2011. No obstante, señalar que los mayores cambios se dan en las edades activas entre los varones con estudios primarios y secundarios que aumentan su peso en los hogares unipersonales de 1991 a 2011. Figura 6. Distribución de los hogares unipersonales en cada estrato educativo (%). España, 1991 y 2011 11 Fuente. Elaboración propia. Idem. Nuestras observaciones anteriores acaban perfilándose en un análisis de las proporciones específicas por edad entre hombres y mujeres en cada estrato educativo (Figura 7). A mayor nivel educativo, mayor homogeneidad de los patrones por edad, mayor homogeneidad entre hombres y mujeres y mayor homogeneidad entre las fotografías ofrecidas por los censos de 1991 y 2011. 12 Si comparamos la líneas descritas por la proporciones específicas por edad y sexo para cada estrato educativo, se puede observar cómo son coincidentes en buena medida las de los hombres de hogares unipersonales y el resto de la población; es decir, las líneas claramente divergentes con el resto de la población son las que representan las proporciones de mujeres de hogares unipersonales, especialmente aquéllas que no tienen estudios o estudios primarios. No obstante, entre 1991 y 2011 estas discrepancias se han atenuado. Figura 7. Proporciones específicas por edad y sexo en cada estrato educativo. Hogares unipersonales vs. resto de la población. España, 1991 y 2011 Fuente. Elaboración propia. Idem 13 Con respecto al estado civil, el más frecuente en la población de hogares unipersonales tanto en 1991 como en 2011 es el de los solteros/as y viudos/as (Figura 8). Ahora bien, los datos reflejan que ha habido una disminución de la proporción de hogares unipersonales en estado de viudedad. Este descenso puede deberse al incremento de la esperanza de vida que demora el estado de viudedad y por tanto la propia posibilidad de constituirse en hogar unipersonal. Si en 1991 el estado civil mayoritario entre las personas que viven solas era la viudez (50%), en 2011 lo es la soltería (44%). Figura 8. Composición de la población por estado civil (%). España, 1991 y 2011 Fuente. Elaboración propia. Idem. A continuación se pasa a estratificar el análisis, es decir se examina la composición interna por edad y sexo de cada uno de los estados civiles, exclusivamente entre las personas que viven solas (Figura 9). El perfil por edad es siempre el esperado en función de la propia significación del estado civil. Por tanto, los comentarios más destacables se refieren en este caso al cambio que se ha producido entre 1991 y 2011. Por ejemplo, entre los hogares unipersonales solteros el peso específico de las edades 30-34 ha aumentado significativamente y el proceso opuesto se observa entre las edades adultas maduras. Esto tiene que ver con cambios sociológicos bien conocidos como el retraso de la emancipación del hogar parental y el aumento de las uniones (tanto primeras como sucesivas) a edades adultas maduras. Otro resultado esperable pero no por ello intrascendente es el muy significativo incremento de la edad media dentro del segmento de personas solas en estado de viudedad. 14 Figura 9. Distribución por edad y sexo de los hogares unipersonales en cada estado civil. España, 1991 y 2011 Finalmente, se comparan las proporciones específicas por edad en los anteriores estratos (estado civil) para hombres y mujeres de manera independiente (Figura 10). Este análisis nos ofrece patrones etarios que además son comparables entre 1991 y 2011. Hombres y mujeres presentan patrones muy similares y también se han producido cambios parecidos en el tiempo. Lo más destacable es que el patrón de soltería se ha 15 homologado bastante en España entre 1991 y 2011. Es decir, en 1991 encontramos un peso específico mucho más importante de las edades adultas jóvenes entre las personas que no vivían solas. Esto ha cambiado en 2011 donde, debido al auge de la vida en solitario entre las personas menores de 50 años, ese perfil etario se ha equiparado prácticamente. Entre los casados las proporciones de hombres y el resto de la población son prácticamente idénticas, no así las de las mujeres: en algunas franjas de edad la proporción de casadas que viven solas es algo menor. Por lo que respecta a las divorciadas/separadas en 2011, no siguen las proporciones del resto de la población, quizás porque las mujeres de entre 18 a 54 años podrían constituir el grueso de los hogares monoparentales y después de esa edad convertirse en hogares unipersonales. Figura 10. Proporciones específicas por edad y sexo en cada estado civil. Hogares unipersonales vs. resto de la población. España, 1991 y 2011 16 Fuente. Elaboración propia. Idem. Para aproximarnos a la realidad de los hogares unipersonales a través de su relación con la actividad volvemos a incluir tres cortes temporales (1991, 2001 y 2011) para poder visualizar la incidencia de coyuntura provocada por la recesión económica entre los censos de 2001 y 2011. En la Figura 11 se presentan la distribución de la relación con la actividad en función del modo de vida (personas que viven solas y personas que no viven solas). Destaca del año 1991 el hecho de que los pensionistas supongan casi el 60% de todas las personas que viven solas, reduciéndose en 2001 en 10 puntos. Entre el año 1991 y el 2001 la proporción de ocupados entre las personas que viven solas aumentó. La proporción de personas desempleadas entre las que viven solas se mantiene entre 1991 y 2001, para aumentar en 2011, al igual que aquellas que declaran dedicarse a los estudios. Esto se halla en consonancia con lo que se entiende por hogar unipersonal; es decir, personas que viven solas y se mantienen a sí mismas. De manera que en estas tres décadas la actividad ha ido ganando terreno a la inactividad entre las personas que viven solas. 17 Figura 11. Relación con la actividad por tipología de hogar. Población mayor de edad. España, 1991, 2001 y 2011 Nota. La abreviatura Pen/incap se refiere a la percepción de una pensión por jubilación o incapacidad. Las categorías vacías en 2011 lo están porque no es posible una comparación directa con los censos anteriores. En 1991 la proporción de población activa para cada grupo de edad en los hogares unipersonales es mayor que en aquellos no unipersonales, siendo de 30 a 44 años el segmento donde la diferencia es mayor (Figura 12). Ésta luego disminuye hasta confluir en los 55-64 años. El año 2001 presenta una línea parecida, pero las distancias entre las proporciones de población activa de los hogares unipersonales con respecto a los no unipersonales se acortan hasta igualarse en los 55-64 años. El año 2011 muestra diferencias evidentes con respecto a las figuras anteriores. En primer lugar, en las proporciones de edad activa en los distintos segmentos de edad de los hogares unipersonales, aumentando en las edades 45-54 para luego disminuir a los de niveles de 1991 y 2001 en las edades de 55-64 años. En segundo lugar, lo más llamativo es el aumento de las proporciones de población activa en las edades de 33-44 y 45-54 en los hogares no unipersonales; con lo cual la mayor proporción de población en edad activa en los hogares unipersonales deja de ser una característica diferencial con respecto a los hogares no unipersonales. 18 Figura 12. Proporción de población activa por grupo de edad. España, 1991, 2001 y 2011 Fuente. Elaboración propia. Idem. En la Figura 13 se replica el análisis anterior pero descomponiendo a la población activa en sus dos grupos integrantes: las personas ocupadas y las personas desempleadas. Los hogares unipersonales en 1991 tienen su mayor proporción de ocupados en las edades de 30-44 a diferencia de los hogares no unipersonales donde esa proporción es mayor entre los 45-54 años. En 2001 tal hecho se mantenía, aunque en proporciones ligeramente distintas. Sin embargo, 2011 presenta un descenso sensible en la proporción de población ocupada en las edades de 18-29 años entre los hogares no unipersonales, aumentando su distancia con respeto a los unipersonales. De modo que la mayor proporción de ocupados entre los hogares unipersonales constituye un hecho remarcable en la composición de la actividad. De manera inversa, la proporción de población desempleada en los hogares unipersonales es mayor en las edades de 18-29 y de 55-64 años, siendo 30-44 el segmento que menor proporción presentaba en 1991. El año 2001 traza una línea análoga, aunque en niveles algo inferiores. Y de nuevo el cambio más llamativo se encuentra en 2011, cuando aumenta la distancia entre la proporción de desempleados de 18-29 años de los hogares no unipersonales con respecto a los hogares unipersonales. (aparte del aumento general de la proporción de desempleados a todas las edades). 19 Figura 13. Proporción de población ocupada (izquierda) y desempleada (derecha) por grupo de edad. España, 1991, 2001 y 2011 Fuente. Elaboración propia. Idem. Si atendemos a las diferencias entre hombres y mujeres con respecto a la población activa que vivía sola, se aprecia que para todas las edades el diferencial es favorable a los hombres en los tres momentos (1991, 2001, 2011) (Figura 14). Especialmente en las edades de 30-44 años, donde en 2011 la diferencia alcanza más de 10 puntos. El resto de los segmentos de edades presentan un diferencial inferior a 5 puntos. Figura 14. Proporción de población activa entre los hogares unipersonales (izquierda) y diferencia entre hombres y mujeres en puntos porcentuales (derecha) Fuente. Elaboración propia. Idem. Nota. En este análisis el denominador siempre es la población que vive sola (edades 18-64) El perfil diferencial a favor de los hombres es prácticamente idéntico en lo concerniente a las proporciones de población ocupada por intervalos de edad (Figura 15). Por tanto, son las edades centrales de la vida laboral activa (30-44 años) en las que los hombres se hallan más representados que las mujeres. 20 Figura 15. Proporción de población ocupada sobre el total de población activa que vive sola (izquierda) y diferencia entre hombres y mujeres en puntos porcentuales (derecha) En el caso de la población desempleada (Figura 16), las diferencias a favor de los hombres se reducen hasta ser prácticamente imperceptibles. De manera que las mujeres que viven solas se hallan más presentes en la actividad a través del desempleo y los hombres que viven solos están más representados como ocupados. En este sentido, la realidad socio-laboral entre las personas que viven solas no difiere de la distribución general entre la población activa. Si con el paso de estas tres décadas hallamos mayores proporciones de ocupados entre los varones de 30-44 años que viven solos, surge la pregunta de si podemos hablar de una realidad masculinizada en los hogares unipersonales por lo respecta a la relación con la actividad. Figura 16. Proporción de población desempleada sobre el total de población activa que vive sola (izquierda) y diferencia entre hombres y mujeres en puntos porcentuales (derecha) Fuente. Elaboración propia. Idem. 21 Conclusiones y discusión Los resultados muestran un cambio de perfil de los hogares unipersonales de 1991 a 2011, en términos de edad, sexo, estado civil, nivel educativo y relación con la actividad, que permiten hablar de reemplazo generacional, tomando el sentido que Mannheim daba al término generación (1993): no reduciendo la idea de generación a compartir un año concreto de nacimiento, sino a que las generaciones se constituyen en relación a las condiciones sociales objetivas en las que se desarrollan. El reemplazo generacional detectado en la transformación de los perfiles de los hogares unipersonales, que responde en parte a la inercia demográfica (generaciones que se van extinguiendo y otras que toman el relevo en la estructura por edades de la población), muestra al mismo tiempo la dimensión de cambio social, pues los comportamientos de esas nuevas generaciones suponen adaptaciones diversas a una realidad cambiante. En este sentido, el estudio sobre la soledad en España de Díez Nicolás y Morenos Páez que opera con la distinción entre los que viven solos voluntariamente y aquéllos que lo hacen obligados por las circunstancias, muestra cómo entre los primeros esta situación es más reciente (tres años o menos) que entre los segundos. Un hecho que pudiera apuntalar la idea de la dinámica de cambio subyacente al incremento de hogares unipersonales (2015: 54). De este modo, encontramos un rejuvenecimiento de los hogares unipersonales, especialmente entre los 25 a 39 años, que se ha mantenido durante el periodo estudiado, a pesar de los efectos adversos de la crisis económica. El efecto continuidad, que también lo hay, se observa en el perfil que permanece más estable dentro de los hogares unipersonales a lo largo del periodo estudiado: mujeres mayores viudas con pocos estudios. El análisis de la composición de los hogares unipersonales y su evolución en el periodo estudiado puede resumirse en varios aspectos que denotan cambios, pero también elementos de continuidad: en primer lugar, se observa la pérdida de peso entre los hogares unipersonales de aquéllos encabezados por personas sin estudios; en segundo lugar, se constata una disminución del porcentaje de viudos/as entre estos hogares, en favor de los solteros, con especial incidencia en las edades de 30 34 años; y en tercer lugar, las variables sobre la relación con la actividad también ofrecen cambios significativos en la configuración de los perfiles de hogares unipersonales, dado que en las tres décadas objeto de estudio la actividad ha ganado terreno a la inactividad, hasta coincidir con el patrón de hogares no unipersonales. Del mismo modo, la ocupación ha 22 pasado a ser una característica remarcable dentro de los hogares unipersonales (aunque en 2011 la crisis se percibe con claridad en los niveles inferiores de ocupación para el conjunto de la población). Si atendemos a la distribución por sexos, los hombres de los hogares unipersonales alcanzan mayores proporciones de ocupación a todas las edades. El reverso es, por tanto, que las mujeres que viven solas se hallan más presentes en la actividad a través del desempleo: una realidad socio-laboral análoga al conjunto de la población activa. Aparte de su composición, la propia dimensión cuantitativa de los hogares unipersonales como una realidad en crecimiento suponen interpretar este fenómeno en el contexto de las sociedades del entorno, pues es sabido que el tamaño promedio de los hogares es inversamente proporcional al nivel de desarrollo socio-económico de los países (Herrera, 2007: 125). El hecho de que entre los perfiles de hogares unipersonales haya más presencia de la actividad, de la ocupación y de mayores niveles de estudios indicaría que ha aumentado el número de personas en condiciones de mantener ellas solas un hogar. No obstante, cualquier conclusión debe aquilatarse con el contrapunto que indica que la mayor incidencia de la pobreza por tipos de hogar se encuentra en los monoparentales y los unipersonales, quizás porque las circunstancias fuerzan a la constitución de hogares unipersonales sin los recursos necesarios. El conjunto resultante de estos cambios configuran unos perfiles que interpretados en clave de cambio social nos remiten al proceso de individualización, es decir, al proceso por el cual las personas toman cada vez más sus decisiones de manera individual y autónoma, en menoscabo del peso normativo que ejercían instituciones como la familia y otros grupos comunitarios. El proceso de individualización entendido como «culto al individuo» (Klinenberg, 2012) implica que las decisiones de las personas en buena medida están guiadas por la persecución de su autorrealización vital individual y que ésta, aunque haya de ser pensada en estrecha relación con los recursos disponibles para hacer efectiva su realización, se manifiesta de forma transversal, al menos en la esfera discursiva (Obiols, 2014). Los perfiles encontrados señalan vías de profundización hacia realidades menos conocidas: por ejemplo, la comparación entre hombres y mujeres con estudios superiores de hogares unipersonales muestra cómo la pirámide que dibujan las distintas edades varía poco de 1991 a 2011, porque esa realidad estaba ya presente al comienzo 23 del periodo estudiado. Sin embargo, encontramos que el mayor aumento de hogares unipersonales está en los hombres de estudios primarios y secundarios de 30 a 54 años que, a pesar de la crisis, se han establecido a vivir solos. Referencias bibliográficas Bericat, E., Martín-Lagos, M.D. (2006). La transformación de los hogares españoles y andaluces. Realidad Social, 3,1-155. Díez Nicolás, Juan y Morenos Páez, María. (2016). La soledad en España. Madrid: Fundación Once y Fundación Axxa. Herrera Ponce, M.S. (2007): Individualización social y cambios demográficos: ¿Hacia una segunda transición demográfica? Madrid: CIS. Instituto Nacional de Estadística (en línea). http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=%2Ft20%2Fe243&file=inebase&L =0, acceso 4 de mayo de 2016. Klinenberg, E. (2012). Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone. USA: Penguin. Mannheim, K. (1993). El problema de las generaciones. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 62, 193-242. Obiol, S. (2014). La transformación de la familia: el caso de los trabajadores del textilconfección valenciano, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 145, 127146. 24