1 XI CONGRESO ESPAÑOL DE SOCIOLOGÍA Madrid, 10-12 de julio de 2013 LA CONSTRUCCIÓN DEL FRACASO EN LA ETAPA DE LA ESO. LEGITIMACIÓN Y RESISTENCIA DE LOS ACTORES IMPLICADOS Autoras: Araceli López Calvo ([email protected]) y Lourdes López Calvo ([email protected]) RESUMEN Esta comunicación analiza el desarrollo práctico de distintas medidas educativas de atención a la diversidad que tienen como objetivo abordar el problema del fracaso escolar en su proceso de construcción inicial en la etapa de la Educación Secundaria Obligatoria. El análisis de la dinámica cotidiana de estas prácticas educativas a través de las experiencias y significados que le dan algunos de los principales actores implicados (orientadores y profesores), hace posible descubrir de qué forma y en base a qué creencias y supuestos, se legitima el fracaso escolar. Al tiempo que se logra desvelar también algunas resistencias, actitudes críticas, ambigüedades o ambivalencias que se ponen de manifiesto ante los mecanismos y criterios que emplea la institución escolar en su definición de fracaso. El análisis empírico se sustenta en los datos obtenidos en las entrevistas en profundidad que hemos realizado a los actores implicados de diversos IES de la ciudad de Córdoba PALABRAS CLAVE: Medidas de atención a la diversidad, fracaso escolar, exclusión, legitimación, resistencia. 2 I. Introducción La importancia que tiene en la sociedad actual y, especialmente en nuestro país, abordar los elevados niveles de fracaso escolar ha llevado a que la institución educativa articule una serie de Medidas de Atención a la Diversidad (MAD) con objeto de atender a los alumnos que, durante la Educación Secundaría Obligatoria (ESO), presentan una situación de desventaja educativa y riesgo de fracaso escolar. Las MAD no están exentas de críticas y advertencias cautelares porque conllevan una rebaja de contenidos y aprendizajes escolares y acaban etiquetando las propias medidas y devaluando las expectativas de futuro de los alumnos (López, López y Taberner, 2009, 2010; Escudero, 2006). El objetivo de la comunicación es comprender cómo, profesores y orientadores, enfrentan, definen y representan socialmente los procesos de ‘fracaso escolar parcial’ o fenómenos ‘aledaños’ del fracaso final (Escudero, 2006) -suspensos, repeticiones de curso, retraso escolar- que experimenta una parte de la población estudiantil. Asimismo, indagaremos en las percepciones y significados que le otorgan a las MAD, como una vía para abordar esos desajustes y evitar el fracaso final. El texto lo estructuramos del siguiente modo. En primer término, exponemos una breve precisión teórica y conceptual sobre la noción de fracaso escolar y el debate de las distintas perspectivas analíticas en torno a los principales factores causantes de éste. En segundo lugar, explicamos la metodología utilizada y el criterio seguido en el análisis de las entrevistas al objeto de captar algunos discursos diferenciados. A continuación, presentamos los resultados del estudio exponiendo distintas formas de discurso que desvelan percepciones y posicionamientos simbólicos que constituyen un continuum que va de la ‘legitimación’ a la ‘resistencia’ en relación con las ‘visiones institucionalizadas sobre el fracaso escolar. II. Una aproximación conceptual al “fracaso escolar”. Por lo general, se entiende como fracaso escolar el no obtener el título en la ESO, incluyendo a los que han abandonado esta etapa sin intentar siquiera terminarla. Una visión más amplia de fracaso escolar, propuesta por la Comisión Europea, lo define como el abandono del sistema escolar de jóvenes entre 18 y 24 años sin haber obtenido 3 un título de educación secundaría postobligatoria. Ambas consideraciones ofrecen una visión centrada en el resultado final y con ello se elude el análisis de las trayectorias de los sujetos y de los procesos que han ido conformando ese fracaso final. Por eso, creemos que no hay que perder de vista que al desenlace final –la no obtención de las credenciales educativas mínimas- le anteceden trayectorias escolares que van conformando ‘fracasos parciales’. Así, los suspensos, repeticiones de curso, retraso escolar, absentismo y comportamientos enfrentados a la escuela son aspectos parciales de un proceso acumulado de ‘desenganche y desvinculación’ que se sucede durante el periodo de escolarización (Fernández Enguita, Mena y Riviére, 2010). Este proceso de producción del fracaso comienza en muchos casos en la etapa de educación primaria y se acentúa de forma más acusada en la etapa de la ESO. Este hecho es contemplado en la normativa que regula la Atención a la Diversidad del alumnado que cursa educación básica, en la que quedan encuadrados los alumnos de la ESO derivados de su curso ordinario hacia las distintas MAD. Existen distintas perspectivas analíticas que apuntan a una diversidad de factores como responsables del fracaso escolar. Unas, hacen responsables de su fracaso a los propios alumnos, por su bajo potencial escolar, falta de capacidad, de motivación, de esfuerzo o de interés. Otras, señalan como causa central, las desventajas y carencias del contexto sociocultural del alumno. Estas teorías que han sido revisadas críticamente por la sociología de la educación del conflicto porque, al considerar que los resultados de los alumnos son producto de factores sociales, trasladan la responsabilidad a las familias mientras que se oculta el papel real que desempeña la escuela (Lerena, 1986, pp. 298ss.). Una tercera perspectiva, considera que los factores individuales y sociales están en segundo plano y es el propio funcionamiento del sistema educativo y su estilo didáctico el principal responsable del fracaso escolar. Los partidarios de esta perspectiva consideran que, atribuir la responsabilidad del fracaso a causas externas a la educación, tiene el riesgo de que el sistema educativo y sus equipos docentes eludan su responsabilidad (Marchesi, 2003, p. 13). En esta misma línea, dirigiendo la mirada al propio sistema de enseñanza, estarían los que mantienen que la misma institución, pensada y dispuesta para ayudar a lograr aprendizajes considerados indispensables, es la que construye, sanciona y certifica el fracaso y la exclusión del proceso de aprendizaje (Escudero, 2006). 4 Como hemos puesto de manifiesto en trabajos anteriores (López, López y Taberner, 2009, 2010 y López, López, y Muñoz, 2012), la interpretación que hacen profesores, orientadores y directores de los IES sobre las causas del fracaso escolar, introduce tanto ‘factores individuales’ (capacidad, esfuerzo, interés…) como ‘factores sociales’ (desventajas socioculturales de las familias). Es por ello, que no podemos dejar de resaltar las paradojas de un sistema de enseñanza que, por una parte, elabora y desarrolla toda una serie de programas y prácticas educativas para evitar la exclusión temprana de ciertos colectivos de jóvenes de la educación básica y obligatoria,. Mientras, por otra parte, se apoya en creencias que acaban legitimando y naturalizando el perfil de los ’fracasados escolares’ como resultado de factores externos a la escuela y de los cuales la institución escolar, considerada por sí misma como neutral e igualitaria, no admite ninguna responsabilidad. Así, el fracaso del alumno se define a partir de una ’norma’ mínima de educación que ha sido impuesta arbitrariamente por la institución escolar y que tiene asignada la capacidad de dividir entre fracaso y éxito (Escudero, 2009). El fracaso escolar “es algo que ocurre ‘en’ las escuelas, es ‘de’ las escuelas y es construido y sancionado, en última instancia, ‘por’ las escuelas” (Escudero, González y Martínez, 2009, p. 45). Nosotras partimos de una propuesta analítica amplia y abierta de comprensión del proceso de fracaso escolar, en la que se conjugan y retroalimentan la diversidad de factores, condicionantes y elementos dinámicos y cambiantes presentes en éste (Jiménez, Luengo y Taberner, 2009; Escudero, González y Martínez, 2009; Bolívar y Gijón, 2008). III. Acercamiento metodológico al objeto de estudio. Esta comunicación pretende analizar cómo los profesores y orientadores construyen significativamente y representan en sus ‘discursos’ el proceso de fracaso escolar. Partimos de que la noción de fracaso escolar no existe al margen de los ‘discursos’ que la encuadran y construyen, le dan sentido, ordenan la mirada y seleccionan los factores y dimensiones que son relevantes o prescindibles (Jiménez, Luengo y Taberner, 2009). Por eso entendemos que en sus ‘discursos’, los agentes educativos, partiendo de la posición social desde la que viven la realidad cotidiana de la escuela van construyendo el sentido de los acontecimientos y de las experiencias que viven. Los discursos han de explicarse dentro de unos marcos intersubjetivos de interacción social. 5 No se trata de analizar percepciones personales, sino descubrir algunas coordenadas simbólicas que explican la visión de los hechos de sujetos sociales en sus contextos naturales (Alonso, 1999). La metodología basada en el análisis de discursos es apropiada para penetrar en el mapa de significados desde el cual los sujetos entienden y perciben el mundo que les rodea (Murillo y Mena, 2006; Alonso, 1999). Desde la sociología de la educación, muchos estudios ponen el foco de atención en el análisis de las percepciones que tienen los alumnos como protagonistas del fracaso escolar. Nosotras, al entender que el fracaso escolar es un proceso que se va construyendo en el marco de la vida escolar, consideramos que los agentes educativos son también sujetos activos en dicho proceso. Nuestro supuesto de partida es que los actores entrevistados –orientadores y profesores- al experimentar como sujetos el complejo y conflictivo marco de aplicación de las medidas de atención a la diversidad, acaban mostrando actitudes, percepciones y significados sobre la forma en que se aborda el fracaso escolar en la institución escolar con múltiples ‘ambivalencias y matices’. Así, en sus discursos están presentes actitudes y creencias que van desde una ‘conformidad-legitimación’ con las ‘visiones oficiales’ de fracaso que tiene la institución escolar, hasta una ‘indignación-resistencia’ frente a las posturas institucionales. Vamos a partir en nuestro análisis de esas categorías analíticas, entendiendo la conformidad-legitimación como una “identificación con la institución escolar y con la cultura que vehiculiza”, de acuerdo con el sentido que Fernández Enguita le da a la actitud de ‘adhesión’ (1988, p. 26). Esta comprende tanto la identificación instrumental como la expresiva. La categoría de indignación-resistencia, la enmarcamos, de forma amplia, en la noción de resistencia de H.A. Giroux (1985) que entraña una “crítica y acción reflexiva frente a las actividades y prácticas sociales cuyas significaciones son, en última instancia, políticas y culturales”, sin olvidar que las posturas de oposición y resistencia no están exentas de ‘valores contradictorios’. En un sentido más concreto, la categoría de indignación-resistencia la podemos asimilar a lo que, en el mismo artículo, Fernández Enguita denomina resistencia por ‘compensación’. A ésta la define como “el mecanismo por el cual el individuo se defiende de su posición subordinada en una esfera o institución agarrándose a su posición preeminente en otra” (1988, p.29-30). 6 Estimamos que el grado en que el discurso de estos actores se aproxima más a una u otra de estas categorías de actitudes ‘extremas’, tiene que ver con dos indicadores: 1) El carácter específico de la medida educativa de atención a la diversidad (perfil social y educativo de los alumnos que la cursan, mayor o menor grado de exclusión educativa que sufre, nivel de gravedad de los fracasos parciales de los alumnos, etc.) y 2) La ‘posición social’ que ocupa el agente educativo en relación con esos programas educativos (capacidad de decidir en la planificación y organización; y/o función y cercanía en la impartición docente de la medida y relación con los alumnos). En definitiva, en una línea continua con sus matices y contradicciones que iría desde la “legitimación” hasta la “resistencia”, se perfilan distintos tipos de discursos, de acuerdo con la incidencia que tienen estos dos indicadores. Los datos empíricos que sirven de base al estudio, proceden de entrevistas en profundidad realizadas a orientadores y a profesores que imparten Medidas de Atención a la Diversidad en la etapa de la ESO. Nos basamos en la información contenida en dieciséis entrevistas en profundidad (cuatro orientadores y doce profesores responsables de aplicar las medidas) en ocho IES públicos de la ciudad de Córdoba. En la muestra de entrevistas hemos procurado que queden representados, significativamente, la diversidad de programas educativos de atención a la diversidad. IV. Los orientadores ante el fracaso escolar: un discurso-tipo ‘técnico-legitimador’. Aunque el objetivo prioritario que persigue la labor orientadora es que cualquier alumno permanezca en el sistema educativo el mayor tiempo posible, la atención al problema del fracaso cuenta con todo un variado repertorio de herramientas de diagnóstico y evaluación ‘individualizada’ que concluye en una jerarquización del alumnado por sus niveles académicos. Estas “diferencias individuales” son las que fundamentan la necesidad que tiene el sistema de enseñanza de modificar las programaciones educativas normalizadas para atender a esa diversidad de alumnado. El primer paso consiste en evaluar a los alumnos con unas “pruebas de diagnóstico” cuyos resultados constatan técnicamente (certifican) la existencia de diversos “niveles académicos”. De este modo, se legitima el proceso de selección de los alumnos que serán derivados hacia alguna de las MAD. Hay un primer proceso de selección que comienza ya en la educación primaria: 7 Nosotros vamos a los colegios (de primaria) que están adscritos a nuestro centro… y hacemos una evaluación de las materias instrumentales, lengua y matemáticas. En esta evaluación ya detectamos los niños que no superan el límite mínimo que consideramos necesario para poder seguir con soltura el curso. Después hay reuniones con los tutores que nos van diciendo otra serie de aspectos que a nosotros nos interesa conocer de cara a ubicar después a estos niños en los cursos Luego, en el desarrollo de la etapa de la ESO, se van empleando esos diversos ‘instrumentos científicos’ para hacer nuevos diagnósticos que tienen como objetivo específico derivar a los alumnos a específica MAD: Y cuando llegan aquí, a todos esos niños que han salido un poquito mal en las pruebas de las instrumentales les pasamos un test de aptitudes diferenciales, donde fundamentalmente se estudia aquel tipo de capacidades, destrezas y habilidades que consideramos que son necesarias para ver el grado de desarrollo del niño. Y dependiendo de eso, se derivan a PAE (Programa de Acompañamiento Escolar); refuerzo en el aula que es una atención más personalizada o bien al Aula de Apoyo. Y si ya es más grave a la Adaptación curricular significativa. Se observa que, la medición de las ‘capacidades’, ‘aptitudes’ y ‘destrezas’ -con el respaldo científico de las pruebas de aptitudes diferenciales individuales- es el criterio legítimo que sirve para establecer una distribución jerarquizada de los alumnos en programas educativos adecuados al “grado de desarrollo” del alumno, más o menos distanciados del plan educativo normalizado. De forma general, en estos discursos se deja ver cómo está instalada la creencia de que, cuando modifica las ‘programaciones educativas’, se está respondiendo a la diversa “naturaleza” (potencial de aprendizaje, capacidad…) de los alumnos. Todo ello, respaldado por unas pruebas técnicas. En este discurso subyace además la idea de que los episodios parciales de fracaso (repeticiones, bajas calificaciones escolares, etc.) están asociados a ciertas ‘actitudes’ (desmotivación, baja autoestima, falta de esfuerzo, etc.) concebidas como producto de la voluntad y esfuerzo individual de los alumnos sirve. Lo que supone otra forma de individualizar y naturalizar el fracaso escolar. En el caso de las MAD más “extremas”, como el Aula de Compensatoria, este criterio sirve para considerar como ‘naturales’ esos espacios de ‘exclusión del sistema educativo’ que tienen funciones educativas muy limitadas: Para el alumno que no quiere hacer nada, que viene aquí con las manos en los bolsillos, que no trae el libro, que no trae cuadernos… sin un mal lápiz…, que no quieren estar aquí, porque te lo dicen abiertamente, que están aquí porque la ley les obliga, pero que en el 8 momento que cumplan dieciséis años ya se van. Con esos, poco se puede hacer. La delegación nos ha concedido un taller…para que aprendan algo, cosas de mantenimiento básico de los edificios. Esta es una vía de exclusión del sistema educativo, y de tenerlos allí sin tener ni idea de nada. Y con esos niños es muy difícil trabajar, muy complicado… es decir, con que sean capaces de respetar ya… muchas veces no tenemos ya la pretensión de que aprendan cosas; porque si no son capaces de relacionarse, de convivir… para qué les sirve venir aquí… vamos a enseñarles por lo menos una actitud cívica, solidaria, que sean capaces de respetar, de oír, que sean capaces de estar sin montar un pollo. Del mismo modo, la derivación a los PCPI –otra medida que supone un impasse importante en la trayectoria escolar normalizada para obtener el título de la ESOaparece justificada en el discurso de los orientadores, en razón de la “falta de interés” y las bajas “expectativas de éxito” que muestran algunos alumnos. De forma complementaria, este tipo de discurso presenta la vocación y expectativas sociales más próximas al trabajo práctico y manipulativo de estos alumnos, como justificación de la necesaria demanda de estos programas educativos. Desde esta visión, incluso se valora como positivo que se adelante la ‘desviación’ de la vía normal hacia estos estudios: Estamos hablando que otra de las variables en el aprendizaje es la motivación, el interés, las expectativas de éxito y demás. Cuando esas no se tienen, qué atención le vas a dar. Entonces son alumnos o alumnas que dices… tu no quieres estudiar, pero estos estudios (PCPI) te permiten, yo qué sé, mecánica que te gusta mucho y demás, pues… te vas por ahí. Tienen un programa base mínimo (posterior) para poder optar al Título, pero también tienen alternativas que son más funcionales. Ellos buscan la rapidez, como el anuncio, lo quiero ya y ahora. Y lo que quieren es ponerse a trabajar, o ponerse a manipular. La ‘desviación’ de determinados alumnos hacia otras medidas educativas menos excluyentes, como es la Diversificación Curricular, aparece justificada igualmente por la falta de ‘esfuerzo’ individual y de motivación, y no tanto por la falta de ‘capacidad’: Son niños que tienen capacidades pero que se niegan, no les llama la atención el aprendizaje. Entonces, cómo se atiende a esos… Su potencial de aprendizaje rinde cuando hay una profesora que lo atiende en plan individual. Esos van a Diversificación porque en el grupo (normalizado) se nos pierden. La centralidad que adquieren los factores personales –la falta de esfuerzo y de expectativas- como variable explicativa del fracaso de los alumnos, choca con la ausencia total de referencias a su ‘origen social’, cuando es ésta una variable que explica en gran medida la desigualdad en el logro educativo de los alumnos (Cobo Suero, J.M., 1994; Martínez García, J. S., 2007, 2009). Ni la introducción sutil que hace el entrevistador de este elemento en la dinámica de la entrevista, consigue modificar esa percepción. 9 En este discurso-tipo, la motivación, el interés y las expectativas escolares y de futuro parecen entenderse algo así como un ‘sello natural’ –que se tiene o no se tiene- o sea, como actitudes que no se construyen y no son producto de la socialización. La cuestión está en que cuando se refuerza y confirma el “horizonte social” que ‘eligen’ los alumnos, la escuela legitima el proceso de selección de alumnado para programas educativos especiales. De esta manera, se está ocultando lo que ha sido constatado por muchas investigaciones, que el horizonte de clase está determinado por la clase social de origen (Lerena, 1986, pp. 288-290). V. Percepciones y actitudes de los profesores de Diversificación Curricular y Acompañamiento Escolar ante el fracaso escolar: de la ‘legitimación’ a la ‘resistencia’. Las nociones técnicas y las creencias legitimadoras del status-quo, que rigen el proceso de selección de los alumnos para las distintas MAD, también aflora en el discurso de los profesores. En la misma línea que los orientadores, consideran que el nivel de fracaso de los alumnos puede medirse a través de ‘pruebas científicas’. Concretamente, en alusión al proceso de selección de alumnos de la medida de Diversificación Curricular (DC): Los requisitos para que el alumno pueda acceder a la medida de DC son, que haya repetido un curso, al menos en toda la etapa. Segundo, que después de hacer unas pruebas científicas y después de haber reflexionado sobre los resultados todo el equipo educativo, hayamos visto y comprobado que realmente el alumno no puede acceder a los contenidos y a los objetivos curriculares ordinarios. Unas reglas del juego que aparecen en el imaginario colectivo de los profesores como hechos objetivos e incuestionables, porque se entiende que forman parte de un tipo de organización escolar que tiene un carácter técnico y neutral: La segunda evaluación en el segundo curso de la ESO, el equipo educativo tiene la obligación de reunirse para ir…, digamos, proponiendo ya posibles alumnos que pasen a la Diversificación de tercero. Entonces, esto tienen que hacerlo los del curso anterior (los de segundo) junto con el Departamento de Orientación por supuesto. Eso ya, desde el segundo trimestre del segundo curso se van escogiendo alumnos. La percepción de los profesores de DC, al explicar las razones del fracaso de los alumnos (bajas calificaciones escolares y repeticiones de curso), parece apuntar más a la falta de interés y esfuerzo individual que a una interpretación esencialista, en el sentido de “falta de capacidad”: 10 Hay niños que realmente no les cuesta nada. Son niños vagos… que se pierden en una clase de diecisiete alumnos y entonces… podrían seguir su currículum ordinario perfectamente… pero en una clase de veintiséis o veintisiete alumnos se pierden. Este discurso no está libre de ambivalencias. Porque, aunque por una parte se insiste en que el problema no es la falta de capacidad de los alumnos, al final los profesores de DC acaban apuntando a la incapacidad de los alumnos que pasan por esta medida para continuar estudiando el Bachillerato. Incluso, contemplando la posibilidad de que obtengan el título de Graduado en la ESO –que formalmente no se diferencia en nada del obtenido por la vía ordinaria- la disminución de contenidos y la rebaja del nivel de exigencia escolar, condicionan su percepción de la DC: Hombre, capacidad tienen. Pero es lo que yo les digo a ellos. El camino normal no es que sigáis un Bachillerato. Formalmente, pueden hacerlo… Pero no es el camino habitual. El camino lógico… es que sigas una progresión hacia arriba (de segundo a tercero en el curso normal). Y no, que de DC que está abajo pases a un Bachillerato…. Entonces, no es el camino lógico. Pero por poder ser… claro, que puede ser. Pero, claro, para mí es una pena que algunos alumnos que están en DC… me hayan dicho que su padre está empeñado en que haga Bachillerato. Es absurdo que ese padre haya accedido y ese alumno haya accedido y el equipo educativo haya dirigido a ese alumno ahí, si lo que quiere hacer es un Bachillerato. Quizás la relación más estrecha que da la convivencia diaria de los profesores con los alumnos, hace que éstos perciban que existe una relación entre el origen sociocultural de los alumnos y la dirección que toman realmente las trayectorias escolares de los alumnos, a diferencia del discurso de los orientadores en el que no aparece esta relación. En este sentido, se apunta que la posibilidad de cursar Bachillerato y también la propia derivación del alumno a la DC está en relación con las expectativas educativas que se tienen para los hijos, dependiendo del perfil sociocultural de las familias: Los alumnos que proceden de familias que tienen bajas expectativas educativas “tienen muy claro que después de esto, no van a hacer, no van a seguir estudiando. Y en su casa lo dicen, o hace falta que el chaval trabaje y él lo que quiere es ir dirigido al mundo laboral… pues entonces se propone para DC. Por el contrario, si es un alumno…de estos alumnos que no tienen mucho interés en estudiar, pero que en su casa están detrás para que hagan un Bachillerato. Entonces se le intenta dirigir hacia lo contrario, hacia que no entre en un PD. Porque si luego va a hacer un Bachillerato… Surge aquí un marco de ambivalencias en las visiones del profesorado. Puesto que, por un lado, muestran una actitud comprensiva con las condiciones socioculturales 11 desfavorecidas de algunos de los alumnos que cursan DC. Al mismo tiempo, su discurso se impregna de la idea de ‘handicap’ (Lerena, 1986, pp. 305-307) al definir la cultura familiar de estos alumnos en base a sus faltas, carencias, ausencias… Se asume así, que debido a sus “deficiencias” socioculturales, hay alumnos que no tienen interés en los estudios y que son irrecuperables. En todo caso, esta percepción se relativiza siempre en función de los diversos “perfiles académicos” que existen entre los alumnos de la MAD y que demandan dinámicas escolares también diversas: Aquí, el tapón se produce en 2º y 3º de la ESO… algunos alumnos no tienen ningún interés, son irrecuperables. Esos, no merece la pena ni que ocupen una plaza en DC porque hay otros alumnos que sí aprovechan… Y es que su entorno hace mucho. Claro, los que están aquí, tienen padres con un nivel cultural muy bajo. Lo normal, una familia que no está estructurada está creando problemas a estos alumnos. Son alumnos que les falta saber aprender, saber estructurar el aprendizaje. Son de familias normales, socioculturalmente bajitas y con padres que no les pueden ayudar a hacer una tarea. Hasta los chiquillos lo dicen ‘es que, en mi casa pregunto y no me puede decir nadie nada’. Eso es la tónica general de estos alumnos. Pero es verdad que hay alumnos que ellos se ponen, han madurado, han tomado conciencia, y podrían seguir. Este año, se lo voy a proponer a alguno para que pase al cuarto ordinario, para que al menos se lo piense. Porque los que quieren probar el Bachillerato, por lo menos el cuarto, sí que empiecen…. Alguno ha dicho, ‘estoy pensando en hacer un Bachillerato de Artes, o de algo así…’. Entonces, algunos, ya te digo que se animan mucho y se ponen en algo que era impensable para ellos hace tiempo. Surgen de esta manera actitudes más flexibles en la visión que tienen sobre el futuro escolar de sus alumnos. Llegan incluso a reconocer que los años de experiencia y trabajo en estos PAD han transformado su ‘mentalidad’ y muchos supuestos preconcebidos sobre un tipo de alumnos que, por sus actitudes (mal comportamiento) o aptitudes (‘no valen para estudiar’), han quedado relegados y no se ven como ‘sujetos’ en las aulas ordinarias: Realmente se trabaja muy bien eh, porque además es un tipo de alumnado que tiene interés, que quiere… Pero que se trabaja muy bien con ellos. Ellos mismos te dicen que en una clase más amplia se pierden. La mayoría son esos alumnos que se sentaban al final y se quedan un poco perdido. Y sacan su Título!. Vamos, yo incluso os digo, yo he sido siempre un poco escéptica en esto de la Diversificación. Yo, además, era de las que decía, vamos, como antes en nuestra época, mira el que sirve, sirve y el que no… Eso de facilitar tanto las cosas, yo la verdad que me costaba trabajo. Luego es verdad que he ido comprobando que hay alumnos que se recuperan gracias a esos programas A los discursos de “conformidad-legitimación” con la forma institucional de afrontar el problema de fracaso escolar, le han seguido posturas ambivalentes que acaban enlazando con discursos que muestran cierto grado de crítica ante la lógica de 12 funcionamiento del sistema de enseñanza que hace que emerjan actitudes de resistencia por “compensación”. Por el bajo nivel de contenidos y competencias básicas que desarrollan y por el perfil de los alumnos que las cursan, en el marco de interacción cotidiana de los IES, las Medidas de Atención a la Diversidad son minusvaloradas, en relación con la ‘normalidad’ que representan los parámetros de funcionamiento de los cursos ordinarios. Esta estigmatización de las MAD y de sus alumnos acaba afectando también a los profesores implicados. Estos sienten que su labor docente recibe un menor grado de reconocimiento social que la docencia desarrollada en un curso ordinario. Esta percepción de relegación social de las MAD, de los alumnos que las cursan y de los profesores que las imparten, hace que en sus discursos aflore una actitud de ‘resistencia’ frente a esas etiquetas. En definitiva, tratan de compensar su posición subordinada –ese menor prestigio entre el cuerpo de profesores- destacando la importante función social que cumplen de cara a los alumnos más desfavorecidos. Realzando el valor que tiene su labor docente para la contención del proceso de fracaso, dignifican su propia posición social: Hemos tenido problemas por culpa de algunos profesores que le dicen el curso de los tontos… Si partimos de esa base, estamos realmente estigmatizando a los alumnos, los estamos condenando. Eso no es justo, porque precisamente los estamos preparando para que puedan dar un salto hacia una normalidad que les va a venir bien en el futuro. Entonces no podemos empezar así. Y a mí me sienta mal, ¿Que le estoy dando clase a los tontos? ¡Que es más tonto éste que aquel!, ¿por qué motivo, porque ha tenido más dificultades?. Hombre, vosotros sabéis que hay profesores que son exclusivos del Bachillerato… y para ellos es una deshonra escoger este tipo de Programas (…) Y hay otros que no ¿eh?, Pero la mayoría son reticentes a coger este tipo de programas. Entonces, bajar hasta este nivel les cuesta. Los profesores de Acompañamiento Escolar (AE) perciben igualmente que este programa educativo ocupa una posición marginada en el centro escolar. En este caso, no se trata de que sea minusvalorado, sino de su invisibilidad a los ojos de las principales instituciones que organizan las actividades escolares. Esto hace que, en la narración de sus prácticas docentes, resalten el valor de su labor docente dados los buenos resultados escolares obtenidos: Yo creo que se mantienen un poco al margen. O sea, que ni preguntan. Yo no veo al resto del Claustro implicado, en el sentido de decirme ‘oye, ¿cómo les está yendo contigo?’. Yo creo que no saben siquiera quienes son los alumnos que están en Acompañamiento. Así, cuando se ha comentado ‘ay, pues ha mejorado esta niña o este niño’, hemos dicho 13 ‘es que viene a Acompañamiento por la tarde’. Entonces, ya han dicho ‘¡ah, pues se les nota!. Pero no es una preocupación ahora mismo. (…) Y es verdad que le ves rendimiento. Yo lo veo, porque soy tutora y yo le veo el rendimiento. Pero, claro, yo estoy implicada en esto, pero los que no están implicados en esto, nada. Otra forma de expresar su resistencia en forma de “compensación” (Fernández Enguita, 1988) es resaltando la ‘superioridad’ de su MAD, en relación con los cursos ordinarios. Aspectos claves como la metodología, la motivación e interés de los alumnos y la aplicación práctica del conocimiento contrarrestan las deficiencias que se asocian a estos programas educativos. Para compensar la rebaja de contenidos, los profesores de DC se distancian de la preeminencia que tiene la ‘teoría’ en la cultura escolar, otorgando más valor a la ‘práctica’ y a la aplicación del conocimiento en el proceso de aprendizaje. De modo que, algunas ‘carencias’ y ‘faltas’ son trasladadas a la organización escolar de las aulas ordinarias: El nivel está rebajado, pero es un nivel bueno. No les pedimos muchas cosas de memoria, pero sí les pedimos un nivel elemental. Que ellos controlen bien el ordenador, les pedimos que cuando cojan un programa lo trabajen, les pedimos que si cogen un concepto de matemáticas que tengan esa capacidad de desarrollo básica (…) Que cuando estos niños terminan sus ciclos, sus niveles y tal, son niños que no sabrán una ecuación de tercer grado por el método X, pero que hasta nosotros los profesores, después de mucho tiempo, tenemos que repasar muchas cosas. Yo aquí hago mucho hincapié en todo lo que tiene que ver con la práctica... Cosa que en un curso ordinario no… Ahí, se le da mucha importancia a la teoría, teoría, teoría (…) Los contenidos son los mismos, que un tercero ordinario…. A lo mejor se suprime algo… La diversificación es más en metodología (…) Yo siempre empiezo apretando… y los muchachos dicen, ¡por Dios, es que tenemos más apuntes, es que tenemos hasta más apuntes que los de nuestro curso!. El perfil de ‘sus’ alumnos también es ensalzado frente al tipo de alumnos de los cursos ordinarios: Entrar en una clase de diversificación y entrar en una clase ordinaria es totalmente diferente… Entrar a diecisiete alumnos, que la mayoría no están motivados, que la literatura y la lengua le importa un pimiento y que por mucho que tu les digas que no escriban tipo Messenger, les da igual, no es lo mismo que entrar a un grupo que realmente están motivados, que realmente son como esponjas. Son discursos que ‘exhiben’ también la posición de relieve que alcanza el profesor en estos programas educativos. Aunque pueda parecer una paradoja, teniendo en cuenta el tipo de alumnos que tienen a su cargo, el profesor percibe de forma más clara su papel activo en el proceso de enseñanza y de apoyo al alumno. El contar con un 14 grupo de alumnos poco numeroso que muestra un interés por aprender y participar, hace satisfactoria su función docente: Ellos focalizan su atención porque se encuentran muy arropados por nosotros. Además, lo dicen, la relación que tienen con el profesorado de los ámbitos no es la misma que con los otros profesores. Ellos comentan… que estamos encima de ellos, y en las otras asignaturas… Ellos están muy motivados, tienen mucha curiosidad. Si hablamos de algo… hacen muchos comentarios… cosa que esos mismos alumnos en un tercero ordinario no abren ni la boca… Y aquí participan muchísimo. Entre los profesores del programa de Acompañamiento Escolar se da un fenómeno de “resistencia” similar. Ante la “invisibilidad” de estos programas en el IES, tratan de hacer visible su importante contribución como profesores a la formación en hábitos de trabajo intelectual, que son claves para su futuro éxito escolar y, sobre todo, por evitar que entren en fases más avanzadas de fracaso. El hecho es que este programa logra detener la ‘exclusión educativa’ en un punto aún recuperable. Hacen además una defensa de alumnos que son catalogados en las aulas ordinarias por sus carencias (desordenados, sin interés…), cuando realmente lo que necesitan es ser atendidos por el propio sistema escolar con una formación en “actitudes” (orden y autonomía en su trabajo escolar) que mejore sus oportunidades de éxito escolar: Lo importante es que sepan organizarse. Yo lo que intento con ellos es que se organicen, que sepan que tienen que estructurarse el trabajo, que tienen que organizarse antes de empezar. Este programa les viene fenomenal y se van soltando. Y los ves al día siguiente que ya sí hablan en clase porque llevan el respaldo del trabajo de por las tardes. Quieren incluso salir a la pizarra, a corregir las frases. Y les gusta, les gusta ver que los demás ven que ellos también llevan las cosas bien hechas. VI. La concepción del fracaso escolar en el Aula de Compensatoria: un discursotipo de “resistencia-oposición”. Dentro de los programas de atención a la diversidad, el Aula de Compensatoria es una medida reservada para “casos perdidos”, es decir, alumnos del primer ciclo de la ESO con un rendimiento académico mínimo, unido a un historial de elevado absentismo, expulsiones, comportamientos disruptivos, etc. Son alumnos que muestran una acusada y temprana desvinculación del sistema educativo y con unas posibilidades de promoción mínimas. Ya que, a diferencia de otras medidas, este Aula no tiene como objetivo final que los alumnos logren su graduación en la ESO, si bien se entiende como una medida que puede retrasar el momento de abandono escolar. Son alumnos con asignaturas pendientes de primer y segundo curso de ESO a los que se les aplica una 15 adaptación curricular que les permita “promocionar” de su nivel (primer ciclo de la ESO). En el Aula de Compensatoria estos alumnos reciben una “formación básica” de diversos niveles –desde un nivel básico de alfabetización hasta un nivel de adaptación curricular dentro del primer ciclo de la ESO- unida a una “formación ocupacional” desarrollada en actividades de taller. Teniendo en cuenta el perfil de sus alumnos, este programa contempla una educación en valores para promover especialmente conductas de convivencia. Las Aulas de Compensatoria se imparten, mediante convenio, en colaboración con organizaciones sin ánimo de lucro, que son las que aportan el ‘espacio’ fuera de las aulas del IES y el profesorado que desarrolla la formación técnica. Mientras que, el profesor de la ‘formación básica’ pertenece a la Delegación de Educación. La narración del profesor del Aula de Compensatoria que vamos a analizar tiene como eje estructurante el “perfil social” de los alumnos. Así, al inicio de la entrevista, el propio profesor pone de relieve este elemento -“el perfil del alumnado es importante. Podemos empezar por el perfil del alumnado, ¿os interesa?”- pasando a describir con detalle los barrios de procedencia de sus alumnos, así como, algunos rasgos socioculturales destacados de las familias. No obstante, en contraste con el discurso de los orientadores y de los profesores de otras MAD que interpretan el ‘nivel sociocultural’ de las familias como un hándicap que dificulta la integración del alumno en el sistema escolar, este profesor subraya que es el sistema de enseñanza el que no ha logrado dar respuesta a las situaciones personales, familiares y sociales de esos alumnos y, en cierta forma, ha “descuidado” una atención a tiempo: Son chicos a los que el sistema académico normal convencional no les ha dado respuesta. Por su situación personal, familiar, social, etc. no le ha dado respuesta. Entonces son chicos que en muchos casos, llevaban tiempo siendo absentistas, absentistas totales. (…) Eso se vio en los informes, son chicos que estaban sin escolarizar en muchos casos. (…) Son nenes muy quemados con lo que la escuela le ha podido ofrecer, nada que respondiera a sus expectativas. Nos encontramos con chicos muy desmotivados, con mucha fobia a aprender, a escribir, a leer, a participar, a trabajar. Aquí (en el Aula) hay muchas manos, muchos ojos y muchas cabezas pensando en qué es mejor para estos nenes, pero en otros sitios no, porque la ratio son 25 o 30 y no hay momento. O no se han establecido bien las tutorías o el departamento de orientación no puede atender igual de bien a tanto fracaso. 16 Es éste un discurso que muestra una actitud crítica –resistencia en forma de rechazo- ante la forma en que la institución educativa atiende el “proceso” de fracaso escolar. Frente al discurso esencialista que predomina en el sistema de enseñanza, el profesor del Aula de Compensatoria considera que el “rechazo a aprender” que expresan sus alumnos es más una cuestión de ‘actitud’ que de ‘aptitud’. Puesto que supone que, cuando se logra plantear el proceso de enseñanza de forma motivadora, se pueden generar en este tipo de alumnos actitudes, gustos e interés por las actividades escolares: Son chicos que ya tienen mucho lastre, mucho lastre, muy poca capacidad de reflexión… niños muy poco estimulados en todos los aspectos (…) Cuando hemos hecho diagnósticos y demás, hemos observado que son nenes con una capacidad intelectual normal, pero no han llegado a un nivel más elevado porque es que no, no se les ha estimulado, no se les ha atendido. Por ello se genera un rechazo a aprender, no quieren saber nada. Es más de actitud que de aptitud. Porque cuando se van metiendo y cuando las actividades se les presentan de una forma más atractiva o más motivadora. O con menos presión ante un examen o una evaluación y demás van respondiendo y son nenes que recuperan, van superando eso despacio. De hecho, tengo cinco que van a promocionar con la adaptación curricular que tienen. De hecho, en un IES, con las exigencias y la normativa de un instituto, no responderían pero aquí sí. Igualmente, en la dinámica del desarrollo de esta MAD, se genera una visión muy crítica con el modo en que son aplicados los criterios fijados por la institución escolar para el reclutamiento-selección de los alumnos que se derivan a esta medida. Si bien es una medida pensada para atender a una ‘cierta diversidad’ de alumnos, es de destacar que, a nivel escolar, es muy drástica porque no ofrece un retorno o alternativa a la graduación y supone una exclusión definitiva de la escolarización normalizada. Por su experiencia docente, el profesor de este Aula conoce bien y es consciente de las consecuencias que tiene la rebaja de expectativas académicas en esta medida. Por ello, considera que en el IES no se agotan todas las posibilidades educativas ‘normalizadas’ para alumnos que podrían ser “recuperables”: La edad mínima de reclutamiento es una cosa que…yo acepto porque está impuesta. Pero yo no soy partidario porque…este chico que habéis visto, este chico tiene trece años. Niños que tienen que estar por ley escolarizados hasta que cumplan los dieciséis. Tres cursos…. Aquí (en el Aula de Compensatoria) se agotan las respuestas, los recursos y el nene no le ve resultado (….) No creo que sea bueno adelantar el tiempo del ingreso en el Aula. Yo creo que los centros educativos tienen que tener recursos, recursos para agotar todas las posibilidades. Y que no vengan a este Aula con 13 años. Porque se pueden llegar a desmotivar. Aquí hay unos contenidos muy básicos, hay una serie de actividades que se agotan en tres años, llega un momento que ya no sabes qué darles. 17 Percibe así que, en ocasiones, la decisión de derivar a los chicos/as a esta medida se ha realizado de forma muy temprana y no siempre basada en criterios académicos sino, al contrario, sustentada en el comportamiento “conflictivo” de los estudiantes. De modo que el IES abandona la posibilidad de emplear recursos que logren mantener al alumno en el sistema normalizado: Traerlos tan pronto aquí, puede ser que el Instituto diga…., pues me quito a este (chicochica) rápido porque aquí es el ‘mandamás’. Con lo cual, cuanto antes lo quitemos de aquí,….Es decir, no se da tiempo a que se pueda intervenir desde el propio centro educativo, que es con lo que yo estoy de acuerdo. En esta misma línea, emerge una postura de indignación ante la rebaja radical de expectativas académicas fijadas para los alumnos que cursan esta medida, reflejada en un material didáctico editado como adaptación curricular que, a juicio del profesor, minusvalora en exceso las capacidades de los alumnos. Esto le lleva a hacer un planteamiento metodológico alternativo: (Mostrando el libro de texto editado) Yo me cojo y digo, mira, vamos a ver… esto es una adaptación de segundo de la ESO, Geografía e Historia. Vamos a ver, esto es tan sencillo, tan sencillo que… estos niños son como son ¡ pero no son tontos!. ¿Sabes lo que te quiero decir?. Entonces, muchos de estos textos están tan resumidos, tan resumidos que son idiotas. (…). Está tan resumido, tan resumido, que a ellos les resulta tonto. Y mucho gasto de papel, para tan poca actividad. Pero esto lo lees en dos minutos. Entonces de esto… nada. (….) Y ¿cómo trabaja realmente en su clase?. Mira, lo primero es crear un espacio agradable y atractivo. Es decir, yo aquí no vengo a meter los nenes en un Aula que no les diga nada. Es decir, hay varios rincones, hay varias zonas de trabajo y hay todo lo que hemos ido haciendo a lo largo del curso queda de alguna forma reflejado en la pared o donde sea. Exactamente, ahí hay un panel de expresión, hay murales que hemos ido haciendo, hay una zona de juegos y de expresión artística y hay un rincón que es el de la Biblioteca donde en un momento dado, en el Taller educativo, cualquiera se coge una mesa o un espacio y se pone a ver algún libro que le interese (…) Porque todo tiene que ser muy visual, muy práctico, casi todo lo que vamos haciendo se queda reflejado de alguna forma en la pared. El discurso-tipo del profesor del Aula de compensatoria muestra, como vemos, un mayor grado de oposición frente a determinadas estructuras de funcionamiento del sistema de enseñanza, pero no deja de moverse en un marco de ambivalencias. Ya que, en parte, también asume que este tipo de programas educativos son una respuesta “necesaria” para un determinado perfil de alumnos. Así, no deja de estar presente una cierta actitud pesimista-determinista que apunta a la incapacidad del sistema de 18 enseñanza para “recuperar” a estos alumnos, así como, a la inevitabilidad de un futuro vinculado al trabajo manual. Estos chicos quieren ya, ya, empezar y acabar. O sea, que el mantenerlos en una tarea de una manera constante es muy difícil porque su capacidad de atención es muy baja y su nivel de motivación es bajo y recuperarlos es muy complicado. Cuando hablamos con ellos aquí (les decimos) oye, mira, realmente lo que te tienes que marcar unos objetivos académicos reales. Vamos a olvidarnos de sacar la ESO, vamos a olvidarnos de sacar un Título. Tu quieres ser jardinero, tu quieres ser fontanero, pues aquí puedes. Al mismo tiempo, se apunta la posibilidad de que el sistema de enseñanza transforme alguna de sus estructuras de funcionamiento. En este sentido, este profesor demanda una mayor “responsabilidad” institucional a la hora de abordar el problema del fracaso escolar desde sus orígenes, con un seguimiento continuado de los alumnos desde la educación obligatoria bajo una acción coordinada entre diversos agentes educativos y con una conexión continua con las familias: Yo, es que estas cosas, es que… es que no entiendo cómo es que no hay en el sistema educativo español un seguimiento, pero por Ley, un seguimiento. A ver, este niño, desde que entra hasta que sale, qué pasa con este niño. Es que hay que mejorar el trabajo en equipo, el funcionamiento, la coordinación de los equipos. A un niño tu no lo sueltas en junio y le pasas la pelota a otro y el otro o la otra no sabe de dónde viene. Sí, se preocupa personalmente, sí (voluntarismo) ¿y si no se preocupa?. No se puede generalizar, siempre hay gente que se preocupa, pero no se puede dejar al azar, esto no se puede dejar al azar (…) El responsable de un nene, el tutor o la tutora durante un curso escolar o durante un ciclo debe de contar con la información suficiente por parte del responsable anterior y transmitirle información continuada al siguiente responsable. Eso hay que canalizarlo como sea. (…) Es que estos nenes…, estos nenes vienen con un retraso porque desde la primaria es que ya los abandonaron. Estos nenes, estos nenes, ya se han visto en muchos casos desprovistos de sus derechos a la educación, yo creo, yo creo. Han estado escolarizados, pero no han tenido su educación. Son nenes por su comportamiento, por sus historias, no han sido debidamente atendidos. Por lo tanto, todos estos rechazos a escribir, a leer, es que vienen por algo. En conclusión, hemos observado que los discursos que construyen los orientadores y los profesores que intervienen en las MAD, en torno al proceso en que se va conformando el fracaso escolar, transcurre en una línea continua, con sus matices y contradicciones, que va desde la conformidad-legitimación hasta la resistenciaoposición con las visiones institucionalizadas del fracaso. En la visión de los orientadores escolares, con una posición más próxima a la planificación técnica de los programas educativos y a mayor distancia de las dinámicas 19 escolares específicas que supone su aplicación, pesan más los argumentos legitimadores. Mientras que, en el discurso de los profesores, las actitudes de resistencia se ponen de manifiesto en mayor medida. En términos generales, el conocimiento directo que tienen de lo que representan estas medidas educativas en el marco del sistema de enseñanza normalizado –en especial, de su condición objetiva estigmatizada- se traslada hacia la percepción que tienen de sí mismos y de su “posición social” especial como profesores. De aquí, surgen diversas actitudes de resistencia y oposición a la política y la cultura escolar que dependen del grado de estigmatización que tenga el programa educativo. Esto lleva a que se evidencien ciertos matices diferenciadores entre las actitudes de resistencia de los profesores de DC y de AC, que sería en forma de compensación, en comparación con la actitud de los profesores del Aula de Compensatoria, que podríamos denominar como de resistencia-oposición. BIBLIOGRAFÍA Alonso, L. E. (1999). La mirada cualitativa en sociología. Madrid: Fundamentos. 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