Los referendos sobre la televisión en Italia. Un triunfo a medias de Silvio Berlusconi COMUNICACIÓN JUSTINO SINOVA L os italianos han dado un espaldarazo a la televisión privada y han condenado a la televisión pública en unos singulares referendos celebrados el domingo 12 de junio. En términos generales, aprobaron que un particular pueda ser propietario de más de un canal de televisión y que pueda interrumpir con publicidad la emisión de una película, al tiempo que se pronunciaron en favor de la privatización de la televisión pública. Silvio Berlus-coni, el empresario italiano por excelencia de la televisión privada, fue saludado como el gran triunfador de la consulta. No obstante, toda esta historia está llena de matices. Los referendos sobre la televisión fueron cuatro, incluidos en una larga lista de doce entre los que había también cuestiones relacionadas con los sindicatos, la ley electoral y los horarios comerciales. El resultado fue en ellos muy ajustado: «En términos generales, aprobaron que un particular pueda ser propietario de más de un canal de televisión y que pueda interrumpir con publicidad la emisión de una película, al tiempo que se pronunciaron en favor de la privatización de la televisión pública.» — en el quinto, el 54,9 por cien to votó sí a la privatización total o parcial de las tres cadenas de la RAÍ, la televisión pública, mientras el 45,1 por ciento apos tó por la actual configuración, — en el décimo, el 57 por ciento se opuso a que se limite a un particular la posibilidad de poseer más de un canal de televisión, — en el undécimo, el 55,7 por ciento se opuso a la prohibición de los cortes publicitarios en la emisión de películas, — en el duodécimo, el 56,4 por ciento negó su conformidad a que se prohibiera que una socie dad publicitaria pueda trabajar para más de una televisión. Se puede decir que los italianos mostraron su preferencia por la gestión de las empresas privadas y su desconfianza por la televisión gubernamental y política, que así es también en Italia la televisión pública, aunque sin consagrar el "duopolio" en que se ha convertido el sistema de televisión italiano, con una gran cadena de tres emisoras públicas y una gran cadena de tres emisoras privadas, todas ellas en manos de Berlusconi. Y ello pese a la intervención distorsionada del imperio Berlusconi en la consulta. En efecto, las tres televisiones del magnate —Gánale 5, Italia 1 y Rete 4— actuaron de manera partidista durante la campaña de los referendos, insistiendo en favor de los intereses de Berlus-coni y castigando a los defensores de la opción contraria. Emitieron 520 anuncios en pro del "no" y sólo 42 en favor del "sí", los primeros sumaron 313 minutos y los segundos solamente 21. Es decir, las televisiones de Berlusconi, cuyo futuro dependía de la consulta popular, jugaron descarada y demagógicamente en defensa propia, pero lesionando las reglas del juego limpio democrático. «Se puede decir que los italianos mostraron su preferencia por la gestión de las empresas privadas y su desconfianza por la televisión gubernamental y política.» ¿Habría sido otro el resultado si el imperio Berlusconi se hubiera comportado de manera imparcial, democráticamente imparcial? Esta es lógicamente una pregunta sin respuesta que deja abiertas muchas posibilidades, desde la de valorar que algunos estudios afirman que sólo el 5 por ciento de los votantes son influidos por las campañas hasta la de sostener, como otros parecen demostrar, que las campañas tienen una influencia decisiva cuando interviene en ellas con insistencia la televisión. Pero lo que sí está claro es que Berlusconi se ha comportado una vez más como un manipulador de las gentes. Cuando accedió a la Presidencia del Gobierno, no tuvo el menor reparo en cercar a sus conciudadanos con sus tres emisoras de televisión y las otras tres cadenas públicas, constituyendo de hecho un imperio totalizador de dominación de las conciencias. Berlusconi desmiente con los hechos las maneras del empresario de la televisión privada que parecía que iba a ser, del empresario ideal de la televisión privada que no ha de ser un hombre obsesionado por el control sino por el juego de la competencia. Al fin y al cabo, el mejor valor de la televisión privada es servir de émulo de la pública, para racionalizarla, para mejorarla y para liberar a los ciudadanos de su control. Pero Berlusconi lo que quiere es sustituir el control de la pública por su propio control y, una vez en el poder, convertir ese control en un control total. Berlusconi, que es el gran favorecido por los cuatro referendos sobre la televisión, no ha conseguido, sin embargo, carta blanca para seguir haciendo y deshaciendo a su antojo. El hecho de que el 57% de los votantes no quiera poner límites a que una misma persona posea más de una emisora de televisión no quiere decir necesariamente que respalde el actual imperio Berlusconi, que agrupa a las tres mayores emisoras privadas. Por el contrario, el resultado de esta consulta no contradice ni, por supuesto, puede anular la sentencia del Tribunal Constitucional italiano que pone a Berlusconi ante la necesidad de desprenderse de una cadena. El presidente de la Corte Constitucional, Antonio Baldassarre, subrayó la vigencia de dicha decisión al recordar al día siguiente del referéndum que "sigue firme la sentencia según la cual la posesión por parte de un particular de tres cadenas de televisión sobre un total de doce va en contra del principio general del pluralismo". Así que Berlusconi ha ganado, pero no hasta el punto de poder mantener su actual influencia mediática, que habrá de reducir sin excusa. Los pronunciamientos de los italianos hay que interpretarlos como una manifestación matizada en favor de los contrapesos. Defienden la televisión privada —hasta aceptar los molestos cortes para emitir anuncios y una cuestión empresarial sobre la publicidad que el gran público desconoce en su pormenor— pero no dan su pleno consentimiento a una consagración del actual sistema, y desean una reducción de la televisión pública, el antiguo monopolio. Su votación parece mostrar el deseo de impedir los controles públicos, tantas veces trastocados en políticos, sobre los particulares, tan frecuentes y tan dis-torsionadores en el campo de la comunicación colectiva. Como siempre, las cosas de la política italiana están llenas de matices. Pero allí han tenido el valor de plantear una cuestión importantísima de la sociedad civilizada de finales de siglo y el resultado apunta que el deseo mayoritario está más cerca de la televisión privada, con todos sus defectos, que de la pública, de la libertad con sus riesgos, incluido el abuso de un empresario, que del control. Han establecido también un precedente muy valioso, para España sin ir más COMUNICACIÓN « Las tres televisiones del magnate Berlusconi emitieron 520 anuncios en pro del "no" y sólo 42 en favor del "sí"; los primeros sumaron 313 minutos y los segundos solamente 21.» lejos. ¿Estaría dispuesta nuestra Administración a pasar por esa prueba, cuando en España no hay ni una, ni dos, ni tres televisiones públicas, sino hasta diez entre estatales y autonómicas? Me temo que, de momento, no. Los gobernantes españoles han imitado algunos de los comportamientos más rechazables de los gobernantes italianos, pero no los creo muy dispuestos a emular sus virtudes, esas que despuntan entre su crisis y que les ayudan a navegar por ella.