¿A POR EL PRIMERO! ANÁLISIS DE LA PRIMONUPCIALIDAD DE LAS PAREJAS EN ESPAÑA, 1999-2015 Pau Miret Gamundi Centre d’Estudis Demogràfics Carrer de Ca n’Altayó, Edifici E2 Universitat Autònoma de Bacelona 08193 Bellaterra / Barcelona [email protected] Elena Vidal Coso Institute of Demographic and Life Course Studies 40, bd Pont d’Arve 1211 Geneva 4, Switzerland [email protected] RESUMEN El objeto de estudio es la probabilidad de tener un descendiente entre las parejas heterosexuales hasta el momento infecundas. Se arranca con la hipótesis de que el patrón homogámico y endogámico supone una probabilidad de primofecundidad mayor que el patrón heterogámico y exogámico: en otras palabras, son las parejas con estudios similares, con una vinculación equilibrada con el mercado de trabajo y del mismo lugar de nacimiento, quienes en mayor medida transitan hacia la paternidad primeriza, una vez se controla la coyuntura y la edad de los cónyuges. La fuente de datos es en cierto modo atípica, la Encuesta de Población Activa en su versión de panel rotante trimestral, comenzando por el primer trimestre de 1999 y acabando con el segundo de 2015, seleccionando a las parejas heterosexuales sin hijos en las que ella tiene como máximo 45 años, y siguiéndolas entre un trimestre y el siguiente, siempre y cuando se mantengan en pareja, hasta el fin de la ventana de observación o hasta que aparece en el hogar un recién nacido. Mediante una regresión logística para datos panel se realiza un análisis multivariable controlando por el período de observación y la edad de los cónyuges, desvelando a continuación qué patrones de género en relación con la educación, la actividad laboral y el lugar de origen son los más propicios a la primofecundidad. En total, seguimos a 48.025 parejas durante 154.213 períodos intertrimestrales: en un 13,6% de los cuales aparece un primer hijo, quedando la información truncada para el resto de las parejas, pues se mantienen infecundas durante el período de observación. Así se concluye que la variable clave en la explicación de la hoy en día extremadamente reducida primofecundidad de las parejas jóvenes en España estriba en las extraordinarias tasas de paro femenino, pues si bien es cierto que la fecundidad de primer orden es más rotunda en las parejas en las que ella se declara inactiva, este patrón conyugal se encuentra claramente en recesión. Por el contrario, las parejas en que la mujer está en paro, que son las de menor probabilidad de tener un primer hijo (independientemente de la situación de actividad del varón), han incrementado dramáticamente su presencia en España a lo largo de la crisis económica en la que estamos inmersos. En contraste, otros factores como la educación o el lugar de nacimiento casi no influyen en la primofecundidad diferencial de las parejas. PALABRAS CLAVE: fecundidad, parejas, género, instrucción, desempleo AGRADECIMIENTOS Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto "Acicates en la prolongación de la vida laboral: salud, formación y formas de convivencia" (CSO2013-48042-R), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. INTRODUCCIÓN Algunas personas creerán haber detectado un primer error gramatical en el título: una frase que se inicia como interrogante no puede acabar con una exclamación. Pero el error ha sido adrede, puesto que este artículo trata del camino transitado por una pareja desde la sugerencia interrogativa de tener un hijo hasta el gozo exclamativo de su llegada. Tanto en la encuesta de “Fecundidad y Valores” de 2006 como en el censo de población de 2011, la natalidad se concebía como un asunto exclusivamente femenino, pues sólo las mujeres formaban parte de la muestra de la primera y sólo a ellas se preguntó sobre el número de hijos tenidos en el segundo. Los varones –se supone- actúan siempre de comparsa, si es que tienen algún papel en la estampa. Esta investigación se pregunta, entre otros aspectos, si se puede continuar ignorando las características masculinas en la fecundidad de primer orden de las parejas en España en el recién estrenado siglo XXI. Para poder responder con suficiente propiedad a esta cuestión se precisa de una fuente de datos que permita observar las características de los varones involucrados en el fenómeno de la fecundidad. Una fuente con la que se pueda mirar no sólo a mujeres enfrentadas a sus circunstancias personales, sino también a algunas relaciones de género que se establecen entre una mujer que está en disposición de ser madre por primera vez, y otra persona que muy probablemente está involucrada en esta decisión, a saber, la pareja con quien convive. Además, es necesario que la fuente sea longitudinal, de manera que se pueda comparar los momentos en que una pareja tiene un hijo con aquellos en los que se mantiene sin tenerlo, y determinar qué diferencia unos de otros. Sin ser perfecta, la Encuesta de Población Activa, la EPA, responde a gran parte de estas demandas, pues sigue trimestre a trimestre a hogares aleatoriamente seleccionados, recogiendo las características de todos sus miembros, entre las que a partir de 1999 se incluye la relación de filiación y de pareja que se establece en el interior del hogar. En definitiva, utilizando la EPA en su versión panel se seguirá a las parejas jóvenes para analizar qué variables entre los cónyuges están vinculadas con su primofecundidad. ANTECEDENTES En un clásico ensayo, Malthus (1798) planteó que la modernidad supuso el paso de una evolución cíclica de la población a una nueva época donde la fecundidad quedaba regulada por la estrategia cultural. Si bien otrora la abundancia de población suponía un exceso de fuerza de trabajo y, en consecuencia, una depresión de los salarios, que conllevaba un extremado control de la fecundidad, que derivaba en cohortes poco voluminosas, con escasez de mano de obra y la consiguiente elevación de los salarios, bonanza que dirigía la población a una nueva explosión de nacimientos… y vuelta a empezar; Ahora, en contraste, mediante un modelo de buenas prácticas con un matrimonio de calendario tardío y con una elevada soltería definitiva, la fecundidad se mantenía a niveles sostenibles, ni demasiado baja para poner en peligro la sostenibilidad demográfica de la sociedad, ni demasiado alta para provocar otra crisis de subsistencia. Este modelo de matrimonio (tardío y restringido) fue descrito Hajnal (1965) para gran parte de Europa situada al oeste de una línea que iba de la entonces Leningrado (hoy San Petersburgo) a Trieste (con la excepción algunas zonas de la Europa del sur), y cartografiado en el libro editado por Ansley y Cotts (1986) con los censos de población realizados alrededor de 1900. Sin embargo, a lo largo del siglo hace poco concluido, el veinteavo, se han dado ejemplos de que la fecundidad continuaba con su evolución cíclica, y que la nueva época soñada por Malthus era más bien un desiderátum que una realidad empírica: así, cabe recordar la crisis de la fecundidad que sucedió a la caída de la bolsa del 29, la explosión de nacimientos tras la Segunda Guerra Mundial (Festy, 1971) o la nueva crisis fecunda tras la depresión económica de mediados de los setenta (Gauthier, 1993), de la que muchos países aún no han remontado (así por ejemplo, el sur de Europa). En efecto, España lleva treinta y cinco años con una fecundidad menor a uno hijo y medio por mujer, que ha delimitado la pauta de descendencia definitiva de las cohortes nacidas durante la explosión de nacimiento de los años sesenta y primera mitad de los setenta (Miret, 2015): así, en la European Fertility Datasheet (2015) las nacidas en 1972 aparecen con una fecundidad definitiva de 1,43 hijos por mujer, y con un porcentaje de infecundidad del 21,4%. En definitiva, la evolución de la fecundidad en España, cuanto menos la registrada en los últimos cien años, sitúa este fenómeno en un esquema claramente cíclico, cuya última fase ha sido protagonizada por las numerosas generaciones de baby-boomers, que han tenido una fecundidad muy reducida, que no se ha recuperado ni en las décadas de bonanza económica experimentada a principios del siglo XXI, que era su última oportunidad al respecto. Este comportamiento contrasta con el protagonizado en países como Francia o la Europa escandinava, que han alcanzado los dos hijos por mujer, y se alinea con otros países del sur y este europeo, que se han mantenido también por debajo del hijo y medio por mujer (Kohler et al., 2002). A partir de aquí cabe preguntarse ¿qué puede distinguir dos áreas tan cercanas cultural y geográficamente como –por ejemplo- España y Francia y separarlas de tal manera en sus patrones de fecundidad? y –en el mismo sentido- ¿Qué iguala Italia y España para que su fecundidad sea tan tremendamente parecida? Dos explicaciones complementarias se presentan como hipótesis a comprobar: la del acompañamiento institucional y la del equilibrio de los roles de género. La primera vendría a decir que mientras Francia es un país generoso con su infancia, España no es país para niños; la segunda expone que mientras que aquella ayuda a combinar amablemente la dinámica familiar y la laboral, ésta transforma la compatibilización de trabajo y familia en un encaje de bolillos. La teoría nació de una presentación ofrecida por McDonald (2002) en que se expuso que la fecundidad más alta en los países industrializados se da en los lugares en que se ve a los hijos no como un bien de uso privado sino como un bien social, fomentando y ayudando a conseguir la igualdad de género en instituciones sociales como la escuela y el mundo laboral, así como en las relaciones de pareja. Teoría que se vería reforzada por las investigaciones de Myrskylä et al. (2011) en que se establece que la fecundidad se recupera si se consigue combinar altos niveles de desarrollo económico e igualdad de género en la pareja. Este trabajo se inscribe en esta teoría, presentando los datos empíricos a nivel micro que la sustentan en parte, en el sentido de presentar a España como un país en que el modelo igualitario en las parejas de los posibles futuros padres y en el mundo laboral en que se encuentran inscritos dista mucho de ser una realidad. METODOLOGÍA La información analizada es de tipo panel rotante, en que cada hogar es entrevistado en diversas ocasiones, hasta un máximo de seis observaciones trimestrales consecutivas. Se seleccionan las parejas heterosexuales en que la mujer tiene entre 18 y 45 años sin hijos conviviendo en el hogar, y que han sido entrevistadas como mínimo en dos ocasiones, en las que o bien continúan sin hijos o bien tienen a su primogénito. Así, se sigue a una pareja sin hijos hasta un máximo de cinco saltos entre un trimestre y el siguiente, o hasta que tenga un primer hijo, se produzca la separación de la unión o la mujer cumpla los 46 años. La tabla I expone la estructura de los datos: en ella puede verse que una de cada tres parejas ha sido seguida durante cinco ocasiones (las máximas posibles), en un 15% sólo quedan reflejadas cuatro transiciones intertrimestrales, en un 14% tres, en un 16% dos saltos y en un 22% de las mismas han sido vislumbradas en una transición intertrimestral. Esta estructura requiere la utilización de la metodología adecuada, que aquí será el análisis biográfico discreto para datos panel, involucrando a 49.086 parejas, un 13,5% de las cuales tuvieron un primer hijo al final de su observación (tabla 1), estando la biografía de la primofecundidad del resto truncada, pues continuaban sin hijos en la última observación. Tabla I. Estructura de la submuestra seleccionada. Patrón 11111 10000 11000 11110 11100 Total Frecuencia 16.383 10.648 7.893 7.346 6.816 % 33,38 21,69 16,08 14,97 13,89 Infecundidad 96,00 80,81 78,79 86,48 81,34 Primofecundidad 4,00 19,19 21,21 13,52 18,66 49.086 100,00 86,48 13,52 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 Nota: un 1 supone que se dio una observación y un 0 que la pareja de ser observada Como se apuntaba en un inicio, es común en los análisis sobre los factores que inciden en la fecundidad basarse en una mujer sola enfrentada al dilema de elegir entre maternidad y carrera profesional, plenamente consciente de que ambas vías son difícilmente compatibles en el ámbito geográfico del sur de Europa. El enfoque en esta investigación es algo distinto, pues el objeto de estudio son las mujeres entre 18 y 45 años (ambos incluidos) que conviven en pareja heterosexual sin hijos. La razón de este rango de edades estriba en que la natalidad de las mujeres menores de 18 y de las mayores de 45 años se ha mostrado prácticamente nula, y el motivo de seleccionar exclusivamente a parejas heterosexuales estriba en poder desvelar los factores asociados al género que potencian o dificultan la primofecundidad. Se sigue así, como se acaba de exponer, a 49.086 parejas durante, se añade ahora, 158.181 observaciones en las que o bien permanecieron en el mismo estado (sin hijos) entre un trimestre y el siguiente, o bien cambiaron de ser un núcleo puramente conyugal a ser un núcleo biparental, con el nacimiento de un primer descendiente (gráfico 1). Se debe anotar que la fuente de datos no ofrece información sobre los hijos de la pareja que no estén residiendo con la misma (con alguno de sus padres), por lo que cabe la posibilidad de que el recién nacido no sea el primero, pues otros hijos se encuentren fuera del hogar del núcleo conyugal, por las razones que fueren. Al ser la variable dependiente dicotómica (o la pareja se mantiene sin hijos o se tiene el primero), la técnica apropiada será la regresión logística. edad al inicio de la observación Gráfico 1. Muestra según sexo, edad y tipo de final (%) 63 60 57 54 51 48 45 42 39 36 33 30 27 24 21 18 4,00 se mantienen sin hij@s tienen su primogénit@ numero parejas= 49.086 MUJERES HOMBRES 2,00 0,00 2,00 4,00 % Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 En definitiva, el modelo construido presenta la influencia de un conjunto combinado de variables independientes sobre la probabilidad de tener un primer hijo en España entre las parejas heterosexuales en que ella tenía entre 18 y 45 años, entre los años de 1999 y el 2015 (con los cuatro trimestres de cada uno). EVOLUCIÓN DE LA PRIMOFECUNDIDAD Y PAUTA POR EDAD El gráfico 2 expone la influencia del año observado en la probabilidad de primofecundidad, enfrentando el modelo de base (en que se controla únicamente por la edad de los cónyuges) con el multivariable, con todos los factores explicativos combinados. En el bivariable con control de la edad se enmarcan dos períodos sin diferencia interna (pues nada se opone a aceptar que la primofecundidad se comportó del mismo modo en su interior), a saber, el que discurre entre 1999 y 2008 y el que transcurre entre 2009 y 2015, este último con una probabilidad significativamente menor que el anterior de tener un primer hijo. El análisis del efecto del momento de observación sobre la fecundidad de primer orden permite desvelar la primera conclusión: la distancia entre los períodos 1999-2008 y 2009-2015 se mantiene cuando además de las edades de los cónyuges se incluye en el modelo explicativo el nivel de instrucción de los mismos y su lugar de nacimiento, pero se desvanece completamente al añadir su situación de actividad laboral (gráfico 2, modelo multivariable). En definitiva, la menor primofecundidad de las parejas entre 2009 y 2015 frente a la registrada en 1999-2008 se debió al cambio en la situación de actividad en el seno de las parejas, en la dirección que se presentará más adelante. Por este motivo, el modelo explicativo final (tabla II) con todos los factores involucrados en la primofecundidad de las parejas no contempla el año de observación, pues su efecto –tal y como se comprobará- está asumido por la relación laboral del componente femenino de la pareja. Gráfico 2. Probabilidad de fecundidad de primer orden según año de observación. 3,50 3,00 2,50 2,00 1,50 controlado por edad 1,00 estandarizado 0,50 año natural 2015* 2014 2013 2012 2011 2010 2009 2008 2007 2006 2005 2004 2003 2002 2001 2000 1999 0,00 * provisional, a falta de último trimestre Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 Nota: en el bivariable se controla por la edad de los cónyuges, en el multivariable además por su nivel de instrucción, lugar de nacimiento y relación con la actividad. Estos niveles de primofecundidad son resultado de la combinación entre la estructura de la población y el patrón de comportamiento de la misma. Las variables explicativas que a continuación se van presentando enseñarán siempre ambas caras de la moneda: estructura y patrón. Se empieza así contrastando la estructura por edad de los cónyuges (gráfico 1), con la pauta de primofecundidad por edad de las mujeres (gráfico 3) en función de las distancia etaria que las separaba de sus parejas (gráfico 4). Sobre la estructura no cabe más que resaltar su relativa juventud, pues los varones tenían alrededor de 31 años y las mujeres alrededor de los 29 años: nada hacía presagiar de la estructura por edad de las parejas sin hijos que su fecundidad de primer orden iba a ser tan baja como realmente fue, otro debía ser el motivo… ¿Sería su pauta por edad? Gráfico 3. Probabilidad de tener un primer hijo según edad de la mujer 6,00 categórica numérica 5,00 4,00 3,00 2,00 1,00 0,00 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015. Nota 1: la distribución categórica resulta de considerar la variable según edad simple y la numérica de substituirla por tres factores de edad: edad simple, cuadrática y cúbica (ver tabla II). Nota: indicador controlado por diferencia de edad entre los cónyuges, nivel de instrucción, lugar de nacimiento y relación con la actividad. La pauta habitual de las tasas por edad de primofecundidad (en que en el denominador figura la población femenina por edad) presenta una edad mínima al fenómeno, antes de la cual no hay transiciones a la primera maternidad, con un incremento edad a edad hasta llegar a un máximo alrededor de la edad media, y un descenso hasta llegar a una primofecundidad nula. Sin embargo, aquí no se trata con mujeres individualmente consideradas, sino de aquellas que conviven en pareja heterosexual, por lo que la pauta por edad no será completamente igual a la de las tasas de primera maternidad que se acaban de describir. En efecto, la probabilidad de la fecundidad de primer orden presenta la distribución sinuosa del gráfico 3. El fenómeno tiene su dimensión máxima entre las mujeres emparejadas de 18 años (muy minoritarias, como se apreció en el gráfico 1), es decir, el primer hijo entre las mujeres más jóvenes que viven en pareja aparece con alta frecuencia, aunque involucra a un reducido volumen de población. En estos casos, nunca se sabe con certeza si es anterior la formación de la pareja o la concepción del hijo, tal y como ya ocurrió a mediados de los setenta, cuando el adelanto en la edad al matrimonio corrió paralelo a un incremento de la fecundidad a edades muy jóvenes (Castro, 1993). La primera maternidad disminuye su fuerza progresivamente hasta los 24 años y a partir de esta edad muestra la pauta que se está habituado a ver: la probabilidad de tener un primer hijo se eleva aceleradamente hasta alcanzar un máximo a los 30 años, se mantiene a alta intensidad hasta los 33, comprobándose que la máxima fecundidad de primer orden de las parejas en España se ha registrado entre las mujeres de 29-34 años, pues en este rango etario se combina una tremenda potencialidad (con una enorme cantidad de parejas que llegan sin hijos a estas edades, tal como indica la pirámide del gráfico 1) con una extraordinaria efectividad en la primera maternidad. Pasados los 35 años, a mayor edad menor probabilidad de tener un primer hijo, marcándose un umbral límite a los 45 años, pasado el cual se puede afirmar que la primera maternidad es insignificante (dato utilizado para delimitar la muestra sobre la que se trabaja). Para hacer más parsimonioso el modelo, la pauta de primera maternidad por edad de la mujer se resume a través de tres factores, a saber, la edad simple, cuadrática y cúbica, pues con ellos se indica exactamente lo mismo que se ha mostrado hasta ahora con datos categóricos (tal como puede apreciarse en el gráfico 3 y se presenta en la tabla II). Cabe destacar que la primofecundidad entre las parejas sin hijos es significativa hasta los 45 años, una edad considerada hasta hace poco como muy tardía para tener un primer hijo. Además, este indicador es similar a los 26 y a los 36 años, a pesar de que la fecundabilidad (capacidad de tener hijos por procedimientos naturales) es tremendamente superior a los 26 que a los 36 años. En otras palabras, aunque la capacidad de tener un primer hijo sea muy inferior, si la estrategia de tenerlo aparece a los 36 años, la probabilidad de conseguirlo es prácticamente la misma que de tenerlo diez años antes, dato que apunta a una extraordinaria dilatación de la concepción social de la edad en la dinámica familiar. No obstante, pasados los 40 años, la capacidad de tener un primer hijo (de haber la estrategia) se reduce considerablemente hasta su práctica desaparición pasados los 45 años. El diseño de investigación prometió desde el principio incluir a los varones en el análisis de la primofecundidad, lo que se hará no directamente sino a través de una variable que no cambia a lo largo de la biografía observada de una pareja determinada, a saber, la distancia en años que separa la edad de él de la de ella. El gráfico 4 expone el número de parejas según la distancia en años que separa al hombre de su pareja femenina, y también de si la observación acabó truncada o se tuvo un primer hijo. El mayor volumen (edad modal en la distribución) se dio en parejas en que el varón era un año mayor, con 6.000 parejas, en que la primofecundidad respecto a la infecundidad marcó una ratio de 1 a 5 (pues en la muestra 1000 tuvieron un primer hijo respecto a 5000 que continuaban sin hijos al final de la observación). De hecho, una de cada tres parejas se incluían en el intervalo de 0 (misma generación entre los cónyuges) a 2 años (el hombre 2 años mayor), la mitad en el intervalo 0-5 años y tres cuartas partes de las parejas estaban incluidas en el amplio rango que oscila entre un hombre dos años más joven y una mujer 6 años más joven. La muestra presentaba una distancia media de 2,8 años de mayor juventud en la mujer. Gráfico 4. Número de parejas según la diferencia de edad entre conyugues número de parejas 6.000 Continuan sin hij@ 5.000 1r hij@ 4.000 3.000 2.000 1.000 0 -9 -7 -5 -3 -1 1 3 5 7 9 11 edad hombre - edad mujer Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015. 13 15 17 19 Pero además de la estructura debe analizarse la distribución de probabilidades de tener un primer hijo según la distancia que separa a los cónyuges, indicador que se ofrece en el gráfico 5. En el rango de diferencia de edad entre los cónyuges más habitual, la distancia en la probabilidad de fecundidad de primer orden es muy sutil, casi imperceptible. Sin embargo, el efecto general dibujado presenta una pauta en que cuanto más joven es el hombre respecto a la mujer, mayor la primofecundidad de la pareja. Desde la perspectiva femenina, cuanto mayor es ella respecto al varón, mayor la probabilidad de tener un primer hijo, lo que bien pudiera ser un efecto de que el tiempo biológico de tener un hijo se va extinguiendo en cuanto la edad de la mujer avanza. En efecto, esta variable también está relacionada con la fecundabilitat, pues que el varón sea diez años más joven que la mujer correlaciona con que ésta se acerque a la edad en que la probabilidad de tener un primer hijo es menor; del mismo modo que si la mujer es veinte años más joven supone que aún hay tiempo para concretar el la pareja la estrategia reproductiva. Gráfico 5. Probabilidad de tener un primer hijo según diferencia de edad entre cónyuges 4,00 3,50 3,00 2,50 2,00 1,50 categórico 1,00 numérico 0,50 0,00 -10 -8 -6 -4 -2 0 2 4 6 8 10 12 edad del hombre - edad de la mujer 14 16 18 20 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015. Nota 1: la distribución categórica resulta de considerar la variable edad a edad y la numérica de substituirla por la un factor lineal de la edad (ver tabla II). Nota2: indicador controlado por edad de la mujer, nivel de instrucción, lugar de nacimiento y relación con la actividad en la pareja. También aquí la variable en su forma categórica puede resumirse en una distribución numérica, tal como se expone en el gráfico 5 y se presenta en la tabla II. EL EFECTO DEL LUGAR DE NACIMIENTO I DEL NIVEL DE INSTRUCCIÓN SOBRE LA PRIMOFECUNDIDAD En los análisis de la primofecundidad en España se otorga un papel clave a la inmigración, llegando incluso a considerarla como causa principal de la recuperación de este fenómeno que se dio durante los primeros años del siglo XXI. Ciertamente, la importancia de la migración también era evidente en las parejas que estamos considerando: la proporción de parejas en que ambos miembros habían nacido en España descendió desde un 92% en 1999 a un 70% en 2008 (gráfico 6), ante la presencia de parejas en que ambos miembros habían nacido en el extranjero (que pasó del 4 al 18% en el mismo período), así como de parejas mixtas, en que ella era la nacida en el extranjero (del 3 al 10%) o lo era él (que se mantuvo alrededor del 3-4%). Es decir, las parejas mixtas sin hijos en el hogar aumentaron del 6 al 14% entre 1999 y 2008. Gráfico 6. Parejas según lugar de nacimiento de sus miembros 100,00 90,00 80,00 % 70,00 60,00 Nativos 50,00 Ambos foráneos 40,00 Ella foránea 30,00 Él foráneo 20,00 10,00 I/1999 IV/1999 III/2000 II/2001 I/2002 IV/2002 III/2003 II/2004 I/2005 IV/2005 III/2006 II/2007 I/2008 IV/2008 III/2009 II/2010 I/2011 IV/2011 III/2012 II/2013 I/2014 IV/2014 III/2015 0,00 trimestre observado Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015. La estructura de las parejas según lugar de origen se ha mantenido estable entre 2008 y 2011: en un 70% ambos miembros habían nacido en España, un 17% ambos habían nacido en el extranjero, un 8% era ella la nacida fuera de España y en un 5% lo era él. Unas proporciones que continuaron al mismo nivel para las parejas mixtas, pero que descendieron para las extranjeras a la par que aumentaban para las españolas hasta 2013, registrándose la tendencia opuesta desde este años hasta el último trimestre observado. En definitiva, de esta descripción se infiere sin lugar a dudas la importancia del factor migratorio entre las parejas jóvenes sin hijos, por lo que se debe plantear si manifestaron un comportamiento diferencial, lo que viene explicitado en el gráfico 7. Gráfico 7. Primofecundidad según lugar de nacimiento de los cónyuges 3,00 2,50 2,00 1,50 1,00 0,50 0,00 Ella foránea Él foráneo Nativos Ambos foráneos Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 Nota 1: indicador controlado por período de observación, edad de la mujer, diferencia de edad entre los cónyuges, nivel de instrucción, y relación con la actividad Nota 2: la trama enladrillada presenta la categoría de referencia, en blanco los parámetros estadísticamente no significativos y en negro los significativos con un nivel de confianza del 99% Tras estos cambios estructurales en el lugar de nacimiento de las parejas que estaban en posición de tener un primer hijo, se debe focalizar la atención en la probabilidad diferencial de primofecundidad (controlando por las otras variables incluidas en el modelo), cuyo resultado se expone en el gráfico 7: aunque pareciera que esta probabilidad se coloca en un ranquin que sitúa la menor disposición en las parejas mixtas (en especial si es la mujer la que ha nacido en el extranjero), y la mayor en las parejas en que ambos son foráneos, la conclusión estadística es que la probabilidad de tener un hijo no difiere significativamente entre las parejas de nativos, de foráneos o de aquellas en que él ha nacido en el extranjero. Es decir, sólo en el caso de que la pareja esté formada por un varón nacido en España y una mujer nacida en el extranjero, la fecundidad de primer orden se presenta como significativamente menor al resto de las parejas. Un patrón que se observa incluso si se realiza el modelo bivariable, en que la primofecunidad se cruza únicamente con el lugar de origen, persistiendo la distancia cuando se va controlando el efecto de todas las demás variables del modelo, desde la edad de los cónyuges a la relación con la actividad, pasando por el nivel de instrucción. En definitiva, la conclusión con la variable relativa a la inmigración señala que mientras que la primofecundidad entre las parejas endogámicas, sean autóctonas o alóctonas, no es significativamente distinta, la referida a las parejas mixtas con mujer nacida fuera de España es la única significativamente inferior. Por ello, en el modelo general (tabla II) se ha cambiado la variable referida al lugar de nacimiento de cada miembro de la pareja por el de parejas en que ella ha nacido en el extranjero, teniendo estas últimas – perdonen la repetición- una primofecundidad significativamente inferior. Una vez presentado el efecto del grado de endogamia de la pareja sobre la primofecundidad, se debe ahora encajar otra pieza a la que habitualmente se otorga un papel clave, a saber, el nivel de instrucción. Se trata de una variable que no se debe desvincular de la relación con la actividad laboral de los miembros de la pareja, y que implica la restricción del rango de edades consideradas, pues la muestra no presenta a nadie con estudios universitarios que sea menor de 23 años (son demasiado jóvenes para haber alcanzado este nivel educativo) ni pareja alguna sin hijos en que el varón tenga estudios superiores y más de 60 años (los hombres de estas generaciones en la muestra aparejados con una mujer menos de 45 años sin hijos en el hogar no tienen estudios universitarios). Por ello, se selecciona a partir de este momento a las parejas en que ambos tienen 23 o más años y el varón tiene como máximo 60 años. Hechas estas anotaciones (necesarias pues un modelo debe disponer de todas las posibles combinaciones entre variables), el gráfico 8 presenta la probabilidad de tener un primer hijo según nivel de instrucción de los miembros de la pareja, una vez controladas su edad, endogamia según lugar de nacimiento y relación con la actividad. Los primero que llama la atención en el gráfico es lo poco significativa que es esta variable para establecer diferencias en la probabilidad de tener un primer hijo. Gráfico 8. Primofecundidad según nivel de instrucción de los miembros de la pareja 2,50 2,00 1,50 1,00 0,50 FP: hipo Superior:homo Primaria: homo FP: homo Superior:hipo Primaria: hiper Bachillerato: hipo FP: hiper Bachillerato: hiper Bachillerato: homo 0,00 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015. Nota 1: indicador controlado por período de observación, edad de la mujer, diferencia de edad entre los cónyuges, su lugar de origen y relación con la actividad. Nota 2: trama enladrillada la categoría de referencia, en blanco los parámetros no significativos, en puntos los significativos con un nivel de confianza del 95% y en negro del 99%. En efecto, como conclusión puede afirmarse que las parejas homogámicas en relación al nivel de instrucción tienen una probabilidad de tener un primer hijo similar a las heterógamas, ya fuesen hipergámicas (el varón con mayor nivel de instrucción) o hipogámicas (la mujer con mayor grado educativo). De hecho, sólo en el caso de que la mujer tuviere estudios de bachillerato sin haber acabado los universitarios (en caso de haberlos iniciado), la primofecundidad de la pareja era significativamente menor a otros patrones educativos. En definitiva, no se comprueba ni que, por una parte, a mayor nivel de instrucción (en especial del miembro femenino de la pareja) menor probabilidad de tener un primer hijo ni, por otra parte, que las parejas más igualitarias en relación a su nivel de instrucción (en especial si el mismo es universitario) muestren una mayor probabilidad de transitar hacia la primera paternidad. Gráfico 9. Nivel de instrucción de los miembros de la pareja 30,00 Primaria homogamica Ella universitaria, él no Ella con bachillerato Ambos universitarios 25,00 20,00 15,00 10,00 5,00 I/1999 IV/1999 III/2000 II/2001 I/2002 IV/2002 III/2003 II/2004 I/2005 IV/2005 III/2006 II/2007 I/2008 IV/2008 III/2009 II/2010 I/2011 IV/2011 III/2012 II/2013 I/2014 IV/2014 III/2015 0,00 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 En la primera mitad de la década de 2010 se ha mantenido en un 20% la proporción de parejas en que ella era universitaria y él no había alcanzado este nivel. La importancia de este tipo de parejas hipogámicas hubiese influido en los niveles de primofecundidad del momento si hubiesen mostrado un comportamiento diferencial, pero no fue el caso. Por otro lado, se detecta que la proporción de parejas homogámicas universitarias se incrementó durante 2012 y 2013 hasta llegar a un máximo del 25%, pero ha sufrido una caída de cinco puntos porcentuales durante los dos últimos años observados. De nuevo, hay que anotar que el cambio en este aspecto no ha influido en los niveles de fecundidad de primer orden en España, pues el comportamiento de estas parejas no difiere del general. MODELO DE GÉNERO IGUALITARIO VERSUS COMPLEMENTERIO EN RELACIÓN AL MERCADO LABORAL Para esta variable se ha tomado como categoría de referencia a las parejas en que ambos miembros tienen un empleo asalariado a jornada completa y con contrato indefinido (bajo la denominación de “trabajo estable”). Se distingue también a quien es empresario (pues tiene trabajadores a su cargo) o autónomo (quien trabaja por su cuenta sin trabajadores a su cargo). Se entra así a considerar la variable clave que explica la fecundidad de primer orden en España durante el siglo XXI, a saber, la relación con la actividad de los miembros de la pareja. El gráfico 10 muestra toda la escala de probabilidades de tener un primer hijo según la relación con la actividad laboral de los miembros de la pareja (ordenado de menor a mayor probabilidad), controlando por todas las otras variables: edad de la mujer, diferencia de edad entre los cónyuges, nivel de instrucción y lugar de origen. Desplegar las veintitrés categorías de la variable es altamente informativo, con dos polos perfectamente definidos en esta escala: la mayor probabilidad de permanecer sin hijos en aquellas parejas en que la mujer se encuentra en desempleo o con un trabajo precario, y la mayor probabilidad es aquella en que la mujer se declara fuera del mercado de trabajo (ella se dedica en exclusiva a la economía doméstica y él al mundo laboral remunerado). Esto último ya se esperaba: si la mujer ni tiene trabajo ni lo busca y se encuentra conviviendo en pareja no sorprende su predisposición a ser madre, a poco que su marido tenga un empleo remunerado (aunque la mayor probabilidad recaiga sobre los modelos en que ella es inactiva y él tiene una relación no estable con el mercado de trabajo). Pero lo que aporta nueva información sobre el fenómeno es el polo opuesto, el de menor probabilidad de tener un primer hijo, asociado a la exclusión involuntaria del mundo laboral, pues son mujeres que buscan un empleo y no lo encuentran las de menor probabilidad tienen de tener un primer hijo. No se quiere especular sobre cuántas se declaran inactivas ante la inminencia de la maternidad y el desánimo de no encontrar trabajo, pero quienes no lo hacen y siguen buscando empleo son las que muestran la menor disposición a devenir madres (al igual que sus parejas a ser padres). Estos datos desmienten los rumores en el sentido de que las mujeres pudieran estar haber utilizado el subsidio de paro como substituto de ayudas públicas a la maternidad, pues si así fuera la probabilidad de ser madres de las que se encuentran en desempleo no sería tan significativamente inferior a la de las parejas en que ambos miembros de la pareja tienen un trabajo estable. En efecto, la fecundidad de primer orden es mínima entre las mujeres que se encuentran en paro, sea cual fuere la situación de su pareja (fuera autónomo, empresario, con contrato indefinido y a jornada completa u otro tipo de empleo). De hecho, entre las categorías en que ella se encontraba en paro no existe diferencia significativa alguna, es decir, podemos afirmar que las parejas en que la mujer estaba buscando trabajo eran las que tenían una menor probabilidad de tener un primer hijo (tal y como se manifiesta en la tabla II, al considerarla como categoría de referencia). Gráfico 10. Probabilidad de primofecundidad según relación con la actividad laboral de los miembros de la pareja (mujer vs. hombre) 8,00 7,00 6,00 5,00 4,00 3,00 2,00 1,00 Parada/autónomo Parada/estable Parada/empresario Parada/no estable No estable/parado No estables Empresaria/parado Autónoma/no estables Estable/parado No estable/estable Autónoma/parado No estable/autónomo Autónoma /estable No estable (él) No estable/empresario Autónomos Estables Ambos sin ocupación Autónomo (él) Empresarios Inactiva/estable Inactiva/autónomo Inactiva/no estable 0,00 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015. Nota 1: indicador controlado por período de observación, edad de la mujer, diferencia de edad entre los cónyuges, lugar de origen y nivel de instrucción. Nota 2: trama enladrillada la categoría de referencia, en blanco los parámetros no significativos, ligeramente puntuados los significativos con un nivel de confianza del 90%, más punteados del 95% y en negro del 99%. En segundo lugar aparecen las situaciones de precariedad laboral de la pareja en su conjunto, así la situación en que ella tenía un trabajo no estable y él estaba desocupado, o en la que ambos tenían un contrato temporal o a jornada parcial. Todas estas situaciones son las más desfavorables a que las parejas jóvenes sin hijos tengan un primogénito. La heterogeneidad del tercer grupo en intensidad de la fecundidad de primer orden hace difícil extraer conclusiones, pues se trata de un conjunto que combina situaciones de estabilidad laboral en uno de los miembros con inestabilidad o desocupación en otro. Estas parejas tienen una fecundidad mayor que aquellas afectadas por el paro femenino, pero sin una distancia cualitativa significativa entre categorías. Como tampoco se percibe ésta entre todas las distintas categorías alrededor de la referencia, en que ambos tienen empleo estable, pues su probabilidad de tener un hijo es prácticamente idéntica a las de las parejas en que no tiene trabajo ninguno de los dos, o ambos son autónomos o empresarios. Como se acaba de anotar, la primofecundidad más elevada se registra en las parejas jóvenes en que ella está fuera del mercado de trabajo, lo que indica que los valores complementarios en las pautas de fecundidad continúan claramente anclados en la sociedad española, pues la única fecundidad que se mantiene alta durante el período estudiado es aquella en que la mujer se percibe como ama de casa. En relación a la estructura laboral de las parejas, el gráfico 11 expone la evolución de las situaciones que se acaba de descubrir que son más significativas en el fenómeno estudiado. Entre ellas destaca para todo el período el que ambos miembros de la pareja tengan un trabajo a jornada completa y con contrato indefinido, situación que osciló entre el 25 y el 30% del total de parejas durante la expansión económica, y que se ha ido erosionando progresivamente durante la crisis, estabilizándose en la banda baja del 25% desde 2011. Gráfico 11. Estructura de la relación de actividad en la muestra (categorías destacadas) 35,00 30,00 25,00 20,00 15,00 Ellas paradas Ellas inactivas Estabilidad ambos miembros 10,00 5,00 I/1999 IV/1999 III/2000 II/2001 I/2002 IV/2002 III/2003 II/2004 I/2005 IV/2005 III/2006 II/2007 I/2008 IV/2008 III/2009 II/2010 I/2011 IV/2011 III/2012 II/2013 I/2014 IV/2014 III/2015 0,00 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 Pero la evolución que más afecta a los niveles de fecundidad es la de las parejas en que ella es inactiva (situación favorable a tener un primer hijo) o ella está desocupada (desfavorable al fenómeno). A las puertas el siglo XXI ambas posiciones en la relación con el mercado de trabajo del miembro femenino de la pareja joven sin hijos eran similares, pero durante los primeros años de éste tomaron caminos separados, que se hicieron claramente divergentes durante la crisis. En efecto, la inactividad laboral de las mujeres jóvenes en pareja sin hijos se mantuvo en un 15% hasta 2002, se redujo tres puntos porcentuales durante 2003, se estabilizó a este nivel hasta 2007, e inició a partir de 2008 una caída que ha conducido a una inactividad del 6% en 2014. En contraste, el paro femenino entre las parejas sin hijos siguió las fases del ciclo económico: en 20012004 fue del 10% y en 2005-2007 del 6%, iniciando a partir de 2008 un progresivo ascenso que lo ha llevado a alrededor del 12% desde 2012. En función de estas tendencias y de su influencia en la fecundidad de primer orden nada hace pensar en un cambio en el fenómeno a corto plazo. CONCLUSIONES La tabla II resume los efectos significativos en la primofecundidad de las parejas jóvenes (pues ella tiene como máximo 45 años) en España durante los tres primeros lustros del siglo XXI. Una vez controlada la edad de la mujer (a través de tres factores: edad simple, cuadrática y cúbica) y la diferencia de edad entre los cónyuges (considerada numéricamente), y sabiendo que ni el nivel de instrucción ni el origen de los miembros de la pareja son variables que deban considerarse en demasía, el efecto clave a tener en cuenta es la relación con la actividad laboral. Cuando la probabilidad de tener un primer hijos en España en el siglo XXI estaba en función únicamente del período observado y de la edad de los cónyuges, este indicador se mostraba significativamente menor en 2009-2014 que en 1999-2008. Tal continuaba siendo el caso incluso al controlar por el nivel de instrucción y el origen de los miembros de la pareja. Sin embargo, cuando controlábamos por su relación con la actividad, el período observado perdía toda su significación explicativa, cediéndola completamente a la variable relativa al mercado de trabajo. El rango de edades en que la fecundidad de primer orden se da con más fuerza son de los 29 a los 34 años del miembro femenino de la pareja, pues en este rango se combina un elevado volumen de parejas sin hijos con una alta probabilidad de tener el primero. En 2015, último año observado, las generaciones que tenían esta edad eran las nacidas entre 1981 y 1986, primeras componentes del la bajísima natalidad en España. Si la teoría cíclica es correcta, en España en breve se observará una recuperación de la fecundidad sostenida y acelerada, que debe concretarse empíricamente tanto en un incremento de la fecundidad como en un adelanto del calendario del fenómeno. Tabla II. Modelo en la probabilidad de tener un primer hijo Edad simple cuadrática cúbica Diferencia edad cónyuges COEFICIENTE Error estándar Nivel significación -0,291 0,032 *** 0,032 0,002 *** -0,001 0,000 *** -0,023 0,003 *** Relación de actividad laboral (referencia: mujer en paro) Empresaria o no estable /parado 0,194 Ambos no estables 0,422 Autónoma/ no estable 0,639 Estable/parado 0,675 No estable/estable 0,715 Autónoma/parado 0,729 No estable/autónomo 0,766 Autónoma /estable 0,880 No estable (él) 0,909 No estable/empresario 0,955 Autónomos 1,094 Estables 1,116 Ambos sin ocupación 1,127 Autónomo (él) 1,170 Empresarios 1,290 Inactiva / estable o autónomo 1,970 Inactiva/no estable 2,152 Mujer con bachillerato -0,151 Mujer nacida en el extranjero -0,259 0,120 0,087 0,191 0,102 0,075 0,237 0,114 0,118 0,082 0,135 0,140 0,069 0,088 0,093 0,124 0,072 0,081 0,039 0,060 ns. *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** CONSTANTE -3,294 0,143 *** /lnsig2u -7,3383 3,5158 sigma_u rho 0,0255 0,0002 0,0448 0,0007 Fuente: elaboración propia a partir de la EPA versión panel, 1999-2015 Nota: ns. No significativo; * nivel de significación 90%; ** nivel de significación 95%; *** nivel de significación 99%. En relación al mercado matrimonial, o a la diferencia de edad entre la pareja, se ha desvelado que su efecto sobre la primofecundidad durante el período analizado ha sido de baja intensidad, puesto que la homogamia en las pareja en la fase de formación familiar que supone tener un primer hijo es una constante histórica que se ha consolidado con el tiempo, sin que sea muy distinto el patrón de fecundidad de primer orden en las parejas en que el varón es algo más joven que la mujer o ésta es substancialmente más joven que el hombre. En consecuencia, no se trata de una variable a la que se deba prestar mucha atención en el análisis de la primofecundidad, cuanto menos en España. Aunque se asume que al no poder considerarse a las parejas que tiene un hijo fuera de su domicilio actual (por ejemplo, a las migrantes que dejaron el hijo en el país de origen) nada se opone a aceptar que la fecundidad de primer orden de las parejas en que ambos nacieron en España es igual a la de las parejas en que ambos miembros habían nacido fuera de España. La única diferencia estriba en las parejas en que solo la mujer había nacido en el extranjero, pues se puede afirmar (con un nivel de confianza del 99%) que presentaron una menor probabilidad de tener un primer hijo. El acceso a la educación de las generaciones jóvenes, en especial entre las mujeres, se aprecia con claridad en la estructura según nivel de instrucción de las parejas: cada vez hay menos en que ambos cónyuges tengan como máximo una educación primaria y más en que ambos tienen una educación superior o sólo ella detenta una formación universitaria. Sin embargo, la intensidad de la fecundidad de primer orden en unas y otras parejas es similar, sin que se aprecien diferencias estadísticamente significativas. En consecuencia, no se ha comprobado la veracidad de las hipótesis ni de que la homogamia educativa sea más o menos favorable a la primofecundidad, ni que un major nivel de instrucción en la pareja esté asociado con una mayor o menor probabilidad de tener un primer hijo. El sentido en la importancia de la relación de actividad laboral de dibuja claramente, pues mientras que la mayor probabilidad se da entre las que siguen un modelo en que la mujer se sitúa fuera del mercado de trabajo, la menor se da entre las parejas en que la mujer no encuentra trabajo. A su vez, la evolución en la estructura de los miembros de la pareja según su relación con el mundo laboral presenta una asociación entre caída del paro (manteniéndose la inactividad) y elevación de la primofecundidad, al igual que aumento del paro (junto con la caída de la inactividad) y descenso de la primofecundidad. El camino recorrido, en especial la última variable analizada, da fuerza para lanzar la hipótesis de que la causa de la baja fecundidad de las parejas en España durante estos quince años observados se ha debido al fracaso social de proveer de trabajo remunerado (y a ser posible de cierta estabilidad) a las mujeres jóvenes Ni su masiva entrada a la educación universitaria, ni la influencia de otras culturas más proclives a la fecundidad ha conducido al aumento de la probabilidad de las jóvenes parejas a ser padres y madres por primera vez. Las numerosas generaciones componentes de la explosión de nacimientos que se dio en España en la década de los sesenta y primera mitad de los setenta no han recuperado en absoluto su fecundidad, y tampoco han conseguido romper con la división de género en relación al mercado de trabajo en la sociedad española, ni a nivel privado ni a nivel institucional. Hasta el momento, la fecundidad en España ha seguido una evolución cíclica, lo que hace prever un incremento del fenómeno en un futuro cercano, cuando las generaciones vacías nacidas en los treinta y cinco años de baja fecundidad sean las protagonistas principales en la evolución demográfica. REFERENCIAS Castro, T. (1993). Changing Nuptiality Patterns in Contemporary Spain. Genus, IL(1-2): 79-95. Coale, A. & Cotts Watkins, S. (1986). The Decline of Fertility in Europe. Princeton: Pricenton University Press. 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