«Poder de representación pública y discriminación de género. La prensa gráfica como productor de estereotipos de la feminidad»1 Esmeralda Ballesteros Doncel (Dto. Sociología IV - UCM) [email protected] En cada cultura, y desde diversos códigos y lenguajes, se establecen representaciones sociales que caracterizan-etiquetan lo femenino y lo masculino, ahondando en unas diferenciaciones simbólicas que ordenan las percepciones y prácticas de las personas. Los medios de comunicación constituyen uno de los agentes con mayor poder de representación pública, siendo sus estrategias de comunicación eficaces políticas de regulación del ‘orden social’. En sus redacciones se decide qué será noticia y qué se quedará fuera de lo noticiado, qué tendrá centralidad y qué marginalidad, sin olvidar el enfoque ideológico con el que será presentada la narrativa informativa (agenda setting, priming y framing). En relación al género, la prensa sigue manteniendo un inaceptable sesgo androcéntrico, aunque con una apariencia de ‘corrección política’. De forma sutil sigue reproduciendo y atribuyendo una hegemonía al modelo de masculinidad hegemónica (Muñoz, 2001; Bengoechea y Calero, 2003; Chocarro, 2007; Gallego, 2013; Ballesteros, 2015). Es esta comunicación se analizan el poder de representación de la prensa gráfica y las publicaciones de empresa en torno a una ocupación socialmente reconocida: la conducción ferroviaria. El análisis empírico demuestra la persistencia de modelos estereotipados de masculinidad y feminidad, es decir, la representación del maquinista difiere si se es mujer o varón. La propuesta analítica se centra en los discursos visuales insertos en la fotografía informativa, tratando de extraer aquello que se oculta tras la imagen, lo no evidente (Barthes, 1964). Este ejercicio analítico exige poner en relación los documentos con otras imágenes y establecer sus anclajes con los códigos dominantes (Rose, 2001: 91). “Así pues, para estudiar una imagen es importante no solo prestar atención a la imagen misma sino atender a otras imágenes en relación con las cuales se 1 Esta comunicación es uno de los resultados del proyecto de investigación: «Mujeres en Mundos de Hombres: Socialización, Organización laboral e Imagen pública», financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad [Ref. CSO2014-54339-P]. Dirigido por Marta Ibáñez Pascual (Universidad de Oviedo) y compuesto por las siguientes investigadoras: Empar Aguado (UV), Esmeralda Ballesteros (UCM), Ana Belén Fernández (UM), Mar Maira (UVA), Claudia Narocki (ISTAS). 1 construye, a las que se opone, o de las que se diferencia” (Serrano, 2008: 258). Es por ello que las unidades de análisis se han comparado con diversas auto-representaciones de las propias maquinistas de tren, cuya forma de presentarse difiere de las caracterizaciones ‘oficiales’ y mediáticas’. La estructura expositiva de esta comunicación tiene cuatro partes. La sección primera enmarca el ferrocarril como símbolo de la modernidad. La aplicación del vapor al transporte, además de una nueva técnica al servicio de la sociedad, hizo emerger espacios arquitectónicos emblemáticos y absorbió un importante flujo de mano de obra cualificada, aspectos que determinarían la conformación de una categoría socio-cultural: los ferroviarios. En la segunda parte se describen algunas características de la ocupación del maquinista y se muestran un conjunto de representaciones sobre su desempeñoreconocimiento. La tercera sección analiza una selección de registros fotográficos sobre el acceso de mujeres a la conducción ferroviaria en España. La documentación compilada proviene de la prensa gráfica y de revistas especializadas del sector, editadas por RENFE. Estas piezas son puestas en relación con auto-representaciones de las maquinistas españolas. La reflexión concluye con un balance de las implicaciones que ciertas políticas informativas pueden tener en la conformación de imaginarios. 2 1. EL FERROCARRIL COMO SÍMBOLO DE LA MODERNIDAD El ferrocarril inauguró el transporte moderno. Personas y mercancías viajarían a velocidades de vértigo en ‘caballos de hierro y vapor’. El tren no sólo es interesante por la modernización en la movilidad del transporte, sino también porque promovió un formidable yacimiento de empleo y, por ende, la necesidad de gestionar ‘racionalmente’ organizaciones grandes y complejas. Este sector se caracterizó por una creciente y significativa contratación de personal, en una amplia gama de profesiones y oficios y, con unas condiciones de empleo comparativamente más ventajosas que las que poseían los trabajadores agrícolas e industriales 2. Además, sus gestores empresariales pretendieron que se convirtiera en una profesión aristocrática y aristocratizante. De forma que, ser ferroviario supusiera algo más que acceder a un empleo privilegiado. La ‘distinción de clase’ a través de la cualificación estuvo en la base del discurso de la dirección de las principales empresas, buscando una identidad cultural (Ballesteros, 2010). La llegada del ferrocarril suscitó múltiples resonancias y, por supuesto, no dejó indiferentes a los artistas. Las estaciones y las locomotoras creaban unas escenografías de grandeza y ‘misterio’ por lo que se convirtieron en una fuente de inspiración (Vergeade, 2007). Por citar sólo un ejemplo, Claude Monet realizó una serie de cuadros sobre la estación de Saint Lazare (París), entre los años 1876-1877 en las que puede apreciarse su fascinación por la técnica, representada tanto en la magna arquitectura ferroviaria que integraba hierro y cristal, como en la locomotora, un ingenio que además de ser un desafío a la movilidad de personas y mercancías, estimulaba la imaginación al producir en su funcionamiento una incesante salida de vapor y singulares sonidos que envolvían todo el ambiente (cuadro 1). 2 En algunas ocupaciones, percibían salarios monetarios elevados sino y, además, disfrutaban de una serie de ventajas y beneficios sociales – vivienda, viajes gratuitos, licencias, gratificaciones, pensiones, socorros por enfermedad, etc.3 Cuadro 1: Serie de pinturas de Claude Monet sobre la estación de Saint-Lazare (París). Imagen 1: La gare Saint-Lazare (1877) Imagen 2 : The Gare St-Lazare (1877) Musée d'Orsay National Gallery Imagen 3: La Gare Saint-Lazare, le train de Imagen 4: The Gare Saint-Lazare: Arrival of a Normandie (1877) Train (1877) The Art Institute of Chicago Harvard Art Museum El registro fotográfico también se ocupó de representar el ferrocarril pero fijando el encuadre en dos núcleos de representación arquetípica: a) los edificios y b) las máquinas, de forma particular las locomotoras3. 3 Las instalaciones ferroviarias y de forma esencial las estaciones terminales se erigían como nuevos espacios socio-laborales, diseñados para agrandar el prestigio de las compañías (López García, 1988 y 1992). Las locomotoras eran la materialización de la aplicación del vapor al transporte (Reder y Fernández Sanz, 1995, 2000 y 2010). 4 Resultaba menos frecuente orientar el reportaje fotográfico hacia el mundo social, es decir, hacia los ferroviarios. Cuadro 2: Registros fotográficos del personal de estaciones. Imagen 5: Gare de Troyes (1898). FUENTE: Lavie (2007: 48) Imagen 6: Gare de Mussy-sur-Seine (1896) FUENTE: Lavie (2007: 48) No obstante, las imágenes sobre los trabajadores se inscribían, en consonancia con la ideología de la grandeza y modernidad, dentro del género del retrato. Un marco artístico que permitía trascender lo humano, convirtiéndose en una exhibición de estatus, por lo que exigía un posado programado que servía como expresión de superioridad. Así, las 5 ocupaciones fotografiadas no son todas, sino aquellas expresivas de una nueva profesión ‘distinguida’. La fotogenia de los registros fotográficos se intensificará al retratarse los ferroviarios con el uniforme correspondiente, un emblema de pertenencia reconocible por propios y ajenos (cuadro 2). Incluso para fotoperiodistas contemporáneos, de la altura de Sebastião Salgado, los escenarios de trabajo asociados al ferrocarril, son idealizados y estetizados (imagen 7). Imagen 7: Empleado de la SNCF revisando la catenaria 4. 4 Salgado (1989). 6 2. LA CODUCCIÓN FERROVIARIA: UN OFICIO DE HOMBRES En España, la conducción ferroviaria permaneció como una ocupación reservada a los varones hasta la década de los años setenta del siglo XX. La promulgación de la Constitución de 1978, y en particular la prescripción del artículo 14, favorecieron que en la redacción del primer convenio colectivo de RENFE se contemplara la no discriminación de las mujeres a las ofertas de empleo. Sin embargo, la igualdad jurídica no garantizaría su acceso, siendo necesario emprender contundentes acciones sindicales (Ballesteros, 2015: 50). El sostenido veto al ingreso de las mujeres en el empleo ferroviario ha propiciado su marginaliad en las plantillas. El último informe anual publicado por Renfe Operadora (2013: 89) señala que, de una plantilla de 5.792 personas conductoras, sólo 87 son mujeres (1,5 %), por lo que estas trabajadoras constituyen una minoría extrema en un mundo de hombres. Este pésimo balance no es una característica exclusiva del ferrocarril español. En Reino Unido, Francia, Noruega o Estados Unidos se confirma una similar sub-representación que, evidencia la existencia de eficaces mecanismos para que ciertas ocupaciones, en este caso la de maquinista de tren, no sean permeables a potenciales trabajadoras5. Desde la aparición del ferrocarril, la conducción de trenes fue considerado un oficio muy cualificado y bien remunerado, al que se accedía tras una larga carrera en la división de tracción. Implicaba conocer el mecanismo integral de las locomotoras para, no sólo conducir las máquinas, sino también intervenir sobre ellas ante cualquier incidencia en línea. Muchas de las fotografías consultadas, del pasado y del presente, describen al maquinista como un trabajador esforzado y seriamente concentrado. Generalmente, los registros se realizan en su espacio de dominio, la cabina de conducción y, la narrativa visual describe, en apariencia, una indiferencia del sujeto por el acto fotográfico –su profesionalidad lo impide-. En los cuadros 3 y 4 se muestra una selección de imágenes de maquinistas ferroviarios, extraídos de publicaciones de diversa naturaleza –prensa gráfica, revistas especializadas, libros, etc.- donde puede verificarse el respeto con el que los fotógrafos, generalmente varones, enaltecen la ocupación. 5 Francia (Blandín, 2013: 6-9); Noruega (ITF, 2010, Bulletin núm. 2); Reino Unido (Robinson, 2012: 34); EEUU (Starustka, 2013:13). 7 Cuadro 3: Registros fotográficos de maquinistas de tren. Imagen 8: Maquinista probando un radio-teléfono, (1929)6. Imagen 9: Maquinista de RENFE7. Imagen 10: Maquinista de RENFE8. 6 Ondas 2/02/1929 Muñoz (1993: 125) 8 Muñoz (1993: 126) 7 8 Cuadro 4: Registros fotográficos de maquinistas de tren. Imagen 11: Maquinista en ejercicio (2000)9. Imagen 12: Maquinista en la cabina de conducción (2000) 10. 9 Vía Libre, sep. 2000, pág. 11. Vía Libre, sep. 2000, pág. 13. 10 9 3. MUJERES MAQUINISTAS DE TREN: REPRESENTACIONES y AUTOREPRESENTACIONES Contextualizadas algunas de las características de esta categoría laboral, a continuación, se mostrará cómo fueron representadas las trabajadoras que en España accedieron a la ocupación a finales de los años setenta. Al margen de la aventura de Pilar Careaga (Ballesteros, 2015: 47-48), la incorporación de mujeres a la conducción ferroviaria en España se inició en 1979. La primera imagen localizada corresponde a la portada de la revista del sector Vía Libre, número 188 (imagen 13). Imagen 13: Portada sobre la admisión de mujeres como ayudantes de maquinista. Sin otra información, el documento parece promocionar un cambio de época, la admisión de trabajadoras a la conducción ferroviaria. No obstante, las fotografías no siempre son ‘ventanas’ (De Miguel y Pinto, 2002), siendo este registro un ejemplo de 10 instrumentalización para proteger la imagen de empresa. La persona que asoma por la ventanilla no era una maquinista sino una modelo, contratada por RENFE para neutralizar las denuncias de la opinión pública sobre discriminación de género (Ballesteros, 2015: 50-51). El plano contrapicado extrema la posición elevada de la mujer, proyectando una idealizada representación de igualdad. Sin embargo, ocupar la portada de una publicación periódica, normalmente, es un reclamo que da paso a un reportaje extenso en las páginas interiores. En este caso la portada se asocia a una breve columna de información de tan sólo 200 palabras, donde se informa que en el último proceso de selección de aspirantes a factor y ayudante de maquinista han concurrido mujeres. Por tanto, la portada es en sí misma una estrategia de marketing. La modelo es mostrada, objetualizada, como prueba de un cambio social que aclara una elaborada leyenda: “Conducir locomotoras, también, es cosa de damas”. La tipografía combina diversos tamaños de letra y color para demostrar, con condescendencia, su inclusión en la ocupación, aunque en condición de ‘DAMAS’. O lo que es lo mismo, introduciendo una ambivalencia entre la fragilidad de las doncellas y la exigencia de una profesión de demostrada penosidad. El análisis de este documento proporciona una primera evidencia de lo que se viene denominando en el ámbito multimedia semantic gap. Smeulders et. al (2000) definía la ‘brecha semántica’ como la "falta de coincidencia entre la información que se puede extraer de los datos visuales y la interpretación que sobre los mismos datos hacen los usuarios, en una situación dada". Si bien, este concepto se propone en el ámbito de la gramática digital para reducir ambivalencias en la gestión de contenidos empresariales, en este caso se utiliza con una orientación socio-política. El segundo documento seleccionado es una noticia, distribuida por la agencia EFE, basada en una entrevista a la maquinista A.B. Parra, a la que se presentaba como una joven inteligente y con filiación ferroviaria —su padre era también maquinista-. Los seis registros visuales producidos por EFE son marcadamente sexistas, aunque destaca la fotografía realizada a la maquinista A.B. Parra, en la que, el fotógrafo exalta su sensualidad y la retrata como si fuera una modelo posando (imagen 14). 11 Imagen 14: Noticia del nombramiento de las primeras maquinistas ferroviarias (1986). El registro objetualiza a la maquinista al enfatizar su ‘gancho sexual’, desvirtuando el contenido informativo que, al menos en teoría, debía ilustrar la primicia de mujeres en conducción de trenes y no su atractivo físico. El análisis de la fotografía revela un nítido androcentrismo visual, al situar a la maquinista desplazada de su espacio de trabajo —la cabina de conducción— y la acomoda en las vías. Un desplazamiento que, como se vio anteriormente, no se produce cuando se realizan fotografías de maquinistas varones. Esta (des)ubicación de las trabajadoras del espacio laboral específico en el que realizan su función profesional no es inocente y reafirma una representación de la feminidad 12 convencional que exalta las diferencias de género: belleza, atuendo, comportamiento (Gallego, 2013: 77). El registro visual exhibe a la maquinista, como un objeto ‘para ser mirado’, un discurso ideológico orientado a satisfacer el deseo masculino (Berger, 1972: 53-74). Se advierte el deseo del fotógrafo de mostrar una pose sexy en la trabajadora: camisa por dentro del pantalón, abierta en el pecho y presencia de complementos femeninos —colgante, pulsera-. La gorra actúa en la misma dirección, caída hacia atrás es una forma femenina de ser llevada y, puede asociarse al estereotipo de fantasía erótica de ‘mujer policía’, como un juego de dominancia fingido. La profesión periodística se entretiene, muy a menudo, en exponer un inexistente conflicto entre capacidad y femineidad. En una reciente entrevista a la radio-astrónoma Jocelyn Bell se indicaba que con 24 años, siendo discípula de Antony Hewish –premio Nobel de física-, los reporteros le pedían que se desabrochara el botón de la camisa, para dotar a la noticia de ‘fotogenia’ (Mediavilla, 2015). El tercer documento seleccionado es el reportaje publicado por “Los domingos de ABC”, donde se banaliza sin pudor el acceso de mujeres a esta ocupación. Tanto la imagen, como el titular de la noticia minusvaloran el proyecto formativo-profesional de estas trabajadoras: tres jóvenes mujeres subidas en la parte posterior de la cabina de conducción de un tren (imagen 15). Si se presentara la fotografía aislando los anclajes textuales, lo único que se deduciría es que tres amigas se hicieron una foto en un escenario ferroviario, pues en la instantánea están distendidas, riendo y prestando atención al objetivo de la cámara. Una actitud, que como antes se indicaba no era reflejada por sus pares varones. Retratados, en cambio, con una solemnidad ceremoniosa. En la imagen no se reconoce ningún indicio de su competencia laboral, cuestión que se interpreta como un desprecio a su esfuerzo y una desvalorización de su valentía por integrarse en una ocupación, hasta ese momento reservada a los hombres. Se desvela como las imágenes, muchas veces interpretadas como productos de la técnica –registros históricos-, operan como discursos ideológicos. En este caso, el orden social androcéntrico sustrae el reconocimiento profesional de las primeras maquinistas y, por tanto, propone una posición subalterna. 13 Imagen 15: Nombramiento de las primeras maquinistas ferroviarias (1986). FUENTE: Los domingos de ABC, 31 de mayo de 1987, pág. 28. El sesgo del titular es indiscutible: «Las “conquistadoras”, ayer modistillas, hoy maquinistas de tren». El uso del diminutivo minusvalora su esfuerzo y capacidad, así como la analogía con la ocupación de ‘modistillas’ (Gallego, 2003: 58). Este ejemplo, muestra una cultura periodística que no sólo ignora la perspectiva de género, sino que además muestra una falta de respeto hacia los logros de las mujeres, abundando en los diminutivos y las expresiones coloquiales que en tono distendido impregnan de ironía cambios históricos que ¿quizá no haya que tomar en serio? Esta idea ha sido expresada por Michelle Perrot (2013: 7) en el prólogo al extraordinario trabajo de Juliette Rennes sobre la compilación de postales francesas sobre mujeres en oficios de hombres Femmes en métiers d'hommes-. 14 En perspectiva comparada, aún se referirán dos documentos producidos por la agencia de noticias rusa Ria Novosti (cuadro 5). Cuadro 5: Registros fotográficos de maquinistas ferroviarios (1981-1983). Imagen 15: «Electric train driver - Imagen 16: «A train conductor of the Alexei Belov (1/06/1983)»11. Belarusian Railroad preparing for the journey (1/11/1981)»12. Estos dos documentos permiten realizar un análisis comparado de las relaciones, nada inocentes, entre la palabra y la imagen. Si se examinan las leyendas que acompañan las fotografías, reproducidas como títulos, se advierte de inmediato como el maquinista hombre es referenciado con su nombre completo. Ello implica una atribución de identidad y un reconocimiento de autoridad. Por el contrario, la maquinista es genéricamente señalada en la categoría ocupacional. Las imágenes obligan también a leer el lenguaje corporal representado. El maquinista posa con un correcto plano medio, que se emplea para fijar una distancia adecuada de aproximación. Mantiene la mirada en el horizonte, simulando concentración, y su mano derecha se halla en el dispositivo de seguridad ‘Hombre Muerto’13. Ataviado con su 11 Pavlov para la Agencia Rusa de Noticias Ria Novosti, fototeca AFP ImageForum, Ref: RIA1001513_3469. 12 Prihodko para la Agencia Rusa de Noticias Ria Novosti, fototeca AFP ImageForum, Ref: RIA04019290_2048. 13 La finalidad de este dispositivo es activar automáticamente el frenado de emergencia, en el caso de que el maquinista sufriera un desvanecimiento inesperado. 15 uniforme reglamentario, propone un personaje-héroe con evocaciones militares que pretende activar los valores de identidad nacional. Ella, en cambio, siendo maquinista es mostrada como un cuerpo que actúa como fémina: ‘se deja mirar’ y, al mismo tiempo, se mirar a sí misma, para asegurarse de que posee una correcta imagen. En este caso, la distancia focal elige el primer plano, que implica una aproximación al espacio íntimo. La cámara se divierte con la mirada ensimismada y reflejada en el espejo, símbolo por excelencia de la ‘vanidad’ de las mujeres (Berger, 1972: 59), transmitiendo la inclinación a la ‘coquetería’ y, por tanto, elaborando un discurso de superficialidad-frivolidad que anula la competencia laboral de la trabajadora. Estos ejemplos tratan de ilustrar el poder de los discursos visuales para descalificar los méritos de las trabajadoras, en este caso maquinistas, haciendo persistir las asimetrías de género en las representaciones mediáticas. En otras palabras, las imágenes no pueden ser documentos ajenos a la investigación social pues se revelan como derivas visuales cargadas de ideología. En estas páginas se ha mostrado como el reconocimiento y la representación de la ocupación del maquinista ferroviario es diferente, en función de si su desempeño es realizado por un varón o una mujer. Las maquinistas son ninguneadas mientras los maquinistas son exaltados. Resta, todavía, referirse a cómo las primeras maquinistas españolas percibieron estas representaciones mediáticas, pues de forma individual conservan los recortes de prensa en las que cada una fue noticia. En abril de 2014, fui invitada al V Encuentro de Mujeres de Tracción –maquinistas ferroviarias- celebrado en Asturias. Realicé a petición de las interesadas, una presentación sobre el mensaje periodístico de sus trayectorias (Ballesteros, 2015) y, para mí sorpresa, no tenían una clara conciencia de la (des)figuración de la que habían sido objeto. Ellas, habían acogido los reportajes como un homenaje, pero no habían profundizado con un sentido crítico en las implicaciones de sus contenidos ideológicos. A medida que desarrollaba el relato e interpretaba, desde mi planteamiento feminista, los sesgos androcéntricos algunas de aquellas maquinistas, no todas, descubrían ‘otra’ versión de los documentos que tantas veces habían admirado. A partir de entonces, me facilitaron diversos documentos de sus archivos personales, entre los que figuraba un folleto elaborado con motivo del I Encuentro de Mujeres de 16 Tracción (imagen 17) en los que aparecían fotografías, enviadas por cada maquinista, para crear una álbum que las identificara como categoría, pues al estar dispersas por toda la geografía española muchas trabajadoras ni siquiera se conocían. Imagen 17: Folleto I Encuentro Mujeres de Tracción (Barcelona, 2010). Lo más interesante es que la inmensa mayoría de los registros enviados mostraban su identidad como maquinistas ferroviarias, hallándose en su espacio natural de trabajo: la cabina de conducción (cuadro 6). Su auto-presentación icónica guarda relación con su condición de trabajadoras. No hay poses. Se muestran como profesionales, sin la mística de la feminidad, anteriormente observada en las representaciones mediáticas. Pero, además, redactaron de forma breve algunas de sus impresiones en el acceso a la ocupación: “En abril de 1980 un pequeño grupo de mujeres ingresamos en Renfe como ayudantes de maquinista. Fue una revolución en el colectivo. ¡Mujeres en las máquinas! No era un trabajo para nosotras…Sencillamente, no nos querían. Fue una época difícil para todas, pues íbamos a desarrollar un trabajo que hasta ese momento había sido solo masculino. De hecho, se recogieron firmas en algunas dependencias contra nuestro ingreso. Pero no todo quedó ahí. En los depósitos hubo problemas a la hora de buscarnos compañeros. Algunas esposas de maquinistas nos veían como un problema en sus matrimonios, dado que sus maridos iban a pasar mucho tiempo con nosotras. Cuando argumentábamos que lo único que queríamos era tener un trabajo para ser independientes, algún ‘alma caritativa’ contestaba que nos fuéramos a fregar. Dudaban de nuestra fuerza para poder enganchar. ¡Hasta teníamos espectadores alrededor cuando estábamos entre topes! 17 Pero al final todos los comentarios y prejuicios han quedado atrás. Ahora solo son anécdotas del pasado… Han trascurrido treinta años y aquí estamos sintiéndonos orgullosas, pues entre todas las compañeras (tanto las que se han ido como las que actualmente seguimos en tracción) hemos conseguido demostrar que una mujer puede ser tan buena profesional como un hombre”. Cuadro 6: Auto-representaciones de maquinistas de tren. Imagen 18: Maquinista de tren, en el desempeño de sus funciones. Imagen 19: Maquinista de tren en la cabina de conducción. 18 Esta investigación sugiere que el registro fotográfico, percibido por las audiencias como analogías de realidad –ventanas-, encierra discursos ideológicos que obligan a (re)considerar su incorporación como fuente documental en los procesos de investigación social. 4. PODER DE REPRESENTACIÓN PÚBLICA Y DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO La influencia de los medios de comunicación en la configuración de imaginarios colectivos es indiscutible, en cierto modo porque “El mundo que debemos afrontar queda fuera de nuestra alcance… [hay] porciones vastas del mundo que nunca podremos llegar a observar, tocar, oler, escuchar, ni recordar” (Lippmann 2003: 41 y ss). Si bien, el poder de influencia de los medios sobre la opinión pública varía en función de las características socio-políticas de las audiencias y de su acceso a los distintos medios en competición (McCombs, 2006: 101; Wolf, 2001: 181-186). Es indiscutible que poseen un poder de representación pública y este ‘poder’ tiene capacidad de condicionar y/o orientar actitudes, opiniones y prácticas sociales. En ocasiones, la brevedad y simplificación informativa recurren a los estereotipos para proyectar categorías sociales. Se atribuye al periodista Walter Lippman el empleo del término ‘estereotipo’. En su libro Public Opinion (1922) se refiere a ellos como ‘pictures in our heads’-. Son, precisamente, las imágenes las que permiten identificar patrones y, a partir de ellos, establecer generalizaciones (Grady, 2008: 38). Por tanto, los discursos visuales no sólo ilustran –como cree la gente-, sino que pueden confundir, e incluso, desfigurar hechos, procesos e identidades (Grady, 2008: 64-65). En la medida en que las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes (Rose, 2001: 70), la incorporación del lenguaje visual como un productor de ideología parece imprescindible para la sociología, es necesario advertir de su poder de representación. Pese a la existencia de publicaciones tempranas que demostraban esta evidencia, como por ejemplo, el trabajo de Erwin Goffman –Gender Advertisements, 1979-. La mayoría de las investigaciones suelen ignorar este corpus de datos, llegando incluso a afirmar que “la información aportada en algunos casos es insuficiente o nula” (Roca Sales, 2006: 151). No obstante, y de manera aún marginal, se van disponiendo de trabajos empíricos que advierten de las condiciones de posibilidad de los materiales 19 audio(y)visuales (Varela, 2008; Hernández Ochoa, 2011; Berenguer y Hontoria, 2013; Chicharro Merayo, 2013; Serrano y Zurdo, 2013; Cuevas, Aparicio y Manso, 2013; del Río y Cordero, 2015; Ballesteros 2015a y 2015b). Si los documentos visuales, como cualquier otro código de comunicación, proyectan sistemas de representación situados. Su consideración y estudio en la investigación social no sólo permiten incorporar indicios de una cultura visual omnipresente, sino también (de)construir los conflictos de poder inscritos en dichos discursos. Esta investigación empírica conduce a realizar un balance sobre los hallazgos alcanzados: La imagen es un signo normativo, crea y orienta el ‘orden social hegemónico’. Los discursos visuales operan como una barrera más en el acceso de las mujeres, en igualdad de condiciones, al dominio de lo público. El poder de representación androcéntrico de la prensa gráfica tiene la capacidad de distorsionar el esfuerzo de las mujeres, en este caso las competencias profesionales de las maquinistas de tren. Los discursos visuales poseen un lenguaje sutil de dominación, menos evidente de advertir por las audiencias. En este estudio de caso se ha mostrado como, ni tan siquiera las maquinitas –sujeto de observación- han advertido la discriminación visual de que fueron objeto. Para analizar el poder de representación pública de los medios de comunicación es necesario considerar el concepto de brecha de género conformado no sólo por la ‘brecha semántica’, sino también por la ‘brecha visual’. En el estudio de las representaciones mediáticas todos los elementos cuentan. No sólo las palabras, también las imágenes. No sólo los cuerpos, sino también las escenografías mostradas que incluyen objetos, accesorios, vestimenta, gestos, espacios… (Perrot, 2013: 9). El análisis crítico de la imagen posibilita identificar la potencia de las ¿ilustraciones? para hacer persistir una cultura androcéntrica. ¿Durante cuánto tiempo la Sociología va a seguir marginando los documentos visuales? pues la cultura visual no es un área de conocimiento emergente sino una realidad bien instalada en nuestro mundo globalizado. 20 5. BIBLIOGRAFÍA y RECURSOS DE INFORMACIÓN BALLESTEROS DONCEL, Esmeralda (2010): “Retribuciones de los trabajadores del servicio de Vía y Obras –MZA-. Reflexiones en torno a un análisis multidimensional”, Revista de Historia TST, núm. 18, págs. 172-197. 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