1 No más barcos de Coleman. Repensando las relaciones micro-macro Francisco José León-Medina Universitat de Girona Grupo de Sociología Analítica y Diseño Institucional (GSADI_UAB) [email protected] Resumen La Sociología Analítica (SA en adelante) ha solido representar mediante el Barco de Coleman su concepción de las relaciones micro-macro, y así, su idea de los requisitos necesarios para una explicación causal microfundamentada y carente de cajas negras. Sin abandonar la representación de este esquema en muchos de sus textos programáticos, la SA ha experimentado dos desarrollos importantes: el cambio en la concepción de los mecanismos, concebidos ahora como conjuntos de entidades/actividades, y la progresiva definición de una metodología de investigación orientada al testado de la suficiencia generativa de modelos de mecanismos mediante la técnica de la simulación multi-agente. En esta comunicación argumentamos que las importantes tensiones existentes entre estos elementos demandan una nueva concepción de las relaciones micro-macro en la SA. La primera parte de la comunicación analiza las tensiones existentes entre el BC, la evolución del concepto de mecanismo y el esquema típico-ideal de investigación analítica. En primer lugar, cuestionamos la validez del BC como esquema para la micro-fundamentación señalando que: a) con él, la SA asumió acríticamente la causación inter-nivel sin explorar sus implicaciones filosóficas, y b) el concepto de mecanismo situacional contradice la concepción analítica de la causalidad como basada en la acción, y c) la nueva concepción de los mecanismos se ha realizado sin abandonar la representación del BC, a pesar de las contradicciones que ello genera. Y en segundo lugar, analizamos las tensiones entre el BC y el esquema típico-ideal de investigación analítica señalando que: a) la concepción inicial de los mecanismos como lazos causales macro-micro, micro-micro y micro-macro es demasiado rígida para capturar los complejos bucles entre las actividades y las entidades de un modelo, b) la débil conceptualización de los mecanismos transformacionales ha convertido al proceso generativo en el auténtico punto ciego de la SA, y c) la nueva concepción de los mecanismos ha permitido evitar la causación macro-a-micro al coste de oscurecer aún más la causación micro-a-macro. La segunda parte de la comunicación argumenta que el esquema típico-ideal de investigación analítica ganaría aún más productividad si se fundamentase y reformulase sobre una nueva concepción de las relaciones micro-macro, por lo que la SA debería reposicionarse en debates como el del fisicalismo, la causalidad, el reduccionismo y la emergencia. Para finalizar, presentamos las líneas generales de una propuesta que apunta hacia el monismo ontológico, el reduccionismo y la negación de la causación inter-nivel. 2 INTRODUCCIÓN La Sociología Analítica (SA en adelante) ha solido representar mediante el “Barco de Coleman”1 (BC en adelante) su concepción de las relaciones micro-macro, y así, su idea de los requisitos necesarios para una explicación causal microfundamentada y carente de cajas negras. Este esquema ha permanecido entre los sociólogos analíticos como un referente o sello de identidad, como un resumen de la “sintaxis” analítica de la explicación sociológica. Su presencia en los textos programáticos de la SA es abrumadora: la representación gráfica o la descripción del BC aparece, por ejemplo, en Barbera (2006:45), Demeulenaere (2011:6), Hedström (2005:115, 2006:82, 2008:331, 2009:334), Hedström y Swedberg (1996:297, 1998:22), Hedström y Udehn (2009:33), Hedström y Ylikoski (2010:59, 2011:392), Manzo (2014b:19) y Noguera y De Francisco (2011:318). Aunque el “giro” analítico en Sociología puede situarse en las obras de Boudon, Coleman y Elster, o incluso mucho antes, en la de Merton, ha sido en las dos últimas décadas cuando la SA ha sintetizado y clarificado los distintos elementos que le caracterizan y que, hasta entonces, habían permanecido más o menos dispersos. En estos años, además del congreso anual sobre SA celebrado desde 2008, se han publicado distintos textos programáticos, manuales, compilaciones y números especiales de revista que han contribuido a clarificar progresivamente los principios analíticos (ver, por ejemplo, Barbera 2004; Demeulenaere 2011; Hedström & Swedberg 1996, 1998; Hedström 2005; Hedström y Bearman 2009a; Manzo 2014a; Noguera 2006). Toda esta actividad congresual y de publicación ha servido para clarificar pero también para hacer evolucionar la propuesta analítica. Resulta llamativo, por tanto, que, como puede apreciarse por las fechas de las referencias en la que aparece el BC, éste no haya dejado de estar presente en los textos analíticos a pesar de la evolución de los planteamientos que ha experimentado la comunidad analítica conforme el movimiento iba institucionalizándose y sus principios aclarándose y reformulándose. ¿Significa esto que el BC es un esquema fundamental, básico, de la propuesta analítica, y que por tanto puede permanecer inalterado a pesar de los cambios producidos en los planteamientos teóricos y metodológicos de esta comunidad? En esta comunicación trataré de argumentar que la respuesta a la pregunta es no: de hecho, no tiene sentido alguno que el BC siga reproduciéndose en los textos analíticos, pues como trataremos de mostrar, la propuesta analítica ha evolucionado hacia planteamientos incompatibles con el esquema macro-micro-micro-macro. Si partimos de la idea de que la SA no es una teoría, ni un paradigma, ni una escuela, sino un conjunto de reglas para la explicación de fenómenos sociales, es decir, una “sintaxis” para la explicación sociológica (Manzo 2010, 2014b), resulta indiscutible que la pieza angular de la SA es el concepto de mecanismo (Boudon 1998, 2002) Este concepto resume la apuesta analítica por una concepción generativa de la explicación causal, una concepción esencialmente distinta a la estadística o a la experimental (Goldthorpe 2001), y que se centra en la microfundamentación de los procesos que conducen a la aparición del explanandum. Esta pieza angular de la SA, sin embargo, no se ha mantenido inalterada a lo largo del tiempo: el concepto de mecanismo ha evolucionado en la comunidad analítica, y esta evolución ha ido lógicamente de la mano de una cada vez más clara y detallada definición del esquema típico-ideal de investigación analítica. Es por ello que la pregunta que formulábamos sobre la vigencia del BC 1 Al parecer, la autoría del Barco de Coleman no pertenece realmente a Coleman, sino a David McClelland (Barbera 2006). En la comunidad analítica, sin embargo, se ha popularizado con este nombre, y en ocasiones con el nombre “Barco de Coleman-Boudon”, pues en realidad constituye una representación del esquema de explicación defendido por ambos autores. 3 solo puede responderse tomando como referencia esta evolución del concepto de mecanismo y la subsiguiente definición de la metodología de investigación analítica. Por ello, en esta comunicación comienzo presentando las distintas fases de la evolución del concepto de mecanismo, mostrando cómo ha evolucionado de una definición basada en la idea del “vínculo causal” y representada en el BC, a una definición de los mecanismos como conjuntos de entidades/actividades. En segundo lugar, abordo los problemas de la definición inicial, para posteriormente cuestionar su compatibilidad con la nueva definición. Para finalizar, exploro algunos problemas de esta nueva definición y algunas implicaciones de la misma que no parecen haberse desarrollado y que podrían conducir a un replanteamiento serio de nuestras concepciones de las relaciones micro/macro. LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE MECANISMO EN LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA Al menos en algunos idiomas como el inglés, el español, el catalán o el francés, el término mecanismo tiene un doble sentido. Se emplea tanto para hacer referencia a las piezas organizadas de una maquinaria (las “tuercas y tornillos” que encontramos al descomponerla) como para hacer referencia al proceso generado por esa estructura (la cadena de causas y efectos entre esos elementos). En general, puede decirse que la SA ha evolucionado en su definición de los mecanismos, pasando de concebirlos como procesos causales a concebirlos como conjuntos de “tuercas y tornillos”. En los textos programáticos de la SA publicados en la última década del siglo XX, Hedström parece defender una definición “procesual” de los mecanismos. En esos textos, los mecanismos son presentados como vínculos hipotéticos entre eventos observables (1998:13), es decir, se concebían como descripciones micro-fundamentadas de cómo (mediante qué proceso) un evento activador generaba regularmente el explanandum. Esta definición seguía la línea planteada en los textos de Elster, para el que un mecanismo aporta “una cadena continua de enlaces causales o intencionales” entre el explanans y el explanandum” (1989), o de Bunge, para quien un mecanismo es “un proceso en un sistema concreto capaz de producir o prevenir algún cambio en el sistema” (1997) Esta concepción inicial se basaba en las ideas de James Coleman respecto de la relación entre lo micro y lo macro en Sociología. En 1986, Coleman sostuvo que eran dos los problemas teóricos fundamentales de la Sociología: “cómo las acciones intencionales de los actores se combinan para producir una conducta a nivel sistémico, y cómo esas acciones intencionales son a su vez moldeadas por las constricciones que resultan de la conducta del sistema.” (1986:1312). Esta cita resume el archiconocido “Barco de Coleman”, un esquema para la construcción de explicaciones sociológicas satisfactorias que ha permanecido ampliamente incontestado en la comunidad analítica. 4 Figura 1: El Barco de Coleman De acuerdo con este esquema, la explicación de las propiedades de nivel macro debe resultar de un tour macro-micro-micro-macro, comenzando por la especificación de cómo la situación macro inicial afecta los estados mentales de los individuos, (flecha 1, los mecanismos situacionales), luego especificando cómo los estados mentales causan la conducta individual (flecha 2, los mecanismos de acción individual), y terminando con una descripción de cómo las acciones e interacciones producen el resultado macro que queríamos explicar (flecha 3, los mecanismos transformacionales). Esta tipología tripartita propuesta por Hedström resume la idea de los mecanismos entendidos como vínculos causales, es decir, vínculos entre una causa y su efecto. Con la llegada del siglo XXI, los textos de la SA giraron hacia una nueva definición. Basándose en la concepción biológica de los mecanismos de Machamer et al. (2000), los mecanismos sociales se definían ahora como “una constelación de entidades y actividades que están vinculadas entre sí de tal modo que producen regularmente un tipo particular de resultado” (Hedström 2005:11, 2008:321; Hedström and Bearman 2009b:5). Gianluca Manzo ha ofrecido una definición prácticamente idéntica (2014b:7). El mecanismo se entiende entonces como una tríada entidades-actividades-vínculos, o si se prefiere, un conjunto organizado de “tuercas y tornillos” que causa la aparición del resultado de nivel macro que se pretende explicar. Como puede apreciarse, el énfasis se ha desplazado del proceso al conjunto estructurado de entidades y actividades que activa el proceso. Es un cambio sustancial en la concepción de esta “piedra angular” de la SA. Para comprender mejor la concepción de los mecanismos sociales de Hedström y Manzo es crucial especificar qué tienen en mente cuando se refieren a entidades y actividades. Manzo afirma que las actividades hacen referencia a procesos cognitivos y de acción como el razonamiento, la evaluación, el aprendizaje o la acción misma (Manzo 2010:140). Menos clara es la concreción de qué se entiende por entidad. En un texto de 2010, Manzo afirma que entidad es una etiqueta general que abarca cosas como los actores, las normas, las organizaciones, los grupos informales, las redes sociales y las estructuras de interdependencia (2010:140). Sin embargo, en un texto posterior parece reservar la etiqueta para referirse a los actores, lo que sin duda es más acertado, dado el hecho de que el listado de actividades únicamente corresponde a este tipo de entidad (ni las normas, ni las organizaciones, ni los grupos informales, ni las redes sociales ni las estructuras de interdependencia razonan, evalúan, aprenden o actúan). Manzo entonces sostiene que un mecanismo debe especificar la tríada a la que antes nos referíamos (entidades, actividades y estructura de interdependencia). De hecho, Hedström siempre parece haber reservado el término entidad para referirse a actores individuales (2005:2, 5). En 5 definitiva, los mecanismos sociales se conciben en esta nueva versión como un conjunto de actores, enlaces sociales, y procesos cognitivos y de acción. Esto implica una renuncia a concebirlos exclusivamente como “vínculos causales” entre causa y efecto, pues en la definición también se incluyen elementos que en el BC eran considerados causa o efecto. Una de las principales consecuencias de esta nueva definición es la distinción entre mecanismos y procesos. Cómo (mediante qué proceso) la causa (el conjunto estructurado de agentes) causa el resultado parece ahora fuera de la concepción de lo que es un mecanismo. Para clarificar su apoyo a esta nueva concepción, Hedström y Ylikoski sostienen que un mecanismo “se refiere a la entidades de un proceso causal” (2014:62), diferenciando así entre mecanismo y proceso causal. En la misma línea, Manzo define un mecanismo como “un conjunto de entidades y actividades que es probable que active una secuencia de eventos (es decir, un proceso) que es probable que produzca el resultado.” (2014b:7), de manera que explícitamente diferencia entre mecanismo (el conjunto de entidades y actividades) y el proceso que el mecanismo activa. Esta distinción también se explicita cuando Manzo afirma que “emplear la simulación computacional, particularmente la variedad multi-agente, hace posible clarificar la relación entre ‘mecanismos’ y ‘procesos’” (2007:5), y cuando afirma que ejecutando una simulación que formaliza un mecanismo generamos el proceso que se deriva de él. Es decir, para Manzo, el proceso es aquello que el mecanismo activa, por lo que “los ‘mecanismos’ siempre preceden lógicamente a los ‘procesos’” (2007:6), y de hecho, ejecutando una simulación “uno está activando in silico el proceso que el mecanismo artificial contiene (2014b:31). Este es un cambio fundamental: los mecanismos ya no se conciben como procesos o vínculos causales sino como una configuración social micro-detallada capaz de experimentar una dinámica generadora del explanandum e inicialmente desconocida en sus características. Esta nueva definición de los mecanismos como “tuercas y tornillos” ha sido la base de una clara metodología de investigación analítica. Si los mecanismo son un conjunto organizado de agentes cuyas reglas cognitivas y de acción son capaces de generar un proceso que es probable que genere el explanandum, entonces parece apropiado que la metodología de investigación se centre, tal como lo hace la metodología analítica, en formalizar, modelar, calibrar empíricamente y testar la suficiencia generativa de diferentes conjuntos de entidades/actividades. Más específicamente, el proceso de investigación analítica típico-ideal ha sido descrito como sigue (basándonos en Hedström 2008:332; Hedström y Bearman 2009b:16; Hedström y Ylikoski 2010:63; Manzo 2010, 2014b): a) Establecer el explanandum. Describir de forma tan precisa como sea posible el explanandum, un fenómeno de nivel macro. b) Formulación de una hipótesis causal. Formular una hipótesis sobre el mecanismo de nivel micro que puede ser responsable de causar el explanandum. c) Formalización. Formalizar la hipótesis como un modelo generativo. d) Traducción. Traducir el modelo generativo a un modelo computacional multi-agente. e) Calibración empírica. Emplear tanta información empírica como sea posible para calibrar los parámetros del modelo. f) Test de suficiencia generativa. Testar si las consecuencias de nivel macro se asemejan al explanandum. Dejando a un lado los posibles problemas de la definición de mecanismos como “tuercas y tornillos”, la verdad es que parece indiscutiblemente bien ajustada a esta metodología de investigación. Con este giro, los mecanismos ya no se conciben como cadenas causales de 6 eventos, sino como una descripción detallada al nivel micro de un teórico estado inicial de un sistema cuyo poder generativo del explanandum debe ser demostrado. LA DEFINICIÓN “PROCESUAL” DE LOS MECANISMOS Y SUS PROBLEMAS Hasta donde llega mi conocimiento, ningún texto analítico ha presentado las razones por las cuales la comunidad analítica renunció a su concepción inicial de los mecanismos. Tengo mi diagnosis de los problemas severos de esa concepción, pero tan solo puedo especular si es generalmente compartida o no. El primer problema de esta concepción puede encontrarse en el subtipo de los mecanismos situacionales. Hasta cierto punto es sorprendente que la SA haya sostenido simultáneamente que el único agente causal en ciencias sociales son los individuos y que existe un mecanismo (un vínculo causal) situacional (de macro a micro). Las tres flechas del BC se conciben como vínculos causales, es decir, como vínculos entre una causa y su efecto. Los mecanismos situacionales, entonces, apuntan a la idea de que las propiedades o eventos de nivel sistémico o macro tienen poder causal sobre los estados mentales. Esto contradice la idea de que solo la acción social tiene poder causal en el mundo social, o si se prefiere, que “los actores y sus acciones se consideran la entidad de nivel micro causalmente relevante de la vida social…” (Manzo 2014b:18). No estamos aquí defendiendo que a causación hacia abajo (downward causation) sea inaceptable (lo haremos más adelante), sino simplemente señalando que existe una contradicción entre el concepto de mecanismo situacional (en el que los fenómenos macro causan estados mentales) y el principio causal según el cual “sin acción no hay cambio” que los analíticos hemos defendido a diestro y siniestro (ver, por ejemplo, Hedström 2005:28). Tiendo a pensar que los sociólogos analíticos siempre han sido conscientes de ello y se han sentido incómodos con la primera flecha del BC, aunque de nuevo solo puedo especular acerca del alcance y generalidad de esa incomodidad. Una posible evidencia de ello está en el lenguaje empleado para referirse a los mecanismos situacionales. Puede apreciarse que es un lenguaje simultáneamente causal y no-causal. Hablando sobre la primera flecha del barco, las estructuras sociales, por ejemplo, son a veces presentadas como “una constricción” y a veces como “moldeadoras” de los estados mentales (en ocasiones, ambas expresiones aparecen en una misma frase: ver, por ejemplo, Hedström & Ylikoski 2011:392). Que los individuos toman informaciones del estado macro o la situación en la que están, y que esas informaciones tienen un papel (consciente o inconsciente) en sus procesos cognitivos/de acción es una obviedad, pero esto está lejos de ejemplificar un efecto causal de lo macro sobre lo micro: son los individuos los que tienen actividad (los que perciben, los que razonan, deciden, etc.). El movimiento, por decirlo de alguna manera, comienza con ellos, no en un macro-estado anterior en el tiempo, tal como se representa en el BC. Las estructuras sociales pueden considerarse con poder causal solo desde una concepción de la causalidad entendida como dependencia estadística robusta o como manipulación consecuencial, según la tipología de Golthorpe (2001). Los cambios en una estructura pueden mostrarse correlacionados estadísticamente con cambios en la conducta o los estados mentales, y los cambios manipulados de una estructura pueden mostrarse como correlacionados con cambios en la conducta o los estados mentales en el marco de un diseño experimental, pero la SA se caracteriza precisamente por negar estas concepciones de la causalidad y sumarse a la concepción generativa, según la cual, solo la acción social tiene poder causal. Así, del mismo modo que decimos que el historial 7 de movimientos de una partida de ajedrez condiciona el nuevo movimiento, pero no lo causa, análogamente, la estructura de oportunidades, el estado de la opinión general, o las redes en que nos ubicamos, por poner algunos ejemplos, pueden condicionar nuestros estados mentales y acciones, pero no los causan. Aceptar el carácter causal de la primera flecha del BC implica la aceptación del poder causal de entidades supraindividuales, de propiedades sistémicas o eventos macroscópicos, lo que inevitablemente conduce a la extraña propuesta según la cual esas entidades tienen poder causal sobre los individuos pero no sobre otras entidades similares. Un intento por salvar la idea de los mecanismos situacionales es sostener que, en realidad, la causa de los estados mentales no es el fenómeno macro inicial en sí mismo, sino su correlato a nivel micro. Es decir, las propiedades o eventos de nivel macroscópico habrían de ser reducidos a su condición basal microscópica, pues es ahí donde se producen los procesos causales. A mi juicio, es exactamente así como han de proceder los sociólogos analíticos, pero esto está lejos de salvar la idea de que existe una flecha causal entre lo macro y lo micro, pues lo que se propone es que la flecha causal solo actúa horizontalmente, entre entidades y actividades de un mismo nivel. Mientras los mecanismos situaciones presentan una influencia causal internivel, esta estrategia sostiene que la única influencia causal existente es intranivel. Un segundo problema de la definición inicial de los mecanismos aparece en la conceptualización y desarrollo del subtipo de los mecanismos transformacionales. Esta conceptualización ha sido, sin duda, más débil de lo que cabría esperar dada su relevancia teórica y metodológica. De acuerdo con Coleman, el mayor obstáculo de la teoría sociológica es el “problema de la transformación”: cómo las acciones de los individuos se combinan para producir un resultado social (1986:1321). Hedström sostiene que la tercera flecha del BC captura cómo “las acciones se suman en nuevos estados-macro en un tiempo posterior” (1996:296), es decir, “cómo un número de individuos, a través de sus acciones e interacciones, generan resultados de nivel macro.” (1996:296). Esta concepción se ha mantenido intacta en textos posteriores (Hedström 1998, 2005, 2008; Hedströn & Udehn 2009; Hedström & Ylikoski 2010). Aunque en principio no parece un concepto obscuro ni problemático, lo cierto es que a lo largo de los textos programáticos de la SA se hace evidente una falta de claridad a la hora de ofrecer ejemplos concretos con los que ilustrar qué es un mecanismo transformacional. En 1996, Hedström y Swedberg señalaron al modelo de umbral de Schelling, los modelos estándar de la teoría de juegos (como la tragedia de los comunes) y los modelos neoclásicos de mercados como teorías que están “basados en e ilustrando” mecanismos transformacionales específicos (1996: 297-298). La redacción de este párrafo fue modificada en la versión del texto que apareció en 1998, de manera que esas teorías y modelos se presentaban entonces más claramente como “ejemplos de” mecanismos transformacionales (1998:23). Una inspección mínima de los tres modelos nombrados hace evidente que se trata de modelos que se construyen sobre e ilustran una específica concatenación de mecanismos situacionales, de acción individual y transformacionales. Los tres modelos que Hedström presenta como ejemplos de mecanismos transformacionales podrían también presentarse como construidos sobre e ilustrando mecanismos de acción individual: una heurística simple en el modelo de umbral de Schelling y la maximización de utilidad en la tragedia de los comunes y los modelos neoclásicos de mercado. Por tanto, si bien es cierto que los tres modelos contienen un mecanismo transformacional, resta por especificarse cuál es el mecanismo transformacional que cada uno de ellos contiene. Tomemos, por ejemplo, un modelo de teoría de juegos como el de la tragedia de los comunes. El modelo no se limita a explicar cómo las acciones e interacciones se combinan para generar una situación social subóptima, también ofrece una descripción de la 8 situación inicial en la que los actores están ubicados y de los procesos cognitivos que producen las decisiones individuales (la racionalidad en este caso). De hecho, el mecanismo transformacional que aparece en este modelo es precisamente de los menos interesantes, pues no es otra cosa que una mera acumulación de acciones en las que el conjunto de las acciones previas condiciona el efecto de las siguientes. Esta misma dificultad para ofrecer ejemplos de mecanismos transformacionales aparece en The Oxford Handbook of Analytical Sociology (Hedström y Bearman 2009a). En un capítulo escrito por Hedström y Udehn (2009:35-37) se dedica toda una sección a “los vínculos micro-a-macro”. De hecho, la sección se centra en la idea mertoniana de las consecuencias imprevistas de la acción social y sus distintas fuentes (la ignorancia y el error, la complejidad, la miopía y el pensamiento desiderativo). Pero, aunque es cierto que la acción intencional conduce a menudo a consecuencias imprevistas, este hecho no es en ningún sentido un mecanismo transformacional. De hecho, la idea de las consecuencias inesperadas demanda un mecanismo transformacional (o varios) para estar completa: se supone que algún mecanismo transformacional explica cómo (a través de qué proceso) una acción conduce a una determinada consecuencia inesperada. Al no hacerse el cómo explícito, uno puede afirmar que no hay ninguna referencia al vínculo micro-a-macro en la sección “vínculos micro-a-macro” del manual de Oxford de SA. Esto constituye un agujero conceptual grave. De hecho, cualquier manual o texto programático de la SA está repleto de ejemplos de mecanismos cognitivos y de decisión, pero difícilmente se encuentran procesos transformacionales. Esta dificultad a la hora de encontrar ejemplos concretos de mecanismos transformacionales puede interpretarse como sintomática de un problema conceptual de partida que trataremos de evidenciar más adelante: una débil conceptualización de las relaciones micro-macro. En tercer lugar, puede decirse que el tour macro-micro-micro-macro es demasiado lineal y obscurece y representa mal las interacciones dinámicas entre entidades y actividades que tienen lugar en una situación social. Ni que decir tiene que los sociólogos analíticos son bien consciente de los bucles complejos que se producen entre diferentes estados mentales (entre, por ejemplo, deseos y creencias), entre estados mentales y acciones individuales, o entre la acción de un agente y los estados mentales y acciones de otros agentes. La teoría DBO de Hedström es un buen ejemplo de ello (ver 2005:38 y ss.). Sin embargo, sostener que existe un bucle complejo entre las creencias, oportunidades y deseos de i y las creencias, oportunidades y deseos de j, y apoyar al mismo tiempo la representación lineal de estados macro causando a estados mentales, estados mentales causando acciones, y acciones causando estados macro, es un gran logo que Hedström consigue perpetrar, pero esta inconsistencia no debería pasar inadvertida. Ni siquiera el propio Hedström sería capaz de determinar si algunos de los mecanismos complejos que él mismo presenta (como la profecía autocumplida, ver Hedström 2006:79) son mecanismos situacionales, de acción individual o transformacionales. La tipología tripartita simplemente no se aviene con los bucles complejos que algunos de esos mecanismos ilustran, y sin embargo, solo dos páginas separan la representación de estos mecanismos y la representación del BC (2006:79-82). Gianluca Manzo, otro de los líderes de la SA, también ha presentado el BC (2014b:19) junto con un reconocimiento de los complejos bucles micro-meso-macro que caracterizan un proceso generativo (ver por ejemplo 2007:4-5). Como veremos, puede decirse que la nueva definición de mecanismos que realiza la SA recoge más adecuadamente esa complejidad, pero es una concepción que se aviene mal al esquema analítico del BC. Un último problema con la concepción de los mecanismos como vínculos macro-micro, micro-micro y micro-macro es que es una guía muy pobre para orientar las prácticas de 9 modelización. De hecho, como ya hemos visto en el primer apartado, la SA solo definió con claridad los pasos específicos de su tipo-ideal de investigación una vez que se deshizo de esta concepción. De acuerdo con el BC, deberíamos comenzar modelando el efecto de una propiedad o evento de nivel sistémico sobre los individuos, modelando en segundo lugar cómo los individuos emprenden acciones, y finalmente, modelando cómo las acciones se combinan para generar una réplica del explanandum. Pero, por varias razones, esto está lejos de parecerse a las prácticas modeladoras reales de la SA. En primer lugar, cabe decir que si se entienden los mecanismos como vínculos causales, entonces el principio analítico según el cual la investigación debería estar orientada a testar la suficiencia generativa de un mecanismo sería absurdo: un modelo de un mecanismo (entendido como vínculo causal) especifica cómo una causa produce su efecto, por lo que se está especificando el proceso generador en la propia conceptualización del mecanismo. Cuando se equipara, como se hace en esta definición inicial de mecanismo, un mecanismo explicativo de x con un específico proceso generador de x, no tiene sentido entonces testar si el mecanismo tiene o no tiene capacidad generativa de x. Un mecanismo es un proceso generativo específico, según esta primera definición. Por ejemplo, el mecanismo de la profecía autocumplida consiste en que una creencia inicialmente falsa conduce a acciones que generan un estado del mundo en el que la creencia inicialmente falsa se convierte en verdadera. No tiene ningún sentido preguntarse si el mecanismo de la profecía autocumplida tiene la capacidad de generar un mundo en el que una creencia inicialmente falsa se convierte en verdadera. Si las creencias inicialmente falsas no dan lugar a conductas que las convierten en verdaderas, entonces no se ha producido el mecanismo de la profecía autocumplida. No es que el mecanismo no tenga capacidad generativa, es que no ha tenido lugar ese mecanismo. Y si las creencias inicialmente falsas dan lugar a conductas que las convierten en verdaderas, entonces es que el mecanismo se ha activado. No es que el mecanismo haya tenido capacidad generativa, es que simplemente se ha activado. En realidad, la práctica de la SA suele consistir en modelar una situación gobernada por algunas reglas y testar si tiene o no suficiencia generativa del explanandum. Especialmente en lo referido a los modos en que las acciones acaban produciendo el resultado social macroscópico, lo que la SA hace no es modelar un proceso observado sino observar un proceso activado in silico. En segundo lugar, las simulaciones multi-agente, que constituyen la técnica por excelencia de los sociólogos analíticos, son simulaciones de un sistema, y no solo simulaciones de un mecanismo (en esta primera concepción del término): un modelador debe especificar los agentes, sus actividades, sus interdependencias y las reglas que los dominan, es decir, especificar todos los elementos micro de un sistema (componentes, estructura y reglas que gobiernan la dinámica). Algunos mecanismos pueden ser parte de esta descripción, pero hay más que mecanismos en la descripción: no solo hay vínculos entre causas y efectos, hay elementos considerados causales y elementos que se ven afectados por esas causas. Por último, uno podría pensar que, al modelar un conjunto estructurado de agentes (por ejemplo, un conjunto de agentes ubicados en una red específica), ya se está representando la primera flecha del BC, pero esto es falso. El conjunto estructurado de agentes es la especificación microscópica del sistema cuya propiedad se supone que tiene influencia sobre los agentes, por lo que de este modo estamos volviendo a la idea, ya presentada e incompatible con el BC, de que lo macro no tiene cabida en el proceso de influencia causal de las ciencias sociales sino a través de su manifestación microscópica. 10 LA DEFINICIÓN DE MECANISMOS COMO “TUERCAS Y TORNILLOS” Y SUS PROBLEMAS Con el giro hacia la nueva concepción de los mecanismos, entendidos ahora como conjuntos de entidades/actividades, la SA ha resuelto algunos de los problemas que he presentado en la sección anterior. Hacer equivalente el concepto de mecanismo con una descripción microdetallada de un estado teórico inicial de un sistema ha sido o puede llegar a ser de gran utilidad. En primer lugar, este giro puede sentar las bases de una nueva teorización de las relaciones micro/macro que evite el conflicto entre el concepto de causalidad basado en la acción social propio de la SA y la problemática aceptación de la causación hacia abajo contenida en el concepto de mecanismo situacional. Y en segundo lugar, el giro permite definir con más claridad qué elementos contiene un mecanismo y, por tanto, que elementos deberían ser modelados. Sin embargo, la nueva definición tampoco está libre de algunos problemas importantes. En términos generales, puede afirmarse que el problema de esta nueva definición de los mecanismos es que no parece haberse llevado hasta sus últimas consecuencias. Para argumentar esta afirmación, presentaré dos tipos de implicaciones que no parecen haberse explorado: la coherencia entre la nueva y la vieja definición, que a menudo aparecen juntas, y las consecuencias que la nueva definición tiene en términos ontológicos y epistemológicos. En relación a la primera cuestión, mi tesis es que la nueva definición implica necesariamente una renuncia a la anterior, y con ella al esquema del BC. En el caso de Hedström, por ejemplo, podemos observar que tanto el BC como la tipología tripartita de mecanismos están presentes en varios de sus textos del XXI, junto con la definición de los mecanismos como “conjuntos de entidades/actividades” (ver, por ejemplo, Hedström 2006, 2008, 2009; Hedström & Ylikoski 2010, 2011). ¿Son realmente compatibles las dos concepciones?, ¿podemos decir que la segunda de algún modo abarca o recoge la primera? Una de las aportaciones más importantes de la antigua definición de los mecanismos fue la de señalar la diferencia entre identificar una causa e identificar un mecanismo (Elster 1989). Señalar la causa, se decía, no era suficiente para ofrecer una explicación aceptable, pues se debía también señalar el vínculo entre esa causa y el efecto que produce (es decir, el mecanismo). Se entendía entonces que un mecanismo z es el modo en que una causa x genera un efecto y. Por tanto, z y x son elementos analíticamente diferenciables de una explicación. La nueva definición de mecanismo, sin embargo, considera que la causa es el mecanismo, y el vínculo causal no lo es. Un mecanismo es ahora un conjunto estructurado de entidades capaces de ciertas actividades, y ese conjunto tiene el estatus de causa. De hecho, se le considera la causa de una dinámica (un proceso) al que se renuncia explícitamente a llamar “mecanismo”. La diferencia entre las dos definiciones es obvia: en la primera, las causas activan un mecanismo entendido como proceso causal, en la segunda, el mecanismo entendido como una causa activa un proceso causal. Es más, en la primera definición los mecanismos se conciben como procesos específicos, y de hecho, la tipología tripartida de Hedström se elabora a partir de la distinción de tipos de procesos específicos. En la segunda definición los mecanismos se conciben como configuraciones sociales gobernadas por unas reglas, pero el proceso que pueden activar, o incluso el resultado que pueden o no producir, es inicialmente desconocido. Esta distinción es importante, pues las reglas que gobiernan un proceso no son el proceso mismo: un proceso 11 gobernado por reglas conocidas puede tener consecuencias, dinámicas y desarrollos imprevistos. Esto tiene implicaciones radicales en el diseño de nuestras prácticas investigadoras. La modelización, en cualquiera de sus formas, solo tiene sentido si las implicaciones del modelo son inicialmente desconocidas. Mediante simulación, desarrollo algebraico, etcétera, buscamos testar si nuestro modelo tiene suficiencia generativa. Si nos hubiésemos quedado atascados en el BC y su idea de los mecanismos como procesos causales específicos (x causa y mediante z), la modelización perdería gran parte de su sentido. Si elaboramos un modelo que reproduce el mecanismo a que vincula macro y micro, el mecanismo b que vincula micro y micro, y el mecanismo c que vincula micro y macro, no estamos ofreciendo nada más que una descripción detallada de un proceso causal, pero no estamos testando nada. La modelización no persigue reproducir procesos específicos, sino testar si determinados procesos tienen lugar a partir de determinadas condiciones iniciales conocidas. La segunda definición de los mecanismos se ajusta mucho mejor a esta práctica. Otro de los problemas en relación a la coherencia de las dos definiciones se refiere al subtipo de los mecanismos situacionales. En la nueva definición, un modelo de un mecanismo contiene actores, una estructura de interdependencia, y una serie de actividades. Las actividades aparecen en el modelo del mecanismo en estado potencial. Lo que se modeliza son reglas que gobiernan esas actividades: modelizamos cómo los agentes pueden percibir, cómo procesan la información, qué posibles cursos de acción pueden emprender, etc. En principio, esas reglas pueden incorporar los posibles condicionantes situacionales de las actividades, de manera que podría decirse que el modelo del mecanismo contiene también mecanismos situacionales. Pero me inclino a pensar que no es así. Uno podría sostener que modelizar las constricciones y condiciones a las que un agente se enfrenta ya supone una modelización de mecanismos situacionales, pero esta afirmación solo podría sostenerse a costa de modificar sustancialmente el concepto de mecanismo situacional. Para Hedström, estos mecanismos indican “cómo los eventos o condiciones de nivel macro afectan al individuo” (1998:21), “cómo los fenómenos sociales influencian los deseos, creencias y oportunidades individuales” (2006:82), cómo “las propiedades y orientaciones individuales a la acción están influenciadas por los ambientes sociales en los que se ubican” (2008:331), o cómo “los ambientes culturales moldean deseos y creencias” (Hedström y Ylikoski 2011:392) [cursivas añadidas]. Las expresiones empleadas no son inocentes y reflejan bien la dirección causal de la primera flecha del BC. Los estados de nivel macro en t-1 afectan, influencian, moldean… a los individuos en t. Lo que se sostiene en la nueva definición de mecanismo es otra cosa incompatible con eso. En la nueva concepción, toda la dinámica del sistema se entiende como resultante de las actividades de las entidades del modelo. Esto se hace obvio en una simulación: si no se aprieta el botón “go”, la simulación no arranca y no se genera ningún fenómeno social. Pero si el motor único del proceso generativo son las actividades individuales, el esquema que propone que un estado macro en t-1 causa los estados mentales en t está lejos de representar la dinámica real. Los individuos perciben el entorno, se mueven limitados por condicionantes físico-espaciales, etc., pero la simulación muestra que la cadena causal no empieza ni puede empezar por las estructuras sociales. Los agentes, por ejemplo, perciben el número de participantes en una acción colectiva, y la información que manejan es procesada para producir una decisión, pero toda la actividad cognitiva y decisional (y no hay otro tipo de actividad) solo puede tener lugar a nivel individual. Del mismo modo que los objetos no causan la percepción, los estados macroscópicos no causan ni la percepción de los mismos ni las creencias que formamos al estar expuestos a ellos, etc. Vayamos de nuevo al ejemplo del ajedrez. Es obvio que las piezas están limitadas en sus movimientos posibles por restricciones espaciales y por las reglas constitutivas del juego. Pero 12 la dinámica de una partida la determinan los movimientos de las piezas, y esos movimientos “toman en consideración” (en lugar de “están moldeados por”, “están causados por” o “son influenciados por”) las restricciones espaciales y reglas constitutivas del juego. Las restricciones espaciales y reglas constitutivas del juego no causan los movimientos del ajedrez, no pueden ser el motor inicial o primer paso del proceso causal. Otro problema de la coexistencia de la nueva y la vieja concepción de los mecanismos sociales se refiere al subtipo de los mecanismos transformacionales. Los mecanismos transformacionales son precisamente aquellos procesos que ya no se consideran mecanismos en la nueva definición. Desde el punto de vista de la metodología de investigación analítica, la nueva definición implicó una apuesta por construir modelos de conjuntos de entidades y actividades y explorar sus implicaciones para testar si tienen suficiencia generativa de una réplica in silico del explanandum, preferiblemente empleando simulaciones multi-agente. Por lo tanto, tal como se conciben las cosas hoy en la SA, los mecanismos se formalizan en un modelo, y los procesos causales se activan apretando el botón de “go”. El modo dinámico en que las acciones e interacciones producen un resultado macroscópico (el mecanismo transformacional) se deja explícitamente fuera de la definición de lo que un mecanismo es, por lo que es difícil ver cómo podría uno sostener que un mecanismo se refiere a una configuración social microdetallada (un conjunto de individuos relacionados capaces de determinadas actividades cognitivas y conductuales) pero no al proceso causal que esa configuración activa, y mantener al mismo tiempo la idea de que existe un mecanismo de-micro-a-macro. En definitiva, la coexistencia de la vieja y la nueva definición de mecanismos es difícilmente comprensible. O bien los mecanismos “se refieren a las entidades de un proceso causal” (Hedström y Ylikoski 2014:62) o se refieren al proceso causal que enlaza macro-estados con estados mentales, estados mentales con acciones, y acciones con macro-estados. En otras palabras, si un conjunto estructurado de entidades con sus propiedades y actividades es un mecanismo, y el proceso que activan es un proceso causal pero no un mecanismo, entonces no puede afirmarse que los vínculos causales representados en las flechas del BC sean mecanismos. Y llegados a este punto, ¿no podríamos simplemente asumir como válidas las dos definiciones, estableciendo que un mecanismo es tanto la causa (las tuercas y tornillos) como el proceso que generan (el vínculo casual con su efecto)? El problema entonces sería que el concepto de mecanismo perdería todo su valor, pues nos veríamos con serias dificultades para identificar qué no es un mecanismo. Si forman parte de un mecanismo la composición (lo actores), la estructura de interdependencia o red que los vincula, las reglas que gobiernan las actividades de los actores y el proceso o dinámica real que experimenta este conjunto… ¿qué elementos quedan fuera de la definición? Si todo lo que hay y todo lo que ocurre a nivel micro es un mecanismo, entonces el concepto pasa a ser inútil por abarcarlo todo. El segundo bloque de implicaciones no desarrolladas de la nueva definición de mecanismos contiene aspectos epistemológicos y ontológicos. Tal como ya he argumentado en otro lugar (León-Medina, forthcoming), la definición “tuercas y tornillos” y el tipo-ideal de investigación analítica han situado toda la atención en el test de suficiencia generativa de los modelos de mecanismos que se proponen y han supuesto un cierto descuido del análisis y la comprensión del proceso generativo que activan esas entidades/actividades. Esto tiene implicaciones epistemológicas importantes. Con la primera definición de mecanismos, los sociólogos analíticos estaban legitimados para equiparar una explicación libre de cajas negras, o si se prefiere, una explicación de “caja de cristal”, con un una explicación basada en mecanismos. De 13 hecho, el propósito epistémico de la identificación del mecanismo se entendía que no era otro que clarificar cómo se ha generado un explanandum (Harré 1972:118). Pero ya no es posible esta equiparación con la nueva definición de mecanismos. Identificar una configuración social micro-detallada con capacidad generativa del explanandum no es de ningún modo suficiente para ofrecer una explicación libre de cajas negras. Si no se aporta también una descripción del proceso causal que esa configuración activa seguirá existiendo un punto ciego en la generación de nuestro explanandum. En el caso de las simulaciones multi-agente, ese proceso es, por definición, inicialmente opaco (Humphreys 2009:618): uno no sabe con seguridad qué dinámica experimentará el modelo antes de analizarlo, y si lo sabe, el modelo es trivial. Esa opacidad es combatible, y una virtud de la simulación multi-agente es que podemos someterla a un escrutinio total. Sin embargo, lo cierto es que aún no sabemos muy bien cómo proceder para describir las dinámicas que activamos en nuestros modelos, y en ocasiones, incluso tenemos serias dificultades para explicar por qué pasa lo que pasa en nuestras simulaciones. Si esta implicación es de tipo epistemológico, otra de tipo ontológico no parece haberse desarrollado por ninguno de los sociólogos analíticos, al menos hasta donde llega mi conocimiento. La nueva concepción de los mecanismos obliga a una reflexión sobre la ontología de lo social que, a mi juicio, debería conducir a la SA a una conclusión inesperada: el rechazo a la estrategia de la microfundamentación. Este es un rechazo epistemológico que se fundamentaría en el reconocimiento de la inexistencia ontológica de un nivel macro social. Trataré de argumentarlo brevemente en lo que sigue. ¿Qué es lo que hay en el nivel micro y macro desde la óptica del científico social? Autores como Hedström (2005:74) y Manzo (2010:144) han sostenido que la distinción micro/macro no es ontológica sino metodológica: micro y macro no se referirían a un mundo ontológicamente estratificado sino a diferentes “niveles de mecanismos”. Los explananda sociológicos están siempre en el macro-nivel. Es decir, la ciencia social quiere explicar hechos sociales, fenómenos sociales, resultados sociales, o como uno prefiera llamarlos. Específicamente, Hedström y Ylikoski sostienen que los explananda sociológicos son “propiedades colectivas que no son definibles por referencia a ningún miembro individual de la colectividad (Hedström 2005: 5, 67; Hedström y Ylikoski 2011:392). Algunos ejemplos de estas propiedades son: acciones, creencias y deseos típicos; patrones de agregación y distribución; topologías de redes; reglas informales y normas sociales (Hedström 2005:5; Hedström y Bearman 2009b:3; Hedström y Ylikoski 2011:392). Lo que encontramos en el nivel micro son las “tuercas y tornillos” a través de los cuales se produce el explanandum de nivel macro. Es decir, el nivel micro contiene, desde esta perspectiva metodológica, todas las piezas elementales en que descomponemos analíticamente el sistema complejo cuya dinámica conduce a la generación de la propiedad que constituye nuestro explanandum. En otras palabras, lo que es macro es nuestro explanandum, lo que es micro son todos los ingredientes de nuestro explanans. Centrarse en esta distinción metodológica es, según Hedström, “más útil y ciertamente menos problemático” (2005:74) que perder tiempo en distinciones ontológicas entre distintos niveles de la realidad. Creo que la SA hace bien en descartar la idea de la realidad social como estratificada en niveles ontológicamente autónomos e irreductibles, y este planteamiento es el que ha conducido a estos autores a descartar la mirada ontológica. Sin embargo, esto ha supuesto un descuido de la necesaria distinción entre entidades pertenecientes a niveles de complejidad ontológica distintos, una distinción que necesariamente está tras nuestra distinción micro/macro. Está claro que es el punto de vista del investigador el que determinará si una determinada entidad es micro o macro (una creencia puede ser micro desde el punto de vista 14 sociológico y macro desde el punto de vista neurológico), pero también parece poco discutible que en la realidad pueden advertirse diferentes niveles de complejidad. Por tanto, cuando nos centramos en una serie de entidades que queremos explicar, estas entidades metodológicamente consideradas “macro” no son otra cosa que entidades pertenecientes a un determinado nivel de complejidad ontológica, y esas entidades pueden diseccionarse en un conjunto de entidades de un nivel menor de complejidad. Sin esta referencia a entidades pertenecientes a niveles de complejidad ontológica determinados, Hedström no podría definir los explananda sociológicos como lo hace. Aunque la distinción micro/macro es metodológica, es absurdo creer que cualquier tipo de entidades pueden ser encontradas cuando diseccionamos una entidad que pertenece a un determinado nivel de complejidad ontológica. Desafortunadamente, la SA no ha sido muy clara en esto. Hedström, por ejemplo, sostiene que el carácter metodológico de la distinción micro/macro implica que las “piezas” que uno encuentra cuando descompone analíticamente un sistema social no son necesariamente de un tipo ontológico determinado. Para él, la idea de situar los fenómenos sociales en lo macro y la acción en lo micro puede ser engañosa, pues un fenómeno social puede estar a un nivel inferior al de la acción (es decir, puede considerarse metodológicamente micro) si ese fenómeno es uno de los componentes del mecanismo generador de esa acción (2005:74). Desde este punto de vista, la distinción ontológica es innecesaria, pues cualquier entidad puede formar parte de un mecanismo. Hedström reconoce que es una idea contra-intuitiva, pero a mi juicio es simplemente incompatible con el proyecto analítico. Si un fenómeno social puede formar parte de los ingredientes explicativos de una acción, ¿por qué misteriosa razón no podría formar parte legítima de la explicación de otro fenómeno social? La SA debería establecer claramente que no puede encontrarse una entidad perteneciente a un nivel de complejidad ontológica superior al diseccionar una entidad perteneciente a un nivel de complejidad ontológica inferior. Y del mismo modo, no puede encontrarse una entidad perteneciente al mismo nivel de complejidad ontológica al que pertenece la entidad diseccionada. Los fenómenos sociales no pueden ser parte del explanans de un explanandum sociológico. Manzo es más preciso y correcto en esta cuestión. Aunque trata de evitar la distinción ontológica entre “niveles de realidad” y sostiene que la distinción micro/macro es puramente metodológica (2010:144), lo cierto es que cuando se enfrenta a la cuestión de si las entidades macro son ingredientes legítimos de una explicación, es obvio que está pensando en entidades de un cierto nivel de complejidad ontológica. De hecho, si esas entidades fueses ingredientes de una explicación causal, entonces por su misma definición, esas entidades serían metodológicamente “micro”, y por tanto no tendría sentido plantear la cuestión de la legitimidad de las entidades macro como ingredientes de la explicación. Manzo presenta una condición para que un entidad (ontológicamente) macro pueda formar parte de una explicación causal: debería poder indicarse al menos un elemento (ontológicamente) micro a través del cual se produce el efecto macro-a-micro (2014b:19). Esta condición es extremadamente importante: tal como lo interpreto, lo que sostiene Manzo es que las entidades de nivel macro no tienen poder causal sobre las entidades micro, es decir, para que una entidad (ontológicamente) de nivel macro forme parte de un mecanismo debería ser descompuesta en sus elementos basales de nivel micro, pues ellos sí tienen poder causal sobre otros elementos micro. Al final, hemos de poner nuestra atención en la distinción ontológica micro/macro porque las entidades (ontológicamente) de nivel macro no pueden ser parte de un conjunto de entidades (metodológicamente) de nivel micro. 15 Pero, ¿a dónde nos conduce esta condición? La SA no puede conducirse sin una aclaración del tipo de entidades que pertenecen a los distintos niveles de complejidad ontológica de su interés. Pero esta operación es sin duda más problemática que la que puede hacerse en otras ramas de la ciencia. El mundo material está compuesto por entidades que resultan de la combinación de otras entidades. Protones, electrones y neutrones forman átomos, y es difícilmente cuestionable que los átomos son entidades realmente existentes; los átomos se combinan en moléculas, que son entidades también existentes; y así podríamos ir subiendo en niveles de complejidad cada uno de los cuales está compuesto por entidades realmente existentes. ¿Ocurre lo mismo en el terreno de lo social? Según el planteamiento tradicional, los fenómenos sociales pueden ser descompuestos en sus micro-elementos básicos (individuos y vínculos, o componentes y estructura), pero aquí la afirmación de que el nivel superior de complejidad contiene entidades realmente existentes no es tan obvia. ¿Existen, por ejemplo, los grupos, las familias, las instituciones o las clases sociales? Según la tesis fisicalista, el universo está compuesto por unidades de materia distribuidas por el espacio y obedeciendo a las leyes de la física. ¿Existen entidades no materiales? Solo desde una posición dualista ontológica podría responderse que sí, pero el dualismo ontológico resulta indefendible hoy en día. Los individuos y sus actividades sí son realmente existentes. Esas actividades tienen una estructura, generan patrones recursivos observables. Todo aquello que consideramos en el nivel macro-social (los grupos, las redes sociales, las familias, las instituciones) no son otra cosa que patrones recursivos de comportamiento y cognición interdependientes de unas entidades a las que llamamos “organismos humanos”. No hay nada más allá de eso, esos patrones no generan entidades ontológicamente objetivas, realmente existentes. Y si no hay entidades de nivel de complejidad ontológica superior a la de los individuos, entonces no hay nada que microfundamentar. La labor de la SA es evidenciar, mediante sus modelos de mecanismos, que agentes capaces de determinadas actividades generan dinámicas cognitivas y comportamentales observables, y que esas dinámicas pueden ser descritas y etiquetadas, pero no son propiedades de ninguna entidad realmente existente. En un modelo de mecanismo está contenido todo aquello que es realmente existente y relevante desde el punto de vista de la ciencia social: individuos, restricciones físicas y actividades cognitivas y conductuales. Las relaciones causa efecto solo tienen lugar entre entidades de este nivel, no hay entidades macro que tengan un papel causal, ni que emerjan, ni que se generen. Para las ciencias sociales, la distinción micro/macro es confusa y engañosa incluso desde el punto de vista metodológico. El sociólogo no trata con realidades de niveles de complejidad distintos, ni busca en lo micro el fundamento de lo macro. El sociólogo muestra cómo las actividades de los individuos generan patrones describibles, pero no hay nada que “emerja” o “se genere” a partir de la actividad individual y sea otra cosa que actividad de los individuos. Con su definición de los mecanismos como conjuntos de entidades/actividades, su apuesta por concebir a los individuos como la única entidad aceptable en una explicación, y su énfasis en la simulación multi-agente, la SA se ha situado en un lugar privilegiado desde el que impulsar este cambio de perspectiva. REFERENCIAS Barbera, Filippo. "Meccanismi sociali." Elementi di sociologia analitica (2004). Barbera, F. (2006). A star is born? The authors, principles and objectives of analytical sociology. Papers: revista de sociologia, (80), 31-50. 16 Boudon, R. 1998. “Social mechanisms without black boxes.” In Social mechanisms: An analytical approach to social theory, edited by P. Hedström and R. Swedberg, 172-03. Cambridge: Cambridge University Press. Boudon, R. (2002). “Sociology that really matters: European academy of sociology, first annual lecture, 26 October 2001, Swedish cultural center.” European Sociological Review, 18(3), 371-378. Bunge, M. (1997). Mechanism and explanation. Philosophy of the social sciences, 27(4), 410465. Coleman, J. S. 1986. “Social theory, social research, and a theory of action.” American journal of Sociology, 91(6):1309-1335. Demeulenaere, Pierre (ed.) (2011): Analytical Sociology and Social Mechanisms. Cambridge, Cambridge University Press. Elster, J. (1989). Nuts and bolts for the social sciences. Cambridge: Cambridge University Press. Goldthorpe, J. H. (2001). Causation, statistics, and sociology. European sociological review, 17(1), 1-20. Harré, Rom. 1972. The philosophies of science. An Introductory Survey. Oxford: Oxford University Press. Hedström, P. and R. Swedberg. 1996. “Social Mechanisms.” Acta Sociologica 39: 281-08. Hedström, P. and R. Swedberg, eds. 1998. Social Mechanisms. An Analytical Approach to Social Theory. Cambridge: Cambridge University Press. Hedström, P. 2005. Dissecting the social: On the principles of analytical sociology. Cambridge: Cambridge University Press. Hedström, P. (2006). Explaining Social Change: An Analytical Approach. Papers: revista de sociologia, (80), 073-95. Hedström, P. 2008. “Studying mechanisms to strengthen causal inferences in quantitative research.” In The Oxford Handbook of Political Methodology, edited by J.M. Box-steffensmeier, H.E. Brady and D.Collier, 319-335. Oxford: Oxford University Press. Hedström, P. 2009. The analytical turn in sociology. In Hedström, P. (ed) Frontiers of sociology, 331-342. Hedström, P., and P. Bearman, eds. 2009a. The Oxford handbook of analytical sociology. Oxford: Oxford University Press. Hedström, P., and P. Bearman. 2009b. “What is analytical sociology all about? An introductory essay.” In The Oxford handbook of analytical sociology, edited by P. Hedström and P. Bearman, 3-24. Oxford: Oxford University Press. 17 Hedström, P., and L. Udehn, 2009. “Sociology and the middle-rage theories.” In The Oxford handbook of analytical sociology. Oxford: Oxford University Press. Hedström, P., and P.Ylikoski. 2010. “Causal mechanisms in the social sciences.” Annual Review of Sociology 36: 49-67. Hedström, P., and P.Ylikoski. 2011. “Analytical sociology.” In The Sage Handbook of the Philosophy of Social Sciences, Sage, London Hedström, P., and P. Ylikoski. 2014. “Analytical Sociology and rational choice theory.” In Analytical Sociology: Actions and Networks, edited by G. Manzo, 57-70. Chichester: John Wiley & Sons. Humphreys, Paul. 2009. “The philosophical novelty of computer simulation methods.” Synthese, 169(3): 615-26. León-Medina, F.J. (forthcoming) Analytical Sociology and Agent-Based Modeling. Is generative sufficiency sufficient? Machamer, P., Darden, L., & Craver, C. F. (2000). Thinking about mechanisms. Philosophy of science, 1-25. Manzo, G. 2007. “Comment on Andrew Abbott/2.” Sociologica, 1 (2): 1-8. Manzo, G. 2010. “Analytical sociology and its critics.” European Journal of Sociology 51(01): 129-170. Manzo, G., ed. 2014a. Analytical Sociology: Actions and Networks. Chichester: John Wiley & Sons. Manzo, G. 2014b. “Data, generative models and mechanisms: more on the principles of Analytical Sociology.” In Analytical Sociology: Actions and Networks, edited by G. Manzo, 4-52. Chichester: John Wiley & Sons. Noguera, J. A. (ed) (2006). Special Issue on Analytical Sociology. Papers: revista de sociologia, (80). Noguera, J. A., & De Francisco, A. (2011). La sociología analítica. Teoría Sociológica Moderna. Barcelona: Ariel.