No más barcos de

Anuncio
1
No más barcos de Coleman.
Repensando las relaciones micro-macro
Francisco José León-Medina
Universitat de Girona
Grupo de Sociología Analítica y Diseño Institucional (GSADI_UAB)
[email protected]
Resumen
La Sociología Analítica (SA en adelante) ha solido representar mediante el Barco de Coleman
su concepción de las relaciones micro-macro, y así, su idea de los requisitos necesarios para una
explicación causal microfundamentada y carente de cajas negras. Sin abandonar la
representación de este esquema en muchos de sus textos programáticos, la SA ha experimentado
dos desarrollos importantes: el cambio en la concepción de los mecanismos, concebidos ahora
como conjuntos de entidades/actividades, y la progresiva definición de una metodología de
investigación orientada al testado de la suficiencia generativa de modelos de mecanismos
mediante la técnica de la simulación multi-agente. En esta comunicación argumentamos que las
importantes tensiones existentes entre estos elementos demandan una nueva concepción de las
relaciones micro-macro en la SA.
La primera parte de la comunicación analiza las tensiones existentes entre el BC, la evolución
del concepto de mecanismo y el esquema típico-ideal de investigación analítica. En primer
lugar, cuestionamos la validez del BC como esquema para la micro-fundamentación señalando
que: a) con él, la SA asumió acríticamente la causación inter-nivel sin explorar sus
implicaciones filosóficas, y b) el concepto de mecanismo situacional contradice la concepción
analítica de la causalidad como basada en la acción, y c) la nueva concepción de los
mecanismos se ha realizado sin abandonar la representación del BC, a pesar de las
contradicciones que ello genera. Y en segundo lugar, analizamos las tensiones entre el BC y el
esquema típico-ideal de investigación analítica señalando que: a) la concepción inicial de los
mecanismos como lazos causales macro-micro, micro-micro y micro-macro es demasiado rígida
para capturar los complejos bucles entre las actividades y las entidades de un modelo, b) la débil
conceptualización de los mecanismos transformacionales ha convertido al proceso generativo
en el auténtico punto ciego de la SA, y c) la nueva concepción de los mecanismos ha permitido
evitar la causación macro-a-micro al coste de oscurecer aún más la causación micro-a-macro.
La segunda parte de la comunicación argumenta que el esquema típico-ideal de investigación
analítica ganaría aún más productividad si se fundamentase y reformulase sobre una nueva
concepción de las relaciones micro-macro, por lo que la SA debería reposicionarse en debates
como el del fisicalismo, la causalidad, el reduccionismo y la emergencia. Para finalizar,
presentamos las líneas generales de una propuesta que apunta hacia el monismo ontológico, el
reduccionismo y la negación de la causación inter-nivel.
2
INTRODUCCIÓN
La Sociología Analítica (SA en adelante) ha solido representar mediante el “Barco de
Coleman”1 (BC en adelante) su concepción de las relaciones micro-macro, y así, su idea de los
requisitos necesarios para una explicación causal microfundamentada y carente de cajas negras.
Este esquema ha permanecido entre los sociólogos analíticos como un referente o sello de
identidad, como un resumen de la “sintaxis” analítica de la explicación sociológica. Su
presencia en los textos programáticos de la SA es abrumadora: la representación gráfica o la
descripción del BC aparece, por ejemplo, en Barbera (2006:45), Demeulenaere (2011:6),
Hedström (2005:115, 2006:82, 2008:331, 2009:334), Hedström y Swedberg (1996:297,
1998:22), Hedström y Udehn (2009:33), Hedström y Ylikoski (2010:59, 2011:392), Manzo
(2014b:19) y Noguera y De Francisco (2011:318).
Aunque el “giro” analítico en Sociología puede situarse en las obras de Boudon, Coleman y
Elster, o incluso mucho antes, en la de Merton, ha sido en las dos últimas décadas cuando la SA
ha sintetizado y clarificado los distintos elementos que le caracterizan y que, hasta entonces,
habían permanecido más o menos dispersos. En estos años, además del congreso anual sobre
SA celebrado desde 2008, se han publicado distintos textos programáticos, manuales,
compilaciones y números especiales de revista que han contribuido a clarificar progresivamente
los principios analíticos (ver, por ejemplo, Barbera 2004; Demeulenaere 2011; Hedström &
Swedberg 1996, 1998; Hedström 2005; Hedström y Bearman 2009a; Manzo 2014a; Noguera
2006). Toda esta actividad congresual y de publicación ha servido para clarificar pero también
para hacer evolucionar la propuesta analítica. Resulta llamativo, por tanto, que, como puede
apreciarse por las fechas de las referencias en la que aparece el BC, éste no haya dejado de estar
presente en los textos analíticos a pesar de la evolución de los planteamientos que ha
experimentado la comunidad analítica conforme el movimiento iba institucionalizándose y sus
principios aclarándose y reformulándose. ¿Significa esto que el BC es un esquema fundamental,
básico, de la propuesta analítica, y que por tanto puede permanecer inalterado a pesar de los
cambios producidos en los planteamientos teóricos y metodológicos de esta comunidad? En esta
comunicación trataré de argumentar que la respuesta a la pregunta es no: de hecho, no tiene
sentido alguno que el BC siga reproduciéndose en los textos analíticos, pues como trataremos de
mostrar, la propuesta analítica ha evolucionado hacia planteamientos incompatibles con el
esquema macro-micro-micro-macro.
Si partimos de la idea de que la SA no es una teoría, ni un paradigma, ni una escuela, sino un
conjunto de reglas para la explicación de fenómenos sociales, es decir, una “sintaxis” para la
explicación sociológica (Manzo 2010, 2014b), resulta indiscutible que la pieza angular de la SA
es el concepto de mecanismo (Boudon 1998, 2002) Este concepto resume la apuesta analítica
por una concepción generativa de la explicación causal, una concepción esencialmente distinta a
la estadística o a la experimental (Goldthorpe 2001), y que se centra en la microfundamentación de los procesos que conducen a la aparición del explanandum. Esta pieza
angular de la SA, sin embargo, no se ha mantenido inalterada a lo largo del tiempo: el concepto
de mecanismo ha evolucionado en la comunidad analítica, y esta evolución ha ido lógicamente
de la mano de una cada vez más clara y detallada definición del esquema típico-ideal de
investigación analítica. Es por ello que la pregunta que formulábamos sobre la vigencia del BC
1
Al parecer, la autoría del Barco de Coleman no pertenece realmente a Coleman, sino a David
McClelland (Barbera 2006). En la comunidad analítica, sin embargo, se ha popularizado con este nombre,
y en ocasiones con el nombre “Barco de Coleman-Boudon”, pues en realidad constituye una
representación del esquema de explicación defendido por ambos autores.
3
solo puede responderse tomando como referencia esta evolución del concepto de mecanismo y
la subsiguiente definición de la metodología de investigación analítica. Por ello, en esta
comunicación comienzo presentando las distintas fases de la evolución del concepto de
mecanismo, mostrando cómo ha evolucionado de una definición basada en la idea del “vínculo
causal” y representada en el BC, a una definición de los mecanismos como conjuntos de
entidades/actividades. En segundo lugar, abordo los problemas de la definición inicial, para
posteriormente cuestionar su compatibilidad con la nueva definición. Para finalizar, exploro
algunos problemas de esta nueva definición y algunas implicaciones de la misma que no
parecen haberse desarrollado y que podrían conducir a un replanteamiento serio de nuestras
concepciones de las relaciones micro/macro.
LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE MECANISMO EN LA
SOCIOLOGÍA ANALÍTICA
Al menos en algunos idiomas como el inglés, el español, el catalán o el francés, el término
mecanismo tiene un doble sentido. Se emplea tanto para hacer referencia a las piezas
organizadas de una maquinaria (las “tuercas y tornillos” que encontramos al descomponerla)
como para hacer referencia al proceso generado por esa estructura (la cadena de causas y efectos
entre esos elementos). En general, puede decirse que la SA ha evolucionado en su definición de
los mecanismos, pasando de concebirlos como procesos causales a concebirlos como conjuntos
de “tuercas y tornillos”.
En los textos programáticos de la SA publicados en la última década del siglo XX, Hedström
parece defender una definición “procesual” de los mecanismos. En esos textos, los mecanismos
son presentados como vínculos hipotéticos entre eventos observables (1998:13), es decir, se
concebían como descripciones micro-fundamentadas de cómo (mediante qué proceso) un evento
activador generaba regularmente el explanandum. Esta definición seguía la línea planteada en
los textos de Elster, para el que un mecanismo aporta “una cadena continua de enlaces causales
o intencionales” entre el explanans y el explanandum” (1989), o de Bunge, para quien un
mecanismo es “un proceso en un sistema concreto capaz de producir o prevenir algún cambio en
el sistema” (1997)
Esta concepción inicial se basaba en las ideas de James Coleman respecto de la relación entre lo
micro y lo macro en Sociología. En 1986, Coleman sostuvo que eran dos los problemas teóricos
fundamentales de la Sociología: “cómo las acciones intencionales de los actores se combinan
para producir una conducta a nivel sistémico, y cómo esas acciones intencionales son a su vez
moldeadas por las constricciones que resultan de la conducta del sistema.” (1986:1312). Esta
cita resume el archiconocido “Barco de Coleman”, un esquema para la construcción de
explicaciones sociológicas satisfactorias que ha permanecido ampliamente incontestado en la
comunidad analítica.
4
Figura 1: El Barco de Coleman
De acuerdo con este esquema, la explicación de las propiedades de nivel macro debe resultar de
un tour macro-micro-micro-macro, comenzando por la especificación de cómo la situación
macro inicial afecta los estados mentales de los individuos, (flecha 1, los mecanismos
situacionales), luego especificando cómo los estados mentales causan la conducta individual
(flecha 2, los mecanismos de acción individual), y terminando con una descripción de cómo las
acciones e interacciones producen el resultado macro que queríamos explicar (flecha 3, los
mecanismos transformacionales). Esta tipología tripartita propuesta por Hedström resume la
idea de los mecanismos entendidos como vínculos causales, es decir, vínculos entre una causa y
su efecto.
Con la llegada del siglo XXI, los textos de la SA giraron hacia una nueva definición. Basándose
en la concepción biológica de los mecanismos de Machamer et al. (2000), los mecanismos
sociales se definían ahora como “una constelación de entidades y actividades que están
vinculadas entre sí de tal modo que producen regularmente un tipo particular de resultado”
(Hedström 2005:11, 2008:321; Hedström and Bearman 2009b:5). Gianluca Manzo ha ofrecido
una definición prácticamente idéntica (2014b:7). El mecanismo se entiende entonces como una
tríada entidades-actividades-vínculos, o si se prefiere, un conjunto organizado de “tuercas y
tornillos” que causa la aparición del resultado de nivel macro que se pretende explicar. Como
puede apreciarse, el énfasis se ha desplazado del proceso al conjunto estructurado de entidades y
actividades que activa el proceso. Es un cambio sustancial en la concepción de esta “piedra
angular” de la SA.
Para comprender mejor la concepción de los mecanismos sociales de Hedström y Manzo es
crucial especificar qué tienen en mente cuando se refieren a entidades y actividades. Manzo
afirma que las actividades hacen referencia a procesos cognitivos y de acción como el
razonamiento, la evaluación, el aprendizaje o la acción misma (Manzo 2010:140). Menos clara
es la concreción de qué se entiende por entidad. En un texto de 2010, Manzo afirma que entidad
es una etiqueta general que abarca cosas como los actores, las normas, las organizaciones, los
grupos informales, las redes sociales y las estructuras de interdependencia (2010:140). Sin
embargo, en un texto posterior parece reservar la etiqueta para referirse a los actores, lo que sin
duda es más acertado, dado el hecho de que el listado de actividades únicamente corresponde a
este tipo de entidad (ni las normas, ni las organizaciones, ni los grupos informales, ni las redes
sociales ni las estructuras de interdependencia razonan, evalúan, aprenden o actúan). Manzo
entonces sostiene que un mecanismo debe especificar la tríada a la que antes nos referíamos
(entidades, actividades y estructura de interdependencia). De hecho, Hedström siempre parece
haber reservado el término entidad para referirse a actores individuales (2005:2, 5). En
5
definitiva, los mecanismos sociales se conciben en esta nueva versión como un conjunto de
actores, enlaces sociales, y procesos cognitivos y de acción. Esto implica una renuncia a
concebirlos exclusivamente como “vínculos causales” entre causa y efecto, pues en la definición
también se incluyen elementos que en el BC eran considerados causa o efecto.
Una de las principales consecuencias de esta nueva definición es la distinción entre mecanismos
y procesos. Cómo (mediante qué proceso) la causa (el conjunto estructurado de agentes) causa
el resultado parece ahora fuera de la concepción de lo que es un mecanismo. Para clarificar su
apoyo a esta nueva concepción, Hedström y Ylikoski sostienen que un mecanismo “se refiere a
la entidades de un proceso causal” (2014:62), diferenciando así entre mecanismo y proceso
causal. En la misma línea, Manzo define un mecanismo como “un conjunto de entidades y
actividades que es probable que active una secuencia de eventos (es decir, un proceso) que es
probable que produzca el resultado.” (2014b:7), de manera que explícitamente diferencia entre
mecanismo (el conjunto de entidades y actividades) y el proceso que el mecanismo activa. Esta
distinción también se explicita cuando Manzo afirma que “emplear la simulación
computacional, particularmente la variedad multi-agente, hace posible clarificar la relación entre
‘mecanismos’ y ‘procesos’” (2007:5), y cuando afirma que ejecutando una simulación que
formaliza un mecanismo generamos el proceso que se deriva de él. Es decir, para Manzo, el
proceso es aquello que el mecanismo activa, por lo que “los ‘mecanismos’ siempre preceden
lógicamente a los ‘procesos’” (2007:6), y de hecho, ejecutando una simulación “uno está
activando in silico el proceso que el mecanismo artificial contiene (2014b:31). Este es un
cambio fundamental: los mecanismos ya no se conciben como procesos o vínculos causales sino
como una configuración social micro-detallada capaz de experimentar una dinámica
generadora del explanandum e inicialmente desconocida en sus características.
Esta nueva definición de los mecanismos como “tuercas y tornillos” ha sido la base de una clara
metodología de investigación analítica. Si los mecanismo son un conjunto organizado de
agentes cuyas reglas cognitivas y de acción son capaces de generar un proceso que es probable
que genere el explanandum, entonces parece apropiado que la metodología de investigación se
centre, tal como lo hace la metodología analítica, en formalizar, modelar, calibrar
empíricamente y testar la suficiencia generativa de diferentes conjuntos de
entidades/actividades. Más específicamente, el proceso de investigación analítica típico-ideal ha
sido descrito como sigue (basándonos en Hedström 2008:332; Hedström y Bearman 2009b:16;
Hedström y Ylikoski 2010:63; Manzo 2010, 2014b):
a) Establecer el explanandum. Describir de forma tan precisa como sea posible el
explanandum, un fenómeno de nivel macro.
b) Formulación de una hipótesis causal. Formular una hipótesis sobre el mecanismo de
nivel micro que puede ser responsable de causar el explanandum.
c) Formalización. Formalizar la hipótesis como un modelo generativo.
d) Traducción. Traducir el modelo generativo a un modelo computacional multi-agente.
e) Calibración empírica. Emplear tanta información empírica como sea posible para
calibrar los parámetros del modelo.
f) Test de suficiencia generativa. Testar si las consecuencias de nivel macro se asemejan
al explanandum.
Dejando a un lado los posibles problemas de la definición de mecanismos como “tuercas y
tornillos”, la verdad es que parece indiscutiblemente bien ajustada a esta metodología de
investigación. Con este giro, los mecanismos ya no se conciben como cadenas causales de
6
eventos, sino como una descripción detallada al nivel micro de un teórico estado inicial de un
sistema cuyo poder generativo del explanandum debe ser demostrado.
LA DEFINICIÓN “PROCESUAL” DE LOS MECANISMOS Y SUS
PROBLEMAS
Hasta donde llega mi conocimiento, ningún texto analítico ha presentado las razones por las
cuales la comunidad analítica renunció a su concepción inicial de los mecanismos. Tengo mi
diagnosis de los problemas severos de esa concepción, pero tan solo puedo especular si es
generalmente compartida o no.
El primer problema de esta concepción puede encontrarse en el subtipo de los mecanismos
situacionales. Hasta cierto punto es sorprendente que la SA haya sostenido simultáneamente que
el único agente causal en ciencias sociales son los individuos y que existe un mecanismo (un
vínculo causal) situacional (de macro a micro). Las tres flechas del BC se conciben como
vínculos causales, es decir, como vínculos entre una causa y su efecto. Los mecanismos
situacionales, entonces, apuntan a la idea de que las propiedades o eventos de nivel sistémico o
macro tienen poder causal sobre los estados mentales. Esto contradice la idea de que solo la
acción social tiene poder causal en el mundo social, o si se prefiere, que “los actores y sus
acciones se consideran la entidad de nivel micro causalmente relevante de la vida social…”
(Manzo 2014b:18). No estamos aquí defendiendo que a causación hacia abajo (downward
causation) sea inaceptable (lo haremos más adelante), sino simplemente señalando que existe
una contradicción entre el concepto de mecanismo situacional (en el que los fenómenos macro
causan estados mentales) y el principio causal según el cual “sin acción no hay cambio” que los
analíticos hemos defendido a diestro y siniestro (ver, por ejemplo, Hedström 2005:28).
Tiendo a pensar que los sociólogos analíticos siempre han sido conscientes de ello y se han
sentido incómodos con la primera flecha del BC, aunque de nuevo solo puedo especular acerca
del alcance y generalidad de esa incomodidad. Una posible evidencia de ello está en el lenguaje
empleado para referirse a los mecanismos situacionales. Puede apreciarse que es un lenguaje
simultáneamente causal y no-causal. Hablando sobre la primera flecha del barco, las estructuras
sociales, por ejemplo, son a veces presentadas como “una constricción” y a veces como
“moldeadoras” de los estados mentales (en ocasiones, ambas expresiones aparecen en una
misma frase: ver, por ejemplo, Hedström & Ylikoski 2011:392).
Que los individuos toman informaciones del estado macro o la situación en la que están, y que
esas informaciones tienen un papel (consciente o inconsciente) en sus procesos cognitivos/de
acción es una obviedad, pero esto está lejos de ejemplificar un efecto causal de lo macro sobre
lo micro: son los individuos los que tienen actividad (los que perciben, los que razonan,
deciden, etc.). El movimiento, por decirlo de alguna manera, comienza con ellos, no en un
macro-estado anterior en el tiempo, tal como se representa en el BC. Las estructuras sociales
pueden considerarse con poder causal solo desde una concepción de la causalidad entendida
como dependencia estadística robusta o como manipulación consecuencial, según la tipología de
Golthorpe (2001). Los cambios en una estructura pueden mostrarse correlacionados
estadísticamente con cambios en la conducta o los estados mentales, y los cambios manipulados
de una estructura pueden mostrarse como correlacionados con cambios en la conducta o los
estados mentales en el marco de un diseño experimental, pero la SA se caracteriza precisamente
por negar estas concepciones de la causalidad y sumarse a la concepción generativa, según la
cual, solo la acción social tiene poder causal. Así, del mismo modo que decimos que el historial
7
de movimientos de una partida de ajedrez condiciona el nuevo movimiento, pero no lo causa,
análogamente, la estructura de oportunidades, el estado de la opinión general, o las redes en que
nos ubicamos, por poner algunos ejemplos, pueden condicionar nuestros estados mentales y
acciones, pero no los causan. Aceptar el carácter causal de la primera flecha del BC implica la
aceptación del poder causal de entidades supraindividuales, de propiedades sistémicas o eventos
macroscópicos, lo que inevitablemente conduce a la extraña propuesta según la cual esas
entidades tienen poder causal sobre los individuos pero no sobre otras entidades similares.
Un intento por salvar la idea de los mecanismos situacionales es sostener que, en realidad, la
causa de los estados mentales no es el fenómeno macro inicial en sí mismo, sino su correlato a
nivel micro. Es decir, las propiedades o eventos de nivel macroscópico habrían de ser reducidos
a su condición basal microscópica, pues es ahí donde se producen los procesos causales. A mi
juicio, es exactamente así como han de proceder los sociólogos analíticos, pero esto está lejos de
salvar la idea de que existe una flecha causal entre lo macro y lo micro, pues lo que se propone
es que la flecha causal solo actúa horizontalmente, entre entidades y actividades de un mismo
nivel. Mientras los mecanismos situaciones presentan una influencia causal internivel, esta
estrategia sostiene que la única influencia causal existente es intranivel.
Un segundo problema de la definición inicial de los mecanismos aparece en la
conceptualización y desarrollo del subtipo de los mecanismos transformacionales. Esta
conceptualización ha sido, sin duda, más débil de lo que cabría esperar dada su relevancia
teórica y metodológica. De acuerdo con Coleman, el mayor obstáculo de la teoría sociológica es
el “problema de la transformación”: cómo las acciones de los individuos se combinan para
producir un resultado social (1986:1321). Hedström sostiene que la tercera flecha del BC
captura cómo “las acciones se suman en nuevos estados-macro en un tiempo posterior”
(1996:296), es decir, “cómo un número de individuos, a través de sus acciones e interacciones,
generan resultados de nivel macro.” (1996:296). Esta concepción se ha mantenido intacta en
textos posteriores (Hedström 1998, 2005, 2008; Hedströn & Udehn 2009; Hedström & Ylikoski
2010). Aunque en principio no parece un concepto obscuro ni problemático, lo cierto es que a lo
largo de los textos programáticos de la SA se hace evidente una falta de claridad a la hora de
ofrecer ejemplos concretos con los que ilustrar qué es un mecanismo transformacional. En 1996,
Hedström y Swedberg señalaron al modelo de umbral de Schelling, los modelos estándar de la
teoría de juegos (como la tragedia de los comunes) y los modelos neoclásicos de mercados
como teorías que están “basados en e ilustrando” mecanismos transformacionales específicos
(1996: 297-298). La redacción de este párrafo fue modificada en la versión del texto que
apareció en 1998, de manera que esas teorías y modelos se presentaban entonces más
claramente como “ejemplos de” mecanismos transformacionales (1998:23). Una inspección
mínima de los tres modelos nombrados hace evidente que se trata de modelos que se construyen
sobre e ilustran una específica concatenación de mecanismos situacionales, de acción individual
y transformacionales. Los tres modelos que Hedström presenta como ejemplos de mecanismos
transformacionales podrían también presentarse como construidos sobre e ilustrando
mecanismos de acción individual: una heurística simple en el modelo de umbral de Schelling y
la maximización de utilidad en la tragedia de los comunes y los modelos neoclásicos de
mercado. Por tanto, si bien es cierto que los tres modelos contienen un mecanismo
transformacional, resta por especificarse cuál es el mecanismo transformacional que cada uno
de ellos contiene. Tomemos, por ejemplo, un modelo de teoría de juegos como el de la tragedia
de los comunes. El modelo no se limita a explicar cómo las acciones e interacciones se
combinan para generar una situación social subóptima, también ofrece una descripción de la
8
situación inicial en la que los actores están ubicados y de los procesos cognitivos que producen
las decisiones individuales (la racionalidad en este caso). De hecho, el mecanismo
transformacional que aparece en este modelo es precisamente de los menos interesantes, pues no
es otra cosa que una mera acumulación de acciones en las que el conjunto de las acciones
previas condiciona el efecto de las siguientes.
Esta misma dificultad para ofrecer ejemplos de mecanismos transformacionales aparece en The
Oxford Handbook of Analytical Sociology (Hedström y Bearman 2009a). En un capítulo escrito
por Hedström y Udehn (2009:35-37) se dedica toda una sección a “los vínculos micro-a-macro”.
De hecho, la sección se centra en la idea mertoniana de las consecuencias imprevistas de la
acción social y sus distintas fuentes (la ignorancia y el error, la complejidad, la miopía y el
pensamiento desiderativo). Pero, aunque es cierto que la acción intencional conduce a menudo a
consecuencias imprevistas, este hecho no es en ningún sentido un mecanismo transformacional.
De hecho, la idea de las consecuencias inesperadas demanda un mecanismo transformacional (o
varios) para estar completa: se supone que algún mecanismo transformacional explica cómo (a
través de qué proceso) una acción conduce a una determinada consecuencia inesperada. Al no
hacerse el cómo explícito, uno puede afirmar que no hay ninguna referencia al vínculo
micro-a-macro en la sección “vínculos micro-a-macro” del manual de Oxford de SA. Esto
constituye un agujero conceptual grave. De hecho, cualquier manual o texto programático de la
SA está repleto de ejemplos de mecanismos cognitivos y de decisión, pero difícilmente se
encuentran procesos transformacionales. Esta dificultad a la hora de encontrar ejemplos
concretos de mecanismos transformacionales puede interpretarse como sintomática de un
problema conceptual de partida que trataremos de evidenciar más adelante: una débil
conceptualización de las relaciones micro-macro.
En tercer lugar, puede decirse que el tour macro-micro-micro-macro es demasiado lineal y
obscurece y representa mal las interacciones dinámicas entre entidades y actividades que tienen
lugar en una situación social. Ni que decir tiene que los sociólogos analíticos son bien
consciente de los bucles complejos que se producen entre diferentes estados mentales (entre, por
ejemplo, deseos y creencias), entre estados mentales y acciones individuales, o entre la acción
de un agente y los estados mentales y acciones de otros agentes. La teoría DBO de Hedström es
un buen ejemplo de ello (ver 2005:38 y ss.). Sin embargo, sostener que existe un bucle complejo
entre las creencias, oportunidades y deseos de i y las creencias, oportunidades y deseos de j, y
apoyar al mismo tiempo la representación lineal de estados macro causando a estados mentales,
estados mentales causando acciones, y acciones causando estados macro, es un gran logo que
Hedström consigue perpetrar, pero esta inconsistencia no debería pasar inadvertida. Ni siquiera
el propio Hedström sería capaz de determinar si algunos de los mecanismos complejos que él
mismo presenta (como la profecía autocumplida, ver Hedström 2006:79) son mecanismos
situacionales, de acción individual o transformacionales. La tipología tripartita simplemente no
se aviene con los bucles complejos que algunos de esos mecanismos ilustran, y sin embargo,
solo dos páginas separan la representación de estos mecanismos y la representación del BC
(2006:79-82). Gianluca Manzo, otro de los líderes de la SA, también ha presentado el BC
(2014b:19) junto con un reconocimiento de los complejos bucles micro-meso-macro que
caracterizan un proceso generativo (ver por ejemplo 2007:4-5). Como veremos, puede decirse
que la nueva definición de mecanismos que realiza la SA recoge más adecuadamente esa
complejidad, pero es una concepción que se aviene mal al esquema analítico del BC.
Un último problema con la concepción de los mecanismos como vínculos macro-micro,
micro-micro y micro-macro es que es una guía muy pobre para orientar las prácticas de
9
modelización. De hecho, como ya hemos visto en el primer apartado, la SA solo definió con
claridad los pasos específicos de su tipo-ideal de investigación una vez que se deshizo de esta
concepción. De acuerdo con el BC, deberíamos comenzar modelando el efecto de una propiedad
o evento de nivel sistémico sobre los individuos, modelando en segundo lugar cómo los
individuos emprenden acciones, y finalmente, modelando cómo las acciones se combinan para
generar una réplica del explanandum. Pero, por varias razones, esto está lejos de parecerse a las
prácticas modeladoras reales de la SA. En primer lugar, cabe decir que si se entienden los
mecanismos como vínculos causales, entonces el principio analítico según el cual la
investigación debería estar orientada a testar la suficiencia generativa de un mecanismo sería
absurdo: un modelo de un mecanismo (entendido como vínculo causal) especifica cómo una
causa produce su efecto, por lo que se está especificando el proceso generador en la propia
conceptualización del mecanismo. Cuando se equipara, como se hace en esta definición inicial
de mecanismo, un mecanismo explicativo de x con un específico proceso generador de x, no
tiene sentido entonces testar si el mecanismo tiene o no tiene capacidad generativa de x. Un
mecanismo es un proceso generativo específico, según esta primera definición. Por ejemplo, el
mecanismo de la profecía autocumplida consiste en que una creencia inicialmente falsa conduce
a acciones que generan un estado del mundo en el que la creencia inicialmente falsa se convierte
en verdadera. No tiene ningún sentido preguntarse si el mecanismo de la profecía autocumplida
tiene la capacidad de generar un mundo en el que una creencia inicialmente falsa se convierte en
verdadera. Si las creencias inicialmente falsas no dan lugar a conductas que las convierten en
verdaderas, entonces no se ha producido el mecanismo de la profecía autocumplida. No es que
el mecanismo no tenga capacidad generativa, es que no ha tenido lugar ese mecanismo. Y si las
creencias inicialmente falsas dan lugar a conductas que las convierten en verdaderas, entonces
es que el mecanismo se ha activado. No es que el mecanismo haya tenido capacidad generativa,
es que simplemente se ha activado. En realidad, la práctica de la SA suele consistir en modelar
una situación gobernada por algunas reglas y testar si tiene o no suficiencia generativa del
explanandum. Especialmente en lo referido a los modos en que las acciones acaban produciendo
el resultado social macroscópico, lo que la SA hace no es modelar un proceso observado sino
observar un proceso activado in silico.
En segundo lugar, las simulaciones multi-agente, que constituyen la técnica por excelencia de
los sociólogos analíticos, son simulaciones de un sistema, y no solo simulaciones de un
mecanismo (en esta primera concepción del término): un modelador debe especificar los
agentes, sus actividades, sus interdependencias y las reglas que los dominan, es decir,
especificar todos los elementos micro de un sistema (componentes, estructura y reglas que
gobiernan la dinámica). Algunos mecanismos pueden ser parte de esta descripción, pero hay
más que mecanismos en la descripción: no solo hay vínculos entre causas y efectos, hay
elementos considerados causales y elementos que se ven afectados por esas causas.
Por último, uno podría pensar que, al modelar un conjunto estructurado de agentes (por ejemplo,
un conjunto de agentes ubicados en una red específica), ya se está representando la primera
flecha del BC, pero esto es falso. El conjunto estructurado de agentes es la especificación
microscópica del sistema cuya propiedad se supone que tiene influencia sobre los agentes, por
lo que de este modo estamos volviendo a la idea, ya presentada e incompatible con el BC, de
que lo macro no tiene cabida en el proceso de influencia causal de las ciencias sociales sino a
través de su manifestación microscópica.
10
LA DEFINICIÓN DE MECANISMOS COMO “TUERCAS Y
TORNILLOS” Y SUS PROBLEMAS
Con el giro hacia la nueva concepción de los mecanismos, entendidos ahora como conjuntos de
entidades/actividades, la SA ha resuelto algunos de los problemas que he presentado en la
sección anterior. Hacer equivalente el concepto de mecanismo con una descripción microdetallada de un estado teórico inicial de un sistema ha sido o puede llegar a ser de gran utilidad.
En primer lugar, este giro puede sentar las bases de una nueva teorización de las relaciones
micro/macro que evite el conflicto entre el concepto de causalidad basado en la acción social
propio de la SA y la problemática aceptación de la causación hacia abajo contenida en el
concepto de mecanismo situacional. Y en segundo lugar, el giro permite definir con más
claridad qué elementos contiene un mecanismo y, por tanto, que elementos deberían ser
modelados. Sin embargo, la nueva definición tampoco está libre de algunos problemas
importantes.
En términos generales, puede afirmarse que el problema de esta nueva definición de los
mecanismos es que no parece haberse llevado hasta sus últimas consecuencias. Para argumentar
esta afirmación, presentaré dos tipos de implicaciones que no parecen haberse explorado: la
coherencia entre la nueva y la vieja definición, que a menudo aparecen juntas, y las
consecuencias que la nueva definición tiene en términos ontológicos y epistemológicos.
En relación a la primera cuestión, mi tesis es que la nueva definición implica necesariamente
una renuncia a la anterior, y con ella al esquema del BC. En el caso de Hedström, por ejemplo,
podemos observar que tanto el BC como la tipología tripartita de mecanismos están presentes en
varios de sus textos del XXI, junto con la definición de los mecanismos como “conjuntos de
entidades/actividades” (ver, por ejemplo, Hedström 2006, 2008, 2009; Hedström & Ylikoski
2010, 2011). ¿Son realmente compatibles las dos concepciones?, ¿podemos decir que la
segunda de algún modo abarca o recoge la primera?
Una de las aportaciones más importantes de la antigua definición de los mecanismos fue la de
señalar la diferencia entre identificar una causa e identificar un mecanismo (Elster 1989).
Señalar la causa, se decía, no era suficiente para ofrecer una explicación aceptable, pues se
debía también señalar el vínculo entre esa causa y el efecto que produce (es decir, el
mecanismo). Se entendía entonces que un mecanismo z es el modo en que una causa x genera un
efecto y. Por tanto, z y x son elementos analíticamente diferenciables de una explicación. La
nueva definición de mecanismo, sin embargo, considera que la causa es el mecanismo, y el
vínculo causal no lo es. Un mecanismo es ahora un conjunto estructurado de entidades capaces
de ciertas actividades, y ese conjunto tiene el estatus de causa. De hecho, se le considera la
causa de una dinámica (un proceso) al que se renuncia explícitamente a llamar “mecanismo”. La
diferencia entre las dos definiciones es obvia: en la primera, las causas activan un mecanismo
entendido como proceso causal, en la segunda, el mecanismo entendido como una causa activa
un proceso causal.
Es más, en la primera definición los mecanismos se conciben como procesos específicos, y de
hecho, la tipología tripartida de Hedström se elabora a partir de la distinción de tipos de
procesos específicos. En la segunda definición los mecanismos se conciben como
configuraciones sociales gobernadas por unas reglas, pero el proceso que pueden activar, o
incluso el resultado que pueden o no producir, es inicialmente desconocido. Esta distinción es
importante, pues las reglas que gobiernan un proceso no son el proceso mismo: un proceso
11
gobernado por reglas conocidas puede tener consecuencias, dinámicas y desarrollos imprevistos.
Esto tiene implicaciones radicales en el diseño de nuestras prácticas investigadoras. La
modelización, en cualquiera de sus formas, solo tiene sentido si las implicaciones del modelo
son inicialmente desconocidas. Mediante simulación, desarrollo algebraico, etcétera, buscamos
testar si nuestro modelo tiene suficiencia generativa. Si nos hubiésemos quedado atascados en el
BC y su idea de los mecanismos como procesos causales específicos (x causa y mediante z), la
modelización perdería gran parte de su sentido. Si elaboramos un modelo que reproduce el
mecanismo a que vincula macro y micro, el mecanismo b que vincula micro y micro, y el
mecanismo c que vincula micro y macro, no estamos ofreciendo nada más que una descripción
detallada de un proceso causal, pero no estamos testando nada. La modelización no persigue
reproducir procesos específicos, sino testar si determinados procesos tienen lugar a partir de
determinadas condiciones iniciales conocidas. La segunda definición de los mecanismos se
ajusta mucho mejor a esta práctica.
Otro de los problemas en relación a la coherencia de las dos definiciones se refiere al subtipo de
los mecanismos situacionales. En la nueva definición, un modelo de un mecanismo contiene
actores, una estructura de interdependencia, y una serie de actividades. Las actividades aparecen
en el modelo del mecanismo en estado potencial. Lo que se modeliza son reglas que gobiernan
esas actividades: modelizamos cómo los agentes pueden percibir, cómo procesan la
información, qué posibles cursos de acción pueden emprender, etc. En principio, esas reglas
pueden incorporar los posibles condicionantes situacionales de las actividades, de manera que
podría decirse que el modelo del mecanismo contiene también mecanismos situacionales. Pero
me inclino a pensar que no es así. Uno podría sostener que modelizar las constricciones y
condiciones a las que un agente se enfrenta ya supone una modelización de mecanismos
situacionales, pero esta afirmación solo podría sostenerse a costa de modificar sustancialmente
el concepto de mecanismo situacional. Para Hedström, estos mecanismos indican “cómo los
eventos o condiciones de nivel macro afectan al individuo” (1998:21), “cómo los fenómenos
sociales influencian los deseos, creencias y oportunidades individuales” (2006:82), cómo “las
propiedades y orientaciones individuales a la acción están influenciadas por los ambientes
sociales en los que se ubican” (2008:331), o cómo “los ambientes culturales moldean deseos y
creencias” (Hedström y Ylikoski 2011:392) [cursivas añadidas]. Las expresiones empleadas no
son inocentes y reflejan bien la dirección causal de la primera flecha del BC. Los estados de
nivel macro en t-1 afectan, influencian, moldean… a los individuos en t. Lo que se sostiene en
la nueva definición de mecanismo es otra cosa incompatible con eso. En la nueva concepción,
toda la dinámica del sistema se entiende como resultante de las actividades de las entidades del
modelo. Esto se hace obvio en una simulación: si no se aprieta el botón “go”, la simulación no
arranca y no se genera ningún fenómeno social. Pero si el motor único del proceso generativo
son las actividades individuales, el esquema que propone que un estado macro en t-1 causa los
estados mentales en t está lejos de representar la dinámica real. Los individuos perciben el
entorno, se mueven limitados por condicionantes físico-espaciales, etc., pero la simulación
muestra que la cadena causal no empieza ni puede empezar por las estructuras sociales. Los
agentes, por ejemplo, perciben el número de participantes en una acción colectiva, y la
información que manejan es procesada para producir una decisión, pero toda la actividad
cognitiva y decisional (y no hay otro tipo de actividad) solo puede tener lugar a nivel individual.
Del mismo modo que los objetos no causan la percepción, los estados macroscópicos no causan
ni la percepción de los mismos ni las creencias que formamos al estar expuestos a ellos, etc.
Vayamos de nuevo al ejemplo del ajedrez. Es obvio que las piezas están limitadas en sus
movimientos posibles por restricciones espaciales y por las reglas constitutivas del juego. Pero
12
la dinámica de una partida la determinan los movimientos de las piezas, y esos movimientos
“toman en consideración” (en lugar de “están moldeados por”, “están causados por” o “son
influenciados por”) las restricciones espaciales y reglas constitutivas del juego. Las restricciones
espaciales y reglas constitutivas del juego no causan los movimientos del ajedrez, no pueden ser
el motor inicial o primer paso del proceso causal.
Otro problema de la coexistencia de la nueva y la vieja concepción de los mecanismos sociales
se refiere al subtipo de los mecanismos transformacionales. Los mecanismos transformacionales
son precisamente aquellos procesos que ya no se consideran mecanismos en la nueva definición.
Desde el punto de vista de la metodología de investigación analítica, la nueva definición implicó
una apuesta por construir modelos de conjuntos de entidades y actividades y explorar sus
implicaciones para testar si tienen suficiencia generativa de una réplica in silico del
explanandum, preferiblemente empleando simulaciones multi-agente. Por lo tanto, tal como se
conciben las cosas hoy en la SA, los mecanismos se formalizan en un modelo, y los procesos
causales se activan apretando el botón de “go”. El modo dinámico en que las acciones e
interacciones producen un resultado macroscópico (el mecanismo transformacional) se deja
explícitamente fuera de la definición de lo que un mecanismo es, por lo que es difícil ver cómo
podría uno sostener que un mecanismo se refiere a una configuración social microdetallada (un
conjunto de individuos relacionados capaces de determinadas actividades cognitivas y
conductuales) pero no al proceso causal que esa configuración activa, y mantener al mismo
tiempo la idea de que existe un mecanismo de-micro-a-macro.
En definitiva, la coexistencia de la vieja y la nueva definición de mecanismos es difícilmente
comprensible. O bien los mecanismos “se refieren a las entidades de un proceso causal”
(Hedström y Ylikoski 2014:62) o se refieren al proceso causal que enlaza macro-estados con
estados mentales, estados mentales con acciones, y acciones con macro-estados. En otras
palabras, si un conjunto estructurado de entidades con sus propiedades y actividades es un
mecanismo, y el proceso que activan es un proceso causal pero no un mecanismo, entonces no
puede afirmarse que los vínculos causales representados en las flechas del BC sean mecanismos.
Y llegados a este punto, ¿no podríamos simplemente asumir como válidas las dos definiciones,
estableciendo que un mecanismo es tanto la causa (las tuercas y tornillos) como el proceso que
generan (el vínculo casual con su efecto)? El problema entonces sería que el concepto de
mecanismo perdería todo su valor, pues nos veríamos con serias dificultades para identificar qué
no es un mecanismo. Si forman parte de un mecanismo la composición (lo actores), la estructura
de interdependencia o red que los vincula, las reglas que gobiernan las actividades de los actores
y el proceso o dinámica real que experimenta este conjunto… ¿qué elementos quedan fuera de
la definición? Si todo lo que hay y todo lo que ocurre a nivel micro es un mecanismo, entonces
el concepto pasa a ser inútil por abarcarlo todo.
El segundo bloque de implicaciones no desarrolladas de la nueva definición de mecanismos
contiene aspectos epistemológicos y ontológicos. Tal como ya he argumentado en otro lugar
(León-Medina, forthcoming), la definición “tuercas y tornillos” y el tipo-ideal de investigación
analítica han situado toda la atención en el test de suficiencia generativa de los modelos de
mecanismos que se proponen y han supuesto un cierto descuido del análisis y la comprensión
del proceso generativo que activan esas entidades/actividades. Esto tiene implicaciones
epistemológicas importantes. Con la primera definición de mecanismos, los sociólogos
analíticos estaban legitimados para equiparar una explicación libre de cajas negras, o si se
prefiere, una explicación de “caja de cristal”, con un una explicación basada en mecanismos. De
13
hecho, el propósito epistémico de la identificación del mecanismo se entendía que no era otro
que clarificar cómo se ha generado un explanandum (Harré 1972:118). Pero ya no es posible
esta equiparación con la nueva definición de mecanismos. Identificar una configuración social
micro-detallada con capacidad generativa del explanandum no es de ningún modo suficiente
para ofrecer una explicación libre de cajas negras. Si no se aporta también una descripción del
proceso causal que esa configuración activa seguirá existiendo un punto ciego en la generación
de nuestro explanandum. En el caso de las simulaciones multi-agente, ese proceso es, por
definición, inicialmente opaco (Humphreys 2009:618): uno no sabe con seguridad qué dinámica
experimentará el modelo antes de analizarlo, y si lo sabe, el modelo es trivial. Esa opacidad es
combatible, y una virtud de la simulación multi-agente es que podemos someterla a un
escrutinio total. Sin embargo, lo cierto es que aún no sabemos muy bien cómo proceder para
describir las dinámicas que activamos en nuestros modelos, y en ocasiones, incluso tenemos
serias dificultades para explicar por qué pasa lo que pasa en nuestras simulaciones.
Si esta implicación es de tipo epistemológico, otra de tipo ontológico no parece haberse
desarrollado por ninguno de los sociólogos analíticos, al menos hasta donde llega mi
conocimiento. La nueva concepción de los mecanismos obliga a una reflexión sobre la ontología
de lo social que, a mi juicio, debería conducir a la SA a una conclusión inesperada: el rechazo a
la estrategia de la microfundamentación. Este es un rechazo epistemológico que se
fundamentaría en el reconocimiento de la inexistencia ontológica de un nivel macro social.
Trataré de argumentarlo brevemente en lo que sigue.
¿Qué es lo que hay en el nivel micro y macro desde la óptica del científico social? Autores
como Hedström (2005:74) y Manzo (2010:144) han sostenido que la distinción micro/macro no
es ontológica sino metodológica: micro y macro no se referirían a un mundo ontológicamente
estratificado sino a diferentes “niveles de mecanismos”. Los explananda sociológicos están
siempre en el macro-nivel. Es decir, la ciencia social quiere explicar hechos sociales, fenómenos
sociales, resultados sociales, o como uno prefiera llamarlos. Específicamente, Hedström y
Ylikoski sostienen que los explananda sociológicos son “propiedades colectivas que no son
definibles por referencia a ningún miembro individual de la colectividad (Hedström 2005: 5, 67;
Hedström y Ylikoski 2011:392). Algunos ejemplos de estas propiedades son: acciones,
creencias y deseos típicos; patrones de agregación y distribución; topologías de redes; reglas
informales y normas sociales (Hedström 2005:5; Hedström y Bearman 2009b:3; Hedström y
Ylikoski 2011:392). Lo que encontramos en el nivel micro son las “tuercas y tornillos” a través
de los cuales se produce el explanandum de nivel macro. Es decir, el nivel micro contiene,
desde esta perspectiva metodológica, todas las piezas elementales en que descomponemos
analíticamente el sistema complejo cuya dinámica conduce a la generación de la propiedad que
constituye nuestro explanandum. En otras palabras, lo que es macro es nuestro explanandum, lo
que es micro son todos los ingredientes de nuestro explanans.
Centrarse en esta distinción metodológica es, según Hedström, “más útil y ciertamente menos
problemático” (2005:74) que perder tiempo en distinciones ontológicas entre distintos niveles
de la realidad. Creo que la SA hace bien en descartar la idea de la realidad social como
estratificada en niveles ontológicamente autónomos e irreductibles, y este planteamiento es el
que ha conducido a estos autores a descartar la mirada ontológica. Sin embargo, esto ha
supuesto un descuido de la necesaria distinción entre entidades pertenecientes a niveles de
complejidad ontológica distintos, una distinción que necesariamente está tras nuestra distinción
micro/macro. Está claro que es el punto de vista del investigador el que determinará si una
determinada entidad es micro o macro (una creencia puede ser micro desde el punto de vista
14
sociológico y macro desde el punto de vista neurológico), pero también parece poco discutible
que en la realidad pueden advertirse diferentes niveles de complejidad. Por tanto, cuando nos
centramos en una serie de entidades que queremos explicar, estas entidades metodológicamente
consideradas “macro” no son otra cosa que entidades pertenecientes a un determinado nivel de
complejidad ontológica, y esas entidades pueden diseccionarse en un conjunto de entidades de
un nivel menor de complejidad. Sin esta referencia a entidades pertenecientes a niveles de
complejidad ontológica determinados, Hedström no podría definir los explananda sociológicos
como lo hace.
Aunque la distinción micro/macro es metodológica, es absurdo creer que cualquier tipo de
entidades pueden ser encontradas cuando diseccionamos una entidad que pertenece a un
determinado nivel de complejidad ontológica. Desafortunadamente, la SA no ha sido muy clara
en esto. Hedström, por ejemplo, sostiene que el carácter metodológico de la distinción
micro/macro implica que las “piezas” que uno encuentra cuando descompone analíticamente un
sistema social no son necesariamente de un tipo ontológico determinado. Para él, la idea de
situar los fenómenos sociales en lo macro y la acción en lo micro puede ser engañosa, pues un
fenómeno social puede estar a un nivel inferior al de la acción (es decir, puede considerarse
metodológicamente micro) si ese fenómeno es uno de los componentes del mecanismo
generador de esa acción (2005:74). Desde este punto de vista, la distinción ontológica es
innecesaria, pues cualquier entidad puede formar parte de un mecanismo. Hedström reconoce
que es una idea contra-intuitiva, pero a mi juicio es simplemente incompatible con el proyecto
analítico. Si un fenómeno social puede formar parte de los ingredientes explicativos de una
acción, ¿por qué misteriosa razón no podría formar parte legítima de la explicación de otro
fenómeno social? La SA debería establecer claramente que no puede encontrarse una entidad
perteneciente a un nivel de complejidad ontológica superior al diseccionar una entidad
perteneciente a un nivel de complejidad ontológica inferior. Y del mismo modo, no puede
encontrarse una entidad perteneciente al mismo nivel de complejidad ontológica al que
pertenece la entidad diseccionada. Los fenómenos sociales no pueden ser parte del explanans de
un explanandum sociológico.
Manzo es más preciso y correcto en esta cuestión. Aunque trata de evitar la distinción
ontológica entre “niveles de realidad” y sostiene que la distinción micro/macro es puramente
metodológica (2010:144), lo cierto es que cuando se enfrenta a la cuestión de si las entidades
macro son ingredientes legítimos de una explicación, es obvio que está pensando en entidades
de un cierto nivel de complejidad ontológica. De hecho, si esas entidades fueses ingredientes de
una explicación causal, entonces por su misma definición, esas entidades serían
metodológicamente “micro”, y por tanto no tendría sentido plantear la cuestión de la legitimidad
de las entidades macro como ingredientes de la explicación. Manzo presenta una condición para
que un entidad (ontológicamente) macro pueda formar parte de una explicación causal: debería
poder indicarse al menos un elemento (ontológicamente) micro a través del cual se produce el
efecto macro-a-micro (2014b:19). Esta condición es extremadamente importante: tal como lo
interpreto, lo que sostiene Manzo es que las entidades de nivel macro no tienen poder causal
sobre las entidades micro, es decir, para que una entidad (ontológicamente) de nivel macro
forme parte de un mecanismo debería ser descompuesta en sus elementos basales de nivel
micro, pues ellos sí tienen poder causal sobre otros elementos micro. Al final, hemos de poner
nuestra atención en la distinción ontológica micro/macro porque las entidades
(ontológicamente) de nivel macro no pueden ser parte de un conjunto de entidades
(metodológicamente) de nivel micro.
15
Pero, ¿a dónde nos conduce esta condición? La SA no puede conducirse sin una aclaración del
tipo de entidades que pertenecen a los distintos niveles de complejidad ontológica de su interés.
Pero esta operación es sin duda más problemática que la que puede hacerse en otras ramas de la
ciencia. El mundo material está compuesto por entidades que resultan de la combinación de
otras entidades. Protones, electrones y neutrones forman átomos, y es difícilmente cuestionable
que los átomos son entidades realmente existentes; los átomos se combinan en moléculas, que
son entidades también existentes; y así podríamos ir subiendo en niveles de complejidad cada
uno de los cuales está compuesto por entidades realmente existentes. ¿Ocurre lo mismo en el
terreno de lo social? Según el planteamiento tradicional, los fenómenos sociales pueden ser
descompuestos en sus micro-elementos básicos (individuos y vínculos, o componentes y
estructura), pero aquí la afirmación de que el nivel superior de complejidad contiene entidades
realmente existentes no es tan obvia. ¿Existen, por ejemplo, los grupos, las familias, las
instituciones o las clases sociales? Según la tesis fisicalista, el universo está compuesto por
unidades de materia distribuidas por el espacio y obedeciendo a las leyes de la física. ¿Existen
entidades no materiales? Solo desde una posición dualista ontológica podría responderse que sí,
pero el dualismo ontológico resulta indefendible hoy en día. Los individuos y sus actividades sí
son realmente existentes. Esas actividades tienen una estructura, generan patrones recursivos
observables. Todo aquello que consideramos en el nivel macro-social (los grupos, las redes
sociales, las familias, las instituciones) no son otra cosa que patrones recursivos de
comportamiento y cognición interdependientes de unas entidades a las que llamamos
“organismos humanos”. No hay nada más allá de eso, esos patrones no generan entidades
ontológicamente objetivas, realmente existentes. Y si no hay entidades de nivel de complejidad
ontológica superior a la de los individuos, entonces no hay nada que microfundamentar. La
labor de la SA es evidenciar, mediante sus modelos de mecanismos, que agentes capaces de
determinadas actividades generan dinámicas cognitivas y comportamentales observables, y que
esas dinámicas pueden ser descritas y etiquetadas, pero no son propiedades de ninguna entidad
realmente existente. En un modelo de mecanismo está contenido todo aquello que es realmente
existente y relevante desde el punto de vista de la ciencia social: individuos, restricciones físicas
y actividades cognitivas y conductuales. Las relaciones causa efecto solo tienen lugar entre
entidades de este nivel, no hay entidades macro que tengan un papel causal, ni que emerjan, ni
que se generen. Para las ciencias sociales, la distinción micro/macro es confusa y engañosa
incluso desde el punto de vista metodológico. El sociólogo no trata con realidades de niveles de
complejidad distintos, ni busca en lo micro el fundamento de lo macro. El sociólogo muestra
cómo las actividades de los individuos generan patrones describibles, pero no hay nada que
“emerja” o “se genere” a partir de la actividad individual y sea otra cosa que actividad de los
individuos. Con su definición de los mecanismos como conjuntos de entidades/actividades, su
apuesta por concebir a los individuos como la única entidad aceptable en una explicación, y su
énfasis en la simulación multi-agente, la SA se ha situado en un lugar privilegiado desde el que
impulsar este cambio de perspectiva.
REFERENCIAS
Barbera, Filippo. "Meccanismi sociali." Elementi di sociologia analitica (2004).
Barbera, F. (2006). A star is born? The authors, principles and objectives of analytical
sociology. Papers: revista de sociologia, (80), 31-50.
16
Boudon, R. 1998. “Social mechanisms without black boxes.” In Social mechanisms: An
analytical approach to social theory, edited by P. Hedström and R. Swedberg, 172-03.
Cambridge: Cambridge University Press.
Boudon, R. (2002). “Sociology that really matters: European academy of sociology, first annual
lecture, 26 October 2001, Swedish cultural center.” European Sociological Review,
18(3), 371-378.
Bunge, M. (1997). Mechanism and explanation. Philosophy of the social sciences, 27(4), 410465.
Coleman, J. S. 1986. “Social theory, social research, and a theory of action.” American journal
of Sociology, 91(6):1309-1335.
Demeulenaere, Pierre (ed.) (2011): Analytical Sociology and Social Mechanisms. Cambridge,
Cambridge University Press.
Elster, J. (1989). Nuts and bolts for the social sciences. Cambridge: Cambridge University
Press.
Goldthorpe, J. H. (2001). Causation, statistics, and sociology. European sociological review,
17(1), 1-20.
Harré, Rom. 1972. The philosophies of science. An Introductory Survey. Oxford: Oxford
University Press.
Hedström, P. and R. Swedberg. 1996. “Social Mechanisms.” Acta Sociologica 39: 281-08.
Hedström, P. and R. Swedberg, eds. 1998. Social Mechanisms. An Analytical Approach to
Social Theory. Cambridge: Cambridge University Press.
Hedström, P. 2005. Dissecting the social: On the principles of analytical sociology. Cambridge:
Cambridge University Press.
Hedström, P. (2006). Explaining Social Change: An Analytical Approach. Papers: revista de
sociologia, (80), 073-95.
Hedström, P. 2008. “Studying mechanisms to strengthen causal inferences in quantitative
research.” In The Oxford Handbook of Political Methodology, edited by J.M.
Box-steffensmeier, H.E. Brady and D.Collier, 319-335. Oxford: Oxford University
Press.
Hedström, P. 2009. The analytical turn in sociology. In Hedström, P. (ed) Frontiers of
sociology, 331-342.
Hedström, P., and P. Bearman, eds. 2009a. The Oxford handbook of analytical sociology.
Oxford: Oxford University Press.
Hedström, P., and P. Bearman. 2009b. “What is analytical sociology all about? An introductory
essay.” In The Oxford handbook of analytical sociology, edited by P. Hedström and P.
Bearman, 3-24. Oxford: Oxford University Press.
17
Hedström, P., and L. Udehn, 2009. “Sociology and the middle-rage theories.” In The Oxford
handbook of analytical sociology. Oxford: Oxford University Press.
Hedström, P., and P.Ylikoski. 2010. “Causal mechanisms in the social sciences.” Annual
Review of Sociology 36: 49-67.
Hedström, P., and P.Ylikoski. 2011. “Analytical sociology.” In The Sage Handbook of the
Philosophy of Social Sciences, Sage, London
Hedström, P., and P. Ylikoski. 2014. “Analytical Sociology and rational choice theory.” In
Analytical Sociology: Actions and Networks, edited by G. Manzo, 57-70. Chichester:
John Wiley & Sons.
Humphreys, Paul. 2009. “The philosophical novelty of computer simulation methods.”
Synthese, 169(3): 615-26.
León-Medina, F.J. (forthcoming) Analytical Sociology and Agent-Based Modeling. Is
generative sufficiency sufficient?
Machamer, P., Darden, L., & Craver, C. F. (2000). Thinking about mechanisms. Philosophy of
science, 1-25.
Manzo, G. 2007. “Comment on Andrew Abbott/2.” Sociologica, 1 (2): 1-8.
Manzo, G. 2010. “Analytical sociology and its critics.” European Journal of Sociology 51(01):
129-170.
Manzo, G., ed. 2014a. Analytical Sociology: Actions and Networks. Chichester: John Wiley &
Sons.
Manzo, G. 2014b. “Data, generative models and mechanisms: more on the principles of
Analytical Sociology.” In Analytical Sociology: Actions and Networks, edited by G.
Manzo, 4-52. Chichester: John Wiley & Sons.
Noguera, J. A. (ed) (2006). Special Issue on Analytical Sociology. Papers: revista de
sociologia, (80).
Noguera, J. A., & De Francisco, A. (2011). La sociología analítica. Teoría Sociológica
Moderna. Barcelona: Ariel.
Descargar