HANS MAGNUS ENZENSBERGER, UN PENSADOR POLIÉDRICO Autores: Mercedes Fernández Antón y Giuliano Tardivo. Giuliano Tardivo. Universidad Rey Juan Carlos, Madrid, [email protected] Mercedes Fernández Antón. Universidad Complutense, Madrid, [email protected] Resumen El objetivo de este texto es desarrollar unas reflexiones sobre la figura del intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger. Su pensamiento bien puede ser resumido en una máxima que ya se aplicó al pensamiento de Gramsci: se trata de “apuntes sobre el universo”. Dado la imposibilidad de abarcarlo todo en un contexto como este, queremos poner nuestro foco de atención en torno a dos cuestiones, que nos parecen de especial interés para las ciencias sociales. En primer lugar, Enzensberger y su relación con el marxismo. Estudiaremos que relación tuvo Enzensberger con los textos de Marx y con los de otros filósofos y pensadores críticos, como Gramsci y Lukàcs. Intentaremos averiguar si fueron sólo los autores de Frankfurt su verdadera referencia intelectual, o si, al contrario, hay un itinerario que parte de Simmel y que llega, a través de Benjamin y Lukàcs, hasta Enzensberger. En la segunda parte de la presente reflexión nos centraremos en cuestiones como el cambio social, el ciberutopísmo y la sociedad hipertecnológica del conocimiento. Nuestro objetivo es abundar en la relación entre sociedad y medios de masas. Desde un punto de vista teórico partimos de la sociología de la comunicación y la sociología crítica y especialmente de autores como Baudrillard, Alberoni, McLuhan, Bell, Lukàcs, Nisbet, Tilly, Benjamin…Compararemos las reflexiones de estos sociólogos y pensadores con las de Enzensberger. Palabras Claves Enzensberger. Medios de Masas. Teoría crítica. Nuevas tecnologías. Estadísticas. Introducción Este artículo se centra en la figura del intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger. Su pensamiento bien puede ser resumido en una máxima que ya se aplicó al pensamieno gramsciano: se trata de “apuntes sobre el universo”. Dada la imposibilidad de abarcarlo todo en un contexto como este, queremos poner nuestro foco de atención en torno a las dos siguientes cuestiones que nos parecen de especial interés para las ciencias sociales: 1) Enzensberger y su relación con el marxismo. ¿Qué relación tuvo Enzensberger con el marxismo, es decir con los textos de Marx y con otros filósofos y pensadores críticos, como Gramsci y Lukàcs? ¿Fueron sólo los autores de Frankfurt su verdadera referencia intelectual? ¿O hay un itinerario que parte de Simmel y que llega, a través de Benjamin y Lukàcs, hasta Enzensberger (Marinas, 2000: 184)? 2) ¿Qué relación tiene Enzensberger con el actual cambio social y con el ciberutopismo? ¿Cómo recibió y analizó Enzensberger la sociedad hipertecnológica del conocimiento, glorificada al principio por todos y que hoy empieza a revelar sus límites, sobre todo en relación al paro juvenil (Santos Ortega y Martín Martín, 2012: 94; Tezanos, 2015), a la financiarización de la economía –que empieza a tener sus consecuencias también sobre los medios de masas tradicionales (Cagé, 2016: 94)-, a la especulación (Tezanos, 2015: 10), “a la burocratización neoliberal del mundo” (Borghi y Giullari, 2015: 381), y a los problemas ecológicos y ambientales? ¿La visión que tiene Enzensberger de los nuevos medios es sólo crítica o tiene en cuenta también aspectos positivos como, por ejemplo, la posibilidad de acercar la política a los jóvenes (Díaz Moreno, 2015: 137), lo que algunos definen como “función democrática de los social media” (Caliandro y Barina, 2015: 233)? Intentaremos comprobar si la crítica a los medios se acerca de alguna forma a la crítica desarrollada por Adorno y Horkheimer contra la industria cultural, como sería natural esperarse de un autor cercano a la escuela de Frankfurt o si tiene más puntos en común con la idea habermasiana de ruptura de la esfera pública, abierta y plural. ¿Se acerca de alguna forma a la crítica ludista contra las máquinas y la tecnología? ¿La tecnología es para Enzensberger la causa de que hoy vivamos en una sociedad del riesgo (Gil Calvo, 2004: 19), es decir es sólo “destructura de lugares y ruina de la juventud” (Tilly, 1979: 17)? ¿O hay en su pensamiento una visión más constructiva y no sólo demoledora? ¿Hay algo profético en el pensamiento de Enzensberger? ¿Qué idea tiene del cambio social Enzensberger? Se trata de una pregunta casi obligatoria en una época como la actual, una de las más cambiantes de la historia humana (Nisbet, 1991: 21). Como marco teórico de referencia tendremos en consideración la sociología de la comunicación y cómo ha ido evolucionando esta disciplina desde los años 60 hasta hoy, así como la teoría crítica, a partir de autores como Benjamin, Adorno, Lukàcs. Por lo que a la justificación se refiere, nos parece haber detectado que existen pocos estudios en España sobre este autor que tiene ya una larga trayectoria vital e intelectual a su espalda. 1. Enzensberger y el marxismo Enzensberger (1974: 55) critica cierto utopismo vago y superficial que culpa al capitalismo de todos los males de la Tierra y cita a Lukàcs en su manifiesto antiecologista (Enzensberger, 1974: 53), al que considera el emblema del retraso teórico y práctico del marxismo respecto a los medios de masas (Enzensberg, 1972: 50). Incluso un autor poco científico y poco ortodoxo como McLuhan parece haber comprendido la sociedad de los medios mejor que Lukàcs y los marxistas (Enzensberger, 1972: 53). McLuhan figura entre los primeros que criticaron la teoría comunicativa de la acción (Roitman Rosenmann, 2003: 52), en su obra La Galaxia Gutemberg de 1962, y fue uno de los pioneros en denunciar la desaparición de la estructura del pensar en el mundo contemporáneo y la afirmación de un pensamiento “débil, basura, borroso” (Roitman Rosenmann, 2003: 52). Fue McLuhan quien, por fin, se ocupó de la televisión, en 1962 (Enzensberger, 2002: 80). Esto no es nuevo: todos los medios en sus inicios han determinado al principio miedo, incomprensiones y críticas (Enzensberg, 2002: 80). El Rector de la Sorbona decía allá por 1468, y no se refería ni a Internet, ni al móvil: “vivimos en un cambio de era, la era de las comunicaciones, es una herramienta portátil, según algunos permitirá el uso de la razón, para otros determinará nuevas exclusiones, y traslada noticias en una sola lengua, puede ser vehículo de pornografía”. Por otro lado, Enzensberger (1972: 54) juzga a McLuhan como un “charlatán”. Los 60 y 70 son, en el campo de la sociología de la comunicación, por un lado la era de McLuhan, por el otro, se caracterizan por el advenimiento de la que Mills definió críticamente como la “sociología de la IBM” (Faenza, 1983: 18). La crítica de Enzensberger a Lukàcs se inserta en una moda de la época que a nuestro juicio ha llevado a subestimar el pensamiento y la originalidad del filósofo húngaro (Gianazza, 2004: 7). Enzensberger (1972: 56) salva sólo a Benjamin, en el campo marxista, por lo que concierne a la comprensión de los nuevos medios de masas. De hecho, de Benjamin parece haber retomado el gusto por las metáforas y las alegorías. Si para Benjamin (2010: 305) el materialismo histórico es como “un autómata metido en una caja de ajedrez” que gana todos los partidos, para Enzensberger, Gustave Watter había diseccionado el materialismo como lo hace “un canibal con el lactante” (Enzensberger, 2015: 10). Pero, al igual que los operaístas italianos de los sesenta y setenta, Enzensberger (1974: 63) parece convencido de que hay que alejarse de las citas teóricas de los clásicos del marxismo, porque “las catástrofes no pueden combatirse con citas”. Además no hay ningún Ángelus Novus, “ningún pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia” (Byung-Chul, 2012: 35), que acompañe la vida de Enzensberger. Tampoco, por lo que hemos podido detectar con los textos que hemos tomado en consideración, se encuentra un análisis profundo de la sociedad del conocimiento y de los nuevos procesos de alienación a partir, por ejemplo, del concepto de General Intellect de los Grundrisse (Vecchi, 2012: 26). Quizá sí se puede encontrar algo a propósito de la polémica contra la industria cultural, que la acumulación originaria contemporánea convierte en sector productivo, a la par que las biotecnologías, la sanidad, etc. (Vecchi, 2012: 28). Los mismos Adorno y Horkheimer, según Faenza (1983: 62), no llegan a reexaminar los conceptos de infraestructura y su superestructura, aunque habían percibido una pérdida de peso de las estructuras tradicionales. El viejo Gramsci aparece en algunas reflexiones de Enzensberger (1987: 11), por ejemplo cuando nuestro autor reflexiona sobre la hegemonia socialdemòcrata en Suecia, pero en realidad se trata de simples comentarios y anotaciones y no de un estudio detallado y profundo sobre el pensador italiano. Por último, nos parece que no se encuentra en Enzensberger ninguna teodicea del sufrimiento como sí se percibe en el marxismo clásico e incluso en el mismo Benjamin. Los perdedores radicales no son los proletarios o los condenados de la Tierra de Frantz Fanon sino los terroristas islámicos que con sus actuaciones condenan sus pueblos y una entera civilización a la derrota (Enzensberger, 2007: 66). El marxismo vulgar, dice Enzensberger (1987: 12), rechaza por miedo los medios de masas, y sigue explicando el mundo a partir exclusivamente de “las cajas fuertes de los bancos”. 2. Enzensberger, el ciberutopismo y el cambio social. Enzensberger ya en 1973 polemiza contra los burócratas del Club de Roma, un grupo en realidad al servicio de la clase dominante (Enzensberger, 1974: 19). El ecologismo por aquel entonces era un sujeto político y social todavía in fieri. Sólo cuando la clase dominante, la burguesía, se da cuenta de que los problemas ecológicos afectan su vida entonces la ecología se convierte en un problema reconocido contra el que hay que luchar (Enzensberger, 1974: 25). “La lucha contra la contaminación y a favor del medio ambiente esconde los intereses del gran capital internacional”, dice Enzensberger (Enzensberger, 1974: 33) ya en 1973. El medio ambiente y el ecologismo son un negocio más, en palabras de Enzensberger (1974: 35). Los apelos a reducir el consumo son juzgados por Enzensberger (1974: 87) como ingenuos e inútiles. En realidad algunos años más tarde (Enzensberger, 1999: 136) llegará a tipificar los desperdicios en tres idealtipos distintos: dulce, duro y desolador. Por otro lado Enzensberger ve la guerra contra la bioesfera como la más difícil de todas (Enzensberger, 1999: 56), más complicada que la lucha contra la pobreza o el comunismo. La obra de nuestro autor tiene un claro componente profético: llega a profetizar la pérdida de soberanía de los estados nacionales como consecuencia de la difusión de los medios electrónicos (Enzensberger, 1972: 16). Un fenómeno que la sociología contemporánea no parece haber percibido en toda su magnitud, como demuestra el hecho de que el término “sociedad” coincide todavía en gran medida con sociedad nacional-estatal (Navarro, 2016: 15). Y no tiene en cuenta suficientemente el concepto de flujo, que borra las fronteras nacionales (Vecchi, 2012: 29). Sin embargo, para poder hacer esto según Navarro (2016: 22) es necesario antes definir y delimitar los objetivos que constituyen la nueva sociedad global. En 1973 Enzensberger llega a prever la constitución de partidos políticos ecologistas, que efectivamente tendrán un cierto éxito en la década de los ochenta, y adivina incluso cómo los verdaderos lujos de la sociedad futura serán bienes inmateriales como la tranquilidad, el agua limpia y pura (Enzensberger, 1999: 164) o el tiempo libre. Sin embargo se aleja del profetismo, rechaza la etiqueta de Pitonisa o Nostradamus del siglo XXI, y presenta sus reflexiones como anotaciones dispersas (Enzensberger, 2002: 85). Menos profético se revela Enzensberger (1972: 28) cuando afirma que la televisión en circuitos cerrados es técnicamente posible pero estructuralmente absurda. Las televisiones de pago que ofrecen partidos a 12 o 18 euros o eventos deportivos y músicales demuestran hoy lo contrario. Tampoco parece tener en cuenta el efecto emancipador de lo que Toni Negri definió como “el paradigma alegre de las radios libres”, que efectivamente proliferaron en los sesenta y setenta y que, sin embargo, hoy revisten un espacio político y social reducido y limitado (Enzensberger, 1972: 32). De hecho, nuestro autor (2002: 91) se refiere a los canales de televisión abiertos de los 70 con juicios negativos, afirmando que sirvieron sólo para alimentar “el asociacionismo barato o el exhibicionismo desválido”. Al mismo tiempo, el autor en 1972 (Enzensberger, 1972: 36) creía que la sociedad burguesa se opondría al uso de cámaras y videos en lugares de trabajo, escuelas, etc., lo cual parece prefigurar una cierta influencia sobre Enzensberger de Althusser (1997) y de su teoría sobre los aparatos ideológicos del Estado. Cámaras, videos, smartphones, son aparatos que en la actualidad la mayoría de las personas poseen y utilizan a diario y en cualquier circunstancia, y que “han invadido nuestras vidas” (Cagé, 2016: 11), sobre todo la de los jóvenes. La sociedad burguesa no sólo no se ha opuesto a esto, sino todo lo contrario, aunque ciertas medidas de control, como no poder grabar a los policías durante manifestaciones parecen de alguna forma responder a destiempo a esta lógica descrita por Enzensberger. El carácter homologador y autoritario de medios como la televisión, tan presente en la crítica de los autores de Frankfurt, se encuentra también en Enzensberger (1972: 65). Sin embargo él no cree en la desaparición del libro, y –al contrario de lo que afirma Cagé (2016: 37)- no considera como inevitable este proceso. La presencia de los mass media determina que temas importantes y estratégicos como el ecologismo “pierdan de precisión y forma” (Enzensberger, 1974: 18). Es decir, aquí aparece el efecto de banalización de los medios, que, por otro lado, sobreestiman su importancia y su capacidad de influenciar la opinión pública (Enzensberger, 2002: 101). Todo es vago e indistinto cuando se convierte en un objeto mediático, una crítica presente ya en Adorno cuando hablaba de la banalización de Beethoven por parte de la cultura de masas (Faenza, 1983: 45). Baudrillard dijo, a este respecto, que “la comunicación generalizada y la superinformación amenaza todas las defensas humanas” (Byung-Chul 2012: 18). Pero se trata de una crítica que se aleja de la idea del hombre masa y de las masas “ciegas y sordas” de las que habló Ortega y que encontramos más en general en las teorías elitistas. La de Ortega es una crítica aristocrática contra la sociedad de masas, la de Enzensberger es una crítica democrática, que rechaza los fundamentalismos y la contraposición binaria entre apocalípticos y evangelistas (Enzensberger, 2002: 84). Del mismo modo que para Simmel son esclavos de la moda tanto el fanático de la misma como el que la rechaza, según Katz y Lazarfeld los que aman los medios y los que los juzgan como manipuladores en realidad tienen una imagen parecida de ellos. Nuestro autor se refiere también al efecto Heróstrato, los quince minutos de gloria que otorgan los medios de masas a quien cumple actos feroces (Enzensberger, 2007: 18-19). Otra denuncia temprana de Enzensberger se relaciona con el simulacro de feedback que permiten los medios: no hay en realidad influencia recíproca entre el transmisor y el receptor, dice el autor en 1972. ¿Cuál es su idea hoy, con el advenimiento de Internet? Sería interesante averiguar si está más cerca de la cyber-utopía o de la postura cyber-distópica (Caliandro y Barina, 2015: 234). ¿Cree Enzensberger en las posibilidades democratizadoras ofrecidas por Internet? Dice nuestro autor (2002: 88) a este respecto: “Internet es considerada la Meca de los inversores”. A la vez reconoce la instancia democratizadora y contradictoria de Internet, que permite feedback continuo y falsificaciones y plagios. Pero en el estado epistemológico actual no seríamos capaces de contestar a esta pregunta, dado que hemos encontrado sólo fragmentos del pensamiento de Enzensberger sobre las nuevas TIC. Por ejemplo, no hemos percibido la opinión que tiene Enzensberger sobre la transparencia que se genera por el uso de las mismas en la sociedad actual, que elimina el secreto, lo íntimo, que hace el mundo “más desvergonzado y desnudo” (Byung-Chul, 2013: 16). Por otro lado, Enzensberger critica el odio ideológico y basado en prejuicios de la izquierda contra los medios, que termina por dar aún más ventajas al capitalismo (Enzensberger, 1972: 25), pero a la vez termina echando de menos, durante su estancia en Moscú, “los anuncios luminosos (…) y las marcas” (Enzensberger, 2015: 37), lo cual demuestra simplemente el grado de condicionamiento ejercido por la sociedad donde uno se ha socializado. Enzensberger (1999: 5-6) parece describir la sociedad actual como un ir y venir de cambios continuos, aunque no siempre hacia cosas mejores. Desde este punto de vista, niega la unidireccionalidad del cambio y afirma (1999: 62) que es imposible prever o controlar el cambio desde arriba. Como nos ha enseñado Nisbet (1991: 17), sin embargo, ni siquiera en nuestro mundo hipertecnológico el cambio –aunque sea lo más frecuente- es la regla, sino que constituye una excepción. Enzensberger (2009: 60) rechaza al mismo tiempo la direccionalidad del cambio social y la contraposición binaria entre fautores del progreso y conservadores, una oposición que tuvo su origen en el siglo XIX, cuando se impusieron algunos postulados equivocados todavía vigentes, y en el que se industrializó la producción del odio (Enzensberger, 1999: 107). Enzensberger no cree en la capacidad de adivinar el futuro de los científicos sociales, a lo Comte. Se pueden hacer conjeturas y en algunos casos aproximarse a la realidad, como le ha ocurrido a Tocqueville (Nisbet, 1991: 49), pero esto no es ciencia. A la vez critica la visión evolucionista y organicista que compara la sociedad con un cuerpo humano (Enzensberger, 1999: 62). Como nos ha revelado Nisbet (1991: 48), uno de los más brillantes pensadores del cambio social, en contra de cualquier evolucionismo y organicismo, el cambio no se produce sólo gracias a fuerzas endógenas y tampoco es direccional. Hay un reconocimiento en Enzensberger (1999: 65) del azar creador. Enzensberger en este sentido rechaza la idea de que los seres pensantes pueden ser sustituidos por operadores sistémicos (Roitman Rosenmann, 2003: 53). ¿Y de la capacidad de autorreproducirse de los sistemas sociales –y de los objetosmundo (Navarro, 2016: 24)- que Maturana y Varela han definido como el “Proceso de Autopoiesis”, qué opina nuestro autor? Sin duda Enzensberger subscribiría la siguiente afirmación de Varela y Maturana: “todo lo dicho está dicho por alguien”, y también la afirmación de Chalmers (2000) de que dos observadores ante el mismo objeto no tienen la misma experiencia visual. También Enzensberger, como Simmel, para hablar de cambio social utiliza la moda. Pero al contrario de lo que dijo Simmel, según nuestro autor (Enzensberger, 1999: 149) vivimos en la época de la muerte de la moda. ¿Ya no vivimos en sociedades individualistas y nerviosas, como decía Simmel (2002: 34) para explicar el cambio frecuente de modas? No se trata evidentemente de esto. Simplemente en el campo de la moda todo está permitido y nada desaparece del todo según Enzensberger (1999: 146). Las modas son peligrosas, en cuanto que pueden producir deformaciones (Enzensberger, 2002: 26). Y el carácter dual de la moda –imitación y diferenciacióndel que habla Simmel queda relegado a un segundo plano. Nuestro autor (1999: 126) tampoco cree en la política y en los políticos contemporáneos como motor del cambio social y los compara directamente con “alcohólicos o desviados sociales que merecen ser estudiados con cierta indulgencia analítica”. ¿Y si la crisis de la política tradicional derivara del exceso de democratización producido por Internet, que permite votar a todas horas sobre cualquier asunto y no sólo una vez cada cuatro años (Reig, 2015: 27)? ¿Y si fuera, como dice Byung-Chul (2013: 22), la sociedad de la transparencia la que acompaña a la despolitización, es decir a la pospolítica? Cagé relaciona la crisis de confianza hacia los políticos con la crisis de confianza hacia los medios, cada vez más privatizados y, por ende, en manos de millonarios caprichosos. La lógica del dinero tendría que estar por un lado y la lógica de la política y de la información por otro lado. Los medios podrían representar de esta forma un antídoto contra la crisis de legitimación del poder político. Sin embargo, la actual crisis capitalista, que empezó en 2008 y ha dejado rastros en casi todos los sectores de la estructura social occidental, ha tenido consecuencias nefastas también en periódicos y periodistas. En España “entre 2008 y 2012 desaparecieron cerca de 200 medios de comunicación” (Cagé, 2016: 13). Enzensberger tiene una clara y moderna visión antropológica cuando critica el concepto de tradiciones (Enzensberger, 1999: 23). Como pensaría cualquier antropólogo contemporáneo, la vuelta a las antiguas tradiciones es algo imposible e irreal: las tradiciones se entremezclan, hibridan, reinventan, cambian, no son algo estático y siempre iguales a sí mismas. Esto se produce más aún en la word factory (Vecchio, 2012: 30), que consigue bipasar las tradiciones locales, las diferencias de horarios, etc. Sin embargo hay quien en el campo de la sociología sigue creyendo en la existencia de culturales universales y habla por ejemplo de “universales socioculturales de la modernidad” (Navarro, 2016: 28). Ni siquiera la música, que podría ser considerada como un universal antropológico, se acompaña a la idea de que todos “estamos dotados musicalmente del mismo modo” (Enzensberger, 2002: 14). 3. Enzensberger y su lucha contra la hegemonía de los números. Enzensberger parece creer en la empatía y en la observación participante como técnica para conocer la realidad, y los que él denomina outsiders pueden llegar a entender mejor la realidad que los politólogos, sociólogos y economistas (Enzensberger, 1999: 37). En la categoría de los outisders encontramos, entre otros, a los que no dominan el lenguaje de las matemáticas (Enzensberger, 2002: 16). Nunca hay que conformarse -para conocer una realidad social en su plenitud- con las estadísticas y los índices económicos (Enzensberger, 2007: 9) y este límite nuestro autor lo percibe en la sociología contemporánea, que se ha ido configurando cada vez más como un conocimiento técnico-instrumental y que se ha acompañado “al triunfo político en la posguerra del empirismo anglosajón” (Roitman Rosenmann, 2003: 14). Sin embargo, para Enzensberger, incluso una pegatina en una ventanilla de un coche, es decir un detalle de poca importancia, puede dar lugar a un análisis sociológico (Enzensberger, 1987: 13). El lenguaje de Enzensberger, de hecho, se asemeja más al de autores como Byung-Chul Han o Richard Sennett que al lenguaje técnico y aburrido de cierta sociología académica actual. El autor se perfila, aunque a su manera, es decir de forma desestructurada y abierta, como un pensador cualitativista más que estadístico. Y también como un fautor de las ciencias de la incertidumbre. De hecho, se ríe de los test de inteligencia (Enzensberger, 2009: 32) y del abuso, en el campo educativo, de la survey PISA. Resulta absurdo que haya hombres y organismos internacionales que “den crédito a cosas como el IQ, para algo tan complejo como la mente humana” (Reig, 2015: 25). ¿Qué espacio dejan estas técnicas al significado social del conocimiento (Borghi y Giullari, 2015: 391)? Decían los chicos de Barbiana, en la famosa Carta a una profesora (Borghi y Giullari, 2015: 393), “los problemas del colegio los conoce mejor la madre de Juan, ella que no sabe ni leer ni escribir”. La sociología no es inmune a este riesgo “de tecnicización del conocimiento” (Borghi y Giullari, 2015: 396). Presentando los estudios basados en los números y las estadísticas como verdades indiscutibles, terminamos olvidando que tampoco los números son neutrales y objetivos sino en realidad resultados de procesos de construcción social (Neresini, 2015: 408). Terminamos por consiguiente transformando los números sobre un fenómeno u objeto en el fenómeno en sí. Terminamos transformando los datos “en actores sociales molestos” (Giancola y Viteritti, 2015: 575), que se utilizan para justificar decisiones políticas. De la clase social como hecho social total hemos pasado a los números como nueva categoría central, es decir como operador analítico clave, de la sociología contemporánea. El teorema de Thomas se puede aplicar también al estudio de los números y de las estadísticas (Neresini, 2015: 410). También las apariencias, y no sólo las realidades en sí, producen efectos (Beltrán, 1982: 30). Todo esto se relaciona con la crítica a la neutralidad científica que sirve como escudo protector de los intereses del neoliberalismo y se basa en la eficiencia y en la optimización de los recursos, como dicen de forma manifiesta los detractores de este modelo (Borghi y Giullari, 2015: 382383). La ciencia positiva se opone a la teoría porque ésta es negatividad para la primera (Byung-Chul, 2013: 20). La ciencia positiva basada en el uso de big data se declara theory free (Giancola y Viteritti, 2015: 572). Enzensberger no está solo en estas críticas contra el governing by numbers (Giancola y Viteritti, 2015: 561): se encuentra bien acompañado, entre otros, por Gould. Sin llegar a casarse con el escepticismo radical de autores como Feyerabend (Chalmers 2000), Enzensberger se puede inscribir en una perspectiva que podemos definir como posmoderna, que defiende la incomensurabilidad epistemológica (Callejo, 1998: 104) y que no reduce los fenómenos sociales a los algoritmos y a los números (Giancola y Viteritti, 2015: 560-561). Hay quien ha llegado a etiquetar este abuso de las matemáticas en el campo de las ciencias sociales como “ignorancia e impostura intelectual” (Roitman Rosenmann, 2003: 21), que se puede producir, por ejemplo, cuando dilectantes usan conceptos sin saber realmente de qué están hablando, como en el caso de Sokal (Enzensberger, 2002: 26). Sin duda alguna el uso de un lenguaje procedente de las ciencias naturales crece en las revistas sociológicas contemporáneas simplemente “para dar un barniz de rigor a sus discursos” (Roitman Rosenmann, 2003: 20). Vivimos cada vez más en sociedades que “están impregnadas de métodos matemáticos” (Enzensberger, 2002: 21), y esta dependencia se produce incluso en la vida real de las personas. Las polémicas, directas e indirectas, contra la sociología empírica (Enzensberger, 1987: 10) están presenten en muchos escritos de Enzensberger. También el profesor Sartori ha criticado el proceso de cuantificación en acto en el campo de la ciencia política. El pensamiento científico en realidad responde a una necesidad humana, dado que “no soportamos la idea de caos, desorden o de catástrofe” (Roitman Rosenmann, 1999: 243) y tenemos “la necesidad de construir simetrías y pensamiento lineal” (Roitman Rosenmann, 1999: 243). ¿Pero de verdad los datos sirven sólo para afirmar el modelo neoliberal, o se puden utilizar para denunciar los males de nuestra sociedad, como hacen por ejemplo Wilkinson y Pickett (2009), que relacionan las mayores desigualdades de nuestro mundo con el aumento de la infelicidad? Por consiguiente saber y conocimiento coinciden a la fuerza con certidumbre y orden. ¿Y el azar creador dónde ha acabado? Sin duda, prima en Enzensberger el estudio del comportamiento estocástico. El autor ni siquiera parece contemplar la necesidad de colaboración “transdisciplinar entre las ciencias naturales y las sociales”, algo sin embargo necesario para Navarro (2016, 27) para estudiar los objetos-mundo antrópicamente modificados. De hecho, la misma obra Tumulto (2015) es el resultado del viaje que hizo en Rusia y entremezcla anotaciones de campo, clasificadas por día, recuerdos novelescos y consideraciones sobre el rígido y embalsamado sistema soviético. 4. CONCLUSIONES La multiplicidad y variedad de intereses y temas que constituyen el pensamiento de Enzensberger, lejos de representar un límite o un defecto, refleja una necesidad del tiempo presente, la necesidad de ir más allá del campo ‘mass mediológico’ para entender los medios de masas. “Los acontecimientos culturales, políticos, económicos y sociales actuales se actualizan cada vez más a nivel de comunicación e información” (Faenza, 1983: 22). Incluso en sus poesías -que no hemos tomado en consideración en este artículo- se encuentra esta multiplicidad de intereses, desde Giovanni Dondi del Reloj de Padua, hasta el ingeniero americano Taylor, Enzensberger no se deja a nadie por el camino. La aceptación crítica de la teoría crítica y el rechazo absoluto del fundamentalismo cientifista son otras dos características del pensamiento de Enzensberger que hemos detectado analizando sus obras principales. Dejamos, sin embargo, para futuras investigaciones el análisis de su ideología y el estudio de su discurso político. Pero a nuestro juicio el mensaje más significativo de Enzensberg es otro. La sociología contemporánea, que ha expulsado la tragedia de su campo de análisis, de su lenguaje, de sus temas de investigación, tiene que volver a descubrir la tragedia, es decir tiene que recuperar el caos, el desorden, el azar creador. BIBLIOGRAFÍA Althusser, L. (1997). Lo Stato e i suoi apparati, Roma: Editori Riuniti. Antonelli, F. (al cuidado de) (2012). Marx e la societá del XXI secolo, Verona: Ombre Corte. Beltrán, M. (1982). La realidad social como realidad y apariencia, Reis, 19, 27-53. Benjamin, W. (2010). Sobre el concepto de historia, en ID., Obras. 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