CONSTRUYENDO APUNTES CIVILIZACIÓN LITERARIOS Y Y RACIONALIDAD SOCIOLÓGICOS AL (EXCLUYENTE): FEMINICIDIO Y LA DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONAS. Joseba García Martín1 Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU) Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva (CEIC/IKI) [email protected] Resumen La literatura es una disciplina sensible a lo social que ayuda a identificar y percibir problemas o procesos. La sociología como ciencia proporciona lógicas e instrumentos para comprender y actuar sobre la realidad. Ambas disciplinas, mediante la convergencia entre percepción y comprensión, son complementarias y efectivas. Esta afirmación es la que motiva el texto. ¿Responden a los mismos parámetros de racionalidad moderna las desaparecidas de Ciudad Juárez y los/as desaparecido/as en el Cono Sur latinoamericano (concretamente en Argentina y Uruguay)? Esta pregunta es la que vehicula el argumento a desarrollar. A través de textos de dos literatos, Jorge Luis Borges (el relato Del rigor en la ciencia) y Roberto Bolaño (2666 y Los sinsabores del verdadero policía), se facilita una vía de entrada al universo del feminicidio juarense y la desaparición forzada de personas, todo ello, desde luego, atravesado por lecturas sociológicas que permitan, a partir de la literatura, comprender la racionalidad que subyace al asesinato de estos colectivos tan diferentes entre sí pero con un evidencia común: ser parte de lo sobrante del proceso civilizatorio. Tras bosquejar la pregunta de investigación, se plantean más concretamente el triple objetivo del texto: 1) Construir un alegato a favor de la literatura como fuente de conocimiento sensible a lo social y de la que puede valerse la sociología tanto para evidenciar problemas como para lograr comprenderlos; 2) Mostrar que lo que ocurre en Ciudad Juárez respecto a las cuestiones de género, así como la magnitud del fenómeno denominado feminicidio; 3) Exponer que los asesinatos ocurridos en Ciudad Juárez responden a un tipo de racionalidad diferente del que se utilizara en los procesos de desaparición forzada de personas en otros lugares del Cono Sur latinoamericano. Para ello se utilizará una literatura específica que incida sobre el fenómeno de la desaparición forzada de personas y los dispositivos de gobierno de las poblaciones, indagando la figura de la víctima y las situaciones de precariedad vital en contextos de exclusión extrema. Palabras Clave: Ciencias sociales; literatura; violencia; proceso de modernización. 1 Beneficiario del Programa Predoctoral de Formación de Personal Investigador (FPI) No Doctor del Gobierno Vasco. 1. INTRODUCCIÓN El fenómeno de la desaparición forzada de personas no ha seguido los mismos procesos ni mecanismos, así como tampoco está o ha estado sujeto a la misma racionalidad en todos los territorios en los que se ha implantado como práctica política. Mostrar esto, valiéndose de la sociología (en el análisis de la racionalidad que acompaña dichos procesos), de dos casos concretos (el feminicidio en Ciudad Juárez y la desaparición forzada de personas en el Cono Sur latinoamericano), y de la literatura (como nexo entre la ciencia y la cuestión social latente pero oscurecida) es el modesto propósito del presente texto. Lo que continúa, desde la idea inicial hasta el producto escrito y tangible, y en el sentido que otorga Hannah Arendt (2010), es un sencillo ejercicio teórico de comprensión. En paralelo al objetivo mostrado, reconocer/validar otras miradas de aproximación a lo social, ciertamente menos rigurosas a nivel científico pero que, no por ello, resultan menos atentas a la hora de detectar situaciones de exclusión, de desigualdad, o, si se quiere, de disfuncionalidades en lo social es otro de los puntos a alcanzar. Por lo tanto, y sobra decirlo, el presente escrito no busca deslegitimar a la sociología en tanto que ciencia capaz de crear sus propios objetos de estudio, ni tampoco poner en duda todo lo relativo a las formas de problematizar los aspectos a investigar desde esta ciencia, sino más al contrario, componer un alegato en favor de la conjunción de disciplinas que permita reconocer —y para este caso concreto a la literatura (disciplina menos encorsetada e imaginativa)—, aspectos que puedan ser de interés a ojos de la mirada sociológica y de la investigación social empírica. El fenómeno concreto del feminicidio juarense, que podría ser enclavado genéricamente como otro caso latinoamericano de desaparición y asesinato de personas, encuentra su concreción a nivel social como estrato de un proceso aún mayor. Este caso (y mínimamente), logra clarificase en contraposición al caso de la desaparición forzada de personas en Argentina y Uruguay: la reflexión sobre ambos constituirán el lugar central de reflexión en el presente escrito. Así, la pregunta de investigación tratará de arrojar luz sobre una simple cuestión: ¿responden a los mismos parámetros de racionalidad moderna las desaparecidas (asesinadas) de Ciudad Juárez y lo/as desaparecido/as (asesinadas/os) en el Cono Sur latinoamericano (concretamente en Argentina y Uruguay)? Para posteriormente a aventurar la hipótesis que afirmaría que no, que los 2 perfiles serían completamente diferentes, así como el interés diferencial depositado sobre los acontecimientos mismos por parte de la comunidad internacional y de la academia. Las limitaciones del texto son grandes; y el alcance, moderado. Sin embargo, y a partir del mismo, lo que se quiere conseguir es un objetivo triple: 1) Construir un alegato en favor de la literatura como fuente de conocimiento sensible a lo social y de la que puede valerse la sociología tanto para evidenciar problemas como para lograr comprenderlos. 2) Mostrar lo que ha ocurrido y ocurre en Ciudad Juárez respecto a las cuestiones de género, así como la magnitud del fenómeno denominado feminicidio. 3) Exponer que los asesinatos ocurridos en Ciudad Juárez responden a un tipo de racionalidad diferente del que se utilizara en los procesos de desaparición forzada de personas en otros lugares del Cono Sur latinoamericano. El primero de esos objetivos tiene su fundamento en el análisis de la obra de dos autores destacados de la literatura hispanoamericana de las últimas décadas: (1) Mostrando el tipo de racionalidad concreta con la que se construyó el Estado-Nación moderno, basta con un solo cuento de la vastísima obra del argentino Jorge Luis Borges, aquel titulado Del rigor en la ciencia (2003) y escrito en el año 1960. (2) Necesitaremos de la obra póstuma de Roberto Bolaño, 2666 (2005) así como de Los sinsabores del verdadero policía (2011) para hacernos cargo, desde un punto de vista literario, de cuáles son las lógicas a las que responden los sistemáticos asesinatos de mujeres de aquella ciudad, además de proponer un fresco —más o menos acertado, más o menos real— de las problemáticas que interseccionalmente allí se pueden encontrar (categorías atravesadas como las de clase, nacionalidad, género, económicas, etc.): la (sin)razón de semejante fenómeno interpretado desde de las mismas fuentes policiales. Después de la publicación de 2666, los feminicidios son reconocidos como un problema social a atender, incluso lejos de la academia, y los familiares de las víctimas como actores con voz. El segundo objetivo se abordará a partir del ensayo sobre el fenómeno escrito por el periodista mexicano Sergio González Rodríguez en el año 2005 y titulado Huesos en el desierto. La magnitud de esta obra en la difusión del fenómeno ha sido extraordinaria, 3 siendo la obra que inspiró la cuarta parte del libro 2666 y la que ocupa la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez: la parte de los crímenes (Bolaño, 2005: 441-793). En lo que respecta a la difusión del fenómeno, el ensayo de González Rodríguez fue el escrito que produjo un mayor conocimiento de lo que acontece, debido a la distribución y prestigio de los agentes encargados de su difusión (editado por la firma catalana Anagrama). El Estado mexicano, y desde entonces en un proceso de acumulación de apoyo y solidaridad por parte de la comunidad académica internacional, fue presionado para alcanzar objetivos que tendieran hacia la suavización y resolución del conflicto. En Huesos en el desierto, y haciendo un seguimiento cronológico a los acontecimientos, se nos muestran las lógicas de culpabilización de los centenares de cadáveres que empezaron a aparecer en los lugares públicos de la ciudad, además de revelarnos cuáles fueron los mecanismos de la búsqueda de los asesinos por parte de las instituciones, así como la muestra del abanico de razones para el estatismo (las más evidentes lejos de las sugerencias que conectan al Estado y a las instituciones dependientes de éste con actividades ilícitas que presumiblemente tienen conexión directa con el fenómeno). Como tercer y último objetivo, se trata de evidenciar que no todos los casos de desaparición forzada de personas en el continente americano han sido o son de la misma naturaleza, y que no responden a los mismo objetivos, aunque sí a un mismo sueño de construcción estatal; deshacerse de los sobrante, es decir, no dejar nada más allá de lo que la racionalidad hegemónica espera dentro de los límites de su poder. Estas figuras no son siempre las mismas, así como tampoco lo son los perfiles a represaliar. Ello se debe a las diferentes lógicas discursivas representadas a través de las familias de las víctimas y en las propias víctimas en el caso de los feminicidios de Ciudad Juárez y de la desaparición forzada de personas en los estados de Argentina y Uruguay. 2. EL ANÁLISIS LITERARIO DE LA REALIDAD SOCIAL: BORGES Y BOLAÑO DESCRIBEN LA RACIONALIDAD ESTATAL MODERNA Parte I: la alegoría de Borges En el año 1960, en una colección de cuentos escrita por Jorge Luis Borges se muestra, a través de la ficción, la lógica de la formación de la racionalidad moderna. La manera en la que describe la construcción estato-nacional no es ortodoxa, pero no por ello deja de ser eficaz y didáctica. Desde el análisis de este breve cuento se pueden comprender 4 tanto los patrones originarios que se siguieron en el momento fundacional por parte de los incipientes Estados, así como una lógica similar aunque variada en la construcción identitaria de los habitantes de la periferia respecto de la lógica constituida desde el poder hegemónico. La racionalidad seguida en muchos lugares se ve representada con agentes sociales diferentes de los animales y de los mendigos, pero la función que desempeñan sigue siendo la misma. El cuento titulado Del rigor en la ciencia dice lo siguiente: “En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas. Suárez Miranda: Viajes de varones Prudentes, Libro Cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658” (Borges, 2003: 119)2. “Este cuento es la historia de un mapa. Pero también es (…) la historia de la mirada que permite reconstruir esas historias” (Zavala, 2006: 175). Como ya se ha dicho, lo más interesante del relato son las identidades de las personas que habitan los antiguos mapas, y que son aquellas que han caído en la (des)representación, en la invisibilidad o en el silencio a través de la deslegitimación de la posición que ocupan en una suerte de invisibilización de los pobladores del «afuera constitutivo» foucaultiano (Hall, 2003), que actúan por medio de la exclusión y de la producción de sujetos abyectos y marginados que ejercen de habitantes reales del espacio referencial (Butler, 2002). A través del presente escrito se quiere mostrar que lejos de haber dejado de existir los metafóricos “animales y mendigos” del cuento de Borges, éstos han sido sustituidos siglos después por figuras menos tétricas, pero en la misma manera cargadas de simbolismo metafórico; las “mujeres y pobres” —y más si son ambas figuras en uno— en un contexto social, territorial y cultural como es el de Ciudad Juárez como veremos más adelante. El orden en la construcción moderna se encuentra en, por un lado, la perfecta delimitación de las actitudes con las que desenvolverse en el mundo, y de las formas 2 La negrita es mía, tanto en este extracto como en el resto de los extractos del escrito. 5 correctas de pensarse la realidad que se habita por el otro, que deben estar en una sintonía en contra del desorden, es decir, en contra de aquellos elementos que se encuentren en contradicción con lo anterior. Todo esto, se ve expresado en el cuento de Borges en el momento que plantea un contexto territorial concreto en el que la exclusión, la desigualdad, y los vínculos entre la vida y la muerte quedan desdibujadas respecto de las estrategias que se siguen por aquellos que se encuentran dentro de los límites de las nuevas —pero siempre en constante construcción— formas de interpretar las cartografías: los márgenes comienzan a poblar el centro del territorio. Desde aquí, y con ese ejemplo concreto, se trata de visualizar un simple objetivo: en el caso de la desaparición y asesinato de las mujeres en Ciudad Juárez, los feminicidios que sistemáticamente allí se comenten, responden a la lógica utilizada para construir el Estado moderno, más que a aquella ejercida en el contexto de las dictaduras militares latinoamericanas para perpetuar y reproducir la lógica estatal. Adelantando una conclusión, las mujeres asesinadas guardan más parecido con los “animales y mendigos” del cuento de Borges que con los ʻsujetos más afinadosʼ (Gatti, 2011) e hijos de las clases medias víctima de la desaparición y asesinato de las dictaduras militares. Parte II: el real visceralismo de Roberto Bolaño Ninguna obra ha tratado el tema de los feminicidios en Ciudad Juárez3 como 2666 de Roberto Bolaño, en la que se hace un sincero homenaje a las víctimas dándoles voz, otorgándoles la negada capacidad de expresión por parte de las instituciones mexicanas. “Las mujeres asesinadas en Santa Teresa, sin embargo, representan seres infames de un mundo paralelo, ficticio. Sus datos de vida son huellas que dejaron sus muertes en unos archivos policiales o judiciales. No obstante, por el simple ardid literario de trasponerlas al medio novelístico, se elevan a otros registros culturales” (Witthaus, 2015: 69). Es una de esas novelas en la que se confunden los registros de la escritura más literaria con aquel propio de las disciplinas científicas (fría, cercana y despojada en un mismo gesto). En ella se muestra un fenómeno silenciado por todos sus costados y lo internacionaliza, publicitándolo hasta el punto de no poder disociar el fenómeno mismo del imaginario creado por el autor: “Bolaño, desde la literatura, realiza un intento 3 Aunque en ocasiones se haya hablado de Santa Teresa como trasunto de Ciudad Juárez, investigaciones filológicas sobre la obra bolañiana concluyen que es “más probable que la ciudad ficticia de Santa Teresa funciones como una transposición de Ciudad Juárez” (Konopatzki, 2015: 176), puesto que en el 2666 aparecen mencionadas ambas ciudades por separado: Cfr. Bolaño, 2005: 486 y 785. 6 pionero y extremadamente valioso para crear una memoria colectiva de las atrocidades que ocurrieron en Ciudad Juárez” (Adriaensen, 2015: 126). En ello, es manifiesto que el fenómeno ha sido mitificado y cubierto de un halo de misterio y terror que no debe desdibujar la realidad. A día de hoy resulta muy complicado hablar del fenómeno sin referirse al oscuro universo creado en 2666. La cuarta parte de la novela titulada La parte de los crímenes es la que habla directamente de los asesinatos cometidos en aquella ciudad. Con un lenguaje propio de acta policial, se deducen los acontecimientos de decenas de asesinatos en los que se hace un sistemático homenaje con nombres y apellidos: “De la metáfora se pasa, por las retorcidas vías de una lectura perversa, al soporte humano, al lienzo del cuerpo, a las mujeres torturadas que ven atacada su humanidad y se ven a sí mismas cosificadas como objetos manipulables, pero aún vivos” (Castañeda, 2016: 329). A lo largo de todo el texto se hace un particular seguimiento a los hombres y mujeres de institución encargados de solucionar la problemática, así como a los intereses entrelazados y a las soluciones ineficientes. Es en este seguimiento a las instituciones en donde se encuentra el nexo entre los feminicidios y las literaturas de Borges y Bolaño, en el cruce de perspectivas en donde se encuentra la pertinencia de la sociología para la aproximación a estos terribles acontecimientos: “los asesinos caminaban como estrellas. Una mezcla rara: estrellas y funcionarios” (Bolaño, 2011: 246) describe Bolaño en Los sinsabores del verdadero policía (breve novela que dedica un capítulo a los entresijos funcionariales) al hablar de la omnipresencia del Estado para mantener el equilibrio en la zona. Sin perder de vista que una de las cuestiones sociológicamente más interesantes de la novela es la capacidad que tiene para reproducir el lenguaje de las personas de institución (médicos, policías, políticos, etc.), así como su actitud cómplice en el ocultamiento y construcción de situaciones de exclusión y desigualdad. Son instituciones cuyo principal propósito es el de mantener el statu quo generado tanto por la violencia estatal como por parte de los cárteles de la droga, y que benefician, en última instancia, los intereses económicos de las empresas maquiladoras4 extranjeras. La miopía del poder se hace manifiesta en la arbitrariedad con la que se manejan los tiempos y construcción del problema, en un proceso lento y grueso, que abarca una 4 “Fabricas de capital extranjero donde se manufacturan o montan las distintas piezas de un producto con vías a la exportación y mediante mano de obra barata” (González Rodríguez, 2005: 29). 7 realidad polimorfa que unifica sin discriminar las manifestaciones directas del conflicto de las indirectas o espurias, y cuyo absurdo del poder Roberto Bolaño sentencia de la siguiente manera: “Esto ocurrió en 1993. En enero de 1993. A partir de esta muerta comenzaron a contarse los asesinatos de mujeres. Pero es probable que antes hubiera otras. (…). Tal vez por comodidad, por ser la primera asesinada en el año 1993, ella encabeza la lista. Aunque seguramente en 1992 murieron otras. Otras que quedaron fuera de la lista o que jamás nadie las encontró, enterradas en fosas comunes en el desierto o esparcidas sus cenizas en medio de la noche, cuando ni el que siembra sabe en dónde, en qué lugar se encuentra” (Bolaño, 2005: 444). Basta con un superficial análisis de la obra para mostrar qué es lo que encubren los discursos utilizados respecto de los acontecimientos, y sobre todo, a qué estadio de la racionalidad civilizatoria representan. 3. LA REPRESENTACIÓN DEL FENÓMENO SIN LITERATURIZAR: SERGIO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ COMO CRONISTA DE LOS FEMINICIDIOS Con Huesos en el desierto (publicado originalmente en el año 2002) se abrió una puerta para la visualización del problema, o al menos, una nueva vía para hacerle frente con posibilidades renovadas. La academia había abordado el tema de forma tangencial, y era sobre la sociedad civil sobre quién cargaba el peso de la responsabilidad activa. Allí asesinaban a mujeres de una manera singular respecto del resto del Estado mexicano y, probablemente, del mundo. González Rodríguez hizo de altavoz a las palabras de los responsables, incoherentes palabras y pruebas que encarcelaban a inocentes y que mostraban lo que nadie más se atrevía (aunque cada vez existían más voces críticas) a reconocer: los feminicidios seguían ocurriendo de forma frenética (entonces y hoy, aunque ahora bajo procedimientos diferentes). En Huesos en el desierto hay dos protagonistas: las víctimas y las personas de institución, y de ambos colectivos se dan nombres y apellidos. Prácticamente se transcriben conversaciones entre los responsables de la seguridad de la ciudadanía de Ciudad Juárez, donde se observa el tratamiento a las víctimas y la racionalidad seguida. Aquí se observa el problema visible: las mujeres asesinadas no son un objeto de estudio en sí mismo para las instituciones regionales. De ello derivan dos cuestiones: 1) los centenares de mujeres asesinadas son tratadas como un objeto a investigar de manera individualizada, es decir, sin conexiones entre ellas y 2) olvidan las características 8 concretas de las mismas, convierten los acontecimientos en una cuestión marginal que no merece ser tratada, por extrema e indeseable, en objeto de interés estatal. Las personas que viven, trabajan y actúan donde y como ellas lo hacen no interesan. Aquí es donde confluyen la literatura y la crónica periodística: Borges, Bolaño y Sergio González Rodríguez. El primero muestra quienes son los monstruos que no deben formar parte del nuevo proyecto estato-nacional; Roberto Bolaño y Sergio González Rodríguez le dan vida en forma de caso práctico. Los animales y mendigos tienen forma de mujer en el caso juarense, ellas representan a las personas a las que les han tocado sufrir las características que no son positivamente consideradas en el proceso civilizatorio. “A twilight zone…, una dimensión crepuscular, desconocida” A lo largo del año 1995 se denunciaron en Ciudad Juárez 1.307 delitos sexuales, de los que el 14,5% fueron violaciones a mujeres. Durante el primer trimestre de 1996, el número de delitos sexuales denunciados aumentó en un 35% respecto del año anterior (González Rodríguez, 2005). La alarmante situación, unida a la protesta y a la creación de grupos civiles de denuncia, obligó al gobierno mexicano a contactar con el criminólogo de moda del momento, Robert K. Ressler (coyunturalmente famoso por su colaboración en el film El silencio de los corderos). Ressler, después de investigar la zona durante una semana, expuso algunas de las características que hacían de la ciudad un lugar particular. Sentenció de la siguiente manera para una entrevista para el diario Reforma: “A twilight zone…, una dimensión crepuscular, desconocida (…). Es una zona que por su naturaleza misma, por el tráfico de personas y de drogas, se convierte en una dimensión desconocida (…). Aunque desconozco a fondo el caso mexicano, prevengo que los homicidios allá van a continuar” (González Rodríguez, 2005: 14). La máxima expresión de una ciudad conflictiva, en cuyos espacios públicos tienen lugar las diferencias y los contrastes más extremos, además de la situación de sobrepoblación, de penuria urbana y de violencia intrafamiliar, que trasforman lo cotidiano en una pesadilla generizada. Se trata de un lugar en el que los aspectos públicos y privados se dividen por una estrecha línea cuando se abordan los asesinatos contra las mujeres: “Los crímenes sexuales contra mujeres serían posibilidades definidas por la cultura, lo que trasciende el hecho de referirse a quienes comenten éstos como seres enfermos o dementes (…). A punta que los crímenes sexuales se han caracterizado también por la 9 imagen del cuerpo de la mujer desnuda, cuyo cadáver se arroja como si fuera basura: «el cuerpo de la mujer es acomodado y exhibido en posiciones ginecológicas, como si fueran a tomarle una foto». Monárrez Fragoso subraya que, en estos acaso, la mujer es menos que mujer, menos que ser humano, es un objeto al que se le niega la su experiencia subjetiva. La estrategia de dominio masculino se apropia del cuerpo de las mujeres al mismo tiempo que posee y dispone del espacio público” (González Rodríguez, 2005: 37). El espacio público de Ciudad Juárez, que es todo el territorio, respalda los asesinatos siempre y cuando se cometan sobre las personas que estén margen del orden social. Todo ello construye los cimientos; desde la disposición espacial de la ciudad con sus particularidades arquitectónicas hasta las barriadas descomunales que son más que lo construido desde la lógica racional moderna. Cuanto más amplios y numerosos en población son los dominios del desorden social, o como se dice sobre Ciudad Juárez: “al contrario que las macrópolis mexicanas (…) que contemplan una mayor urbanización respecto de sus arrabales, Ciudad Juárez expone un giro contrario: las orillas dominan su centro” (González Rodríguez, 2005: 28). Desde el año 1993, fecha a partir de la cual se contabilizan los específicos asesinatos de mujeres, el espacio público representa el lugar de la impunidad, y nada de lo que allí ocurra tendrá repercusión gubernamental a menos que sea forzado por agentes externos. Mientras tanto, el espacio público es el lugar donde se muestran los cadáveres sin el menos pudor. El cadáver no es algo a ocultar durante los primeros años de los feminicidios ʻoficialesʼ, entre 1993 y 1995, cuando son los agentes gubernamentales los únicos encargados de su investigación, cuando el eco todavía no ha alcanzado dimensiones internacionales, y la naturaleza del fenómeno, considerado por las autoridades de excluido y desviado, hace que las indagaciones no sean suficientes para comprender la magnitud de los acontecimientos. Sergio González Rodríguez es rotundo en su análisis del fenómeno; postula el lugar al que hay que volver la mirada: “Hubo en el origen un deslizamiento fuera de los límites” (González Rodríguez, 2005: 13). La vista debe permanecer fija sobre aquellos lugares fuera del orden social, los únicos espacios donde este tipo de acontecimientos son posibles. La mirada, también, será atenta sobre cuestiones de género, sobre las condiciones e interdictos en su construcción. Ambos géneros, tanto el masculino como el femenino, están sujetos a una ingente cantidad de normas y preceptos que obligan a actuar y comportarse de una determinada forma. La poderosa fuerza de una racionalidad patriarcal, que se construye 10 sobre las bases de una cosmovisión religiosa en las que la influencia del cristianismo ha sido enorme. El papel de la mujer se ve vinculado a una serie de aspectos en los que, la lucha por su liberación misma, pueden llegar a desencadenar una espiral de violencia tanto en el espacio de la privacidad como de la publicidad. De esta manera, el sociólogo Alfredo Limas Hernández llegó a decir en un estudio realizado sobre la situación de la mujer en Ciudad Juárez: “ser mujer en Ciudad Juárez implica vivir «cuerpo y construcción de género en un sistema de relaciones de desventaja, en una ciudad y un espacio público que vulneran»” (González Rodríguez, 2005: 31). Justicia e injerencias externas Todavía las redes del narcotráfico, las instituciones públicas y las grandes empresas de la maquila no han sido investigadas por éstos crímenes, ni tan siquiera descubiertos sus vínculos. Para la justicia, las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez pertenecen a un orden paralelo, lo que les ocurra, sobre todo, dentro del espacio de la privacidad no es de su incumbencia estatal: “La Procuraduría General de la República, el órgano de justicia federal, se ha negado a asumir la investigación completa de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez: los considera sólo delitos de fuero común y de índole local, derivados de la «violencia intrafamiliar», o bien, como definen las autoridades de Chihuahua, «crímenes pasionales» »El centenar de homicidios de extrema violencia sexual contra mujeres detectado por expertos en Ciudad Juárez —así como el medio millar de desaparecidas allá en los últimos años de acuerdo con Amnistía Internacional, si bien la Comisión Nacional de Derechos Humano contabiliza 4.000 denuncias por desaparición de mujeres en dicha urbe— muestra un perfil nítido de crímenes contra la humanidad” (González Rodríguez, 2005: III-V). Pero una de las claves ya ha sido enunciada: “Hubo en el origen un deslizamiento fuera de los límites”. El orden social no se ocupa de dilucidar lo que ocurre en ese “afuera de los limites”, los acontecimientos que ocurren en esos espacios del afuera, lejos del orden social, son indescifrables para los habitantes y las instituciones del adentro. Cuando Michel Foucault teorizó sobre la lógica del orden social, agudamente vislumbró el papel del «afuera constitutivo». Para Foucault el ʻafuera constitutivoʼ es un espacio referencial, que habita exclusivamente en el mundo de las ideas, el de las palabras, no tiene cabida en el orden social salvo de espacio a partir del cual se constituye la funcionalidad y deseabilidad social. Sin embargo, otras teorías (Butler, 2002) habitan con monstruos un espacio que, aparentemente, estaba vacío de sujetos. Las mujeres que 11 ocupan ese espacio de ʻlas orillasʼ cumplen todas las características que las envían a aquel territorio del afuera, y todo lo que les ocurra se encuentra en el más absoluto margen. La reproducción de la desigualdad para el mantenimiento del orden social Estas mujeres sin identidad, o mejor dicho, mujeres con identidad resumida a sus más básicas caracterizas, habitan los espacios del anonimato antes y después de muertas. Sergio González Rodríguez comenta la forma en la que se violentan las particularidades de las desaparecidas-asesinadas, representando las mínimas particularidades de un colectivo al que no se busca ayudar: “Los datos rutinarios de cada volante insisten en una edad, un matiz de piel, una estatura, un color de ojos, una cicatriz. O una discapacidad física si la hay. La vida de un persona en diez líneas de tipografía o caligrafía” (González Rodríguez, 2005: 142). Y cuando se les atribuyen características, se impone el estereotipo propio del habitante del territorio del afuera. Los estereotipos que derivan a problemáticas de género son descritos de la siguiente manera: “Para los familiares de las víctimas en Ciudad Juárez, la historia de la desaparición y muerte de un ser querido reviste en cada caso una rutina de insensibilidad policiaca. A pesar de las denuncias inmediatas, las autoridades se mantienen inactivas, por apego a una regla: dejar que transcurra un par de días. O agreden con sus procedimientos. Por ejemplo, suelen aducir que las desaparecidas tienen una doble vida, se prostituyen, son afectas a las fiestas, o a fugarse con algún amigo” (González Rodríguez, 2005: 144). Pero la justicia social también se ve atravesada por cuestiones económicas: “Con todo, el caso de las muertas se había vuelto un acertijo internacional, pero las autoridades federales de México —en especial, la Presidencia— permanecían indiferentes. Sin duda, porque las víctimas eran mujeres desposeídas y detrás de sus muertes sólo había el reclamo de sus familiares y amigos, o el de las organizaciones civiles” (González Rodríguez, 2005, 121). La mujer, que es la víctima central del fenómeno en este determinado contexto social y territorial, es interpretada desde los parámetros del machismo y de la desigualdad económica. Las mujeres, o mejor dicho, las mujeres con las características que comparten aquellas que habitan la periferia de Ciudad Juárez, las trabajadoras de las empresas maquiladoras (generalmente inmigrantes ilegales procedentes de El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras, etc.), no son un sector de la población digno de la atención institucional. Así lo describe, novelado, Roberto Bolaño: 12 “Mientras Fate dormía dieron un reportaje sobre una norteamericana desaparecida en Santa Teresa, en el estado de Sonora, al norte de México. El reportero era un chicano llamado Dick Medina y hablaba sobre la larga lista de mujeres asesinadas en Santa Teresa, muchas de las cuáles iba a parar a la fosa común del cementerio pues nadie reclamaba sus cadáveres (…) Después aparecían algunas fábricas de montaje y la voz en off de Medina decía que el desempleo era prácticamente inexistente en aquella franja de la frontera” (Bolaño, 2005: 328). Lo vemos en el siguiente capítulo. 4. LA MODERNIDAD CONTRA LAS CUERDAS: LA DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONAS (EL CASO ARGENTINO Y URUGUAYO) ¿Qué y quién sustenta la racionalidad concreta? ¿Cuáles son las diferencias en los procesos de desaparición forzada de personas entre, por un lado, Argentina y Uruguay, y por el otro lado, México (más concretamente el caso juarense)? ¿Siguen ambos la misma racionalidad? ¿Qué aspectos tienen en común y en cuáles se diferencian? Todo ello puede comprenderse desde el análisis de los mecanismos de construcción del orden social en América Latina en su conjunto, y en la comparación entre los tres casos particulares planteados. El propósito de este escrito, como se ha señalado antes, no es elaborar una sociogénesis del Estado ni realizar una genealogía del poder de éste, sino, modestamente, hacer una aproximación a las lógicas seguidas en su construcción además de comprender los acontecimientos que allí ocurren. La constitución de un sujeto del adentro, del nacimiento de la figura del individuociudadano, que es consubstancial al nacimiento del Estado moderno en sí, simboliza el arquetipo por excelencia del orden social. Es complicado comprender el entramado que supone la creación de la figura central dentro de una sociedad en sus primeros momentos, pero resulta menos difícil si se utiliza el concepto foucaultiano del «afuera constitutivo» para ponderar y dibujar su centralidad y sus espacios de incidencia. Para el presente escrito, comprender las formas de oposición, la racionalidad del ʻguardabosquesʼ y la del ʻjardineroʼ, permiten vislumbrar lo ocurrido también en Ciudad Juárez nombrándolo de la siguiente manera: “[En América Latina] se combatió contra el Estado feudal y la política del guardabosques (Bauman, 1997a), (…). Es frente a ella que en la vieja Europa se estableció el «gobierno de los conocedores y el conocimiento como fuerza dirigente» (Bauman, 1997a: 99). Pero no fue así en América Latina: el Estado no se ocupó de reemplazar viejos guardabosques; se imaginó que la suya era una tarea de instalación de jardineros (Bauman, 1997b: 120): 13 hacer crecer primero y luego mantener y cuidar civilizaciones —es decir, limpiar el terreno de maleza, mantener impoluto, con admirable y paciente persistencia, lo que contiene su cercado—. (…) El ideal es el punto de partida. La civilización no es, pues, un resultado: es el comienzo (…). Aún hoy, los resultados de ese trabajo de la representación —pues es la representación la que se pelea con el espacio a colonizar— son, por eficaces, impactantes: nacieron ciudades, se concibieron Estados, se idearon imaginarios… marcados por el plan desde el que se trazaron y por las cláusulas que lo adornaban — entre otras, cierta obligación de mantener el terreno libre de maleza—. Es relevante para lo que examino aquí, la catástrofe de la desaparición forzada de personas: condicionará un futuro que seguirá pensando en civilizar, mantener y limpiar. A fin de cuentas, ese futuro, nuestro presente, no está tan lejos de aquel origen” (Gatti, 2011: 94-95). Hasta aquí, parece que la racionalidad que se sigue en el caso de los feminicidios es muy similar a aquella seguida por los nacientes Estados latinoamericanos, es decir, eliminar las figuras que vulneran el orden, que habitan en la permanente sospecha e invisibilizar a aquellos que interactúan, fundamentalmente, en los extramuros de la sociedad. En el caso de los primeros Estados constituidos en base a criterios científicos, basados en criterios de racionalidad pura, lo acontecido puede llegar a tener una explicación lógica y argumentada sobre el afán de civilización. Los procesos de gubernamentalidad (Foucault, 1990), de conducción de conductas, del encaminamiento de las subjetividades y de las formas de hacer, han constituido la práctica habitual para la creación del orden, de lo funcional, de lo práctico. Ello es explicado de la siguiente manera: “Foucault y Elias diseñaron Argentina y Uruguay. Otros los poblaron de individuos. A esos individuos devastó el dispositivo desaparecedor. Ese es el paisaje de fondo de la desaparición forzada: una sociedad fundada desde una retórica en la que trabajan el discurso de la creación ex nihilo y el de la eliminación de lo que sobra, en la que pesa tanto la construcción de lo que se ajusta al proyecto como la desaparición de lo disfuncional y conflictivo (…) Es cierto que es tentador argumentar que la tortura o —en una escala de brutalidad superior— la desaparición forzada contravinieron la regla de progreso de los procesos civilizatorios; que fueron procesos indicativos de que quedaba algo por domesticar; que «se requieren todavía más esfuerzos civilizadores» (Bauman, 1997b: 17). Pero, quizás, más que la hipótesis de un derrumbe civilizatorio o de una súbita barbarización, sea más ajustada la que sostiene que a lo que asistimos es al paroxismo de la racionalidad” (Gatti, 2011: 97). Cuando la figura del individuo-ciudadano se convierte vulnerable Hasta el momento, los procesos acontecidos en los tres lugares, México (Ciudad Juárez), Argentina y Uruguay parece que son de la misma naturaleza. Nada más lejos de la realidad. La práctica del asesinato durante las dictaduras latinoamericanas no 14 responde a la misma racionalidad si atendemos mínimamente a sus particularidades; observamos que pertenece a otro orden más moderno, más complejo. La figura de la mujer por un lado, y la de los militantes y activistas de las clases medias no responden a los mismo ideales. Los primeros se constituyen en el afuera constitutivo, los otros sin embargo, en el adentro. Entonces, ¿Siguen la misma racionalidad civilizatoria la desaparición forzada –asesinato- de personas? La respuesta es un rotundo no. La figura del desaparecido en los casos específicos del Cono Sur tiene espacios comunes con los feminicidios en Ciudad Juárez, así como rotundas diferencias: “Aquí (en Argentina y Uruguay) el poder se ejerció como siempre se hizo: sobre las entidades que rompen el orden. Y no fue esta una excepción. O sí, pues tuvo una enorme singularidad: las entidades objeto de desaparición forzada fueron los productos más refinados del propio trabajo civilizatorio, los individuos con carta plena de ciudadanía, racionales e ilustrados, aseados (o sucios por elección). Los frutos perfectos de la modernidad son los que van a ser despedazados por la maquinaria que fue su condición de posibilidad. La fuerza enorme de la civilización hizo este paisaje y luego tomó como objeto de su despliegue —y me atrevería a afirmar que esto es históricamente inaudito— a su propio producto, el individuo moderno y racional, limpio y autoconsciente, al sujeto propio del Estado-nación y de la ciudadanía liberal. Al sujeto que le ve sentido al diván psicoanalítico. Y lo deshizo” (Gatti, 2011: 97). En esta peculiaridad concreta reside la diferencia entre los casos argentino y uruguayo de los feminicidios de Juárez (que es volver a una cuestión planteada anteriormente): “los frutos perfectos de la modernidad son los que van a ser despedazados por la maquinaria que fue su condición de posibilidad”. Los desaparecidos en unos casos no son ʻlas mismas personasʼ en términos socioeconómicos que las desaparecidas en el otro, mientras que en uno los sujetos ʻmás pulidosʼ, los sujetos sobre los que el Estado social con todo su poder ha ejercido mayor esfuerzo, son aquellos sobre los que el mismo Estado se dedica a hacer desaparecer a través del dispositivo desaparecedor (Calveiro, 2004) con la indulgencia de salvaguardar precisamente el estado social. En todo ello, en unas características se parecen ambos países, en tanto que la desaparición se produce por motivos de orden y civilización, sin embargo, lo que les difiere es también substancial: en unas es en tanto que no son miembros de derecho de la sociedad, mientras que en el caso de la figura del detenido desaparecido son sujetos desviados o que alteran el orden dentro de la propia sociedad. El adentro y el afuera de la sociedad se ve claramente en tanto que unos son capaces de alterar el orden social y los demás viven al margen del mismo. Unos son individuos-ciudadanos, mientras que las demás no son consideradas como tales: 15 “Es mi hipótesis que, en ese contexto, el dispositivo desaparecedor (Calveiro, 2004) y la figura que produce —el desaparecido— se manifiestan, respectivamente, como dispositivo que busca y figura que encarna la desestructuración y el desencaje del más prototípico de los productos de la subjetividad moderna: el individuo-ciudadano” (Gatti, 2011: 92-93). Una vez más, en el caso de Ciudad Juárez, al contrario de los que ocurre en los países del Cono Sur latinoamericano, se ha cumplido una de las premisas de la racionalidad moderna exacerbada, mientras que en Argentina y Uruguay se han dado las dos proposiciones, ahí reside la diferencia en los hallazgos de unos y de otros cadáveres: “Es, como digo, un verdadero invento, tanto que merece un nombre, el de la paradoja que lo constituye, «la paradoja del detenido-desaparecido», que podría enunciarse así: (1) la desaparición forzada es parte de las herramientas de construcción y gestión de la población propias del orden civilizatorio/moderno; (2) la desaparición forzada se aplica a los productos más acabados del orden civilizatorio/moderno” (Gatti, 2011: 97-98). En Ciudad Juárez, no como en Argentina y Uruguay, tan sólo la primera premisa funciona. 5. CONCLUSIONES: “Y CUANDO MÉXICO DESPERTÓ, EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA ALLÍ”5 Como conclusión, se muestra otro fragmento de la novela de Roberto Bolaño que, de la mejor manera posible, explica lo que yo he tratado de mostrar en el presente escrito: la diferencial lógica racional seguida en los dos contextos de asesinato-desaparición, que responden a un mismo propósito civilizatorio, y que tienen como sustento fundamental dos procesos diferentes para alcanzar y de entender el proceso civilizatorio. A lo largo de toda la novela, Bolaño aporta su explicación a la inoperancia institucional que circunda el hecho en sí de los feminicidios, y da una aproximación fidedigna al estatismo frente a los acontecimientos. La paradoja del detenido-desaparecido se comprende en su primer nivel, aquel referido a la desaparición forzada como parte de las herramientas de gestión de la población, no así el segundo nivel que implica, fundamentalmente a los productos más acabados del orden civilizatorio moderno, o mejor en las páginas del 2666: “En el siglo XIX, a mediados o a finales del siglo XIX, dijo el tipo canoso, la sociedad acostumbraba a colar la muerte por el filtro de las palabras. Si uno lee las crónicas de esa época se diría que casi no había hechos delictivos o que un asesinato era capaz de 5 Alusión al microrrelato del escritor guatemalteco Augusto Monterroso con el que el PRD iniciaba un debate en el Senado en contra de la Ley de Hidrocarburos en el año 2014. 16 conmocionar a todo un país (…). Usted dirá: todo cambia. Por supuesto, todo cambia, pero los arquetipos del crimen no cambian, de la misma manera que nuestra naturaleza tampoco cambia (…). Estoy hablando del siglo XIX, del siglo XVIII, del XVII. Claro, era pequeña. La mayoría de los seres humanos estaban en los extramuros de la sociedad. En el siglo XVII, por ejemplo, en cada viaje de un barco negrero moría por lo menos un veinte por ciento de la mercadería, es decir, de la gente de color que era transportada para ser vendida, digamos, en Virginia. Y eso ni conmovía a nadie ni salía en grandes titulares en el periódico de Virginia ni nadie pedía que colgaran al capitán del barco que los había transportado. Si, por el contrario, un hacendado sufría una crisis de locura y mataba a su vecino y luego volvía galopando hacia su casa en donde nada más descabalgar mataba a su mujer, en total dos muertes, la sociedad virginiana vivía atemorizada al menos durante seis meses, y la leyenda del asesino a caballo podía perdurar durante generaciones enteras. Los franceses, por ejemplo. Durante la Comuna de 1871 murieron asesinadas miles de personas y nadie derramó una lágrima por ellas. Por esa misma fecha un afilador de cuchillos mató a una mujer y a su anciana madre (no la madre de la mujer, sino su propia madre, querido amigo) y luego fue abatido por la policía. La noticia no sólo recorrió los periódicos de Francia sino que también fue reseñada en otros periódicos de Europa e incluso apareció una nota en el Examiner de Nueva York. Respuesta: los muertos de la Comuna no pertenecían a la sociedad, la gente de color muerta en el barco no pertenecía a la sociedad, mientras que la mujer muerta en una capital de provincia francesa y el asesino a caballo de Virginia sí pertenecían, es decir, lo que a ellos les sucediera era escribible, era legible. Aun así, las palabras solían ejercitarse más en el arte de esconder que en el arte de develar. O tal vez develaban algo. ¿Qué?, le confieso que yo lo ignoro” (Bolaño, 2005: 337-338). De todo ello se puede concluir lo siguiente: 1) La literatura nos ha ayudado a comprender y evidenciar el fenómeno. Estas dos obras han tenido más éxito en sus propósitos de visualizar la realidad que cualquier otra — aunque estas hayan sido lejos de la academia—. La literatura ha sido, es y será una herramienta útil que utilizar para la sociología. Si queremos visualizar las lógicas de conformación civilizatorias, debemos “revertir perspectivas y percibir sujetos alternativos que no hayan sido identificados por el punto de vista dominante” (Iveković, 2014: 25) y para ello, la literatura puede ser una herramienta de peso a la hora de problematizar sujetos oscurecidos y en contextos de difícil comprensión a priori. Tanto la obra de Borges primero (para comprender el devenir de la racionalidad Estatal), como la de Roberto Bolaño después (dando voz a los desposeídos de la zona) han ayudado a que agentes externos al fenómeno, pero sensibles a los acontecimientos, pudieran incidir sobre éste. 2) En 2666 se hace un sincero homenaje a las víctimas, dándoles nombres y apellidos, evidenciando lo ordinario de la cotidianeidad de las mismas. Se le dedica a muchos de 17 los casos concretos (al menos a un centenar de ellos) la atención mínima negada en el fatídico día y los siguientes, mostrando las características específicas que van más allá de las interesantes para la satisfacer el morbo de la nota roja. Las comunidades de dolor, aquellas que enfatizan su condición de vulnerable, encuentran en ese hecho una forma de empoderamiento, “considerando la vulnerabilidad como una forma de activismo, o como aquello que es en algún sentido movilizado como forma de resistencia” (Butler, 2014: 99); y a través de la consideración ficcional de su sufrimiento, una nueva forma de narrar la historia de violencia es considerada. 3) Los asesinatos cometidos contra mujeres en Ciudad Juárez siguen el proceso de mantenimiento del orden y de civilización que acompañó a los mecanismos primeros de civilización cometidos por el Estado moderno. Este orden civilizatorio es excluyente y unidireccional y tramposo: “¿pueden aquellos que han sido excluidos de la razón, representados sin ninguna, como los esclavos, los colonizados, las mujeres, confiar en algún modo en la razón? La razón es tramposa, reguladora, reflexiva así como, también, un dispositivo normativo que apuntala el modo dominante de pensar” (Iveković, 2014: 21). 4) Las asesinadas, lejos de ser los sujetos más afinados del Estado, son invisibles para sus largos tentáculos corruptos en forma de institución. Su invisibilidad justifica el silencio de las autoridades pertinentes de la zona. Nadie habla sobre las que no tienen voz, salvo en contadas excepciones por (entre muchas otras) las organizaciones Nuestras Hijas de Regreso a Casa y Casa Amiga, hostigadas con asiduidad tanto por instancias gubernamentales como por otras paralelas. Es un ejercicio de responsabilidad recordar, también, que, ante la incapacidad de la sociedad civil de emplazar en un campo de acción mayor sus proposiciones, los colectivos que actúan no podrían ser calificados como colectivos de resistencia, sino como subalternos, como “personas que aceptan la miseria como normalidad” (Spivak, 2014: 35). 5) En Ciudad Juárez el espacio público es el lugar donde se vulneran los derechos fundamentales de las personas que alteran el “aparente” orden social —“tenemos que estar preparados para preguntarnos acerca de bajo qué condiciones encontramos los cuerpos ensamblados en la calle motivo de la celebración” (Butler, 2014: 100)—. En el ámbito privado son violentadas con constantes y persistentes prácticas machistas. 18 6) Ciudad Juárez sigue siendo un hervidero de corrupción institucional, siendo ésta la mayor desgracia si se tienen en cuenta los aspectos y soluciones al conflicto. La delincuencia asociada al narcotráfico, al tráfico de personas y a la violencia extrema, unida, además, a una racionalidad patriarcal hacen de aquella ciudad uno de los escenarios más problemáticos y complejos del que se tiene noticia. Su espacio público vulnera la integridad no sólo de las mujeres, aunque sí en ellas de forma peculiar y específica, exhibiendo sus cadáveres brutalmente asesinados sin el menos pudor a la intemperie. 7) La figura del desaparecido-asesinado en Argentina y Uruguay no puede sentirse interpelada por la cita de Roberto Bolaño ni tampoco por la inicialmente propuesta por Jorge Luis Borges. Estos casos son completamente diferentes puesto que se evidencia la pertenencia intramuros de la sociedad y a su sistemático desaparecimiento por cuestiones relacionadas con la militancia política, la ideología y que tiene unas características socioeconómicas concretas: “contra la aparente transparencia del mundo (…) la ambigüedad fundamental y en los límites o el revés de lo visible” (Hennigfeld, 2015: 199). 8) Los acontecimientos ocurridos en el Cono Sur latinoamericano muestran como la figura del individuo-ciudadano y su mero reconocimiento construyen una racionalidad concreta. En los dos casos planteados el hecho viene a ser el mismo: la desaparición de personas. Sin embargo, y aquí radica la diferencia, en uno de ellos los sujetos sí que tiene el estatuto de pleno derecho de ciudadanía, mientras que en el otro caso, la figura es la del nómada, la del excluido; “vida excluida, proscrita, condenada, desde luego vida no ʻescribibleʼ o ʻlegibleʼ” (Witthaus, 2015: 68). 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