MANIFESTACIONES CALLEJERAS EN BRASIL: RESPUESTA DE LOS Angela Santana do Amaral

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MANIFESTACIONES CALLEJERAS EN BRASIL: RESPUESTA DE LOS
JÓVENES FRENTE A LA PRECARIZACIÓN DE LA VIDA
Angela Santana do Amaral 1
Simaia de Figueiredo Ferreira 2
Juliane Feix Peruzzo 3
<Las jornadas originales que constan en el O 18 Brumario de
Luís Bonaparte, son lo más colosal acontecimiento de la historia
de las guerras civis europeas. Refiérase al momento en que la
coyuntura abierta por la revolución de 1848, el proletariado de
Paris, articula un movimiento concreto de lucha por los derechos
de los colectivos, pero son destruidos por la represión policial. A
pesar de la derrota armada, esos sujetos fueron evocados con
todas las honras y, así hecho la Europa temblar” (Marx, 2011:
35)>.
Este trabajo propone analizar las manifestaciones callejeras que tuvieron lugar en Brasil
a partir de junio de 2013 y que aún continúan a día de hoy. Hay que poner de relieve
que los grupos que participaron en dichas manifestaciones planteaban demandas
diferenciadas, transformando con su actuación el escenario político y social brasileño.
Como consecuencia de la aparición de estas demandas ciudadanas el Estado se ha visto
obligado a replantearse una serie de políticas con objeto de responder a los distintos
intereses de las clases emergentes. Frente a esa coyuntura, pensamos que resulta
necesario escudriñar los factores estructurales que generaron dicho movimiento
ciudadano. Para ello, deberemos tener en cuenta algunas cuestiones que nos hagan
reflexionar sobre las principales motivaciones que llevaron a jóvenes de clase
trabajadora más precarizada a reivindicar en las calles unos derechos sociales
reconocidos en la Constitución de 1988 y que percibían como fragmentados por un
gobierno de izquierda que incumplía su programa electoral. En dichas manifestaciones
participaron también grupos que se decían políticamente independientes (sin afiliación
1
Trabajadora Social- Doctora en Trabajo Social por la Universidad Federal do Rio de Janeiro-UFRJ.
Docente e Investigadora del Grupo de Estudos e Pesquisas sobre o Trabalho, da Universidade Federal de
Pernambuco, Brasil. Investigadora Pós-doctoral en Sociología por la Universidad Complutense de
Madrid. Email: [email protected].
2
Trabajadora Social – Máster en Sociología de la Población, del Territorio y las Migraciones por la
Universidad Complutense de Madrid. Email: [email protected].
3
Trabajadora Social- Doctora en Trabajo Social por la Universidad Federal do Rio Grande do Sul.
Docente e Investigadora del Grupo de Estudos e Pesquisas sobre o Trabalho, da Universidade Federal de
Pernambuco,Brasil., Email: [email protected].
ideológica reconocida) muchos de los cuales, tras denunciar los altos índices de
corrupción, abogaban por el retorno del régimen dictatorial derrocado en 1984.
El Estado brasileño se ha mostrado tradicionalmente proclive a defender los intereses de
las clases más favorecidas (con frecuencia extremadamente influyentes en los medios de
comunicación de masas) que no dudaron en generar instabilidad económica, política y
social para mantener su poder. Ante esta situación se plantea una discusión que toma en
consideración el hecho de la fragilidad del sistema democrático brasileño y de cómo el
Estado y la sociedad civil están expuestos a la influencia de los medios de
comunicación. Así mismo, nos parece importante señalar que tras las intensas
manifestaciones, las condiciones sociales y de vida siguen sin haber experimentado
cambios significativos, ni haber modificado la agenda política principal del gobierno
brasileño.
Palabras-clave: manifestaciones, protestas, reformas del Estado, precarización laboral y
derechos sociales
La coyuntura de Brasil en los años 2000: algunas reflexiones
La primera reflexión que nos viene a la cabeza cuando releemos sobre las
manifestaciones callejeras ocurridas en Brasil, en 2013, es preguntarnos tanto por su
génesis como por su significado en una coyuntura pseudo-redistributiva en que los
derechos sociales fueron puestos tras los presupuestos y proyectos de construcción de
infraestructuras vinculados al Mundial de futbol que ocurrió en 2014.
En ese sentido, los cambios que han vivido Brasil en dicho periodo, deben ser
analizados en el contexto de la estructura de distribución de la renta en Brasil y de los
elevados niveles de desigualdad sufridos por este país. Pero, a partir de un marco más
amplio que incluya la reflexión sobre las transformaciones del contexto nacional e
internacional. No es el objeto del presente artículo escudriñar los cambios acontecidos,
pese a ello, no se puede dejar de mencionar las claves que impulsaran tales
manifestaciones.
En los años 2000, en el ámbito Latinoamericano, fueron elegidos gobiernos o
candidatos que planteaban la representación de los sectores progresistas de la sociedad.
Éstos llegaron al poder con posiciones anti-imperialistas y la defensa de un desarrollo
nacional, comprendido como un medio de autonomía de los Estados nacionales. El
discurso de estos gobernantes era el de un desarrollo sostenible desde un punto de vista
económico y social. Sin embargo, en ese período se mantuvieron los patrones de
concentración de la riqueza (en Latinoamérica más del 40% de la población se
encuentra por debajo del umbral de la pobreza). Las desigualdades sociales persisten
pese a que se pusieron en marcha iniciativas para reducir la pobreza a través de políticas
de inclusión, como por ejemplo las políticas de rentas mínimas sociales como políticas
compensatorias reconocidas como subsidios a los más pobres.
Según la Comissão Econômica para a América Latina e o Caribe (2010), en su
“Relatório do Programa de Assentamentos Humanos da Organização das Nações
Unidas” (ONU-Habitat), el problema de la desigual distribución de la renta afecta al
continente Latinoamericano en general. El 20% de los latinoamericanos más ricos
concentran más del 56,9% da riqueza de la región, mientras que el 20% más pobre
acumula apenas el 3,5% de la renta, lo que hace de este Continente la región más
desigual del mundo. El caso brasileño es el más significativo por la dimensión y poder
económico de éste país. Los números evidencian que el 10% más rico posee casi el 75%
de la riqueza total, mientras que el 90% más pobre se queda apenas con el 25%.
Lo que llama la atención en estos datos es el hecho de que no se están desarrollando
reformas substantivas que inviertan la destrucción neoliberal de las políticas sociales. El
escenario continental revela la expansión de las políticas de excepción, de ingresos y de
sustitución al derecho al trabajo. Todo eso, en el contexto del capital financiero, que es
un rasgo predominante en esta fase de reestructuración capitalista. Dicho proceso está
enmarcado por el apartamiento del Estado de sus funciones esenciales, además de
propulsar un profundo ciclo de privatización, descentralización y precariedad del
trabajo, orientaciones que expresan las directrices políticas y recomendaciones de
organismos financieros mundiales, con implicaciones serias en la reducción u
eliminación de conquistas y derechos de la clase trabajadora, constituyéndose una
tendencia mundial. Por cierto, con particularidades históricas a considerar.
La reacción a la estrategia del Estado de bienestar llevada a cabo por los socialdemócratas, del mismo modo, fue trabajada en el ámbito de la política. Friedman
(1988), por ejemplo, pasó a asociar la crisis económica al poder de los sindicatos y la
presión que hicieron para lograr reivindicaciones por la ampliación de los derechos, lo
que, en su concepción, implicaban una elevación de los presupuestos de los gobiernos.
En Brasil, lo que tenemos es que, todos estos años, los gobiernos han sido proclives a
aplicar las recomendaciones de las agencias internacionales para recomponer las tasas
de plusvalía del sistema. En este sentido, se sumaron a las políticas generales de carácter
liberalizador impuestas a los países periféricos. Las agencias multilaterales proponen un
acercamiento más estrecho con el mercado y la introducción de las nociones de
eficiencia, competitividad y promoción emprendimiento entre los objetivos de la
política económica de estos países.
Al establecer esta dirección a las políticas públicas el gobierno brasileño opta por
compartir su proyecto de iniciativas estratégicas para el desarrollo del país con los
mercados internacionales con la colaboración de las empresas y las instituciones no
gubernamentales. Los éxitos económicos permitieron transformar parte del patrimonio
público en servicios mercantiles en nombre de la libertad del mercado. En lo que
respecta a las políticas de desarrollo, la estrategia económica y social ha sido,
predominantemente, pero no exclusivamente, la promoción del consumo, los programas
de transferencia de renta, el crédito popular y la economía social, sostenidas por
conceptos e ideologías de empoderamiento y generación de capacidades. La expectativa
del gobierno brasileño era que tales políticas dinamizasen las economías locales y
regionales, generando la inclusión social de los segmentos más excluidos de la sociedad
y disminuyeran las históricas desigualdades sociales.
Bajo esas condiciones se ha articulado una nueva ofensiva ideológica dirigida a la
periferia del capitalismo, donde se refuerzan valores y concepciones relativas a las
posibilidades de movilidad social, al aumento del consumo de una supuesta “nueva
clase média” que emerge de esa etapa de desarrollo.
La configuración del Estado social-liberal en los términos de Castelo “muda apenas os
aspectos do neoliberalismo para preservar a sua essência” (2013, p. 122). No obstante,
pese a los indicadores positivos que son subrayados como resultados del desempeño de
la economía, permanecen intactas las bases de sostenibilidad de la reproducción
ampliada del capital.
Las manifestaciones en curso: jóvenes en movimiento
La superexplotación del trabajo y las constantes denuncias sobre las condiciones de vida
y trabajo de muchos segmentos de empleados son ilustrativas de que el rentismo y la
concentración de renta se mueven a contrapelo de las reales condiciones de desarrollo
social. El patrón de acumulación del desarrollo capitalista brasileño en los últimos
gobiernos (Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff), al intentar conciliar intereses
de las clases políticas de inclusión y, a su vez, profundización de políticas del mercado
y rentismo, llevó a una creciente insatisfacción de las masas populares.
Desde un punto de vista mundial, la crisis capitalista de estos últimos años y, en
particular del segundo mandato de la presidenta Roussef, traen serias implicaciones a la
economía brasileña, aliada a un contexto político grave enmarcado por denuncias de
corrupción en el gobierno de Lula da Silva. Los datos evidencian un cuadro de 11
millones de desempleados sobre una población total de más de 190 millones de
habitantes. Hay un alto grado de precarización del trabajo, cuyo ejemplo más ilustrativo
son los más de 50% de la fuerza de trabajo que se encuentra en situación de
informalidad y sin cobertura de aseguramiento. La generación de empleos indefinidos
en la década de los 2000 se materializó en más de un 95% de contratos con salarios
inferiores a 1 ½ veces el salario mínimo.
Con las privatizaciones y la mercantilización de grande parte de los servicios sociales,
los recortes en el presupuesto para los servicios básicos, y la consecuente precariedad de
los mismos, la insatisfacción de crecientes sectores de las clases trabajadoras fue
aumentado, hasta que explotó en el movimiento denominado “Jornadas de Junho”.
Nuestro punto de análisis es que la precariedad de la vida y del trabajo y, el
incumplimiento de las leyes derivadas de la Constitución de 1988 en Brasil
profundizaron esa insatisfacción y las movilizaciones ciudadanas de 2013, repetidas
desde entonces hasta nuestros días.
Los jóvenes han sido protagonistas directos de este proceso y, con ellos, se abre un
nuevo ciclo de luchas sociales que incorporan a los trabajadores asalariados,
desempleados, y crecientes sectores de la denominada “nueva clase media”.
En un contexto marcado por una fuerte ofensiva mediática, las manifestaciones tuvieron
un fuerte rechazo inicial por parte de los medios de comunicación. Las organizaciones
partidarias y sindicales fueron atacadas por el conjunto de los medios de comunicación
cuyo objetivo era criminalizar a la juventud y profundizar en la polarización entre
manifestantes.
Es sabido que los fenómenos sociales trascienden las barreras nacionales, tanto
económicas como políticas, sean del ámbito que sean, y es precisamente aquí donde
podemos insertar el contexto de las manifestaciones brasileñas. El período clave donde
se produjeron estas manifestaciones está enmarcado por una coyuntura muy particular:
“la Copa de las Confederaciones” que, de acuerdo con Antunes (2013), se ha tornado en
“la Copa de las Rebeliones”. Tal particularidad y singularidad tiene en común: los
grupos populares que se apropiaban del espacio público, de las calles, de las plazas,
explicitaban así su descontentamiento, tanto con las formas de representación como con
la institucionalidad. En ese sentido, las reivindicaciones tuvieron un contenido, por
supuesto, heterogéneo, pero también ponían de manifiesto la precarización laboral y sus
correlaciones entre clases, género, generaciones y grupos étnicos. (Antunes, 2013).
Según este autor, en Brasil “el mito de la clase media comenzaba a desarticularse”
(Ídem). En ese sentido, tanto en los gobiernos de Lula da Silva, como de Dilma
Roussef, lo que se ha visto ha sido la invisibilidad de políticas emancipadoras en
beneficio de los sujetos, además de leyes que garantizasen sus derechos. Sin embargo,
lo que se ha puesto en relieve fueron las políticas que incentivaron la producción y
venta de automóviles al disminuir la tributación fiscal de esta industria. Como
consecuencia de dicha política, las ciudades se llenaron de automóviles, al mismo
tiempo que los transportes públicos fueron más precarizados y transferidos a la gestión
privada. Por eso, conviene señalar que uno de los principales motivos que impulsaron
las manifestaciones era el “Movimento do passe libre – MPL”. Tal movimiento nació en
la ciudad de São Paulo, en su origen fue formado por dos grupos de jóvenes: 1.
estudiantes con concepción política, aunque no necesariamente partidaria; 2 jóvenes con
afinidades políticas anarquistas y con partidos que representaban a la izquierda
brasileña. Todos ellos, en alguna medida, trabajaban y dependían del transporte público
para su movilidad. Se sumaban a estos la clase media asalariada de servicios, los
estudiantes de universidades privadas con tasas mensuales muy elevadas y de pésima
calidad, además de los trabajadores que no podrían esperar para acceder el Sistema de
Sanidad Público (SUS) derivada de la falta de médicos y que tuvieron que contratar un
plan de salud privado. De este modo, en la segunda fase de las manifestaciones hubo
una ampliación de los sujetos que venían de clases más conservadoras, sectores
“apolíticos”, otros más politizados como el Movimiento de la Periferia Viva y de los
Trabajadores sin Techo, conductores de camiones de grandes empresas multinacionales
(contra la subida del pago de las carreteras) (Ibíden, 2013).
El desarrollo de los acontecimientos puede ser clasificado en tres fases: la primera
estuvo caracterizada por una eclosión pequeña de estudiantes de clase media con
movilizaciones en la ciudad de São Paulo a principios de junio de 2013. En esa primera
etapa el principal objetivo de las reivindicaciones era la reducción del precio del
transporte público. Tales manifestaciones fueron convocadas, prioritariamente, por
medio de las redes sociales y según los datos cuantitativos señalados por Antunes
(2013) y Singer (2013), reunía en torno a entre 2 mil y 5 mil personas 4. La segunda
etapa comenzó como consecuencia de la fuerte violencia policial. Entre los días 17 y 20
de junio de 2013, otros sectores de la sociedad civil empiezan a participar de las
manifestaciones, pero de acuerdo con Singer (2013) la entrada de distintos sectores sin
claridad en sus demandas conllevo una fragmentación en la configuración de la lucha
por los derechos sociales.
Otro momento de inflexión y cambio en esa etapa fue la expansión de las
manifestaciones por distintas ciudades de Brasil. Dicho momento ocurrió en el inicio de
la “Copa de las Confederaciones”, donde se desarrollaron los partidos (Brasilia,
Fortaleza, Salvador, Belo Horizonte y Río de Janeiro). En ese periodo el MPL, según
Chaui (2013), han conquistado 2 logros: la reducción del precio del transporte público,
y la definición de la cuestión del transporte público en el plano de los derechos
ciudadanos y, así puso de relieve el núcleo de la práctica democrática, es decir la
4
Según la Agência Estado, en 30/06/2013. Disponible en <www.ultimosegundo.com.br>
creación y defensa de los
derechos por intermedio de la explicitación (y no
ocultamiento) de los conflictos sociales y políticos.
Tras estos logros del MPL, la presidenta Rousseff propuso una Constitución exclusiva
para hacer una reforma política en el país a partir de las demandas planteadas por los
movimientos sociales y, por fin sometidas a un referéndum. Sin embargo, tampoco la
Constitución y el referéndum se concretaron.
Según Braga (2015, p.3) algunos datos muestran la composición de los manifestantes en
2013 y 2015: “uma massa formada por jovens trabalhadores periféricos usuários do
transporte público vivendo em famílias com renda em torno de 3 salários mínimos
reagindo contra a brutal repressão dos aparelhos policiais”. En ese contexto, se estima
que los sectores medios participando de las manifestaciones en la orden de 25% de los
participantes.
Según este autor, entre marzo y abril de 2015 se produjo una predominancia de la
población adulta entre los participantes, concentrada entre 30 y 50 años,
mayoritariamente blanca, que cobraba más de 5 sueldos mínimos5. En este año, los
manifestantes populares, o sea, los que vivían en hogares que cobraban hasta 3 sueldos
mínimos, no pasaron de 20% (Braga, 2015). Así, consideramos que los planteamientos
y reivindicaciones que fueron objeto de las primeras manifestaciones se caracterizaron
por un movimiento espontáneo, logrando, en el 2015, otra calidad en términos de un
programa popular que considerase más inversiones públicas en transporte, salud,
educación, entre otras políticas sociales.
No obstante la ofensiva de los media conservadores en Brasil incentivó las
manifestaciones de la derecha política pidiendo, incluso, el impeachment de la
presidenta Roussef.
En ese sentido, se puede afirmar que las “jornadas de junio de 2013” y las protestas que
las siguen inauguraron un nuevo ciclo político en Brasil, imponiendo una reflexión
sobre la debilidad de las instituciones democráticas, el poder de la media y la necesidad
de politización y organización de los jóvenes aúnque permanezca un escenario de
incertidumbre y fragmentación de las clases trabajadoras.
5
Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas el sueldo mínimo en Brasil se refiere al valor de
670 reales en 2013.
Referencias Bibliográficas
Libros:
Marx, Karl. (2011). O 18 Brumário de Luís Bonaparte. São Paulo: Boitempo.
Artículo de Revista:
Castelo,
Rodrigo.
(2013)
O
canto
da
sereia:
social-liberalismo,
novo
desenvolvimentismo e supremacia burguesa no Brasil contemporâneo. En Pauta, v. 11,
p. 119-138.
Referencias de internet:
Agência Estado. Disponible en www.ultimosegundo.com.br.
Antunes,
R.
As
rebeliões
de
junho
de
2013.
(2013)
Disponible
en:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D9113.dir/osal34.pdf#pag
e=38.
Braga,
Ruy.
Os
sentidos
de
junho.
(2015)
Disponible
en:
https://blogdaboitempo.com.br/2015/07/06/os-sentidos-de-junho.
Singer, A. Brasil, junho de 2013: Classes e ideologias cruzadas. (2013) En: Novos
estudos – CEBRAP. DOSSIÊ: MOBILIZAÇÕES, PROTESTOS E REVOLUÇÕES no.
97 São Paulo. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1590/S0101-33002013000300003.
Chaui, M. As manifestações de junho de 2013 na cidade de São Paulo. Revista Teoria e
Debate.
(2013).
Disponible
en:
http://centrovictormeyer.org.br/wp-
content/uploads/2014/01/As-manifesta%C3%A7%C3%B5es-de-junho-de-2013-nacidade-de-S%C3%A3o-Paulo.pdf.
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