LAS CONCEPCIONES DE APRENDICES Y DOCENTES SOBRE EL APRENDIZAJE Nora Scheuer1 Montserrat de la Cruz2 Juan Ignacio Pozo3 Mª Puy Pérez Echeverría4 Introducción ¿Cómo conciben aprendices y educadores el proceso de aprendizaje? La noción ampliamente aceptada en el campo de la investigación e intervención educativas que “todo intento de enseñar se apoya en una comprensión de la mente del aprendiz” (Olson y Torrance, 1996) ha dado lugar, principalmente, a investigaciones sobre las concepciones y modos de conocer en áreas específicas de conocimiento, como la física, las matemáticas o la historia. En cambio, son escasas las investigaciones que analizan las concepciones sobre el aprendizaje. Además, esas investigaciones provienen de marcos teóricos y metodológicos muy diferentes, lo que dificulta la interpretación e integración de sus resultados (Pérez Echeverría et al., en prensa). Podríamos decir que el aprendizaje es el eje de la relación entre aprendices y educadores: aprender es a la vez el “oficio” de los alumnos y el sentido de la enseñanza, ya que ésta se origina y debiera estructurarse en función de favorecer aprendizajes en los alumnos. La importancia de profundizar la investigación sobre las concepciones del aprendizaje reside en que éstas impregnan, como mediadoras, la experiencia, actividad y posicionamiento en el aprendizaje y en la enseñanza. Asimismo, conocer mejor esas concepciones es esencial para delinear y evaluar estrategias mediante las que pueda lograrse de un modo más eficaz el cambio de las mismas. En los últimos años, el ritmo de cambio social y cultural está generando nuevas formas de organizar socialmente el conocimiento y nuevas demandas de formación que están requiriendo cambios en los sistemas educativos. Estos cambios educativos implican no sólo una Investigadora en el CONICET – CRUB (UnComahue). Profesora en el CRUB (UnComahue). 3 Profesor en el Departamento de Psicología Básica de la Universidad Autónoma de Madrid. 4 Profesora en el Departamento de Psicología Básica de la Universidad Autónoma de Madrid. 1 2 modificación en la estructura del sistema educativo sino también en las metas de la educación y en los propios contenidos curriculares, que afectan la forma en que los diferentes campos de conocimiento se enseñan y aprenden. Así, una variable fundamental que afecta el éxito o fracaso de esos cambios educativos es la forma en que profesores y alumnos, como agentes educativos, interpretan su tarea respectiva. Mientras que los investigadores, y en algunos países también los administradores educativos, basándose en criterios epistemológicos, psicológicos y didácticos, defienden una enseñanza dirigida a la construcción de conocimientos por parte de los alumnos, en vez de la simple transmisión de cuerpos acabados de conocimientos, los verdaderos agentes del cambio educativo, profesores y alumnos, siguen actuando de acuerdo con sus propias concepciones sobre el proceso educativo, que oscilan entre una concepción positivista del conocimiento y una enseñanza únicamente transmisiva, por una parte, y una concepción que podría describirse como constructivista trivial o superficial (de la Cruz et al., en prensa; Herscovics, 1996), que obstaculizarían el desarrollo de una autonomía en el aprendizaje, esencial para el desarrollo personal y social. En el marco del Proyecto Alfa “Los profesores y los alumnos ante los cambios educativos”, en el Centro Regional Universitario Bariloche y en la Universidad Autónoma de Madrid estamos investigando las concepciones sobre aprendizajes específicos en alumnos preescolares y de nivel primario (aprendizaje de actividades privilegiadas por el niño; aprendizaje del dibujo) y en alumnos universitarios (aprendizajes disciplinares: psicología, estadística, etc.), así como sobre la enseñanza y el aprendizaje en alumnos universitarios que se forman como profesores de educación física, matemática o biología. A partir de esos trabajos elaboramos un enfoque sobre las concepciones sobre el aprendizaje y sus procesos de cambio, algunos de cuyos aspectos se resumen aquí. Las concepciones sobre el aprendizaje Si bien no se hará una revisión de las investigaciones sobre las representaciones que los sujetos elaboran y emplean sobre la construcción y cambios en los conocimientos propios o de otros (ver Pérez Echeverría et al., 1998), interesa destacar que se trata de un ámbito que es y ha sido estudiado desde enfoques teóricos y metodológicos muy diversos. Quizás los más conocidos son los estudios sobre el desarrollo de la “teoría de la mente”, de la metacognición y de las creencias epistemológicas; el llamado “pensamiento del profesor”; las creencias o concepciones del aprendizaje y la enseñanza; los modelos mentales y teorías implícitas de padres y educadores acerca de la educación, el aprendizaje y el desarrollo. Congruentemente, también varían los términos empleados para referirse a esas representaciones de los sujetos: concepciones, teorías implícitas, perspectivas del profesor, principios de práctica, sistemas de constructos o sistemas conceptuales, conocimiento práctico, modelos mentales. Aunque difieren en alguna medida en su significado, todos estos términos encierran la idea que la conducta cognitiva de los sujetos, sus prácticas y estrategias están guiadas “por un sistema personal de creencias, valores y principios y que este sistema es el que les confiere sentido” (Wittrock, 1989). Sin embargo, es necesario precisar algunas cuestiones. En primer lugar, nos referimos a unas representaciones mentales. Pese a que éstas puedan estar estrechamente ligadas a prácticas, entendidas como acciones en contextos, no coinciden con ellas. El objeto de estudio no es entonces lo que hace concretamente el alumno al aprender, ni lo que hace un educador para promover aprendizajes, sino las representaciones de unos y otros sobre qué, cuándo, dónde y cómo se aprende. Ahora bien, como también el campo de las representaciones es sumamente amplio y difuso, resulta conveniente diferenciar entre niveles representacionales (ver también Wellman, 1990; Vosniadou, 1994; Barreiro et al., 1996; Rodrigo, 1997). Para ello tenemos en cuenta dos criterios, cada uno de los cuales consiste en un continuo: a) desde las representaciones más explícitas y accesibles hasta aquellas más implícitas y b) desde las representaciones más específicas y contextuales a aquellas que se ponen en juego al abordar aspectos muy amplios de situaciones y problemas. En el nivel representacional más accesible e inmediato se ubican las creencias, juicios, anticipaciones, argumentaciones, conceptos, consejos que las personas formulan en situaciones concretas (al interactuar con otros en escenarios naturales de aprendizaje y de enseñanza, responder un cuestionario, resolver problemas en clase, al solicitar, emplear o proveer ayudas, ser entrevistado, reflexionar sobre una situación, etc.). Como investigadores, accedemos a este nivel de representaciones (que en última instancia inferimos o reconstruimos) a través de las respuestas, conductas, verbalizaciones de los sujetos. A través de las regularidades observadas en las representaciones contextuales se podría acceder a un segundo nivel, en el que las ideas se encuentran más articuladas en áreas de problemas, más próximas a los “dominios” (Karmiloff-Smith, 1992/4) que a los campos disciplinares tradicionales. Las diversas “representaciones en contexto” sobre el aprendizaje que emplea un sujeto, pese a no ser homogéneas ni estrictamente predecibles, estarían restringidas por estas configuraciones representacionales que llamamos “teorías implícitas de dominio”. Serían teorías que no tienen el alcance ni la consistencia de las teorías científicas, ni comparten con ellas las metodologías de revisión, pero que se ocupan de un campo relativamente delimitado de problemas, implican conjuntos de ideas explicativas en los que se pueden distinguir zonas o núcleos de coherencia que se relacionan en una configuración (Ferrater Mora, 1994), cumplen funciones adaptativas y económicas ya que sustentan procesos de interacción con el mundo así como procesos de auto-regulación y operan, a veces, en automático (ver también Wellman, 1990; Pozo et al., 1992). Las teorías de dominio serían más estables que las del nivel anterior, pero estarían a su vez condicionadas por los de un tercer nivel conformado por unos supuestos ontológicos, epistemológicos y metodológicos muy básicos, que funcionan como una suerte de sistema operativo, generalmente en automático. Las representaciones en este tercer nivel son las de mayor generalidad (porque operan al abordar una gama muy amplia de problemas) y las más difícilmente explicitables para el propio sujeto (es muy difícil hacer opacos los lentes que usamos casi de continuo). Ejemplos de estos marcos representacionales son los modos de establecer relaciones entre factores o elementos (por ejemplo, en relaciones de causalidad lineal y unidireccional, causalidad múltiple, o interacciones sistémicas) o de vincular el conocimiento subjetivo, el conocimiento científico y el mundo real (ver Pozo et al., 1999). Las teorías implícitas sobre el dominio del aprendizaje En lo que sigue presentamos brevemente las teorías de dominio que identificamos a partir de las investigaciones previas y en curso, sobre la base de la formulación del aprendizaje como sistema conformado por las relaciones entre tres componentes: las condiciones (cuándo, dónde, con quién se aprende), los procesos mentales mediadores (cómo se aprende) y los resultados, contenidos o metas del aprendizaje (qué se aprende) (ver Pozo, 1996). A partir de diseños en los que se propone a los sujetos tareas que suponen una relativa diversidad temática y de demandas, podría suceder que los sujetos respondan apelando a aproximaciones fragmentarias, dispares, incluso contradictorias. En cambio, responden a las diferentes tareas propuestas en modos relativamente articulados, lo que daría apoyo a la idea que las concepciones de los sujetos sobre campos de problemas se configuran en teorías implícitas. Tomamos como indicadores de esa cualidad teórica la repetitividad de una misma idea a través de tareas diferentes y la coherencia entre las diversas ideas en juego - o al menos entre un subconjunto del repertorio total de ideas expresadas por un sujeto (quizás se pueda hablar de “zonas” más articuladas que otras). Este enfoque supone entonces que una misma idea puede jugar diferentes papeles en distintas teorías. Antes de presentar las teorías básicas que inferimos, es necesario aclarar que un mismo sujeto puede apoyarse en una u otra de acuerdo a los contextos de uso. La primera de las teorías, que llamamos directa, se estructuraría básicamente alrededor de unas condiciones cuyo cumplimiento asegura el aprendizaje e, inversamente, cuyo incumplimiento lo obstaculiza. Los factores que se priorizan como condiciones son: a) el crecimiento y la salud del aprendiz; b) unos estados de atención y motivación, vistos como necesarios para que el aprendiz esté abierto para aprender; c) un entorno que provea “enseñanza” en un sentido genérico. El aprendizaje no aparece como un problema; se lo interpreta como algo natural, espontáneo o que se desprende de manera lineal y automática de las condiciones establecidas, sin la mediación de procesos mentales. Congruentemente, los resultados de ese aprendizaje constituyen una preocupación. Cuando aparecen referencias a los mismos, se los expresa como sucesión de unos logros cuantitativos de carácter todo o nada. En la teoría de la práctica, los factores enunciados previamente se conciben como condiciones necesarias para el aprendizaje, pero que no bastan para explicarlo. La clave fundamental está dada por la idea que se aprende haciendo, practicando. El aprendiz es activo y se constituye en el eje del proceso, si bien para “hacer” se apoya en modelos externos, copiándose de ellos de forma deliberada y selectiva. En esta teoría los resultados siguen siendo planteados como acumulación de novedades, pero pasan a constituir un referente importante del aprendizaje. En la teoría regulativa, el crecimiento, salud y motivación del aprendiz, entornos que provean enseñanza y modelos de productos y procedimientos, así como un aprendiz que es agente de una práctica, aparecen como un fondo de condiciones necesarias para aprender. Sin embargo, lo que explica el aprendizaje es la intervención de procesos mentales que, básicamente, generan representaciones internas (al recordar, anticipar, comprender) y regulan las propias prácticas (al plantearse metas, evaluar los propios resultados y ajustar la ejecución). Notemos que la atención, que en las teorías directas y de la práctica aparecía como una condición estática, aquí ocupa el lugar de un proceso dinámico que no sólo es eficiente sino que a su vez es influido por otros factores como el éxito en los resultados. Los resultados constituyen un referente esencial en esta teoría, ya que si el sujeto no los tuviese en cuenta, la autorregulación no sería posible. Además, aparecen varios niveles de resultados: la acumulación de conocimientos nuevos, la redescripción de conocimientos previos, e incluso la generación o sofisticación de procesos mentales (lo que remite a la noción de “aprendizaje de capacidades”). Según cuáles sean los supuestos epistemológicos de base (Pozo et al., 1999), la teoría regulativa del aprendizaje podría adquirir diferentes matices que van desde aproximaciones al procesamiento de la información (ver Strauss y Shilony, 1994) al constructivismo psicológico. Comentarios ¿Cómo estarían enlazadas las teorías descriptas? Cada una constituye una ampliación y complejización de la anterior, de acuerdo a un patrón de integración jerárquica (Werner y Kaplan, 1963; Pozo y Gómez Crespo, 1998). Es decir, las nuevas teorías no barren ni se contraponen a las anteriores, sino que se construyen sobre ellas, al integrar nuevos factores y en general reestableciendo el valor o función otorgado a los preexistentes. Estos últimos permanecen en la nueva teoría, aunque por lo general pasan a un segundo plano: aquello que en una teoría aparece como nuclear en la explicación, en la siguiente aparece como periférico o incluso obvio (Carey (1991) considera este reordenamiento como un caso de cambio conceptual radical). Al tratarse de teorías que se integran jerárquicamente, la formulación de cada una de ellas es bastante artificial: éstas serían solamente fotografías de sistemas interpretativos dinámicos. Como no siempre resulta claro cuál es el mejor momento para retratar una situación, que así queda congelada, el mayor interés estaría en la naturaleza y el contenido de las progresiones implicadas. Pensamos que las teorías implícitas sobre el aprendizaje subyacen a las teorías implícitas sobre la enseñanza, funcionando como un fondo orientador. Desde ese punto de vista, es posible esbozar vinculaciones entre las teorías implícitas del aprendizaje que aquí se presentan y algunas concepciones de la enseñanza (de la Cruz, 1998). Una concepción transmisiva de la enseñanza se correspondería con una teoría directa del aprendizaje. De acuerdo con esta concepción, el aprendizaje depende de un conjunto de condiciones del enseñante (tales como su dominio del conocimiento, una forma de exposición clara) y del aprendiz (maduración, edad, origen sociocultural, motivación). Una enseñanza centrada en la actividad se correspondería con una teoría de la práctica. La preocupación del docente se centra en elaborar métodos de trabajo en función de objetivos preestablecidos que garanticen el acceso al conocimiento, a través de la aplicación o la ejercitación por parte del alumno. No todo enfoque de enseñanza que reconozca procesos de mediación mentales en el acceso al conocimiento se correspondería con una teoría regulativa del aprendizaje. Por ejemplo, una concepción de la enseñanza que contempla el rol de las ideas previas de los alumnos como distorsiones a erradicar o corregir, no necesariamente privilegiará procesos de autorregulación en los aprendices. Concepciones de la enseñanza en las que subyace una teoría regulativa del aprendizaje serían aquellas que suponen relaciones de interdependencia entre la enseñanza y el aprendizaje, asignando funciones diferenciadas y específicas del enseñante y el aprendiz, que posibilitan el desarrollo de procesos de control y auto-control del alumno sobre sus propias comprensiones en torno al conocimiento, así como del docente sobre dicho proceso. Bibliografía: Carey, S. (1991). “Knowledge acquisition: Enrichment or conceptual change?”. En: S. Carey y E. Spelke (Eds.). The epigenesis of mind. Hillsdale, N.J: Lawrence Erlbaum. Barreiro, T., de la Cruz, M., Sorocinschi, A. M. (1996). Perfeccionamiento docente universitario: relato de una experiencia. Neuquén: UNC de la Cruz, M. (1998). La enseñanza: ejes y concepciones, Estudios Pedagógicos N: 24, 31- 41. de la Cruz, M., Huarte M. F. y Dalponte R. La clase, la lección y la exposición (en prensa). Ferrater Mora, J. (1994). Diccionario de filosofía. 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