17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 83 Diversidad, capital social y cohesión Diversity, Social Capital and Cohesion ALEJANDRO PORTES Universidad de Princeton (Estados Unidos) [email protected] ERIK VICKSTROM1 Universidad de Princeton (Estados Unidos) RESUMEN Este artículo es una revisión de la floreciente bibliografía sobre la diversidad etno-racial y sus supuestos efectos sobre la confianza ciudadana y la cohesión, en el contexto de la evolución del concepto de capital social y de la reivindicación de sus múltiples consecuencias positivas. Presentamos evidencias que cuestionan tal reivindicación y apuntan a que las raíces del civismo y la confianza están en procesos históricos profundos asociados a la raza y la inmigración. Examinamos la presunción de que la inmigración reduce la cohesión social acudiendo a los clásicos de la sociología para mostrar cuales son las formas de cohesión que realmente mantienen unidas a las sociedades contemporáneas. Esto nos conduce a una tipología que presenta al «comunitarismo» solo como una forma más entre ellas, una forma que no es además ni imprescindible ni necesariamente la ideal a la hora de facilitar el funcionamiento de organizaciones e instituciones complejas. Discutimos las implicaciones de nuestras conclusiones para futuras investigaciones y para la política migratoria. Palabras clave: cohesión social, confianza, inmigración, diversidad étnica. 1 Con permiso de Annual Review of Sociology. Traducción de Trinidad Noguera. RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 84 21/6/12 13:24 Página 84 Alejandro Portes y Erik Vickstrom INTRODUCCIÓN Podría decirse que el concepto de capital social es la «exportación» más exitosa de la sociología al ámbito público en los últimos años. Irónicamente, la proeza no fue obra de ninguno de los teóricos más relevantes en el desarrollo del concepto —el sociólogo francés Pierre Bourdieu y el también sociólogo americano James S. Coleman— sino del politólogo Robert Putnam, que redefinió y popularizó el término. Como muchos estudios han señalado, el «capital social» sobre el cual escribió Bourdieu tiene poco que ver con lo que el concepto llegaría a ser después. Para el autor francés, el capital social es un recurso de los individuos y de las familias inherente a su red de relaciones y capaz de ser transformado en otras formas de capital (económico y cultural). Es, en esencia, la habilidad de las personas y de las familias para obtener recursos gracias a su pertenencia a redes y otras estructuras sociales (Bourdieu, 1979 y 1980; Wacquant, 2000). Para Putnam, por el contrario, el capital social es un bien público: el acervo de potencial participativo, orientación cívica y confianza en los demás de que disponen las ciudades, estados o naciones (Putnam, 1993 y 2000). La definición de Coleman queda en cierto modo a mitad de camino, ya que tiene que ver con la densidad de los vínculos sociales y con su capacidad de hacer respetar la observancia de las normas. «Cierre» era el término que él solía utilizar para referirse al conocimiento mutuo y los vínculos sociales entre miembros de una comunidad que se apoyan entre sí y sancionan las desviaciones. Coleman lamentaba la desaparición del cierre comunitario que daba lugar, en el mundo contemporáneo, a una creciente atomización y anomia (Coleman, 1988 y 1993). Pese a sus diferencias conceptuales, el uso del término por Bourdieu y Coleman condujo a definiciones operacionales similares. En ambos casos, se basaban en la red de relaciones en la que estaban insertos individuos y familias, así como en la densidad y otras características de tales redes. Cuando Putman proyectó el concepto hacia unidades sociales mucho más grandes, el foco empírico cambió del círculo inmediato de relaciones que rodea a individuos y familias a las características agregadas de la población. Estas incluían indicadores tales como el número medio de asociaciones cívicas por miles de habitantes, el porcentaje de personas que participan en una organización local y el porcentaje de personas que se muestran de acuerdo con la frase «la mayoría de la gente es digna de confianza» en los sondeos. Sobre la base de estos y de otros elementos, Putnam y sus colaboradores lograron construir un índice compuesto que les permitía comparar las «existencias» de capital social disponibles para los cincuenta estados de los Estados Unidos (Putnam, 2000). Al final, esta fue la versión del concepto que prevaleció en la mentalidad colectiva y la que ha sido adoptada, de un modo u otro, por instituciones tan relevantes como el Banco Mundial (Grootaert y Bastelaer, 2002). Este logro se debió, en buena medida, a la capacidad retórica con la cual Putnam contrastó el civismo y la solidaridad de las generaciones pasadas con la atomización de la «incívica» generación actual, que ha llevado a tantos americanos a «jugar solos a los bolos». Esta imagen ha ido acompañada de una ferviente argumentación a favor de la reconstrucción del capital social como una fuente crucial de numerosos bienes públicos, desde el fortalecimiento de la democracia y la reducción de la desigualdad económica a la salud pública y la felicidad personal (Etzioni, 2001). RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 85 Diversidad, capital social y cohesión 85 En 2006, Putnam presentó en la Universidad de Uppsala (Suecia) los hallazgos iniciales de un programa de investigación en curso que estudiaba la relación entre la diversidad étnica y la cohesión social (Putnam, 2007). Al mismo tiempo que alababa los positivos efectos sociales y económicos de la inmigración y la diversidad, sostenía que la diversidad en los Estados Unidos está estrechamente relacionada con la tendencia a apartarse de la vida colectiva. Si bien algunos de estos hallazgos habían sido presentados con anterioridad, su conferencia fue el primer resumen exhaustivo de los resultados iniciales del proyecto, y de este modo reforzaba la investigación sobre la relación entre heterogeneidad y cohesión social. Gran parte de la literatura subsiguiente ha respondido a la llamada de Putnam de examinar la relación propuesta en contextos distintos del de los Estados Unidos, aunque los hallazgos resultantes han estado lejos de proporcionar una confirmación unánime a sus planteamientos. En lugar de la fuerte relación negativa entre diversidad y cohesión social evidenciada en el análisis de Putnam, muchos estudios encuentran que tal relación es débil y depende de diversos factores individuales y contextuales. Comenzaremos este artículo con una discusión del concepto de capital social, tal como ha evolucionado hacia el «civismo», y de sus fundamentos empíricos. Después examinaremos la floreciente bibliografía que se ha desarrollado acerca de la relación entre la diversidad étnica y racial, el civismo y la cohesión social. A continuación volveremos a la discusión teórica sobre las implicaciones de estos hallazgos e intentaremos situar la inmigración contemporánea en este marco. Nuestra revisión estará guiada principalmente por las siguientes preguntas: en primer lugar, ¿es el capital social —definido como comunitarismo y «confianza» generalizada— el poderoso factor causal que Putnam y sus seguidores consideran que es? En segundo lugar, ¿es esta forma de capital social la base principal de la cohesión en la sociedad contemporánea? En tercer lugar, ¿cuáles son los efectos reales de la inmigración contemporánea sobre la diversidad y la cohesión social. EL CAPITAL SOCIAL COMO CIVISMO Y CONFIANZA2 En los años ochenta y en los primeros noventa del siglo pasado, Putnam redefinió el capital social como un rasgo de comunidades y de sociedades enteras. No obstante, apareció un amplio colectivo de críticos que cuestionaba tanto la redefinición del concepto como sus supuestas consecuencias. Alegaban que la sociabilidad y la participación no eran necesariamente los filones predichos por Putnam y sus seguidores, y que podrían tener significativos inconvenientes. En su análisis del colapso de la República de Weimar, la politóloga Sheri Berman (1997: 424-425) concluyó, por ejemplo, que: «El caso alemán revela una pauta distinta de asociacionismo que no coincide con las predicciones de las teorías neo-tocquevillianas. La sociedad civil alemana era rica y extensiva […] y esta nación de gente propensa a asociarse debería por tanto haber proporcionado un suelo fértil para un exitoso experimento democrático. En cambio, sucumbió al totalitarismo […] El vigor de la sociedad 2 Esta sección procede de un trabajo anterior no publicado (Portes et al., 2003). RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 86 21/6/12 13:24 Página 86 Alejandro Portes y Erik Vickstrom civil siguió atrayendo el interés y la implicación públicos, apartándolos de los partidos y de la política. Al final, fueron los nazis los que aprovecharon las oportunidades que les proporcionaba esta situación […]» En una revisión crítica del capital social como característica de las ciudades y de las naciones, Portes (1998) señaló que, para tomar en serio el argumento de Putnam, era preciso observar tres condiciones metodológicas: • • • Primero, el capital social tiene que ser definido, conceptual y empíricamente, como algo distinto de sus supuestas consecuencias. Segundo, la medición del capital social debe realizarse con anterioridad a sus hipotéticos efectos, para asegurar que la relación causal no discurre en la dirección opuesta. Tercero, debe haber control sobre otras variables que pudieran explicar plausiblemente la relación observada, con el fin de evitar resultados espurios. La respuesta de Putnam a estas críticas consistió en reunir un amplio conjunto de datos empíricos y analizarlos según líneas que se ajustaban a estos tres criterios en sentido amplio. Los resultados se publicaron en Bowling Alone (Putnam, 2000). Tras construir un índice del capital social como característica agregada de los cincuenta estados de la Unión, basado en 14 indicadores, Putnam procedió a relacionarlo con una multitud de importantes beneficios colectivos, incluyendo «educación y bienestar infantil», «vecindades seguras y productivas», «prosperidad económica», «salud y felicidad» y «democracia». Los resultados, presentados en los distintos capítulos del libro, concluyen que el índice de capital social (ICS) guarda una relación positiva con cada uno de estos resultados y que tal relación se mantiene incluso después de poner bajo control diferentes factores. Por ejemplo, el ICS aparecía estrechamente correlacionado con los resultados académicos en la enseñanza básica, secundaria y superior. Esta correlación se representaba gráficamente en un cuadro que mostraba que los estados con bajo capital social arrojan resultados escolares muy pobres y aquellos que puntúan alto en capital social presentan a su vez los mejores resultados. El análisis examinaba a continuación una serie de factores que podrían ser relevantes en tal relación (composición racial, riqueza económica, desigualdad, tasas de pobreza, creencias religiosas y otras). Putnam afirmaba que «de manera nada sorprendente, varios de estos factores tenían un efecto independiente en los resultados académicos y el abandono escolar a nivel estatal, pero, increíblemente, el capital social era el único factor explicativo de importancia constante» (Putnam, 2000: 301-302). En otro capítulo de Bowling Alone, Putnam recogió las críticas que destacaban «el lado oscuro del capital social». Lo hizo dividiendo el concepto entre «capital social cívico» —aquel que promueve la tolerancia de la diversidad y la igualdad— y capital social «sectario» —que conduce a la intolerancia—. Hasta ahí daba a medias la razón a sus críticos, pero a continuación Putnam retomaba su índice de capital social para mostrar que cuanto mayor es la reserva de capital social en un Estado, más alto es el nivel de tolerancia hacia las minorías y los disidentes. Informó de que esta relación se mantenía incluso después de tomar en cuenta la educación media, los ingresos, el urbanismo y otros factores, y concluyó que «excepto por RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 87 Diversidad, capital social y cohesión 87 el esperable hallazgo de que la participación religiosa, especialmente en las iglesias fundamentalistas, está ligada a la intolerancia, no he encontrado un solo estudio empírico que confirme el supuesto vínculo entre participación comunitaria e intolerancia» (Putnam, 2000: 355). Hay algo sorprendentemente consistente en la serie de hallazgos presentada en el libro de Putnam. Para los investigadores habituados a las imperfecciones del mundo real, la sucesión de gráficos que muestran la invariable relación positiva del capital social con una multitud de importantes beneficios colectivos no deja de ser asombrosa. En su favor, Putnam puso la serie completa de datos en los cuales se basaban sus resultados a disposición del público, permitiendo así que otros volvieran a analizarlos. Distintos autores lo han hecho, alcanzando resultados contradictorios. Como preludio a la revisión de la bibliografía más reciente, nosotros presentamos los resultados de nuestro propio análisis, orientados según los elementos metodológicos señalados más arriba: primero, la cuestión del orden causal; segundo, la posibilidad de relaciones espurias; y tercero, las fuentes del comunitarismo y de la confianza pública. La cuestión de la endogeneidad El tema del orden causal no está bien tratado en Bowling Alone (en adelante BA o Bowling). El índice de capital social de Putnam consta de 14 ítems que miden rasgos simultáneos de la vida asociativa o de la opinión pública. Un análisis factorial de estos elementos demuestra que en efecto tienen un alto grado de consistencia interna, como muestra el hecho de que el primer factor explica casi el 70% de la varianza común y su autovalor (la cantidad de varianza total de la cual) cuadruplica el del siguiente factor más alto. El índice posee también una elevada validez basada en el contenido de sus componentes. La cuestión consiste entonces en si el capital social, tal como lo recoge el ICS tiene los múltiples efectos causales positivos que BA le atribuye. Para entrar en esta cuestión, podemos considerar cinco variables dependientes clave que se presentan como consecuencias del capital social: bienestar infantil, familias monoparentales, desigualdad económica, pobreza y salud general de la población. El bienestar infantil se mide mediante el índice «Los niños cuentan», cuyos componentes hacen que sea razonable pensar que están asociados a la participación cívica y las actitudes de confianza comprendidas en el ICS. Sin embargo, puesto que el índice se calculó de manera simultánea a la variable dependiente, no queda nada claro qué factor viene primero. Es tan probable que la vida asociativa y la confianza conduzcan a una menor delincuencia juvenil y a un nivel de detenciones más bajo como que la ausencia de delincuencia juvenil extensa y de otras formas de desviación promueva mayores expresiones de confianza interpersonal y participación social. Desde el punto de vista empírico, esto aparece en la primera fila de la tabla 1, que presenta los efectos recíprocos del capital social y el bienestar infantil, así como sus efectos netos una vez tomadas en consideración otras variables. El ICS exhibe un fuerte efecto positivo neto sobre el índice «Los niños cuentan» aunque se mantengan otras variables bajo control, pero lo contrario también es cierto. Sin contemplar la variable cronológica, el análisis de Putnam no nos RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 88 88 Alejandro Portes y Erik Vickstrom permite clarificar estos efectos y determinar verdaderamente si el capital social es la causa de los efectos positivos observados2. Un cuadro semejante surge de las regresiones de la pobreza y la desigualdad económica sobre el capital social. En estos aspectos, el argumento a favor de la causalidad inversa es incluso más sólido, porque estos son factores estructurales básicos que no cambian fácilmente en el tiempo. Es por lo tanto bastante plausible que los niveles de pobreza y desigualdad económica en un Estado influyan sobre la extensión y calidad de su vida asociativa y en las actitudes de sus ciudadanos, y no al contrario. Como ilustra la tabla 1, los efectos recíprocos de la pobreza y la desigualdad sobre el capital social son considerables, lo cual hace este razonamiento al menos tan creíble como el orden causal propuesto por Putnam. Cuando se introducen controles por otras variables, los efectos del capital social sobre la pobreza y viceversa dejan de ser significativos, lo que sugiere que la asociación original es espuria. Los efectos del ICS sobre el índice de desigualdad de Gini siguen siendo significativos, pero la relación inversa también es sólida, de modo que la ambigüedad causal original queda sin resolverse. No se ha realizado ningún intento de hacer anteceder el capital social o instrumentarlo con el fin de, al menos, superar parcialmente esta ambigüedad. El resto de las cifras de la tabla 1 demuestra el mismo problema y no precisa un comentario detallado. La cuestión metodológica clave es que los resultados estadísticos presentados en Bowling con el objetivo de demostrar los «efectos» del capital social están basados en medidas del capital social que no preceden temporalmente a las de sus presuntos efectos, de modo que el orden causal de las variables no puede establecerse con algún grado de certidumbre. El bienestar infantil, la baja delincuencia juvenil y el bajo número de familias monoparentales pueden ser parte de un único conglomerado —junto con calles seguras y una vida asociativa fuerte— que representa una mayor calidad de vida y que viene determinado conjuntamente por la misma serie de factores históricos. Esta posibilidad conduce lógicamente a la cuestión de las relaciones espurias. TABLA 1 RELACIÓN ENTRE CAPITAL SOCIAL Y RESULTADOS SELECCIONADOS Resultados Bienestar infantil(3) Familias monoparentales(4) Tasa de pobreza, 1981 Capital social como causa Capital social como consecuencia Efecto bruto(1) Efecto neto(2) Efecto bruto Efecto neto 14,528*** 7,316** 0,041*** 0,041*** (8,2) (3,3) (8,2) (5,2) -3,351** -0,927 n.s. -0,051** 0,001 n.s. (3,1) (1,4) (3,1) (0,0) -2,610** -0,182 n.s. -0,083** -0,020 n.s. (3,6) (0,3) (3,6) (1,9) 2 Otro método, corriente en economía y sociología, consistiría en instrumentar los factores causales señalados con una variable que les afecte, pero que no esté relacionada con el resultado final. Esta vía no se empleó en ninguno de los capítulos de BA que consideran el efecto causal del capital social. Véase Firebaugh (2008) y, a título ilustrativo, Acemoglu et al. (2001). RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 89 Diversidad, capital social y cohesión 89 TABLA 1 RELACIÓN ENTRE CAPITAL SOCIAL Y RESULTADOS SELECCIONADOS (CONT.) Resultados Capital social como causa Desigualdad económica, 1989(5) Salud general de la población(6) Capital social como consecuencia Efecto bruto(1) Efecto neto(2) Efecto bruto Efecto neto -0,021*** -0,011** -22,624*** -13,418** (6,4) (2,8) (6,4) (3,5) 4,812*** 3,291*** 0,121*** 0,091*** (8,01) (4,1) (8,01) (4,8) (1) Coeficientes de regresión métricos. T-ratios entre paréntesis. (2) Controlados el porcentaje de graduados universitarios, el porcentaje de población negra, la tasa de pobreza en 1969 (excepto cuando la pobreza es la variable dependiente), la desigualdad económica en 1969 (excepto cuando la desigualdad es la variable dependiente), familias monoparentales (excepto cuando esta es la variable dependiente) y región (sur). (3) Puntos en el índice «Los niños cuentan», véase el texto. (4) Porcentaje de familias con niños encabezadas por un solo progenitor, 1990. (5) Índice de desigualdad de Gini, 1989. (6) Puntos en el Índice de Salud de los Estados. * p < 0,05 ** p < 0,01 *** p < 0,001 n.s. = no significativo Fuente: análisis propio de los autores sobre los datos de BA. Portes et al. (2003). La cuestión de la relación espuria El problema de la relación espuria hace referencia al grado en el cual una supuesta relación causal entre dos o más variables es debida a factores antecedentes compartidos por ambas. Cuando la correlación parcial o el coeficiente de regresión entre dos variables desciende a cero después de controlar una tercera o cuarta variable, eso no significa necesariamente que la relación original sea espuria, puesto que este resultado puede obtenerse también cuando las variables controladas intervienen o median una relación causal válida. En el caso del capital social, es más sólida la perspectiva de una relación espuria que mediada, porque el argumento está formulado en términos de un efecto positivo directo de los altos niveles de capital social sobre cada resultado. El desempeño académico proporciona un buen ejemplo. La teoría sostiene que en los estados bendecidos con una fuerte vida asociativa y una ciudadanía cívica, los estudiantes van mucho mejor en la escuela. Esta hipótesis se justifica en Bowling a través de un gráfico bivariable que muestra una fuerte relación lineal positiva entre las dos variables (Putnam, 2000: 300). Sin embargo, como indica la primera columna de la tabla 2, tan pronto se tienen en cuenta unas cuantas variables relevantes más, en particular la desigualdad económica, la relación original entre el ICS y las calificaciones escolares se desploma hasta la insignificancia. Para este análisis, la desigualdad económica —medida a través del índice de Gini— fue medida veinte años antes que el capital social y los resultados en las pruebas de acceso a la universidad, despejando así la ambigüedad de la dirección causal de estas relaciones. El caso de la pobreza es aún más claro. BA incluye un capítulo dedicado a la «Prosperidad económica» que sostiene que el capital social contribuye efectivamente a la riqueza y el RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 90 90 Alejandro Portes y Erik Vickstrom crecimiento. Sin embargo, este capítulo omite cualquiera de los gráficos bivariables que sí están presentes en otros capítulos del libro para documentar los distintos beneficios de la vida asociativa. Esta omisión se debe a una razón. Tal como apunta la tabla 2, cuando se tienen en cuenta otras variables relevantes, la relación original entre capital social y pobreza se reduce a la insignificancia. Resulta especialmente importante el contundente efecto que aparece al controlar la desigualdad económica veinte años antes. No es difícil comprender que sea una variable estructural tan real y resistente al cambio como la desigualdad la que realmente afecte a la pobreza, más que cualquier bálsamo social milagroso. Como sucede con el desempeño académico, los estados que eran muy desiguales hace décadas presentan una pobreza relativa muy superior en el presente, con independencia de lo confiada o sociable que pueda ser su ciudadanía. TABLA 2 EFECTOS DEL CAPITAL SOCIAL, REALES Y ESPURIOS Efectos(1) Predictores Índice de capital social Porcentaje de graduados universitarios, 1970 Desigualdad económica, 1969 Tasa de pobreza, 1969 Tasa de familias monoparentales Porcentaje de población negra Sur R2 ajustada Resultados Tasa de Tasa de familias Desigualdad académicos(2) pobreza, 1989 monoparentales(3) económica,1989(4) 0.138 n.s. -0,177 n.s. -0,091 n.s. -0,495*** (0,7) (1,4) (0,9) (4,7) -0,129 n.s. -0,025 n.s. 0,124 n.s. 0,080 n.s. (1,0) (0,3) (1,6) (1,0) -0,795*** 0,784*** 0,331** 0,562*** (3,9) (5,1) (2,9) (4,4) -0,061 n.s. 0,052 n.s. 0,045 n.s. 0,025 n.s. (0,5) (0,6) (0,6) (0,3) -0,422* 0,042 n.s. — 0,278 n.s. (2,3) (0,2) 0,034 n.s. -0,072 n.s. 0,744*** (0,2) (0,4) (7,1) (0,8) -0,246 n.s. -0,071 n.s. -0,399** -0,160 n.s. (1,1) (0,5) (3,6) (1,2) 0,298 0,622 0,755 0,743 (1,8) -0,124 n.s. (1) Coeficientes de regresión normalizados (beta). T-ratios entre paréntesis. (2) Puntuaciones ajustadas en las pruebas de acceso a la universidad, 1990. (3) Porcentaje de familias con niños encabezadas por un solo progenitor, 1990. (4) Índice de desigualdad de Gini. * p < 0,05 ** p < 0,01 *** p < 0,001 N = 49 n.s. = no significativo Fuente: Portes et al. (2003). La misma situación aparece al analizar las familias monoparentales, para las cuales el efecto aparente del capital social desaparece tan pronto como se tienen en cuenta la desigualdad económica en 1969, el porcentaje de población negra y la región. Más adelante nos referiremos de RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 91 Diversidad, capital social y cohesión 91 nuevo a los efectos de la composición étnica y la localización geográfica, pero por el momento, nuestros hallazgos más importantes corroboran la idea de que muchos de los efectos del capital social son solo aparentes. Los componentes del ICS se relacionan con otros indicadores de calidad de vida, pero una vez que se ponen en juego las variables estructurales básicas, las supuestas relaciones causales entre estos indicadores desaparecen. Hay una excepción a este patrón, y afecta a la desigualdad económica en sí misma. El efecto del ICS sobre el índice de Gini no desaparece cuando se controlan otras variables. Este resultado sugiere que las actitudes cívicas y la vida asociativa, si bien no son la panacea universal que BA presume que son, sí pueden tener una influencia autónoma al menos sobre un resultado importante. Si esto es cierto, la siguiente pregunta lógica es de dónde procede este capital social y si puede producirse o recrearse allí donde no existe. La cuestión de los orígenes Queda claro a partir del análisis precedente que el capital social y la desigualdad económica están íntimamente relacionados, siendo esta última la responsable de la mayoría de los supuestos efectos de la vida asociativa y la confianza, pero viéndose a su vez influida por ellas. Esto sugiere un bucle causal. Tal hipótesis se apoya en los resultados de la primera columna de la tabla 3, que muestra que la desigualdad económica en 1969 junto con el nivel de educación de la población de un Estado tiene fuertes efectos sobre el capital social. Ambas variables explican conjuntamente un 22% de varianza en el ICS. Si no fuéramos más allá en el análisis, concluiríamos que la desigualdad económica es un determinante clave de los niveles de capital social, pero que estos últimos a su vez afectan a la futura desigualdad, conduciendo a círculos viciosos en los estados más desiguales y virtuosos en aquellos que gozan de una distribución de la riqueza más justa desde hace tiempo. Aunque elegante, esta interpretación no tiene en cuenta la posibilidad de que haya más fuerzas históricas y demográficas básicas que puedan entrar en juego y afectar tanto a la desigualdad como a la vida asociativa y cívica de las comunidades y los estados. Como sabemos, hay grandes diferencias en la riqueza y en su distribución en los Estados Unidos, estando generalmente el sur a la cola en ambas dimensiones. En el mismo sentido, la raza ha sido una línea divisoria tradicional en la historia del país, con la población no blanca confinada en la parte inferior de la jerarquía económica y por lo general excluida de las asociaciones políticas y educativas realmente importantes. Estas fuerzas históricas básicas pueden tener algo que ver con las disparidades económicas contemporáneas y con la vida asociativa de la ciudadanía. La segunda columna de la tabla 3 confirma esta línea de razonamiento. Una vez controladas las variables históricas, la desigualdad económica deja de tener todo efecto independiente sobre el capital social. El porcentaje de población negra se convierte, de lejos, en el factor predictivo más consistente, seguido de la educación y la región. Conjuntamente, estas variables son capaces de explicar la varianza en el ICS en un respetable 52%. De acuerdo con estos resultados, en los estados no sureños con población homogéneamente blanca y buen nivel educativo encontramos los elevados estándares de vida cívica y participación comunitaria que tanto recomienda BA. Los estados no sureños con población predominantemente blanca y buen nivel educativo fueron asimismo aquellos que recibieron las grandes oleadas de inmigración europea en el RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 92 21/6/12 13:24 Página 92 Alejandro Portes y Erik Vickstrom siglo XIX y a principios del XX (Thomas, 1973; Higham, 1955; Portes y Rumbaut, 1996). Esa inmigración era muy variada en cuanto a sus orígenes y cultura, y predominaban en ella inmigrantes de las Islas Británicas, Alemania e Italia. Sin embargo, hubo un grupo muy reconocible tanto por sus pautas de asentamiento como por su vida asociativa. Los noruegos, suecos, fineses e islandeses tendieron a establecerse en los estados del norte con climas tanto o más duros que los que habían dejado atrás, y constituyeron comunidades estrechamente unidas y autosuficientes, donde normalmente existían fuertes tradiciones igualitarias y de participación en las actividades colectivas necesarias para la supervivencia (Rosenblum, 1973; Boe, 1977; Kivisto, 1984). Ningún otro grupo europeo inmigró tan desproporcionadamente al norte de Michigan y Wisconsin, Minnesota y las Dakotas, y ningún otro estableció instituciones tan fuertes e independientes de vida comunitaria. Quizá no sea una coincidencia que estos estados sean los que muestran mayores reservas de capital social en el mapa presentado en Bowling (Putnam, 2000: 293). Por extensión, es posible que el porcentaje de población de origen escandinavo pueda servir como indicador de las pautas de activismo comunitario y vida colectiva importadas por ciertos inmigrantes europeos desde sus respectivos países e implantadas en el nuevo territorio. Estas tradiciones históricas podrían estar en la raíz tanto de los distintos niveles de desigualdad económica como del activismo social observado un siglo después. La tercera columna de la tabla 3 presenta resultados de este análisis. Refuerza sólidamente esta línea de razonamiento al poner de manifiesto que, una vez tenido en cuenta el porcentaje de escandinavos, la desigualdad económica queda como un predictor insignificante del capital social, y el efecto de la proporción de graduados universitarios disminuye marcadamente. El porcentaje de población escandinava en la población de un Estado se convierte, de lejos, en el elemento más influyente sobre el capital social, seguido de la participación en la Confederación sudista. La proporción de la varianza explicada aumenta al 70%, lo cual indica que estas dos variables históricas, junto con un efecto residual de la educación, determinan el grueso de la varianza en el ICS3. Para examinar si la pertenencia a la Confederación sudista da cuenta del efecto previamente observado de la población negra, añadimos esta variable como factor predictivo en la última columna de la tabla 3. Al hacer esto, suceden dos cosas importantes. En primer lugar, el efecto de que un Estado formara parte de la Confederación, aun siendo negativo, se vuelve insignificante; en segundo lugar, la proporción de la varianza explicada sobre el capital social aumenta al 72%. Por lo tanto, no parece que la influencia de la esclavitud sobre la participación cívica y la vida asociativa se limite al sur, puesto que se extiende, en realidad, a la nación entera. La línea de división racial fundamental que Myrdal (1944) denominó en su momento «el gran dilema americano» queda bien reflejada en estos datos. Esta línea divisoria 3 La línea divisoria norte/sur es tan reconocible en la distribución geográfica del capital social que las temperaturas medias pueden usarse como proxy de las fuerzas históricas recién discutidas: cuanto más baja es la temperatura, mayor es el capital social. Regresiones adicionales (no presentadas) indican que el efecto bruto de las temperaturas invernales medias sobre el ICS es muy fuerte, superando en ocho veces su error estándar. Como cabría predecir, el efecto de esta proxy se reduce significativamente cuando se introducen las variables históricas responsables de estas diferencias interestatales. RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 93 Diversidad, capital social y cohesión 93 es más consistente en los antiguos estados esclavistas, pero está presente también en los demás y se traduce «simultáneamente» en más desigualdad económica y menor capital social. Putnam señaló de pasada la existencia de estas fuerzas causales, pero las descartó señalando que «si las pautas de inmigración y esclavitud proporcionan la única explicación de las diferencias contemporáneas en los niveles de capital social es un asunto que merece más atención de la que yo puedo dedicarle aquí» (Putnam, 2000: 294). Esa aseveración dejaba de reconocer las implicaciones teóricas y especialmente las prácticas de los patrones causales revelados aquí. De hecho, si el capital social es el resultado de fuerzas históricas profundamente enraizadas en el pasado de la nación, tiene poco sentido promoverlo como una cura de las enfermedades sociales y exhortar a los ciudadanos a ser más participativos. Si el capital social no puede ser generado de forma voluntarista, sino que aparece a través de procesos históricos complejos, tales exhortaciones tendrán escaso efecto en el alivio de los problemas sociales del presente. TABLA 3 DETERMINANTES DEL CAPITAL SOCIAL Predictores(1) Desigualdad económica, 1969(2) Pobreza, 1969 Porcentaje de graduados universitarios I II III IV -0,396** 0,212 n.s. -0,128 n.s. 0,013 n.s. (3,0) (1,4) 0,021 n.s. 0,023 n.s. 0,021 n.s. (0,2) (0,2) (0,3) (0,0) 0,289* 0,353** 0,176* 0,261** (2,2) (3,2) (2,0) (2,8) Porcentaje de población negra Sur (0,1) 0,002 n.s. -0,597*** -0,258* (4,5) (2,2) -0,357* (2,5) Estado confederado -0,230* Porcentaje de población de origen (1,4) 0,631*** 0,552*** (7,4) (6,2) 0,693 0,717 escandinavo R2 0,221 -0,160 n.s. (2,1) 0,517 (1) Las cifras son coeficientes de regresión normalizados (beta) de predictores del índice de capital social (ICS). T-ratios entre paréntesis. (2) Índice de Gini. N = 50 * p < 0,05 ** p < 0,01 *** p < 0,001 n.s. = no significativo Fuente: Portes et al. (2003). Afortunadamente para los estados y regiones que puntúan bajo en el capital social de Putnam, muchos de estos supuestos beneficios son ilusorios. Una vez observados, gran número de esos presuntos resultados positivos parecen o bien problemáticos en su dirección RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 94 Página 94 Alejandro Portes y Erik Vickstrom causal o bien consecuencias espurias de condiciones estructurales más básicas. Los esfuerzos por mejorar estas condiciones —especialmente aumentando el nivel educativo de la población y reduciendo la desigualdad económica— avanzarían mucho en el sentido de producir los beneficios colectivos erróneamente atribuidos a la «magia del capital social» (Putnam, 2000: 288). Las lecciones básicas del análisis precedente, en particular del impacto causal de la diversidad racial sobre el capital social y los limitados efectos de este último sobre beneficios colectivos clave, nos conducen directamente a la inmigración actual y sus supuestos efectos. A continuación procedemos a su examen. CAPITAL SOCIAL Y DIVERSIDAD ÉTNICA A pesar de estos problemas, Putnam ha continuado con su proyecto de investigación. Últimamene defiende que las personas que viven en comunidades diversas tienen más probabilidades de experimentar aislamiento y ver reducido su capital social, una aseveración que se ha venido a conocer como hipótesis de la «defensividad» (hunkering down) (Putnam, 2007). Según este nuevo hallazgo, el aumento de la inmigración en los Estados Unidos y Europa occidental desde 1960 habría dado como resultado elevados niveles de diversidad étnica. De forma ambivalente, Putnam elogia los efectos positivos de la inmigración para estas sociedades en el largo plazo, mientras que sostiene que tiene un efecto corrosivo sobre el capital social y por lo tanto sobre la cohesión de la sociedad. Los datos de la Social Capital Community Benchmark Survey (SCCBS), llevada a cabo en el año 2000 sobre una muestra de 29.000 encuestados en 41 comunidades de los Estados Unidos, refuerzan el argumento de que la diversidad asociada a una inmigración creciente aumenta el aislamiento social y, con él, una multitud de consecuencias negativas en la línea descrita por BA. Según la colorida metáfora de Putnam (2007: 51), «la diversidad saca la tortuga que hay en nosotros». Investigación reciente Esta tesis ha despertado mucha atención y producido una verdadera montaña de investigación, en su mayor parte con resultados contradictorios. En los Estados Unidos, Alesina y La Ferrara (2002) investigaron los determinantes de la confianza social, según los datos de la Encuesta Social General (General Social Survey) desde 1974 a 1994. Hallaron que la fragmentación racial, de acuerdo con la medición del censo estadounidense de 1990, tenía un efecto negativo significativo sobre la proporción de encuestados que se declaraban confiados incluso después de tener en cuenta la desigualdad, la diversidad étnica de los antepasados y las características individuales. Costa y Kahn (2003) concluyeron que la diversidad racial estaba asociada a una implicación cívica más baja de las personas entre 25 y 45 años, tras estudiar el voluntariado según los datos de la Encuesta DDB sobre Estilos de Vida (1975-1998) y la participación en organizaciones sobre la base de la Encuesta Electoral Nacional Americana (1974-1994). Estudios posteriores han añadido matices a la tesis de la existencia de una relación lineal negativa entre diversidad y distintos aspectos del capital social. Stolle et al. (2008) observan una asociación negativa entre diversidad contextual (medida como la proporción de RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 95 Diversidad, capital social y cohesión 95 residentes que forman parte de una «minoría visible») y la confianza interpersonal, pero señalan que el efecto es mayor para los entrevistados pertenecientes a la mayoría blanca y que aquellos que interactúan habitualmente con sus vecinos son menos susceptibles a los efectos negativos de la heterogeneidad comunitaria. Uslaner (2010) usa la misma serie de datos que Putnam (la SCCBS) y observa un efecto negativo de la diversidad contextual solo para los blancos. Encuentra también que la interacción de diversidad y segregación en los Estados Unidos reduce la confianza más de lo que lo hace la diversidad por sí sola, lo cual provoca que quienes viven en comunidades integradas y multiétnicas con redes sociales variadas sean más propensos a confiar en los demás. Fieldhouse y Cutts (2010) destacan la correlación entre la diversidad de los vecinos y el nivel de pobreza de los barrios en los Estados Unidos y muestran que el efecto negativo de la diversidad sobre el capital social es una pequeña fracción del efecto negativo de la pobreza. Los estudios de la relación entre diversidad y cohesión social en otros lugares han tendido a centrarse en un número limitado de países, especialmente el Reino Unido, Canadá, Australia y los Países Bajos. Los datos del Reino Unido muestran cierto respaldo a la tesis de Putnam, pero también ilustran la importancia de tener en cuenta la privación material y las interacciones sociales. Basándose en la Encuesta de Ciudadanía del Reino Unido para 2001, Letki (2008) investigó el impacto de la heterogeneidad racial a nivel vecinal en cuatro dimensiones del capital social: actitudes y opiniones sobre los vecinos y la vecindad, sociabilidad informal, voluntariado formal y ayuda informal. Llegó a la conclusión de que la diversidad racial estaba negativamente asociada a actitudes hacia los vecinos y la vecindad, pero encontró escaso respaldo para el argumento de la «aversión a la heterogeneidad», puesto que la diversidad racial no tenía un efecto reductor sobre la sociabilidad informal, una vez tenida en cuenta la variable de la pobreza a nivel vecinal. En el mismo sentido, Laurence (2011) encuentra una relación negativa entre la diversidad y la confianza local en el Reino Unido, pero entiende que esta asociación disminuye considerablemente al tener en cuenta la privación a nivel comunitario. Sturgis y Smith (2010) concluyen que el efecto de la heterogeneidad depende del tipo de confianza examinada: la diversidad no guarda relación con la confianza generalizada una vez que se tienen en cuenta las diferencias de composición entre áreas, pero hay una relación negativa entre la heterogeneidad étnica y la confianza entre vecinos. Pese a esta relación negativa, estos autores consideran que la diversidad es responsable de una porción minúscula de la variabilidad en la confianza estratégica y que el efecto se ve fuertemente moderado por la privación material en la vecindad. Fieldhouse y Cutts (2010) apuntan a una relación negativa entre diversidad y capital social (tanto actitudinal como de comportamiento) en el Reino Unido, pero entienden que este efecto depende de otras variables de contexto (especialmente la pobreza) y de los antecedentes raciales y étnicos del encuestado. En la misma línea, los datos de otros países revelan que la relación entre heterogeneidad etno-racial y capital social está supeditada a varios factores. En el nivel agregado, parece haber una relación positiva entre diversidad y confianza en las ciudades canadienses, con la excepción de Montreal (Kazemipur, 2006). Stolle et al. (2008) muestran una relación negativa entre la diversidad y la confianza en Canadá, siendo las minorías visibles menos susceptibles a este efecto que la mayoría blanca. Phan (2008) entiende que los lazos amistosos RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 96 21/6/12 13:24 Página 96 Alejandro Portes y Erik Vickstrom multiétnicos moderan el efecto de la diversidad racial a nivel local, de modo que los habitantes de las ciudades más diversas con más lazos de amistad multiétnicos muestran niveles más altos de confianza interpersonal, mientras que la diversidad racial a nivel vecinal no tiene efectos sobre la confianza en los casos donde hay desigualdad. El estudio de Leigh (2006) sobre la heterogeneidad en Australia muestra una relación fuertemente negativa entre el fraccionamiento etno-lingüístico y la confianza local (con un efecto más fuerte de la heterogeneidad lingüística), pero halla escasas evidencias de una relación negativa entre diversidad y confianza generalizada. En los Países Bajos, Tolsma et al. (2009) encuentran que la relación negativa bivariable entre heterogeneidad étnica y tres indicadores de capital social depende de los ingresos y niveles educativos de los encuestados, y también del nivel en el que se mide la diversidad: los encuestados más ricos y mejor educados que viven en barrios multiétnicos declaran más contacto con sus vecinos y más tolerancia; entre los más educados, la diversidad a nivel municipal guarda una relación positiva con la confianza y negativa con el contacto y el voluntariado. Buena parte de la investigación que ha estudiado el vínculo entre diversidad y cohesión social ha empleado una estrategia de investigación trasnacional, sondeando a encuestados de un vasto número de países. Muchos estudios han usado datos de distintas regiones del mundo. Bjørnskov (2007) se apoya, por ejemplo, en la Encuesta Mundial de Valores y en la Encuesta Danesa de Capital Social para mostrar que la heterogeneidad étnica en 76 países no está significativamente relacionada con la proporción de encuestados de un país que se autoidentifican como confiados, un hallazgo que se confirma en otro estudio con las mismas fuentes de datos más los sondeos del Latinobarómetro y el Afrobarómetro (Bjørnskov, 2008). A pesar de la falta de asociación entre heterogeneidad étnica y confianza en los estudios de Bjørnskov, esta investigación proporciona un respaldo consistente a la hipótesis de que la desigualdad de ingresos es un predictor negativo consistente de la confianza. Otros estudios trasnacionales con muestras de diversas regiones del mundo sugieren que la relación entre diversidad y cohesión a nivel nacional puede verse moderada por el buen gobierno. Delhey y Newton (2005) informan de una correlación bivariable negativa entre el fraccionamiento étnico y los niveles medios de confianza generalizada, pero la asociación se ve significativamente debilitada en presencia de un buen gobierno y de riqueza nacional. Otro estudio de 44 países usando la Encuesta de Valores Mundiales (Anderson y Paskeviciute, 2006) indica que la diversidad étnica no está asociada de un modo significativo con la confianza, mientras que la diversidad lingüística desaparece como factor cuando la muestra se restringe a las democracias consolidadas; las democracias débiles, por el contrario, muestran una correlación negativa entre heterogeneidad lingüística y confianza interpersonal. Gesthuizen et al. (2009) usan el Eurobarómetro de 2004, que entrevistó a 27.000 personas de 28 países europeos para examinar determinantes de confianza interpersonal, capital social informal (contacto frecuente y apoyo social) y capital social formal (participación en y donaciones a organizaciones). Con una muestra analítica limitada a los encuestados con padres nativos, el fraccionamiento étnico no tiene efectos significativos sobre ninguna de las magnitudes del capital social. En un estudio similar de 21 países que usa la Encuesta Social Europea, Hooghe et al. (2009) concluyen también que la diversidad étnica no está relacionada con la confianza interpersonal. Ambos estudios incluyen medidas de la diversidad relacionada RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 97 Diversidad, capital social y cohesión 97 con la inmigración. Gesthuizen et al. consideran que el volumen de inmigrantes no es un predictor significativo de ningún indicador de capital social, mientras que la inmigración media neta entre 1995 y 2000 tuvo un efecto negativo sobre la confianza y un efecto positivo sobre el capital social informal. Hooghe et al. incluyen múltiples medidas de la inmigración y llegan a la conclusión de que ninguna de ellas está significativa y consistentemente relacionada con la confianza general, una vez que el análisis se ajusta para valores extremos. Lagunas metodológicas y cuestiones conceptuales La evidencia empírica extraída de numerosos estudios nacionales y trasnacionales ofrece solamente un apoyo muy selectivo a la hipótesis de la «defensividad» de Putnam. Estos hallazgos «matizados e inconsistentes» (Sturgis y Smith, 2010: 4) apuntan hacia una serie de lagunas conceptuales y metodológicas en este campo de investigación, incluyendo la conceptualización y operacionalización inconsistentes de los conceptos clave de capital social, cohesión y diversidad; los múltiples niveles del análisis; y la insuficiente atención a cuestiones metodológicas de endogeneidad y aglomeración (clustering). La hipótesis de la «defensividad» vinculaba la diversidad con bajos niveles de capital social y solidaridad, pero los estudios empíricos de esta correlación han empleado un amplio abanico de variables dependientes cuya relación con el concepto de cohesión no es siempre evidente. Putnam y sus seguidores han sembrado la alarma en los gobiernos sobre la amenaza que suponía la diversidad ocasionada por la inmigración. No obstante, como hemos visto, un número importante de estudios sugieren que no es la diversidad per se, sino la diversidad con desigualdad la que genera la diferencia. Según estos estudios, cuando debido a la proximidad espacial o a la disminución de la desigualdad económica, diferentes grupos étnicos comienzan a interactuar más unos con otros, los indicadores de civismo y confianza no disminuyen. Por el contrario, cuando las diferencias étnicas vienen acompañadas de una elevada desigualdad y de segregación espacial, estos indicadores se resienten (Sturgis y Smith, 2010; Hooghe, 2007; Uslaner, 2006). Estos resultados están en la línea de los presentados en la sección anterior, que muestran que, según los datos del propio Putnam, la diversidad racial reduce el capital social. Tales hallazgos han sido replicados por otros autores como Alexander (2007), quien también señala los efectos opuestos de la educación superior y la población agrícola en el aumento de las medidas de confianza. Tomada en conjunto, esta serie de resultados sugiere que, más que una fuerza autónoma, el capital social —definido como comunitarismo o confianza— es en realidad un derivado de factores estructurales más básicos, entre los cuales la homogeneidad racial, la educación y la igualdad económica ocupan el lugar principal. El comunitarismo y la confianza se encuentran así pues en las zonas predominantemente blancas, relativamente ricas y fundamentalmente rurales, de las cuales constituyen buenos ejemplos los pueblos de Dakota del Sur (que Putnam considera «inundados de capital social») (Hallberg y Lund, 2005). Es relativamente fácil encontrar ligas de bolos en esos pueblos, pero esto es un epifenómeno de factores más básicos. Otros autores, sin embargo, insisten en que es la diversidad en sí misma —diversidad que la inmigración masiva incrementa necesariamente— la que conduce a un declive del capital RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 98 98 Alejandro Portes y Erik Vickstrom social. Según este punto de vista, incluso los inmigrantes con formación y relativamente ricos reducirán el capital social debido a su diferencia cultural. Putnam (2007) mismo resalta que en áreas con elevada diversidad, incluso los blancos nativos llegan a desconfiar unos de otros. Si esto es realmente así, vale la pena preguntarse otra vez si este declive que ha despertado tanta alarma es de verdad tan importante. Como hemos visto previamente, hay razones para creer que muchos de los supuestos beneficios del capital social son en buena medida ilusorios. Mientras que Putnam y sus seguidores han mostrado gran interés en persuadirnos de que la desaparición del asociacionismo tiene consecuencias casi apocalípticas (Hallberg y Lund, 2005), la realidad sobre el terreno parece ser bastante diferente. La confianza mutua y los equipos de bolos son cosas agradables, pero no representan una condición sine qua non de una sociedad viable. Para entender este aspecto con claridad, es útil volver a los clásicos de la sociología —largamente olvidados en este debate— para buscar guías en la comprensión de lo que está ocurriendo realmente. Durkheim (1984 [1893]) distinguía entre la solidaridad «mecánica» de las sociedades tradicionales —basada en la homogeneidad cultural y el conocimiento mutuo— y la solidaridad «orgánica» de las sociedades modernas —basada en la heterogeneidad, la diferenciación de roles y la división compleja del trabajo. Otros autores clásicos como Tonnies (1963 [1887]), Sombart (1982 [1911]) y Malinowski (1926) también insistieron y desarrollaron esta misma idea. La relevancia contemporánea de esta distinción es doble. En primer lugar, sugiere que los llamamientos actuales hacia la homogeneidad y el comunitarismo miran hacia el pasado y, por lo tanto, son reaccionarios. Promueven el regreso a una idealizada sociedad tal como presuntamente fue, y no tal como realmente es hoy, o como probablemente será en el futuro. Las bucólicas comunidades rurales han ejercido siempre una poderosa atracción sobre la cultura popular americana, pero representan un ideal poco compatible con los requerimientos de un mundo complejo. En segundo lugar, existen otras maneras de organizar la vida social que fomentan el desarrollo individual y el bienestar colectivo y que no dependen de la solidaridad mecánica. En lugar de eso, confían en la diferenciación y diversidad crecientes junto con la integración orgánica de roles complejos y múltiples. Nos centramos a continuación en el análisis de estas fórmulas, como preludio del examen del lugar y los efectos reales de la inmigración contemporánea LA COHESIÓN EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO Entrar en un vagón de metro abarrotado en cualquier gran ciudad puede representar muy bien la antítesis de la concepción de la comunidad de Putnam: nadie conoce a nadie y hay escasa comunicación entre los pasajeros, que se miran unos a otros con lo que Simmel (1964 [1902]) llamaba «ligera aversión mutua». No obstante, el tren llega a la hora, las personas se desplazan para permitir a otras entrar y salir y la gente usa habitualmente el servicio para ir y volver de su trabajo. No hay comunidad en el vagón de metro; en su lugar existen individuos, pero individuos con roles que siguen las reglas de instituciones que los engloban a todos. Este es el tipo de cohesión que hace funcionar al mundo moderno: no depende del conocimiento mutuo, sino de una serie de normas que son entendidas y aceptadas por todos RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 99 Diversidad, capital social y cohesión 99 y que están garantizadas por agencias especializadas. Las grandes corporaciones y los mercados impersonales no se guían con capital social; en lugar de eso, operan sobre la base de reglas universalistas y de su personificación en roles específicos. Usted no conoce ni necesita conocer al taquillero del metro para depositar el dinero en su mano y recibir el ticket a cambio; usted no tiene ni la más remota noción de quién es el conductor del tren, pero tiene absoluta confianza en que le llevará de manera segura a su destino. La solidaridad orgánica, no el comunitarismo, coordina las vidas diarias de millones de personas en la sociedad contemporánea y hace posible el logro tanto de las expectativas individuales como de los objetivos colectivos. Si, tras un duro día de oficina, usted decide reunirse con sus amigos en una pista de bolos, estupendo, pero eso no es una precondición o un requerimiento para que usted forme parte de la sociedad. Como Durkheim (1984 [1893]) reconoció hace más de un siglo, la solidaridad orgánica no conduce a la desafección y la anomia, sino a lo contrario. La identificación emocional que el individuo siente con su nación o su ciudad no reside en el conocimiento recíproco de todos sus miembros, sino más bien en los valores compartidos y en el reconocimiento de un orden normativo común, necesario para alcanzar las metas individuales. Este es el tipo de cohesión que induce a las personas a identificarse como ciudadanos de una nación, cumplir con sus obligaciones hacia ella y apoyarla en momentos de necesidad. La solidaridad orgánica depende de tres condiciones: a) la diversidad de los miembros de la sociedad; b) la división compleja del trabajo; c) instituciones de coordinación fuertes. Cuando estas condiciones existen, las redes comunitarias pueden estar presentes o no, pero no son imprescindibles para la continuidad de un orden social viable. Bajo algunas circunstancias, los grupos comunitarios y las asociaciones voluntarias pueden ser un añadido muy útil; en otras, el exceso de comunitarismo puede en realidad crear obstáculos, al acentuar los intereses particularistas y las visiones estrechas frente a los fines universales de una sociedad democrática. Como nos recuerda el análisis de Berman (1997) sobre el papel de las asociaciones locales en el ascenso del partido nazi en Alemania, puede haber graves aspectos en esta forma de capital social. Puesto que las instituciones coordinadoras fuertes son una condición necesaria de la solidaridad orgánica, y dado que pueden coexistir con el comunitarismo o no, es posible observar en la realidad una pluralidad de formas de organización social. Aparecen resumidas de forma esquemática en el cuadro 1. Las celdas de este cuadro representan tipos ideales de las formas en las cuales se pueden organizar las sociedades. La celda A representa el ideal tocquevilliano de fuerte orden público respaldado por una ciudadanía movilizada. Presumiblemente, esta es también la situación que prefieren Putnam y sus seguidores. Está claro que esta situación es preferible a la que muestra la celda D, donde el individualismo y la anomia amenazan con colapsar la sociedad y aumentar el problema de orden de tipo hobbesiano (Centeno y Portes, 2006). Las celdas restantes son, sin embargo, las que mayor interés teórico despiertan. El orden social es sostenible en ambas, pero sobre bases diferentes. La asociación comunitaria puede asumir el papel de instituciones coordinadoras débiles, pero al precio de retrotraerse a la solidaridad mecánica. Esta es la situación representada por la celda C. Puesto que el capital social comunitario se presume basado en los vínculos estrechos y el conocimiento mutuo, el orden social resultante estará necesariamente fragmentado: un pequeño mundo pueblerino de comunidades semiaisladas y autosuficientes. RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 100 100 Alejandro Portes y Erik Vickstrom La celda B representa el tipo ideal de solidaridad orgánica, donde una sociedad individualista opera a través de fuertes instituciones públicas coordinadoras. Los ciudadanos conectan con estas instituciones a través de canales formales establecidos. Dados los efectos colaterales del comunitarismo antes descritos, esta situación no es necesariamente menos preferible que la de la celda A. Pese a ser menospreciada como «atomística» por los defensores del capital social, el imperio de las reglas universalistas imparciales se ve menos desafiado en estas situaciones que en aquellas en las que un público movilizado crea múltiples grupos organizados, cada uno de los cuales persigue lograr sus propios intereses particulares. En estos últimos casos, el capital social comunitario puede crear obstáculos significativos al Estado de Derecho y a la viabilidad de sus instituciones (Almond y Verba, 1965; Berman, 1997). En realidad, las naciones avanzadas funcionan en algún punto entre las celdas A y B, donde la cohesión superior creada por la solidaridad orgánica es complementada por distintas formas de asociaciones, desde grupos informales a intereses especiales organizados. Las sociedades menos desarrolladas subsisten en algún lugar entre las celdas C y D, donde la solidaridad mecánica de las familias extendidas y las redes tribales mantiene una apariencia de orden frente a instituciones coordinadoras débiles o ausentes. Los casos de los llamados «Estados fallidos», como Somalia o Haití, son ejemplos de ello. La llamada a promover el capital social nos oculta sus aspectos negativos y sus limitaciones. Si bien el comunitarismo es un ideal atractivo, no puede proporcionar la base para la organización de una sociedad democrática moderna y, cuando se practica en exceso, en realidad puede llegar a amenazar su estabilidad. CUADRO 1 TIPOS DE ORGANIZACIÓN MACROSOCIAL Comunitarismo Alto Instituciones Fuerte coordinadoras Bajo A B Solidaridades orgánica/mecánica: Solidaridad orgánica: Ciudadanía movilizada Individualismo y universalismo C D Solidaridad mecánica: Quiebra sistémica públicas/privadas Débil Comunidades fragmentadas EL PAPEL DE LA INMIGRACIÓN El descubrimiento de que la inmigración reduce la homogeneidad cultural y el comunitarismo es perfectamente razonable. La alarma provocada por el descubrimiento, según la cual la inmigración conduciría a la desorganización y la ruptura social, no lo es. De acuerdo con la tipología precedente, una elevada inmigración desplaza a las sociedades receptoras de algún modo desde la celda A hasta la celda B, pero la presencia de instituciones fuertes conjura el riesgo de quiebra sistémica. Esto es lo que ha pasado realmente: si bien la inmigración RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 101 Diversidad, capital social y cohesión 101 irregular plantea algunos problemas a las autoridades, el peso de las instituciones modernas es más que suficiente para asegurar que el flujo de recién llegados se canalice apropiadamente. No hay ninguna nación desarrollada en Norteamérica o en Europa occidental que se haya visto seriamente desafiada por la inmigración masiva; el sentimiento y el panorama a nivel de calle han cambiado considerablemente, pero las instituciones centrales de estas sociedades han permanecido intactas (Castles, 2004; Hollifield, 2004). Lo que la inmigración sí produce es un incremento demográfico y de la diversidad cultural. La intimidad de las comunidades homogéneas se ve sacudida por la presencia de inmigrantes de tantos orígenes culturales diferentes. Su llegada no desafía en realidad la estructura de clases, que, al igual que las instituciones claves, permanece intacta, sino más bien la composición de las clases trabajadoras. La diversidad creada por la inmigración en la población trabajadora es de hecho una buena cosa. Como hemos visto previamente, esa diversidad es necesaria para una división del trabajo compleja y basada en la solidaridad orgánica. En el mundo contemporáneo, una población étnicamente homogénea y de edad avanzada plantea un reto mayor para la supervivencia a largo plazo de las sociedades desarrolladas que la presencia de inmigrantes (Castles, 2004; Massey, 2007; Alba y Nee, 2003). Esta última representa una necesaria inyección de juventud y energía y una fuerza que ralentiza el declive demográfico (Massey et al., 2002). El argumento de que la inmigración reduce el capital social ha conducido inevitablemente a Putnam y sus seguidores a la compañía de los nativistas y restriccionistas conservadores, incluido el que fuera su colega de Harvard Samuel Huntington (2004). En cierto sentido, Putnam ha quedado preso en la red de su propia lógica: si el capital social es un bien público incondicional y la inmigración masiva lo reduce, entonces esta última debe ser un mal público incondicional. Como acabamos de ver, sin embargo, aquellos a quienes alarma esta perspectiva pueden descansar tranquilos. El comunitarismo y las expresiones de confianza en las encuestas no son el bálsamo universal predicho por los partidarios del capital social, y tampoco condiciones necesarias para el apropiado funcionamiento de la sociedad moderna. Esta última puede operar indefinidamente sobre la base de una forma superior de cohesión. Como hemos visto en epígrafes anteriores, los estudios empíricos han demostrado que el índice de capital social de Putnam es un correlato o una consecuencia de procesos más básicos, como la desigualdad y la segregación racial. Estos procesos son los que merecen atención, puesto que sí amenazan la viabilidad a largo plazo de las sociedades democráticas modernas. La solidaridad de estas sociedades se deduce en último término de las oportunidades que ofrecen a todos sus miembros de alcanzar sus metas individuales. La denegación sistemática de esas oportunidades a amplios sectores sobre la base de su raza o de su origen étnico es enemiga de las formas superiores de cohesión basadas en reglas universalistas e imparciales. En síntesis, la inmigración incrementa la diversidad demográfica y cultural, pero los peligros asociados a esta tendencia son ilusorios. Esta diversidad contribuye a la viabilidad a largo plazo de los países que dependen de formas de socialización no retrógradas, sino modernas. En la medida en que los recién llegados sean incorporados de un modo que reduzca las inevitables desigualdades iniciales y ofrezca oportunidades de movilidad ascendente RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 102 21/6/12 13:24 Página 102 Alejandro Portes y Erik Vickstrom para sus descendientes, los efectos de la inmigración consistirán en fortalecer las economías receptoras y rejuvenecer sus poblaciones. El declive de los antiguos equipos de bolos y de las expresiones de confianza en los sondeos de opinión es un pequeño precio a pagar por estos beneficios. CONCLUSIÓN Es de destacar la determinación y la habilidad retórica con la cual Putnam logró arrastrar el concepto de capital social lejos de sus creadores sociológicos, persuadir a las autoridades y al público en general de la importancia central de su propia versión del concepto y, finalmente, asustarles con el anuncio de su extinción como consecuencia de la inmigración y la diversidad étnica. En algún momento del futuro, los historiadores de las ideas tendrán mucho que decir acerca de esta trayectoria intelectual única. En la actualidad, ha aparecido una verdadera industria dedicada a analizar indicadores de confianza y otras dimensiones vinculadas con el capital social de Putnam, y sus mediciones pueblan las encuestas sociales en muchos países. También ha aparecido una literatura secundaria dedicada a analizar aspectos metodológicos asociados con estos estudios, incluyendo las medidas adecuadas de confianza, las variadas maneras de evaluar la diversidad y la naturaleza de las relaciones entre diversidad, confianza y cohesión. Si bien analizar expresiones de confianza recogidas en los sondeos y medidas del comunitarismo local es una empresa intelectual perfectamente legítima, en este estudio hemos sacrificado una discusión detallada de sus múltiples (y con frecuencia contradictorios) hallazgos, así como de las cuestiones metodológicas que suscitan, a favor de considerar una cuestión más general. Esa cuestión puede presentarse de manera sucinta del modo siguiente: ¿qué significado tiene todo este asunto? O, más concretamente, ¿vale la pena toda esta inversión de tiempo y dinero para investigar el capital social comunitario? Una cuestión subsidiaria sería si la diversidad introducida por la inmigración contemporánea plantea una amenaza significativa para las sociedades receptoras. Las respuestas dependen de dos consideraciones. En primer lugar, si el capital social, en la versión de Putman, representa un recurso colectivo fundamental que genere una amplia variedad de consecuencias positivas. En segundo lugar, si el comunitarismo y la confianza interpersonal son el mejor o el único medio para producir cohesión social en las sociedades modernas. Los resultados de nuestros análisis empíricos y conceptuales responden negativamente a ambas preguntas. Desde el punto de vista empírico, muchos de los supuestos beneficios del capital social comunitario acaban siendo correlaciones, más que consecuencias; la mayoría de estas correlaciones son conjuntamente dependientes, a su vez, de factores estructurales más básicos de los cuales los más importantes son la desigualdad, el nivel de educación de la población y su composición racial o étnica. Una vez tenidos en cuenta estos factores, los supuestos efectos beneficiosos del capital social desaparecen en buena parte. En segundo lugar, un análisis teórico de la base organizativa de la sociedad moderna evidencia que esta no depende de las redes interpersonales o de las expresiones de confianza mutua. Una sencilla visita a los clásicos de la sociología basta para recordarnos que el RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 103 Diversidad, capital social y cohesión 103 «pegamento» que mantiene unida a la sociedad moderna no es la solidaridad mecánica asociada a ese tipo de redes, sino una forma superior de cohesión asociada a la división compleja del trabajo y a la solidez de las instituciones. Por ello, estas sociedades no dependen del conocimiento mutuo, sino de reglas universalistas y de la capacidad de las instituciones para hacer respetar su observancia. No es sorprendente que los estudios empíricos hayan demostrado que la buena gobernanza de las regiones y los países incrementa la confianza y elimina los supuestos efectos nocivos de la diversidad (Delhay y Newton, 2005). Siendo así, el hecho de que la inmigración traiga consigo diversidad y, de ese modo, reduzca el comunitarismo pierde gran parte de su urgencia. Las advertencias apocalípticas de lo contrario, la cuestión de si la inmigración incrementa el malestar entre los miembros de una antigua población homogénea y conduce a su «defensividad» no resultan en absoluto cruciales. La bibliografía científica dista de ser unánime a la hora de confirmar si esta pauta se sostiene, pero incluso si algunas personas eligen desconectarse del resto cuando perciben un incremento de la diversidad, ese coste palidece en comparación con los beneficios reales que la inmigración trae consigo a las sociedades receptoras. Frente a una población envejecida y a la necesidad de nuevas reservas de trabajadores especializados y no especializados en muchos sectores de sus economías, estas sociedades cuentan con pocas vías de rejuvenecimiento que no pasen por la inmigración sostenida4. Las respuestas a las cuestiones precedentes tienen un importante corolario. La preocupación por las decrecientes expresiones de confianza y los supuestos efectos de la diversidad sirve para distraer atención de problemas reales y mucho más urgentes. Mientras algunos académicos y gestores públicos se preocupan por incrementar la participación en las asociaciones locales y hacer que las personas demuestren mayor confianza en otros, se quedan por el camino problemas tan básicos como el diseño de una política migratoria que incorpore de forma efectiva a los recién llegados. En los Estados Unidos, los millones de dólares gastados en investigar si la confianza pública está en declive o si la inmigración la reduce hubieran sido más fructíferos de haberse invertido en idear un programa de gestión del trabajo que incorporase de forma flexible a los inmigrantes y que estableciese vías para promover la integración económica y social para ellos y sus hijos. 4 La reciente recesión y el incremento en los niveles de desempleo doméstico proporcionan evidencia contraria a la necesidad de nuevas reservas de trabajadores extranjeros. Sin embargo, dos consideraciones operan en sentido opuesto a este argumento. En primer lugar, la tendencia a largo plazo apunta hacia una demanda creciente y sostenida de trabajadores extranjeros, tanto profesionales y técnicos como trabajadores manuales, tal como aparece documentado en numerosos informes oficiales (Congressional Budget Office, 2005 y 2010). La situación actual, generada por un descontrol financiero de escala masiva, es excepcional y es poco probable que constituya una tendencia a largo plazo de la economía. En segundo lugar, incluso ahora, hay sectores específicos de la economía americana que continúan proveyéndose de mano de obra en el extranjero. El informe anual de la Oficina de Estadísticas Migratorias demuestra que cientos de miles de profesionales extranjeros y sus familias han seguido llegando en los últimos años. Al mismo tiempo, aunque ha disminuido el flujo de trabajadores irregulares para la agricultura y otros sectores intensivos en mano de obra, sigue teniendo una escala masiva (Massey, 2009; Office of Immigration Statistics, 2009; Passel, 2009). Estas cifras proporcionan una clara evidencia de que la necesidad de mano de obra extranjera representa un rasgo estructural, no coyuntural, de la economía americana. RES nº 17 (2012) pp. 83-107. ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 104 13:24 Página 104 Alejandro Portes y Erik Vickstrom Los falsos problemas tienen sus costes. Sin bien las voces de alarma por el declive del capital social a consecuencia de la diversidad sin duda han tocado una fibra sensible, resulta más que dudoso que el vasto programa de investigación engendrado por tales temores haya mejorado en algún sentido la sociedad americana o haya hecho que sus políticas públicas resulten más efectivas. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ACEMOGLU, D., JOHNSON, S. y ROBINSON, J. A. (2001), «The Colonial Origins of Comparative Development: an Empirical Investigation», en American Economic Review, 91: 1369-401. ALBA, R. y NEE, V. (2003), Remarking the American Mainstream: Assimilation and Contemporary Immigration, Harvard University Press, Cambridge, MA. ALESINA, A. y LA FERRARA, E. (2002), «Who trusts others?», en Journal of Public Economics, 85: 207-34. ALEXANDER, M. 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ISSN: 1578-2824 17148 RESociologia 17 (FFF).qxd 21/6/12 13:24 Página 105 Diversidad, capital social y cohesión 105 OFICINA PRESUPUESTARIA DEL CONGRESO (2005), Economic Growth and Immigration: Bridging the Demographic Divide, Informe de Síntesis, noviembre, p. 17, Washington, DC, Congreso de los Estados Unidos. — (2010), The Role of Immigration in the US Labor Market: An Update, Washington, DC, Informe del Congreso de los Estados Unidos, julio, http://www.cbo.gov/ doc.cfm?index=11691 COSTA, D. L. y KAHN, M. E. (2003), «Civic Engagement and Community Heterogeneity: an Econnomist’s Perspective», en Perspectives on Politics, 1: 103-111. DELHEY, J. y NEWTON, K. (2005), «Predicting Cross-National Levels of Social Trust: Global Pattern or Nordic Exceptionalism?», en European Sociological Review, 21: 311-327. DURKHEIM, E. (1984 [1893]), The Division of Labor in Society, Free Press, Nueva York. ETZIONI, A. 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