La economía de la lengua: estado de la cuestión / Economics of language: an overview, por Daniel Sotelsek Salem y José Manuel Maneiro Jurjo

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La economía de la lengua:
estado de la cuestión
Economics of language: an overview
DANIEL SOTELSEK SALEM
Universidad de Alcalá de Henares (España)
[email protected]
JOSÉ MANUEL MANEIRO JURJO
Universidad de Alcalá de Henares (España)
[email protected]
RESUMEN
La literatura económica convencional ha clasificado a la lengua como un bien complejo, con
una naturaleza dual de bien privado y bien público. Sin embargo, la lengua posee características que podrían encuadrarse dentro de una categoría adicional de bienes, los llamados «bienes preferentes». Se puede caracterizar a los bienes preferentes como «condiciones para la
posibilidad» de la ocurrencia de un suceso.
En el caso de la lengua, la presencia de una lengua común puede considerarse una precondición para la aparición del comercio y la creación de mercados eficientes. El lenguaje
puede, además, tener influencia sobre el estatus socioeconómico de las personas. En este
caso, la lengua se transforma en la condición para la posibilidad de una vida plena en una
estructura social.
Palabras clave: economía del lenguaje, externalidades de red, bienes preferentes,
sociología de la lengua, capital social.
ABSTRACT
Conventional economic literature has classified language as a complex good, with
a dual nature of private good and public good. However, the tongue has certain characteristics that can be placed in another additional category of goods called «merit
goods». These can be characterized as «conditions for the possibility» for an event to
occur.
In the case of language, the presence of a common tongue can be considered as a
precondition for the appearance of commerce and the creation of efficient markets.
RES nº 10 (2008) pp. 53-73
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Besides, language can have an influence on the social economic status of people. In this
case, language becomes a condition to reach a plentiful life in a social structure.
Keywords: language economics, network externalities, merit good, sociology of language, social capital.
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INTRODUCCIÓN
El lenguaje está presente en todos los aspectos de la vida humana, esto ha provocado que
muchas ramas del conocimiento se hayan dedicado al estudio del mismo. A partir de mediados de la década de los sesenta se comienza a investigar sobre temas relacionados con la
importancia de la lengua, y con el paso del tiempo estos estudios forman una estructura
denominada economía del lenguaje1.
La economía del lenguaje se caracteriza por el empleo de métodos transplantados, en su
mayoría, de la microeconomía moderna. De esta manera, los teoremas, métodos y el lenguaje de la microeconomía han servido para obtener nuevos e interesantes resultados en algunas
áreas que, hasta el momento, no despertaban la curiosidad de la economía (Breton, 1998)2.
Según este autor no es posible afirmar que el análisis de una cuestión de índole social o política está realizado bajo una óptica económica a menos que se siga la metodología básica de
esta disciplina3.
LA CARACTERIZACIÓN ECONÓMICA DE LA LENGUA
En una economía de mercado los recursos se asignan a través de la interacción de los agentes económicos en los mercados de bienes y servicios. Bajo este esquema, el mecanismo de
precios constituye el instrumento mediante el cual se produce la coordinación en el mercado de los intereses individuales. La oferta y la demanda, interactuando libremente en el mercado producen una asignación eficiente de los recursos. En determinas circunstancias, los
mercados no cumplen eficientemente con sus funciones de coordinación y asignación de
recursos. En presencia de los denominados «fallos de mercado», el mecanismo de precio no
consigue transmitir toda la información relevante para que los agentes puedan tomar unas
decisiones óptimas.
De acuerdo con Cornes y Sandler (1996), citado por Grin (2003), podemos identificar
seis orígenes para los fallos de mercado: En un primer grupo tenemos la información imperfecta, que dificulta a los agentes económicos la toma de las decisiones correctas referidas
a la oferta y demanda de bienes y servicios; la existencia de elevados costes de transacción,
que disuaden a los agentes de la toma de determinadas decisiones que hubieran sido beneficiosas desde el punto de vista económico; la inexistencia de mercados, que podría aplicarse
a situaciones como la conservación de una lengua para su uso por las futuras generaciones.
1 Existe un volumen considerable de trabajos que recopilan las aportaciones teóricas y empíricas en el campo de la
economía del lenguaje. Entre ellos podemos citar a Breton (1999a, 1999b), Grin (1990, 1996a, 1996b, 1999), Grin
y Vaillancourt (1997), Lamberton (2002), Vaillancourt (1985). En España podemos mencionar el trabajo de Jiménez (2006).
2 Como ejemplos de estas nuevas áreas de interés el autor menciona: la organización gubernamental, la discriminación racial y de género, las adicciones, el nacionalismo y el lenguaje.
3 El primer paso de una metodología económica es el estudio de la respuesta de los individuos y las organizaciones a los cambios que les afectan (estudio de las preferencias, la demanda y la oferta). El segundo paso consiste en el análisis de los diferentes mercados (teoría de los mercados) y, en última instancia, del sistema económico
como un todo (equilibrio general). Este punto tiene difícil concreción, ya que, sobre todo en el análisis de nuevos
fenómenos, se establecen multitud de relaciones entre las distintas partes componentes del sistema económico.
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El mercado para esa lengua todavía no existe, en tanto en cuanto las generaciones futuras no
han nacido, pero, si estas generaciones pudieran expresarse, quizá estuvieran dispuestas a
pagar un precio en un hipotético mercado por la posibilidad de utilizar esta lengua4; las
imperfecciones del mercado, como la existencia de oligopolios y monopolios, controles de
tipos de cambio y tipos de interés, etc.
En un segundo grupo están las externalidades y los bienes públicos que constituyen una
parte significativa del impacto de la lengua sobre la actividad económica: se dice que estamos en presencia de una externalidad cuando la actividad de una persona (o empresa) repercute sobre el bienestar de otra (o sobre su función de producción), sin que por ello se cobre
un precio (en el caso de una externalidad positiva) o tenga que pagar algo por ello (en el caso
de una externalidad negativa). Un ejemplo de externalidad positiva es el asociado a la extensión de la educación entre la población, a medida que los individuos aumentan su nivel de
educación, no sólo se benefician ellos directamente, sino la sociedad en su conjunto. Como
ejemplo de externalidad negativa podemos citar el ruido derivado de la celebración de un
«botellón»5.
La lengua genera, también, externalidades. Las mismas se encuadran dentro de las llamadas «externalidades de red», estudiadas por Katz y Shapiro (1985). Existen muchos bienes
que aumentan la utilidad que proporcionan a los individuos a medida que aumenta el número de personas que los utilizan. Ése es el caso de la tecnología de la comunicación, teléfonos, equipos de fax, ordenadores, correo electrónico. En todos estos ejemplos el valor de los
bienes aumenta a medida que más individuos los utilizan, es decir, a medida que más individuos se encuentran en la misma «red». En el caso del lenguaje, cuando un individuo aprende una lengua eso confiere un beneficio a los individuos que ya la utilizan6.
En 1998 Harris traslada al estudio de las externalidades de red del lenguaje el análisis realizado unos años antes por Katz y Shapiro (1994) referido a los sistemas de red en el ámbito de las comunicaciones7. Según el mismo, la competencia que se da entre distintas lenguas
tiene elementos similares a la competencia que tiene lugar entre sistemas de red como los
analizados por estos dos autores. Las lenguas más difundidas tienen más posibilidades de ser
utilizadas por aquellos que se deciden a aprenderlas y, por tanto, representan una inversión
4 El precio de mercado que se debe satisfacer por el uso de una lengua puede tener múltiples formas, desde el
precio de un curso de idiomas, hasta el precio de un libro escrito en dicha lengua.
5 En los sistemas de mercado, se producen más externalidades negativas y menos externalidades positivas de
las que serían socialmente deseables.
6 Entre los estudios destacados sobre externalidades de red, podemos citar a Economides (1996), Katz
y Shapiro (1986, 1994).
7 Un sistema de comunicaciones se compone de un hardware (por ejemplo, los ordenadores y las líneas telefónicas) y un software que permite que los equipos informáticos se comuniquen. El sistema consiste, entonces, en una
serie de productos de software complementarios unidos por el hardware. Las decisiones de compra del software las
toman diferentes individuos de manera independiente. Existen muchos sistemas compitiendo entre ellos (VHS frente a Beta, PC frente a Mac).
En este contexto surgen algunos temas para el estudio, uno de ellos es el referido a los beneficios que se obtendrían si los diferentes sistemas competidores se estandarizaran y compatibilizaran entre ellos. Otro efecto que se
observa es que cuanto mayor sea la cantidad de un determinado hardware que esté en funcionamiento, mayores son
las expectativas de los consumidores acerca de que ese tipo de hardware prevalecerá sobre sus competidores en el
futuro y, por tanto, mayor tendencia tienen a comprarlo en detrimento de las alternativas. La competencia entre sistemas alternativos lleva a tres tipos de problemas: las expectativas, la coordinación y la compatibilidad.
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de menor riesgo. Para Harris, la capacidad de hablar una lengua es el hardware de un sistema
idiomático. Si desean adquirir esa capacidad, los individuos deben realizar una inversión, en
tiempo y dinero. Una vez realizada esa inversión adquiere características de un coste fijo, es
irreversible y dura más de un periodo. El valor final de esa inversión dependerá de los futuros
usos que se le puedan dar a esos conocimientos, a esa habilidad, y esto, a su vez, dependerá de
la existencia de ámbitos en los que se pueda utilizar. Las instituciones y las actividades que
requieren el uso de una determinada lengua cumplirían el papel del software del sistema idiomático8. Mientras mayor sea el desarrollo de este software en la sociedad, mayor es la rentabilidad social de la inversión.
Por su parte, Breton (1998) analiza el caso de las externalidades de red en presencia de una
lingua franca. Según este autor, en ciertas ocasiones, las personas que hablan la lengua franca
reciben un beneficio por este solo hecho. Breton llama a este fenómeno señoriaje. El mismo se
apreciaría al considerar a la lengua franca como una innovación tecnológica que reduce el coste
de la comunicación entre individuos, lo que proporcionaría beneficios sólo a aquellos individuos que dominen dicha lengua. El señoriaje podría, incluso, cuantificarse por vías como, por
ejemplo, el análisis de las diferencias de precios de productos, en los mercados internacionales
derivados de la lengua que hablan los agentes que realizan las transacciones.
Dalmazzone (1999) identifica dos efectos que tienen lugar cuando aumenta el tamaño de un
grupo lingüístico. El primero es un efecto directo que se basa en la complementariedad inherente a la mayor parte de las formas de comunicación. En el caso de la lengua, el valor de uso que
los agentes obtienen por la utilización de la misma aumenta a medida que se incrementa el tamaño de la población que la utiliza9. Este mecanismo es especialmente importante a la hora de
explicar la elección de una segunda lengua, las personas que eligen aprender un segundo
idioma lo hacen, en gran medida, basándose en la capacidad de comunicación que ésta tenga.
Sin embargo, la capacidad de comunicación de una lengua no depende únicamente de la
cantidad de personas que habla esa lengua, sino que también depende de los contenidos que se
transmiten con esa lengua. De acuerdo con lo anterior, el valor de una lengua se incrementa
significativamente si esa lengua cumple funciones de un medio de producción. Por ejemplo,
cuando se analiza la importancia relativa del idioma chino y el japonés, el primero tiene una
importancia y una demanda como segunda lengua mayor que lo que cabría esperar de acuerdo
con su población. Ello es debido a la importancia que tiene Japón en el comercio internacional
y a la cantidad de multinacionales japonesas que se instalan en el resto del mundo. Por su parte,
el idioma chino no tiene la relevancia económica que le correspondería de acuerdo a su población, si bien en los últimos tiempos, y a medida que la economía china se abra al mundo y se
convierta en un gigante exportador, su importancia crecerá y el número de personas que deseen adquirir conocimientos de chino irá en aumento10.
8 Dichas actividades e instituciones abarcan un amplio rango: el sistema educativo, los periódicos, la televisión,
la radio, internet, etc.
9 El boom de las nuevas tecnologías de comunicación actúa en el sentido de reducir el número de lenguas francas, ya que las potentes tecnologías existentes en la actualidad favorecen en gran manera la aparición de externalidades de red, la lengua que, por algún motivo, toma ventaja en estos campos, termina por desplazar a las restantes.
10 Otro factor relacionado con este último y que afecta al valor económico de una lengua es el referido a los
contenidos que se transmiten con esa lengua, una lengua que se utiliza como lengua franca para transmitir contenidos científicos, económicos, literarios, etc. aumenta su valor económico.
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Cuando un individuo aprende una segunda lengua, el valor social de ese aprendizaje es
mayor que el valor que representa para el individuo en términos de capital humano. Esto
puede dar lugar a la presencia de fallos de mercado que justifiquen una intervención pública. En ese sentido, Church y King (1993) prueban que el nivel óptimo particular (es decir, el
alcanzado mediante las decisiones individuales de los individuos y atendiendo sólo a sus
beneficios privados) de aprendizaje de una lengua extranjera es inferior al óptimo social. La
posibilidad para una acción pública que mejore el bienestar social queda abierta.
Siguiendo a Dalmazzone (1999), y bajo el enfoque de los fallos de mercado, podemos decir
que los beneficios asociados a la difusión de una lengua común quedarían de esta manera compuestos por: la recompensa que cada individuo percibe al unirse a una comunidad lingüística
y los beneficios que los individuos obtienen cuando la comunidad se expande. Finalmente, la
expansión de una lengua común puede mejorar el comercio, favorecer la expansión de ideas
y conocimientos científicos, la administración de empresas y otras actividades sociales11.
El otro fallo de mercado al que nos hemos referido es el constituido por los bienes públicos. Los bienes privados tienen, entre otras características, la exclusión y la rivalidad en el
consumo. Un chocolate tiene estas características: si me como el chocolate nadie más se lo
puede comer y si quiero otro chocolate existe un coste marginal que debo estimar. Sin embargo, hay muchos bienes que no poseen estas propiedades y se denominan bienes públicos porque poseen dos propiedades fundamentales: la no exclusión y la no rivalidad en el consumo.
La no exclusión significa que no puede excluirse a nadie del disfrute de un bien, aunque no
pague por él, y en este caso el coste marginal de un nuevo usuario es cero; y la no rivalidad
en el consumo se da cuando la utilización de un bien por parte de un individuo no reduce la
capacidad de otros para utilizarlo.
A continuación se muestra una clasificación de distintos tipos de bienes de acuerdo con
las características antes mencionadas:
TABLA 1
TIPOS DE BIENES
EXCLUSIÓN
Rivalidad
Bienes privados (ropa, alimentos)
NO EXCLUSIÓN
Recursos comunes de libre acceso (pesquerías
internacionales, pastos comunales)
Bienes públicos con congestión (autopistas públicas)
No rivalidad
Bienes de club
Bienes públicos puros
(GPS, televisión de pago)
(defensa, investigación básica)
Fuente: elaboración propia.
11 Una línea adicional de investigación es la emprendida por Bertrand et ál. (2000). Estos autores analizan la
presencia de efectos de red en el contexto del sistema de protección social de un país receptor de inmigración. Con
base en el análisis de datos de Estados Unidos, plantean la hipótesis de que los componentes de los grupos de habla
no inglesa residentes en ese país tienden a obtener la mayoría de la información sobre el sistema de seguridad social
de otras personas que pertenecen a su mismo grupo lingüístico. Los autores intentan demostrar que existe un fuerte efecto de red entre aquellos que pertenecen a grupos que no hablan la lengua dominante del país en el que residen. La pertenencia a estos grupos hará que una persona reciba mucha más información acerca de las posibilidades
de obtención de beneficios sociales que en el caso contrario.
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Existen algunos bienes que sólo parcialmente reúnen las características de no rivalidad
y no exclusión. Dentro de éstos podemos citar a los bienes de club. Éstos son bienes para los
cuales es posible limitar el acceso mediante tarifas pero, una vez que se accede a los mismos,
su consumo es no rival. Los bienes sujetos a congestión son aquellos en los que, si bien no
se puede excluir a nadie de su consumo, presentan cierto grado de rivalidad en el mismo. En
el caso de los recursos comunes, nos encontramos con bienes caracterizados por la libertad
de acceso, ello implica que su uso y disfrute no tiene ningún coste pero a diferencia de los
bienes públicos, en muchos casos, existe rivalidad en el consumo. El problema central es
que, en ausencia de una regulación y al no existir posibilidad de cobrar un precio por ello,
aparece la ley de captura con el consiguiente riesgo de agotamiento y desaparición.
Para Alonso (2006), la lengua presentaría algunos rasgos de un bien de club. En primer
lugar, porque es un bien no rival en su consumo y, en segundo lugar, porque quizá exista la
posibilidad de exclusión en su utilización. Un elemento básico de exclusión para acceder
a una lengua es el conocimiento de la misma. Esto sería de aplicación en el caso de aquellas
personas que no tengan a la lengua como materna. En este caso, el dominio de una lengua
requiere tiempo y dinero pero una vez que se accede a la misma no hay rivalidad en el consumo con otros usuarios. Podría incluso postularse que, aun para el caso de las lenguas
maternas, el domino de las mismas requiere tiempo y dinero. El tener una lengua como lengua materna no garantiza el dominio de la misma ni su correcta utilización. Los diferentes
grados de dominio de una lengua darían lugar a diferentes oportunidades de acceso a distintos planos socioeconómicos.
Siguiendo a Jiménez (2006), podemos decir que la lengua es un bien complejo, que
puede comportarse como bien o como servicio dependiendo de la ocasión y que tiene una
naturaleza dual, con características de bien privado y de bien público. En su naturaleza de
bien privado la lengua es objeto de transacciones en sí misma, como sucede en el ámbito
de la enseñanza de idiomas, y además forma parte, como un input más, de la producción de
todos los bienes y servicios de un país. La lengua cumple el papel de medio de comunicación esencial para el desarrollo de la actividad económica de todos los sectores12. En su naturaleza de bien público, por una parte cumple el principio de no rivalidad, ya que su consumo no reduce la disponibilidad de la misma. Por otra, es un bien de libre acceso, al ser imposible establecer un mecanismo que limite su consumo. Sauborin (1985) incluso considera la
lengua como un bien supercolectivo que adquiere un valor superior al incrementar el número de sus hablantes13.
Hasta aquí hemos caracterizado a la lengua en el contexto de la sabiduría económica convencional. Sin embargo, la lengua posee además características que podrían encuadrarse
dentro de una categoría adicional de bienes, los llamados bienes preferentes. Esta categoría
12 En el caso particular de algunas lenguas, como por ejemplo el español, podría darse lo que Jiménez (2006)
entiende como un efecto de «prestigio» para las personas que la hablan. Este prestigio provendría no sólo de la cantidad de personas que la hablan, sino también de las características socioeconómicas de esa población. El español
es hablado por cerca de cuatrocientos millones de personas y en algunas zonas, como el caso de Estados Unidos,
ese grupo está experimentando un crecimiento de su poder económico y político.
13 Se dice que un bien tiene un valor superior cuando la relación que se establece entre el sujeto que valora el
bien y el bien valorado trasciende a los valores de uso.
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conceptual fue analizada por primera vez en 1956 por R. Musgrave, quien consideraba que
los bienes preferentes son aquellos que tienen una importancia tan grande para las autoridades que sería válido modificar el resultado de la libre acción del mercado cuando el consumo de los mismos fuera inferior al que desean. En este sentido, el concepto de bienes preferentes viola el principio de la soberanía del consumidor toda vez que el incremento en los
niveles de provisión de un bien vaya en contra de sus preferencias, lo cual pone de manifiesto el rechazo de esta categoría de bienes por parte de la teoría económica tradicional.
Una de las contribuciones más destacadas sobre el estudio de los bienes preferentes fue realizada por Ver Eecke (1998), quien considera la existencia de dos grupos de bienes: los privados y los no privados. Los bienes privados son aquellos que se producen y distribuyen, de una
manera óptima, en los mercados privados. Por otra parte, los bienes no privados están compuestos por los llamados bienes públicos y bienes preferentes. Ambos tipos de bienes son provistos
por el sistema político. Los bienes públicos son bienes que el gobierno suministra siempre con
la intención de respetar las preferencias de los consumidores. La intervención del Estado se
hace necesaria, en este caso, por las características particulares de este tipo de bienes que hacen
difícil que los agentes particulares puedan acceder a ellos de una manera óptima.
En el caso de los bienes preferentes, nos encontramos, por el contrario, con bienes provistos por el Estado a unos niveles que no responden a las preferencias de los consumidores, es
decir, se viola el principio de soberanía del consumidor. Ahora bien, ¿por qué motivo querría
el Estado cambiar las preferencias de los consumidores? La razón más evidente es que se
busca eliminar o reducir conductas dañinas para los individuos, como sucede en el caso de la
legislación antitabaco o las restricciones impuestas a los menores para acceder a las bebidas
alcohólicas. Existe, sin embargo, una motivación más profunda que Ver Eecke, a partir de
Kant14, llama las «condiciones para la posibilidad» de la existencia o la ocurrencia de algo.
Dice Ver Eecke (1998): «[…] llamaremos bienes preferentes a aquellos bienes que son las
condiciones para la posibilidad de algo que es deseado por los consumidores, aun y especialmente cuando estos bienes o servicios preferentes no son preferidos por los consumidores».
Las dos claves de esta definición son, en primer lugar, la caracterización de los bienes
preferentes como condiciones para la posibilidad de algo, es decir, los bienes preferentes
son precondiciones para que exista la posibilidad de ocurrencia de un suceso. Un segundo
punto importante es la distinción entre el deseo de los consumidores y sus preferencias, lo
que parece referirse a las diferencias que existen entre los deseos de los agentes como consumidores individuales y los deseos de los consumidores como parte de una sociedad. Un
individuo puede desear fumar pero, a la vez, considera deseable que aumente la salud de la
población en general. Dentro de este razonamiento, los bienes preferentes responderían a una
especie de metapreferencias de los consumidores, que serían interpretadas por el gobierno.
Otra forma de mirar el problema es a través de la paradoja del aislamiento.
Llegados a este punto podríamos preguntarnos si el lenguaje puede considerarse la condición para la posibilidad de algo. Seguramente que sí: la presencia de una lengua común
entre compradores y vendedores puede considerarse como una precondición para la aparición del comercio y la creación de mercados eficientes.
14
Kant, I. (2002), La Crítica de la Razón Práctica. Alianza Editorial.
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Desde otra perspectiva, el lenguaje puede analizarse como uno de los determinantes del estatus socioeconómico de las personas, de su posición dentro de un entramado social, condicionando de esta manera su trayectoria vital. Si bien dedicaremos un apartado a desarrollar este tema
con más extensión, podemos adelantar que la lengua posee características de atributo étnico a la
vez que de capital humano de las demás lenguas conocidas por un individuo, cuya naturaleza se
asimila a la del capital humano. Las diferencias en las lenguas maternas de los distintos individuos, en el conocimiento de otras lenguas y en la habilidad en el manejo de las mismas, se traducen en diferencias de estatus social, nivel cultural, ingresos y posibilidades de ascensión dentro de una jerarquía laboral, y puede llegar a marcar una pauta de movilidad social.
Desde este último enfoque, la lengua se transformaría en la condición para la posibilidad
de una vida plena en una determinada estructura social15.
LA INFLUENCIA DE LA LENGUA SOBRE LAS RELACIONES HUMANAS:
EL CASO DEL COMERCIO
Como mencionamos en el apartado anterior, el lenguaje puede convertirse en la precondición
para la existencia del comercio. En la literatura existen una serie de estudios que han analizado la relación entre la lengua y el comercio, aunque no desde la óptica de los bienes preferentes. Como señala Choi (2002), el comercio y el lenguaje parecen haber prosperado en
una relación simbiótica. El alfabeto fue, supuestamente, inventado por los fenicios para facilitar el comercio y registrar la contabilidad de dichas operaciones. El compartir, según
Helliwell (1999), un idioma común puede tener un efecto positivo sobre el volumen de
comercio, algunos estudios como el de Frankel, Stein y Wei (1995) incluso se arriesgan
a cuantificar este efecto. Estos autores calculan que el volumen de comercio entre países que
comparten un idioma común o han tenido lazos coloniales, es un 65 por ciento mayor de lo
que lo sería si no se dieran esas circunstancias.
Las justificaciones que se han dado en la literatura para sustentar afirmaciones similares
son varias. En primer lugar está la explicación basada en los costes de transacción16
(Williamson, 1989; Johansson y Westin, 1994; Breton y Mieszkowski, 1979). Según este
enfoque, las barreras idiomáticas tendrían el mismo efecto sobre el comercio que otro tipo de
barreras como, por ejemplo, la distancia. Dos países que compartieran un mismo idioma tendrían una ventaja competitiva mutua frente a terceros que no estuvieran en esa situación17.
15 En el debate actual sobre políticas lingüísticas surge otra función atribuida a las lenguas minoritarias y es la
de constituir uno de los elementos sobre los que se pretende apoyar la potenciación de una identidad nacional y, en
algunos casos, un Estado propio. Algunos autores incluso postulan que la lengua tiene un valor intrínseco esencial
para la constitución de una comunidad. A este respecto, Fishman (2001) plantea que las lenguas locales tienen una
marcada función simbólica en la mayoría de las comunidades locales. La lengua, para este autor, tiene las características de un distintivo de autenticidad que reúne en sí la suma total de una experiencia histórica compartida.
Además, la lengua puede ser vista como un elemento crucial para la supervivencia de una nación y su transformación en una nación-estado, Caviedes (2003).
16 De manera relacionada, Hocevar (1975) analiza la influencia de las características idiomáticas de los bienes
en sus costes de producción.
17 Según Harris (1998), el aprendizaje de lenguas extranjeras en un país serviría para reducir esos costes de transacción, de la misma manera que lo haría una innovación tecnológica.
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Ahora bien, ¿cuál sería la causa de esa ventaja competitiva mutua? En la literatura encontramos diferentes explicaciones. En primer lugar, dos aproximaciones relacionadas, la de
aquellos que postulan la importancia de la presencia de unas instituciones fiables que encausen el comercio (Greif, 1992; Keefer y Snack, 1997; Mauro, 1995) y la que basa su explicación en la importancia de la existencia de la confianza y unos valores compartidos, una cultura común, entre los socios comerciales (Helliwell y Putnam, 1995). Un lenguaje común, al
favorecer la creación de una cultura compartida y al favorecer la migración18, facilitaría la
creación de instituciones comunes y el aumento de la confianza entre los socios comerciales. Esta aproximación entronca con el concepto de capital social, que se refiere a todas
aquellas características de una organización social como las redes, normas y confianza social
que facilitan la coordinación y la cooperación para la obtención de un beneficio mutuo
(Putnam, 1995).
En tanto en cuanto el capital social reduzca los costes de transacción y los derivados de
la obtención de información, y aumente la productividad del capital físico y humano, puede
considerarse un factor que incremente la productividad total de la economía. Se puede postular que un lenguaje compartido actuaría de la misma manera, reduciendo los costes de transacción y de obtención de información, favoreciendo el comercio y, en última instancia
aumentando la productividad del capital físico y humano.
Otro enfoque es el propuesto por Breton (1998) que parte de modelos de corte ricardiano (ventajas comparativas), y afirma que en el comercio internacional, la diferencia idiomática entre compradores y vendedores de un producto representa un coste similar a los costes
de transporte. El lenguaje se comporta, de esta manera, como la distancia. Ambas son barreras al comercio que deben superarse para que existan los intercambios. La diferencia entre
el precio de venta de un producto en el mercado interior de un país exportador y su precio
de venta en el país importador reflejará necesariamente no sólo los costes de transporte, sino
también los derivados de la diferencia lingüística entre ambos. De ello se deduce que el
hecho de que dos países compartan la misma lengua facilitará el comercio entre ambos.
Dentro de la lógica de este esquema, los beneficios comerciales derivados de compartir
un mismo idioma serán mayores, cuanto mayor sea la conveniencia del comercio entre
ambos, derivada de las condiciones de oferta y demanda que determinan la existencia de ventajas comparativas. Además, cuanto mayor sean las barreras al comercio, menores serán las
ganancias derivadas de compartir una lengua. Breton introduce una matización a estas afirmaciones cuando dice que las ventajas comerciales derivadas de compartir una misma lengua serán mayores en el caso de que el comercio tuviera como objeto bienes sofisticados
(como bonos, acciones, software de ordenador) los cuales supone son más intensivos en la
utilización del lenguaje19.
18 Los modelos de gravedad también se han empleado para analizar los movimientos migratorios. En estos
modelos el hecho de que los emigrantes hablen el mismo lenguaje que el del país de destino puede contribuir a reducir los costes de desplazamiento. Parte de estos costes están compuestos por los costes psicológicos, el compartir la
misma lengua facilitaría a los inmigrantes la adaptación a la sociedad receptora. Además, los inmigrantes tendrían
mayor facilidad para acceder a la información que les permitiría conseguir un empleo.
19 Otra connotación de este modelo es que, en el caso de países en los que se hable más de un idioma, como por ejemplo Canadá, las regiones que hablen un idioma tenderán a comerciar con aquellos países que hablen su mismo idioma.
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Harris (1998) tiene una consideración crítica de este tipo de modelos ya que, según él, no tiene
en cuenta los servicios necesarios para que el comercio pueda efectuarse. La comunicación entre
comprador y vendedor es indispensable en las transacciones comerciales y, por ende, la existencia de un idioma común mediante el que puedan entenderse. Además, los bienes en sí tienen un
componente idiomático que se materializa, por ejemplo, en los folletos con las instrucciones de
uso20. Para este autor, las implicaciones teóricas que tiene la introducción de la variable lingüística en el modelo neoclásico de comercio internacional son las siguientes: a) cuanto más costoso
sea el aprendizaje de una lengua franca menor será para un país la importancia en términos de su
PIB que representará el comercio internacional, y mayor será la tendencia a que los bienes y servicios intensivos en lenguaje se produzcan dentro de las fronteras del país; b) aquellos países que
tengan por lengua materna una lengua minoritaria tenderán a exportar los bienes y servicios idiomáticamente intensivos sólo a aquellos países que compartan su lengua. Todo los otros bienes
y servicios intensivos en el lenguaje se importarán haciendo uso de la lengua franca; c) en el caso
de una región pequeña que se enfrenta a unos términos de intercambio dados, el libre comercio
es la política óptima. Los intentos de proteger aquellas industrias que producen bienes intensivos
en lenguaje provocarán un aumento de la retribución de los factores que se utilizan en la fabricación de los mismos21, pero reducirá el ingreso total de la región.
Dentro de los trabajos empíricos, que tratan la relación existente entre lengua y comercio, se encuentra el de Helliwell (1999), quien construye un modelo basándose en el modelo de la gravedad del comercio internacional. Este modelo toma su nombre de la analogía
con el modelo de la gravedad de Newton. Al igual que la atracción de la gravedad entre dos
cuerpos es proporcional al producto de sus masas y disminuye con la distancia, el comercio
entre dos países es, permaneciendo todo lo demás constante, proporcional al producto de sus
PIB y disminuye con la distancia de los mismos22.
Cremer y Pilles (1991) obtienen unos resultados que parecen ir en sentido contrario.
Analizando los intercambios comerciales del lejano oriente, encuentran que éstos parecen no
verse afectados por la inexistencia de una lengua común entre socios o aun siquiera por la
inexistencia de una segunda lengua compartida. Choi (2002) investiga en su modelo las consecuencias en el largo plazo del comercio entre dos países en los que se hablan dos idiomas
diferentes. En este modelo se suponen diferencias salariales entre los dos países en la situación de autarquía. El libre comercio favorece que los trabajadores del país donde los salarios
son más bajos aprendan el idioma del país donde los salarios son más elevados. A medida
que aumenta la población bilingüe, la producción comienza a realizarse en la lengua del país
que tiene los salarios superiores. En el largo plazo, toda la producción que sea objeto de
comercio entre ambos países será en la lengua dominante23.
20 Generalmente, este inconveniente se subsana imprimiendo los folletos en los idiomas de los principales países
a los que el producto va destinado, sin embargo existen bienes con diferente contenido incorporado, es decir, con una
diferente intensidad en el uso del idioma, y en ese caso la solución puede no ser tan sencilla como imprimir un folleto
en varios idiomas.
21 Éste es un resultado conocido del modelo de Hechscher-Ohlin de comercio internacional.
22 Krugman, P. y Obstfeld, M. (2006), Economía Internacional. Teoría y Política. 7ª edición. Madrid. Pearson Educación.
23 Es de destacar que este modelo se basa en el supuesto de que los diferenciales salariales entre países que comercian tienden a mantenerse a lo largo del tiempo. Este resultado no se mantiene de acuerdo a la literatura si la variable de
análisis es el salario real, el estudio de Williamson (1995) así lo demuestra.
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LA INFLUENCIA DEL LENGUAJE EN EL ESTATUS SOCIOECONÓMICO
DE LOS INDIVIDUOS
Como decíamos, el lenguaje puede no sólo constituirse en la condición para la posibilidad
de la existencia de un mercado, sino que, además, puede convertirse en un determinante
de la posición de una persona dentro de un entramado social, condicionando de esta manera toda su trayectoria vital. En este sentido nos encontramos con estudios que se centran
en la influencia de las variables lingüísticas sobre las económicas. Esta relación se analiza bajo dos enfoques. A un nivel micro, se estudia cómo las distintas habilidades lingüísticas de las personas pueden dar lugar a diferencias en las remuneraciones que obtienen.
Bajo un enfoque macro, se considera el efecto que tienen las lenguas en la integración
de los mercados. Como ejemplo de este punto podemos citar el trabajo de Cattaneo
y Winkelman (2003), en el que se analiza el grado de integración del mercado laboral
suizo, teniendo en cuenta las distintas regiones lingüísticas que se encuentran en dicho
país. Una de las preguntas que se plantean en este estudio es hasta qué punto la lengua
tiene relevancia en la configuración de los mercados laborales en Suiza cuando la comparamos con otros factores como la geografía o las divisiones administrativas, no encontrando evidencia alguna de la existencia de un diferencial negativo de ingresos entre nativos
y no nativos en las distintas regiones.
Otro tema de debate que también se engloba dentro de la perspectiva macro es el
referente a la internacionalización de los negocios y la educación superior, Tange
(2007). En algunos países se percibe un desequilibrio creciente entre la utilización del
inglés, como lengua franca universal, en el ámbito de los negocios y la educación superior y el idioma nacional. La globalización lingüística que está teniendo lugar se percibe como debilitadora de la fuerza y el alcance de las lenguas nacionales a favor del
inglés.
Ahora bien, ¿qué es lo que determina la elección de los individuos o las empresas de una
determinada lengua como vía de comunicación interna y externa o como medio de incrementar el capital humano?
En el caso de los individuos, la elección está claramente determinada por las posibilidades de una mejora en el nivel de ingresos y en el estatus socioeconómico. Como señala
Dalmazzone (1999), con la expansión de la actividad de determinadas empresas a través de
distintos países, surge la necesidad de una comunicación eficiente entre empleados de distintas partes del mundo con distintas lenguas maternas. La globalización de la actividad
empresarial necesita de personas multilingües para su correcto funcionamiento. A partir de
esta línea de razonamiento cabe esperar que los individuos elijan como segunda lengua
aquella que les proporciona una mayor rentabilidad esperada, tanto en términos económicos como en posibilidades de ascenso sociocultural. Esto último es de especial relevancia
en determinados ámbitos científicos donde la comunicación se ha circunscrito a unas pocas
lenguas.
Estas mejoras socioeconómicas a las que hacíamos referencia en el párrafo anterior se
producen no sólo como consecuencia del aprendizaje de una lengua extranjera, sino también
mediante mejoras en el dominio de la propia lengua materna.
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En este sentido, Breton (1998) analiza las ganancias que un individuo puede obtener de una
mejora en su dominio de la lengua materna24. Las ganancias que obtendría serían, al igual que en
el caso anterior, de tres tipos: una mejora en su estatus social, una mejora en su nivel cultural
y un incremento de sus ingresos. Siguiendo con la influencia de las lenguas maternas, estudios
como el de Raynauld y Marion (1972) plantean que el tener una determinada lengua materna divide a los individuos en distintos grupos, lo que se traduce en diferencias en su estatus socioeconómico. Sobre todo cuando se produce una discriminación deliberada por parte de los miembros de
otro grupo, lo que puede afectar al mercado de los productos del grupo discriminado. En este caso
la lengua actúa creando fronteras, barreras, límites, la lengua sirve para diferenciar, para separar
a lo propio de lo extraño, se atribuyen una serie de características y comportamientos a los individuos que pertenecen a un grupo determinado y la lengua se convierte en un indicador claro
y visible de pertenencia al mismo.
Muchas veces esta diferenciación en grupos se traduce en diferencias salariales, la investigación empírica ha encontrado evidencias de la existencia de estas diferencias entre personas que
pertenecen a distintos grupos lingüísticos. Como ejemplo de esto último se pueden mencionar los
trabajos de Fogel (1966), Grin (1997) y Grin y Sfreddo (1998). La pregunta que surge es si estas
diferencias salariales son consecuencia de la discriminación que sufren los individuos por pertenecer a grupos étnico-lingüísticos minoritarios, o si pueden explicarse en gran parte por carencias
en el dominio de una lengua dominante tanto a nivel nacional como internacional. Es decir, si las
diferencias salariales tienen su origen en una situación de exclusión social, o si su raíz se encuentra en las diferencias de capital humano entre individuos con dominio de distintas lenguas.
Es, sobre todo, en el caso de inmigrantes que hablan lenguas distintas a los países de recepción donde nos encontramos con la presencia de estos diferenciales, así, según un estudio de
Ruggler y Sobek (1997), los sueldos de los inmigrantes mexicanos son, en promedio, un 50 por
ciento inferior a los de los nativos. Chiswick y Miller (1999) plantean una explicación a la existencia de esos diferenciales: según estos autores, en el año 1990, un 42 por ciento de la población
hispana vivía en barrios predominantemente hispánicos. Los motivos que se esconden detrás de
esta decisión pueden ser varios, seguramente pesará mucho en su elección el deseo de sentirse
cómodo viviendo cerca de personas que comparten su lenguaje y su cultura y, además, sus escasos ingresos no les permiten vivir en un barrio más caro. Sin embargo, al elegir vivir en un barrio
poblado mayoritariamente por inmigrantes mexicanos, están conviviendo con personas que tienen, en término medio, un bajo nivel educativo, escasos conocimientos de inglés y una baja capacidad para generar ingresos. Todos estos factores hacen que se conformen zonas económicamente deprimidas en las cuales es difícil que se creen oportunidades económicas para sus habitantes.
Es decir, por el hecho de elegir vivir en esas zonas, se está favoreciendo la perpetuación de una
situación de exclusión social.
La importancia, desde el punto de vista de la lengua, estaría determinada por la influencia de la lengua hablada en la determinación del lugar de residencia de los individuos y, por
24 Para Breton la mejora en el dominio de la lengua materna no debe ser considerada como una inversión en capital
humano, sino que se encasillaría dentro de la categoría de capital humano «heredado». Sin embargo, Batley et ál. (1993),
citado por Breton, plantea que la lengua que los niños aprenden en su hogar es diferente de la utilizada en público. El dominio de la lengua materna, de acuerdo con su uso «formal», presenta varios grados. La inversión de tiempo, dinero y esfuerzo en mejorar ese dominio es semejante al proceso que lleva a un incremento del capital humano resultante del aprendizaje de una segunda lengua. Por tanto, es de esperar que, de la misma manera, se obtengan unos rendimientos equivalentes.
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ende, de su estatus socioeconómico. Esto es un elemento adicional que permite comprender
mejor la oferta de trabajo en esas poblaciones ya que el incentivo para aumentar la productividad puede estar restringido por el conocimiento de la lengua.
A finales de los setenta y principios de los ochenta, una serie de trabajos analizan el lenguaje como parte constitutiva del capital humano de las personas. En general, esta literatura plantea que el aprendizaje de una segunda lengua incrementa el capital humano de los
individuos al conferirles la capacidad de interactuar con una mayor cantidad de personas25. El
modelo teórico básico se presenta por primera vez en Breton (1964), posteriormente Breton
y Mieszkowski (1979) extienden su modelo a un análisis de equilibrio general26. En su versión
más sencilla plantea que son sólo las personas a título individual quienes reciben los beneficios
derivados del aprendizaje de una segunda lengua27.
Para Chiswick y Miller (1995), el dominio de idiomas es una importante forma de capital
humano que satisface las tres características básicas que se suponen al mismo: es inseparable de
las personas, tiene incidencia sobre la productividad del individuo y se adquiere a expensas de un
coste en términos de tiempo, esfuerzo y recursos materiales. En el caso de los inmigrantes, el
aprendizaje del lenguaje del país de destino puede ser un proceso costoso, sobre todo en el caso
de que su lengua materna sea muy diferente de la de su país de acogida. Se plantea entonces la
duda de si tiene, además, relevancia en términos laborales, sociales y económicos.
Con el objeto de clarificar este punto, los autores realizan un estudio sobre los determinantes del dominio por parte de los inmigrantes de la lengua mayoritaria en el lugar de destino.
Además analizan los efectos que tiene ese dominio sobre su posición en el mercado laboral
y sus ingresos. Para ello desarrollan un modelo que explica los determinantes de la fluidez en
el manejo de un idioma. Las variables explicativas que postulan son: los incentivos económicos, que incluyen el incremento esperado de las ganancias como consecuencia de un mayor
dominio del idioma y la duración esperada de la permanencia en el puesto de trabajo. Una
segunda variable explicativa es la exposición a un lenguaje, e incluye el contacto con la lengua antes de la migración, la duración de la permanencia en el destino, la intensidad de la
exposición a la lengua extranjera por unidad de tiempo, y la lengua que se utiliza en el hogar
25 Silver (2005) realiza una interesante disquisición acerca del significado de capital en el contexto de la lengua, para ello parte del concepto de capital desde el punto de vista económico, que caracteriza como aquel capital
que crea y/o ayuda a conservar la riqueza material, incluyendo el dinero, la propiedad y los recursos humanos que
tengan valor económico. A continuación contrasta esta aproximación con el concepto de capital de Bordieu (1986,
1991), que suponía la existencia de cuatro tipos de capital. Para este último autor, el capital económico es directamente convertible en riqueza material, mientras que el capital cultural, que consiste en la acumulación de conocimientos y habilidades, y cómo estas se pueden materializar a través de instituciones y objetos es potencialmente,
pero no directamente, convertible en capital económico. Un tercer tipo de capital es el llamado capital social, que
sería el capital que posee una persona debido a su pertenencia a un grupo y a las conexiones sociales de las que disfrute, este capital se puede transformar en capital económico mediante el acuerdo entre personas, y depende para su
mantenimiento de intercambios simbólicos. Esto nos lleva al cuarto tipo de capital, el llamado capital simbólico,
que consiste en la acumulación de prestigio y reconocimiento. El capital simbólico se deriva de las otras formas de
capital cuando la sociedad las reconoce como legítimas. Bajo la visión de Bourdieu, la lengua oficial tiene un capital simbólico.
26 En teoría económica se entiende por modelos de equilibrio general de tipo walrasiano aquellos en los que se
tienen en cuenta todos los bienes de una economía y en los que el exceso de demanda de cada bien se considera
como una función de los precios de todos los bienes de la economía.
27 Dejando de lado, por tanto, la presencia de las externalidades a las que nos hemos referido en el apartado anterior.
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y en el país de origen del emigrante. Finalmente, la eficiencia hace referencia a la medida en
la cual la exposición de los individuos a una lengua se traduce en fluidez en su manejo. El
modelo se estimó utilizando datos de cuatro países (Australia, Canadá, Israel y Estados
Unidos) para inmigrantes comprendidos entre los 25 y los 64 años28: los resultados obtenidos
indican que la fluidez en el manejo del idioma del país de destino aumenta a medida que se
incrementa la exposición al mismo. También se ve que es mayor cuanto mayor sea el uso de
la lengua del país de destino en el país de origen, cuanto mayor sea la estancia en el país
de acogida, cuanto menos contacto tenga el emigrante, en el país de destino, con personas que
hablen su idioma materno, y si su pareja no lo habla. Además, la fluidez en el idioma aumenta con la eficiencia en el aprendizaje del mismo y esto se ve condicionado por el nivel de estudios de la persona y por su edad.
Con respecto al incremento de los ingresos asociado al dominio del idioma del país de destino, se encontró que, en el caso de Australia, la fluidez en el manejo del inglés puede incrementar
hasta en un 9,3 por ciento los ingresos de los inmigrantes. En el caso de Estados Unidos la cifra de
incremento es de un 16,9 por ciento, en Canadá un 12,2 por ciento y en Israel un 11 por ciento29.
En algunos de sus trabajos Grin (1995a, 1995b) analiza, para el caso suizo, distintos aspectos de la relación entre el dominio de idiomas y los ingresos laborales. Los resultados de los mismos confirman que el conocimiento de idiomas contribuye de una manera significativa a los
ingresos salariales entre los hombres. Se encuentran, además, diferencias en los incrementos de
ingresos de acuerdo con el idioma objeto de estudio. El conocimiento del francés por los suizos
de las regiones en las que se habla alemán, o viceversa, el conocimiento de alemán en las regiones de habla francesa, parece incrementar los ingresos en un rango que va del 6,2 por ciento al
14,2 por ciento. El conocimiento del inglés, tomando a la misma población, se traduciría en un
incremento de los salarios del orden del 13,6 por ciento al 16 por ciento. Grin y Vaillancourt
(1987) realizan un estudio para los francófonos de Canadá y encuentran que una segunda lengua
proporciona un incremento de ingresos de entre un 5 y un 10 por ciento. Otros estudios similares
referidos a Estados Unidos son los de Carliner (1980), Reiners (1983), Chiswick (1991), y Bloom
y Grenier (1993). Estos últimos autores encuentran que el bilingüismo entre los hispanohablantes de Estados Unidos incrementa sus ingresos entre un 5 y un 10 por ciento. En este tipo de trabajos, la explicación de las diferencias salariales recaería mayoritariamente en las citadas diferencias de capital humano.
Sin embargo, en algunos estudios como el de Chiswick et ál. (2000), los motivos de la discriminación salarial parecen encontrarse más repartidos. Este estudio realizado para Bolivia
28 Las variables que se tuvieron en cuenta para estimar el modelo fueron (entre paréntesis se pone el signo esperado de su efecto): incremento esperado del salario asociado a una mejora en el dominio del idioma (+), duración
esperada del empleo (+), tiempo esperado de permanencia en el país de destino (+), matrimonio con un nativo (?),
matrimonio con un compatriota (–), residencia en una zona donde se hable su lengua de origen (–), aprendizaje formal de la lengua del país de destino (+), disimilitud entre las dos lenguas (–), edad cuando emigró (–), nivel educativo (+) y estatus de refugiado (–).
29 Una revisión de la literatura empírica referida a las diversas relaciones que se establecen entre el lenguaje
y los ingresos puede encontrarse en Grin (2003). Los resultados obtenidos en esta literatura son que, en primer lugar,
se confirma la existencia de discriminación en términos salariales de las personas que pertenecen a comunidades
con una lengua materna distinta de la predominante en la región donde viven. En segundo lugar, los inmigrantes se
benefician económicamente del aprendizaje de la lengua dominante del país en el que residen.
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presenta evidencias de discriminación salarial en aquellas personas que hablan otro idioma aparte de la lengua dominante. En él se encuentran que las mujeres bolivianas que hablaban solamente español obtenían un salario un 22 por ciento superior al de las mujeres que hablaban español
junto con una lengua indígena, y estas últimas, a su vez, obtenían unos ingresos un 25 por ciento superiores a los de aquellas mujeres que sólo hablaban lenguas indígenas, reconociendo los
autores la posibilidad de un sesgo de estos datos por la existencia de discriminación racial.
Como señala Solé (2005), un tema de interés relacionado con los anteriores es el de las
demandas lingüísticas en el ámbito empresarial en contextos bilingües. En este sentido, trabajos
como el de Migué (1970) analizan las dificultades de acceso al empleo de aquellos trabajadores
que no hablen la lengua de los empleadores. Según este autor, los empleadores pueden preferir
contratar trabajadores que hablen su mismo idioma, ya que la proximidad cultural permitiría que
los empleadores evaluaran correctamente la productividad de sus futuros empleados. A esto
habría que añadir el lastre que podría representar, para la productividad de los trabajadores
empleados en determinadas actividades, las dificultades de comunicación con sus jefes y compañeros que plantearía el hecho de que no existiera una lengua común dominada por todos30.
Lang (1986) explica las diferencias salariales entre grupos que hablan distintas lenguas
como una consecuencia de dos motivos principales, en primer lugar por los costes de comunicación que surgen entre patronos y empleados; en segundo lugar, el hablar una lengua
determinada puede ser utilizado como un medio de identificar a los «diferentes», es decir,
a aquellos que hablan una lengua minoritaria, y, de esta manera, pagarles unos sueldos inferiores a los que perciben los hablantes de la lengua mayoritaria, justificando esta práctica por
los mayores costes de transacción a los que nos referíamos con anterioridad.
Sabourin (1985) y Chorney (1998) analizan la influencia del aprendizaje de una segunda
lengua, asimilándola a la inversión en otro tipo de capital, sobre la productividad de los
empleados.
En la órbita de estos últimos trabajos se encuentra el de Solé et ál. (2005), quienes realizan un estudio para empresas instaladas en Cataluña, donde se analizan los problemas de eficiencia y distribución de los recursos, dentro de dichas empresas, con base en criterios étnico-lingüísticos. En este trabajo se plantean cinco escenarios empresariales que se diferencian
en el grado de movilidad de los factores de producción, posteriormente se analizan los regímenes lingüísticos de los mismos y, en concreto, los criterios lingüísticos de selección y promoción del personal. La hipótesis principal de esta investigación es que las elecciones lingüísticas de los individuos31 dependen de su posición laboral en las empresas, y las elecciones corporativas32 dependen de su estructura organizativa y su posición en la competencia
mundial. Los resultados obtenidos muestran que en los diferentes escenarios se produce una
30 Algunos autores han realizado estimaciones empíricas del valor que representa para los individuos la adquisición de una lengua, cuando ésta es la dominante en la región considerada. Entre estos trabajos se puede citar
a Grenier (1984), Chiswick y Miller (2002), Davila y Mora (2000), Dustmann y Van Soest (2001). Otros realizan
la misma investigación pero para el caso en el que la lengua adquirida no sea la dominante. Entre éstos se encuentran Vaillancourt (1996), Grin (2001) y Chiswick et ál. (2000).
31 Es decir, la lengua con la que intentará comunicarse en su entorno y sus decisiones con respecto al aprendizaje de nuevos idiomas.
32 Dentro de las elecciones corporativas entrarían la utilización o no de una lengua franca dentro de la organización o la diversidad lingüística permitida dentro de un mismo país o a nivel internacional.
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importante desigualdad en la promoción o en la selección en función de los capitales lingüísticos de los trabajadores. De tal manera que cuando la selección y promoción de personal se
realizan mediante criterios lingüísticos, implica la existencia de una estratificación ocupacional de acuerdo con los grupos lingüísticos. Además, los autores observan que la intensidad
lingüística de los procesos productivos convierte a los idiomas en elemento clave en la generación de valor. Es por ello que aquellos empleados con un mayor capital lingüístico tienen
ventaja a la hora de ser contratados por empresas, como las multinacionales, que buscan una
mayor internacionalización y coordinación global de sus actividades. Otro factor importante que se plasma en este estudio es que el origen del capital de la empresa constituye una
variable clave para entender las relaciones que se establecen, dentro de ella, entre los distintos grupos lingüísticos. El idioma del capital transmite la cultura de empresa, de tal manera
que los idiomas se constituyen en un mecanismo de control en el acceso a los puestos laborales dentro de la empresa.
CONCLUSIONES
En este artículo hemos tratado de caracterizar la naturaleza socioeconómica de la lengua. Para
ello hemos analizado diversos tipos de bienes: públicos, privados, mixtos, preferentes. En este
último caso, hemos estudiado la literatura con el objeto de presentar a la lengua como precondición para la ocurrencia de determinados sucesos. En este recorrido encontramos evidencias
teóricas y empíricas sobre la importancia de la lengua para la creación de mercados y la existencia de comercio. También existen numerosos indicios de la influencia de la lengua sobre el
estatus socioeconómico de las personas. Como conclusión general de este trabajo, y adaptando el enfoque de Mazzanti (2002), podemos plantear que la lengua es un bien multidimensional, que posee muchos valores y atributos distintos. Para llegar a esta conclusión debemos
aceptar que las distintas categorías de bienes (privados, públicos, mixtos, preferentes) son sólo
categorías ideales. En este sentido, se puede considerar la lengua como un bien que tiene
características de cada uno de esos tipos de bienes (es decir, es un bien multidimensional),
a la vez que proporciona distintas funciones y servicios (bien multiatributo) y que posee distintos tipos de valores (bien multivalor). En definitiva, el reto de la economía del lenguaje
consiste en seguir investigando sobre los servicios que ofrece el lenguaje como un bien no
homogéneo y aproximar valores a través de las metodologías de valoración monetaria de bienes intangibles y sus características, para así determinar a través de la suma del bienestar individual cuánto gana la sociedad si mejora la calidad y la cantidad de lenguaje.
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Recibido: 08/01/2008
Aceptado: 13/03/2008
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