Profundizando en el enfoque de Salud mental. En la salud mental intervienen múltiples factores relacionados con el comportamiento, la herencia, las circunstancias familiares y sociales, la calidad de la red de relaciones humanas que condicionan, nutren o (des)equilibran al sujeto. Para potenciar o reconstruir un estado de salud, será necesario abordar esa diversidad de factores. Partimos, pues, de un enfoque psico-bio-social, que exige una estricta coordinación, no sólo interdisciplinar, sino también interprofesional. Muchos son los elementos preocupantes que muestran un deterioro progresivo de los niveles de salud mental de nuestra sociedad: agresividad y violencia en centros escolares, en el trabajo o en el hogar; sensación de inseguridad, angustia e insatisfacción, sensación de fracaso, baja autoestima, dificultad para enfrentar y resolver conflictos... Todo ello afecta a todas las edades y capas sociales, y reclama con urgencia nuestra atención. Entendemos que las habilidades y estrategias comunicativas constituyen un factor privilegiado, que permite elaborar y estructurar el propio yo interno, manejar las relaciones y elementos del entorno, potenciando la autoestima y aumentando la tolerancia a la frustración. El desarrollo y aplicación de programas basados en modelos comunicativos debería contribuir a la mejora del clima social y a la prevención en salud mental. Creemos que deberían dirigirse especialmente a los profesionales de la salud y de la educación, sometidos a una fuerte presión en sus condiciones de trabajo Las nuevas concepciones sobre salud mental Los grandes y rápidos cambios que se han venido produciendo en los últimos tiempos en torno a las nociones de salud y enfermedad mental muestran la necesidad de introducir nuevos métodos terapéuticos que pongan en cuestión los modelos asistenciales basados únicamente en el consultorio médico,la intervención hospitalaria y el tratamiento individual del paciente. Todo ello modifica sustancialmente los valores conocidos de salud mental. Como planteaba E. Galende (1998) al analizar las perspectivas de la salud mental para el siglo XXI, el modelo médico tradicional entra en crisis ante las problemáticas actuales y se hace necesario un enfoque más sociológico de la salud, y más concretamente de la salud mental, tanto en la comprensión de los problemas como en la instrumentalización de las respuestas de atención. Dicho de otro modo, los nuevos contextos exigen intervenciones más ligadas a la vida social y comunitaria, y aquí la comunicación juega un papel central. Por todas estas razones, la tradicional terapia individual, que tuvo su punto culminante durante los años 50 y 60 como principal tratamiento de soporte en la enfermedad mental va perdiendo protagonismo y va dando paso a aproximaciones psico-biosociales. El enfoque psico-bio-social de la salud mental. Entendemos el concepto de salud como un concepto psico-bio-social que abarca una pluralidad de factores relacionados con la herencia, la biología, el comportamiento, la calidad de vida, la disponibilidad y accesibilidad a la atención sanitaria, el nivel comunitario de bienestar social, etc. (V. Méndez, Macià y Olivares, 1993). Como afirman Costa y López (1986), la variabilidad del binomio salud/ enfermedad es el resultado de un proceso entre los individuos y su ambiente; por lo tanto, los esfuerzos por aliviar los problemas personales y promocionar la salud necesariamente han de vincular a ambos, buscando, por consiguiente, tanto la modificación y mejora de las situaciones y contextos del entorno y de los repertorios conductuales humanos Por otra parte, el actual concepto de salud mental en sí mismo es también un concepto amplio en el que intervienen muchos factores. La Federación Mundial de la Salud Mental la define como “el mejor estado posible teniendo en cuenta las condiciones existentes”. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud nos da la siguiente definición: “es la capacidad de establecer unas relaciones armoniosas con los demás y la participación constructiva en las modificaciones del ambiente físico y social”. Así pues, la salud y la enfermedad son dos estados diferentes de la adaptación al medio. Según sea el entorno, así variará el concepto de bienestar físico y mental. Así pues, desde el enfoque psico-bio-social, la etiología de los trastornos psíquicos se achaca a la interacción entre aspectos psicológicos, sociales y biológicos. Desde este punto de vista no podemos decir que una causa sea más importante que la otra, sino que las tres forman un único cuadro causal, que se diferenciarán tan sólo por la importancia del papel que juegue cada una en los diversos tipos de trastornos a que den lugar, sin olvidar nunca que el ser humano, en la salud o en la enfermedad, es una única totalidad de conducta relacional. A continuación resumimos los principales criterios y factores que deben tenerse en cuenta desde este enfoque a partir de una adaptación del cuadro de relaciones biológico-psicosociales en psiquiatría social que presentan Martí Tusquets y Murcia (1988): 1) Criterios y factores psicológicos: -Interacción comunicativa -Actitudes parentales -Procesos familiares -Conflicto intrapsíquico -Desarrollo y maduración -Aprendizaje -Estructura de la personalidad. 2) Criterios y factores sociales: -Estrés social -Acontecimientos de vida (Life events) -Triggerin-events (eventos disparadores) -Apoyo social. -Prejuicios sociales. -Estatus socioeconómico. -Migración. -Desempleo. Jubilación. -Marginación social. 3) Criterios y factores biológicos: -Neuroanatómico. -Genético. -Neuropatológico Neuroquímico. -Endocrinológico. -Metabólicos. Peri-neonatales. -Traumatismos y procesos endocraneales. -Procesos físicos, infecciosos y/o tóxicos. -Constitucionales. Vemos, por lo tanto, que las relaciones psico-bio-sociales son verdaderas interrelaciones. Principalmente por esta razón debería prevalecer una visión integral e integradora de los fenómenos psíquicos. Tanto la bioquímica, como la psicofisiología, como la psicología, la psiquiatría, el psicoanálisis y las teorías del aprendizaje, entre otras, vienen a converger todas ellas en el método multifactorial hacia el cual tienden hoy en día la psiquiatría y la psicología modernas. En palabras de Martí Tusquets y Murcia (1988), “ninguna de ellas en solitario puede explicar el comportamiento humano, pero formando un todo se convierten en el instrumento más eficaz para horadar el grueso muro que aísla al enfermo mental”. Así pues, en la actualidad la progresiva conformación de un modelo integrador (el modelo psico-bio -social) supone una evolución de la psiquiatría y de la psicología cuyas características más destacadas son (v. también Méndez, Macià y Olivares, 1993): a) Una mayor atención al estudio del ambiente o contexto: en este sentido, no se trata de estudiar al individuo aislado, sino de analizar su comportamiento en interacción con el propio ambiente. b) La asignación de un papel más activo a la persona: en este sentido, se procura que la persona aprenda a dominar estrategias para controlar su propia conducta. Así, la persona aprende determinadas habilidades que podrá utilizar en su momento para enfrentarse en la vida ordinaria a las situaciones problema, permitiéndole incluso prevenir futuros trastornos. c) El incremento de las áreas de aplicación: bajo esta nueva concepción, se pasa de las áreas exclusivamente clínicas a otras que tienen como objetivo general mejorar las condiciones de vida de la persona. En este sentido, se observa un desplazamiento desde el tratamiento exclusivo de la persona con trastorno mental, considerada psicológicamente enferma o anormal, hacia el de la persona que se enfrenta a problemas psicológicos como consecuencia de una enfermedad física o por la exposición a situaciones estresantes en el ámbito familiar, laboral, etc., ampliando así los ámbitos de actuación. d) La expansión de las áreas y ámbitos de aplicación comporta al mismo tiempo la necesidad de un trabajo interdisciplinario e interprofesional, en colaboración con profesionales de otras disciplinas, aspecto que comentaremos más adelante con más detalle. e) El incremento de las intervenciones con objetivos preventivos: ya hemos comentado anteriormente este incremento, que es una consecuencia lógica de la evolución del concepto de salud mental. La prevención en salud mental Nuestras profesiones de ayuda se suelen relacionar principalmente con la prevención en el ámbito de la salud. El término prevención es utilizado ya desde hace mucho tiempo en diversas disciplinas científicas. En cualquier caso, lo que ahora nos interesa es dejar bien claro qué queremos decir con él cuando lo aplicamos al ámbito de la salud mental desde nuestra perspectiva o enfoque psico-bio-social. En primer lugar, la intervención preventiva tiene por objeto eliminar o al menos disminuir el riesgo de aparición de alteraciones de salud para toda la población, intentando conseguir la máxima integración posible entre personas y ambientes; para ello pueden utilizarse principalmente dos estrategias de intervención: la primera intenta cambiar los factores ambientales que dificultan el pleno desarrollo de la persona; la segunda intenta promover habilidades y comportamientos adecuados con el objetivo de que la persona sea eficaz en su mundo personal, social y físico. El concepto de prevención que rige estos planteamientos se ha tomado prestado del campo de la Salud Pública en general y del enfoque comunitario en particular (en los cuales se han utilizado procedimientos como la vacunación, la higiene, la dieta, etc., para prevenir y reducir la incidencia de las enfermedades en general) y fue adaptado en un principio por Gerald Caplan (1964) para su aplicación a los problemas psicopatológicos. Según su adaptación, en salud mental se establece también la tradicional distinción en tres niveles de prevención: a) Prevención primaria: es la que va dirigida a evitar la aparición de los trastornos dando una protección específica a los grupos de alto riesgo y buscando la promoción de la salud en general. La intervención en este nivel se dirige básicamente a la reducción o eliminación de aquellos factores o condiciones del medio asociados a la aparición del problema o al aumento de los recursos personales de los individuos que puedan neutralizar la futura aparición del problema. b) Prevención secundaria: es la que va dirigida a detener el avance del deterioro de la salud en las primeras fases. La intervención en este nivel se dirige sobre todo a la detección, lo más precoz posible, de los casos o conductas de riesgo relacionadas con los diferentes problemas o trastornos. c) Prevención terciaria: es la que va dirigida a reducir las consecuencias del problema o la enfermedad. La intervención en este nivel se centra especialmente en la prevención de recaídas mediante intervenciones terapéuticas especialmente encaminadas a conseguir tal objetivo. En cualquier caso, sea cual sea en nivel en el cual se mueve la intervención preventiva, para llevarla a cabo necesitamos analizar y conocer una serie de aspectos básicos: a) Las variables que generan el problema y su posible evolución. b) Las conductas saludables que se deberían desarrollar en la población para que los trastornos fueran los menos posibles. c) Los procedimientos o estrategias que mejor pueden modificar las conductas alteradas o no saludables. d) Las metodologías que mejor nos permitan valorar los efectos de la intervención preventiva. La visión integral del concepto de salud Como hemos ido comentando, las nuevas perspectivas sobre el concepto de salud y el consenso casi general respecto a la convicción de que el proceso salud-enfermedad es un “continuum”, es decir, que no existe un límite claro y definido entre salud y enfermedad, han facilitado el entendimiento de las actuaciones para potenciar la salud, tanto individual como colectiva, de forma integral e integrada. Podemos sintetizar esta visión integral en los siguientes tipos de actuaciones, apuntados por Filella (1999): -La promoción de la salud -La prevención de la enfermedad -La referencia o asistencia de la enfermedad -La rehabilitación La salud o su pérdida se transforman en algo complejo en lo que intervienen, por una parte, la persona con su propia visión en relación a su edad, su cultura, la idiosincrasia y su entorno socio-familiar y, por la otra, el entorno y la comunidad en que vive, que es en último término la que tiene que proporcionar los medios para recuperar la salud. Así, la promoción de la salud se centra básicamente en factores como los siguientes: -El medio ambiente. -Los factores conductuales o estilo de vida. -El nivel socio-económico. -Los servicios sanitarios y educativos. La educación para la salud (EPS) El counseling es una profesión encuadrada en nuestro medio en el orden didáctico, de educación. Muchos profesionales realizan eminentemente este tipo de labores en grupos e instituciones. De ahí que nos interese de un modo particular. En este marco integral, la educación para la salud (EPS) es un elemento inherente a todas las acciones de salud y, al mismo tiempo, un instrumento básico para su promoción. En este sentido, su principal objetivo es la adquisición de conocimientos, el desarrollo de hábitos y actitudes favorables a la salud por parte de la población y la modificación de conductas negativas respecto a la misma, promoviendo al mismo tiempo la participación consciente de los individuos, familias, grupos y colectivos dentro de la comunidad. Todo ello se basa en la convicción de que la salud es un estado que se puede aprender; por lo tanto, el proceso de prevención, mantenimiento y mejora puede ser perfectamente desarrollado a partir de programas educativos de formación permanente dirigidos a todos los individuos de una población. Tales programas pueden ser aplicados a través de los diferentes niveles de atención sanitaria, es decir, desde el nivel de atención primaria, el de atención secundaria y incluso desde el de atención terciaria u hospitalaria. En cualquier caso, si entendemos la salud como un estado dinámico y cambiante, la intervención, tanto si se centra en la prevención como si lo hace en el tratamiento, no puede estar sujeta a límites contextuales, con lo cual queremos decir que cualquier actividad de prevención y de promoción de la salud puede realizarse desde todos los ámbitos: formales, no formales, de trabajo, comunitario y de tiempo libre. Así pues, en el marco de la educación formal y obligatoria, el papel de la educación para la salud se considera fundamental, dado que será el que marque las futuras actitudes y conductas determinantes de los estilos de vida posteriores, y por ello cada vez se están llevando a cabo más experiencias en este sentido. A nivel municipal, los ayuntamientos a partir de un determinado número de habitantes también suelen disponer de un equipo de salud que desarrolla tareas principalmente preventivas en el ámbito escolar. Estas actuaciones a nivel de educación formal y obligatoria pueden utilizar paralela o simultáneamente cualquiera de los modelos de actuación propios del ámbito sanitario, es decir, el modelo clínico, el modelo de programas o el modelo de consulta. Por ejemplo, algunas de las actuaciones a desarrollar en el contexto escolar utilizando el modelo clínico podrían ser el de la tutoría individualizada y el seguimiento familiar; utilizando el modelo de programas el establecimiento de programas en el eje transversal; utilizando el modelo de consulta la formación de formadores para trabajar los ejes transversales de educación para la salud o la interconsulta entre los diferentes profesionales implicados en el contexto educativo. También en el contexto comunitario, donde quedarían enmarcadas todas las intervenciones de salud en ámbitos de interacción no formal, la educación para la salud tiene un gran papel a desarrollar. En el caso de la infancia y la adolescencia estas actuaciones se centrarían básicamente en ambientes lúdicos y de tiempo libre, mientras que con los adultos se trabajaría sobre todo a nivel de empresa o en el ámbito laboral en general. También en el ámbito de la tercera edad son importantes estas actuaciones, ya que las personas mayores suelen padecer enfermedades o incapacidades que pueden mejorarse o prevenirse desde los programas comunitarios. En este contexto el trabajo en el ámbito de la salud busca sobre todo conseguir objetivos de cambio social en una comunidad. Sus principales características son las siguientes: en primer lugar, se centra en los grupos y en los colectivos, interviene en el escenario natural de la comunidad y actúa principalmente a nivel de prevención; por otra parte, se basa en modelos participativos y actúa a partir de la formación de equipos de trabajo que trabajan de forma interdisciplinaria. Por último, también en el contexto de las organizaciones la educación para salud resulta fundamental para mejorar la forma de vida de las personas y para potenciar conductas saludables en la población joven y adulta. Las actuaciones que se dan en este contexto están relacionadas con todos los tipos de atención que las instituciones sociales pueden desarrollar para mejorar el desarrollo personal y profesional de sus miembros. Las distintas profesiones y disciplinas que se relacionan en la prevención de la salud mental. La complejidad de los problemas que se plantean en la sociedad actual nos lleva a la necesidad de tomar en consideración cuantos más puntos de vista mejor, y esto explica el porqué del gran impulso que están teniendo hoy en día las dinámicas tendentes a la interdisciplinariedad. Las nuevas formas de exclusión afectan a casi todos los sectores sociales y, al mismo tiempo, los medios de comunicación imponen una serie de modelos sobre estética corporal, juventud, sexualidad, alimentación, éxito económico, etc., que generan un nuevo imaginario en las personas respecto a los cuidados corporales, la imagen, el éxito social i económico, etc., y al mismo tiempo ayudan a la proliferación de patologías psíquicas que se expresan de diferentes maneras (Galende, 1998). La patología mental derivada del impacto de estos modelos culturales sobre las personas llega a ser tan variada y a presentar tal diversidad de manifestaciones que plantea nuevas problemáticas en la forma de atención (Turull, 2002). Así pues, la salud mental aparece como un elemento aglutinador de realidades personales, familiares y socioculturales diversas (Galende y Barenblit, 1997). Es a partir del estudio y del análisis de cada una de estas realidades que el equipo interdisciplinario e interprofesional deberá diseñar y articular sus estrategias de intervención. En este sentido, la interdisciplinariedad es un concepto previo al de interprofesionalidad, ya que éste último necesita al primero como estrategia metodológica. En cualquier caso, la necesidad de interdisciplinariedad surge también de la finalidad de corregir la esterilidad que puede suponer una ciencia excesivamente compartimentada y sin comunicación interdisciplinaria. Se intentan evitar así muchas de las deformaciones y errores resultantes de un planteamiento de disciplinas incomunicadas y que, por ello mismo, olvidan la inmensa complejidad que supone la realidad actual (Laguna y Riera, 1998). Como opina E. Morin (1994) al respecto, “La ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, prevenir e incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos” Ni qué decir tiene que apostamos decididamente por la interdisciplinariedad, porque creemos (v. Laguna y Riera, 1998) que facilita la comprensión de cualquier fenómeno humano, que tiene la característica, por el solo hecho de ser humano, de estar atravesado por diversas dimensiones, es decir, se caracteriza por ser multifacético. “Los seres humanos estamos compuestos de dimensiones bioquímicas, es cierto, pero también de muchas otras cosas. La cultura, la mentalidad, etc., de cualquier persona son fruto de una historia personal vivida en el seno de diversos grupos sociales y resultado de su participación activa dentro de colectivos sociales, de género, de condicionamientos históricos, geográficos, afectivos, etc. Con todo ello lo que queremos decir es que, para comprender cualquier fenómeno social, es imprescindible tener en cuenta informaciones relativas a todas aquellas dimensiones que forman una realidad multidimensional (...) Así pues, consideramos que el hecho de abordar el estudio del ser humano desde diferentes puntos de vista no puede llevar más que a enriquecer la idea de la unidad y de la diversidad humanas” (Laguna y Riera, 1998) A pesar de todo, no podemos olvidar que para que haya interdisciplinariedad es necesario partir de las disciplinas, para que los planteamientos interdisciplinarios se desarrollen precisamente a partir de las disciplinas. La misma riqueza de la interdisciplinariedad depende del grado de desarrollo de las disciplinas que, a su vez, se verán enriquecidas a partir de sus colaboraciones interdisciplinarias. En cualquier caso, lo que sí es cierto es que en estos momentos es impensable que la atención a la compleja realidad en que se mueven los profesionales relacionados de alguna manera con el campo de la salud mental sea posible desde una sola disciplina. No podemos desligar de la psiquiatría actual los conocimientos que nos ofrecen la psicofisiología, la neurología, el psicoanálisis, las teorías del aprendizaje, la psicología social e incluso la lingüística y otros campos de conocimiento que hacen referencia a factores ambientales y sociales. Ninguna de estas disciplinas en solitario puede explicar el comportamiento humano, pero formando un todo se convierten en el instrumento más eficaz para llegar a la problemática de los trastornos mentales (Laguna y Riera, 1988). Por último, no podemos olvidar tampoco que toda estrategia de intervención a nivel interdisciplinario estará, en principio, condicionada por la representación social que se tenga de ella. En el caso de los trastornos mentales en general, nos parece fundamental destacar, una vez más, su multicausalidad. Por lo tanto, deberíamos analizar la singularidad de la persona y sus relaciones con el entorno, y también las influencias que ejerce su contexto social, para poder comprender una problemática tan compleja. Es a partir del estudio y el análisis de cada una de estas realidades que el equipo interdisciplinario deberá diseñar y articular sus estrategias de intervención; todo esto nos lleva también a la necesidad de que el equipo interdisciplinario sea también interprofesional, lo cual nos plantea una nueva problemática que pasa por reconocer cuáles son los facilitadores y cuáles las dificultades de un planteamiento de este tipo. Trataremos, pues, de reflexionar brevemente sobre lo que debería ser una propuesta de acción interprofesional socioeducativa, sociobiopsicológica…, a partir del comentario de los elementos facilitadores y las dificultades, teniendo en cuenta, además, que nuestro planteamiento parte de una perspectiva básicamente comunicacional. En primer lugar, ¿cuáles son los elementos facilitadores de la intervención interprofesional que permiten que la acción se desarrolle según los objetivos planteados? Podríamos resumirlos a partir de los siguientes puntos (Laguna y Riera, 1988): a) Definición conjunta de finalidades, objetivos, estrategias, medios, calendario, criterios de evaluación y elección de un marco teórico que sustente la acción. b) Diagnóstico y elaboración conjunta de la intervención, que tenga en cuenta también el “saber” y el “ser” del destinatario. c) Fijación de espacios de supervisión para el equipo . d) Establecimiento de espacios de intercambio con otros grupos interprofesionales. e) Establecimiento de espacios de formación interprofesional e interdisciplinar y sobre teoría de la comunicación (ya que consideramos que la perspectiva comunicacional proporciona un marco integrador, capaz de operar a diferentes niveles en el campo de la salud mental). En segundo lugar, no podemos olvidar tampoco las dificultades inherentes a un planteamiento de este tipo. A continuación citamos las principales, estudiadas ya por diferentes autores ( como Rueda, Porcel, Ander Egg, Riera, Follar , entre otros) y sobre las cuales existe un cierto consenso a la hora de considerar su importancia: a) Falta de referente teórico compartido. b) Argot/ lenguaje no compartido. c) Negación de la flexibilidad en la relación jerárquica d) Patología comunicacional o de dinámica del grupo. e) Rechazo de la diferencia. f) Rechazo de la igualación. Estas listas previas (de facilitadores y dificultades) nos permiten reflexionar respecto a lo que debería ser una propuesta de acción interprofesional. Así, por ejemplo, no puede existir un rechazo a la diferencia. No se puede considerar a todos los profesionales igualmente. De hecho, ésta es una de las claves para seguir avanzando. Es necesario que desde la formación inicial y continuada se siga profundizando en la especificidad de cada uno/a de estos/as profesionales. Si nos centramos en el hecho interprofesional, la igualación y la diferenciación son dos caras de una misma moneda. En este sentido, nuestra propuesta incluye estos elementos diferenciales en la definición de funciones de cada profesional. En una propuesta de intervención interprofesional hay igualación en lo que podríamos llamar las “macrofunciones”. No podemos olvidar, por otra parte, que para que haya interdisciplinariedad primero hace falta que haya disciplinas, porque los planteamientos ínterdisciplinares se desarrollan precisamente a partir de las disciplinas. La misma riqueza de la interdisciplinariedad depende del grado de desarrollo de las disciplinas que, a su vez, se verán enriquecidas a partir de sus colaboraciones interdisciplinarias. Como afirma J. Torres (1994) comentando una metáfora de D. Antiseri, “la riqueza de un trabajo interdisciplinario también estará condicionada por los niveles de conocimiento y experiencia de las personas especialistas que integran el equipo (…). Una metáfora de Darío Antiseri (1976, p.43) puede ayudarnos a ejemplificar esta idea: Los expertos de diferentes instrumentos componen una misma orquesta. ¿Desarrollan todos la misma función? Ciertamente no. De hecho, la partitura del violinista no es la del pianista: cada uno de ellos tiene además una diferente a la del óboe. Pero en todo momento los miembros de la orquesta han interpretado, por ejemplo, la Séptima Sinfonía de Beethoven”. (1994: 64 Comentarios finales Como hemos ido viendo, la estrategia de intervención que se encuentra en la base de nuestros programas de intervención (tanto a nivel de prevención como de tratamiento y rehabilitación) surge de la confluencia de diversos factores, que resumimos a continuación: 1- El nuevo concepto de salud mental que se desprende del enfoque psico-biosocia l: Este concepto, que se establece primero a nivel de salud mental y sólo después a nivel de salud en general, parte, como ya hemos visto en los apartados anteriores, de la concepción del proceso de salud/ enfermedad como resultante de la interacción compleja de factores biológicos, psicológicos y sociales, debiéndose centrar la atención sanitaria en estos tres niveles, cosa que comporta la necesidad de un abordaje interdisciplinario e interprofesional. 2- La nueva concepción de la sanidad: En esta nueva concepción, surgida principalmente a raíz de la crisis de los servicios de atención de salud y del funcionamiento en general del sistema sanitario, la educación para la salud se ha convertido en una estrategia de intervención básica para la prevención, definida ésta como “una metodología educativa que tiende sobre todo a incitar al individuo a una toma de responsabilidad para lo que es su propia salud y la de la colectividad, así como a desarrollar sus aptitudes para participar de manera constructiva en la vida de la comunidad”. (Méndez, Macià y Olivares, 1993) 3- La necesidad cada vez más perentoria de una colaboración y acción intersectorial e interprofesional: tal necesidad se ve cada vez con más claridad, y, a nivel comunitario, plantea la integración en los servicios de salud de actividades relacionadas con la educación, tanto en contextos formales como no-formales (dentro del curriculum escolar, en el tiempo libre, de calidad ambiental, bienestar social, etc.) Así pues, el modelo actual de salud pública parte de la consideración de que la educación y la información objetiva en contextos educativos pueden modificar positivamente la actitud y la conducta. En esta línea, el establecimiento de programas de educación para la Salud plantea una serie de posibilidades muy prometedoras para conseguir los objetivos y metas de la Salud Pública en general al permitir disponer de estrategias adecuadas para desarrollar conductas saludables. A fin de cuentas, siempre se ha tenido más o menos conciencia de la relación existente entre el grado de salud, bienestar y calidad de vida y el tipo de costumbres o estilos de vida. Si tradicionalmente la forma de prevenir en salud pública consistía en inmunizar a la población contra enfermedades transmisibles, actualmente supone también, a nivel de salud mental, favorecer la salud y desarrollar una cultura de la misma, al tiempo que se intenta adecuar cada vez más los contextos a comportamientos saludables. En definitiva, destacamos la importancia en este contexto de la organización de equipos ínterdisciplinares e interprofesionales para diseñar estrategias de intervención que se basen en el aspecto comunicacional. Todo ello implica una gran dificultad, porque exige una formación específica de los diferentes profesionales implicados en aspectos comunicacionales, pero los resultados hacen que los esfuerzos realizados merezcan la pena.