Libros recientes de Ensayo y Ciencias Sociales El inicio de curso, inminente cuando aparezca este número de nuestra revista, proporciona la ocasión para hacer referencia a algunas de las publicaciones recientes de especial interés bien porque se refieren a la actualidad española o a otra más amplia pero siempre relevante en el mundo en que vivimos. Empezaremos por aquellas que evocan la inminente conmemoración de la apertura del proceso de transición hacia la democracia tras la muerte de Franco para referirnos, a continuación, a otros libros interesantes pero más alejados de nuestra realidad más inmediata. JAVIER TUSELL Ante un vigésimo aniversario E l cumplimiento del aniversario va a producir en España una eclosión de publicaciones desde la biografía al ensayo y desde el libro académico al simple reportaje. Será, por tanto, preciso saber distinguir calidades y así lo vamos a hacer aquí con la pretensión de que la conmemoración no desdibuje la valía permanente de unos textos ante la inanidad de otros. En Josep Sánchez Cervelló, "La revolución portuguesa y su influencia en la transición española (1961-1976)". Madrid, Nerea, 1995, encontramos un cumplido ejemplo de libro académico hasta el extremo de que fue en un momento anterior tesis doctoral. Se trata, pues, de una publicación valiosa y destinada a perdurar aunque, como veremos, no exenta por completo de inconvenientes. Como muy bien recuerda el autor de este libro, con la revolución portuguesa de los claveles ha acontecido en España todo un inesperado cambio de imagen. En un principio, en plena vorágine de los acontecimientos, Portugal pareció un acicate o un freno para cada uno de los sectores en los que se dividía España respecto de una posible transición a la democracia. Luego, en cambio, se ha convertido en una rigurosa excepción el caso de quienes hacen referencia al vecino país al tratar de la transición española a la democracia. Tal evolución se explica en parte debido a las diferencias existentes entre los dos países. Portugal, que había tenido siempre una dictadura más flexible que la española y no había pasado por la tentación totalitaria, en vida de Salazar mantuvo también una situación política que podría ser definida como de petrificación de modo que el dominio tecnocrático fue posterior, ya en los tiempos de Mar-cello Caetano. Sin embargo la gran diferencia con respecto al caso español fue la génesis colonial del derrumbamiento del régimen. Este caso deja bien claro hasta qué punto una dictadura tiene muy a menudo un margen de maniobra infinitamente inferior al de una democracia. Portugal libraba una batalla imposible de ganar por el ambiente internacional y por la falta de recursos (la mitad del presupuesto era empleado en Defensa) pero que parecía inevitable porque cualquier intento de renunciar a ella parecía peor que permanecer a la pura y simple espera del desastre. Pero quizá lo que ha hecho olvidar como término de comparación posible el caso portugués es el contenido mismo de la revolución. La verdad es que es muy poco lo calificable de heroico en sus orígenes. La protesta de la oficialidad no tuvo como detonante un ansia de libertad o el convencimiento de que los independentistas de las colonias tuvieran razón, sino disputas de intereses profesionales en la hasta tal punto que Caetano, antes de ser derrocado, les había ofrecido el poder sin necesidad de acto alguno de fuerza. Lo peor, sin embargo, vino después. Todo el año 1975 presenció una reducción del poder civil a la condición de subalterno mientras que la fragmentación de unos militares, que en su mayoría ignoraban qué rumbo querían dar a su socialismo puramente verbal, dejó en las mejores condiciones un partido comunista que tenía todavía significación estalinista para intentar un monopolio del poder. Leyendo a Sánchez Cer-velló el lector tiene la sensación de que fueron mucho más las circunstancias exteriores que la resistencia interna —al menos en el sector militar— las que enderezaron el rumbo de la revolución portuguesa hacia la democracia. Los vencedores, sin embargo, debieron soportar una tutela militar —el Consejo de la Revolución— hasta 1982 y un Presidente perteneciente al Ejército hasta 1986, lo que parece probar que si los militares entran con facilidad en la política les resulta mucho más difícil salir de ella. oficialidad que no sirvieron sino para ratificar la impotencia del Gobierno. Los generales que protagonizaron la sublevación y luego la vida política al comienzo del período revolucionario, como Costa Gomes y Spínola, se caracterizaron por su ambigüedad El impacto que la revolución de los claveles tuvo sobre la política española queda bien retratado en el libro de Sánchez Cervelló. La revolución en el vecino país tuvo en principio una significación positiva para la apertura, pero, en cambio, provocó una retracción cuando pareció que la dictadura de derechas podía ser sustituida por un régimen semejante a la izquierda. La UMD siguió un rumbo paralelo a los sucesos portugueses y no parece posible dudar que de haber triunfado podría haber empantanado a la política española en una situación parecida. Pero tanto en este caso como en la situación de descolonización, en la que se encontró España en el Sahara, o la eventualidad de una unidad sindical impuesta desde arriba, el caso portugués actuó como un positivo contramodelo. Pocos fueron capaces de denunciarlo en su momento y si menos lo dicen ahora hay que pensar que quizá eso se deba a la mala conciencia de haber apoyado entonces un proceso que fue en comparación con el español infinitamente peor llevado. Aunque no aborda la evolución económica durante el período, que acentuaría esa impresión, el libro de Sánchez Cervelló, a veces farragoso y de lenguaje incorrecto, tiene el mérito de recordar al lector esta evidente conclusión cuando nos aproximamos al vigésimo aniversario del comienzo de la muerte de Franco. Convendría que la recordaran quienes ahora achacan una especie de pecado originario a nuestra transición. De muy diferente factura es, sin duda, el libro de Luis Herrero, "El ocaso del régimen. Del asesinato de Carrero a la muerte de Franco", Madrid, Temas de Hoy, 1995, que puede y debe ser encuadrado en lo que podríamos denominar como reportaje histórico o periodismo retrospectivo. Un género de libros bastante frecuente en la España de hoy es, en efecto, aquel en que un periodista de primera fila pretende abordar una cuestión que no es de estricta actualidad para la que acaba por remontarse al pasado más inmediato. Es habitual que de esta manera se aborden acontecimientos que tienen influencia perdurable sobre la vida pública o sucesos que han tenido una repercusión mas duradera que la de una pequeña incidencia ocasional. También pertenece a este género de libros la biografía de una figura política o intelectual. El género, tan exitoso en Gran Bretaña, de la biografía —autorizada o no— de no ser nada frecuente en España nutre en la actualidad las listas de éxitos. Pero el nivel de calidad que en ese país suele exigirse está muy por encima de lo que es habitual en nuestras latitudes. Puede decirse que esta última afirmación es válida también para el libro de actualidad en España. Este género de libro suele tener éxito entre el gran público, pero para quien se quiera tomar verdaderamente en serio el contenido de lo que allí aparece escrito surgen serias dudas respecto del fundamento de cualquier afirmación por modesta que sea. Es habitual que en este tipo de libros no se citen las fuentes; muy a menudo estas son puramente verbales o no han sido contrastadas de manera suficiente. En el caso de las biografías sucede que o bien están escritas en realidad por el propio protagonista, que parece que no se toma así la molestia o no corre el peligro de que nada le pueda ser reprochado, o bien están escritas contra él. En el futuro este género de libro es muy posible que tenga interés, pero siempre será parcial, y también es probable que creen confusión por esa dificultad existente en el discernir qué tienen de verdad y de mentira. Lo lógico sería que este género de libros de actualidad citaran el origen de sus afirmaciones y distinguieran lo que es mera opinión de aquello que es información. Todo esto viene a cuento de que el número de libros de este género que se publican a lo largo del año es muy amplio pero eso no quiere decir que la calidad les acompañe. Sólo merece la pena tomar en consideración aquellos que sobrepasan la media por alguna razón especial. Este es el caso del que ha escrito Luis Herrero, el conocido periodista, sobre los años finales del franquismo. En realidad se trata de una especie de reescritura de otro texto que el autor redactó en compañía de un compañero de profesión y que ahora se enriquece, en la perspectiva del vigésimo aniversario de la muerte de Franco, con alguna fuente nueva. Esos años, en efecto, han sido objeto ya de un elevado número de libros de memorias que el autor utiliza de forma adecuada pero, además, suma a ellas los testimonios, documentales y orales, de otras como Fernando Herrero, su padre y uno de los últimos secretarios generales del Movimiento, el Marqués de Villaverde, Miguel Primo de Rivera, el doctor Pozuelo y otros. Todo esto contribuye a dar interés a este libro que presenta un fresco apasionante de lo que fue la proporciona matices muy interesantes, alguno de ellos bastante nuevo. Merece la pena, por ejemplo, tener muy en cuenta la versión que en sus páginas se ofrece acerca del paso de Adolfo Suá-rez por la vicesecretaría general del Movimiento en los tiempos en que su superior jerárquico fue Herrero. descomposición de un régimen político. No se suele tener en cuenta hasta qué punto este hecho resultó un factor de importancia esencial para llegar a realizar la posterior transición. Los hechos resultan sobradamente conocidos pero sin duda este libro De todos los modos el autor que, en definitiva, no es un historiador comete errores que hacen dudar con fundamento que su interpretación sea la más correcta. Existe todavía la impresión de que hay secretos por desvelar en el asesinato de Carrero, pero lo que no es correcto es sembrar la duda al respecto aduciendo el testimonio de un desequilibrado falangista que pretendió que los norteamericanos le mataron con una mina "olfativa" (7). La tesis de que en el momento final de la vida de Franco todavía D. Alfonso tenía esperanzas de convertirse en su sucesor no tiene justificación probada alguna, como tampoco parece tenerla el propósito de coronar a D. Juan Carlos el 1 de octubre de 1975. Frente a lo que dice el autor los contactos indirectos del Rey con los comunistas no jugaron ningún papel en las relaciones del futuro Rey con Franco porque los desconoció. Todo cuanto antecede testimonia hasta qué punto hay cuestiones de la Historia reciente de España que resultan parcial o totalmente desconocidas. Es muy discutible que los periodistas sean capaces por sí solos de reconstruirlos pero a menudo los historiadores consideran demasiado frivola esa tarea como para llevarla a cabo. Y, sin embargo, si no se hace se está perdiendo una oportunidad que otras generaciones posteriores quizá ya no tengan. En otras latitudes. Tras esta excursión sobre temática española bueno será que la hagamos compatible con dos libros recientes que han tenido un reconocimiento apreciable por parte del público lector. Se trata, en realidad, de textos muy distintos pero que tienen como coincidencia el versar sobre cuestiones de actualidad. En el primero un militar español diagnostica la tragedia de los desaparecidos argentinos durante la dictadura padecida por este país, mientras que el segundo es una visión muy original acerca de la vida de uno de los grandes dictadores del siglo XX. En Prudencio García, "El drama de la autonomía militar. Argentina bajo las Juntas militares", Madrid, Alianza Editorial, 1995, encontramos una singular incursión en una cuestión que sigue estando, por desgracia, en la sección de internacional en los diarios de todo el mundo. Es habitual quejarse del desinterés de las ciencias humanas en España por fenómenos de la realidad hispanoamericana; paradójicamente sólo ha empezado a desaparecer en el momento en que lo ha hecho también una voluntad de recalcar a ultranza la peculiaridad común o una especie de complejo de superioridad que muy a menudo carece de justificación. Eso bastaría para saludar con interés la aparición de un libro como éste si no fuera porque además la cuestión sobre la que versa trasciende por completo un área cultural y constituye un interrogante universal. El hecho de que sea un militar español el que se pregunte acerca de lo sucedido en Argentina no es casual porque los ecos de la argumentación que resultó tan grata a los oídos del Ejército argentino han resonado en los nuestros hasta no hace tanto tiempo. Prudencio García reconstruye con escrupulosidad el proceso que llevó a la que, en su opinión, resulta causa principal de la bárbara persecución contra el real o sobre todo supuesto terrorismo en la Argentina de los años setenta. Sobre una tradición de intervencionismo político del Ejército actuó el deslizamiento del mundo militar hacia la consideración como peligro inmediato del "enemigo interior" subversivo. Una sólida tradición, política y religiosa, de reaccionarismo a la que se sumaron las doctrinas de la seguridad nacional o el ideario antisubversivo de procedencia francesa y norteamericana tuvo como resultado la consideración como guerra de lo que hubiera debido tener un tratamiento estrictamente policial. En 1975 la guerrilla revolucionaria, que había causado casi 700 muertos, estaba prácticamente vencida. El golpe de Estado militar de marzo de 1976 no fue más que la instalación en el poder de quienes pensaban en la bondad del procedimiento de combatir la guerrilla revolucionaria al margen de cualquier legalidad y de cualquier humanidad. Antes de que los militares llegaran al poder los grupos de extrema derecha habían exterminado a 900 personas. La instalación en el poder de este género de barbarie ha producido la desaparición entre 15 y 20.000 personas, cifra que equivale a veinte o treinta por cada una de las víctimas de los de la guerra revolucionaria. Lo peor del caso no ha sido, sin embargo, el volumen de la barbarie sino su carencia de sentido, porque afectó a miles de personas que nada tuvieron que ver con la subversión revolucionaria, su método sistemático, la crueldad que supone esa triste originalidad de ese sector del Ejército argentino de haber inventado el "desaparecido" y, en última instancia, la perversión duradera del papel que le corresponde al Ejército en una sociedad actual. Fueron quienes estuvieron en la primera fila de esta guerra interior los que luego resultaron más desastrosos en las Malvinas y la "autonomía militar" consistente en que el Ejército se otorgaba el derecho y la obligación de combatir con medios carentes de cualquier ética una subversión ya vencida la que explica la duración del problema militar durante una quincena de años. Ahora, cuando este problema parece ser menor, vuelven los ecos de la Historia para recordar que si la generosidad puede parecer una solución pacificadora la impunidad acaba por ahondar las heridas e impedir que cicatricen. género de actitudes descritas para la Argentina no fueron tan habituales en el Ejército español, ni siquiera al comienzo de la transición, pero sin duda en el GAL hubo un comienzo de lo que ya había acontecido en Argentina. Siempre fue estúpido decir que el terrorismo en todas las latitudes ha sido liquidado por idénticos procedimientos pero, además, la lectura de este libro testimonia hasta dónde se puede llegar por la simple tolerancia inicial de la barbarie. También sigue presente en la prensa diaria la situación actual de China y para quien quiera conocerla en sus antecedentes históricos inmediatos no vendrá mal la lectura de Li Zhisui, "La vida privada del Presidente Mao", Barcelona, Planeta, 1995, que tiene como mérito especialísimo romper con la visión que se suele tener de ese personaje crucial en la Historia del Mundo Actual. El libro de Prudencio García tiene un exceso de erudición teórica y le sobran páginas relacionadas con ella de las que hubiera sido posible prescindir con provecho. Es un libro, sin embargo, que causa una profunda impresión al lector. Ese Abramos un libro de Historia de esos que se utilizan de forma habitual en nuestras aulas docentes. Evitemos que se trate de la secundaria cuyos textos, por la limitación de espacio, pueden incurrir en simplificaciones. En la educación universitaria, como resulta lógico y esperable, uno de los protagonistas obligados es Mao Tse Tung que siempre aparece retratado como un héroe cuya biografía ejemplar sólo en casos excepcionales estuvo entreverada de algunos leves inconvenientes o errores que no obstan para un balance general muy positivo. Mao, en efecto, suele ser descrito como un insurrecto contra la corrupción y la autocracia. Bondadoso líder campesino de infinitas virtudes pedagógicas, habría sido capaz de crear un cuerpo doctrinal que tuvo el mérito de no tener la dureza inflexible de la ortodoxia soviética y del que habría derivado una permanente lucha para evitar el conformismo de una revolución consigo misma. Mao, por ejemplo, habría sido una persona capaz de proponer una especie de socialismo humanis-ta o, por lo menos, humanizado cuando en 1956 propuso la atracción de los intelectuales y la floración de un pluralismo doctrinal del que carecía la URSS. Además, luego, al comienzo de lo sesenta resultó el impulso inicial de un "gran salto" destinado a convertir a su país en una potencia industrial mundial; en él se pudieron cometer errores pero el hecho es que China despegó en ese momento. Por si fuera poco Mao habría mantenido en la etapa final de su vida una actitud de "distanciamiento idealista" con respecto a los tecnócratas que ya en los años setenta dominaban su país. Aunque eso le hizo caer en un cierto fundamen-talismo, éste resultaría disculpable porque, a fin de cuentas, su aliento profundamente ético constituiría un mensaje válido para todos y para siempre. Patriarca del siglo XX, Mao parecería un componente de ese elenco reducido de profetas de la contemporaneidad en los que habría que inspirarse para encontrar el rumbo del futuro. Pues bien, nada de esa visión se sostiene para quien haya leído el libro de Li Zhisui que se ha traducido hace unos cuantos meses al castellano. Se suele decir que nada resulta más peligroso para un personaje histórico que la versión que de él da su ayuda de cámara, pero en adelante se deberá tener en cuenta también a los médicos privados como desmitificadores de supuestos héroes históricos. Li Zhisui vivió junto a Mao un período esencial de la Historia de China y proporciona una imagen absolutamente heterodoxa de lo que era el personaje y el efecto de su acción política sobre millones de sus compatriotas. Sólo en algún aspecto se puede decir que la personalidad de Mao corresponda con la imagen de un bondadoso campesino revolucionario. Su procedencia rural, anclada en el pasado, parece evidente en quien tenía unas ideas muy peregrinas acerca de medicina, higiene personal e interpretación de la Historia. El lector puede quedarse en la anécdota de creer tan sólo chocante a un individuo que aborrecía la sola posibilidad de cepillarse los dientes, no quería ningún tratamiento para el cáncer (en especial cuando éste afectaba a sus colaboradores) o practicaba un curioso taoísmo sexual consistente en pensar que en la ancianidad su fuerza vital podía ser reconstruida a base de gozar el mayor número de aventuras sexuales con el mayor número de jóvenes posible. Pero su condición de campesino había quedado reducida a esas cuantas ideas peregrinas. En realidad vivía como un emperador y no tanto por su riqueza —merced a sus derechos de autor— como por sus modos de comportamiento. No sujeto a ninguna norma horaria pasaba la mayor parte del día en la cama. Cuando se desplazaba su tren detenía la circulación ferroviaria de provincias enteras y cuando decidía dormir se detenía en el punto en que le apetecía. Sus lecturas nada tenían que ver con el marxismo sino con la Historia de la China tradicional cuyos emperadores de otro tiempo le servían de inspiración para su acción política. Como los monarcas del antiguo régimen solía estar rodeado del respeto por lo sagrado. A quien le daba la mano solía no lavársela durante meses y los frutos de mango que regalaba se convertían en objetos de adoración. Todo eso desvela una personalidad que hubiera sido inocua de no tratarse del supremo responsable político de millones de seres humanos. Desde el observatorio de la convivencia prolongada durante décadas el doctor privado de Mao pudo darse cuenta de en qué se fundamentaba su acción. En realidad podía reducirse a tan sólo dos cosas: el poder por el poder y el socialismo por el socialismo. Toda la vida política de Mao se explica por el deseo de conservar en sus manos la suprema decisión de su país mediante la división de sus posibles adversarios y los giros estratégicos destinados al solo objeto de descolocarlos. En cuanto al socialismo consistía sencillamente en la aplicación de convertirla en poco menos que la vida de un santo. Mao siempre intentó ponerse al frente de las sucesivas etapas de la revolución y, al mismo tiempo, rectificarlas después con el solo objeto de mantenerse en el ápice del poder machacando a sus compañeros de la hora anterior. El "gran salto adelante" con el que quiso industrializar China consistió en una grotesca operación por la que se desorganizó la agricultura mientras que el campo se poblaba de hornos artesanos que fundían los utensilios domésticos tan sólo para justificar unas cifras de producción. La "revolución cultural" llevada a cabo por una frustrada paranoica — su mujer— y un exdroga-dicto — Lin Piao— consistió en excitar a las masas en contra de cualquier tipo de jerarquía con el resultado de convertir un inmenso país en puro caos. Todo ello hubiera sido tan sólo ridículo de no haber afectado tan duramente a la vida de decenas de millones de seres humanos, que la perdieron por la insensata voluntad de uno solo. un pedestre modelo que no sólo no tenía nada que ver con la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos sino que era su exacta antítesis. A eso tan sólo se reduce toda esa evolución suya que ha sido magnificada hasta ¿Qué hace perdurar a Mao como ese glorioso patriarca de la Historia más reciente? En el fondo este ser mezquino, ególatra y cruel sólo ha podido conseguir esa imagen merced a una benevolencia hacia los supuestos revolucionarios sublevados contra situaciones de injusticia. Si, además, ejercen el poder en lugares remotos, tanto mejor para ellos. Pero peor para quienes experimentan el resultado de su dictadura. Un singular estudio sociológicopolítico. Nuestra selección en el presente número de "Cuenta y Razón" va a concluir con otro libro académico, como aquel otro que la abría y de tema relativamente parecido aunque desde una perspectiva sociológica y política más que histórica. Nos referimos a José María Maravall, "Los resultados de la democracia. Un estudio del sur y del este de Europa ", Madrid, Alianza Editorial, 1995. En un estudio que lleva todas las trazas de convertirse en un clásico, el sociólogo norteamericano Samuel Huntington ha hablado de lo que él mismo denomina como la "tercera ola" de la difusión de los regímenes democráticos en el mundo. Gracias a ella países que no se habían caracterizado por tenerla en el Sur o Este de Europa y en Hispanoamérica han acabado por poder gozar de ella en los años setenta y ochenta del siglo XX. José María Maravall, uno de los más distinguidos intelectuales del área socialista, aborda en este libro un examen comparativo, erudito y muy cosmopolita acerca de este proceso en dos de las áreas geográficas en que ha tenido lugar. Por desgracia se trata de un tipo de trabajo en que resulta demasiado perceptible que es el producto de la simple adición de artículos publicados en revistas especializadas; carece, por tanto, de unidad suficiente y, sobre todo, de conclusiones válidas con carácter general. Pero las cuestiones que aborda son de tanto interés que merece una lectura detenida incluso por parte de un público más amplio que el formado por profesores universitarios. Los tres primeros capítulos están dedicados a la relación entre economía y política en los procesos de transición a la democracia. Frente a la presunción de que los regímenes autoritarios facilitan el desarrollo, Maravall señala los aspectos externos que influyeron en él y advierte cómo, a partir de un determinado momento, el propio marco legal contribuye a hacer inviable el crecimiento. Las democracias, en cambio, tienen a su favor un mayor grado de autoridad para aplicar programas impopulares y no sufren crisis institucionales cuando se dan las económicas. La gran diferencia entre las transiciones en el Este y en el Sur habría sido según Maravall —y esta es una opinión muy discutible— que el cambio político se produjo en el Este porque era imprescindible para que el económico pudiera tener lugar, mientras que en el caso del Sur este último precedió al primero. Las diferencias son mayores en lo que respecta a las políticas económicas a seguir a partir de iniciada la transición a la democracia. En realidad el único país que tuvo la tentación de experimentar lo que podríamos denominar como una "tercera vía" fue durante algún tiempo Portugal. Grecia y España se caracterizaron por una inestabilidad inicial en un principio hasta la década de los ochenta. El problema más grave ha sido el de los países del Este de Europa en los que la propiedad pública se situaba entre el 65 y el 97 por ciento del total. Una brusca reducción del nivel de vida ha sido el primer efecto de la introducción del mercado pero en 1993 se ha empezado a producir un crecimiento económico sin que eso haya supuesto un acortamiento de las diferencias con la Europa Occidental. En general puede decirse que los principios de la economía de mercado no han sido contestados por nadie y forman parte incluso de los programas de los antiguos partidos comunistas. El libro de Maravall hace, en su cuarto capítulo, un quiebro un tema en que reaparece el político y no sólo el científico al tratar de cuestiones que se refieren a la dinámica de la socialdemo-cracia en el mundo actual, cuestión que ya había abordado en otros libros anteriores. En este apartado, aunque su explicación es convincente con respecto al pasado (el PSOE en España habría contribuido al desarrollo de políticas sociales y al igualitarismo a través de la política fiscal) deja planeando el interrogante de cuál pudiera ser su programa en un futuro en un momento en que el gasto público no puede expandirse ya y el Estado de Bienestar padece de una crisis que no puede ser definitiva pero que de seguro va a testimoniar que ha llegado a un límite. El último capítulo del libro se refiere a una cuestión cuya importancia radica no en el modo en que se llega a la democracia o las políticas concretas a llevar a cabo que derivaba de la misma dificultad del cambio. Pero, al mismo tiempo, el problema consiste en que existe una profunda conciencia de la incapacidad del ciudadano respecto de poder influir en los profesionales de la política, en especial en el Este, y ésta resulta detestable para un porcentaje muy elevado de la población también en el Sur. Maravall lo atribuye a la falta de experiencia vivida de la democracia pero en realidad se trata de un problema más global que quizá afecte a la totalidad de las democracias en todas las latitudes en el momento presente. cómo esta puede consolidarse, sino al futuro de la misma. La legitimidad de la democracia no es discutida ahora ni en el Sur ni en el Este de Europa. Sin embargo en esta segunda región mundial ha podido existir una profunda desafección respecto de