Num133 017

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El absurdo
en el Arte
ARTE
ANA MARÍA
PRECKLER
E
l absurdo es aquello que
rompe la línea de la
lógica
vital,
que
distorsiona el equilibrio
de lo sensato, que trastorna el
orden de los usos adquiridos.
Aquello que sorprende por lo
inusual o atípico, por el escándalo
o la anomalía que produce. En
ciertos casos puede rayar en lo
patológico o anormal, y en lo
estrambótico.
Según
el
diccionario de María Moliner, el
absurdo es lo contrario a la
lógica o a la razón. Una cierta
dosis de absurdo puede ser
divertida; puede hacer gracia si es
irónica o mordaz; pero si se
mantiene mucho tiempo llega a
cansar, y si se realiza en un
ámbito
inapropiado
puede
producir rechazo. El absurdo en
definitiva rompe el orden
establecido. Todo depende del
orden que rompa y del sentido del
humor con que se realice. Hay
cosas que merecen siempre un
respeto. Pero si se efectúa con
crítica y mordacidad inteligente
puede
ser
aceptable
y
enriquecedor en determinadas
situaciones y ocasiones.
Si el absurdo siempre existió en la
vida, no lo es tanto el que
existiese en el arte. Hasta llegar al
siglo XX, en el que una de las
vanguardias
históricas
más
transgresoras, el Dadaísmo, y a
continuación el Surrealismo, lo
introdujeron como materia y
forma
artística,
y
como
característica principal de sus
estilos. El Dadaísmo utilizó el
absurdo como detonante crítico
contra el absurdo de la guerra y
más concretamente de la Primera
Guerra Mundial. El Surrealismo
lo utilizó para plasmar el subconsciente humano, descubierto
por Freud en los tres estratos
psicológicos del hombre, el
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do este último,
en contraposición a los otros dos
estratos, caracterizado por el
absurdo, la irrealidad o realidad
distorsionada, la ausencia de una
moral, la carencia de voluntad y
la falta de un razonamiento
consciente. El absurdo se hace
especialmente patente en los
sueños y en la libido, de ahí que
sean estos dos temas los más
utilizados en el Surrealismo. Su
cuestionamiento como arte está
hoy fuera de duda, pues lo que en
los años veinte podía ser
revulsivo, repelente, libidinoso o
procaz, hoy apenas ofende, dada
la cantidad de extralimitaciones y
barbaridades artísticas que se han
producido posteriormente. Por
otro lado, el Dadaísmo no
siempre ha resultado disparatado
e insolente, muchas veces ha sido
arte-arte, innovador y descubridor
de nuevas rutas artísticas, como
en el caso de Arp o Schwitters,
representantes respectivos del
dadaísmo de Zurich y Hannover,
los cuales aportaron al Dadaísmo
la grandeza que posiblemente
elevó el estilo a la categoría de
vanguardia. El Surrealismo, por
su parte, ha sido uno de los estilos
más atractivos y demandados por
el espectador, acaso precisamente
por plasmar ese inconsciente
ilógico y absurdo que todos llevamos dentro. Si el Dadaísmo fue
un
estilo
precursor
del
Surrealismo, el primero nació en
1916 y el segundo en 1925, el
Surrealismo tuvo dos expresiones
formales de diferente naturaleza,
la figurativa y la abstracta, y tanto
en una como en otra tuvo su
influencia la corriente Dadá.
El Dadaísmo, por tanto, es una de
las vanguardias más subversivas y
también menos conocidas; surgió
en el año 1916, durante el
transcurso de la Primera Guerra
Mundial, en el café Voltaire de
Zurich; fue fundado por el poeta y
músico alemán Hugo Ball y
denominado intencionadamente
con el nombre del sarcástico
literato francés. En dicho café se
harían unas tertulias de artistas,
intelectuales y literatos, casi todos
emigrados de la guerra, de donde
saldría el grupo Dadá. Entre sus
componentes se encontraban
Tristan Tzara, poeta rumano que
escribirá el manifiesto ideológico
del grupo, el pintor y escultor
Hans Harp y su esposa Sophie
Taeuber-Arp, el pintor y escultor
Marcel Janko, los escritores alemanes Richard Hülsenbeck y
Hans Richter (el primero, autor
del Almanaque Dadá, y el
segundo, del ensayo Dadá. Arte y
Antiarte, 1964), etc. Para denominar al grupo sus componentes
eligen al azar en un diccionario
La
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s
el
apa
l
a
br
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da
d
á
”
,que
significa caballito en francés,
demostrando con ello, desde su
inicio, el predominio del absurdo,
del azar y de la ilógica en su arte.
Desde Zurich, el Dadaísmo se
extiende a otras ciudades centroeuropeas y a Norteamérica (en
este último país a través de
Duchamp
y
Picabia),
conformándose
así
grupos
dadaístas autónomos, siendo los
más relevantes, además del de
Zurich, el de Hannover, el de
Colonia, el de Berlín, y el de
Nueva York.
El Dadaísmo, pues, impondrá el
absurdo, la irracionalidad, la
excentricidad, la singularidad y la
rareza, como doctrinas de su arte,
con la intención de perturbar y
escandalizar al espectador. Se
trata de un no-arte o anti-arte, en
el que todo está permitido; en el
que el azar, la sorpresa y los actos
inconscientes se formalizan en
normas
transgresoras.
El
Dadaísmo se convierte por todo
ello en un adelantado del Surrealismo,
con
el
que
está
estrechamente
ligado,
extendiéndose por toda Europa y
América, desapareciendo ya
entrada la década de los años 20.
Sus secuelas van a llegar hasta
nuestros días en formas aun más
extremadas que las iniciales de
los años veinte, deviniendo en antiartes excéntricos, hiper-absurdos,
demoledores, histriónicos y revulsivos hasta la saciedad.
Los descubrimientos artísticos
más importantes del Dadaísmo
vanguardista primigenio serían
los objetos encontrados, los materiales de deshecho, la fotografía y
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do
utilizado por los cubistas. En este
sentido
sus
artistas
más
renombrados
son
Marcel
Duchamp, cuyo Urinario o La
Fuente fue uno de los primeros
objetos escandalizadores del arte
y por ello es siempre citado como
ejemplo paradigmático del arte de
lo absurdo y de lo insólito, así
como su Mona Lisa con bigotes,
en la que se pone en cuestión el
arte clásico con su burla o parodia
de uno de los lienzos más
famosos y modélicos de la
historia; asimismo, destaca Kurt
Schwitters, cuyos cuadros en
relieves
o
assemblages,
conformados con toda clase de
objetos de desechos, aunque en su
caso no fueran escandalizadores,
marcaron, desde Hannover, un
rumbo nuevo a todos los artistas
matéricos y objetuales que
vendrían a continuación.
En el Museo Nacional Reina
Sofía (MNCARS), durante los
meses de invierno y primavera de
2004, dos artistas no excesivamente
conocidos
pero
importantes,
dadaísta
una,
surrealista el otro, expusieron su
obra Dadá y surreal en unas
extensas exposiciones, como
suele hacer siempre el Reina
Sofía, que han dado pie a esta
introducción. Se trata de la artista
alemana Hannah Höch, perteneciente al Dadá berlinés, y de
André Masson, surrealista francés
de gran influencia en la abstracción, por su utilización de la
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sígnico, especialmente en el Ex-
presionismo Abstracto norteamericano, y en Jackson Pollock en
concreto, debido a su larga
estancia en USA.
Hannah Höch (1889-1978) es una
de las pocas mujeres adscritas al
grupo Dadá, y pertenece al Dadaísmo berlinés. En la capital germana ejerce la docencia y allí se
desarrolla su larga vida, permaneciendo en Berlín incluso durante
la Segunda Guerra Mundial.
Estuvo unida sentimentalmente
un tiempo con otro miembro del
grupo berlinés, Raoul Hausmann.
En su estilo, Höch manifiesta su
pertenencia y fidelidad al Dadaísmo, que practica casi toda su
vida, con un trabajo pulcro,
refinado, elegante y sofisticado,
aunque
extraño
en
sus
manifestaciones más extremosas
y Dadaístas, aquellas que
precisamente hacen del estilo un
precursor del Surrealismo por sus
fantasías de todo tipo; Höch
aplica a sus trabajos mucho
fotomontaje y collage junto a su
propia pintura, si bien realiza
igualmente una obra netamente
abstracta. Mantuvo amistad y
relaciones
artísticas
con
Schwitters y Arp, y con los
componentes del Constructivismo
Holandés, en concreto con
Mondrian y Van Doesburg, lo que
influyó en sus abstracciones.
André
Masson
(1896-1987)
pertenece al grupo surrealista
abstracto, aunque también ejerza
el surrealismo figurativo y sus
abstracciones nunca lleguen a ser
absolutas, practicando en esta
especialidad el dibujo automático.
No obstante, es el surrealismo
abstracto el que predomina con
más fuerza en su obra, el que le
otorga la mayor calidad artística y
ARTE
con el que ejerce una gran
influencia en artistas más jóvenes,
especialmente en Norteamérica
con los expresionistas abstractos.
En ese sentido, su obra más
notoria es la formada por
ideogramas sígnicos, y su
característica más dominante es la
fuerza expresiva, la gestualidad
de pincelada, el color exaltado y
la violencia expresionista, por lo
que se le podría encuadrar en un
surrealismo abstracto expresionista que es precisamente el
que más cala hondamente en los
jóvenes
artistas
abstractos
sígnicos y gestuales americanos,
como el mencionado Pollock. Los
seres que pululan en algunos de
sus cuadros son seres irreales,
gestuales, dolientes y agresivos,
pero son ellos los que le otorgan
la autenticidad más plena por
encima de otros estilos que
también practicara en su producción
artística.
Masson
participó activamente en
la
Primera Guerra Mundial, en la
que fue herido de gravedad
teniendo que ser internado en un
hospital psiquiátrico debido a las
secuelas psicológicas que le
quedaron, lo que explica algunas
de sus facetas más virulentas,
agresivas y expresionistas.
La exposición de Hannah Höch
en el MNCARS fue ciertamente
amplia,
documentada
e
interesante, al tiempo que
didáctica, como en realidad son
siempre las exposiciones bien
estructuradas cronológicamente
como la presente. La muestra no
fue espectacular y me atrevería a
decir que tuvo pocos visitantes,
ya que el arte Dadá se conoce mal
en España y por ello carece del
suficiente reclamo, pese a ser una
de
las
ocho
Vanguardias
Históricas. Se diría que fue poco
anunciada y publicitada en ese
sentido, y sería de lamentar dado
el trabajo y los gastos efectuados
sin duda cuantiosos. Pero sobre
todo porque se trataba de dar a
conocer en España a una artista
dadaísta que de otra manera
resulta prácticamente imposible
ver en nuestro país y en otros ya
que ella misma no es muy
conocida. En todo caso, estas
exposiciones minoritarias son
siempre
bienvenidas.
La
exhibición comenzaba alrededor
de los años veinte que fueron los
de la plenitud Dadá. Así los
cuadros, La hoja azul, 1918,
Rosa, 1920, ambas de los inicios
dadaístas, y Construcción en azul,
1919, en abstracción constructivista.
A
continuación
se
mostraban, junto a un desnudo de
Höch ejecutado por Raoul
Haussman,
su
compañero
sentimental por entonces, fotos,
libros, carteles, diseños de cubiertas, etc., que podían ayudar a
entender los primeros años del
Dadá berlinés del que la artista
formó parte, que acaso sea uno de
los más difíciles de entender.
Dada-Ernst (Seriedad Dadá),
1921, Dadá Tanz (Danza Dadá),
1919, Dadá Dandy, 1919, Jefes de
Estado, 1918-1920, La muchacha
bonita, 1919-20, Diseño para
monumento a una camisa de
encaje importante, 1922, y La
novia, 1924-27, son algunos de
los cuadros dadaístas de la
pintora, en los que efectúa las
técnicas de fotomontaje, collage
citadas, y las mezclas absurdas,
irreales e insólitas que intentan
sorprender al espectador irónica e
inteligentemente. Son cuadros casi
siempre de pequeño formato, en
serie, a los que añade o no sus
propias técnicas al óleo o a la
acuarela. En La tormenta, 1935,
muestra su evolución surrealista,
pero continúa el estilo Dadá en
obras como, De camino al 7º
cielo, 1934, y Liebe, 1931.
Hannah Höch vivió la Segunda
Guerra Mundial en Berlín
sufriendo toda clase de penurias y
dejaciones por parte de los nazis.
Si bien, una vez terminada la
guerra, reanudó sus actividades
artísticas, en concreto las que le
habían llevado a la fama, o sea las
propiamente Dadá, y las abstracciones.
La segunda exposición del
MNCARS,
como
se
ha
mencionado, trataría del artista
surrealista André Masson (18961987),
con
una
muestra
retrospectiva,
generosa
y
exhaustiva hasta el extremo. Al
producirse simultáneamente a la
de Hannah Höch, resultó un
excelente complemento para
ambas y un ejemplo práctico de la
intrínseca unión que existió
siempre entre el Dadaísmo y el
Surrealismo, si bien no en el caso
de los artistas en cuestión que no
tuvieron nada en común. Tal y
como se ha apuntado, André
Masson es un pintor perteneciente
a la corriente surrealista abstracta,
aunque no siempre lo sea y
cuando lo sea no lo sea siempre
del todo. Pero su faceta más
genial y propia se produce sin
duda en esa semiabstracción
surrealista a la que cabría añadir
el adjetivo expresionista, por
aquellos
cuadros
gestuales,
violentos, sígnicos, sin apenas
significación o figuración alguna,
sobre un fondo amorfo y neutro,
que fueron los que tanto influyeron en los pintores expresionistas
abstractos
norteamericanos y aquellos otros
en los que implantara temprana y
precursoramente
materias
diversas, incluidas la tierra, la
arena, etc., preludiando la pintura
matérica. Lo que no cabe duda es
que André Masson es uno de los
pintores más decisivos de la
contemporaneidad, aunque la
fama no le acompañase siempre
como debiera (como en cambio sí
le ocurriese a Dalí). Por lo demás,
Masson atravesaría por diferentes
fases artísticas que el MNCARS
presentaría en una clara y bien
delimitada sistematización cronológica, mostrando la aventura del
vivir de un hombre atormentado
que hizo de la pintura su propio
paraíso y su infierno. La exposición se subdividiría en seis partes,
a saber:
1) “
I
ni
c
i
o
syPr
i
me
rSur
r
e
a
lismo
(1919-19
27)
”
: Fase primera de
incipiente cubismo que abandona
para dar paso a otra en un primer
surrealismo, de gran pasión,
tortuosidad y purismo surreal
expresionista, figurativo o pseudo
abstracto,
con
técnica
de
“
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ut
oma
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i
s
mo”
.
For
ma
s
caprichosas, gestuales, irreales,
pre-expresionistas
abstractas.
Gusto por lo mórbido, lo cruel y
lo sangriento: La tempestad,
1924, Las constelaciones, 1925,
Bestiario, 1925, Los caballos
muertos, 1927, Los desollados,
1926, Caballos atacados por
peces, 1926, Niños de las islas,
1926-27, etc..
ARTE
5)“
América (1941-1945)”
: En su
estancia americana su estilo
prosigue dentro del surrealismo
anterior, con formas surreales, y
colores oscuros, tétricos y
tenebrosos,
violencia,
animalismo, etc.. También hace
obras semiabstractas como las de
sus primeras épocas, sígnicas,
filiformes y envolventes, de color
muy bello, como en La historia de
Teseo, 1943, gran mural alargado
con las características antedichas.
Se diría que Masson, a través de
su obra, mantiene una fuerte
lucha interior, entre su lado dionisiaco, bárbaro y bestial, y su
lado
apolíneo,
equilibrado,
agradable y hermoso.
2) “
LaVi
ol
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nc
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a
.La
sMa
s
a
c
r
e
s
”
:
Pese a su título, son las obras de
esta época las más bellas de su
producción, con las que Masson
roza y casi alcanza la abstracción
en unas composiciones de formas
irreales, filiformes, gestuales,
circulares,
como
masas
envolventes de gran colorido y
notas o pinceladas agresivas y
violentas que son la única alusión
al título correspondiente; así: La
persecución, 1922, Caballos devorando
a
pájaros,
1927,
Matadero, 1930, El descuartizador, 1928, Tragedia, 1931, y
Gran combate de peces, 1928, el
más hermoso entre todos y el que
ejemplifica lo antedicho.
3)“
España (1934-1936)”
: Esta
etapa corresponde a la estancia de
Masson en España, en los
preámbulos de la Guerra Civil.
Los
temas
son
hispanos,
tauromaquias, paisajes, y otros,
en los cuales el pintor desborda su
agresividad y su inconformismo
de una manera muy distinta a la
etapa anterior. Su pintura, en neta
figuración, se vuelve ahora francamente agresiva y expresionista,
incluso tenebrista y brutal, con
coloridos hirientes y estridentes.
Corrida al sol, 1936, Corrida,
1937, Los segadores andaluces,
1935, con formas de calavera, La
sierra Aragonesa, 1935-36, etc..
que deja ver un inquietante
interior surrealista. Asimismo,
Metamorfosis, 1937-1941, La
Metamorfosis de los amantes,
1938, Paisaje metafísico, 1937,
Metamorfosis, 1939, En la torre
del sueño, 1938, etc.
4) “
Segundo
Surrealismo.
Metamorfosis
(1937-1941)”
:
Corresponde a su segunda etapa
surrealista pero esta vez no será
un surrealismo abstracto sino
figurativo, más al modo de un
Dalí o un Óscar Domínguez, es
decir un surrealismo pleno de
obsesiones
inconscientes
y
tortuosas, y de metamorfosis,
introduciendo temas mitológicos,
del que es buen ejemplo Le
Laberynthe, 1938, con un cuerpo
antropomorfo
transparente,
semianimalístico
semihumano,
6) “
El Retorno Final (19451961)”
: De vuelta a Europa
Masson continúa, y así se
manifiesta en la exposición, con
su estilo abstracto de grandes proporciones, con formas curvilineares, líneas enmarañadas envolventes, y colores muy vivos y
negros, así en Niobé, 1947, y Los
ascetas, 1961.
La tercera gran exposición del
curso realizada por el MNCARS,
si bien anterior en el tiempo a las
dos que se acaban de reseñar,
sería la titulada “
Ca
l
de
r
. La
g
r
a
v
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da
dyl
ag
r
a
c
i
a
”
, dedicada
íntegramente al escultor norteamericano, que hiciera de la
abstracción
un
movimiento
espacial, grácil y colorista. El
ingeniero
Alexander
Calder
(1898-1976), hijo de artistas,
conjugó el arte con la mecánica
para realizar sus originales
esculturas denominadas mobiles o
stabiles, según la función móvil o
inmóvil que realizasen, aunque
fueron las primeras las que le
dieron su extraordinaria fama, al
ser unas de las primeras
esculturas cinéticas que se hacían
en el arte. Sus tridimensionales y
a la par casi transparentes obras
escultóricas se estructuran a base
de cuerpos metálicos laminares a
modo de trípode o soporte, en menos casos de madera, que a su vez
sustentan
unos
finos
y
alambicados
alambres,
muy
largos y espaciales, de los que
cuelgan gráciles elementos —que
a veces simplemente se sostienen
del techo o de las paredes—.
Estos elementos, redondeados y
coloreados, como grandes hojas
de árboles de un bosque
fantástico, se mueven trémulos
mediante el aire o un mecanismo
manual o a motor. En otras ocasiones las esculturas permanecen
estáticas, y en otras más se
conjugan los mobiles con los stabiles. El estilo de Calder es
abstracto,
esquemático,
desmaterializado y orgánico, en
cuanto a los referidos elementos
redondeados que evocan a una
naturaleza orgánica, y recuerdan
asimismo el estilo de Miró y el de
Arp. Hasta llegar a ese universo
cosmológico, lúdico y hermoso
que ofrecen sus esculturas, Calder
atravesó diversas etapas previas
pero
la
que
le
inclinó
decididamente por el mundo de la
abstracción y las esculturas que le
caracterizan fue el conocimiento
de Mondrian y de su obra en
París, en 1930.
El sobrio y vetusto Museo Reina
Sofía se llenó de estas leves,
frágiles y alegres esculturas que
se esparcían tridimensionalmente
decorando como un festival
lúdico sus largas naves. Unas
veces surgían del techo, otras de
las paredes, otras se sustentaban
en el suelo mediante un trípode,
en equilibrio inestable, produciendo en la mayoría un leve y
trémulo aleteo de sus hojas
redondeadas y ovaladas, como
una adelantada y hermosa
primavera escultórica. Entre ellas
cabía destacar: Sin título, 1934,
stabile con trípode alto sustentando diversos elementos; Plumas,
1931, stabile con trípode triangular;
Estrella de mar, 1936, mobile colgado del techo con elementos
redondeados; Constelación con
móvil, 1943, mobil pendiente de
la pared; Nevisca, 1948, gran
stabile de unos 4 metros de altura
de chapa negra alabeada con
formas orgánicas; El corcovado,
1951, gran stabile triangular de
unos 4 metros de alto sustentando
a un mobile de varillas de
alambre y elementos orgánicos
colgantes;
Jacarandá,
1949,
mobile colgante del techo; Nenúfares, 1956, gran mobil colgante
del techo con discos color
naranja; Los arcos, gran stabile de
chapa negra a modo de inmenso
arácnido, y Patio, gran mobilestabile, con soporte triangular y
varillas
con
elementos
redondeados colgantes.
Finalmente, la cuarta exposición
de la temporada del Museo Reina
Sofía tuvo también el don de traer
al severo museo un aire fresco y
primaveral, un aire refinado y
sutil, y por qué no un cierto aire
frívolo; esta vez lo aportaban los
rasos, tules, terciopelos, encajes,
lentejuelas y lamés de unos
vestidos femeninos que nos transportaban a un tiempo pasado no
muy lejano con su punto de
nostalgia. Se trataba de una
exposición no artística dedicada
al modisto catalán Pertegaz, cuyo
nombre ha vuelto a estar en
primera plana de las noticias
debido a ser designado como el
modisto del traje de novia de la
prometida
del
Príncipe
D. Felipe de Borbón. La
exposición no era muy extensa,
apenas tres salas de las cuales dos
estaban dedicadas a vestidos de
cocktail o de fiesta, y una a
vestidos de tarde, comprendiendo
un período que iba desde los años
cincuenta a los noventa, los
cuales habrían sido cedidos gentilmente por sus dueñas, algunas
ya fallecidas, cuyos nombres los
acompañaban. La exposición se
decoraba con grandes fotos de
Barcelona y Madrid de los años
cincuenta y sesenta y por una
música de fondo muy adecuada.
Entre las damas que llevaron los
vestidos Pertegaz, figuraban S.M.
la Reina Doña Sofía, S.A.R. la
Duquesa de Badajoz, Bibi
Salisachs de Samaranch, Aline
Griffith de Romanones, Carmen
Polo, Carmen Franco, Silvia
Coca, Ava Gardner, Audrey
Hepburn, Jackie Kennedy, etc.
Entre los valiosos vestidos
aportados a la exposición, cabría
destacar los que dieron un nombre
y un sello inconfundible a la
firma Pertegaz, que no fueron los
más lujosos y vistosos, que los
había, sino aquellos trajes cortos
de tarde, de gran sencillez y
elegancia, con cuello a caja y sin
mangas,
y
largas
pinzas
pronunciadas, generalmente en
colores pálidos o pastel, con
abrigo haciendo juego, que sin
duda evocan toda una época, un
tiempo ya perdido en la distancia,
una historia que todos de algún
modo hemos vivido.
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