Ponencia “Tarde es temprano para nosotros” por Carlos Orantes Troccoli ABSTRACT La expansión política que emblematiza la “globalización” debilita las fronteras nacionales y desinstitucionaliza al Estado. Es la informalización de la política necesaria para un Estado de servicios y de servidumbre, que resguarde al patio trasero de los EEUU (el backyard pregonado por Ronald Reagan) o, como lo pensó Hitler, el espacio vital, congruente con la división del mundo entre las grandes potencias. A la informalización se agrega, como agravante, la despolitización de la política consistente en transferir a lo privado las tareas del Estado, es decir, ese empeño por convertir en problema civil y coyuntural, lo que es un problema político estructural. No sólo disminuyen la soberanía sino, además, restringen el progreso y la democracia. Ésta es la encrucijada: entrar al juego de los TLC’s o, en primer lugar, construir soberanía, legitimidad política y, particularmente, privilegiar el desarrollo propio y el bienestar social. Ésta es la alternativa para partidos políticos estables, que formen y expresen corriente electoral, que gestionen democracia y, a su vez, contengan en su vida un libre juego democrático. Partidos políticos articulados a fuerzas sociales, que revelen la dinámica, el sentimiento, la voluntad de la gente. La presente ponencia analiza la articulación de nuestros países, particularmente Guatemala, con el empeño globalizador hegemonizado por Estados Unidos y, a la luz de sus efectos políticos, argumenta sobre el tipo y las funciones de los partidos políticos para el futuro posible. Ponencia al II Congreso Centroamericano de Ciencia Política Guatemala, Universidad Rafael Landívar, 24, 25 y 26 de octubre de 2005 TARDE ES TEMPRANO PARA NOSOTROS Informalidad y partido en Guatemala por Carlos Orantes Troccoli. Vivimos un mundo ajeno El avasallante poderío de los Estados Unidos ha configurado nuestro lenguaje. Se trata de un proceso de reestructuración global, de expansión de relaciones capitalistas más allá de las fronteras tradicionales y, en esencia, de intensificar la acumulación y la concentración de capitales. Esto ubica otros tres escenarios de reproducción del capital. Una es la maquilización productiva y la circulación regulada de franquicias; otro es la desregulación de los mercados y finalmente, la especulación en la bolsa de valores. Esta mal llamada globalización tiene el límite de que no amplía socialmente la riqueza y si expande la oferta, es decir, se alimenta del consumo y aspira a un mercado global que, a pesar suyo, es excluyente. Se confunde globalización con neoliberalismo y específicamente con tratados de libre comercio. El neoliberalismo es un discurso político engañoso del neoconservadurismo que encubre grandes grupos de capital. El libre comercio solamente lo es para el que impone restricciones y preserva el proteccionismo frente a los países subordinados cuyas fronteras si deben abrirse. De las dos mil páginas aproximadamente, que contiene el Tratado de Libre Comercio con CA y la República Dominicana, unas mil doscientas contienen prohibiciones y normas procedimentales. No bastan los subsidios ni el prevalecimiento de otras medidas proteccionistas. No se trata de apertura sino de cerradura comercial, además de eso, selectiva, ya que sacrifica áreas estratégicas locales para una formación nacional1. 1 Cada vez menos personas son integradas en la valorización del capital. El colapso económico es menguado por formas inorgánicas como las remesas del exterior, el narcocapital y la maquila con su huella de capital golondrina que deja poco y se lleva mucho. Atilio Borón2 dice que Estados Unidos busca, en 90 acuerdos promovidos, 1) garantizar las inversiones, 2) extender el trato de nación más favorecida a esos inversionistas extranjeros, 3) inmunidad para ellos, 4) obligar a su indemnización en caso de pérdida o disminución de gananacias, 5) prohibir medidas proteccionistas a favor de la producción vernácula, 6) Someter a gobiernos nacionales a tribunales o árbitros extranjeros (como el Tribunal Internacional para arreglos entre inversionistas). El economista coreano Ha-Joon Chang3, con conocimiento de la experiencia de los “tigres asiáticos”, afirmó que los países avanzados no construyeron sus avances mediante mercado libre, desregulado, sino con la intervención estatal encaminada a fortalecer las industrias y las ventajas nacionales. La transnacionalización, por encima de los Estados, y la incontenible fusión entre corporaciones, están pasando el interés estatal-nacional a un segundo plano. Ésta ruptura de los arraigos que pueden dar estabilidad, es amenaza a la seguridad. Es la dislocación histórica del hombre. Es su disociación del suelo. Las experiencias que se consideran modelo, en dos países cercanos, Chile y México, nos muestran resultados adversos4. En 2002, el gobierno Bush anunció nuevas medidas proteccionistas a favor de las industrias textil y siderúrgica y un plan de subsidios de 180 mil millones para la producción agrícola, en los próximos diez años. 2 Atilio A. Boron: “El ALCA y el asalto a la democracia latinoamericana” La Habana, IV Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA 27 al 30 de Abril de 2005 en el Congreso “Desarrollo y cambio” (realizado en La Antigua Guatemala, del 28 al 30 de julio de 2003, convocado pro el Grupo de Trabajo sobre la política económica internacional de la Universidad de Columbia). 4 En Chile, según cifras recientes, el 20% más rico recibe el 57% del ingreso, mientras el 20% más pobre apenas recibe un 4%. El desempleo alcanza un 10% de la PEA. El déficit de vivienda es de 700 mil unidades, se ha reducido la sindicalización en un 35%. A partir de 1991, la deuda externa se duplicó en 45 mil millones de dólares. The Economist señala en su edición del 20 de mayo recién pasado, que en los primeros años del gobierno de Fox, en México, se se creó ni un empleo formal neto y si creció el empleo informal. Entre diciembre de 2004 y enero de 2005, se perdieron en México 17 mil 650 empleos formales. La deuda pública en México consume tres mil millones de dólares anuales. 3 De manera que es incorrecto afirmar el triunfo del mercado. Aunque debe considerarse que son, precisamente las insuficiencias y distorsiones del mercado las que explican la inconsistencia del desarrollo capitalista y de las formaciones nacionales. Esa globalización se niega con el incremento de la exclusión y de la desigualdad. Camdessus, cuando presidía el F.M.I., afirmó que todo tiene precio. Obvio, lo que no vale para el mercado es descartado. Es decir, es el mundo de la fetichización del valor. La persona es consumidor consumible, número, código, mercancía. La sobreposición del derecho corporativo externo y la subordinación del derecho público nacional, la desregulación fiscal, la imposición de la virtualidad y de la especulación, la despolitización de la política y la privatización de lo público, la desmovilización social, las prácticas de cooptación, la idolatría del mercado, en fin, desestructuran al Estado tradicional y abren la puerta a la informalización política que es, en esencia, la desinstitucionalización del Estado. Una vez más, el error: no puede construirse mercado sin instituciones, como señalaron en 1992, Castells y Touraine, al alimón, en la consultoría que hicieron para el gobierno de Rusia5. Las fronteras tradicionales tienden a disolverse, entre muchos factores, ante la formación de megacapitales, la fusión entre grandes consorcios, el desarrollo de una economía supraestatal, junto a los acuerdos de asistencia para el control del narcotráfico, tratados de libre comercio, ante la unificación y privatización de sistemas de seguridad y comunicación, la dependencia al sistema financiero internacional, la unificación de bases de datos de las líneas aéreas y tarjetas de crédito, el desplazamiento de la industria manufacturera hacia países que ofrecen condiciones favorables para la producción, etc. La subordinación económica disminuye la estructura política tradicional, de manera que el Estado transfiere algunas de sus funciones a lo privado o a organismos semiprivados, bajo las presiones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Ese Estado tiende a constituirse en mediador entre el gran poder económico 5 Manuel Castells: “¿Es sostenible la globalización en América Latina?” en Universidad Iberoamericana de Puebla, 2004 (videoconferencia). local y la población, de manera que sustituye la gestión pública por la gerencia política y que la población en la calle resuelva sus conflictos según su elección racional. Para un desarrollo incierto e inequitativo, se ha cultivado la inseguridad. Es decir, la modernización de la vida y el alcance de indicadores de desarrollo no van acompañados de una mayor seguridad, ni política ni social. Debe considerarse que en la vida civil hay un orden político interno y externo, frecuentemente articulados. Hay estrategias de poder que preservan su dominancia. El desorden, es una forma de reproducir un orden político. El mundo desbocado que detalladamente evidencia Giddens6, no es propiamente un mundo fuera de control, sino una realidad mundial que transcurre con grandes inequidades bajo graves amenazas. El traslado al dominio de la “sociedad civil” de una conflictividad que es propia del sistema -y de un orden político determinado7-, es una forma de la despolitización de la política, es decir, de exponer los problemas sociales y políticos como simples problemas civiles y encargar a la “sociedad civil” de su abordaje. En la conflictividad, los empeños por construir nuevas formas políticas –la nación, en primer lugar- y promover un desarrollo equitativo paralelo a la seguridad, encaran desafíos considerables en el terreno cultural. A la luz de la exposición anterior, las grandes mutaciones se están dando en el dominio de las culturas, cuya complejidad apenas conocemos. En todos los países el remanso tradicional ha sido alterado. Es importante estudiar las dinámicas, los procesos, las construcciones significacionales y su interrelación, en la diversidad nacional y en el intercambio directo e indirecto global. Es en este terreno donde radica la incertidumbre: no prevemos el porvenir humano en el ámbito de esa complejidad cultural. 6 Giddens, Anthony. Un Mundo Desbocado: Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Trad. Pedro Cifuentes.. Madrid: Taurus, Taurus Pensamiento, 2000. 7 Comarof, Jean y John. "Criminal Obsessions, after Foucault: Postcoloniality, Policing, and the Metaphysics of Disorder." Critical Inquiry, London, Summer 2004 2005, 800-823. La deuda externa es deuda eterna. Impone la dependencia financiera y política a los organismos financieros internacionales. La agenda política se elabora desde Washington. Para eso su consenso de Washington8. Afecta a los países de la región, la dependencia de los Estados Unidos. No es la única causa, pero las formaciones oligárquicas se sustentan en su salvaguarda. Otros factores que impiden el desarrollo y la democracia, son el endeudamiento, el sometimiento económico, la “cooperación” en temas de seguridad, y las coincidencias estratégicas entre grupos de poder. Debe considerarse la relevancia que tiene la transculturización, que sincroniza y sintoniza un caudal de mensajes por la vía del cable: películas, programas, reportajes sobre mundos de vida ajenos. El mensaje es claro: sueña, no temas, ese es el lugar donde todo es posible, éste es el mundo donde vivimos (Las Vegas, la vida de las estrellas, deportes extremos, placeres desenfrenados). Grave es el control de la “información”: nos modula CNN con sus toscos reportajes desde los tanques invasores. Cinco agencias informativas distribuyen el 96% de las noticias internacionales. El objetivo de la guerra lo constituyen las mentes de la humanidad (Documento de Santa Fe). Las doscientas compañías transnacionales más poderosas, dictan la política mundial (Shell, General Motors, Ford, Exxon, Microsoft, Cisco y siga usted). Sus personajes principales se reúnen periódicamente para decidir las agendas del mundo9. El atraso se articula a la dependencia y se cultivan entre sí. Un tercer elemento se agrega a esa dinámica. La vulnerabilidad total10, es decir, sistémica, que requiere de apoyos y asistencias. El mapa que se configura, da entonces la presencia de democracias “frágiles”, de sociedades escindidas, de mundos separados y excluyentes. 8 James Wolfensohn reconoció la muerte del consenso de Washington, en la reciente reunión preparatoria del pasado Foro de Davos. 9 Ver Van den Eynde, Arturo: “Globalización: la dictadura de las multinacionales”, en IAR Noticias (12 de mayo de 2005); Sarlengo, Andrés: “Los ‘halcones’ de la desinformación” en Argenpress, 19 de mayo de 2005. 10 Esa vulnerabilidad se normaliza, es decir, es percibida y asumida como natural, propia del pobre porque es pobre, del desprotegido porque no tiene con qué. Ésta es otra expresión del fatalismo que esconde o encubre el problema estructural. La disociación e inequidad exponen como “normal”, a los vulnerables y a los invulnerables, a los protegidos y a los desprotegidos. Dos realidades: la pobreza y la prosperidad. De aquella se explota lo folklórico. La prosperidad, se ve en la imagen de la trivialidad, de la superficialidad y del circunstancialismo. Políticamente, al cabo, estas dualidades crean un mosaico de sociedades atomizadas y Estados disociados en relación a la población y en sí mismos, perdidos en su discurso, ajenos a la realidad. Para eso, la imagen política es más importante que la política pública. Y las formaciones partidarias son agrupamientos clientelares, para el oportunismo político y la manipulación pública. Se convive con organizaciones no gubernamentales que activan la despolitización y animan la “participación social”. Las organizaciones no gubernamentales, como contracara de sus beneficios, inciden negativamente en la suplantación y enmascaramiento de la acción estatal. Aquí cobra relevancia una práctica de mediación y resolución de conflictos que des-responsabiliza a las instituciones del poder y encubre su incidencia en el escenario real. La informalidad política, en países como Guatemala, supone la desinstitucionalización del Estado. Éste se constituye en un aparato de servicios, para lo circunstancial, y administra la crisis que se ha vuelto normal. Las fuentes y la gestión de poder tienen su propio dinamismo, es manifiesta su lucha por construir legitimidades en medio de la controversia civil. La desinstitucionalización del Estado implica la infuncionalidad del sistema de partidos políticos. Ante este fracaso del sistema, una huera apelación a la responsabilidad social edulcora el incumplimiento gubernamental y ubica la solución del problema donde no es. Nuevas relaciones se establecen entre lo político y lo civil. El gobierno y el alto empresariado buscan relaciones directas y la integración del activismo social en procesos de cooptación social. Es el proyecto de despolitización de la política. La tensión política es sustituida por el “conflicto social”. Es decir, otra vez se desplaza a lo civil aquello que las deficiencias estatales no han podido resolver. El agravante es que la disociación Estado-sociedad no favorece la construcción de ciudadanías. En la conflictiva y tensa relación entre la institucionalidad del poder y la sociedad civil, se ha interpuesto un clima de inseguridad, por el incremento de la criminalidad, de los secuestros, de los ajustes de cuentas entre narcotraficantes, de acciones delictivas que evidencian que dramáticamente que entre los pobres, lo único que pueden perder es la vida. La despolitización del conflicto ubica la preocupación en el plano de la seguridad civil inmediata. Se está creando un nuevo actor social: las pandillas, y se cultiva su expansión en tanto absorben la desesperanza y la incertidumbre y da espacio de reconocimiento en el delito (frente a la ignorancia y exclusión que sufren los jóvenes). La exclusión cultiva la formación de un movimiento juvenil duro frente al sistema. Éste es un tema de especial preocupación al señor Rumsfeld y que encuentra dócil respuesta en la inconstitucional iniciativa de “libre fronteras para capturar pandilleros”. Los problemas políticos, aparecen ahora como propios de la sociedad civil, entre ellos, la seguridad ya no amenazada por el despotismo del poder sino por la delictividad social. En ese debate, para cada problema se crea una Comisión y la participación del activismo civil se mediatiza y coopta en los enredos del problema que generó sus descontento y reclamos. Al conjunto de la población se la cohesiona frente a una amenaza: los grupos de pandilleros o “maras”. Al cabo. Se “marifica” la seguridad interna y se instrumentan, parcialmente, formas irregulares de solución de conflictos. Conflictos estructuralmente políticos se hacen conflictos civiles. De esta manera, se posterga a un segundo plano, la preocupación respecto a los agudos problemas estructurales que revelan una profunda inequidad. Una transición democrática bajo presión Una democracia real supone la desestructuración de los poderes autoritarios y la apertura a la competencia entre fuerzas políticas en igualdad de oportunidades. Democracia es seguridad y bienestar humanos y no seguridad “nacional”. En el curso de una transición democrática, la formación del poder apuesta a la distensión. La ausencia del conflicto armado y el fin de los estados de excepción, abren el debate sobre los grandes problemas sociales. Nuevas y mejores condiciones para la seguridad se crearon con la negociación de los Acuerdos de Paz. Ellos dieron lugar al desarme del conflicto, al reconocimiento de los otros (particularmente la mayoritaria población indígena y las mujeres), al debilitamiento del poder del ejército y a la apertura del diálogo con movimientos sociales. Para decirlo con justeza: son cambios discursivos, porque no disminuyen las condiciones de inequidad, de injusticia ý discriminación estructurales y la alta vulnerabilidad de la mayoría de la población. La transición democrática es un proceso de reconfiguración del poder en la construcción de un nuevo pacto social. Sin embargo, debe anotarse que es dirigida por las viejas formaciones autoritarias y no por fuerzas sociales democráticas. Es una transición dirigida y arbitrada que fluye ante las insuficiencias, debilidades y contradicciones históricas en la población civil. En tales condiciones, deben reconocerse los juegos ocultos entre los poderes fácticos, los poderes ocultos y las débiles fuerzas sociales que pugnan por una profundización de la democracia sin sacrificar los satisfactores sociales. Los poderes fácticos se ejercen desde la instancia generadora de decisión. Son poderes tras la formalidad institucional. Circunstanciales, coyunturales y, a veces, efímeros. Son poderes reales que se escudan en el ejercicio gubernamental y por ese medio buscan su legitimación. El control de aparatos, de recursos de fuerza y financieros, da cuerpo a la operación de poderes ocultos. Son poderes ilegales. Cito textualmente: The term hidden powers refers to an informal, amorphous network of powerful individuals in Guatemala –dicen Peacok y Beltrán, en el informe de la Washington Office on Latin America- who use their positions and contacts in the public and private sectors both to enrich themselves from illegal activities and to protect themselves from prosecution(sic) for the crimes they commit11. Son formas operativas, anticomunistas, vinculadas a aparatos armados del Gobierno y que se relacionan con actores políticos. Conservan medios de fuerza (son armados) y encubiertamente se relacionan con las sobrevivientes formas compartimentadas de la inteligencia militar. Además, son una red que se articula con negocios ocultos (droga, obra pública del gobierno, secuestros, asaltos bancarios). Constituyen una fuerza de presión por su capacidad desestabilizadora. Esto último los ubica como una presión para negociar cuotas de poder. Con una estructura interna compartimentada, cuidan sus lazos internos, operan encubiertamente bajo cierto amparo de la Inteligencia Militar. El replanteamiento del partido político Los rezagos en la formación del Estado y en la construcción de un sistema de vida democrática en todos los órdenes, actualizan algunas prioridades políticas que debemos encarar sin ataduras doctrinarias. Una característica de la transición postconflicto armado en Guatemala, es la apertura de la declaración y la manifestación públicas. El conflicto se traslada a la calle y procuran absorberlo y transfigurarlo los medios de comunicación. La controversia que no se resuelva democráticamente o que se silencie da lugar al recurso de la presión activa. En esto, la legalidad se ha relativizado. Depende de la maniobra política para conseguir acuerdos. Curiosamente, una falla estructural del sistema, también se reactiva. Hoy, las postergaciones constantes en interés de una frágil gobernabilidad, reclaman legitimidad y políticas públicas consensuadas y consensuales. Se consideró, a partir de la mitad del siglo pasado, que los países centroamericanos habían llegado tarde a la democracia. Fue una rémora agravante del capitalismo sobrepuesto. El sistema de partidos políticos degeneró. Hoy, en la dinámica global, 11 PEACOCK, Susan y Adriana BELTRÁN (2003): Illegal armed groups and the forces behind them in post-conflict Guatemala. Washington, WOLA. luchar por la democracia y abrir espacios a las fuerzas sociales y políticas son componentes de la alternativa al caos mundial. En ese marco, los partidos políticos son mediaciones entre lo público y lo privado. Son instrumentos para hacer público lo público, para proveer bienes públicos a la población. Por ello, articulan los liderazgos con el conjunto social. Otro papel de los partidos políticos es ser instancia para los liderazgos políticos, es decir, aprestarse a liderazgos construidos en la actividad pública y dar lugar al ejercicio de esos liderazgos de cara al Estado. Esto requiere que sean a su vez, plurales en la construcción de su dirección. Los partidos deben realizar las tareas que el Estado no puede cumplir para el sustento del sistema. El Estado da legalidad, el apoyo y participación sociales dan legitimidad. Lo primordial no es simplemente el registro o reconocimiento jurídico del partido, sino el apoyo y participación sociales. Los partidos políticos deben activar la formación de valores (patriotismo, solidaridad, etc.) y la defensa de los principios constitutivos del Estado y de la soberanía. Partidos políticos hacen democracia. Sin embargo, no son el único instrumento para ello. Porque la democracia deseable, es directa y ello supone combinar participación desde la base, con poder de autogestión. La dirección del partido y la democracia de partido, requieren de acuerdos internos en cuestiones estratégicas y tolerancia y cultivo de la discusión y la discrepancia como condiciones para un consenso real. Desde su discrepancia, proponen consensos. El remozamiento democrático organiza tres formas básicas de liderazgo, de acuerdo a Castineira y Lozano: el liderazgo político (partidos y sector público), el liderazgo empresarial (ámbito del mercado) y el liderazgo social y solidario (del tercer sector). Y agregan: Si queremos asegurar una verdadera gobernanza democrática en la esfera pública, estas nuevas formas de liderazgo deberán ser cada vez más relacionales y cooperativas12. Estamos en condiciones que hacen necesarias las concertaciones internas para encarar un futuro que puede ser nacional si se privilegia el amplio contenido y las diversidades sociales. Es un nuevo escenario para la sociedad, para el Estado y en su esfera, para los partidos políticos. Hoy, es una característica de la actual fase, lo nacional-patriótico se integra como plataforma. Se encaran transiciones democráticas que demandan pluralidad y pluralismo, de manera que sin menoscabo de las militancias ideológicas, la lucha por el poder requiere alianzas y programas unitarios y plurales que propongan gobiernos de concertación jalonados por avances en el bienestar social, en la justicia, la soberanía y la democracia. El partido es una realidad sociopolítica en la medida en que organiza y moviliza una voluntad política. Esta voluntad política expresa intereses políticos que, en última instancia responden a intereses económicos. Por eso, el partido es instrumentación de una estrategia. Las preguntas atañen al carácter democrático de aquella voluntad política. El sistema de partidos políticos debe organizar el conflicto de intereses sociales. Desde otro ángulo, el conflicto social es necesario e inevitable para dinamizar la democracia. Los partidos son instituciones de intereses que buscan legitimidad y satisfacción política del gobierno. El partido no debe ser un fin en sí, sino un medio. La calidad social y política del partido está determinada por su funcionalidad como medio de expresión de una voluntad social y de lucha por el poder desde una racionalidad arraigada. Tarea fundamental de cualquier partido es luchar y ser medio para organizar una voluntad social, que es actuar para construir una hegemonía –que es necesariamente moral- y una mayoría social activa. Aquí se ubica la responsabilidad del partido para formar consensos sociales. El escenario del consenso es el Estado y su aparato de poder está llamado a ser catalizador, expresión y reproducción de ese consenso. Àngel CASTIÑEIRA y joseph M. LOZANO: “Liderazgos, una apuesta de futuro” en La Vanguardia, Barcelona, 20 de mayo de 2005). 12 Ser para el Estado, hacer para el Estado, hacer Estado, es la acción de un partido arraigado en lo social. A su vez, los partidos deben ser la reversión del Estado, su retorno a lo social, su reproducción en el seno de las sociedades. La carrera política debería ser carrera de Estado y un segmento de estadistas son necesarios para sistematizar la razón del Estado. Necesitamos partidos fuertes, dinámicos y estables. Esas condiciones son posibles si se articulan en lo social. Esto requiere que el partido no se enajene de las políticas públicas y que éstas no sean efímeras agenda de gobierno, sino que el Estado se instituya en los espacios de ejercicio del poder y su articulación con las mediaciones políticas y sociales de cara al poder. Por esto, al partido y al Estado lo hacen las políticas públicas. El cimiento democrático de un partido es la formación y acción de fuerzas sociales, constituidas en movimientos con potencial para convertirse en fuerzas políticas. La diversidad y la formación de corrientes electorales, nos conviene a todos. Partidos que expresen el mosaico sociopolítico, que contienden, que razonan el poder y entran en la controversia, son necesarios para una democracia joven y vital. Un partido de masas es coyuntural si no está estructurado por liderazgos, desde la base hacia la dirección nacional, por eso, lo perdurable es un partido de cuadros políticos con amplias bases sociales en la lógica de su movimiento real. En esa dinámica -entre líderes históricos y la gente en movimiento-, es que actúan partidos sólidos y con perspectiva, que canalizan la formación de liderazgos y se dinamizan en su discusión interna sobre lo real aconteciente. O sea, es necesario ubicarse en la instancia de los liderazgos y, en esa realidad humana, valorar las virtudes de coherencia, transparencia, solidaridad y altruismo. La diversidad social y la dispersión de preferencias políticas son potenciales de fuerza y no baldones ni indicadores de debilidad. Entre más dispersión, más organización social y política y, por lo tanto, se amplían los espacios de inclusión, de participación y de apropiamiento social de las cuestiones del Estado y el poder. El poder es poder perdurable, si cuenta con arraigo social. La sobrevaloración de las élites y la subestimación de la conciencia y acción colectivas, menoscaban la democracia y disminuyen el papel de un partido político. Sin democracia interna no se hace democracia, no se es partido para la democracia social. Dicho con otras palabras, la democracia dentro de los partidos fertiliza y prolonga la democracia política del sistema. El debate interno y la búsqueda de acuerdos, sin sacrificio del disentimiento, alimenta el debate público y se nutre de él. Los valores necesarios son la tolerancia, el respeto a la discrepancia, la consistencia y la responsabilidad, y particularmente, el respeto a los consensos sin excluir los disensos. Lo que también hace a una democracia es la existencia de vías de canalización de la inquietud social significativa, de efecto político. Es decir, lo esencial es la existencia de esas vías plurales. Los partidos políticos son uno de los medios para esa canalización. De manera que hay procesos recíprocos entre vida democrática y vida de partidos políticos. Se hacen mutuamente. En una democracia fortalecida por un sistema dinámico de partidos políticos. La fortaleza de aquella está en relación directa con la dinámica del sistema de partidos. Desde luego, la democracia no es tampoco un fin, sino un medio, perfectible siempre. Como no es ni puede ser rígida ni estática, la pugna entre los partidos y su proyecto debe vincularse hacia una democracia avanzada. La ética política –que es social- es cardinal, porque ella compromete el vínculo con lo social. Ésta es una fuente desde la praxis política, para comprender la distorsión o la funcionalidad de un partido político. Lo público es público, no debe ser patrimonializado ni privatizado por los partidos políticos. De manera que estos son una instancia para hacer público lo público. Aquí se comprende la virtud de la transparencia y búsqueda del enriquecimiento social. El partido se vincula al sentimiento de la gente y éste está regulado por su bienestar o malestar. Por eso, el viejo principio de la utilidad social, expuesto por Jeremy Bentham, es importante, en tanto el partido no es en sí, sino se realiza como instrumento y mediación. El tiempo de un partido –igual que el tiempo de la política- es futuro. Por eso, un partido debe ser la vida de un proyecto, de un camino en el futuro, que supone el manejo de un programa y la lucha por propuestas. El pasado, la tradición, son bases importantes, pero frágiles, porque no garantizan la vida de un partido. Otra clave, es que un partido sea actualización de una historia y portaestandarte de imaginarios socialmente cohesionantes, entre ellos, los significantes de patria, de nación y de nacionalidad. Por eso, los valores patrios deben ser carne y no verborrea. De aquí que el carácter nacional-independiente sea una condición necesaria para una proyección partidaria. Ésta es la condición de soberanía. Partidos testaferros, partidos instrumentos de cualquier forma de intervención extranjera, son instrumentos coyunturales frágiles. En esto, la coherencia es una acumulación de calidad, porque los errores si no se superan mediante una ruptura (superación) crítica, no aumentan la vida de un partido. Ésta es la paradoja: proyectos políticos fundadores de la democracia moderna en países como Inglaterra y Estados Unidos, hoy discurren en un deterioro de ella, en tanto la periferia de esos polos imperiales, se nutre de la democracia otrora postergada. Democracia para avanzar. Democracia para ganar soberanía, democracia para legitimarse y discurrir como corrientes electorales en el razonamiento del Estado. Si durante la medianía del siglo pasado, pensamos que nuestros países habían llegado tarde a la democracia y luego los problemas de gobernabilidad fueron enfrentados con déficit de democracia, hoy actuar y desarrollar democracia es condición necesaria para ganar independencia, legitimidad y encaminar el progreso. Aquí está la alternativa de los partidos políticos. Octubre de 2005.