Al abordar el tema de las relaciones entre los medios y la mujer, se

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La denominada perspectiva de género en el ámbito comunicativo
José Javier Sánchez Aranda
Profesor Ordinario del Departamento de Comunicación Pública
Universidad de Navarra
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Al abordar el tema de las relaciones entre los medios y la mujer, se puede explicar en
términos de teoría del enfoque las deficiencias señaladas desde hace décadas, la
deformación con que puede abordarse las noticias en que la protagonista es femenina. El
modo de enmarcar la realidad sería el propio del hombre y esa perspectiva es la que se
impone a la sociedad como la adecuada. Este es la raíz de una expresión recurrente al
abordar las cuestiones que ahora nos interesan: la perspectiva de género. Es necesario
proporcionar los elementos interpretativos necesarios a fin de comprender qué es lo que
se quiere decir cuando se emplea ese concepto en el ámbito de la comunicación.
Esta es una cuestión que ha sido abordada por muchos académicos, que se han ocupado
de los que suelen denominarse “estudios de género”. Éstos cuentan con una larga
trayectoria, especialmente, en Estados Unidos, y la abundante producción, en forma de
libros y de revistas especializadas, ha hecho que haya avanzado notablemente esta línea
de investigación. El movimiento feminista fue abanderado de un amplio conjunto de
iniciativas, que incluían estas mencionadas, y no se le puede negar un papel
determinante en la acción de instituciones públicas nacionales e internacionales para
promover la igualdad entre hombres y mujeres. En su seno se gestó un cambio de
táctica que se esconde detrás de unas palabras que parecen tener menos trascendencia de
la que realmente poseen: se ha pasado de la reivindicación de igualdad de trato a la
búsqueda de la democracia paritaria.
Mientras muchos podrían seguir considerando el término género simplemente como una
forma de expresarse sin especiales connotaciones, y que por tanto cabe aplicarlo a
personas humanas masculinas y femeninas, existen otros que desde hace ya varios años
han decidido difundir todo un nuevo significado de la palabra. Esta novedad se refiere a
la identificación de género con “roles socialmente construidos” impuestos por una
tradición “patriarcal” o “machista”, que relega a la mujer a un segundo término en el
ámbito público. La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, que
tuvo lugar en septiembre de 1995 en Pekín, fue el escenario elegido por los promotores
de la nueva perspectiva para lanzar una fuerte campaña a favor de esa expresión. Desde
entonces se ha popularizado considerablemente, sin que a veces quienes la usan caigan
en la cuenta de las resonancias que lleva consigo.
Si se excluyera la carga ideológica que ha dado origen a esta perspectiva de género,
podría ser aceptable en términos de la teoría del enfoque. Cabría matizar que la visión
dominante, que efectivamente existe, no tiene por qué significar la propia del hombre y
que es un simplismo plantear las relaciones entre personas de distintos sexos
exclusivamente como una lucha de poder, más en concreto: como la imposición de un
paradigma masculino al conjunto de la sociedad, sin atender a las diferencias existentes.
Es respetable, por supuesto, que alguien defienda esta tesis, pero no lo es tanto que se
pretenda que sea la única válida.
Perspectiva de género puede entenderse en el sentido de que es conveniente atender a
los diferentes significados que posee un discurso según sea hombre o mujer quien lo
reciba, pues puede resultar que las personas de uno y otro sexo no lo perciban del
mismo modo. No hay razones, por ejemplo, para que los mensajes –tanto de ficción
como de tipo periodístico– dirigidos a hombres sólo empleen elementos racionales y los
de las mujeres estén marcados por lo emocional y afectivo. No sería lógico tampoco
plantear la comunicación partiendo de la premisa de que el hogar sea un ámbito
exclusivamente femenino y el trabajo, masculino. En definitiva, la distribución de tareas
y de funciones en la sociedad ha cambiado en el último siglo y el papel de la mujer
también, por lo que es preciso atender a la realidad social para que el tratamiento
informativo (aunque se debería extender este planteamiento a otras facetas de la vida
pública, ahora sólo interesa esta específica) sea correcto y no se dé una visión
inadecuada que puede tener consecuencias negativas, y no sólo para las mujeres.
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