Página 1 de 3 EL HIJO PRODIGO 1-3 NIÑOS, 1 ADULTO ADULTO: ¡Buenos días, niños! NIÑOS 1-3: ¡Buenos días! ADULTO: ¿Quién puede contarnos lo que venimos estudiando en la Iglesia en esta semana? NIÑO 1: ¡Acerca de Dios! NIÑO 2: ¡Sobre el amor! ADULTO: Sí, pero más específico. NIÑO 3: ¡Sobre la vida de Jesús! ADULTO: Sí, es bueno aprender todo cuanto podemos de la vida de Jesús. Hoy quiero contarles una parábola que Jesús les dijo a sus discípulos. ¿Saben qué es una parábola? NIÑO 1: Yo, sí. Es donde tomé el carro para llegar a la Iglesia hoy. ADULTO: No, éste es el paradero. NIÑO 2: ¡Yo sé; yo sé! Es lo que una gente usa cuando cae el aguacerro en la ciudad. ADULTO: Tampoco. Eso es una sombrilla. Una parábola es un cuento que enseña algo importante. Jesús las refirió muchas veces para enseñar a la gente. Hoy les voy a contar la parábola del hijo pródigo. NIÑO 3: ¡Que bueno! Quedémonos tranquilos para escuchar acerca del hijo prodigio. ADULTO: Pródigo, no prodigio. NIÑO 1: ¿Qué es lo que hizo este joven para tener un nombre tan raro? ADULTO: Bueno, un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre, “Papá, dame ahora la parte de los bienes que me corresponde.” Muy bien, normalmente no se repartían los bienes del padre hasta que moría, pero este hijo egoísta quería su herencia de inmediato. NIÑO 2: Dame, dame, dame, ¿verdad? ADULTO: Así fue. Y, el padre les repartió los bienes. NIÑO 3: Y, ¿qué es lo que hizo el hijo? ¿Compró un terreno? ¿Abrió una tienda? ADULTO: No, al contrario, se fue lejos a un pueblo apartado y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Esto es lo que significa la palabra “pródigo.” Es una persona que desperdicia sus bienes haciendo gastos que no valen. Y, este joven hizo exactamente esto. Malgastó los bienes de su papá llevando una vida desenfrenada. NIÑO 2: Ahora, empiezan los problemas, ¿No? Página 2 de 3 ADULTO: ¡Claro que sí! De tener todo, terminó en la ruina. NIÑO 1: Y, ¿qué hizo el hijo pródigo después? ADULTO: Hubo hambruna en aquel pueblo. NIÑO 3: ¡Ay ay ay! ¡Qué malo! ADULTO: Sí, por eso él tuvo que conseguir trabajo. NIÑO 2: Pues si. ADULTO: Tuvo que apacentar chanchos y dormir junto con ellos. NIÑO 1: ¡Guácala! ADULTO: Pero, luego, empezar a pensar. NIÑO 2: Eso es bueno. ADULTO: Acerca de su hambre y cómo deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los chanchos, porque nadie le daba de comer. NIÑO 3: Pobrecito. ADULTO: Y, también recordó a su papá y el amor que tenía por él. NIÑO 2: Qué bueno. ADULTO: Y, se acordó de los jornaleros en la casa de su papá, que ellos tenían mucho pan todos los días. NIÑO 1: Muy cierto. ADULTO: Claro, pero, ¿recuerdan que el hijo pródigo se había llevado una tercera parte del valor de los bienes de su padre? NIÑO 3: Sí, eso fue malo. ADULTO: Así es. El hijo, pues, tenía tanto hambre que determinó regresar a su papá, pero se sintió tan mal por haber desperdiciado los bienes de su papá que decidió pedirle trabajo nada más. NIÑO 2: Pues sí. Parece que reconoce su error. ADULTO: Sí, podemos decir que se arrepintió. Quería estar con su papá nuevamente y dejar atrás sus pecados. NIÑO 1: Eso es bueno. ADULTO: Y, ¿saben lo que pasó cuando llegó a la casa de su papá? NIÑO 1: ¿Su padre lo regañó? Página 3 de 3 NIÑO 2: ¿Le pegó? NIÑO 3: ¿Lo corrió de la casa? ADULTO: No, niños, al contrario. ¿Saben qué? Su padre lo vio cuando aún estaba lejos y fue movido a misericordia. Salió de la casa corriendo y lo abrazó, lo besó, e hizo una fiesta. NIÑO 2: ¡Espera! No entiendo. ¿Aunque el hijo le había dicho al Padre, “Dame, dame, dame. Quiero tus cosas y no a ti, todavía el padre lo quiere? ADULTO: ¡Sí, a pesar de todo esto! NIÑO 1: ¡Ah! NIÑO 2: ¡Yo hubiera estado enojadísimo! ADULTO: Pero, su papá no. Él le amaba y le tenía misericordia, así como nuestro padre Dios nos ama y nos tiene misericordia. ¿Cuántas veces al día hacemos lo que queremos y no lo que Dios nos manda hacer? NIÑO 3: Hmmmm….. NIÑO 2: Supongo que muchas veces. NIÑO 1: Así es. Me porto mal a veces. ADULTO: Pero, nuestro padre siempre nos espera y nos busca. Y, cuando decimos de corazón, “Perdóname; he pecado contra ti,” Él nos perdona gratuitamente, así como el papá del hijo pródigo le perdonó. NIÑO 1: ¿Sabes qué? Ahora entiendo una cosa. Si el papá del hijo ya le estaba esperando y buscando, ya lo había perdonado. ADULTO: Claro que sí. Por el sacrificio de Cristo ya estamos perdonados. Pero, al igual que el hijo pródigo, tenemos que pedir perdón y volver a Dios. De esta forma, podemos experimentar su perdón. NIÑOS 1-3: ¡Que maravilloso! ¡Gracias a Dios! Vamos a decirle a nuestros amigos que nuestro Dios nos ama y nos perdona cuando nos arrepentimos. TODOS: 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”