Las matemáticas creen en Dios

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Las matemáticas creen en Dios
Jesús Fernández-Pedrera Correa
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Si hay cosas que existen, por fuerza debe haber algo que existe desde siempre y que tiene en sí
mismo la razón de su existencia, la aseidad, pues sin este ser “que es”, no cabe que haya nada
posterior. “Dios es sutil, pero no puede ser picarillo.” (Einstein)
Lecomte de Nouy, prestigioso científico entre los científicos, manifestó “que aquellos
que, sinceros y honestos, no admiten la necesidad de una fuerza organizadora
trascendente, se limiten a decir: no sé. Pero que se abstengan de influir en los demás.
Aquellos que, sin prueba alguna se esfuerzan sistemáticamente en destruir la idea de
Dios, obran de un modo vil y anticientífico”, y aseveró que podemos hacer uso del
cálculo de probabilidades para demostrar matemáticamente la imposibilidad de explicar
el principio de la vida en la tierra por puro azar.
El profesor de Nouy, basándose en los cálculos de Charles Eugene Guye, nos explica su
aserto, que viene a ser lo siguiente:
Imaginemos que tenemos mil granos de polvo blanco y mil granos de polvo negro
situados en un tubo de cristal transparente, cuyo diámetro es ligeramente mayor al de
los granos. Estos granos están colocados de modo que en el tubo vemos los 1.000
granos negros en la parte inferior, y sobre ellos los 1.000 granos blancos. El tubo
muestra dos colores por mitad: blanco y negro. El grado de disimetría es total, o sea,
1, matemáticamente hablando: todos los granos blancos están juntos y luego los
negros igual, sin mezclarse. Vemos una mitad blanca y otra mitad negra, o sea,
disimetría total o 1.
Ahora bien, el tubo, mediante un cierre que impide que caigan los granos, está unido a
un recipiente en forma de bola de cristal.
Pongamos que abrimos el cierre y los granos caen mezclados en la bola de cristal. Una
vez ahí, agitamos la bola y los granos blancos y negros se mezclan al azar, dando una
apariencia de gris. Volvemos a abrir el tubo y hacemos entrar a los granos, tras
haberlos agitado. Será altamente improbable que, de nuevo, obtengamos el resultado
inicial de que todos los blancos estén juntos y los negros también, manteniéndose los
dos colores iniciales, aunque la posibilidad existe, si bien es ínfima.
Si repetimos la operación muchas veces, agitando cada vez los granos, es muy
improbable que volvamos a obtener la disimetría total inicial, aunque no imposible.
Aplicando el cálculo estadístico, encontramos que la posibilidad de que se vuelva a la
disimetría original tras cada intento, es de 0,489 x 10 elevado a menos 600.
Obviamente, estos exponentes mayores de 100, pierden toda significación humana.
Como ejemplo, sepamos que la distancia de la tierra al sol, expresada en micrones
(milésimas de milímetro) es sólo de 15 x 10 elevado a 15 (puesto que hablamos de
cantidades exponenciales, véase la diferencia con elevar la potencia a 600). Como otro
ejemplo de lo que es tal magnitud, se considera que la edad de la tierra en segundos
sería de 2 x 10 elevado a 17.
Una simple molécula de proteína tiene un grado de disimetría del 0,9, y como mínimo
la constituyen no dos, sino cuatro elementos ordenados disimétricamente, como son el
carbono, el hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno, además del cobre, hierro o azufre.
Una de las moléculas más sencillas, la albúmina del huevo, tiene un peso molecular de
34.500, con grado de disimetría 0,9. Pues bien, para simplificar los cálculos, tomemos
como peso molecular de tan simple proteína como si fuera de 20.000, y que sus
elementos fueran solo dos. La posibilidad de que por azar se combinaran disimétrica y
adecuadamente sería de 2,02 x 10 elevado a menos 321, y eso para lograr una simple
proteína, no un huevo completo.
Obviamente, si contáramos con la suficiente materia para mezclar, y con el suficiente
tiempo para hacer las mezclas, al final acabaría dándose la probabilidad remota, pero el
volumen de sustancia necesaria para que se pudiera dar tal probabilidad sería el de una
esfera cuyo radio le llevaría a la luz para atravesarlo 10 elevado a 82 años luz, es decir,
más volumen del de todo el universo, es decir, un volumen un sextillón de sextillones
de sextillones más grande que el universo einsteniano.
Por otro lado, la probabilidad de que una sola molécula de disimetría 0,9 se haya
formado al azar con el material existente en la tierra, precisaría de 10 elevado a 243
miles de millones de años, pero la edad del sol es de sólo 5 x 10 elevado a la 20
segundos.
Por tanto, dadas las circunstancias, es imposible que ni una sola molécula de albúmina
se haya creado al azar, y si, por esas cosas del azar, la posibilidad se hubiera dado al
principio de “las tiradas”, tendríamos sólo una simple molécula de albúmina, no la vida
en la tierra.
La vida en la tierra sólo pudo aparecer después de que ésta se hubiera enfriado, lo cual
nos deja sólo 1 x 10 elevado a 9 años. Obviamente tiempo insuficiente para que haya
obrado el azar, aun dándole las mejores condiciones posibles.
Hay que significar que, en todo lo anterior, estamos hablando de una simple molécula,
y que para que haya una célula viva se precisaría que se combinaran adecuadamente
millones de moléculas. Huelga hacer el cálculo probabilístico de lo que esto supone para
que se haya podido dar al azar.
Cómo no todos somos matemáticos, nos bastaría, intuitivamente, darnos cuenta de que
si vemos un reloj es que hay un relojero que lo ha creado. ¿Quién en su sano juicio
sostendría que el reloj se ha creado al azar, por combinación espontánea de los
materiales del Universo?
Mucho más compleja es la vida que un reloj y, sin embargo, aún hay necios que
sostienen que no hay Dios: “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmos, 53).
Si hay cosas que existen, por fuerza debe haber algo que existe desde siempre y que
tiene en sí mismo la razón de su existencia, la aseidad, pues sin este ser “que es”, no
cabe que haya nada posterior, y hoy día nadie afirmará que la materia inerte trae en sí
misma la razón de su existencia, mientras que, a la par, sabemos que los seres vivos,
tampoco.
Pues sólo nos queda Dios, ¿no?
¿Por qué, entonces, hay algunos que sostienen que Dios no existe? Muy sencillo, como
dijo Virchov, grandísimo biólogo que vivió en la antigua URSS, sólo hay dos
posibilidades: la generación espontánea o la creación, pero aunque la generación
espontánea no es científica y nunca se podrá demostrar, puesto que rechazamos a Dios
por principios, aceptamos la generación espontánea. Virchov era tributario de la
sociedad en que vivía, pero tal reconocimiento de Dios, sensu contrario, es muy
significativo.
“Azar es la medida de nuestra ignorancia.” (H. Poincaré)
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