MAYO 1999 Turismo, globalización y desarrollo sustentable El

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MAYO 1999
Turismo, globalización
y desarrollo sustentable
El turismo es uno de los sectores de más rápido crecimiento de la economía
mundial, y los países en desarrollo intentan aprovechar esta industria para
aumentar la inversión extranjera y sus reservas de divisas. Aunque la ONU
admite que el crecimiento descontrolado de esta industria puede provocar
graves problemas sociales y ambientales, sostiene que esos efectos negativos
pueden controlarse y reducirse. Con ese fin, el foro mundial reunió en su
Comisión sobre Desarrollo Sustentable a gobiernos nacionales y locales,
empresarios turísticos, sindicatos y activistas. En el siguiente artículo, la autora
analiza si el turismo puede realmente ser sustentable en el actual régimen
político y económico internacional.
Anita Pleumaron
"Los humanos no podemos vivir en la selva porque no
somos animales. A diferencia de nosotros, los
animales pueden adaptarse a cualquier ambiente de
manera natural", dijo recientemente el encargado de
bosques de Tailandia, en un intento por legitimar los
planes del gobierno de desplazar a miles de
montañeses y campesinos de áreas protegidas. Este
hombre, encargado de la conservación de los
bosques, promueve a la vez la apertura de los 81
parques nacionales del país a los inversores y
visitantes extranjeros en nombre del "ecoturismo".
¿Podríamos deducir, entonces, que considera a los
inversores y turistas como animales que saben cómo
adaptarse al bosque?
Mientras las autoridades intentan detener el acceso de
los residentes locales a las tierras forestales y otros
recursos naturales, los inversores y los turistas ganan
acceso a ellos. Asimismo, mientras las autoridades
creen que las comunidades que han habitado el área
por generaciones no son capaces de administrar y
conservar su tierra y sus recursos, creen que ellas
mismas en cooperación con la industria turística
pueden administrar y conservar adecuadamente la
naturaleza bajo un plan ecoturístico nacional. Alguien
podría verse tentado a señalar que existe una obvia
brecha entre los derechos humanos y los derechos
animales.
¿Cómo se vincula este asunto con la globalización?
En primer lugar, la noción de que los seres humanos
no pueden vivir en la selva no es exclusivamente
tailandesa, sino que procede de las ideas occidentales
sobre conservación, relacionadas con el proceso de
globalización. De la misma manera, se ha
mundializado el concepto de que el ecoturismo bien
administrado es beneficioso para los residentes
locales y la naturaleza.
De hecho, el encargado de los bosques de Tailandia
piensa globalmente y actúa localmente. Esto permite
deducir que la consigna "Pensemos a nivel global,
actuemos a nivel local" promovida por los movimientos
ecologistas no necesariamente sirvió para preservar el
ambiente y los derechos de las comunidades locales,
sino que fue distorsionada por organismos oficiales e
industrias privadas para aumentar sus ganancias. La
industria turística demuestra claramente este hecho.
Muchos países en desarrollo, ante la carga de la
deuda y el endurecimiento de las condiciones de
comercio, se volcaron a la promoción del turismo para
atraer divisas e inversiones. Simultáneamente,
instituciones multilaterales como el Banco Mundial,
agencias de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) y organizaciones comerciales como el Consejo
Mundial de Viajes y Turismo se dedicaron a convertir
el turismo en una industria verdaderamente mundial.
Sin embargo, muchos críticos consideran que el
turismo en los países en desarrollo es una extensión
de las antiguas condiciones coloniales, porque desde
un principio se ha beneficiado de las relaciones
económicas internacionales que estructuralmente
favorecen a los países industrializados del Norte. Las
condiciones injustas de comercio, la dependencia de
los intereses extranjeros y la división del trabajo han
convertido a los países pobres del Sur en receptores
de visitantes y a los ricos del Norte en generadores de
turistas que no deben pagar ningún precio por los
perjuicios que causan en los lugares que visitan.
Empresas transnacionales
El turismo se ha convertido en una de las industrias
más centralizadas y competitivas del mundo, y casi
ningún otro sector económico ilustra tan claramente el
alcance mundial de las empresas transnacionales. En
los últimos años, la industria presionó a gobiernos de
todo el mundo para que liberalizaran el comercio y la
inversión en los servicios, y probablemente obtendrá
enormes beneficios del Acuerdo General sobre
Comercio de Servicios, un pacto multilateral en el
marco de la Organización Mundial del Comercio
(OMC).
El acuerdo tiende a abolir las restricciones a la
propiedad extranjera y otras medidas que hasta ahora
han protegido al sector de los servicios en países
individuales. En la hotelería, por ejemplo, facilita las
franquicias, las concesiones y los contratos de
administración. Además, otorga a las compañías
turísticas extranjeras los mismos beneficios que a las
locales y les permite trasladar personal a través de las
fronteras a su antojo, abrir filiales en otros países y
realizar pagos internacionales sin ninguna restricción.
La inversión extranjera también será desregulada bajo
el sistema de la OMC. El Acuerdo sobre Medidas de
Inversión relacionadas con el Comercio establece que
las empresas extranjeras ya no estarán obligadas a
utilizar insumos locales. El Acuerdo Multilateral de
Inversiones propuesto por la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) va
más allá al proponer la entrada y el establecimiento
irrestrictos de firmas extranjeras, el tratamiento
nacional de éstas, repatriación de ganancias,
transferencia de tecnología, etc.
En consecuencia, el Consejo Mundial de Viajes y
Turismo presentó su "Visión del Milenio" sobre la
industria, que incluye las siguientes medidas:
* hacer que los gobiernos acepten los viajes y el
turismo como una industria estratégica y una prioridad
en materia de empleo;
* promover mercados abiertos y competitivos
mediante la aplicación del Acuerdo sobre Comercio de
Servicios, la liberalización del transporte aéreo y la
desregulación de las telecomunicaciones en mercados
internacionales; y
* eliminar las barreras al crecimiento del turismo, que
implica la expansión y mejora de la infraestructura, por
ejemplo construcción de aeropuertos, modernización y
aumento de la capacidad de los ya existentes,
construcción y mejora de caminos e instalaciones
turísticas.
En una gira por el sudeste asiático en febrero de 1998,
el presidente del Consejo Mundial, Geoffrey Lipman,
respaldó la privatización de empresas públicas,
particularmente aerolíneas y aeropuertos. Su visita a
Tailandia, por ejemplo, coincidió con el anuncio de
British Airways (un destacado miembro del Consejo)
sobre su interés en adquirir 25 por ciento de Thai
Airways International. Y la Autoridad Británica de
Aeropuertos le siguió con una propuesta de compra de
la mayoría de las acciones de los aeropuertos
provinciales de Chiang Mai, Phuket y Hat Yai, todos
situados en populares destinos turísticos. Sin
embargo, la venta de empresas estatales a
extranjeros enfrentó una gran oposición pública en
Tailandia, por lo que las privatizaciones no progresan
como estaba previsto.
Mientras, incluso representantes de la industria
turística de Asia exhortan a enfocar con cautela la
globalización. Imtiaz Muqbil, un destacado analista
turístico residente en Bangkok, advirtió que "la
independencia de miles de pequeñas y medianas
empresas, entre ellas hoteles y operadores turísticos,
está en riesgo" debido a la imposibilidad de competir
con compañías extranjeras. Además, como resultado
de la globalización, los países asiáticos podrían
enfrentar un gran escape de divisas, sugirió Muqbil.
En conclusión, dijo, "la reestructuración radical de la
industria de los viajes y el turismo podría afectar el
corazón mismo de las economías nacionales".
Es un hecho comprobado que, en algunos países en
desarrollo, más de dos tercios de los ingresos del
turismo internacional nunca llegan a la economía local
debido a la gran fuga de divisas. Ahora, a medida que
se implementan nuevos acuerdos de libre comercio e
inversión, su situación podría empeorar, porque las
ganancias repatriadas por las firmas extranjeras
tienden a ser mayores que el influjo de capital. Esto
lleva a cuestionar seriamente la afirmación de que la
globalización y la liberalización del turismo produce
riqueza y progreso social y preserva el ambiente.
Un documento de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD)
destaca que los países de Asia y el Pacífico precisan
mejorar con urgencia su posición negociadora en el
ámbito de los servicios turísticos para obtener mejores
condiciones a cambio de la apertura de sus mercados.
Sin embargo, los gobiernos apenas tuvieron tiempo
para estudiar el impacto potencial de la globalización y
muchas compañías turísticas de la región ya tienen
problemas financieros, por lo que es muy improbable
que puedan fortalecer su poder de negociación. Ni
siquiera las mayores aerolíneas asiáticas pueden
sobrevivir en medio de la crisis, y el reciente cierre
temporal de Philippine Airlines es prueba de ello.
La globalización económica también es criticada
porque debilita el poder de los gobiernos. Sus
oponentes arguyen que las instituciones locales y
nacionales ya no podrán cumplir debidamente con
responsabilidades como los servicios sociales, la
preservación del ambiente y la aplicación de
programas de desarrollo sustentable.
En realidad, los acuerdos multilaterales que facilitan la
globalización han demostrado escasa o ninguna
preocupación por problemas sociales y ecológicos. En
el plano ambiental, la OMC discutió propuestas de
"normas ambientales" y "ecoetiquetas" elaboradas por
organismos internacionales, pero los críticos señalan
que esas medidas responderían a los intereses de
empresas multinacionales, que intentan apropiarse de
la agenda ambiental e impulsar la autorregulación.
Mientras, se debilitarían las leyes ambientales ya
existentes, adoptadas por gobiernos
democráticamente electos. Por ejemplo, el Consejo
Mundial de Viajes y Turismo promete "promover la
sustentabilidad" del sector mediante su programa
Planeta Verde, pero, como lo señala su documento
"Visión del Milenio", cree que las políticas ambientales
deben basarse en el avance de la industria, los
incentivos y una regulación laxa.
Preocupaciones
La creciente influencia de los intereses del sector
privado en negociaciones internacionales sobre
regulación ambiental aumentó la preocupación sobre
los obstáculos al establecimiento de un marco
regulatorio más estricto para la industria del turismo.
En este contexto, es importante destacar que la
séptima sesión de la Comisión de las Naciones Unidas
sobre Desarrollo Sustentable incluyó importantes
discusiones sobre el tema del turismo sustentable.
La Asamblea General de la ONU adoptó una
resolución sobre turismo sustentable como parte de su
"programa para la aplicación de la Agenda 21", el plan
de acción adoptado en la Cumbre de la Tierra,
celebrada en Río de Janeiro en 1992. Esta resolución
reconoce la necesidad de considerar la importancia
del turismo en el contexto de la Agenda 21. Entre
otras cosas, establece que "para un modelo
sustentable de consumo y producción en el sector del
turismo, es esencial fortalecer las políticas nacionales
y aumentar la capacidad en las áreas de planeamiento
físico, evaluación de impacto y uso de instrumentos
económicos y regulatorios, así como en la
información, la educación y el marketing". Además, la
resolución exhorta a la participación de todas las
partes interesadas en el desarrollo de políticas y la
aplicación de programas de turismo sustentable.
Es importante destacar que esta resolución de la ONU
subraya la necesidad de una regulación democrática
del desarrollo del turismo, en contraste con los
esfuerzos de desregulación de los agentes de la
globalización de la industria.
Lenguaje vago
Los programas y pautas discutidos y adoptados por
los defensores del turismo sustentable a nivel
internacional son en general muy vagos. En su
redacción abundan los eufemismos, lugares comunes
y términos imprecisos como "potenciación de las
comunidades locales", "participación y control local",
"distribución equitativa del ingreso", "conservación de
la naturaleza y protección de la biodiversidad", etc.
Los intentos de implementar proyectos turísticos
basados en este tipo de pautas están destinados al
fracaso porque simplemente es imposible aplicarlos a
casos totalmente dispares y heterogéneos, observó
Nick Kontogeorgopoulos, investigador turístico de la
Universidad de Columbia Británica. "Aunque estos
principios altruistas son en teoría dignos de elogio, la
ausencia de contextos específicos los despoja de toda
evidencia empírica", señaló. En conclusión, no son las
condiciones globales, sino las circunstancias locales
las que determinan el éxito del desarrollo sustentable.
En Asia, activistas sociales y ambientales argumentan
que las políticas turísticas inflacionarias en el marco
de la globalización contribuyeron mucho a la actual
crisis financiera. Durante la era de la llamada burbuja
económica, las inversiones indiscriminadas e
insustentables condujeron a la rápida conversión de
tierras en enormes complejos turísticos que
comprendían hoteles de lujo, canchas de golf y
casinos, e infraestructura relacionada como
aeropuertos, carreteras y represas hidroeléctricas.
Con la liberalización económica, crecieron
rápidamente el turismo, el comercio de bienes raíces y
la industria de la construcción, respaldadas por
bancos locales y el capital especulativo mundial.
"La especulación agraria se transformó en un
pasatiempo nacional que afectó todas las hermosas
aldeas, sin importar cuán remotas. Los precios de los
terrenos subieron vertiginosamente. Los aldeanos
vendieron tierras productivas a los especuladores, y
prácticamente de la noche a la mañana, tierras fértiles
se convirtieron en sitios de construcción. La plaga
siguió diseminándose: la corrupción se salió de
control", dice un ensayo de la activista tailandesa Ing
K. "Hubo muchos millonarios instantáneos, pero el
nuevo dinero no se invirtió en general en proyectos
productivos, sino en productos y servicios suntuarios,
en busca de un estilo de vida consumista. Muchas de
estas personas simplemente imitaban a los turistas,
presas del frenesí del libre gasto. Así, la ambición y el
consumismo devastaron a comunidades enteras de
Tailandia, (...) y no nos quedó más que cementerios
de edificios, tiendas, canchas de golf y otras
instalaciones sin vender".
Ahora, todas las discusiones y programas relativos al
desarrollo sustentable y la aplicación de la Agenda 21
a nivel internacional y local parecen más irreales que
nunca en vista de la crisis económica de Asia, un
verdadero desastre humano, con millones de
desempleados y campesinos sin tierra que caen en la
pobreza. Según cifras de la ONU, hay más de 100
millones de nuevos pobres en la región. Además,
crece el temor a que las maquinaciones del capital
especulativo sin regulación arruinen no sólo las
economías asiáticas sino también las del resto del
mundo.
En este contexto, cabe hacerse una gran pregunta:
¿de dónde se obtendrá todo el dinero para proyectos
de desarrollo y turismo sustentables? En Tailandia,
por ejemplo, el Banco Mundial y el OECF de Japón
acordaron otorgar préstamos para la mejora y
expansión del turismo como parte de un programa de
inversión social destinado a combatir el desempleo y
la pérdida de ingresos resultantes de la crisis
económica, en el entendido de que el desarrollo del
turismo es esencial para la recuperación del país.
¿La crisis ayuda al ambiente?
Cabe pensar que la actual crisis volverá al turismo
más sustentable a largo plazo, al menos en el aspecto
ambiental.
Un obstáculo básico al turismo sustentable es el
creciente número de viajeros, pero como resultado de
la crisis, ese crecimiento se estancó. El Consejo
Mundial de Viajes y Turismo, que el año pasado
pronosticó un crecimiento promedio de siete por ciento
anual hasta el 2008, prevé ahora que el mercado del
turismo se estancará en los próximos años. Esto
podrá ser malo en términos económicos, pero
incuestionablemente será beneficioso para el
ambiente.
Una de las consecuencias de la reducción del número
de viajeros es que muchas aerolíneas tratan de
mantenerse a flote eliminando o reduciendo rutas
poco rentables, vendiendo aviones y cancelando
pedidos de nuevas naves. Asimismo, los gobiernos se
ven obligados a reducir los gastos de ampliación o
construcción de aeropuertos. En definitiva, esto
implica menor contaminación y menos proyectos
perjudiciales para el ambiente.
Las industrias de la construcción y los bienes raíces,
inextricablemente ligadas al turismo, fueron las
primeras en derrumbarse cuando explotó la burbuja en
Asia. Como resultado, quedaron abandonados
numerosos proyectos insustentables de complejos
turísticos y se emprenden pocas construcciones
nuevas. Esto también significa un beneficio ambiental.
Por otra parte, es necesario reconocer que debido a la
crisis financiera, también se redujeron las inversiones
públicas y privadas en programas de protección
ambiental. Además, la crisis provocó un aumento en la
criminalidad, la prostitución, el abuso de drogas y
otros vicios sociales relacionados con el turismo.
Fracaso del sistema
Lo más importante es que las sociedades asiáticas
comienzan a darse cuenta de que el actual sistema
capitalista mundial no logró los progresos que se
esperaban. La gente perdió la fe en la economía
globalizada al tener que pagar por las actividades de
especuladores inescrupulosos y sufrir además los
programas de ajuste estructural impuestos por el
Fondo Monetario Internacional.
Además, la crisis generó un considerable debate
público sobre el impacto de la cultura y el estilo de
vida global, incluido el consumismo y el desperdicio de
recursos. En muchos países asiáticos como Corea,
Tailandia y Malasia, se desalienta el turismo hacia el
exterior por considerarse que contribuye a una
balanza de pagos con saldo negativo.
La democracia y los derechos humanos también
cobraron importancia en la región. Como nunca antes,
la gente hace valer sus derechos civiles y exige
transparencia y procedimientos democráticos para
eliminar la corrupción y políticas perjudiciales. La
creciente oposición de ambientalistas y aldeanos
tailandeses a la apertura de áreas protegidas al
ecoturismo masivo es sólo un ejemplo.
En resumen, la crisis asiática representa un desafío
fundamental y una gran oportunidad para reevaluar las
cuestiones de la globalización, el desarrollo y el
turismo sustentable. A medida que las sociedades de
Asia comienzan a reconocer que el crecimiento
económico rápido en un régimen global tiene efectos
devastadores sobre la vida de las personas y el
ambiente, perciben que es mejor una regulación
estricta del turismo -que implicaría la limitación del
número de visitantes y de la extensión espacial de las
actividades turísticas- que una promoción del
crecimiento de esa industria en la vana esperanza de
que ese crecimiento sea bien administrado.
Lo que la actual crisis parece confirmar es que la
industria mundial del turismo no puede encaminarse
hacia la sustentabilidad con las estructuras
económicas y políticas convencionales. Esto significa
que los esfuerzos para aplicar programas sociales,
ambientales y de turismo sustentable difícilmente
tendrán éxito si no se realizan cambios estructurales
profundos en el sistema mundial.
Anita Pleumaron es coordinadora del Equipo de Investigación y Control del
Turismo, de Bangkok, y editora de New Frontiers, un informe bimensual sobre
temas de turismo, desarrollo y ambiente en la región del Mekong, publicado con
el apoyo de la Red del Tercer Mundo.
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