Aumenta la pobreza infantil en los países ricos María H. López Por si quedaba alguna duda, Unicef acaba de echar por tierra el tópico de que en los países industrializados no existe la pobreza infantil: el número de niños pobres ha aumentado en 17 países de la OCDE. Y en todo el mundo malviven entre 40 y 50 millones de niños pobres. Si alguien pensaba todavía que la pobreza en general, y la infantil en concreto, es patria exclusiva de los países no industrializados o en vías de desarrollo, el Centro de Investigaciones Innocenti de Florencia, que trabaja para el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), va a sacarlo de toda duda: el número de niños que sobreviven actualmente en situaciones de miseria o pobreza en los países ricos ha aumentado en la última década. De hecho, en diecisiete de veinticuatro países de la OCDE los porcentajes de pobreza infantil se han incrementado y solo se han reducido, de manera significativa, en cuatro. A lo que se suma la constatación de que con una buena intervención gubernamental la reducción de esta situación puede situarse en torno al 40%. A qué llamamos pobreza Para medir la pobreza infantil, en primer lugar, hay que definir el término “pobreza”. Y es un término relativo, ya que la situación de carestía que puede vivir un niño no puede estimarse en dimensiones exclusivamente económicas. La atención sanitaria, las posibilidades de estudio, la calidad de vida, la alimentación, las opciones de futuro, el soporte emocional... también son indicadores de la riqueza o pobreza de un menor y si bien están relacionados con las privaciones materiales son efectos que suelen presentarse a medida que dichas privaciones se alargan en el tiempo: cuanto más sufra el menor la situación de pobreza, menores serán sus expectativas. Los únicos cuatro países industrializados en los que el número de menores pobres es menor ahora que en los años noventa son Australia, Noruega, Reino Unido y los Estados Unidos. Pero solo en Noruega los índices son “muy bajos y en continuo descenso”, ya que en Norteamérica, por ejemplo, pese al adelgazamiento de estas cifras, se partía de una situación tan crítica que todavía los índices son alarmantes: de más del 20% de los niños empobrecidos. En la otra cara de la moneda, Finlandia y Dinamarca tienen las tasas más bajas de pobreza infantil, por debajo del 3%. Debido, entre otras razones, a que han invertido de manera activa en políticas de infancia. Los países que más dinero destinan a gastos sociales son Dinamarca, Suecia, Finlandia y Bélgica, al menos un 10% del PIB. Los que menos presupuesto público invierten en infancia son Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España. Políticas públicas Las políticas públicas por y para la infancia contemplan desde ayudas directas de los gobiernos a las familias más necesitadas hasta desgravaciones sobre el impuesto de la renta o descuentos fiscales o inversiones directas en gastos sociales de los ejecutivos. Una panoplia de formas que, sin embargo, no influye de igual manera según cual sea la escogida. Como se asegura y demuestra en el estudio, es muy delicada la opción que pueden tomar los gobiernos a la hora de trabajar por la infancia. Si bien la ausencia total de planes de inversión en la infancia provocará el mantenimiento de situaciones de pobreza, un exceso de subvenciones y ayudas públicas puede contribuir también, aún sin quererlo, a perpetuarlas. Los ejemplos de Francia y de Reino Unido ilustran esta afirmación: Francia tiene un sistema fiscal y de ayudas universal, esto es, que no favorece a ningún grupo de edad o sector social en concreto. El sistema de Reino Unido, por el contrario, favorece a niños y niñas pequeños, y en especial a las familias con rentas bajas. Y, sin embargo, el índice de pobreza infantil británico dobla al de Francia, lo que indica que no es la falta de atención del gobierno sino la “dependencia” del Estado que se genera en los cabezas de familia con recursos limitados la que impide reducir la pobreza. (Lo que en términos económicos se denomina “la trampa de la pobreza”). Otros factores que inciden en la reducción o incremento de los porcentajes de pobreza infantil son las tendencias sociales y las condiciones del mercado laboral. Recomendaciones Reducir la pobreza infantil es también uno de los ocho Objetivos del Milenio. Entre las recomendaciones para lograrlo Unicef señala el establecimiento de metas temporales para la reducción progresiva de la pobreza infantil; la investigación de las fuerzas generales que intervienen en el estado del niño (familia, mercado y Estados) y la sensibilización y concienciación de los gobiernos en que la Humanidad no avanza si no avanza la infancia. Pobreza infantil en España Tirón de orejas de Unicef a España. Aunque la cifra puede oscilar por diversas circunstancias, el número de niños pobres en España puede situarse en torno al millón de menores, de los nueve millones de niños con los que “oficialmente” cuenta el país. Y “oficialmente” porque desde la década de los noventa ha aumentado el número de menores inmigrantes indocumentados en nuestro país. Lo que significaría que al menos el 13,3% de los menores españoles viven en la pobreza, un porcentaje que se ha incrementado en 2,7 puntos desde el principio de la década de los noventa, cuando se situaba en el 11%. Cruz Roja Española ha alertado de que el número de niños “gravemente” pobres es de alrededor de 220.000. Los índices de pobreza infantil son muy diferentes por comunidades autónomas. Mientras en el norte de España, País Vasco, Cantabria, Asturias, los niveles son menores, en el sur, Andalucía, Murcia, Extremadura, Ceuta y Melilla se disparan. En esta aumento del número de niños empobrecidos habrían influido la feminización de la pobreza, la falta de inversiones públicas en la infancia, el cambio en las estructuras familiares y la recepción masiva de menores inmigrantes.