Fuera de Ruta El desierto y sus trastornos Gloria Ciria Valdez Gardea* Una de las narrativas que mas nos ha impactado en nuestro recorrido por los albergues localizados en las áreas fronterizas de Agua Prieta, Nogales y el corredor Altar-El Sásabe, ha sido la relacionada con los impactos emocionales de hombres y mujeres migrantes, jóvenes o de edad madura, ocasionados por la experiencia de cruce hacia los Estados Unidos. Estamos hablando de paisanos que son agarrados por la patrulla fronteriza para posteriormente ser repatriados, paisanos que intentaron cruzar y se tuvieron que regresar, paisanos que se perdieron y/o fueron abandonados en el desierto, auxiliados y traídos de nueva cuenta a la frontera. Hoy hablaremos un poco sobre los trastornos emocionales que cientos de paisanos viven y que son poco documentados o difundidos. Podemos decir que la incertidumbre y la ansiedad se agudizan desde el momento en que el paisano se despide de su familia y empieza su recorrido hacia el norte desde su lugar de origen. Muchos de ellos cambian de camión varias veces, las mismas que son entrevistados y oscultados en los retenes y en el aeropuerto de Hermosillo, requeridos a presentar documentación que demuestre su identidad mexicana cuando esta es dudosa o el paisano no trae papeles, no se les permite continuar su travesía y son detenidos por horas o días. A esto se le agrega que muchos de ellos no traen suficiente dinero y comen cualquier cosa durante el trayecto que puede durar de 30 a 48 horas en camiones de segunda con aire acondicionado o calefacción deficiente o en su caso sin ninguno de estos servicios. No es de sorprenderse entonces que al llegar a algunas de las áreas fronterizas de Sonora, las cuales se han convertido en las principales antesalas para la migración internacional, muchos de los paisanos estén cansados, débiles, con trastornos gastrointestinales como colitis y estreñimiento que se pueden agravar por el cambio de la dieta alimenticia que se consume en esta región al igual que por las temperaturas extremas del desierto sonorense. Al contexto anterior se le añade el impacto de la llegada a las ciudades fronterizas. Algunos migrantes jóvenes nos comentaron el miedo que les causo el jaloneo que vivieron al momento de bajarse del camión en Altar. El jaloneo es ocasionado por las personas que ofrecen sus servicios de cruce o de los contactos previamente informados de la llegada del paisano, que busca identificarlo. En las comunidades fronterizas de sonora el paisano puede esperar horas días o semanas en espera de cruzar. Mientras tanto su alimentación es deficiente, muchos de ellos especialmente los que llegan sin ningún contacto para su cruce, duermen a la inerperie o en las bancas de la plaza local hasta que alguien les comenta de la existencia de los albergues. Muchos paisanos comentaron que no se van a los albergues pues el contacto les dice que eso dificulta mas la organización del cruce así que tienen que esperar en otra parte como en las plazas, deportiva, o deambulando en el centro. Hay paisanos que cuentan con recursos y en compañía de otros rentan un cuarto en una casa de asistencia u hotel. Todo este contexto es lo que el paisano lleva al momento de iniciar el cruce que implica caminatas intensas, poca agua y alimento, la picazón de insectos, las altas temperaturas, robos, maltrato, y en ocasiones abusos sexuales. En muchas ocasiones al ser descubiertos por la patrulla fronteriza corren y se caen sufriendo heridas leves, también son empujados, esposados y agredidos verbalmente por la patrulla fronteriza. Son trasladados a un centro de detención que según las versiones de migrantes repatriados que entrevistamos, se asemeja a una cárcel pues no cuenta con ventanas, no pueden ver el exterior y se pierde la noción del tiempo y el espacio. Se les da de comer un jugo, un paquetito de galletas y un sobre con frijoles disecados. En espera del tramite de repatriación hacia México. Con toda estas experiencias no es de sorprenderse del porque algunos de estos paisanos sufren de trastornos emocionales. Por ejemplo, en Nogales tuvimos la oportunidad de hablar con la señora Hilda Loreiro co-responsable del albergue Juan Bosco, fundado en 1982 y que tiene como objetivo fundamental el apoyar a los migrantes en transito por esta ciudad fronteriza. Comenta la experiencia de tres hermanos que cruzaron por Altar y solo uno de ellos no tuvo éxito se perdio y fue auxiliado y regresado a Nogales: “el muchacho llegó al albergue tranquilo, cenó y se acostó, y como a la hora empezó a reaccionar, entonces… pero gritaba horriblemente se oía para todos lados los gritos, que venían los helicópteros, que ya les traían agua, que los iban a salvar y el hablaba como en clave, y gritaba pero mucho, despertó y quería golpear a todo mundo, pero no lo podíamos hacer callar, sino que rápido le hablamos a la policía, pero ni con la policía tampoco; entonces lo llevaron al hospital parece ser que le pusieron un calmante y se calmó un poco, pero ya empezó a pasar el efecto, y empezó a reaccionar y es que todo eso lo que vivió en el desierto creo estaba un poco mal”. Hay muchas mas de estas historias que las iré compartiendo en otras momentos. Cabe decir que el proceso migratorio que experiencian los paisanos conllevan una serie de situaciones que necesitan ser analizadas y tomadas en cuenta para el diseño de políticas publicas de apoyo al migrante que vayan mas allá de lo que hasta hoy tenemos. * Profesora-investigadora del Programa Estudios Urbanos y Ambientales de El Colegio de Sonora, [email protected]