Los enemigos del pueblo [Evalúa cada uno de los posibles enunciados del tema y reflexiona sobre sus posibles deficiencias] El tema es la incompetencia de los políticos, independientemente de su origen e ideología. (¿?) El tema es el error en el que incurren los políticos al no seguir los consejos de expertos en sus decisiones. El tema es el reconocimiento que deberían recibir los especialistas por parte de los políticos. El tema es, sin duda (¡!), el hostigamiento al que son sometidos los científicos cuando tratan de imponer sus ideas a los políticos. (¡!!!!!!!!!!!!!!!!!). El tema es que científicos y políticos deben colaborar en la resolución de los problemas que afectan a la gente. El tema es el peligro económico y social que implica desoír las advertencias de los especialistas en diversos campos. El tema es la demagogia de la clase política al tomar decisiones populistas sin escuchar previamente voces autorizadas. El tema es que los auténticos enemigos del pueblo son los políticos. El tema es doble (!!!): las vacunas y las energías como problemas de difícil solución. El tema es la confianza del pueblo en sus sabios y no en sus representantes políticos. El tema es, en mi opinión (¡!!!!!!!!!!!!), la mentira como arma política arrojadiza. El tema es la inmerecida indiferencia con que los políticos acogen opiniones autorizadas en torno a graves problemas. Un resumen del contenido esencial del texto podría ser el siguiente: Los políticos, movidos por un afán populista, siguen los dictados de la opinión pública en detrimento de la de expertos. Lo hizo Reagan con el tema de la carrera espacial y lo han hecho nuestros dirigentes con el asunto de las energías alternativas. En ambos casos no sólo se han derivados efectos económicos desastrosos sino que el avance científico ha sido nulo. Sin embargo, lo peor es el riesgo para la salud, como se vio en la campaña contra la vacunación alentada por políticos norteamericanos. En definitiva, nuestros dirigentes no deberían infravalorar los juicios de gente especializada que, además, cuenta con el reconocimiento del pueblo. O [más libre]: Los políticos se equivocan cuando optan por seguir corrientes de pensamiento populares y desechan el criterio más autorizado de personas preparadas. Por ejemplo, Reagan, Obama, McCain e incluso políticos españoles han provocado con su gestión pérdidas millonarias, no han alcanzado ningún logro científico y –lo que es peor- han arriesgado la salud pública de sus ciudadanos. Posteriormente, tampoco se detienen a pensar en los intereses ocultos de tales manipulaciones. Iniciamos la descripción de la estructura general del texto por el primer párrafo, que sirve de introducción básicamente expositiva al problema que se va a tratar a lo largo del artículo. Apoyándose en un argumento de sentido común o generalización indiscutible –la estrecha conexión que se da entre políticos y pueblo-, el autor extrae una serie de consecuencias encadenadas: los políticos atienden más a satisfacer las inquietudes populares de la mayoría que a escuchar a una minoría cualificada, por lo que se derivan efectos económicos muy negativos. Aquí subyace una idea que está más o menos insinuada por el periodista y que podríamos formular explícitamente así: la opinión pública está manipulada. A los políticos no les interesa investigar los intereses ocultos que han contribuido a generar entre el pueblo un determinado estado de opinión, lo que podríamos considerar un argumento de tipo ético que el autor echa en falta. El cuerpo o desarrollo argumentativo se inicia en la línea 6 con una serie de ejemplos que ocupan hasta el final del tercer párrafo. El primero de ellos, el caso de EEUU, abarca el segundo párrafo íntegro. En él se contraponen dos posturas enfrentadas (la reacia de los asesores y la favorable del presidente estadounidense a la investigación espacial), contraste de ideas, y se extraen dos consecuencias del hecho de que se impusiera la segunda postura: el despilfarro económico y la inutilidad científica del proyecto. La segunda ejemplificación está mucho más cercana a los lectores, pues se refiere a España. Ocupa el tercer párrafo y presenta una concatenación de argumentos paralela al primer ejemplo. Tras establecer de nuevo la oposición de políticos y técnicos (contraste de ideas), surge la misma consecuencia: el derroche económico por seguir la opinión pública e ignorar a los especialistas. El tercer párrafo contiene un nuevo ejemplo (el de las vacunas en EEUU), pero de éste se van a extraer consecuencias más graves. Por tanto, la fuerza argumentativa aumenta a medida que nos acercamos al final del texto. Ahora el criterio que sigue el autor para evaluar el problema ya no es el del dinero sino el de la salud, por lo que empleará argumentación irrebatible (no se puede jugar con el bienestar de las personas). Mediante citas ajenas indirectas de Obama, de McCain y de científicos se nos contraponen posturas enfrentadas y se nos destapa la motivación financiera que está detrás de algunas campañas aunque constituyan un atentado contra la salud pública, lo que evidentemente es una falta de ética por parte de la clase política. Finalmente, el último párrafo, a modo de conclusión, confirma la tesis del principio (los políticos deberían apoyarse más en expertos o técnicos). El autor emplea un argumento estadístico (los científicos están más valorados por la gente que los políticos) y un argumento de autoridad (Ibsen) para reforzar con mayor contundencia su tesis. Por tanto, el tipo de estructura que este texto presenta es encuadrada o circular porque desde el principio se ha venido implícitamente apuntando hacia esta tesis, que al final encuentra su plena justificación. 1.2.) El texto propuesto nos ofrece una visión acertada de los políticos como personas interesadas en mantener una imagen pública de grandes demócratas al servicio del pueblo. Creo que Lozano Leyva es valiente al criticar esta postura puesto que tendrá en contra no sólo a los políticos que se sientan aludidos sino también al pueblo, es decir, a sus lectores. Sin embargo, todos sabemos, aunque no nos guste admitirlo, que el pueblo en ocasiones se equivoca (ya definió Borges la democracia como la dictadura de los votos) y que por consiguiente habría que escuchar las voces de los expertos, que no tienen por qué ser individuos aislados sino personas comprometidas con el resto de ciudadanos. Un ejemplo podría ser el de Einstein, cuando se le consultó sobre la bomba atómica y advirtió de sus terribles consecuencias. En mi opinión, los únicos asesores que interesan a los políticos son los de imagen y los guardaespaldas, aparte de los chóferes, claro. El césar que contaba con el favor de los romanos era aquel que les ofrecía pan y circo durante dos o tres meses, no el pensador de altura que miraba más allá de sus intereses (esto lo sé porque el otro día vi Gladiator en la tele) [criticar esta apostilla]. Tal vez por eso Platón expulsó a los poetas de su República. Tampoco se trata de defender el lema ilustrado de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” porque el pueblo en muchas ocasiones tiene razón. Creo que un término medio sería lo ideal. II.3) Respecto a los recursos semántico-textuales, que dotan al texto de cohesión léxica, es inevitable que si un discurso aborda un determinado tema con una significación interpretable, es decir, si tiene coherencia (tal y como ha quedado de manifiesto anteriormente), se establecerán relaciones semánticas estrechas entre sus diversos elementos. Las tres columnas que sustentan todo el andamiaje del texto tienen en su base tres palabras clave: pueblo, políticos y científicos. Son los tres términos más reiterados y los que presentan mayor cantidad de sinónimos y de vocablos asociados a ellos hasta formar cada uno un campo conceptual perfectamente definido. El primero de ellos es “pueblo” y sus equivalentes “opinión pública”, “opinión popular” y “personas”, a los que debemos añadir por su sentido complementario los términos “democracia”, “encuestas”, “televisión”, la metáfora “eco” de “inducción” e “ignorancia” (éste último sería hipónimo pues es solo parte del pueblo la referida) y su sinónimo textual “catetos ilustrados”. Del sentido general del texto podríamos interpretar que esta red conceptual se opone sorprendentemente a la de políticos pues al final quien paga las consecuencias de sus errores es el ciudadano de a pie. El segundo de los campos conceptuales es, en efecto, el de los “políticos”, junto a su sinónimo “cargo”, los cohipónimos “Reagan” (e hipónimo de “presidente”), “Obama” y “McCain” y como términos asociados a dicho campo conceptual “campaña electoral” y “decisiones”. A éste último lo podemos considerar hiperónimo de “Estación Espacial Internacional”, uno de los ejemplos de decisión equivocada, error que queda subrayado a través de los sinónimos “conquista del espacio”, “semejante tinglado”, “quimera”, “aventura” y “mitos”, algunos de ellos metáforas despectivas o hiperbólicas. Un antónimo recíproco de “decisiones” es “resultado”, “consecuencias” o “efectos” y, a su vez, ligados a dichos efectos están “desastre económico”, “balance económico estremecedor”, “interés monetario”, “pagado”, “gastado” (y “gastar”, derivación léxica), e “ingentes cantidades de dinero”. Por último, el tercer campo conceptual lo integrarían términos asociados a otra palabra clave: “científicos”. Sinónimos aproximados serían “físicos”, “expertos”, “técnicos” e “ingenieros”, aunque los límites entre sinonimia e hiponimia en este caso son difíciles de delimitar. La palabra “asesores” también formaría parte de este campo, con la particularidad de que igualmente podría englobarse en el campo conceptual de los “políticos”, pues trabajan (o deberían trabajar) para ellos. En relación con esto último, dado el sentido crítico del texto, el autor denuncia la oposición de los campos político y científico, perjudicial para el pueblo. II.2.) Podemos reconstruir la situación comunicativa en la que el texto alcanza su pleno sentido atendiendo a los elementos que componen el acto comunicativo. En primer lugar, un emisor, en este caso Manuel Lozano Leyva, de reconocido prestigio por lo menos en el ámbito periodístico donde desarrolla su labor (el rotativo El público), cuyo propósito de opinar sobre un asunto relevante para todos los ciudadanos se manifiesta a través de la función expresiva del lenguaje; en segundo lugar, un receptor, en este caso colectivo pues lo integran los lectores del periódico, que lee, interpreta y manifiesta su adhesión o rechazo a las ideas del emisor, pero que no es indiferente a las mismas. Evidentemente esto lo hace individualmente y sin una respuesta explícita. En tercer lugar, un canal de transmisión tradicional como es el papel del periódico o más innovador como es la edición digital del mismo. Y, finalmente, un contexto situacional en el que el mensaje del texto tiene sentido, es decir, los lectores captan la problemática abordada puesto que la reconocen fácilmente en una misma realidad compartida. En relación con lo anterior, el tipo de texto más adecuado a la finalidad explicada es el discurso expositivo-argumentativo. La primera parte, sustancialmente expositiva, sirve de apoyatura a la continuación argumentativa y finalmente a la tesis explícita. Este tipo de estructura textual resulta muy habitual en el género periodístico de opinión y, más concretamente, en los artículos de opinión y columnas. Se parte de una actualidad más o menos reciente, de la que el lector ya sabe por haberse informado en otro tipo de textos (noticias o reportajes), y se formula una opinión personal sobre un problema vigente en el momento de la redacción. El registro más apropiado para plasmar esto es el estándar, caracterizado por la corrección y el léxico preciso, accesible a un lector de nivel cultural medio. No obstante, el autor emplea en ocasiones muestras de un registro coloquial o vulgar (“tinglado”, “catetos”), sin duda para expresar su indignación de forma más gráfica, pero también varía de registro para dar cabida a cultismos y tecnicismos (“negacionismos”, “inducción”, “quimera”, etc.), dada la competencia comunicativa del hablante que le permite amoldar su registro a distintos intereses y, sobre todo, al de lograr su propósito fundamental: convencer al lector de su opinión sobre la cuestión objeto de debate público.