Luna: Cisne redondo en el río, ojo de las catedrales, alba fingida en las hojas soy; ¡no podrán escaparse! ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza por la maleza del valle? La luna deja un cuchillo abandonado en el aire, que siendo acecho de plomo quiere ser dolor de sangre. ¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada por paredes y cristales! ¡Abrid tejados y pechos donde pueda calentarme! ¡Tengo frío! Mis cenizas de soñolientos metales buscan la cresta del fuego por los montes y las calles. Pero me lleva la nieve sobre su espalda de jaspe, y me anega, dura y fría, el agua de los estanques. Pues esta noche tendrán mis mejillas roja sangre, y los juncos agrupados en los anchos pies del aire. ¡No haya sombra ni emboscada. que no puedan escaparse! ¡Que quiero entrar en un pecho para poder calentarme! ¡Un corazón para mí! ¡Caliente!, que se derrame por los montes de mi pecho; dejadme entrar, ¡ay, dejadme! (A las ramas.) No quiero sombras. Mis rayos han de entrar en todas partes, y haya en los troncos oscuros un rumor de claridades, para que esta noche tengan mis mejillas dulce sangre, y los juncos agrupados en los anchos pies del aire. ¿Quién se oculta? ¡Afuera digo! ¡No! ¡No podrán escaparse! Yo haré lucir al caballo una fiebre de diamante. (Desaparece entre los troncos y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una anciana totalmente cubierta por tenues paños verdeoscuros. Lleva los pies descalzos. Apenas si se le verá el rostro entre los pliegues. Este personaje no figura en el reparto.) Bodas de sangre. Federico García Lorca. COMENTARIO Nº9: BODAS DE SANGRE, FEDERICO GARCÍA LORCA RESUMEN: La luna, bajo apariencia de leñador, anuncia la muerte próxima de quienes huyen de la claridad que ella irradia. TEMA: Presagio de una muerte segura. ESTRUCTURA: Externamente, se distinguen, por un lado, las acotaciones, en que el autor aclara cómo ha de ser la escenografía y el montaje del espectáculo, de, por otro lado, la intervención del personaje, conformada por un romance en versos octosílabos (rima asonante en los pares quedando sueltos los impares). Dicho romance se ve interrumpido por una breve acotación que delimita asimismo la estructura interna, pues indica que ha de dirigirse a las ramas, mientras que en la parte anterior el interlocutor no queda determinado: 1. Se dirige a un interlocutor indeterminado, quizás a los que huyen. 2. Se dirige a las ramas. La temática se mantiene en ambos apartados, aunque la intensidad de su discurso aumenta progresivamente. COMENTARIO CRÍTICO: Se trata de un monólogo teatral perteneciente al Acto III de Bodas de Sangre (1932), tragedia lorquiana desarrollada en un ambiente rural. Es un texto literario escrito en verso y de carácter dramático o teatral, en el que un personaje alegórico (la Luna) presagia la muerte de dos personajes aquí no identificados (sabemos por el contexto que se trata de Leonardo y el Novio). Las funciones lingüísticas destacadas son la estética o poética (literario) y la apelativa o conativa (teatral). Además, se manifiesta también la emotiva o expresiva al expresar la Luna sus deseos de muerte con vehemencia. Este monólogo sirve de paso al ambiente simbólico de progresiva desrrealización en el que algunos personajes son alegóricos. En la primera acotación, texto secundario con simple valor prescriptivo para orientar la puesta en escena, se introduce el ambiente, cargado de tragedia y tensión, que irán en aumento. Aparece la Luna, que simboliza la muerte o, más bien, su ayudante. Es blanca con tonos azulados, ambos colores que transmiten frialdad. Comienza presentándose mediante una enumeración asindética de metáforas que recalcan dicha frialdad. Se ve acentuada a lo largo del poema por otras referencias al frío, sensación inherente a la muerte, como son “helada”, “nieve” o “diamante”. A continuación, empieza a anunciar su deseo de matar a los personajes, que no podrán escapar a su fatal destino. Los busca, como si buscara un lugar donde resguardarse del frío que la atenaza. Su anhelo de dicha calidez, contrapuesta a la frialdad, tiene un valor simbólico, al igual que los elementos que emplea para evidenciarla. De este modo, el “cuchillo”, símbolo de muerte, que deposita ansía la sangre, que representa la vida. Asimismo, “la cresta de fuego”, “la sangre” o “un corazón” constituyen elementos caracterizados por su calor y, en consecuencia, vitalidad. La Luna los busca, para acabar con ellos y hacer que prevalezca la muerte. Repite, sirviéndose de interrogaciones y, sobre todo, exclamaciones retóricas, sus intenciones. La fuerza de su discurso va en aumento. En la acotación final, se indica que la Luna ha de marcharse para dejar paso a una mendiga anciana que simboliza la muerte. Lorca elige el discurso poético con la estructura tradicional del romance octosílabo (rima asonante en los pares quedando los impares sueltos) para transmitir el mensaje esencial de la obra: la fuerza irrefrenable de la pasión y el principio de libertad opuestos a la razón, el principio de autoridad y la existencia de una única salida posible. Se observa la combinación de influencias, como la tradición (romance, rima asonante, recursos de repetición, exclamaciones e interrogativas retóricas,…), la vanguardia (imágenes sorprendentes) y la corriente culta en la inclusión del elemento lírico en el teatro, así como del simbolismo propios del teatro modernista. El tema del destino inexorable, unido al tema del honor, aparece en otras obras como la romántica Don Álvaro o la fuerza del sino, del cordobés Duque de Rivas, que anuncia ya el poder insalvable del designio desde su título. La relación entre la muerte inevitable y la honra puede hallarse ya desde obras del Siglo de Oro. Aunque podría considerarse más como una norma tácitamente aceptada y transmitida, la muerte es el final que espera a todos aquellos que deshonren o sean deshonrados. Lorca continúa esta tradición, pero el tema del honor ya había cambiado de sentido e, incluso, había sido desplazado en la sociedad del s. XX. En su poesía abarca diversos ámbitos, marcados por la nostalgia por la infancia perdida o las consecuencias trágicas del progreso. En los dramas rurales, al que pertenece Bodas de sangre, se hace más evidente. En Yerma va unido a la esterilidad femenina y en La casa de Bernarda Alba la autoridad materna representa una continuación de la preocupación por mantener las apariencias honrosas. Los títulos dejan bien claro, como Don Álvaro, la línea que ha de seguir la trama. Asimismo, la creencia en el destino escrito aparece inherente al acervo popular del común de las culturas. Aunque pueda parecer algo propio de mentes atrasadas en pleno siglo XXI, lo cierto es que, paradójicamente, resulta de eruditos inexpertos en las cuestiones vitales o científicos encerrados en sus fórmulas el negar la existencia de una fuerza que en cierta medida determina nuestro porvenir. Conceptos como el azar o la superstición, íntimamente ligados al destino, están presentes de un modo evidente en nuestra vida cotidiana por mucho que tratemos de escapar de ellos. En las expresiones más corrientes o los gestos más banales dejamos escapar esta conciencia colectiva y heredada de tiempos pasados. Como suele ocurrir con todas la cuestiones, quizás lo menos comprometido sea adoptar una posición equilibrada entre aquellos que disponen sus acciones con arreglo a normas astrológicas y derivados y aquellos que rechazan lo que escapa a su comprensión meramente racional; y, ante todo, respetando las diferentes elecciones. En conclusión, Lorca plasma una afirmación de la existencia de un destino inexorable de carácter trágico, presente en la cultura literaria y popular de todas las épocas. Nieves Marín Cobos