Información, comunicación y periodismo Adrián Eduardo Duplatt [email protected] Un mundo ideológico Jean Paul Fitoussi (2003) describe al mundo contemporáneo como complejo. Y, tal vez por ello, se cae en la tentación de sustituir la información por la comunicación; la explicación por la opinión. Fitoussi entiende a la comunicación como la selección deformada de hechos, cargándolos de alusiones, impresiones, sentimientos, resentimientos… con la que se crea un sistema que sirve a un mensaje. No importa la realidad; lo que importa es convencer a los otros sobre las ideas del emisor. En publicidad -explica Fitoussi- se tiene al objeto y su utilidad como referencia de realidad; en el campo de las ideas, no. Las únicas referencias son las opiniones. En cuanto a la información, Fitoussi aclara que tampoco es una verdad. Se trata de una disposición parcial de hechos, sujetos a decodificación e interpretación, que también conforman un mensaje. Pero aquí el mensaje no es preexistente en la intención de los emisores. En síntesis: en la comunicación se da la manipulación, una vehiculización privilegiada de la ideología; en la información coexiste una dificultad para interpretar el mundo, una aporía que nace con el uso del lenguaje para aprehender el mundo. (La ideología puede ser entendida de dos maneras. Juan José Galimidi (2004) la entiende como una visión de mundo, una constelación de convicciones íntimas sobre la realidad; y como una engañosa pretensión de validez universal, un disfraz de verdad y racionalidad, una falsa conciencia al estilo marxiano). Continuando con Fitoussi, el mundo no sólo es complejo, sino que es profundamente ideológico, aunque aparentemente razonable. Los criterios de razón son doctrinarios. Los grandes interrogantes se expresan en categorías ideológicas, a favor o en contra de: la globalización, el liberalismo, el socialismo, el desarrollo sustentable, el pacifismo, el imperialismo…, incluso regresaron categorías como las del bien el mal, como en el caso del presidente estadounidense George Bush y su justificación de la invasión a Irak. Ocurre que las ideologías no desaparecieron después de la caída del Muro de Berlín, como preconizó Francis Fukuyama en su trabajo de 1992 “El fin de la historia y el último hombre”. Allí se postulaba que el mundo había llegado a su estadio más alto de progreso con la democracia como sistema político y el capitalismo como sistema económico. Sin embargo, Fitoussi entiende que el triunfo pragmático de la economía de mercado hizo olvidar que el capitalismo es un sistema concreto de organización y, a su vez, una ideología. Como sistema de organización, el capitalismo es perfectible. Se acomoda a medida que surgen problemas, se modifica en lo que haga falta. Ejemplo de esto fue la existencia del “Estado de Bienestar” desde finales de los cuarenta a mediados de los setenta del siglo XX. En ese momento histórico, el capitalismo debía seducir a la población que veía en el socialismo una posible salida a sus avatares cotidianos. De allí el proteccionismo social y demás beneficios que el estado le dispensó a sus ciudadanos. Por lo tanto, en esta visión pragmática del capitalismo, son sus postulados los que deben modificarse para adecuarse a la realidad circundante. Pero, el capitalismo es también una ideología, y en esta concepción es la realidad la que debe mutar para encorsetarse en los principios capitalistas. El decálogo del “Consenso de Washington” de 1990 es un buen ejemplo de realidad que debe cambiar para ajustarse a un dogma. Si bien se mencionó a Fukuyama como impulsor del fin de las ideologías, la idea ya estaba en circulación enunciada por Edward Shills en un congreso de intelectuales desarrollado en 1955 en Milán. Allí se dijo que en una economía desarrollada no había lugar para el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha y que la confrontación se daría entre partidos, generalmente con pocas diferencias entre sí. Después la tesis cayó en el olvido o se relegó a discusiones en ámbitos académicos (Vítolo, 2006). En todo caso, para clarificar la distinción entre información y comunicación, Miquel Rodrigo Alsina (1995) recurre a la etimología de ambas palabras. Información explica- quiere decir “dar forma”, en terrenos periodísticos sería “dar forma a la realidad social” mediante un emisor que produce un mensaje. En cambio, comunicar es “poner en común”, “compartir”. Es un proceso interpersonal; intervienen emisor y receptor. Lo importante es entrar en relación. Parafraseando a Pasquali (Alsina, 1995) puede afirmarse que información es el contenido del mensaje, mientras que la comunicación es el proceso global. Morín (Alsina, 1995) es todavía más preciso y equipara información con acontecimiento, lo nuevo que se produce en un sistema. Por otro lado, para Alsina (1995) es importante tener en cuenta al receptor. Es así que define al acto informativo como una negociación. “La información sería una propuesta para que se acepte… un determinado significado y… la finalidad pragmática del mismo. Es decir, la información es un mensaje con una propuesta de negociación que se realiza a partir de distintas posiciones de poder”. El papel del periodismo Para Miguel Wiñazki (2005) coexisten dos modelos para entender el periodismo. Uno, el constructivismo, postula que el periodismo es sólo construcción, una ficción articulada de manera arbitraria, “un conjunto de situaciones modificables según las olas políticas que convengan a los emisores”. Es una postura comunicacional, ideológica. La otra vertiente, la perspectivista, concibe a la edición según parámetros racionales y no caprichosos. Las noticias no son objetivas, pero sí están asociadas indisolublemente a los acontecimientos. Los hechos son configurados “según cierta perspectiva editorial”, pero esas perspectivas son las que enriquecen las discusiones y las interpretaciones en que se basa el debate democrático. Las diferentes perspectivas disponen a la sociedad civil y a la clase política “en una arena dialógica y tolerante a la diferencia”. Wiñazki (2005) estima que existe un punto intermedio entre el constructivismo y el facticismo (o su extremo, el datismo -la frialdad del dato puro -) y es el periodismo moralista, que va más allá de la información e instituye sistemáticas moralejas. Una modalidad, esta última, más cercana al constructivismo y al ideologismo. Wiñazki (2004a) también hace la distinción entre estar informado y saber. La información es siempre parcial, requiere “de la mirada y del alma de quien se informa, de quien se sensibiliza”. El datismo es el dogma periodístico, un vicio. Los datos son esenciales, pero insuficientes. Sirven para creer que se entiende, pero no para entender. No se llega con el dato a la más profunda comprensión. Las noticias -afirma Wiñazkiconmueven, aunque no debe confundirse emoción con impacto (entendido éste como un golpe, una agresión). “La información que emociona es una apelación a la sensibilidad…La información sin la mirada personal y única de quien la incorpora, está muerta, y resucita cuando vivifica su estructura receptiva y se informa mientras piensa. Eso no es subjetivismo. Sino vitalismo informativo”. Por lo tanto, concordando con Nklaus Luhman (Wiñazki, 2004b), el periodismo es una máquina reductora de complejidad. “Comunicar es un proceso pedagógico, un sistema organizado que pavimenta el pasaje de la dificultad que encierran siempre los hechos mismos, hacia la facilidad necesaria para comprender la realidad” (Wiñazki, 2004b). El periodismo, entonces, comunica con información, pero no debe comunicar sin información. Por lo pronto, en estos términos, si “comunica” es ideológico, por más que sea con abundante información. Aún cuando pretenda vender una asepsia ideológica, la noticia objetiva no existe. La concepción periodística de Wiñazki, sumada a su visión de que la comunicación masiva recorta la realidad (2004b), va de la mano con la idea de Luis Bruschtein (2004) cuando ejemplifica que “Ningún medio comercial ha hecho campaña por el no pago o la quita a la deuda externa. Y mucho menos por la distribución de la riqueza. Pero fueron entusiastas amplificadores y reproductores del malestar contra las marchas piqueteras y a favor de las marchas contra la inseguridad. Páginas y páginas, más horas de radio y tevé fueron dedicadas a estas campañas sin que preocupara mostrar un discurso ideologizado, parcial, antagonizador y partidario en este aspecto. Muchos periodistas y muchos lectores creen que eso no es ideología, que no es forzar la información, que no están haciendo política”. Jean Marie Colombani, director de Le Monde, estima que el periodismo es cada vez más complicado porque la época está dominada por las estrategias de comunicación de todos los poderes (político, religioso, sindical, intelectual…). Pero, reafirma, en el campo periodístico la información es lo contrario de la comunicación; implica mirar detrás de la comunicación oficial, buscar lo implícito, revelar lo que está escondido (Avignolo, 2004). De ilustración vale lo sucedido tras los atentados en la estación de trenes de Atocha (España) el 11 de marzo de 2004. Era la semana previa a las elecciones y el gobierno del Partido Popular, con Aznar a la cabeza, afirmó inmediatamente que las bombas fueron obra de ETA. La versión fue fácilmente aceptada por los medios. Sin embargo, poco después se comprobó algo que, tal vez, se sabía desde un principio. El autor fue Al Qaeda. Felipe González (2004) ex presidente español por el Partido Socialista Obrero, explicó que los medios confundieron información con opinión. La opinión no es verdadera, ni falsa. Los hechos sí. Ergo, lo que hizo el gobierno como estrategia comunicacional fue negar los hechos y opinar sobre la percepción general de los mismos. ETA era culpable: lo decía el presidente Aznar y lo mostraban las imágenes. Y los medios, en una actitud -tanto metodológica y como éticamente reprochable-, se hicieron eco de la noticia. Como lo afirmara Ignacio Ramonet (2001), la comunicación le ganó la pulseada a la información en tópicos periodísticos. De la mano de la imagen y la instantaneidad ideología de la CNN- han mutado conceptos básicos del periodismo: actualidad, tiempo, veracidad, censura, emoción e información. Sólo valen comunicar con estos parámetros y no informar con explicación y contextualización. Se confunde la información con la comunicación, pero, como lo explica la psicoanalista Silvia Bleichmar, para entender más, de poco sirve ver más. Las imágenes muestran, mas no permiten la simbolización ni la producción de representaciones (Gilio, 2004). Subjetividades A fin de superar la idea de “objetividad” Alsina (1995) habla de “intersubjetivad”: un discurso periodístico será tildado de objetivo si el receptor, en iguales circunstancias que el periodista, hubiera descripto el acontecimiento de igual o similar manera. Ergo, se trata de una sintonía de subjetividades. De allí la importancia del periodismo que comunica con información. Como afirma Watzlawich (Alsina, 1995), “La comunicación es comenzar a comprender la realidad del otro, su punto de vista”. La información presupone negociación. No todos tenemos la misma historia personal o social, el mismo capital cultura; existen otras realidades con las que se debe polemizar. El contrato mediático de Lucrecia Escudero describe la negociación en el periodismo -desde ya, existen otros contratos en la literatura o en la ciencia-. La negociación se da en toda información y se realiza “en un proceso de comunicación en el que los participantes ocupan posiciones de poder” (Alsina, 1995). Cabe recordar que existen posiciones más horizontales que otras. Desde las igualitarias -no siempre- interpersonales hasta las desiguales de los medios masivos de comunicación. Comunicar con información tal vez sirva, entonces, para reducir las asimetrías en el campo del periodismo. 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