El Color del Ser. j. macy. fragmento

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El Color del Ser
por Joanna Macy
Copyright © Joanna Macy 1991 - Copyright © PanNature 2003 www.sangay.org
Algo importante está ocurriendo en nuestro mundo, algo que no aparecerá en los periódicos. Algo que considero el
desarrollo más fascinante y esperanzador de nuestro tiempo y es una de las razones por las cuales me siento tan feliz estar
viva hoy en día: se trata de lo que está ocurriendo con la noción del ser.
El ser es una interpretación metafórica de identidad y acción; el hipotético pedazo de césped sobre el cual construimos
nuestras estrategias de supervivencia; la noción alrededor de la cual enfocamos nuestros instintos de autoconservación,
nuestras demandas de autoaprobación y los linderos de nuestro autointerés. Algo está cambiando.
La noción convencional del ser con la cual crecimos y a la cual nos ha condicionado la cultura dominante, está
quebrantándose. Lo que Alan Watts llamó ``el ego encapsulado en la piel,'' y Gregory Bateson ``el error epistemológico de la
civilización occidental,'' está por ser desvirtuado, desollado. Está siendo sustituido por interpretaciones más amplias de
identidad y autointerés - por lo que podría definirse como el ser ecológico o el eco-ser, extendido a los demás seres y a la
vida de nuestro planeta. Es lo que llamaré ``el verdear del ser.'
En una charla reciente que di a estudiantes de una ciudad universitaria, presenté algunos ejemplos de las actividades que se
están emprendiendo hoy en día en defensa de la vida en la Tierra - acciones en las que la gente arriesga su propio confort e
incluso su vida para proteger otras especies. En el norte de la India, por ejemplo, los aldeanos del Movimiento Chipko - los
que se abrazan a los árboles - luchan en contra de la deforestación de lo que queda de sus bosques. En alta mar, los
activistas de Greenpeace intervienen para proteger a los mamíferos marinos de las matanzas. Luego de aquella charla,
recibí una carta de un estudiante al que llamaré Miguel. Decía:
Pienso en quienes se abrazan a los árboles; los imagino abrazando mi tronco, bloqueando las motosierras con sus cuerpos.
Siento sus dedos penetrar en mi corteza para detener el acero y permitirme respirar. Escucho a los bodhisattvas en sus
botes de hule mientras se interponen entre los arpones y yo, para permitirme escapar hacia las profundidades del mar.
Agradezco por la vida de ustedes y por la mía, por la vida en sí. Agradezco por comprender que también yo poseo las
fuerzas de aquellos que se abrazan a los árboles y de los bodhisattvas.
Lo que asombra en las palabras de Miguel es el cambio de identificación. Miguel es capaz de extender su propio sentido del
ser para abarcar el ser del árbol y de la ballena. El árbol y la ballena dejaron de ser objetos removidos, separados,
desechables, pertenecientes a un mundo que está ``allá afuera''; son intrínsecos a su propia vitalidad. A través del poder de
su entrega, su experiencia del ser se expande mucho más allá de ese ego encapsulado en la piel. No he citado las palabras
de Miguel porqué sean inusuales, sino por todo lo contrario, porque expresan un deseo y una capacidad que se están
liberando de las celdas subyugantes de las antiguas interpretaciones del ser. Hoy en día, este mismo deseo y esta misma
capacidad están manifestándose en un número cada vez mayor de personas que, movidas por una gran preocupación por lo
que le sucede a nuestro mundo, han comenzado a hablar y actuar a nombre de ese mundo.
Lamentar la destrucción de nuestra biosfera es categóricamente distinto a lamentar nuestra propia muerte. Sufrimos junto a
nuestro mundo - este es el sentido literal de la palabra compasión. No se trata de alguna locura privada. Sin embargo,
cuando lloré por el bombardeo de napalm a los pueblos vietnamitas hace veinte años, se me dijo que sufría de vestigios de
culpa puritana. Cuando expresé mi oposición al presidente Reagan, dijeron que tenía problemas irresueltos con mi padre.
¿Cuántas veces las preocupaciones por las realidades políticas o ecológicas han sido sumetidas a una terapia popreduccionista? Cuán a menudo se hoye decir, ``¿De qué parte de tu vida estás huyendo para preocuparte tanto por esos
mendigos? ¿Acaso tienes algún problema irresuelto? ¿Acaso tienes trastornos de insatisfacción sexual?'' Y así por el estilo,
lo mismo y lo mismo. Sin embargo, cada día hay más personas que reconocen que una reacción compasiva no es ni locura
ni evasión. Es contrario: una señal de nuestra propia evolución, una medida de nuestra humanidad.
Somos capaces de sufrir junto a nuestro mundo y ese es el auténtico significado de la palabra compasión. Nos permite
reconocer nuestra profunda interconexión con todos los seres. Nunca se excusen por llorar por los árboles que queman en la
Amazonia o por las aguas contaminadas por las minas en las Montañas Rocosas. Nunca se excusen por la tristeza, el dolor
y la rabia que sienten. Es una medida de su humanidad y1de su madurez. Es una medida de cuán abierto está su corazón
es; y siempre que su corazón se abra, también habrá espacio para que el mundo se sane. Y eso es lo que está pasando
cuando vemos a la gente que honestamente confronta las tristezas de nuestros tiempos. Y es una reacción de adaptación.
La crisis que amenaza nuestro planeta, ya sea desde el aspecto militar, ecológico o social, se deriva de una noción
disfuncional y patológica del ser. Se deriva de un error acerca de nuestro lugar en el orden de las cosas. Que el ser es tan
separado y frágil que debemos delinear y defender sus fronteras; que es tan pequeño y necesitado que debemos acumular y
adquirir incesantemente; y que es tan distante que, como individuos, compañías, naciones-estados o especie, podemos ser
inmunes a lo que les hacemos a los otros seres vivos, es un delirio.
Este trabajo de ``desesperanza y fortalecimiento'' proviene de otras dos fuerzas que mencioné antes: la teoría de los
sistemas, o cibernética, y la espiritualidad no dualística, especialmente el budismo. Me enfocaré ahora en lo que podríamos
llamar la cibernética del ser.
Los descubrimientos de la ciencia del siglo XX socavan la noción de un ser separado, distinto del mundo que observa y
sobre el cual actúa. Einstein mostró como las percepciones del ser dependen de la posición [del observador], que a su vez
cambia en relación a otros fenómenos. Y Heisenberg, con su principio de incertidumbre, demostró que el acto mismo de la
observación altera lo observado.
La ciencia contemporánea y en particular la teoría de los sistemas, van más allá al desafiar las antiguas suposiciones acerca
de una ser continuo, distinto, separado, al mostrar que no existe una base lógica o científica para interpretar una parte del
mundo que experimentamos como ``yo'' y al resto cómo ``otro.'' Y esto es así porque, al ser sistemas abiertos que se autoorganizan, la acción misma de nuestro respiración, acción y pensamiento se manifiestan en interacción con nuestro mundo
compartido, por medio de las corrientes de materia, energía, e información que se mueven a través de nosotros y nos
sustentan. En la red de relaciones que apuntalan estas actividades no existe una línea neta que demarque un ser continuo y
separado.
Como afirman los teóricos de los sistemas, ``No existe un `yo' categórico en contraposición a un `tu' o un `eso' categóricos.''
Una de las descripciones más claras al respecto se encuentra en los escritos de Gregory Bateson, a quien cité antes cuando
dije que la abstracción de un ``Yo'' separado y a parte constituye la falacia epistemológica de la civilización occidental. Él
afirma que el proceso que decide y actúa no puede ser identificado nítidamente con la subjetividad aislada del individuo o
ubicado dentro de los confines de la piel. Él arguye que ``la unidad autocorrectiva total que procesa información es un
sistema cuyos límites para nada coinciden con los límites ni del cuerpo ni de lo que popularmente se llama `ser' o
`consciencia'.'' Y continúa: ``Generalmente, al ser se lo interpreta solamente como una parte pequeña de un sistema mucho
más grande de pruebas y errores, que es el que piensa, actúa, y decide.''
Bateson ofrece dos ejemplos útiles. El punto de Bateson es que el ser es una falsa materialización de un segmento
incorrectamente delimitado de un campo mucho más vasto de procesos entrelazados. Y [Bateson] continúa y sostiene que:
esta falsa materialización del ser es fundamental en la crisis ecológica planetaria en la que todos nos encontramos. Nos
hemos imaginado que somos una unidad de supervivencia y que tenemos que velar por nuestra propia supervivencia; e
imaginamos que la unidad de supervivencia es el individuo separado, o una especie separada, cuando en realidad, a lo largo
de la historia de la evolución, es el individuo más el ambiente, la especie más el ambiente, ya que son esencialmente
simbióticos.
El ser es una metáfora. Podemos decidir si lo limitamos a nuestra piel, a nuestra persona, a nuestra familia, a nuestra
institución o a nuestra especie. Podemos elegir sus fronteras en la realidad objetiva. Según la interpretación de los teóricos
de los sistemas, nuestra consciencia ilumina un pequeño arco en las corrientes y circuitos más amplios del saber que nos
interconectan. Es plausible imaginar que la mente coexiste con tales circuitos más amplios, con la entera ``estructura que
conecta,'' como dijo Bateson.
No crean que expandir la interpretación del ser de esta forma implica un eclipse de la propia singularidad. No crean que
perderán su identidad como una gota de agua en el mar que se funde en la unicidad universal del brahmán. Desde la
perspectiva de [la teoría de] los sistemas, esta interacción, al crear patrones y conjuntos más vastas, permite e incluso exige
la diversidad. Nos convertimos más en nosotros mismos. Integración y diferenciación van de la mano.
El tercer factor que está favoreciendo el desmantelamiento del ego-ser y la creación del eco-ser, es el resurgimiento de las
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espiritualidades no dualísticas. Como el cristianismo y el budismo. El budismo debilita las distinciones categóricas entre `ser'
y `otro' y desdice el concepto de una entidad continua y autopoiética. Luego, va más allá de la teoría de los sistemas al
demostrar la naturaleza perniciosa de todas las materializaciones del ser. Va aún más allá al ofrecer métodos para
trascender estas dificultades y curar este sufrimiento.
Esto lo señala Arne Naess, el filósofo noruego que acuñó el término ecología profunda. Esta gran visión de los sistemas nos
ayuda a reconocer nuestro arraigo en la naturaleza, vence nuestra alienación del resto de la creación y cambia la forma en
que podemos experimentar nuestro ser a través de un proceso de identificación que cada vez abarca más.
A esto Naess le llama proceso de autorrealización, una progresión ``donde, para realizarse, el ser se extiende cada vez más
allá del ego separado e incluye cada vez más al mundo fenoménico.'' Y dice:
En este proceso, quedan atrás nociones como altruismo y obligación moral. Estas se basan tácitamente en el término latino
``ego'' cuyo opuesto es ``alter.'' El altruismo implica que el ego sacrifica sus intereses a favor del otro, el alter. La motivación
es fundamentalmente la del deber. Se dice que deberíamos amar a los otros tanto como amamos a nuestro ser. Sin
embargo, existen muy pocas personas en toda la humanidad capaces de amar por mera obligación o por exhortación moral.
Desafordunatamente, la profusa moralización dentro del movimiento ambientalista ha dado al público la falsa impresión que
lo que se le pide es que hagan un sacrificio - mostrar mayor responsabilidad, mayor preocupación y mejores normas
morales. Pero todo ello fluiría fácilmente y con naturalidad si el ``ser'' se extendiera y profundizara de manera que la
protección a la naturaleza se sienta y perciba como protección a nosotros mismos.
Les hago notar que no se requiere virtud [moral] para que el verdear del ser o el ser ecológico se manifieste. El cambio de
identificación en este punto de nuestra historia es necesario precisamente porqué la exhortación moral no funciona, y porque
rara vez los sermones nos impiden seguir nuestro autointerés como nosotros lo concebimos.
La elección obvia, entonces, es la de expandir nuestras nociones de autointerés. Por ejemplo, no se me ocurriría pedirles a
ustedes: ``Oh, no te serruches la pierna. Ese sería una acto de violencia.'' No se me ocurriría porque la pierna es parte del
cuerpo. Bueno, también los árboles son parte de la cuenca amazónica. Son nuestros pulmones externos. Y hemos
comenzado a comprender que el mundo es nuestro cuerpo.
Este ser ecológico, al igual que cualquier noción de identidad, es una interpretación metafórica y dinámica. Implica una
elección; podemos hacer elecciones pueden para identificarnos en distintos momentos, con distintas dimensiones o aspectos
de nuestra existencia sistémicamente interrelacionada - trátese de ballenas cazadas, o de humanos sin hogar o del planeta
mismo. Al hacerlo, el ser ampliado involucra mayores recursos - valor, resistencia, ingenio - como una célula nerviosa en un
sistema neural que se abre a la carga de las demás neuronas.
Existe la consciencia que aquellos mismos seres en cuyo nombre actuamos viven en nosotros y nos sustentan. Esto se
acerca mucho al concepto religioso de la gracia. En el lenguaje de [la teoría de] los sistemas, la llamamos sinergia. Con esta
extensión, este verdear del ser, encontramos un sentido de optimismo y resistencia que es resultado de dejar que las fuerzas
y los recursos que vienen a nosotros con continua sorpresa y un sentido de bendición, fluyan en nuestro interior.
Sabemos que no estamos limitados por lo fortuito de nuestro nacimiento o del instante del mismo, y reconocemos la verdad
de que siempre hemos estado aquí. Podemos volver a vivir el tiempo y nuestra historia como especie. Estuvimos presentes
en la explosión inicial y en las lluvias que inundaron este planeta aún fundido y en los mares primigenios. Recordamos todo
eso en el vientre de nuestra madre, en donde llevamos vestigios de branquias y cola y aletas por manos. Todo ello lo
recordamos. Esa información está en nosotros y existe un profundo, profundo parentesco en nosotros, bajo de los estratos
externos de nuestra neocorteza o de lo que aprendimos en la escuela. Hay una sabiduría profunda, un enlace con nuestra
creación y un ingenio que van mucho más allá de lo que creemos poseer. Y cuando expandamos nuestras nociones de lo
que somos para incluir esta historia, tendremos un futuro maravilloso y sobreviviremos.
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