Mi Camino (de Santiago) Astorga-El Acebo De Astorga se sale por zona urbana hasta más allá del paso elevado de la A-6 para, tras cruzarla, tomar un camino de tierra que lleva al peregrino hasta Murias de Rechivaldo. Aquí algunos aprovechan para hacer el primer descanso. cualquier tipo de carretera evitando así el peligro que conlleva circular por los arcenes. El peregrino, fiel a su costumbre, ha aprovechado al máximo las horas de sueño; ha tomado el imprescindible café mañanero en el único bar que ha encontrado abierto y con el cuerpo entonado comienza la andadura con las primeras luces del día. Ha dormido bien porque, al margen de algún ronquido que no podía faltar, los que allí pernoctaron, todos gente de edad madura, han sido silenciosos al acostarse y al levantarse. Auténticos peregrinos. Así da gusto. Es la primera vez, en todo el Camino, que el peregrino comienza a caminar sin haber fijado de antemano el lugar al que espera llegar; el estado físico y la climatología serán quienes determinen el lugar en el que finalizará la andadura del día. Caminar por un sendero de tierra siempre se agradece, máxime si a ello se une poder abandonar En apenas una hora, dejando Castrillo a la derecha, se llega a Santa Catalina de Somoza por un sendero con buen piso y en pendiente suave. Una breve parada para escuchar, en boca de la propietaria, las excelencias del nuevo albergue que hace apenas unos días se ha inaugurado. Más adelante se enterará que tales bondades no son tantas como las pregonadas por la dueña pero ya se sabe que sin publicidad los negocios no funcionan. Del pueblo se sale por asfalto para, en seguida, volver al andadero llevando la carretera por la izquierda. En apenas una hora se llega a El Ganso; breve parada en el mesón Cow-Boy atendido por otro de los personajes del Camino: un ciudadano que se cree protagonista del far west americano. Siguiendo en parte por el andadero y en parte por la carretera llegará el peregrino a Rabanal después de afrontar, pasado el cruce de la carretera al pueblo viejo, casi dos kilómetros de subida bastante fuerte por medio de una zona boscosa con el suelo lleno de raíces lo que obliga a caminar con cuidado para evitar una caída. El fresco de la mañana hace tiempo que ha dejado paso al sol que luce en todo su esplendor haciendo aún más dura la pendiente. Para muchos peregrinos Rabanal es final de etapa; hay varios albergues y casas rurales. En los bancos situados delante de la tienda de comestibles hace el peregrino una nueva parada; esta vez para tomar alimento y refrescarse antes de seguir hacia Foncebadón. Para entrar en El Bierzo el peregrino tiene que cruzar los Montes de León y si aún no se ha dado cuenta de ello la fuerte subida a Foncebadón se lo pondrá de manifiesto. Sin dejar el andadero llega el peregrino a Foncebadón, un pueblo abandonado que ha visto establecerse en el mismo varios servicios para los pe- regrinos: albergues y establecimientos de hostelería. Recientemente se ha habilitado una parte de la vieja iglesia como albergue, el Domus Dei, en el que el peregrino se toma un merecido descanso para recuperar fuerzas después de la subida hasta allí. El albergue está muy bien equipado y atendido y el peregrino es invitado por la hospitalera, italiana en ese momento, a quedarse pero se encuentra bien físicamente y decide seguir adelante. Desde aquí la subida es más suave para llegar a la Cruz de Hierro y depositar una piedra como manda la tradición aunque lo que ésta no manda es poner papelitos pegados en el poste que la soporta para dejar el mensaje que se le ocurra a cada uno ó la banderita de su lugar de origen. En la zona de descanso se para un rato para observar a los peregrinos, pocos, que van pasando y su actitud ante la Cruz. Unos lanzan la piedra, otros 2 ponen su papelito y alguno trepa para dejarlo cuanto más alto mejor. Sin comentarios. Comienza una suave bajada por un sendero cercano a la carretera hasta llegar a Manjarín un lugar tan pintoresco como el personaje que lo ocupa, un tal Tomás, que se considera el último templario y gestiona un albergue que el peregrino considera sólo apto para quienes quieran vivir emociones fuertes. Hay un albergue municipal pero que está cerrado en esas fechas por lo que ha de buscar acomodo en el gestionado por el mesón El Acebo (4€) con unas instalaciones y unas atenciones al peregrino manifiestamente mejorables. Aunque en algunas Guías figura como final de la subida la Cruz de Hierro el punto más alto, sin embargo, está próximo a las instalaciones militares por lo que desde Manjarín aún queda un tramo de subida que, a estas alturas del día, al peregrino se le hace más dura que la subida a Foncebadón. Algo más adelante la visión del penacho de vapor de las torres de refrigeración de la central térmica Compostilla indican al caminante el final de la subida y la entrada en la comarca del Bierzo. La bajada es fuerte por un sendero con mal piso desde el que se observa la carretera por la que los biciperegrinos se toman un respiro después de tanta subida y bajan, algunos, casi a tumba abierta. La antigua casa rectoral se está acondicionando para, en un futuro próximo, disponer de un nuevo albergue. Sea bienvenido. Casi cuatro kilómetros de bajada para llegar a El Acebo, la primera población del Bierzo, en la que el peregrino ha decidido pernoctar; la subida ha sido dura pero la bajada no le va a la zaga y si no que se lo pregunten a las rodillas del peregrino. Incluso bajando se hacen necesarias las paradas Han sido más de nueve horas de caminata y la tarde empieza a caer cuando el peregrino ha concluído con las diarias labores de aseo y colada. En la pequeña tienda, situada en una placita al final del pueblo, aprovecha para aprovisionarse de lo necesario para el día siguiente y charlar un rato con la gente del pueblo allí reunida. Más tarde con otros peregrinos se forma la tertulia delante de la vieja iglesia cambiando impresio- 3 nes sobre los pronósticos meteorológicos, el cansancio muscular ó el tamaño de las ampollas de cada uno. El Acebo es la primera población por la que pasa el peregrino al entrar en el Bierzo; los únicos servicios que ofrece son dos albergues con pocas plazas, un bar y una tienda de comestibles. Como ocurre en muchas poblaciones del Camino es más amable la gente de la calle que la de los establecimientos y el personal del bar no iba a ser una excepción. A esta altitud los atardeceres son frescos así que no queda más remedio que trasladar la tertulia al bar y aprovechar para reponer fuerzas. En seguida a dormir que la jornada ha sido dura y el cuerpo pide descanso. Siempre hay alguien que madruga más y que se va a la cama antes: cuando el peregrino se acuesta los ronquidos, femeninos y franceses por más señas, ya están presentes. Nadie está libre, por activa ó por pasiva, de estas cosas. 4