Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas Una educación sentimental: la educación en valores (Publicado en la Revista “ALFA”, año VI, nº 11, pp 149-165) Presentación Gallegos Huertas Dra. en Filosofía IES. Nuevas Poblaciones La Carlota (Córdoba) 1 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas 1.- LOS VALORES Nos encontramos a principios de un milenio –me vais a permitir este lugar común, que no por común es menos sugerente-. Sin duda vivimos una etapa (más o menos larga) de grandes cambios en lo que hasta ahora hemos considerado como valores de nuestra sociedad, de nuestra cultura occidental; una etapa en la que aún no sabemos si se va a producir una mejora o un empeoramiento de la vida. Atravesamos sin duda una época de crisis. Los valores tradicionales cambian, e incluso, a veces, nos parece detectar escasez, carestía de valores. Por esta razón hablamos muchas veces de crisis de valores, y nos preguntamos también si es posible –o incluso si merece la pena- educar hoy en valores a las nuevas generaciones, y -en caso de respuesta afirmativa- cómo acometer tamaña empresa . Claro que quizá, y previamente a la reflexión sobre estas cuestiones, creo que sería muy conveniente ponernos de acuerdo acerca de lo que entendemos por "valor". Para ello, y antes de acudir a la Filosofía, vamos a solicitar la ayuda de nuestro Diccionario de la Lengua Española (en su edición de 1992) en el que se recogen hasta 13 acepciones distintas para tal término. Veamos -sólo como muestra- las dos siguientes: la nº 1: Valor, "Grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer necesidades o proporcionar bienestar o deleite"; la nº 10: Valor, "Cualidad que poseen algunas realidades, llamadas bienes, por lo cual son estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos, y jerarquía, en cuanto son superiores o inferiores". Según esto estimamos, deseamos, "valoramos" algo porque lo consideramos bueno. El ser humano, a diferencia del animal, es capaz de elegir, de preferir. Y elige siempre en función de aquello que considera más o menos valioso, más o menos bueno (o más o menos malo). Para Max Scheler los valores son algo peculiar, no idéntico a las cosas, ni al simple ser natural de los bienes, ni a los actos psíquicos. El valor es un carácter, una cualidad de las cosas que consiste en que éstas sean más o menos estimadas por las personas o los grupos, y son estimadas porque satisfacen para un fin. Los valores son <<cualidades>> de un orden especial, que descansan en sí mismas, que se justifican por sí mismas, simplemente por su contenido. Basta dirigir a ellas la mirada 2 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas para ver al punto lo que son. El que es ciego para el valor no las ve, pero en su ceguera está su anormalidad1. Nos encontramos así con que tras la palabra "valor" podemos considerar tres polos: a) tenemos una persona que valora; b) tenemos un bien que busca tal persona; c) tenemos una cosa valorada por esta persona en función del bien buscado por ella. La “cosa” que consideramos valiosa nos sitúa en el mundo de realidades humanas, por cuanto sólo desde el ser humano cobran un sentido. “Cosa” sería todo aquello conocido como externo o interno a la persona, todo aquello sentido o deseado por la persona, toda acción decidida o realizada por la persona, la cosa valiosa podría ser así tanto un objeto material, como una acción, una actitud o un sentimiento humano. La consideramos valiosa en función de un bien. Los valores radican así en las cosas, evidentemente; son cualidades de las mismas, pero no se identifican con ellas; sólo son tales valores en función del bien buscado en esas cosas por la persona que valora. No se pueden definir sin relación al valorante. No habría valor si no fuera con relación al ser humano que valora. El valor es real, sí, pero carece de sentido si lo consideramos independientemente de la persona que valora. Las ciencias y la tecnología nos ofrecen un nivel de realidad, pero no es éste el único tipo de realidad en el mundo humano. Tecnológica y científicamente la humanidad progresa, pero no es sólo la ciencia y la tecnología lo que nos va a hacer crecer en humanismo. La humanidad no se desarrollaría en plenitud si su mundo de valores se limitase a esta única dimensión2. Los valores se captan mediante una intuición de los mismos, intuición que Max Scheler denomina <<sentimiento de valor>> (Wertfühlen). Y aunque usemos la expresión <<sentimiento>>, estamos muy lejos de un estado subjetivo que la psicología pueda calificar como placer o displacer. 1 Cabría preguntarse a esta sazón si en nuestra sociedad actual no se procura, de un modo más o menos consciente, que todos seamos “ciegos” ¿Acaso no se tiende a fomentar, frente a valores sólidos y firmes y so capa de tolerancia mal entendida, unos valores “prêt à porter” que pueden ser instrumentalizados por el consumo? Pregunta interesante, mas no es ésta la cuestión que nos ocupa en este artículo. 2 Decía Gustavo Adolfo Bécquer: “(...) / podrá no haber poetas, pero siempre / habrá poesía / (...) / mientras la humanidad siempre avanzando / no sepa dó camina, / mientras haya un misterio para el hombre, / ¡habrá poesía!” (Rimas IV). O como decía el zorro, amigo del Principito: “On ne voit bien qu’avec le coeur. L’essentiel est invisible pour les yeux” (A. de Saint Exupéry, Le petit Prince, chapitre XXI) 3 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas Las cosas, cualesquiera que sean, las conocemos mediante el entendimiento, los valores los captamos mediante una capacidad de sentimiento para lo valioso3. En el valor se da un <<exceso de objeto>> que sólo podemos captar mediante nuestra capacidad de <<sentimiento para lo valioso>>. Quien carezca de tal capacidad o no la tenga suficientemente desarrollada no podrá captarlo. Es ciego para el valor. El valor está ahí, pero la persona no se adhiere a él, no opta por él. Tal opción no es puramente lógica y racional pues en ella interviene, además del entendimiento, todo el mundo afectivo interior. Es el sentimiento el que mueve a la persona, sin que por esto su decisión pueda ser calificada de irracional o meramente subjetiva; es una opción razonable, aunque su justificación última es imposible sólo por la mera razón. Dice Pascal que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”4. Y todos tenemos la experiencia de que las grandes opciones personales, las que mueven de verdad nuestra voluntad, son aquellas en las que estamos implicados del todo, con nuestra mente, con nuestro corazón, y todo nuestro ser. Ningún discurso racional por sí sólo nos hará jamás mover un solo dedo mientras nuestro corazón no se adhiera también a lo que nuestro entendimiento haya visto antes con toda claridad como importante y necesario. Nuestras motivaciones más hondas no provienen de aquello que sabemos intelectualmente, sino de aquello que, además de saberlo, lo queremos desde lo más profundo de nuestro ser, de aquello que "realmente" consideramos valioso. Ambas cosas debieran ir siempre unidas, pero en caso de discordia es el corazón quien manda; todos tenemos experiencia de ello5. El valor es real, sí, es una cualidad de las cosas, aunque distinta de ellas, pero no podemos hablar de un <<valor objetivo>>, diríamos más bien que hay que hablar de un "valor subjetivo", pero no porque dependa de las particularidades empíricas de un sujeto dado; es "subjetivo" por cuanto sólo existe en relación con los sujetos. Deberíamos, por tanto, hablar más bien de <<valor valorado>>. El valor sólo se hace válido cuando es valorado por un ser-personal capaz de tal valoración; y si 3 Para Max Scheler, las cosas sensibles son percibidas, los conceptos son pensados, los valores son sentidos. 4 Y Pascal añade que "es menester que la razón se apoye sobre estos conocimientos del corazón y del instinto, y que fundamente en ellos todo su discurso” (Blas Pascal, tomado de José Antonio Marina., El laberinto sentimental , Barcelona, Anagrama, 1996, p. 7 5 Más adelante volveremos a hablar de esta relación entre la “razón” y el “corazón”. Por ahora sólo la mencionamos. 4 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas intentáramos objetivarlo para dotarlo de "mayor" realidad lo despojaríamos del <<exceso de objeto>>6 (en lo que propiamente está el valor). No existe el valor por sí mismo, sino con referencia a una cosa concreta y en cuanto es valorado por una persona. Sin embargo, es tan real como las cosas en las que se expresa. Y, precisamente porque el valor sólo cobra sentido en su relación al valorante, los valores no se crean ni se inventan, tal y como pretendía Nieztsche, sino que se van descubriendo poco a poco, dependen del tiempo, del lugar, del tipo de sociedad. Alois Riehl escribe: "Los valores no se inventan, ni se acuñan de nuevo, mediante la transmutación de valores, son simplemente descubiertos, y lo mismo que las estrellas en el cielo, también ellos van apareciendo, con el progreso de la cultura, en el ámbito visual del hombre. No son valores antiguos; no son valores nuevos; son valores."7. Los valores no se dan en solitario, no captamos "un valor”. Se captan y se vivencian bipolar y jerarquizadamente. Cada valor nos muestra al mismo tiempo un antivalor y se nos muestra siempre junto a otros valores, según una estructura jerarquizada desde un valor supremo que relativiza todos los demás (los hace relativos a él y los dota de sentido). En cada persona o grupo se da una escala de valores y es este hecho el que hace diferentes a unas personas de otras, a unos grupos de otros. Es esta jerarquía la que explica y dinamiza las conductas personales y grupales. Las colectividades hacen su opción por una escala o jerarquía de valores. Las mayorías son las que siguen de ordinario la escala establecida, pero pueden darse minorías que opten libremente por otros valores, ya sea en un sector particular de la vida humana o en varios a la vez; o bien que se opongan radicalmente a la escala de valores establecida y busquen otra nueva jerarquización, dando lugar así a un cambio axiológico en el grupo al que pertenecen. Esto supone un pluralismo axiológico en la sociedad. La pluralidad viene dada no sólo por las opciones personales, sino también por las exigencias del contexto social Es el ser humano, en cuanto humano, el que, al descubrirlo, constituye el mundo de los valores; el valor sólo se hace válido cuando es valorado por una persona que opta por él desde lo más profundo de su ser. Pero, al mismo tiempo, lo que hace "persona” a la persona es la vivencia de los valores. La persona es algo siempre actuante, un acto no sometido a la determinación causal (leyes naturales) ni 6 Ocurriría algo parecido a lo que sucede cuando queremos tocar nuestra imagen nítidamente reflejada en el agua de un estanque, al introducir nuestra mano deformamos el reflejo de nuestro rostro. 7 A. Riehlt, tomado de J. Hirschberger, Historia de la Filosofía, Herder, 1981, vol II, p. 401 5 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas por parte de la masa hereditaria (genes), ni del carácter (costumbre), ni del mundo circundante (sociedad); aprehende en libertad el mundo de lo valioso que configura así al ser humano en su máximo valor, justamente como persona. Por eso, casi podríamos decir (siempre que se interprete adecuadamente) que los seres humanos no "son" personas, sino que "se hacen" personas, y se hacen tales personas al hacer efectivos los valores8. La persona no es sin más un ser escondido detrás de sus actos, es la unidad de sus actos. Para E. Mounier "las personas sin los valores no existirían plenamente"9; si no hay valores vivenciados no hay persona. El problema es que tales valores es imposible vivenciarlos individualmente si previamente no se vivencian en común con otros seres humanos. Si el grupo al que pertenece el sujeto no vivencia determinados valores en común, no los puede comunicar a los diversos individuos y difícilmente estos seres podrán sentirse “personas”, experimentando así una crisis de identidad, provocada, no tanto por la ausencia de una ideología compartida conceptualmente, cuanto por la falta de experiencias profundas de valores compartida por tal grupo10. Justamente esta comunicación de valores, esta vivencia común de valores es lo que se realiza en todo proceso educativo. La educación es esto: una transmisión de valores, un proceso de humanización, proceso que repite en muy pocos años la increíble hazaña que la humanidad tardó muchos milenios en conseguir. Y todos palpamos, a veces con impotencia, a veces también con frustración, la gran dificultad de esta tarea y nos preguntamos, con desesperanza no exenta de la ilusión por empezar de nuevo cada día: ¿Por qué es tan difícil educar? 2.- LA EDUCACIÓN DEL SER HUMANO, UNA EDUCACIÓN SENTIMENTAL Sobre estas palabras se ha ido tejiendo lo que sigue, desde el convencimiento de que todos cuantos estas líneas lean compartimos de un modo u otro la pasión de una vocación educadora, y de 8 Los seres humanos “son” personas en cuanto “se hacen” personas, en cuanto que “viven” como personas, porque “vivir” humanamente es inherente a elegir aquellos valores que se “detectan” y que se jerarquizan mediante un sistema de aprendizaje por contraste (F. de Saussure). 9 E. Mounier, El personalismo, Eudeba, Buenos Aires, 1974 10 p. 42 10 Algo de esto pueden estar sufriendo nuestras sociedades occidentales en los últimos años –de hecho ya se alzan voces que así lo denuncian-. 6 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas que también compartimos la perplejidad de nuestro tiempo ante esta insustituible y difícil, aunque bella, tarea educativa; porque quizá las primeras arenas movedizas con las que nos encontramos radican en la dificultad de saber qué somos los seres humanos en verdad, o mejor aún, qué queremos ser y cómo podemos llegar a serlo. La pregunta más importante, la más decisiva, la pregunta fundamental de la filosofía es la pregunta sobre el hombre: ¿Qué es el hombre? planteaba el gran filósofo Kant y en esta pregunta resumía todo su pensamiento filosófico11 . "¿Qué es ...?" Esta pregunta encierra el empeño que caracteriza al ser humano, el empeño por conocer en profundidad, y dominar de forma estable, aquello que está más allá de lo inmediato. Cuando algunos griegos, ya desde el siglo VII a. de C., se preguntaron "qué son las cosas" buscaban lo que estaba más allá de las apariencias, buscaban "lo que permanece", buscaban la naturaleza de las cosas, su esencia. Ellos nos aportaron su respuesta ante la pregunta por el hombre. Y a algunos de sus planteamientos acudimos también hoy. Todos sabemos que cuando, tras varios siglos de reflexión filosófica en Grecia, Platón o Aristóteles nos hablan del ser humano nos ponen ante un prototipo, un ideal hacia el que debemos tender mediante un proceso educativo; la educabilidad del ser humano es clave para entender lo que "somos", es decir, lo que hemos de conseguir en cada persona, entendida ésta como una realidad posible, pero aún no realizada totalmente; más aún, entendida la persona como una realidad posible que puede llegar a frustrarse, a abortarse si no seguimos el "camino" adecuado. "Llega a ser ... el que eres" decía el aforismo griego. Platón o Aristóteles podrían haberlo suscrito. Mas lo curioso es caer en la cuenta de que en este planteamiento educativo consideramos al ser humano como algo que es ...¡ lo que todavía no es!, porque, no lo olvidemos, tal planteamiento nos lanza irremediablemente hacia adelante. El ser humano es perfectible, es educable, se le ve en realidad como un proyecto de futuro, algo que todavía no es real (¿acaso es irreal?), que ha de ir haciéndose realidad en la medida en que cada persona, al modo de un escultor de sí mismo, vaya haciendo resaltar 11 "El campo de la filosofía (.) puede reducirse a las siguientes preguntas: 1) ¿Qué puedo ("kann") saber? 2) ¿Qué debo ("soll") hacer? 3) ¿Qué puedo ("darf") esperar? 4) ¿Qué es el hombre? A la primera pregunta responde la Metafísica; a la segunda, la Moral; a la tercera, la religión, y a la cuarta, la Antropología. Pero, en el fondo, se podría considerar todo ello como perteneciente a la Antropología, pues las tres primeras preguntas se refieren a la última." (I. Kant, Lógica , Intr., III) 7 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas en sí los rasgos de ese "sueño", de ese proyecto –inédito aún e irrepetible-, que ella -o su educador por ella- ha soñado ser12. El problema de la educabilidad humana, que nos enfrenta necesariamente a la elaboración de un proyecto, no es, sin embargo, fácil de resolver (no lo fue para los grandes pensadores griegos, ni lo es para nosotros hoy); se complica bastante porque no puede existir un proyecto de futuro que no se enraíce en un presente concreto y localizado. Sólo podemos proyectar lo que algo "debe ser" a partir de lo que ese algo "es" aquí y ahora, en un lugar y en un momento determinado. Proyectar en el vacío es tan absurdo como querer construir un castillo en el aire. Nada más irreal que esto. Pero lo más curioso de todo es que, si en verdad queremos saber lo que algo "es" en este momento, lo que nosotros "somos", lo que alguien "es" en un momento determinado, nos encontramos con la sorpresa de que es ... ¡ lo que ya no es!. Es decir, cada uno de nosotros somos lo que hemos vivido, somos nuestra propia e intransferible historia. Y esa historia es ya pasado, un pasado que se guarda en nuestra memoria. Somos nuestro pasado. Lo que somos ahora sólo se explica desde nuestro pasado, y lo que seamos en el futuro sólo se podrá proyectar desde nuestro presente. Siendo fruto de un pasado, anhelamos la irrealidad de un futuro que depende fundamentalmente de nuestro presente. Difícil tarea la de tejer una vida humana desde esta urdimbre del tiempo13, cuando el instante que vivimos no es sino, como decía Nietzsche, el portón que comunica el pasado con el futuro14 . Todo proyecto supone un despegarse de la realidad que nos envuelve, y que a veces también nos aplasta, para transcenderla y superarla, pero sin prescindir jamás de ella. La Piedad de Miguel Angel surge solamente en y del mármol, pero es mucho más que el mármol, indudablemente lo 12 “(...) / caminante, no hay camino / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante, no hay camino, / sino estelas en la mar.” (A. Machado, Proverbios y Cantares XXIX) Toda vida, sí, es un camino, único, irrepetible y bastante incierto. Pero disiento del poeta en el verso final: nuestros caminos permanecen siempre, una vez recorridos; al menos permanecen en nosotros y permanecen asimismo en aquellos junto a los que hemos vivido (a veces incluso en las generaciones que nos sigan). 13 “ “Ayer se fue; mañana no ha llegado; / hoy se está yendo sin parar en un punto: / soy un fue, y un será, y un es cansado.” (F. de Quevedo, Poemas escogidos Soneto 2, Editorial Castalia, 1989) 14 "¡Mira ese portón, enano! ¡Enano!, seguí diciendo: tiene dos caras. Dos caminos convergen aquí: nadie los ha recorrido aún hasta su final. Esa larga calle hacia atrás: dura una eternidad. Y esa larga calle hacia adelante es otra eternidad. Se contraponen esos caminos: chocan derechamente de cabeza: y aquí, en este portón, es donde convergen. El nombre del portón está escrito arriba: ‘Instante’ ". (F. Nietzsche, Así habló Zaratustra , Madrid, Alianza, 1984 12, pp. 225-26) 8 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas ha superado y transcendido en belleza; la flauta tallada en el rama del árbol es mucho más que la madera de donde brota el sonido, pero nunca existiría como algo inmaterial; la armonía que gozamos en la Novena Sinfonía de Beethoven es mucho más que la mera sucesión de sonidos que escuchamos, pero sólo podremos percibirla como vibraciones del aire, nunca como manchas de color. El ser humano adulto es, de igual modo, mucho más que la mera masa biológica y que la mera sucesión de acontecimientos que ha vivido a lo largo de sus años; es algo más, bastante más que su herencia genética y temperamental (los psicólogos distinguen claramente entre temperamento y carácter, más adelante volveremos sobre esto). Transcendemos y superamos la realidad continuamente, pero ¿por qué lo hacemos? ¿hacia dónde vamos? La transcendemos y la superamos porque no nos satisface plenamente, "deseamos"15 cambiarla porque buscamos algo mejor. Ya lo dijo Aristóteles: "Todo conocimiento y toda elección tienden a algún bien"16 . ¿Y qué es el bien? También nos responde Aristóteles: "El bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden"17. Sobre cuál sea este bien (habla de nuevo Aristóteles) "todo el mundo está de acuerdo, pues tanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero sobre lo que es la felicidad discuten y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios"18 . Para Aristóteles vida buena y vida feliz se identifican. Lo que ya no es tan fácil de conocer y de clarificar es en qué consiste esta vida buena humana, o lo que es lo mismo, cuál sea la vida feliz propia y adecuada para el hombre, ya que para unos consiste en una vida llena de placeres, para otros en una vida llena de honores y gloria humana, y también hay quien piensa en una vida dedicada a la sabiduría19 (que no al mero saber enciclopédico). 15 Y tal deseo no es otro que el “amor”; entendiendo platónicamente por “amor” el sentimiento que embarga nuestro espíritu cuando comprende como bueno algo para su futuro y que nos dinamiza para conseguirlo al carecer de él. 16 Aristóteles, Ética a Nicómaco , Libro I, 1095 a 17 Ib. , o. c., Libro I, 1094 a 18 Ib. , o. c., Libro I, 1095 a 19 "No es sin razón que los hombres parecen entender el bien y la felicidad partiendo de los diversos géneros de vida. Así el vulgo y los más groseros los identifican con el placer, y, por eso, aman la vida voluptuosa -los principales modos de vida son, en efecto, tres: la que acabamos de decir (la voluptuosa), la política y, en tercer lugar, la contemplativa-. La generalidad de los hombres se muestran del todo serviles al preferir una vida de bestias, pero su actitud tiene algún fundamento porque muchos de los que están en puestos elevados comparten los gustos de Sardanápalo (Monarca asirio famoso por llevar una vida de placeres sensuales) En cambio, los mejor dotados y los activos creen que el bien son los honores, pues tal es ordinariamente el fin de la vida política. (...) El tercer modo de vida es el contemplativo, que examinaremos más adelante" (Ib. , o. c., Libro I, 1095 b û 1096 a) 9 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas A responder a esta pregunta sobre cuál sea la vida buena, la vida feliz propia del hombre dedicó nuestro filósofo uno de sus libros más importantes: la Ética a Nicómaco. Lo sintomático es que si hoy la planteásemos, si hoy volviéramos a hacer una encuesta para saber en qué consiste la felicidad, no nos encontraríamos en mejor situación que Aristóteles para contestar a tal pregunta. Incluso podría ser peor. Aristóteles nos habla de tres modos posibles de vida feliz, de vida buena 20, ¿cuántos encontraríamos hoy en nuestras pluriculturales sociedades? Y no parece que en este largo intervalo de tiempo hayamos cambiado mucho los seres humanos. También hoy lo cierto sigue siendo que todos tendemos hacia aquello que nos hace felices. En nuestra vida, en nuestras acciones, a todos nos mueve el hambre, el deseo de felicidad. En definitiva, a todos nos mueven nuestros sentimientos. En virtud de ellos, si son positivos, tendemos a conseguir aquello que nos los suscita con su promesa felicitante; y si son negativos, tendemos a esquivarlo y evitarlo, a huir si fuera preciso para no sufrir la infelicidad con que nos amenaza. Es decir, buscamos el placer y evitamos el dolor. Y en esta búsqueda nos sostienen y empujan nuestros sentimientos porque, y esto no lo podemos olvidar (nos avisa José Antonio Marina), "los sentimientos son experiencias cifradas"21 de todo cuanto hemos vivido, y en estas experiencias nos situamos afectiva y efectivamente para orientarnos en nuestro presente, en el que también los sentimientos nos proporcionan "el balance consciente de nuestra situación"22; los sentimientos son "el balance de la interacción entre nuestras necesidades y la realidad (...); todo acontecimiento que produzca en nosotros una resonancia afectiva es importante por alguna razón" 23, y en virtud de este balance actuamos de un modo determinado ya que estos sentimientos que así nos han embargado "son la interfaz consciente de nuestro pasado y nuestro futuro; son balance y estrategia"24 . 20 “Unos creen que (la felicidad) es alguna de las cosas tangibles y manifiestas como el placer, o la riqueza, o los honores; otros, otra cosa; muchas veces, incluso, una misma persona opina cosas distintas: si está enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; los que tienen conciencia de su ignorancia admiran a los que dicen algo grande y que está por encima de ellos. Pero algunos creen que, aparte de esta multitud de bienes, existe otro bien en sí y que es la causa de que todos aquellos sean bienes”. (Ib., o.c., Libro I 1095 a) Tal bien no es otro que “una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera. Porque una golondrina no hace verano, ni un solo día ni un instante bastan al hombre para hacer al hombre venturoso y feliz”. (Ib., o. c., Libro I, 1098 a) De lo que concluye que “la felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud perfecta”. (Ib., o. c., Libro I, 1102 a) 21 José Antonio Marina, El laberinto sentimental, Barcelona, Anagrama, 1996, p. 31 22 Ib., o.c. , p. 27 23 Ib., o.c. , p. 81 24 Ib., o.c. , p. 92 10 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas El problema con el que nos enfrentamos es el siguiente: si el ser humano sólo buscara la satisfacción más inmediata de felicidad, todavía seguiríamos corriendo por las llanuras tras los animales de caza, al igual que lo hicieron nuestros antepasados de hace más de un millón de años. No hay mayor placer inmediato que saciar el hambre o la sed. Los animales viven y responden así a los estímulos que les rodean. Triste vida sería ésta la nuestra, pero fue la primera que conocieron nuestros ancestros. Si no hubiésemos contenido en algún momento de la existencia humana ese impulso instintivo que nos lanzaba hacia el estímulo, si no hubiésemos sido capaces de frenar nuestro instinto para así planear y proyectar otros posibles modos de vida, hoy no habría ningún lector que leyera este artículo; ni yo misma lo habría escrito; ni -es más- habría nada sobre lo que escribir. Porque quizá, y esto sería lo más probable, el ser humano ya habría desaparecido hace bastante tiempo de la faz de la tierra, puesto que nada en su dotación biológica le tiene capacitado para una supervivencia tan larga en la dura competencia animal por la vida. Para Arnold Gehlen el hombre es ‘un ser carencial’, y su supervivencia no puede explicarse del mismo modo que se explica la de cualquier otra especie animal sobre la tierra 25 ya que "como consecuencia de su primitivismo orgánico y su carencia de medios, el hombre es incapaz de vivir en cualquier esfera de la naturaleza realmente natural y original. Por tanto ha de superar el mismo la deficiencia de los medios orgánicos que se le han negado y esto acontece cuando transforma el mundo con su actividad en algo que sirve a la vida (...) La esencia de la naturaleza transformada por él en algo útil para la vida se llama cultura, y el mundo cultural es el mundo humano (...) La cultura es la 25 "¿En qué radica la originalidad biológica del fenómeno humano? Fundamentalmente en el hecho de que (...) el hombre es ‘un ser carencial’. Confrontado con el resto de los mamíferos superiores, el ser humano se caracteriza morfológica y anatómicamente por toda una serie de carencias: carencia de adaptación, de especialización, de continuidad evolutiva; carencia, sobre todo, de auténticos instintos (y esa es una laguna especialmente grave ‘mortalmente peligrosa’). Dentro, pues, de su situación y condiciones naturales, el hombre parecería un ser biológicamente no viable, al no contar con ninguno de los resortes vitales que facilitan la supervivencia del animal. ‘Desesperadamente inadaptado’, de una mediocridad biológica ‘única en su género’, es un milagro que no se haya extinguido. Un abordaje biológicamente solvente del hecho-hombre ha de plantearse justamente eso; tiene que comenzar preguntándose cómo un ser tan espectacularmente mal dotado por la naturaleza ha podido, no sólo sobrevivir, sino imponer su hegemonía al resto de los seres. Algo ha de haber, en su propia estructura biológica, que supla con creces tan clamorosos déficits y le permita mantenerse a flote. Así pues, un examen biológico del hombre no consiste en comparar su physis con la del chimpancé, sino en responder a esta pregunta: cómo puede vivir este ser que por esencia no es comparable a ningún otro animal?" (A. Gehlen, El hombre. Su naturaleza y situación en el mundo , Sígueme, 1980, pp. 37 a 40, tomado de Juan Luis Ruiz de la Peña, Las nuevas Antropologías , Santander, Sal Terræ, 1983, p. 108) 11 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas ‘segunda naturaleza’ humana: esto quiere decir que es la naturaleza humana, elaborada por él mismo y la única en la que puede vivir"26. José Antonio Marina, por su parte, considera que "la capacidad de aplazar la gratificación es el fundamento del desarrollo de la inteligencia y del comportamiento libre"27 . Esto significa que hemos sobrevivido como especie, no por nuestra pobre dotación natural, sino porque hemos logrado tomar distancia de lo bueno que se nos ofrecía como promesa inmediata de satisfacción placentera, porque hemos logrado contener nuestro impulso, porque hemos logrado "ver" en lo concreto posibilidades invisibles, y las hemos deseado con mayor fuerza28; las hemos “sentido” desde lejos como felicitantes y con ellas hemos soñado proyectos de nuevas realidades que pudieran satisfacernos con más plenitud, que respondieran más adecuadamente a aquello que habíamos soñado como vida humana buena, digna, feliz; y, además, hemos hecho reales tales posibilidades poniendo en ello todo nuestro empeño, por encima de cualquier dificultad con la que debiéramos enfrentarnos y postergando otras posibilidades de felicidad inmediata que hemos considerado “menos valiosas”. Afortunadamente para el hombre, el problema para él radica en que no busca sólo lo bueno, lo que aquí y ahora le hace inmediatamente feliz, el ser humano busca lo mejor, lo que le ha de hacer más feliz, aunque para ello tenga que contener momentáneamente su impulso deseante, reconducirlo, y esperar, proyectar y luchar para conseguir aquello que desea, aquello que en su interior ha soñado como lo mejor. Es decir, y aquí radica el drama, el ser humano ha de elegir y construir su propia felicidad; su felicidad no se le da hecha de un modo natural; ha de elegirla y construirla personalmente. Y en tal elección y construcción entra en función esa extraña capacidad de soñar, de proyectar, de transformar y transformarse que tiene el hombre: entra en función esa extraña capacidad que le hace elevarse por encima de lo inmediato sensible, de lo real que le rodea para proyectar una irrealidad aún no existente, aún no sensible, esa extraña capacidad que le posibilita transformar todo cuanto toca, transfigurarlo, transformándose y transfigurándose a la par él mismo. Inteligencia la 26 Ib., tomado de A. Linde y otros 27 José Antonio Marina, o.c. , p. 48 28 Para no pasar hambre trocamos la caza y la recolección de vegetales por la ganadería y la agricultura; para no pasar frío, las cuevas por casas; para protegernos como especie, de los grupos y tribus hemos pasado a las ciudades y Estados modernos. ¡Y podríamos poner tantos ejemplos ...! Filosofía 1, Ed. Mac Grauw Hill, 12 1998, p. 30 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas llaman unos, razón la llaman otros. "El hombre, dice Pascal, es una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante"29 . Henos aquí, pues, de bruces en una encrucijada ante la que toda la historia de la filosofía (de la humanidad, por tanto) se ha encontrado: buscamos lo bueno, lo que nos hace felices, y esto es fruto de una elección sensible (sentimental prefiero llamarla); pero necesitamos elegir lo mejor, lo que nos puede hacer más felices, y esto es fruto de una elección pensada. Aparentemente estamos ante un dilema: razón frente a sentimiento; la cabeza frente al corazón; el sentimiento, la pasión, lo irracional, la desmesura, como opuesto al pensamiento lógico, a lo racional, a la mesura y al orden; ¿cuál elegir entonces como guía de nuestra vida? o, lo que es aún más complicado, ¿cuál elegir como guía en la vida del ser humano, de todo ser humano? Aunque quizá tal dilema sólo existe en nuestra imaginación, que dualiza al ser humano y lo sacrifica necesariamente, amputándole sin necesidad una parte de sí mismo. O somos "cabeza" o somos "corazón": falso dilema y dramática opción si ésta se realiza30. Indudablemente, si así nos mutilamos a nosotros mismos, el corazón será el indiscutible ganador, lo queramos o no lo queramos. Hume tenía razón cuando escribía que "la razón no puede ser nunca motivo de una acción de la voluntad; (...) la razón no puede oponerse nunca a la pasión en lo concerniente a la dirección de la voluntad. (...) Dado que la sola razón no puede nunca producir una acción o dar origen a la volición, deduzco que esta misma facultad es tan incapaz de impedir la volición como de disputarle la preferencia a una pasión o emoción. (...) La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas" 31 No, no está Hume equivocado, aunque a nuestros racionalistas oídos suene un poco duro. Ya lo había dicho 29 "El hombre, dice Pascal, es una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastarla: un vapor, una gota de agua basta para matarla. Pero, aunque el universo entero lo aplaste, el hombre sería todavía más noble que lo que lo mata, puesto que sabe que muere y el poder que el universo tiene sobre él; el universo, en cambio, no lo sabe. Toda nuestra dignidad consiste, por tanto, en el pensamiento. Es eso lo que nos debe importar, y no el espacio o el tiempo, que nunca podremos llenar. Afanémonos, por tanto, en pensar bien, éste es el principio de la moral" (B. Pascal, Pensamientos , Ed. Brunschvicg, 347 tomado de César Tejedor Campomanes, Introducción a la Filosofía , Madrid, Ed. S.M. , 1993, p. 10) 30 El “corazón” ordena la satisfacción de nuestros deseos inmediatos, la “cabeza” estima la conveniencia que tiene para el futuro la satisfacción de nuestro deseo. Y no siempre “van” juntos. ¿Cómo armonizar las dos tendencias, como lograr el “equilibrio armónico” que no rompa a ninguna? Los versos del siguiente poema nos ponen sobre aviso: “Me dijeron a mí un día / que verdad no hay más que una, / pero eso era mentira. / Pues la verdad, si se “sabe”, / también hemos de “sentirla”, / ya que en mil colores arde / cuando el corazón la mira. / ¡Cuidado con la razón, / que confunde nuestra vida / si ella borra el corazón!” (P. Gallegos Huertas, Poema inédito) 31 David Hume, Tratado de la naturaleza humana , Vol II, Parte III, Sección III 13 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas mucho antes que él S. Agustín: "Mi amor es mi peso, él me lleva doquiera soy llevado" 32. Y Blas Pascal también nos dijo –lo indicábamos páginas arriba- que "el corazón tiene razones que la razón no comprende", añadiendo que "es menester que la razón se apoye sobre estos conocimientos del corazón y del instinto, y que fundamente en ellos todo su discurso"33 . ¿Cómo podríamos nosotros ser capaces de superar la más mínima dificultad en nuestra búsqueda de lo mejor, aceptando un dolor presente que nos aparta de la satisfacción placentera, si en esta búsqueda de lo mejor no nos sostuviera ese "sueño" que hemos "entre-visto" más allá de lo sensible y que se nos ofrece como promesa de felicidad futura? Para Einstein "los sentimientos son la fuerza fundamental de toda creación humana, por sublime que tal creación parezca a nuestros ojos" 34 ; y Daniel Goleman (autor del best-seller mundial "La inteligencia emocional") escribe que, "cuando los sociólogos buscan una explicación al relevante papel que la evolución ha asignado a las emociones en el psiquismo humano, no dudan en destacar la preponderancia del corazón sobre la cabeza en los momentos cruciales. Son las emociones (...) las que nos permiten afrontar situaciones demasiado difíciles -el riesgo, las pérdidas irreparables, la persistencia en el logro de un objetivo a pesar de las frustraciones, la relación de pareja, la creación de una familia, etc.- como para ser resueltas exclusivamente con el intelecto (...) Cualquier concepción de la naturaleza humana que soslaye el poder de las emociones pecará de una lamentable miopía" 35. No, no podemos servir a dos señores, y hacia aquello que amemos nos dirigiremos inexorablemente. ¿Inexorablemente? ¿No tenemos nosotros algo que decir en este proceso? Porque, si es así que buscamos, que deseamos, no sólo lo bueno, sino lo mejor, ¿cómo podríamos soñar algo mejor si nuestra inteligencia no nos elevase por encima de lo meramente sensible que se nos ofrece en un instante dado? ¿cómo podríamos soñar en nuevas posibilidades, proyectar y transformar cuanto 32 33 34 35 "Nuestro descanso es nuestro lugar. El amor nos levanta allí (…) El cuerpo, por su peso, tiende a su lugar. El peso no sólo impulsa hacia abajo. Cada uno es movido por su peso y tiende a su lugar (…) las cosas menos ordenadas se hallan inquietas: ordénanse y descansan. Mi peso es mi amor, él me lleva doquiera soy llevado. Tu don nos enciende y por él somos llevados hacia arriba: nos enardecemos y caminamos ...." (S. Agustín, Confesiones , XIII, 9, 10 tomado de César Tejedor Campomanes, Historia de la Filosofía en su marco cultural, Madrid, S.M. 1993 p. 117) Blas Pascal, Albert Einstein, 1.081, p. 106 tomado de tomado de José Antonio Marina, o.c., p. 76) Antonio Gala, "Los sentimientos", en EL PAÍS SEMANAL , Daniel Goleman, La inteligencia emocional , Barcelona, Kairós, 19964 , pp. 22-23 14 (15-Junio-1997) nº Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas tocamos, si nuestra inteligencia no nos ayudara a contener nuestro deseo inmediato, a desear lo que todavía no sentimos, y a transcender más allá de nosotros mismos, seduciéndonos así desde lejos?36 Somos, como bien pensaba Aristóteles, un deseo inteligente o una inteligencia deseante 37 . Y es esta dimensión inteligente del deseo la que posibilita la educabilidad humana, la que hace creer a Platón que es posible sacar al prisionero del fondo de la caverna en donde está encadenado, que es posible sacarlo, que tenemos la obligación y el deber de sacarlo, y que hay que hacerlo la mayoría de las veces contra su propia voluntad, pues el prisionero sólo está acostumbrado a la penumbra de las profundidades y, en su escondido agujero, sólo conoce las sombras de la luminosa y espléndida realidad que le espera fuera. La oscuridad es su vida buena y el prisionero no conoce otra vida mejor. Por eso, una vez fuera, cuando se encuentre inundado y bañado de luz, hay que enseñarle a mirar en la dirección adecuada, hasta que llegue a conocer la fuente de toda luz, el sol esplendente que brilla en el cielo y baña en su luz todas las cosas haciéndolas visibles al ojo humano, que ya poseía en sí esta capacidad, pero no la usaba adecuadamente38. Para Platón el conocimiento del bien era necesario para conducir al hombre a la vida buena propia del ser humano39. Aristóteles, por su parte, añade: no basta conocer cuál sea este bien, hay que ejercitarse diaria y continuamente en su práctica40, puesto que no resulta fácil encauzar nuestros sentimientos, no es fácil adquirir un modo de ser, un carácter en el que resulte habitual el 36 "La inteligencia humana prolonga los deseos con los proyectos, que nos permiten dirigir la acción y seducirnos desde lejos" (José Antonio Marina, o.c., p. 112) Y también decía el poeta: "(...) mientras el corazón y la cabeza / batallando prosigan, / mientras haya esperanzas y recuerdos, / ¡habrá poesía!" (G. A. Bécquer , Rimas, IV) 37 "La elección es o inteligencia deseosa o deseo inteligente y tal principio es el hombre" (Aristóteles, o. c., Libro VI, 1139 b) 38 Cf. Platón, República , Libro VII, 514 a - 520 a 39 Platón describe la educación como "el arte de volver este órgano del alma (la razón) del modo más fácil y eficaz en que puede ser vuelto, mas no como si se le infundiera la vista, puesto que ya la posee, sino, en caso de que se lo haya girado incorrectamente y no mire donde debe, posibilitando la corrección" (Platón, o. c., Libro VII, 518 d) 40 "Lo que hay que hacer después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo. Así nos hacemos constructores construyendo casas, y citaristas tocando la cítara. De un modo semejante, practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación, moderados, y practicando la fortaleza, fuertes" (Aristóteles, o. c., Libro II, 1103 a) 15 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas control y dominio de nuestras pasiones41, de tal modo que no nos dejemos arrebatar y arrastrar por ellas en nuestra conducta, pero que tampoco nos paralicen o detengan cuando debamos actuar. Tal modo de ser, adquirido a fuerza de ejercicio, es la virtud, de la que afirma: "es, por tanto, la virtud un modo de ser selectivo, siendo un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo que decidiría el hombre prudente"42. Este equilibrio, este carácter -cincelado lenta, trabajosa y hábilmente a lo largo de toda una vida en el temperamento heredado- cada persona ha de adquirirlo según su peculiaridad, y según la circunstancia concreta en la que vive. Por eso Aristóteles muy sabiamente dice que "no es fácil especificar cómo, con quiénes, por qué motivos y por cuánto tiempo debe uno irritarse; pues nosotros mismos unas veces alabamos a los que se quedan cortos y decimos que son apacibles, y otras a los que se irritan y les llamamos viriles" 43; y también añade que "se cometen errores al temer lo que no se debe o como no se debe o cuando no se debe (...); el que soporta y teme lo que debe y por el motivo debido, y en la manera y tiempo debidos (...) es valiente, porque el valiente sufre y actúa de acuerdo con los méritos de las cosas y como la razón lo ordena (...); el que se excede en audacia respecto de las cosas temibles es temerario (...); el que se excede en el temor es cobarde"44. La virtud es un equilibrio, un término medio en la necesaria corriente dinámica que nuestros sentimientos provocan en nosotros y que hemos de encauzar del modo adecuado, ya que, como también dice Aristóteles en su Política, "la virtud consiste en gozar, amar y odiar de modo correcto"45. Un punto tal de equilibrio es distinto en cada persona y en cada circunstancia, y ha de ser adquirido lenta, pero inflexiblemente, en un proceso educativo. Los sentimientos, es cierto, nos ocurren, nos embargan, se adueñan de nosotros, no los elegimos, a veces incluso los desconocemos, no sabemos ‘lo que nos pasa’46; pero, no por eso son algo 41 "Entiendo por pasiones, apetencia, ira, miedo, coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo, celos, compasión, y, en general, todo lo que va acompañado de placer o dolor" (Aristóteles, o. c., Libro II, 1105 b) 42 Ib., o. c., Libro II, 1107 a 43 Ib., o.c., Libro II, 1109 b 44 Ib., o.c., Libro III, 1115 b 45 Ib., Política, Libro VIII, 46 1340 a Nuestro mundo sentimental es nuestro "gran desconocido", a veces incluso nos resulta difícil encontrar la palabra adecuada que designa lo que estamos "sintiendo", y en otras ocasiones nos equivocamos de palabra para expresarlo y confundimos un sentimiento con otro. José Antonio Marina habla de este mundo como de un laberinto ("El laberinto sentimental") en el que no es fácil orientarse para saber "lo que nos pasa". 16 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas ajeno a nosotros mismos, no podemos desprendernos de ellos (ni debemos hacerlo), puesto que en ellos nos reconocemos: nosotros somos nuestros sentimientos47. "Los sentimientos -tal y como dice J. A. Marina- (...) son una evaluación del presente que procede del pasado y nos empuja hacia el futuro. Son frutos de la memoria, de la realidad y de la anticipación. Derivan de nuestras tendencias e implantan tendencias nuevas. Están influidos por los recuerdos y a su vez organizan la memoria. No en vano nos acordamos de las cosas, y al usar esta palabra (derivada de cor cordis -corazón en latín-) estamos mencionando las raíces afectivas del recuerdo"48. Pero, si bien es cierto, que no podemos elegir nuestros sentimientos, sí que podemos elegir, sin embargo, nuestro modo de ser, nuestro talante; lo ‘soñamos’ cuando aún no existe en nosotros, lo deseamos, lo elegimos deliberadamente49 y lo vamos construyendo laboriosamente, esforzadamente a lo largo de nuestra vida, por eso somos responsables de nuestros actos y de nuestro modo de ser, del talante –del carácter en definitiva- que hemos conseguido para nosotros. Este modo de ser, este carácter puede ser virtuoso o vicioso, tanto uno como otro ha sido laboriosamente construido a lo largo de la vida, porque, como bien escribe Aristóteles, "una golondrina no hace verano, ni un sólo día"50 ; un carácter no se forja con una sola acción, sino con muchas, y además reiteradamente. Lo interesante es caer en la cuenta de que Aristóteles nos está diciendo que podemos y debemos influir en nuestros sentimientos, que podemos en cierto modo ‘construirlos’ o, cuando menos, encauzarlos y ‘usarlos’ como motor de nuestro proyecto de vida felicitante51. Es decir, somos “La memoria no es un libro / sino un corazón abierto / que guarda lo que más siente: / la memoria es sentimiento. / Recordar no es pasar lista / sino volver a sentir / escuchando al corazón / lo que nos quiere decir. / Y unos recuerdos alegran, / otros amargan el alma, / pero todos los recuerdos / se guardan en las entrañas. / Que son retazos de vida, / de alegría y de tristezas; / ellos son lo que yo soy, / sin ellos yo no existiera.” (P. Gallegos Huertas, Poema inédito) 47 48 José Antonio Marina, o. c., p. 204 49 "Nos encolerizamos o tememos sin elección deliberada, mientras que las virtudes son una especie de elecciones o no se adquieren sin elección. (...) por lo que respecta a las pasiones se dice que nos mueven, pero en cuanto a las virtudes y vicios se dice que nos disponen de cierta manera". (Aristóteles, Ética ... , Libro II, 1106 a) 50 51 Ib., Ética ... , Libro I, 1098 a "La inteligencia humana va a transfigurar nuestras operaciones afectivas de la misma manera que ha transfigurado nuestras operaciones intelectuales. Todo sigue igual y distinto. No podemos prescindir de nuestros sentimientos porque forman la textura de nuestro ser, pero aspiramos a vivir por encima de nuestros sentimientos. De la misma manera que la inteligencia encuentra posibilidades nuevas en las cosas materiales cuando integra sus propiedades reales en proyectos inventados, y hace que el petróleo vuele y que las caedizas piedras mantengan en alto espiritadas bóvedas y que el agua 17 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas inventores y constructores de nosotros mismos, de nuestro futuro; de ahí la importancia, el valor y el sentido de la educación humana: "la virtud moral, en efecto, se relaciona con los placeres y dolores, pues hacemos lo malo a causa del placer, y nos apartamos del bien a causa del dolor. Por eso debemos haber sido educados desde jóvenes, como dice Platón, para podernos alegrar y doler como es debido, pues en esto consiste la verdadera educación" 52. Y Aristóteles lo reitera de nuevo: "... el placer (...) parece estar íntimamente asociado a nuestra naturaleza; por eso, guiamos la educación de los jóvenes por el placer y el dolor. También parece que disfrutar con lo que se debe y odiar lo que se debe contribuyen, en gran medida, a la virtud moral"53. Esto que "se debe amar y odiar” es la meta soñada por la inteligencia, mostrada como lo mejor que puede construir el ser humano, si es que quiere una vida feliz, la mejor, la más feliz. Esto que "soñemos ser", esto que hayamos querido y deseado ser se convertirá en nuestro proyecto de vida humana, o lo que es lo mismo, en nuestra jerarquía de valores. Y todos la tenemos, queramos o no queramos reconocerla. Preguntémonos por qué hemos hecho o hemos dejado de hacer tales o cuales cosas a lo largo de un día o de un tiempo determinado ... y respondámonos con total sinceridad. Todo lo que hacemos lo hacemos porque pensamos que es bueno en función de una determinada jerarquía de valores. Siempre es así. Y es esta jerarquía -la que vivamos, no la que pensemos- la única que podremos contagiar a nuestros jóvenes. Mostrar este camino, animándonos y animando a otros a recorrerlo (o lo que es lo mismo: educar para transitarlo), es, y no otra cosa, lo que hemos denominado en nuestro título la “educación sentimental” No es fácil transcenderse así a sí mismo por encima del sentimiento inmediato, saltar por encima del impulso que anhela satisfacerse ya. No es fácil detenerse para imaginar e inventar un mejor modo de ser hombre, y, lo más importante, construirlo donde antes no existía. Pero esto es lo que ha hecho el ser humano desde que existe sobre la tierra. En cada época histórica, en cada cultura, en cada embalsada produzca luz, así actúa también en nuestra vida sentimental. Los deseos nos lanzan más allá del deseo, el anhelo de felicidad más allá del placer, los sentimientos más allá de los propios sentimientos. (...) Pretendemos utilizar nuestros afectos como utilizamos el mar. No podemos alterar sus mareas, ni el encrespamiento del oleaje, pero utilizamos su fuerza para navegar. Construimos un rumbo afectivo usando las fuerzas irremediables de nuestra afectividad básica." (José Antonio Marina, o.c., p. 205) 52 Aristóteles , 53 Ib. , Ética ... , Libro II, 1104 b Ética ... , Libro X, 1172 a 18 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas grupo humano, encontramos una meta, un proyecto felicitante de vida buena. Para esto, afirma José Antonio Marina, "necesitamos que la inteligencia nos diga qué sentimientos debemos profundizar, cambiar, abolir. Lo que significa (...) meditar sobre la versión del mundo que queremos dar a luz"54. No olvidemos que seremos aquello que “soñemos ser”, aquello que hayamos deseado y querido ser, aquello que hayamos "sentido-conocido" como lo mejor. Y en este proceso, en este camino, no olvidemos que, para llegar a serlo, hemos de construirlo lentamente, laboriosamente en nosotros mismos y en aquellos –alumnos, amigos, familiares, compatriotas, todo ser humano en definitiva- que comparten con nosotros nuestro momento, nuestro aquí y ahora. Y tampoco olvidemos que sólo podremos construir este “sueño” conociendo bien lo que somos, nuestra realidad presente tal como es, es decir, conociendo nuestra propia historia, todo aquello que hemos heredado –con sus luces y sombras-, todo cuanto nos ha construido hasta ahora y que constituye nuestra memoria, nuestro único e insoslayable punto de partida hacia delante. La difícil tarea de nuestro momento, nuestro reto educativo hoy, es encontrar ese proyecto de vida mejor en el que, sin olvidar lo que ahora somos, nos reconozcamos como aquello que "deseamos y soñamos ser", un proyecto en el que todos los seres humanos pudiéramos embarcarnos. La difícil tarea de nuestro momento es, primero, reconocer en nuestro bagaje cultural aquellos valores que merezca la pena "revalorizar" (valga la redundancia); y, segundo, "soñar" -si esto fuera necesariootros nuevos que podamos ofrecer a nuestro alrededor como proyecto de vida deseable, de vida buena, de vida feliz, de vida mejor55; reconocerlos, "soñarlos", vivirlos y contagiarlos a aquellos que tengamos cerca. El reto educativo, la responsabilidad para nosotros hoy, aquí y ahora, es inventar, junto a otros, ese "sueño" de vida mejor, ese mundo de valores que podamos ofrecer a las nuevas generaciones; inventarlo, vivirlo y embarcarnos apasionadamente en la difícil tarea de colaborar en la 54 55 José Antonio Marina, o. c., p. 242 "Las teorías éticas se han dividido en dos grandes grupos irreconciliables. Uno tiene como idea central la felicidad. El otro el deber. Ninguno de los dos acierta a fundamentar la moral. Quienes la identifican con la búsqueda de la felicidad explican fácilmente la motivación ética. ¡Cómo no vamos a buscar nuestra felicidad! En cambio, les resulta difícil justificar la universalidad de las normas porque cada cual encuentra su felicidad donde puede. A las éticas del deber les ocurre todo lo contrario. Justifican la universalidad de la norma, pero no saben cómo convertirla en motivo para actuar ¿Quién quiere los deberes? Sería estupendo que nuestra exploración de los sentimientos sirviera para aclarar el fundamento de la ética" (José Antonio Marina, o. c., p. 206 19 Una educación sentimental: la educación en valores Presentación Gallegos Huertas lenta construcción de una vida humana justa y feliz, una vida tal que “seduzca y enamore” desde lejos a nuestros jóvenes y les proporcione un faro luminoso en medio de la noche y de la tormenta. Un faro no es gran cosa, ni tan siquiera nos puede garantizar la llegada al puerto, pero sin él sería del todo punto imposible conseguirlo. Este es el papel de las utopías. Quizá nuestra sociedad está falta de utopías y es nuestra labor proporcionárselas. Aunque el problema quizá radique en que hemos de empezar nosotros mismos por creer en ellas y vivirlas. Sólo desde el profundo convencimiento de que es posible un mundo mejor podremos educar y guiar a nuestros jóvenes, podremos ser contagiadores de valores -constructores de “sentimientos”- en una sociedad donde el único ideal parece ser el fugaz atractivo del momento presente, la fugaz felicidad del placer obtenido sin el más mínimo esfuerzo, con la consiguiente pérdida de un futuro mejor. Seremos aquello que hemos soñado ser. ¡Ojalá nuestros sueños –nuestros valores, nuestros “amores” en definitiva- se vayan haciendo realidad lentamente, trabajosamente! Esto sería señal de dos aspectos importantes: primero, no nos hemos conformado con cualquier ideal de poca monta, de ahí la lentitud y dificultad del proceso; y segundo, ya nos hemos puesto en camino para conseguirlo, aunque la meta esté aún lejos de nosotros. 20