Educación No se desaliente: no tenemos la educación pública que quisiéramos (a pesar de la aireada campaña "ni un niño sin ordenador") pero usted puede enseñar a su hijo a no despreciar el conocimiento. No se desanime: es probable que la buena educación le haga sentir a su hijo como un raro en determinados ambientes, pero superados esos desajustes no habrá en el futuro estrés postraumático. No deje para otros lo que puede hacer usted; no tiene por qué esperar, por ejemplo, a que en los colegios se enseñe a comer saludablemente; sienta como una vergüenza personal que en un país mediterráneo como el nuestro haya niños obesos; actúe, no es tan difícil, se trata sólo de enseñarles a comer como Dios. No se acompleje; no pasa nada porque vigile de cerca a su hijo adolescente, se ha hecho toda la vida sin pensar que se atentaba contra ningún derecho fundamental. No tenga miedo a racionar la televisión. No tenga miedo a asomarse a la habitación de su hijo, no se trata de espiar sino de proteger. No quiera ser como su hijo, no se juvenilice, él necesita sentir que está guiado por adultos. No tema decirle que está en contra del botellón y de los encierros, es bueno que él sepa lo que usted los detesta. Y por supuesto, no se apunte a un encierro por acompañar al niño, ahí sí que está usted perdiendo la cabeza y adiestrándole en la brutalidad. Hágale saber que tiene deberes con la sociedad, y si no quiere usar la palabra "sociedad", por ser algo abstracta, hágale saber que tiene deberes con seres concretos. No se deje estafar por esta especie de catastrofismo que nos arroja a pensar que, como todo es un desastre, nosotros, individualmente, no podemos hacer nada. Su desánimo tiene un componente de imperdonable pereza: si ha tenido hijos, sea padre, sea madre. ¡Ejerza! La mejor herencia que podemos dejar en este mundo grosero es la buena educación. ELVIRA LINDO 09/09/2009 . El País COMENTARIO Nº2: Educación, Elvira Lindo RESUMEN: A pesar de la baja calidad de la enseñanza, ésta no debe justificar la mala educación de un niño. Los padres deben ser quienes dirijan su correcto crecimiento, llevando a cabo ciertas tácticas, aunque puedan parecer arcaicas o excesivas. Así, no caerán en el ambiente de general desánimo que nos rodea y serán, de verdad, padres y madres según les corresponde. TEMA: Crítica a la manera actual de educar a los hijos e incitación a los padres a la mejora. ESTRUCTURA: Externamente, se divide en seis párrafos. Internamente, se diferencian tres núcleos temáticos que no se corresponden con la estructura externa. Empieza refiriéndose a la docencia, para dejar claro que no es la única culpable de la mala educación de los jóvenes, sino que son los padres los responsables, mostrándoles ejemplos de cómo ejercer dicha responsabilidad, e incitándolos a ello como conclusión, a pesar del desánimo general. Presenta así una estructura sintetizante, pues el mensaje central se recoge en la oración final. 1. Mención de la enseñanza y de la responsabilidad paterna (primer párrafo). 2. Ejemplos concretos de cómo educar bien a los hijos (2º, 3º, 4º y 5º párrafos). 2.1. Enseñar una alimentación sana. 2.2. Enseñar a dosificar el tiempo de televisión. 2.3. Enseñar a rechazar diversiones populares como el botellón. 2.4. Enseñar que hay deberes que cumplir respecto a la sociedad. 3. Llamamiento general a no dejarse guiar por el desaliento social, sino por la función de padres (último párrafo). 3.1. Hay que ejercer como padres. 3.2. La educación es la mejor herencia que dejamos. COMENTARIO CRÍTICO: Se trata de un texto periodístico de opinión publicado en el diario El País. Es, concretamente, una columna donde la afamada escritora Elvira Lindo espolea a los padres a mejorar la educación de sus hijos. A través de apelaciones directas al lector que encierran una crítica en sí mismas, la autora, partiendo de la premisa de que la baja calidad del sistema educativo no es la culpable de la mala educación de los jóvenes, sino que son los padres, incita a estos, a través de ejemplos, a asumir sus responsabilidades como tales. En consecuencia, nos encontramos ante un texto de finalidad claramente prescriptiva y persuasiva, pues da ejemplos para intentar hacer reflexionar a los lectores. Es, además, eminentemente argumentativo, ya que la opinión prevalece sobre la parte expositiva que constituyen la crítica interna o los propios ejemplos. Se combinan, por tanto, las funciones representativa (la, aunque escasa, información aportada), la expresiva (la opinión expuesta ampliamente) y la apelativa o conativa, que es la más evidente y la que impregna todo el escrito por medio del uso de la segunda persona y de los imperativos (no se desaliente, no se acompleje). Además, para implicar al lector, recurre en ocasiones a la primera persona del plural (no tenemos, no podemos), así como a un léxico impactante y tajante, muy cuidado y concienzudamente elegido para lograr el efecto deseado (estrés postraumático, vergüenza, catastrofismo). Se sirve, fruto de su labor como escritora, de recursos expresivos que, más que una finalidad estética más o menos explícita, buscan reforzar el carácter persuasivo del texto. Destacan los paralelismos construidos con los imperativos negativos, que constituyen, por otra parte, la impactante y llamativa estructura visual. Encontramos también ironía y juegos de palabras, encaminados a reforzar la idea de que es hora de desechar creencias y prácticas erróneas en lo concerniente a la educación de los hijos. Nos encontramos ante una nueva vuelta de tuerca a un tema más que en boga ante algunos acontecimientos acaecidos recientemente. Incidentes como auténticas batallas campales entre jóvenes y policía o comportamientos denigrantes hacia profesores o compañeros de clase que, encima, son exhibidos orgullosamente a través de la red, dejan claro la pérdida del norte de parte de la juventud actual. Lo que hace que no se ataje el problema no es tanto la falta de acción de la Administración, como afirman algunos, sino la indecisión general a la hora de determinar quiénes son los verdaderos responsables de la educación de los adolescentes. Aunque es cierto que los diferentes sectores de la sociedad (círculo de amigos, profesores, medios de comunicación, etc; y especialmente el colegio o instituto, donde cada vez se pasa más tiempo y en el que cada vez se delegan más funciones, algunas que nunca le han correspondido, a través de asignaturas como Educación para la ciudadanía) juegan un papel fundamental en la formación de la personalidad, los padres son los que deben ocuparse de sentar las bases de la correcta educación de sus hijos. Esto incluye, como bien apunta la autora, llevar a cabo acciones que puedan parecer arcaicas, propias de décadas altamente superadas, pero que, bien planteadas, ayudan a encontrar ese necesario y productivo equilibrio entre la antigua y excesiva autoridad paterna y la presente relajación y falta de valores que se inculca en numerosas ocasiones. La relación entre padres e hijos debe basarse, más que nunca, en el mutuo respeto, comunicación y confianza, por muy complicado que esto pueda parecer; pero quedando siempre los padres en una posición velada de autoridad y conocimiento que haga que sus hijos los respeten sin temerles y aprendan de ellos. En conclusión, como bien se desprende, en especial, del discurso preocupado de la autora, es hora de que los padres se den cuenta del cariz de sus responsabilidades y empiecen a ejercerlas, ya que, al fin y al cabo, los jóvenes de hoy serán los padres del mañana y no podemos permitir que las generaciones futuras carezcan de valores morales y cívicos. Nieves Marín Cobos