Texto completo - Universidad de Navarra

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Autoridad y libertad en el ejercicio de la Dirección de Centros Educativos1
Juan Carlos Aguilera P.
Universidad de los Andes (Chile)
Alfredo Rodríguez S.
Universidad de Navarra (España)
El presente trabajo intenta mostrar, desde una perspectiva filosófica educativa,
que el correcto ejercicio de la autoridad supone la libertad,
la acrecienta en los
dirigidos quienes se orientan a un trato de colaboración y ayuda mutua. Y que el
binomio autoridad-libertad cataliza una fecunda participación de todos los actores del
centro educativo lo que redunda en la consecución de los fines más elevados que se
ha propuesto un centro educativo.
Para tales efectos, en primer lugar, definimos el concepto de autoridad política
distinguiéndola del despotismo y la indiferencia. La autoridad debe ejercer el poder
político de acuerdo a la naturaleza de los dirigidos, es decir, personas racionales y
libres. El poder despótico, en cambio, ejerce violencia, fuerza, en virtud de que no es
capaz de concitar aceptación o adhesión. Aparece así el caudillismo como perversión
del ejercicio del poder ya que se utiliza para la búsqueda de fines personales o de un
grupo, ignorando completamente el bien común del centro educativo.
Posteriormente, analizamos las notas distintivas de la autoridad poniendo énfasis en
su fundamento metafísico: la confianza.
La confianza junto con la credibilidad
constituye el fundamento último de la autoridad del Director. La falta de confianza por
parte del Director del centro educativo atenta contra la capacidad innovadora de los
miembros de la organización educativa posibilitando que surja el miedo y el
conformismo. Generar confianza es posibilitar una percepción positiva del futuro de los
miembros de la comunidad educativa, es abrir horizontes para el ejercicio de la libertad
personal.
1
En el ámbito educativo el liderazgo escolar ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia en relación
con los buenos resultados de las escuelas. Una síntesis de las características del líder escolar se puede
ver en: Sergovianni, T., Organitations or Communities? Changing the methapor Changes the Theory.
Educational Administration Quarterly, 30 (2), 1999, pp. 214-226. Sergovianni distingue cinco niveles
básicos del liderazgo escolar. Humano. Caracterizado por un director que apoya y fomenta la
participación de los profesores. Estructural: referido a un director que desarrolla fines y políticas
claras. Político: en que el director logra construir alianzas y resolver conflictos. Simbólico: referido al
director carismático. Educacional: pues el director estimula el desarrollo profesional y el
perfeccionamiento docente. Como se ve las nuevas propuestas y hallazgos en este punto, no varían
sustancialmente de lo que desde la antropología y filosofía política ya sabemos desde los clásicos.
Luego, intentamos mostrar cómo la confianza configura un espacio de libertad,
crecimiento, innovación y participación de los diferentes actores de constituyen la
escuela: padres, profesores y alumnos. Ciertamente, la autoridad no se opone a la
libertad, sino que la supone. De ahí que la autoridad real lo que hace justamente sea
acrecentar la libertad de los dirigidos en su ejercicio y sus posibilidades. En la medida
que la autoridad descanse en la confianza y credibilidad, se entenderá como un
servicio, una carga que se ha de llevar; velar porque la libertad personal de algunos no
se oponga al fin común del centro educativo.
Finalmente, damos a conocer la cuádruple tarea que tiene la autoridad de quien dirige
la escuela y cómo esta cuádruple tarea se hace extensiva a padres y profesores en un
ambiente de libertad y responsabilidad personal. En el fondo no se trata de tener
autoridad sino de serlo, a través del ejemplo, basándose en la propia dignidad
personal y de la función que ejerce; en la firmeza y energía que provienen de la
convicción y autodominio; en la bondad y amor que originan la confianza y la
responsabilidad. Así la autoridad del director tiene una cuádruple tarea. Mandar,
estimular, sancionar, servir.
El concepto de autoridad2 deriva de autor (augere), que significa aumentar,
hacer crecer. Autor es aquel que perfecciona lo que ya existía o lo enriquece con
nuevas aportaciones. De la misma autoridad nace la responsabilidad moral del
autor.
La responsabilidad moral del líder educativo se concreta en que en su
actuación no debe primar el que el fin justifique los medios. Quien aspira a ejercer
un auténtico liderazgo debe estar preparado para tener que renunciar al logro
inmediato de ciertos objetivos, si es que ellos no se pueden obtener sino al precio
del empleo de medios reñidos e incompatibles con los valores: la convicción firme
de que el imperio de los valores es siempre lo más eficaz, constituye una de las
características del auténtico líder.
La autoridad significa crédito, prestigio, estimación. Es la fuerza que sirve
para sostener y acrecentar, en este caso concreto, las empresas educativas. Las
notas esenciales de la autoridad se encuentran en la expresión personal de la
capacidad del Director; de la acción que ejerce sobre las personas y cosas
(infraestructura, materiales, etc.) que constituyen la comunidad educativa y el
reconocimiento de las acciones ejercidas por parte de quienes son dirigidos, ya sean
profesores, alumnos o personal que colabora. Así, la autoridad del Director, por
2
El tema acerca de la autoridad sigue siendo, en cierto sentido, enigmático, el texto de Kojeve resulta
oportuno para dilucidar en parte el contenido de dicho concepto. Kojeve, A., La Noción de Autoridad,
Ediciones Nueva Visión, Bs. Aires, 2005.
ejemplo, consiste en la superioridad reconocida en orden a los consejos, órdenes,
criterios u opiniones que expresa a los dirigidos. Consiste, por tanto, en ordenar, es
decir, organizar la comunidad educativa en vistas del fin (misión) que se ha
propuesto, ya que los resultados globales de un Centro educativo dependen en alto
grado del desempeño de las personas que lo dirigen3.
Por otra parte, el fundamento último de la autoridad del Director, se
encuentra en dos notas características, que se complementan. La credibilidad que
ostenta ante los miembros de la comunidad educativa y la confianza depositada en
él por quien lo designó o eligió. Cuando falla la credibilidad, la autoridad se convierte
en mera presunción, confundiéndose con el poder arbitrario, despótico. La autoridad
debe ejercer el poder político de acuerdo a la naturaleza de quienes dirige, es decir,
personas racionales y libres4. Lo propio del poder despótico es que ejerce violencia,
la fuerza, en virtud de que no es capaz de concitar aceptación o adhesión. El
caudillismo o caciquismo, consiste también en una forma degenerada del ejercicio
del poder ya que lo utiliza con el fin de determinarse a la búsqueda de fines
personales o de un determinado grupo, ignorando completamente el bien común del
centro educativo.
La confianza manifiesta un aspecto esencial del desarrollo del hombre: ser
capaz de transformar lo que, de momento, es un fin para él en un medio. Poder
establecer relaciones entre medios y fines es una manifestación esencial de la
libertad humana. Convertir en medios el mayor número posible de fines permite
abrirse a fines más altos. Esto se logra precisamente en un régimen de confianza
recíproca, ya que en la medida que se da o no se acepta se empobrecen las
relaciones sociales5, aspecto fundamental para una buena marcha del centro
educativo. La falta de confianza por parte del director atenta contra la capacidad
innovadora de los miembros de la organización educativa, y hace su aparición el
miedo y el conformismo, que abruman ante la falta de horizontes e impide ver que
los problemas son oportunidades de crecimiento6. Generar confianza es posibilitar
una percepción positiva del futuro de los miembros de la comunidad educativa, es
3
Tal es así que en el estudio Once factores comunes a las escuelas más eficaces, encargado en 1999
por la Office for Standard in education Britain Institute Education, abarcó colegios británicos
australianos, holandeses y norteamericanos, se encontró que uno de los factores comunes de los
colegios que más ayudan a los alumnos a mejorar su rendimiento y lo consiguen, es el liderazgo
profesional del director.
4
Acudimos a la distinción entre poder político y despótico propuesta por Aristóteles en Política,
1277a35-1277b7.
5
Sellés, J.F., La persona humana, Universidad de la Sabana, III, 1997, p.73.
6
Cfr. Spaemann, R., Confianza, Discurso pronunciado en el IESE, Madrid, 19 de mayo del 2005.
abrir horizontes para el ejercicio de la libertad personal7.
Además, la autoridad del Director brota, no de algo externo, sino de la misma
finalidad de la comunidad educativa y, por tanto, de la necesidad de organizar y dar
cumplimiento a las metas propuestas en los proyectos educativos. Dicho de otra
manera, sosteniendo, aumentando, haciendo crecer todo aquello que permita
alcanzar la misión institucional, contando con la libertad de quienes dirige a tal fin.
Así, la autoridad sólo existe cuando los miembros de la institución la reconocen
libremente como válida, fundada en la credibilidad y la confianza.
La autoridad, entonces, no se opone a la libertad, sino que la supone. De ahí
que una autoridad real lo que hace justamente sea acrecentar la libertad de los
dirigidos en su ejercicio y sus posibilidades. Se trata de entender la autoridad como
un servicio, una carga que se ha de llevar; velar porque la libertad personal de
algunos no se oponga al fin común de la comunidad educativa, haciendo imposible
o inviable la convivencia. De aquí surge de otro modo el fundamento de la autoridad
que se deriva de una de las notas características de la persona humana, su carácter
social. Resulta así indispensable que el Director, dirija y coordine a todos los
miembros del centro educativo, basado en la libertad y responsabilidad de cada uno,
con miras a alcanzar el fin propuesto.
Por consiguiente, no se trata de tener autoridad sino de serlo, a través del
ejemplo, basándose en la propia dignidad personal y de la función que ejerce; en la
firmeza y energía que provienen de la convicción y autodominio; en la bondad y
amor que originan la confianza y la responsabilidad. Así, la autoridad tiene una
cuádruple tarea8: mandar, estimular, sancionar, servir9. Sin embargo, mandar y
obedecer son correlativos. Sólo sabe mandar el que sabe obedecer y viceversa,
para lo cual hay que poseer dominio sobre sí mismo10. Pero esta dualidad mandar
obedecer, es posible entenderla desde la actitud de servicio.
Todo lo anterior es válido, especialmente, para los equipos de gestión que
ayudan directamente al Director en el gobierno de los centros educativos. De este
modo la autoridad o liderazgo se convierte en un sistema de colaboración, de
7
Yepes, R., La persona humana y su intimidad, Cuadernos de Anuario filosófico, 48, Universidad de
Navarra, 1998, pp. 51-52.
8
Desde una perspectiva antropológica una tarea es un encargo, el primer encargo o tarea es nuestra
propia vida. Lo característico del encargo es que hay alguien que lo comunica, no es algo que a uno
mismo se le ocurra, sino que es otorgado y libremente asumido. En el caso de la autoridad consiste en
llevar a la sociedad de que se trate al fin compartido, de no hacerlo, es legítimo quitarle el encargo. Cfr.
Polo, L., ¿Quién es el hombre? Rialp, 1993, pp. 245-6
9
Greenlaf, R., The servant as leader, Indianapolis, The Greenlaf Center, 1970.
10
Polo, L., La persona humana y su crecimiento, Rialp, , p.72.
trabajo conjunto y fecundo que permite la consecución de los fines más elevados
que se ha propuesto el centro educativo y ello es posible en la medida de que se
exista comunicación, porque quien no sabe no puede colaborar, no puede aportar
nada a la tarea común. En rigor no hay tarea común sin comunicación, porque
impide la participación.
Por otra parte, la libertad es una cualidad de la persona humana y tiene su
raíz en la razón, porque ésta tiene dominio sobre sus actos, pero la expresión de la
misma se da por la voluntad11. Libre es aquel que no está sometido al dominio de
otro, sino que es dueño y señor de sus actos12.
Quien tiene la tarea de dirigir y gobernar los centros educativos han de tener
en cuenta, en principio, dos aspectos con relación a la libertad de quienes dirige. Por
una parte, se trata de proponer ideales valiosos que se deben alcanzar13. Por otra
parte, consiste en acompañar, ayudar, estimular, haciendo comprender el camino
que los actores de la comunidad educativa se han propuesto en sus proyectos
educativos14.
Además, quien dirige tiene que cuidar -en eso justamente consiste regir- y
generar un ambiente en el que debe fomentarse la objetividad, ayudar a deliberar
serenamente, liberar de prejuicios y rumores. Sólo en un ambiente libre de
arbitrariedad y de correcta convivencia, es posible educar en y para la libertad,
espíritu que inspira la tarea de enseñar a aprender15.Se trata de hacer conscientes
11
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II,q.17, a.1, ad 2.
El tema de la libertad se encuentra muy bien desarrollado en Alvira, R., ¿Qué es la libertad?,
Magisterio Español, 1976, y en Llano, A., El Futuro de la Libertad, Espasa-Calpe., 1989. Sobre la
libertad en el ámbito educativo cfr. Ibáñez-Martín y Mellado, J., “Libertad y libertades”, en AAVV.,
Filosofía de la Educación Hoy, Dykinson, 1989.
13
Nos referimos aquí a lo que clásicamente se ha entendido como educación de las virtudes humanas.
Las leyes de Platón, por ejemplo, es una obra dedicada a la enseñanza a educar en la virtud. Aristóteles,
en su Ética a Nicómaco, afirma que la vida humana consiste en la vida buena, virtuosa. La virtud es un
fortalecimiento de la capacidad humana, un hábito positivo. Y como el hombre es un ser
intrínsecamente perfectible, es decir, se perfecciona a sí mismo desde dentro, mediante su libertad, la
adquisición de virtudes, es una ganancia de libertad. Ganar o perder libertad consiste en enriquecerse o
empobrecerse en virtudes. Lo propio de hombre es lograr incremento de su libertad. Cfr. Yepes, R.,
Fundamentos de Antropología: un ideal de la excelencia humana, Eunsa, Pamplona, 1996, pp. 170171.
14
Desde una perspectiva organizacional, la existencia de proyectos educativos, por si mismos, no
revelan la importancia de la libertad de enseñanza. El núcleo de esta cuestión radica en que tales
proyectos sean fruto de la aspiración de grupos de padres, profesores o de otra índole, que tengan como
meta el tipo de educación que quieren para sus hijos o alumnos y, a su vez, los padres tengan la
posibilidad de elegir colegios, es decir, proyectos educativos. Los colegios privados y las llamadas
chartered school, norteamericanas, son un ejemplo en este sentido. Sobre estas últimas se puede ver
Manno, B., Chan, I., Carbonell, A., “Experiencias exitosas en escuelas autogestionadas”, Libertad y
desarrollo, serie informe social, 57, diciembre, 1999.
15
Actualmente se habla acerca de la llamada sociedad del conocimiento, sin embargo, Llano considera
que más propiamente cabe llamarla sociedad del aprendizaje, constituida por organizaciones
inteligentes (comunidades educativas), que presuponen una institucionalización, la presencia de
12
de la responsabilidad de las decisiones tomadas; apoyar la realización de lo
libremente asumido, fomentar las capacidades personales: La imaginación creadora,
el optimismo, la generosidad16.
Algunos problemas que ocurren en la comunidad educativa tienen su raíz
originaria en la apatía de sus miembros con relación a los proyectos y metas que se
proponen, aunque también se da el hecho de que la pasión no gobernada lleva a un
puerto no previsto17.
A los directores y profesores les corresponde, cada uno en su ámbito,
responder por la misión del establecimiento18. Quienes dirigen los centros
educativos, tiene la responsabilidad de valorar cada decisión, deliberar analizando
las posibles alternativas y prever las consecuencias de cada una. Muchos son los
modos en que la responsabilidad de quienes dirigen los centros educativos puede
ser omitida, por ejemplo: falta de: consejo, sugerencias, control, confianza,
seguimiento del estado de la organización escolar19.
No proponer medidas
oportunas para mantener un buen nivel de excelencia académica y de formación
humana, activismo desmesurado poniendo en riesgo la comunidad educativa por
falta de estudio o de consejo experto en decisiones estratégicas, etc. Hay también
responsabilidad por las acciones que realiza o deja de hacer (director o profesores)
y que inducen a otros a realizar acciones, a través, del mandato explícito,
persuadiendo, alabando, criticando o aconsejando decisiones ajenas. No hay que
olvidar que una forma de persuadir a que los demás actúen en un determinado
algunas reglas, la adquisición de ciertos hábitos, el ejercicio de determinadas virtudes y la práctica de
un esfuerzo compartido. Cfr. Llano, A., “La hora de la sociedad de la inteligencia” en Nueva revista de
política, cultura y arte, nº 70, Madrid, julio-agosto 2000, pp.162-169.
16
En el uso de la libertad no podemos ser sustituidos, pero si podemos ser ayudados. En esto consiste
el papel antropológico de la tarea educativa. La tarea educativa es una relación humana de ayuda, con
miras al perfeccionamiento de la persona en tanto que persona. Cfr. Barrio, JM., Elementos de
Antropología Pedagógica, Rialp, 1998, p. 179.
17
Gordillo. M.V., Desarrollo moral y educación, Eunsa, 1992, p. 52. En el fondo quien es incapaz de
objetivar sus intereses y, al mismo tiempo, interesarse por algo, no puede asumir con madurez la
responsabilidad que implican sus decisiones y, no podrá aportar constructivamente al bien de la
comunidad educativa. Recientemente ha saltado a escena la llamada educación para la ciudadanía, en
el contexto de la sociedad globalizada. Tal pretensión busca, a través, de los llamados ejes
transversales incorporar los valores a la enseñanza. La literatura al respecto ha tenido un auge bien
impresionante; la recuperación del sentido auténtico de la educación adquiere nuevos bríos, aunque
con ciertos matices incluso ideológicos. Bárcena, F., El oficio de la ciudadanía, Piados, 1997. Beck,
J., Morality and citizenship in education, Cassell, 1995. Bell, G.H., Educating European Citizens,
David Fulton Publishers, 1995. Bahmueller, Ch.F., A framework for civic education, Calabazas Center
for civic education, 1991. Cortina, A., Los ciudadanos como protagonistas, Círculo de lectores, 1999.
etc.,
18
Ayllón, J.R., Ética razonada, Palabra, 1998., p. 27.
19
En la responsabilidad directiva hay responsabilidad en las acciones propias, ya sea por comisión
(acción voluntaria), o por omisión, y en las acciones ajenas en la medida en que el directivo ha
inducido o ha cooperado a su realización mediante acciones cometidas u omisiones intencionadas.
Melé, D., Ética en la dirección de empresas, Ediciones Folio, 1997, p. 63.
sentido u otro de lo cual son responsables (directores y equipos de dirección) son
los sistemas de incentivos, sistemas de evaluación, sistemas de formación,
selección y promoción del personal, y el modo de diseñar las carreras de los
profesores y directivos al interior de los centros educativos20.
El respeto a la dignidad de la persona implica una adecuada concepción de
la responsabilidad que no consiste ni en el dejar hacer, espontaneidad, libertad sin
normas o deberes, ni en el paternalismo que lleva a una excesiva dependencia,
menoscabando la libertad propia de los miembros de la Comunidad Educativa21. El
paternalismo y el permisivismo son expresiones prácticas de ciertas posturas acerca
de la libertad y responsabilidad, no obstante que no contribuyen a su crecimiento22.
El sentido de responsabilidad es parte esencial de la calidad humana de los
directivos de los centros educativos. Requiere que éstos sean plenamente
conscientes de su condición y de lo que exige su cargo en la empresa educativa y
en la sociedad. Actuar de modo responsable implica saber qué se debe hacer y las
repercusiones de las propias acciones en los demás, conocerse a sí mismo y las
posibilidades de acción en cada situación. El conocimiento es previo al ejercicio de
la responsabilidad, y con mayor razón en una comunidad educativa, pero este
conocimiento sólo aparece con hondura cuando hay buena voluntad, voluntad para
querer actuar bien, es decir, con responsabilidad23.
Finalmente, hay que decir, que la prudente articulación entre autoridad y
libertad, como hemos intentado mostrar, resulta indispensable para el adecuado
desarrollo de las personas que conforman los centros educativos y el mejoramiento
constante de la organización educativa en pos de una educación de excelencia y
calidad.
20
Idem., p. 64.
Bourke, S., “Responsibility for teaching some international comparisions of the teacher
perceptions”. International rewiev of education, 36 (3), 1990, pp.315-339..
22
Melé, D., o.c., p.58.
23
Melé, D., o.c., p. 78.
21
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