Aproximación a las emociones (word)

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Una aproximación a las emociones
Las emociones
De manera literal, si recurrimos a la etimología de la palabra, el concepto de emoción significa
movimiento. Ahora bien, la psicología actual debe explicar todo aquello que las personas
denominamos emoción, lo que no resulta tan fácil de definir.
El punto de partida lo vamos a situar en el marco epistemológico y teórico del estudio de las
emociones. En este sentido, vamos a abordar una reflexión desde la psicología, asumiendo una
perspectiva sistémica, psicobiológica, genética y sociocultural. Sistémica en cuánto el fenómeno
emocional se entiende mejor desde la relación entre los sistemas emocionales, biológicos y
socioculturales. Psicobiológico por la intervención de las estructuras corticales y subcorticales del
cerebro. Genético, en cuanto nos interesa conocer su proceso de formación, evolución y valor
adaptativo. Por último, sociocultural, dado que no podemos interpretar las emociones sino desde el
escenario social en que se producen, teniendo en cuenta las intenciones de los sujetos. No obstante,
y a pesar de nuestro interés por adoptar una perspectiva global, quedan fuera de nuestro análisis
otras orientaciones epistemológicas. No debemos olvidar que existen otros enfoques, como el
filosófico, el antropológico o el histórico, de gran interés para el estudio de las emociones.
Pero, de qué hablamos cuando nos referimos a las emociones, con qué procesos psicológicos están
relacionadas y cuáles son sus funciones. Estas preguntas las vamos a contestar conjuntamente, a lo
largo de los apartados siguientes.
1º - Respuestas orientativas y de alerta ante estímulos intensos, con fines de atracción o defensivos.
Alteraciones fisológicas.
En este sentido, las emociones están fuertemente vinculadas a la supervivencia y suelen estar
asociadas a respuestas inmediatas del organismo ante estímulos de peligro o altamente deseables,
ante los cuales reaccionamos primero e interpretamos después. En consecuencia, se considera que
son codificados a nivel subcortical, en una primera instancia, e interpretados posteriormente en
nuestra corteza cerebral.
A las emociones se las considera muy antiguas en la filogenia, siendo compartidas por los
mamíferos en general. No obstante, la interpretación psicológica sería un asunto más
específicamente humano. Dan lugar a conductas, como la huida o el contacto físico. A su vez,
suponen la activación de respuestas fisiológicas como son:
Activación de sistemas cerebrales (activación reticular, atencional, y de procesamiento de los
mecanismos sensoriales, perceptivos y motores, tanto del sistema nervioso central como periférico).
Modificaciones endocrinas (activación suprarrenal medular y cortical, activación hormonal
general), alteraciones metabólicas (glucosa y ácidos grasos) y activación del sistema cardiovascular
y respiratorio, así como del aparato locomotor.
2º - Sentimientos
Todas las emociones, desde las más primitivas a las más sutiles son objeto de mediación cognitiva.
Esto significa que la información sensorial es codificada e interpretada en la neocorteza. Para este
propósito el lenguaje juega un papel fundamental. De este modo, por ejemplo, la atracción
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Una aproximación a las emociones
inmediata que nos ha producido la aparición súbita de una persona de gran atractivo físico se va
transformando en un conjunto de sentimientos que podemos denominar: cariño, amor, deseos de
posesión, inseguridad, celos u otros. Por lo tanto, el sentimiento es interpretación y dependerá,
entre otros, del contexto social, de nuestra experiencia y de nuestras intenciones.
Todas las emociones vividas van a ser interpretadas e integradas en nuestra identidad narrativa
(Bruner, 1997) como parte de una o múltiples historias, la nuestra. Esto permite dar tanto
coherencia y sentido a nuestras experiencias emocionales, como facilitarnos el diálogo y la
comunicación con los otros. De este modo, describimos nuestras experiencias amorosas, familiares,
de amistad, lúdicas o profesionales, insertándolas en relatos donde se integran tanto los hechos
como las experiencias de alto contenido emocional y sentimental.
3 – Estados emocionales o afectivos sin causa u objeto aparente.
En ocasiones, los individuos gozamos o padecemos de estados emocionales o sentimentales, por
ejemplo de euforia o de tristeza, que perduran en el tiempo (horas o días), que no obedecen a una
causa anterior, a un objetivo o intención y que no se encuadran dentro de un escenario psicótico.
Además, no encontramos en la persona afectada razones objetivas ni subjetivas que nos expliquen
su estado afectivo. Estos estados emocionales, sin etiología conocida, suelen atribuirse a causas
genéticas u orgánicas, pero en general, su origen nos sigue siendo desconocido y son los causantes
de un consumo importante de psicofármacos.
4º - Los deseos, motivos, intenciones, objetivos, expectativas o la simple curiosidad tienen en
común tanto, la presencia real o simbólica de un objeto presente o futuro a través del cual satisfacer
al sujeto, como un alto contenido emocional. En todos los casos hay una intensa interpretación
cognitiva, que es más intensa cuánto más se demora el objeto deseado. Satisfacción o frustración
total o parcial acompañan al sujeto en este proceso.
Un ejemplo de nuestra época es el deseo de consumir. La sociedad capitalista consiguió hace
tiempo transformar al individuo-ciudadano, participante, sujeto o agente, en cliente-consumidor, no
participante y objeto; pero la última metamorfosis alienante ha sido convertirlo en un consumidor
eternamente frustrado, a la búsqueda de un deseo, por siempre insatisfecho. En este proceso, una
herramienta fundamental es el lenguaje publicitario que en muchos casos no vende ni productos ni
servicios sino sólo satisfacción de deseos, convirtiéndose en un lenguaje fundamentalmente
emocional. Esto cobra especial relevancia en muchos productos de marca o con alto valor añadido,
como son los automóviles o los perfumes. En consecuencia, se busca por los publicistas, un
lenguaje primitivo, donde el discurso comunicativo está al servicio de la construcción de deseos y
sentimientos asociados: deseo de posesión de la belleza, el amor, la felicidad y el placer en general.
De este modo, lo importante es el aspecto, la sensación, la sensualidad, la estética, frente a la
precisión o el rigor de la información sobre el producto. La audiencia se infantiliza, vuelve a sus
orígenes. Se retorna al discurso prelinguístico que está orientado hacia la satisfacción rápida de
deseos, y es mediatizado por fuertes contenidos emocionales. Tiene prioridad el discurso
emocional, frente a la información rigurosa que debe ser mediada por un texto preciso y un proceso
cognitivo elaborado. Se apela por el publicista al cerebro infantil, al sistema límbico o emocional, a
un tipo de procesamiento centrado en la inmediatez, en la apariencia, en el estatus, y no en la
constancia y utilidad de los objetos. Se apela a un tipo de mentalidad animista, centrada en el mito,
en la que los objetos cobran vida propia. En consecuencia, sujeto y objeto se confunden y el
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consumidor se apropia de las cualidades del objeto, sin diferenciarse de él, en un proceso inverso al
que realizamos en nuestro primer año de vida, cuando tuvimos que esforzarnos para diferenciarnos
de los objetos que nos rodeaban. No se promueve, ni se espera la mediación cognitiva a través del
pensamiento abstracto, la reflexión adulta, la planificación del proyecto personal y la evaluación.
Todo lo contrario, se combate, se neutraliza, cargando el discurso de un alto contenido emocional
que impida la reflexión. En definitiva, nos deconstruyen sistemáticamente. Nos estimulan para que
no pongamos en juego nuestras capacidades lógicas más desarrolladas, no ya abstractas, ni tan
siquiera concretas. Nos tratan como a niños menores de dos años. Volvemos al estadio sensorial, y
la audiencia nos convertimos en cómplices de este diálogo intersubjetivo, que no comparte apenas
conocimientos sino deseos. En definitiva, se apela a la irracionalidad, a la inmadurez, al homo
incapacitado para la lectura, la escritura y la reflexión. ¿Y cuándo nos colocan estos mensajes?.
Cuando descansamos en nuestro sofá y encendemos la televisión. Cuando nos sentamos delante de
una comida para reconfortar nuestro organismo. Justo cuando nuestro nivel de procesamiento
cognitivo es menos elaborado y predispuesto a defenderse. En ese momento somos más débiles y
vulnerables, en definitiva menos evolucionados o más infantiles, y nos dejamos llevar por el
discurso más sencillo: el emocional. Siguiendo a Hirigoyen (1999), estamos siendo sometidos a un
acoso moral que reúne todos los requisitos de un maltrato psicológico, que si bien en el caso del
adulto, cuenta con su complicidad, en los niños adquiere una auténtica entidad de abuso.
5º - Los vínculos afectivos son una fuente muy importante de emociones. Como ya planteó Bowlby
(1986), imbricando la teoría etológica y el psicoanálisis, el niño tiene en común, con las especies
más evolucionadas, la predisposición a construir vínculos afectivos en los primeros meses de la
vida. En la misma época, Harlow demostró, con monos, las consecuencias negativas de la privación
y deprivación afectiva, en el primer año de vida, para el desarrollo social y sexual posterior. En
consecuencia, la alimentación y la seguridad no son suficientes para el desarrollo normal, siendo
necesarios los vínculos afectivos. De este modo, cobra especial interés, tanto el estudio del proceso
de construcción como el de pérdida de un vínculo afectivo. Vinculados a estos dos procesos, nos
encontramos con múltiples emociones asociadas, como son: deseo, anhelo, esperanza, alegría,
miedo, melancolía y tristeza, entre otras. El deseo de construir vínculos, el mantenimiento, el miedo
a la pérdida, y el duelo ante la pérdida, genera una enorme cantidad de energía psíquica, activa
enormemente al individuo y, en ocasiones, le sobreexcita. A su vez, consume una gran cantidad de
tiempo y esfuerzos de la persona y lleva asociado un amplio repertorio emocional.
6º - Las emociones están vinculadas a otros procesos psicológicos
La comunicación y el lenguaje no se pueden comprender sin involucrar a las emociones. No
obstante, si bien juegan un papel muy importante en toda la vida del individuo, van a tener un papel
fundamental en el primer año de la vida del niño. Como señaló Wallon (1987), la mediación
afectiva regula el desarrollo psicológico del niño. Durante los primeros meses del bebé la
comunicación es prelinguística, apoyándose en aspectos prosódicos del lenguaje y en recursos no
verbales, como los gestos, la mirada, la sonrisa o el llanto. Por este motivo, algunos autores hablan
de la presencia de un lenguaje emocional que tendría sus antecedentes en el primitivo diálogo
intersubjetivo que se establece entre la madre y el niño sobre los 2-3 meses. Trevarthen denominó a
este diálogo inicial como intersubjetividad primaria, encontrando en él patrones conversacionales
por parte del niño. Además, Trevarthen afirmó que el niño nace predispuesto para la
intencionalidad cooperativa con el adulto. Este diálogo emocional entre madre-padre e hijo, va
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sustituyendo los precarios y confusos significantes (gestos, sonrisas, llantos, sonidos guturales y
otros) por un lenguaje articulado con significante definidos que proporciona claridad, precisión y
eficacia a la comunicación. No obstante, el soporte emocional, gestual y prosódico de la
comunicación no va a desaparecer pero va a perder su papel principal para participar de la
comunicación como andamiaje subsidiario del lenguaje convencional, en especial del lenguaje oral.
Además de los vínculos con el lenguaje podríamos explorar las relaciones de las emociones con los
fenómenos de atención, de memoria, percepción y cognición. Sobre estos aspectos vamos a resaltar
algunos temas relevantes a continuación:
Los diferentes géneros discursivos, que está presentes en la comunicación, tanto oral como escrita,
así como en las formas de expresión audiovidual, requieren centrar la atención del receptor sobre el
referente de la comunicación. Para llamar la atención, se utilizan diferentes estrategias
comunicativas, desde subir la intensidad del sonido a presentar de manera atractiva el inicio de una
exposición. No obstante, en todos los casos se busca estimular emocionalmente al sujeto para
centrar su atención. En definitiva, se pretende que el receptor concluya y tome una decisión, merece
la pena este mensaje y deseo atender a esta información. De esta manera, el profesor hace
referencia a la relevancia del tema que va a explicar, el periodista destaca el titular que carga de
interés la noticia que se desarrolla a continuación o la madre enfatiza, a su hijo de cuatro años, lo
divertido que van a ser las vacaciones en la playa, buscando que acceda a un largo viaje en coche.
Una vez que hemos motivado o emotivizado la atención, hace falta mantenerla durante todo el
proceso comunicativo. Para ello las percepciones sucesivas deben de ser reforzadas
emocionalmente. No podemos esperar que el interés se mantenga largo rato sino somos capaces de
articular estrategias que estimulen emocionalmente al sujeto. Debemos de tener en cuenta que hasta
el discurso cognitivamente más elaborado nunca es neutro y siempre es interpretado. En tercer
lugar, debemos de considerar la memoria o el recuerdo. Las emociones sirven para almacenar y
evocar memorias de una manera más efectiva. A nadie se le escapa que todo acontecimiento
asociado a un episodio emocional permite un mayor y mejor almacenamiento y evocación de lo
sucedido. Y por último las emociones juegan un papel fundamental en el proceso de razonamiento
y en la toma de decisiones, dado que, como señala Damasio, en todo momento se produce una
acción concertada entre la corteza cerebral y la parte más antigua del cerebro; la que genera las
emociones. No podemos decir que las emociones son lo opuesto a la cognición porque no actúan de
manera separada. Por otra parte, si se suprimen los sentimientos de la tarea cognitiva pierden sus
sistemas de orientación.
Un cerebro regulador de las emociones
El mundo emocional de la persona es muy rico y variado en matices. No obstante en cada momento
se produce un claro predominio de unas emociones sobre otras. De este modo la euforia, el interés,
la ira, el miedo o el dolor ante la separación son tan intensas que, cada una de ellas inhibe otras
respuestas emocionales. Por esta razón, debemos hablar de sistemas emocionales. En cada uno de
ellos, como señalan Flores y Dierssen (2000), existe un proceso de mando que permite activar áreas
cerebrales concretas, e inhibir otras, que activan, a su vez, patrones coherentes de conducta
emocional y sentimientos asociados. Cada sistema emocional está dispuesto de forma jerárquica a
lo largo y ancho del cerebro, en íntima interacción con las estructuras cognitivas superiores que han
evolucionado mucho más tardíamente en el desarrollo, como con estructuras fisiológicas
específicas y sistemas motores de localización más inferior (Albert 1999). Incluso, algunos autores
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afirman que los sistemas emocionales y motivacionales tienen la virtud de ensamblar muchas de
las actividades superiores e inferiores del cerebro, y que cada sistema emocional interactúa con
otros sistemas emocionales próximos. Esto significa que no hay emoción sin proceso mental y
cognitivo, y que probablemente todos los pensamientos evocan emociones. A su vez, no hay
emoción que no evoque una consecuencia fisiológica o conductual. En definitiva, el sistema
cognitivo y emocional forman una unidad de imposible disolución.
En la actualidad, no disponemos aún de la tecnología necesaria para descifrar los sistemas que
participan, y sobretodo cómo operan, en el nacimiento y desarrollo de una determinada emoción y
motivación, ni todos los mecanismos de neurotransmisión química que son emitidos por los
sistemas. No obstante, algunos autores (Mora, 2000. pp-145) piensan que sentirse alegre o triste
debe obedecer a la activación concreta de uno u otro sistema emocional con la participación de
neurotransmisores distintos. Se piensa incluso que a través de la tecnología inmunocitoquímica se
pueden descubrir en animales de experimentación los neuropéptidos que participan de cada sistema
emocional. A su vez, por medio de la tecnología genética se podrían detectar las neuronas que son
activadas en determinadas experiencias conductuales que producen, por ejemplo, la alegría;
detectando, a su vez, los factores de transcripción que se expresan en esas circunstancias. De este
modo se perfilarían estructuras y circuitos neuronales que intervienen en la conducta y expresión de
las emociones, así como la relación con los otros sistemas psicológicos. En cuanto a las técnicas de
neuroimagen se han encontrado algunos resultados interesantes, pero aún muy limitados, dado que
la rapidez de la expresión de las emociones supera la operatividad actual de esta técnica, existiendo
además serios problemas de interpretación, ya que las emociones pueden modificar el flujo
sanguíneo por mecanismos que nada tienen que ver con una auténtica activación neuronal.
Las emociones operan de modo interactivo en muchos niveles jerárquicos dentro del cerebro, y
estos niveles, a su vez, se comunican entre sí bidireccionalmente. Esto significa que la conciencia
afectiva experimentada internamente va poder influir sobre la conducta de diversos modos. Esta
conciencia afectiva puede no ser decisiva para promover rápidas respuestas emocionales, pero sí
para marcar estrategias psicoconductuales a largo plazo. De hecho, nuestro aparato cognitivo es
capaz de modular profundamente las tendencias emocionales (Mora, 2000, pp 146). A pesar del
estrecho vínculo entre la conciencia afectiva y la estrictamente cognitiva, podemos establecer una
diferencia entre ambas, muy especialmente a partir de la información que nos proporcionan los
estudios evolutivos en el niño y la psicopatología. De este modo, algunas estructuras neocorticales
responsables de la interpretación cognitiva son de aparición más tardía que otras estructuras más
antiguas del cerebro u otras estructuras corticales y subcorticales. En consecuencia tenemos
respuestas emocionales lentas, de fuerte contenido interpretativo y respuestas afectivas rápidas.
Tanto unas como otras tienen un indudable valor adaptativo. Posiblemente, los mecanismos de la
experiencia afectiva, de la conducta emocional y de la conducta motivadora se encuentran
intrínsecamente entrelazados en las estructuras más antiguas del cerebro: en la amígdala, en los
ganglios de la base, en parte de la corteza frontal y cingulada; o dispersamente distribuidas por
diversas áreas cerebrales, o en representaciones distribuidas jerárquicamente, a lo largo de los
sistemas emocionales ejecutivos que se extienden entre los niveles más superiores e inferiores del
cerebro. De este modo, el grado o intensidad de la volición y, especialmente, la naturaleza de la
intención hacia la cual esa volición se encauza, no guarda relación alguna con la capacidad de
desarrollar complicados argumentos cognitivos. Sin embargo, saber encauzar y ajustar los deseos
a la realidad es una manifestación de una actividad mental sabia y armónica.
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Desde una perspectiva evolutiva y atendiendo a los datos que nos proporciona la psicopatología nos
encontramos con individuos que han alcanzado un buen nivel de conciencia afectiva, a través de
estructuras corticales y subcorticales de desarrollo más primitivo, pero que carecen o presentan de
forma muy deficitaria una capacidad interpretativa que aparece más tardíamente en el desarrollo
cortical. Tal es el caso de los síndrome de Down, en los que destaca una intensa vida afectiva y
grandes dificultades para ejercer control sobre la misma. No obstante, la presencia intacta del
sistema afectivo básico y sus componente motivacionales y volitivos fundamentales permite
potenciar y desarrollar actividades educativas que van a llevar a estos sujetos hacia formas
interpretativas y capacidades cognitivas que no están desarrolladas.
Tal y como plantean Flores y Dierssen (2000), el problema actual reside en comprobar en un
individuo concreto cómo el mundo de la interpretación consciente y de la evaluación modula o
regula la conciencia afectiva y cómo éste último, y en qué grado, puede influir sobre el mundo
cognitivo. En este sentido, los investigadores se plantean el predominio de un elemento u otro. En
términos neuroanatómicos y neuroquímicos parece que el flujo ascendente es predominante, lo que
explica el hecho de que las emociones y los afectos influyan sobre nuestras decisiones de forma
masiva y permanente. Sin embargo, el alto grado de desarrollo cortical alcanzado por nuestra
especie nos lleva a un intenso control sobre nuestras emociones y sus expresiones.
Referencias
Bowlby, J. (1986), Vínculos afectivos, formación desarrollo y pérdida. Madrid. Morata
Bruner, J. (1997). La educación puerta de la cultura. Madrid. Visor.
Flores y Dierssen (2000) Cerebro disminuido: el valor de la emoción y la motivación, en F. Mora
(edt) El cerebro sintiente. Ariel. Barcelona
Hirigoyen, M.F. (1999) El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Barcelona.
Paidos
Mora, F. (2000) ¿Qué son las emociones y sentimientos?, en F. Mora (edt). El cerebro sintiente
Ariel Barcelona
Wallon, H. (1987) Psicología y educación del niño. Una comprensión dialéctica del desarrollo y la
Educación Infantil. Madrid, Visor-Mec.
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