Las relaciones interpersonales positivas del alumnado como motivadores de buenas prácticas educativas Rafael López Azuaga Licenciado en Psicopedagogía [email protected] Introducción Los casos de acoso escolar y discriminación en las aulas han aumentado de manera considerable en los últimos años. La convivencia en los centros está siendo afectada, y se producen numerosos conflictos que no siempre son resueltos de una manera que pueda satisfacer a los demás. Es necesario por ello promover una conducta positiva en el alumnado para favorecer relaciones interpersonales positivas. La convivencia y las relaciones interpersonales es uno de los ámbitos pertenecientes a la psicología social que más se trabajan en la organización de los centros educativos. Pretendemos en este artículo, a modo de síntesis a raíz de toda la bibliografía consultada y las reflexiones llevadas a cabo, analizar algunas posibles influencias en estos comportamientos inadecuados y cómo poder intervenir para favorecer unas relaciones interpersonales positivas y todas las ventajas que atribuyen a los sujetos desarrollarlas. En los centros educativos, estas propuestas de intervención pueden estar conectadas con el tema transversal “Educación para la convivencia y la paz”. Análisis Si recurrimos a los medios de comunicación, podremos encontrar numerosas noticias relacionadas con jóvenes que han sido víctimas de agresiones, o personas que son discriminadas por su personalidad o por presenta una caracterización o identidad determinada: Género, etnia, orientación sexual, discapacidad, etc. En los centros educativos, existen un número considerable de conflictos provocados por una serie conductas inadecuadas del alumnado que dan lugar a que la convivencia en los centros educativos no sea positiva. ¿Cuáles pueden ser las posibles causas de este comportamiento? En primer lugar, destaco que unas inadecuadas relaciones de apego entre padres e hijos pueden influir negativamente en las actitudes del alumnado para favorecer relaciones interpersonales con los demás. Durante los primeros años de vida, los seres humanos presentamos una serie de necesidades afectivas. Los primeros referentes a los que acude el niño son sus padres. En estas relaciones afectivas, los padres deben cooperar en la construcción de la personalidad, identidad cultural y desarrollo personal e intelectual del alumnado. Si los padres no han sabido atender las necesidades afectivas de sus hijos y no se han establecido relaciones interpersonales de confianza, afecto y educativas entre ellos, el niño puede encontrarse bastante desorientado y confuso, además de no consultarles a sus padres cualquier problema o duda en el que se encuentre. Dicha desorientación lleva a las deficiencias en habilidades sociales y saber distinguir entre valores y contravalores y justificarlos y en agregar todo esto a su personalidad: ¿Por qué debo ser respetuoso con los demás compañeros, independientemente de cómo sean? ¿Por qué debo estudiar Matemáticas? ¿Por qué debo estar en clase callado y atendiendo al profesor? Sin estas actitudes, es muy difícil que el niño sea capaz de establecer relaciones interpersonales adecuadas con sus compañeros. En segundo lugar, destaco la influencia inadecuada de los medios de comunicación en el desarrollo personal de los jóvenes. Continuamente se nos está “bombardeando” de imágenes y noticias sobre atentados, violencia, discriminación, acoso, etc. No establecen relaciones entre todas las noticias y no se analizan las causas que determinan esos sucesos ni se analizan. Tampoco se analiza la conducta de algunos de los personajes de las series y películas que nuestros hijos visualizan. Pueden ver a personajes que se ganan la popularidad fastidiando a los demás solamente por ser “diferente” a ellos, o presentar una conducta rebelde o maquiavélica que le hace siempre salirse con la suya y conseguir sus objetivos: “Shin-Chan”, “Los Simpson”, “Aída”, etc. También en series de adolescentes como “Compañeros”, “Al salir de clase”, “Los Serrano” o “Física o Química” se fomenta una manera estándar de comportarse en la sociedad y ante los demás, sin que ésta pueda analizarse, e incluso sin mostrar otras manera de comportarse alternativas. Esto conlleva a establecer generalizaciones simplistas sobre el comportamiento de un grupo social determinado y sus hábitos y aficiones. En relación con los ejemplos expuestos, se generaliza que los adolescentes son rebeldes, no les motiva esforzarse en los estudios, beben y se drogan, son consumistas e intentar siempre ir a la “moda” y compartir las mismas aficiones y tendencias para socializarse, se rebelan ante todo para parecer populares ante los compañeros y tener más amigos, etc. Algunos jóvenes pueden querer imitar estos comportamientos para poder tener amigos y discriminar a todo aquel que no los comporta por encontrarlos “diferentes”. En tercer lugar, el joven puede adquirir una personalidad y comportamiento específico a través del visionado de diversas experiencias. Está muy relacionado con el punto anterior. El sujeto presencia una diversidad de conflictos relacionados con la discriminación, la violencia, el acoso, ...Y si no ha desarrollado una capacidad de análisis de la realidad que le permitan distinguir entre valores y contravalores, podrá adquirir esas conductas y llevarlas a la práctica. Tanto el punto anterior como éste forman parte del proceso educativo que denominamos “educación informal”, puesto que el sujeto aprende a través del contacto con el medio y de sus experiencias en la vida cotidiana. Nos encontramos en una sociedad que fomenta el individualismo y la competitividad entre las personas. En las propias aulas se favorecen tareas que fomentan la competitividad, en la cual los alumnos trabajan solos en sus pupitres realizando los deberes que ha mandado el docente, sin permitir que éstos interactúen sobre ellos. Ya de hecho la sociedad les obliga a competir entre ellos para acceder a una carrera universitaria o a un puesto de trabajo determinado (oposiciones). También se ha fomentado, a lo largo de los años, a ver la diversidad como algo a corregir o incluso, indirectamente y puede que inintencionadamente, se ha promovido un prototipo de persona determinado como la “ideal”. Como ejemplo tenemos el envío de alumnos con discapacidad o trastornos del desarrollo (entre otros numerosos ejemplos de “necesidades específicas de apoyo educativo”) a centros específicos o, como se lleva a cabo en la actualidad, a aulas específicas dentro de los centros educativos ordinarios. Otro ejemplo lo tenemos en los numerosos sesgos que aparecen en los materiales didácticos que utilizan los docentes en las aulas. Podemos comprobar en libros de texto cómo siempre aparecen niños con un mismo color de piel, o con unas idénticas aficiones como las ideales y preferidas por los jóvenes, e incluso ver a las mujeres como las únicas que desarrollan labores domésticas. Este tipo de situaciones conllevan a que el alumnado considere “diferentes” a toda persona que no presente una caracterización “estándar”. Esta reflexión por parte de algunos alumnos puede, entre otros posibles factores, conllevar a que mantengan una conducta agresiva y acosen a compañeros a los que consideran “diferentes”, mezclándolo con los contravalores y deficiencias en habilidades sociales que pueda presentar. Esto origina los numerosos casos de acoso escolar o bullying, y actualmente cada vez predomina más el “cyberbullying” a través de las redes sociales telemáticas (Tuenti, Facebook, Twitter, etc). Defendemos un modelo de convivencia en el que se fomente la cooperación y tomar la diversidad como un valor. Las sociedades (aldeas, ciudades, etc) se han construido gracias a los vínculos establecidos entre las personas. Si fomentamos desde la escuela unas actitudes basadas en la competitividad, los jóvenes no serán capaces de desarrollar unas competencias que son fundamentales para desarrollar un trabajo en cualquier empresa o institución. En el trabajo, los diferentes empleados deben saber cooperar entre ellos para alcanzar los objetivos de la empresa y poder obtener los suficientes beneficios como para que la empresa evolucione. Si cada uno decide trabajar por su lado, sin establecer una coordinación entre todos los compañeros ni consultar cualquier duda ni aceptar recibir sugerencias de los demás, se cometerán errores que conllevarán al fracaso de las intenciones de la empresa. Y cuando una empresa no obtiene resultados, o se va a la quiebra o decide cambiar a sus empleados por otros más eficientes. Un clima basado en la competitividad no resultará agradable, y no habrá confianza entre los empleados para consultar cualquier dificultad. En las aulas, una adecuada interacción entre el alumnado puede llegar a fomentar el “aprendizaje cooperativo”, en el cual el alumnado, a través de la interacción y el trabajo de todos en torno a un objetivo común, aprenden numerosos conocimientos y habilidades gracias a la consecución entre todos de dicho objetivo, y los compañeros se ayudan entre ellos y les permite desarrollar habilidades que anteriormente no eran capaces de llevarlas a cabo. Primero las irán desarrollando con la ayuda de sus compañeros hasta que, poco a poco, podrán desarrollarlas autónomamente. Si favorecemos las relaciones interpersonales, se favorecerá el trabajo cooperativo entre todos y todas sus ventajas, además de influir positivamente en el autoestima y en el autoconcepto de las personas. El aprendizaje será más significativo y relevante, la convivencia será mejor y aquellos alumnos con mayores dificultades para aprender podrán evolucionar positivamente en el desarrollo de sus competencia básicas. Existirá una mayor confianza para resolver cualquier conflicto o problema o comunicarle a los docentes cualquier incidente que pueda ser debatido en el centro educativo. Finalmente, favoreceremos la inclusión de todas las personas en la sociedad, de forma que puedan desenvolverse en la sociedad y relacionarse con todos los miembros de ésta. Intervención En primer lugar, si diagnosticamos una conducta inadecuada en el alumnado, debemos contar con el apoyo de sus familias. Puede darse el caso de que, por diversas razones, las relaciones de apego establecidas entre padres e hijo no sean todo lo deseadas para promover un adecuado desarrollo del alumnado. Les orientaremos para favorecer que el hijo confíe en los padres, les plantearemos actividades de ocio y tiempo libre que pueden realizar juntos, diversos juegos para promover las relaciones interpersonales entre ellos y, si fuese necesario, acudiría un mediador familiar al hogar para favorecer la convivencia en el hogar. En relación a los medios de comunicación, se debe controlar lo que el joven visualiza en ellos (incluyendo las páginas de Internet) pero en lugar de censurar, se deben debatir los contenidos y causas del suceso que se narra en los medios de comunicación y llegar a una conclusión, de forma que el joven sea capaz de distinguir entre valores y contravalores. Consideramos fundamental llevar a cabo un programa para desarrollar habilidades sociales. No se puede llevar a cabo un trabajo cooperativo si antes no hemos desarrollado unas habilidades sociales adecuadas para ello. Planificaremos un programa que, en principio, parta de las habilidades iniciales de los sujetos, con una serie de dinámicas en las cuales podamos contemplar sus habilidades iniciales para posteriormente hacer un diagnóstico de su situación. A partir de ahí, llevaremos a cabo una serie de dinámicas de grupo, debates, simulaciones, juegos de roles, grabaciones de ellos mismos y luego reflexionar sobre lo que han hecho, dilemas morales, análisis de situaciones (por ejemplo, un vídeo con tres chicas que aspiran a un puesto de trabajo y analizar quién realizó mejor la entrevista de trabajo, a raíz de las habilidades mostradas) y posterior “aprendizaje por observación”, ...y el programa que llevaremos será el siguiente: iniciar y mantener conversaciones, finalizar conversaciones, hacer cumplidos, recibir cumplidos, trabajo en equipo cooperativo, resolver conflictos y llegar a un acuerdo, hacer peticiones, pedir un favor y decir NO, realizar y recibir críticas, pedir explicaciones, solicitar cambio de conducta, defender los propios derechos (asertividad) y empatizar. En todas las dinámicas pondrán en juego estas habilidades, recibiendo orientaciones del docente para llevarlas a cabo, además de reflexionar sobre los resultados. Trabajaremos tanto las conductas verbales como las no verbales (gestos, movimientos de las manos, mirada, etc) que puedan influir en las habilidades sociales, además de favorecer que haya grandes momentos de comunicación, en los cuales puedan contar anécdotas e incluso situaciones organizadas temporalmente para favorecer más el desarrollo de la función declarativa y lenguaje narrativo, que posteriormente influirá en su capacidad de pensamiento y lectura de su “mundo interior” (emociones, valores, etc). Conectado con las habilidades sociales, se deben favorecer la enseñanza y aplicación de técnicas de resolución de conflictos. Compartimos la reflexión de que los conflictos son positivos en el sentido de que pueden ser considerados como oportunidades de aprendizaje. Podemos aprender a mejorar la convivencia entre nosotros a partir de momentos de tensión en los que tengamos que negociar una solución que pueda satisfacer a todos cuando llegue un momento en el que exista un conflicto. Un conflicto puede ser consecuencia de discrepancias entre personas a raíz de la satisfacción de una serie de necesidades en los sujetos. Si aplicamos una serie de técnicas de resolución de conflictos en las que se fomente el diálogo, la negociación, la asertividad, el análisis de la situación y desgranar los intereses y necesidades de cada uno, podremos llegar a un acuerdo que pueda beneficiar en esto. Podemos llevar a cabo en el aula diversos juegos de roles y visionado de vídeos que permitan mostrar ejemplos de estos métodos, además de que el docente debe llevarlos a cabo en el aula cuando se produzcan. En relación al profesorado, tenemos que desarrollar un programa formativo dirigido al profesorado con contenidos que profundicen sobre el tratamiento de las conductas inadecuadas del alumnado: Habilidades sociales, desarrollo de la inteligencia emocional, el acoso escolar (prevención e intervención), sensibilización del alumnado ante las situaciones de discriminación y acoso, estrategias didácticas para trabajar las políticas de igualdad de trato y no discriminación en el aula, trabajar la diversidad en el aula como una oportunidad para el aprendizaje, técnicas de resolución de conflictos en el aula, estrategias didácticas para favorecer la convivencia en el centro educativo y el desarrollo de relaciones interpersonales positivas. Si fuese necesario, ellos podrían también recibir un programa para desarrollar sus habilidades sociales. No solamente será beneficioso para que sean capaces de llevar a cabo con el alumnado los conocimientos adquiridos, sino para que sean capaces de aplicarlas en su dinámica de trabajo, favoreciéndose un grupo de trabajo cooperativo entre todo el profesorado, en donde predominen las relaciones de confianza y apoyo en torno a unos temas en concreto. En las aulas, tenemos que plantear diseños didácticos basados en el constructivismo y el aprendizaje cooperativo. Permitirá que se vivan situaciones que posibiliten que el alumnado se relacione con sus compañeros, incluyendo aquellos con los que habitualmente no mantenía relaciones interpersonales. Es importante que el profesorado se ocupe de realizar los grupos más heterogéneos posibles y que se redistribuyan los alumnos cada cierto tiempo para permitir que todos puedan tener la oportunidad de trabajar con todos y cada uno recibir las aportaciones de los compañeros además de que los demás aprendan de las suyas. Estas dinámicas favorecerán el desarrollo de las habilidades sociales (aunque conviene que previamente hayan recibido un asesoramiento para favorecer el desarrollo positivo de estas prácticas inclusivas) y valores positivos para la convivencia y la paz. Por otro lado, tenemos que plantear tareas en las que, mediante el análisis, la reflexión y la interacción con sus compañeros, permita que el alumnado evolucione su escala de valores y, por consiguiente, sus actitudes a otras más positivas: Dilemas morales, dinámicas de grupo, proyectos de investigación, talleres interculturales, desarrollo de murales y exposiciones con la correspondiente “evaluación entre iguales”, juegos de roles, foros de discusión sobre el contenido de diversos recursos (vídeos, lecturas juveniles, relatos, etc), resolución de conflictos en el aula, etc. Una de las temáticas que podemos trabajar son las diferentes políticas de igualdad de trato y no discriminación que existen en la Unión Europea: Género, discapacidad, orientación sexual, etnia, etc. Debemos analizar por qué estas personas han sido discriminadas a lo largo de la historia, reflexionar sobre sus objetivos y por qué es importante favorecer la inclusión e igualdad de trato de las personas, incluyendo sensibilizarnos con ellas y que la diversidad es un valor. Podemos plantear análisis de hechos históricos, analizar lecturas y cuentos, llevar a cabo obras de teatro en el que se defiendan estos valores, etc. Un desarrollo positivo de sus habilidades sociales y mejora de las relaciones interpersonales con sus compañeros ayudará a superar dichas conductas. Para ello, incluiríamos técnicas para enseñar habilidades de comunicación, mejora de la autonomía personal e incluso trabajar la autoestima y el autoconcepto, puesto que aceptarnos a nosotros mismos nos puede ayudar a superar actitudes negativas y mejorar las relación con otras personas, es decir, ayudarnos a entender lo importante que es aceptar a los demás a raíz de primero aceptarnos a nosotros mismos, y a partir de esto surgirá la confianza en nosotros mismos y en los demás. Siempre tenemos que incitar a aquellas personas más tímidas o con dificultades para mantener unas relaciones interpersonales agradables y de simpatía (agresores, personas con dificultades para transmitir de manera adecuada lo que piensan, etc) a que participen más y se impliquen en el desarrollo de las tareas. Aprovechando las TIC, podemos crear una red social, propia del centro educativo, en la plataforma NING para favorecer que todos los alumnos se relacionen entre ellos, conozcan a nuevos compañeros y aquellos que sean más tímidos se les incite a relacionarse con los demás, empezando por escrito y poco a poco será capaz de dirigirse a los demás oralmente. A través de las redes sociales podríamos plantear tareas cooperativas que permitan que, gracias a la interacción entre ellos, poco a poco se relacionen mejor entre ellos y adquieran actitudes más positivas para la cooperación con los demás, fundamentales para desarrollar un sistema inclusivo. Finalmente, desarrollar la inteligencia emocional le llevará a regular sus emociones y colaborar en la promoción de competencias sociales y en la prevención de conductas problemáticas. Para ello, una vez diagnosticado el estado inicial de su inteligencia emocional, plantearíamos en la hora de tutoría lectiva dinámicas de grupo que permitan trabajar la autoconfianza, el autocontrol, habilidades para relacionarse bien con los demás (conectándolo con el programa de habilidades sociales), ser un buen espectador de la realidad, saber identificar las emociones y aprender a regularlas, saber mantener una actitud abierta ante las nuevas situaciones (por ejemplo, un nuevo compañero que presenta unas necesidades específicas y que hasta el momento nunca nos habíamos encontrado), disfrutar de la compañía de otras personas, saber situarse en el lugar de los demás (empatía), etc. Esto les permitirá, entre otras cosas, ayudarles a conocerse a sí mismo y entender cómo pueden verle los demás. 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