LA CARRERA POR DIRIGIR LA ECONOMÍA PERUANA

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LA CARRERA POR DIRIGIR LA ECONOMÍA PERUANA
Pedro Francke
¿Cómo se decide el voto?
Los peruanos, lo que más queremos es empleo. Chamba. Un trabajo con el
cual ganarse el pan y en el que unas horas extras por aquí y por allá den
además para ir añadiendo una pared, un techo, una refrigeradora. Y dan su
voto más que nada por quien creen que podrá darles más trabajo y bienestar.
Pero no hay trabajo sin reactivación económica, no hay forma de darle
chamba a la gente si las fábricas no se ponen a producir, las tiendas a vender,
las empresas a generar valor. Para el que no tiene trabajo sino su propio
negocio, lo que más le importa es poder vender más. Que el negocio se
mueva, que haya clientes. Y eso también viene con la reactivación.
Por eso el tema principal de estas elecciones es el de las propuestas
económicas. Pero usualmente el lenguaje de los economistas, con términos
difíciles como PBI o encaje bancario, es difícil de entender. Este artículo
presenta sintéticamente las propuestas económicas en juego, buscando
hacerlas entendibles por el común de los mortales.
La economía es como un carro
Hagamos rodar nuestra imaginación y pensemos que la economía peruana
es como un carro. No es un Mercedes ni un Volvo, sino un pequeño
Volkswagen que ha ido avanzando de tumbo en tumbo y de vuelta en vuelta.
El carro de la economía peruana está hoy parado. La producción y los
ingresos no aumentan. Muchas empresas están en crisis. Los bancos tienen
enormes deudas morosas, una cartera pesada que dificulta que el carro vuelva
a andar. Encontrar un empleo, siempre una tarea difícil en el Perú, hoy es una
tarea imposible, y la única alternativa para las mayorías es inventarse uno. La
pobreza y el subempleo aumentan.
El carro de la economía peruana ya lleva parado tres años. A fines del 98,
con la crisis rusa y luego la brasileña, se fueron volando los capitales
golondrinos, y esos capitales funcionaban, bajo el modelo neoliberal de
Fujimori, como el único combustible de nuestro pequeño escarabajo. Y como
han pasado tres años, ya la batería está baja. Si el gobierno y el BCR hubieran
actuado a tiempo, el problema no sería tan grave. Pero ahora nuestro carro
llamado «economía peruana», que el fujimorismo quiso pensar era un Jaguar
tan sólo por cambiarle unas piezas y pichicatearlo con volátil gasolina de avión,
está hasta medio oxidado.
La primera cuestión: cómo echarlo a andar
Así, el principal problema que enfrentamos los peruanos, y que queremos
que el nuevo presidente resuelva, es cómo echar a andar este carro llamado
«economía peruana». En estas elecciones se enfrentan tres maneras de volver
a poner en marcha el carro de la economía: la de Alan, la de Toledo y la de los
rezagos del fujimorismo económico (hoy haciendo campaña por el voto en
blanco). Los tres han tenido que ponerse en el papel de mecánicos: abrir el
capó y proponer sus soluciones.
Empecemos por la receta neoliberal que siguió el fujimorismo todos estos
años. De acuerdo a esta receta, si se fue el combustible que movía la
economía peruana, el capital extranjero, hay que traerlo de regreso. La
cuestión no es cambiar de modelo, sólo ver la forma de volver a llenar el
tanque. Tenemos que hacer que los capitales golondrinos vuelvan. Y para eso
proponen que lo que hay que hacer es ganarse la confianza de esos capitales,
lo que según ellos se consigue siguiendo la receta del FMI, manejando el gasto
fiscal con criterio de cajero y sin tratar de aumentar el crédito interno y la
liquidez.
El primer problema con esta receta es que, lamentablemente, a diferencia de
las golondrinas de verdad, los capitales golondrinos son animales poco
predecibles. A veces vienen, a veces no. A veces les gusta más el clima del
norte, a veces se asustan con lo que pasa por el sur. Y los acontecimientos de
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la década pasada en Asia, Rusia y Brasil, así como la situación actual de
Argentina los han puesto con los nervios de punta. Así que se trata de una
propuesta arriesgada, ya que es poco probable que regresen las golondrinas,
al menos como lo hicieron la década pasada. Y si no regresan esas
golondrinas, el carro seguirá sin combustible.
Este modelo, que podríamos llamar de «confianza capitalista», tiene otra
debilidad. Sucede que para atraer capitales la economía tiene que tener
buenas oportunidades de inversión. Los capitales vienen para hacer ganancias
y no por otra cosa. Pero si la economía está paralizada, el mercado interno
está empequeñecido, no hay a quien vender y los bancos no tienen a quien
prestar, resulta difícil lograr utilidades. Así que en una economía recesada
resulta muy difícil atraer inversión (salvo en actividades primario-exportadoras o
privatizaciones que no mueven al resto de la economía).
Por último, esta propuesta genera un círculo vicioso: como la economía no
se mueve y las ventas se reducen, el Estado recauda menos. Como el Estado
tiene menos dinero y su política fiscal es la de un cajero, gasta menos. Las
compras del Estado se achican y eso reduce aún más el mercado para las
empresas privadas. Es como un carro malogrado: mientras más tiempo esté
parado, se empiezan a bajar las llantas y a oxidar las piezas, y en esas
condiciones menos gente querrá invertir en él.
El mecánico que «biquea»
La receta de Alan García, hasta donde la ha presentado, podemos calificarla
como la estrategia de «mover rueda por rueda». Su propuesta consiste en
medidas para la construcción (más viviendas dando crédito), para la agricultura
(el banco agrario), y por ahí alguna que otra política sectorial. Pero sin una
política macroeconómica: ha prometido que no hará política fiscal (es el
defensor de un estricto equilibrio de caja) ni política monetaria (dará el banco
central a la oposición, aunque no sabemos a cuál). Así que se limita a
propuestas sectoriales.
Pero sucede que en la economía, como en los carros, las distintas partes
están interconectadas. Para que se mueva el carro, las ruedas deben moverse,
pero para eso deben moverse los ejes, la trasmisión, los cigüeñales y los
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pistones. Para que se muevan los pistones debe hacer combustión la gasolina,
que se enciende con una chispa producida con electricidad, la misma que se
genera y almacena en la batería cuando el carro se mueve. Todo está
interconectado, aunque hay un centro que pone todo en movimiento: el motor.
¿Alguien cree que la fórmula para mover un carro es intentando mover las
llantas una por una? Nadie, claro. Pero ahora Alan García propone eso: mueva
usted una llanta llamada construcción, mueva usted otra llanta llamada agro,
mueva usted la tercera llanta, y el carro se moverá.
En realidad, al igual que pasa con el carro, la fuerza que se tendría que
hacer moviendo cada sector para que la economía toda se mueva es muy
grande. Por ejemplo, si usted efectivamente da crédito y reactiva el agro, los
mercados urbanos se llenarán de papas pero no habrá quien las compre, y el
precio se caerá para desgracia de los campesinos (como efectivamente
sucedió con la recesión). Si usted quiere dar crédito para vivienda, pero la
gente no tiene empleo, entonces los créditos resultarán impagables. Y así para
adelante. Si usted quiere mover una llanta, tiene que mover ejes, trasmisión,
cigüeñales y pistones, y debe vencer la enorme inercia de todo el carro.
Alan García, el mecánico que «biquea» (en jerga universitaria: lleva el curso
por segunda vez), aunque propone una política económica totalmente distinta a
la anterior, no parece haberse acercado a la solución del problema.
El tecnólogo andino
Según el diagnóstico del equipo de Toledo, la economía está parada por un
círculo vicioso: las empresas no tienen a quién vender, y por eso no emplean
trabajadores, y por eso la población no tiene plata para comprar. Al tener bajas
ventas, las empresas han terminado ahogadas en deudas. Regresando al
ejemplo del carro: el círculo vicioso consiste en que el carro no prende porque
la batería está baja, pero la batería está baja porque el carro no camina hace
tiempo.
La propuesta de este equipo de mecánicos para empezar a mover el carro
es empujarlo para que prenda, como solemos hacer cuando a un carro se le
baja la batería. Este empujón consiste en más crédito y mayor demanda
interna. Este remedio es similar al que en este mismo momento practican en
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Estados Unidos ante la recesión que se les viene. Con más crédito y más
dinero en la economía, la gente comprará más. Y con la rebaja adicional de
algunos impuestos, como el Impuesto Extraordinario de Solidaridad (exFONAVI) que afecta los salarios, el efecto se multiplica. Entonces, el círculo
vicioso se revertiría: las ventas empiezan a subir, la producción empieza a
aumentar, el empleo también tiene que crecer, las deudas se van pagando. Y
al final hasta el gobierno terminará recaudando más impuestos. Es como lo que
sucede una vez que el carro prende y empieza a caminar: no solamente la
batería empieza a cargarse sola, sino que además podemos acercar a su
destino a quienes nos dieron el empujón inicial.
La segunda cuestión: cómo mantenerlo andando
Puesto en marcha el carro, hay otra cuestión: cómo hacer para que siga
caminando a buen ritmo, que no se le acabe el combustible. Porque el carro de
la economía peruana ha tenido este problema de arranques y frenadas a
menudo, y lo que queremos es un arreglo permanente. Ésta es, por cierto, una
pregunta que sólo tiene sentido si el remedio para echar a andar el carro
funciona. Porque si el carro sigue parado, es claro que no hay que preocuparse
de que se pueda volver a parar. Así que desarrollaremos esta idea sólo para la
propuesta que puede hacer caminar el carro: la del equipo de Toledo (en
realidad, Alan al parecer ni siquiera se ha planteado el tema).
Dos parecen ser las principales razones por las que el carro de la economía
peruana se detiene. La primera es la falta de inversión, la segunda la falta de
dólares. Si no hay inversión, no hay nuevas fábricas ni nuevas minas y la
producción no puede seguir aumentando. Pero para invertir, en el Perú se
necesitan dólares, porque las máquinas y los equipos (así como muchos
insumos, medicinas y alimentos) hay que importarlos. Es decir, nuestro carro
tiene dos combustibles: inversión y exportaciones, y tenemos que conseguirlos
si queremos mantenerlo andando.
Una primera forma de conseguir la inversión es con la propia reactivación. La
inversión se ha detenido porque el mercado está deprimido y no hay a quien
venderle. Pero si el mercado empieza a crecer, las oportunidades de negocios
también, y las expectativas cambian. Esto demanda, por cierto, lograr
confianza en que la reactivación será sostenible y no flor de un día.
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Pero eso resulta insuficiente. Y por eso, la propuesta de Toledo incluye
promover las exportaciones y la inversión. Con medidas como buscar
oportunidades de negocios en el exterior, facilitarles la vida a los exportadores,
reducir sus costos, promover el turismo, promover la integración andina y
regional, defender el mercado interno con aranceles escalonados y combate al
contrabando, promover la pequeña empresa y las relaciones entre éstas y las
grandes empresas.
Todo ello hará funcionar el carro en condiciones normales. Pero el carro de
la economía peruana depende de la economía internacional y cuando nos
llegan shocks externos, es como tener que subir una pendiente empinada: se
hace mucho más difícil avanzar. Hasta ahora, la respuesta del Estado cuando
las condiciones externas hacían que la economía peruana enfrentara una
subida, era pisar el freno: ajustar, reducir el gasto fiscal y secar el crédito. Y las
consecuencias están a la vista: carro cuesta arriba y además pisando el freno
es parada segura (y hasta se puede ir para atrás, como cuando viene la
depresión).
La otra propuesta del equipo de Toledo al respecto es dotar al Estado
peruano de las herramientas necesarias para, cuando cambian las condiciones
y hay que ir cuesta arriba, poder poner primera: se va más lento pero de todas
maneras se avanza. La desdolarización de la economía y la conformación de
un Fondo de Estabilización Fiscal sirven para eso.
La tercera cuestión: hacia dónde debe ir el carro
Hay un tercer elemento importante: y es que el carro nos debe servir para ir
a algún sitio, y no todos los lugares resultan iguales.
La propuesta neoliberal, que descansa en el capital extranjero y las
exportaciones primarias (básicamente minería), cuando tiene combustible nos
lleva a una provincia pobre. Genera poco empleo porque estos sectores
demandan grandes inversiones y relativamente poco trabajo. Y también genera
pocos ingresos para el fisco, porque se pretende atraer el capital rebajándole
impuestos. Esta propuesta resultó tan pero tan mala, que su representante en
las elecciones pasadas sacó menos de 2 % de los votos, porque encima de
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llevarnos a una provincia pobre y de quedarse plantado allí, resultó que el
chofer robaba el combustible en baldes.
Es por eso que la tres principales fuerzas, Lourdes, Alan y Toledo,
plantearon inteligentemente llevar el carro hacia provincias más ricas.
Propugnan todos ellos priorizar los sectores donde se genera más empleo: la
construcción, el agro, el turismo, donde con poca inversión se crean muchos
puestos de trabajo, y así se atiende el problema de la pobreza y la desigualdad.
No está tan claro hasta qué punto la industria entra en el panorama de todos;
aunque está presente en el programa de Toledo, se ha escuchado poco sobre
el tema por otras tiendas. Pero dejando de lado estas diferencias de énfasis, la
clave está en priorizar la creación de empleos, y hemos logrado al respecto un
importante consenso nacional.
Sólo que eso sólo tiene sentido si el carro se pone en movimiento y se
mantiene en movimiento. A un carro parado no se le puede dirigir a ninguna
parte. Las políticas sectoriales sólo adquieren sentido dentro de una política
macroeconómica razonable.
Haga su elección
Hemos tratado de presentar de manera didáctica las opciones económicas
en juego, para que el lector pueda escoger al mejor taller de mecánica, y el
carro de la economía vuelva a caminar.
La propuesta neoliberal, que no pasó a la segunda vuelta, quiere ahora que
no escojamos ningún mecánico. Pretende descalificar a los que quedan en
carrera criticando los modales que tienen cuando se sientan a la mesa. Yo, la
verdad, cuando escojo un mecánico, no visito su casa. Me fijo si tiene sentido
lo que dice y si en el pasado arregló bien mi carro. Nunca me meto en su casa.
Y si quiero arreglar mi carro, siempre contrato uno. Porque si no lo contrato,
poca duda cabe de que seguirá parado.
desco / Revista Quehacer Nro. 129 / Mar. – Abr. 2001
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