Las prácticas de la excusión en el aula de la escuela básica a través de las señales, códigos denotativos y connotativos Gabriel Rojo Vences. Con la oportunidad que he tenido de participar en los encuentros convocados por el IPECAL durante mi proceso de formación doctoral, se han aperturado diversas formas de acercarme a la realidad de diferentes contextos para comprender y comprenderme en ellos; tal es el caso del seminario: La Tradición y el Arte, impartido por el Profesor Francisco Javier Romero, en el que entre otros varios elementos se dialoga sobre el lenguaje tona, elementos básicos para el análisis social del arte, la colonización del lenguaje musical, ámbito de segregación a partir del capital cultural, espacio simbólico, las complejidades de los códigos entre otros; sin embargo para efectos de esta producción pondré intencionalidad en los códigos, a partir de una experiencia vivida durante mi educación primaria, misma que es extraída de la didactobiografía. Partiré de la posibilidad de resignificar la idea del significado denotativo1 en los signos lingüísticos y acciones emprendidas por el Prof. de sexto grado de educación primaria hacia la década de los setenta: Para ponernos en contexto: La Escuela Primaria Juan Escutia, se encuentra ubicada en la ranchería de San Simón del Mpio. de Amatepec en el Estado de México, para ese entonces sólo contaba con seis profesores, uno para atender a cada grado, el caso que traigo acá corresponde a sexto grado, a cargo del Prof. Alfredo Jaimes Robles; quien siendo a la vez el director de la escuela tenía fama de ser estricto, o autoritario, entre sus estrategias utilizadas para el trabajo grupal destacaba la siguiente: 1 Construcción colectiva en el círculo de reflexión IPECAL 27 de marzo de 2009 El aula con pedestal de aproximadamente 20Cm de altura y de lo ancho del salón 6m aproximadamente. Había organizado los mesabancos en tres filas; la primera a la derecha con relación a la colocación del profesor, integrada por cinco mesabancos, asignando calificaciones a cada uno de estos, 10, 9, 8, 7 y 6; dos filas más de calificación 5. El profesor trabajaba con nosotros a partir de competir para ver quien realizaba sus trabajos más rápido y correcto a la vez, el premio, sentarnos en la banca del 10. Su consigna verbal: van a resolver estos ejercicios, quien termine más rápido y saque mas aciertos se sentará en la banca del diez (asignaba un determinado tiempo según el ejercicio) quien termine después del tiempo asignado aunque sus respuestas estén correctas o si terminan rápido pero sus respuestas no son correctas se sentará en las filas del cinco. Durante muchos meses luché y permanecí junto con otro compañero (Jesús Barrueta) en el mesabanco del 10; un día, mi padre me pidió que le acompañara a vender unos puercos, yo me negaba rotundamente acompañarlo, debido a que el niño que no asistiera a clases, habría de sentarse al final de la fila del 5; sin embargo fue tal la insistencia un tanto enérgica de mi padre, que no me quedó otra alternativa que acompañarlo, durante el camino pensaba que sería bueno ir con papá, así se daría cuenta que tan bueno era con las matemáticas. Llegamos con el comprador de puercos, convinieron en el costo por kilo ($1.50); pesaron los puercos en una romana, primer puerco 70 k, segundo puerco 80 k último puerco 60 k, al bajar el último puerco de la romana mi padre pregunta de inmediato ¿Cuánto vamos a cobrar hijo? Espéreme tantito, me encontraba terminando mi primera suma 70+80+60 = 210 k, faltaba multiplicar 21 por 1.50, mi padre insistía ya hijo, ¿no que eres muy bueno en matemáticas, que sacas puros dieses? ¡Ahorita, ya casi termino.! Papá sin haber ido a la escuela, me dice: ¡ya párale hijo! A ver ¿cuántos kilos son? 210, ¿cuanto es la mitad? 105, pues sólo agrégaselos a los 210 y eso vamos a cobrar, caray hijo, no que eras tan bueno, para eso no hay que sacar diez en la escuela… yo deseaba que la tierra me comiera de vergüenza, finalmente mis cuentas, como las sabia en la escuela, coincidieron con la que había hecho papá. Al siguiente día llego a la escuela y mi maestro me pregunta que por qué no había ido a la escuela y groso modo le platiqué la razón, pero por haber faltado tuve que sentarme en la fila del 5, de ahí en adelante no me preocupé más por estar en la banca del 10, sino de ir comprendiendo que pasaba con cada uno de los problemas que el maestro planteaba, siempre entregaba mi trabajo al final de mis compañeros y prefería dar respuestas no correctas aunque las tuviera correctas para no pasar de la fila del 5, intrigado mi maestro insistía en preguntarme qué me pasaba y no me atrevía a decirle la razón preferí ir analizando las respuestas y otras maneras de razonamiento más allá de los algoritmos que el maestro nos mostraba; todo ello motivó en mi, para interesarme en la matemática pero de una manera distinta. ¿Pero que hay detrás de esto? quien termine más rápido y saque mas aciertos se sentará en la banca del diez, quien termine después del tiempo asignado aunque sus respuestas estén correctas o si terminan rápido pero sus respuestas no son correctas se sentará en las filas del cinco. Con la aparente intención de estimular el aprendizaje acelerado y buscar que cada vez fuésemos mejores, me parece que lo que se estaba provocando era un sentimiento de frustración al no alcanzar por más intentos que se hicieran por la mayoría de niños por alcanzar la banca del diez; evidentemente lo que se estaba recreando era una manera sutil de exclusión, incluso de violencia, de segregación al no comprender los distintos ritmos y formas de aprendizaje por una parte y por la otra, después de descubrir que los aparentes dieses que se sacaban el la escuela poco o nada servían para responder a las exigencias de la realidad, lo que motivaba síntomas de desánimo y poco interés por responder a las exigencias del profesor. Por otra parte el sentimiento de menosprecio por parte de los que nos sentábamos en las bancas del cinco, que desde un principio ya habíamos sido reprobados, sin el mayor apoyo por parte del profesor para avanzar en nuestros procesos, más aún éramos señalados o objetos de burla por no lograr pasar de las filas del cinco, creando sentimientos distintos; en principio como el deseo de competir hasta con alegría para lograr ser mejores, pero con el tiempo cada vez se tornaba más frustrante al no responder a los niveles supuestos de exigencia del profesor, sólo unos cuantos se salvaban de ser discriminados. Desde la colocación física del profesor (al frente y arriba) ya expresaba poder, autoridad, hegemonía, avasallando a los débiles con su sabiduría, no dejando opción al estudiante de revelarse porque ante ello se imponía el poder e incluso la complicidad que se constituía con los padres de familia para el sometimiento de los estudiantes. Por ello me resuena la idea de que la manera más sutil de ocultar la ignorancia es hacer mal uso del poder. Entiendo que el saber es poder, pero entiendo además que el saber permite al sujeto comprenderse según sus circunstancias. Y lo que acá he traído me parece da cuenta de dos elementos bordados durante el seminario, o por lo menos los que me han significado; el desempeño escolar y la discriminación, y la discriminación a través de la distinción.