LA FUERZA DE LO SIMPLE: EL CONOCIMIENTO Y LOS VALORES Autor: Angela López Dirección: Pto.Madryn- Chubut- Argentina Una alumna, realiza la defensa oral y publica de la tesis que le permitirá obtener el titulo de bióloga. Una filosofa presente, observando lo que estaba ocurriendo y sin poder evitarlo, identifica algunas cuestiones de la situación y decide reconstruir lo acontecido. He aquí la narración: Ese día se presentan los resultados del trabajo de investigación científica acerca de dos poblaciones de cormoranes. Mas específicamente, la tesista presenta los datos que le permitieron determinar las áreas de forrajeo de las especies. Luego de la presentación uno de los jurados interroga a la tesista: ¿Considera Ud. que sus estudios, las conclusiones a las que ha arribado podrían servir como recomendaciones (normas) para el manejo de los recursos naturales –en este caso, las poblaciones de cormoranes? La tesista, mostrando cierto desconcierto frente a la pregunta, atina a responder que: “ Lo que he estudiado es algo de la realidad, un fenómeno. Mediante análisis de datos he realizado una descripción acerca de los patrones de comportamiento de estas dos especies de cormoranes, he cuantificado las rutas de forrajeo y he planteado un modelo que explica por qué de las diferencias en los periodos que pasa el animal en el agua y la cantidad de inmersiones que mantiene cada especie. Entiendo que mis conclusiones son razonables, ya que me he guiado por los métodos estándares de la investigación científica. Jurado: (entusiasmado) Justamente, Ud. ha obtenido datos precisos de uno de los periodos mas críticos de la población, la época de cría de pichones. Luego, si esta área delimitada con bastante precisión, es considerada desde las evidencias como un espacio vital para lograr el alimento; ¡piense! ¿Puede, la acción turística, por ejemplo producir un impacto negativo? Su investigación aporta información suficiente como para persuadir racionalmente –y contundentemente, por cierto- a los gobernantes acerca de las buenas normas en el uso de los recursos naturales. Director: Esbozando una mueca de incredulidad y perplejidad por lo que estaba oyendo, dijo: ¡Desde cuando en nuestro país los políticos y administradores tuvieron en cuenta lo que piensan los científicos!? A esta altura de los hechos, a la filosofa se le presenta con claridad que lo que esta en juego es algo estructural al conocimiento y a la formación de un científico. Lo que se estaba planteando es: ¿Qué propósito tiene el conocimiento? Y ¿La investigación empírica, persigue valores? Desde la tesista: El propósito de la investigación científica es la descripción y explicación de la realidad. Es evidente que la concepción de mundo en la cual esta educada es la de relacionarse cognitivamente con la naturaleza, buscando patrones de regularidad que le permitan comprender, “penetrar” en la realidad. Cuenta como instrumento principal con las matemáticas y un énfasis exagerado en la cuantificación de lo externo. Le han enseñado a presentar el mundo desde formulas estadísticas, gráficos con diversos diseños; incluso llegando algunos casos hasta el peligroso estado donde entre tantos números se pierde de vista al propio protagonista: el cormorán. La tesista siente el deleite de la investigación y el de proponer un discurso que de cuenta de cómo percibe el mundo de los cormoranes, pero no esta segura del valor real de su conocimiento fuera de los límites de la academia o un centro de investigación. Desde el jurado: El propósito de la investigación científica es ése y otros más. En este caso, el valor de la investigación es doble: Conocemos mejor el mundo de los cormoranes y Los datos y explicaciones son útiles socialmente. Nos sirven para prescribir una actividad social como el turismo en vistas al uso sustentable de los recursos naturales. Desde la filósofa: la racionalidad no es solo la explicación matematizable de la naturaleza; la racionalidad exige en estos tiempos y a la altura de las circunstancias, que el conocimiento es tanto para “extraer” a la naturaleza como para “conservar” a la naturaleza. Lo racional es aprovechar, conservando. “Y como una misma ciudad contemplada desde diferentes lugares parece diferente por completo y se multiplica según las perspectivas, ocurre igualmente que, debido a la multitud infinita de sustancias simples, hay como otros tantos diferentes universos, que no son, empero, sino las perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de cada Monada”. (Leibniz, Monadologia, Ed. Aguilar- Se escribió en Viena en 1714, se publicó en 1840) Lo que creo es que en cada época, emergen personas que son capaces de, individualmente aveces, o colectivamente otras identificar con claridad aquellas ideas-valores que le otorgan un sentido al camino. Es mi opinión que este es uno de esos momentos donde se vuelve imprescindible volver a preguntar por aquello que siendo simple es lo que guía la acción: ¿Por qué conocemos? ¿Para qué conocemos? ¿Qué lugar debe ocupar el conocimiento en la Polis? ¿ Qué lugar debe ocupar el amante del saber (filosofo) en la Nación? Plantear con la fuerza de lo simple las preguntas que obligan a desenmascarar el discurso vacío y terriblemente aburrido, que sin embargo, permite la vida y reproducción de lo inautentico. Volvamos a la cuestión: el jurado quiere instalar en la joven una pregunta simple: ¿ con estas ideas podremos mejorar nuestra acción en el mundo? Quizás el valor de la pregunta no sea la acción que motive su respuesta, el valor en principio (y nada menos) es que obliga a la joven a mirarse a sí misma en el mundo buscando el sentido. A lo mejor, si ejercitáramos la búsqueda de sentido, no solo realizaríamos nuestras acciones con conciencia del valor que poseen, sino que justamente, nuestra vida recobraría esa cuota de pasión necesaria para entusiasmarnos y entusiasmar a cualquiera. Y, si lográramos vivir con entusiasmo nuestro trabajo, quizás nos animáramos a pensar que es posible, realmente posible, en alguna medida lograr aquello que valoramos. Por ejemplo, si al científico, al filósofo lo anima la búsqueda del conocimiento, entonces, la verdad es un valor estructural. Si vive con entusiasmo, la verdad se hace carne por que el científico busca y vive la verdad: es una persona verás (en el laboratorio, en los comites evaluadores, en la cátedra, con sus pares, con sus alumnos y con el vecino). Quiero decir, que si un científico (o un filósofo) es alguien que se define como un constructor de pensamiento científico, entonces, la racionalidad es un valor estructural. Si vive con entusiasmo, la racionalidad se hace carne por que el científico, el filosofo, busca y ejercita la razón: Es una persona razonable (en el laboratorio, en los comités evaluadores, en la cátedra, con sus pares, con sus alumnos y con su vecino). Pensemos en esta idea del “vivir los valores con entusiasmo”, aplicado ahora a los políticos donde ya sabemos, el valor de lo justo se debe hacer carne. Pensemos en los maestros, en los jueces, etc., en fin, pensemos en cada uno de nosotros. ¿No se notaría algo distinto? Quizás, nos hemos enmarañado con cierto discurso que, con la pretensión de complejidad, nos olvidamos de la pregunta simple y sin embargo fundante. Ayer un grupo de alumnos universitarios a las puertas del título de biólogo, mirando unas ballenas haciendo lo suyo, me decían: ¿qué pasa que en la mayoria de los adultos no hay pasión por lo que hacen? ¿Qué pasa que en muchos adultos hay una brecha entre lo que hacen y los valores de la racionalidad científica? ¿Por que muchos adultos muestran un muy buen manejo de la famosa racionalidad a la hora de realizar sus investigaciones y les resulta difícil ser racionales entre ellos mismo? Y me acuerdo de mi madre, una campesina andaluza que en aquellas ocasiones en que mostraba mi falta de entendimiento decía: “¡ niña, debería notarse aquí también, los libros que lees, tantos años de escuela y pareciera que los sesos están intactos!!” Tanto mi madre como los futuros biólogos, piden un poco de coherencia, piden un poco de entusiasmo en la vida por aquello que siendo valorado le da el sentido. Si cada uno de nosotros logramos vivir con entusiasmo los valores, quizás produciríamos una epidemia de valores y entonces,” padezcamos” un entusiasmo que va impregnando cada acción. ¿No se notaría algo distinto? Esto, que siendo simple en el discurso, resulta luego, algo tremendamente complejo y difícil en la acción, en la vida. Y claro que una cosa es identificar cognitivamente los valores y otra es forjar la vida en los valores. Bueno, sabemos que la vida, es enigma, es viaje, es lucha… pero la vida es también, lo que cada uno quiere que sea. Recobraremos en nuevas formas la patria anhelada en la medida que volvamos a preguntarnos lo simple ¿Qué patria? ¿Qué escuela? ¿Qué valores? Y ¿Qué hago yo, en mi pequeño lugar, todos los días, para vivir forjando valores?