GLOBALIZACION Y CONOCIMIENTO http://www.astrolabio.net/opine/articulos/globalizacion_conocimiento.htm ---------------------------------------------Por: Alberto Romero [email protected] ---------------------------------------------Introducci—n A medida que se profundiza la divisi—n internacional del trabajo y se perfeccionan los medios de comunicaci—n, el conocimiento tiende a convertirse en patrimonio universal. Cada vez es m‡s f‡cil intercambiar, e incluso apropiarse, de la informaci—n, pues los controles escapan a la velocidad conque esta circula, especialmente a travŽs de la llamada ciber-autopista. En esta divisi—n del trabajo interviene el conocimiento no s—lo de las potencias tecnol—gicamente desarrolladas, sino tambiŽn el de aquellos pa’ses que participan en determinadas fases del proceso, estableciŽndose una especie de interacci—n, en la cual, si bien es cierto los pa’ses m‡s avanzados controlan el conocimiento de vanguardia, las naciones menos desarrolladas pueden encontrar nichos de ventajas competitivas. La globalizaci—n Actualmente se ha puesto de moda el tema de la globalizaci—n, para la cual existen mœltiples definiciones, dependiendo del ‡rea del conocimiento desde donde se le enfoque, as’ como de la posici—n pol’tica e ideol—gica que se asuma al respecto. En este contexto encontramos interpretaciones que van desde la apolog’a neoliberal de la apertura global, de la cual supuestamente se benefician todos por igual, hasta las m‡s radicales posiciones nacionalistas en contra de dicho proceso. Segœn el Fondo Monetario Internacional, el proceso de globalizaci—n consiste en el "crecimiento de la interdependencia econ—mica de los pa’ses del mundo a travŽs de un creciente volumen y variedad de transaciones de bienes y servicios y flujo internacional de capitales a travŽs de las fronteras, y tambiŽn por medio de una m‡s r‡pida y amplia difusi—n de la tecnolog’a"/1 En realidad, la llamada globalizaci—n no es otra cosa que la fase m‡s avanzada de la divisi—n internacional del trabajo, jalonada por la revoluci—n tecnol—gica en el campo de la inform‡tica, las telecomunicaciones, la biotecnolog’a, la ingenier’a genŽtica y la sustituci—n de materiales, entre otros factores. En esta fase la telara–a de relaciones(econ—micas, culturales, pol’ticas, etc.) internacionales es cada vez m‡s compleja y dif’cil de explicar desde un solo punto de vista. La especializaci—n geogr‡fica del proceso productivo, en el cual intervienen diferentes pa’ses y regiones, hace que se camufle cada vez m‡s el origen real de las mercanc’as; es como si estas no tuviesen nacionalidad. En estas condiciones, la economia mundial es cada vez menos la suma de econom’as nacionales aisladas, para convertirse en una econom’a global e interdependiente, lo cual da la impresi—n de homogeneidad. Sin embargo, globalizaci—n no es sin—nimo de equidad, pues no todos los miembros de la comunidad internacional participan en igualdad de condiciones dentro de la nueva divisi—n internacional del trabajo. Al contrario, tal y como lo muestran las estad’sticas, pese a la innegable mejor’a en el posicionamiento de un grupo de pa’ses en desarrollo en el contexto mundial de la econom’a, en primer lugar los llamados pa’ses de industrializaci—n reciente, la brecha relativa que separa al pu–ado de potencias dominantes, aglutinadas alrededor del llamado grupo de los siete, del resto de los pa’ses del hemisferio, no solo se conserva sino que parece profundizarse, especialmente en aquellas actividades relacionadas con el conocimiento de vanguardia. Igualmente, al tiempo que la din‡mica del comercio mundial, en el marco de impresionantes cambios cualitativos en los sistemas de informaci—n y de transporte, rompe fronteras y modifica el concepto tradicional de soberan’a nacional, se da la contratendencia a conformar bloques de integraci—n comercial y de mercados œnicos, con el fin de buscar mecanismos que les permitan a sus integrantes mejorar las ventajas competitivas en el plano internacional. La globalizaci—n tampoco implica la desaparici—n de las contradicciones entre lo global y lo local, lo que se manifiesta en la tendencia a la fragmentaci—n regional. Cada d’a aparecen en el mapamundi m‡s pa’ses, la mayor’a de los cuales, desde el punto de vista poblacional, son peque–as naciones. La mayor interdependencia surgida del actual proceso de globalizaci—n, al tiempo que integra cada vez m‡s las econom’as y los pueblos de todo el mundo, incrementa su vulnerabilidad frente a los cambios que se producen al interior de los principales centros tecnol—gicos y financieros, incluyendo a los llamados pa’ses emergentes del mundo en desarrollo. Un ejemplo de esto es la crisis que viven actualmente los pa’ses asi‡ticos y su repercusi—n en el resto del planeta. El proceso de globalizaci—n es liderado por las llamadas empresas transnacionales, las cuales concentran el mayor volumen de producci—n de bienes y servicios, as’ como los mayores avances en el campo del desarrollo tecnol—gico a nivel mundial. Segœn estimaciones del World Investmen Report de la UNCTAD, en 1995 las empresas transnacionales generaron un tercio de la producci—n global industrial, concentraron dos tercios del comercio mundial, de los cuales la mitad estuvo constituido por el comercio intrafirmas, y emplearon al 3% de la mano de obra industrial./2 Otro aspecto a resaltar es que la mayor parte de este comercio se realiza al interior de la triada conformada por Estados Unidos, la Uni—n Europea y Jap—n. Pero m‡s que el hecho del incremento de la participaci—n de las empresas transnacionales en la producci—n, los flujos comerciales y la inversi—n, lo importante es resaltar el aspecto estructural que acompa–a a dicho proeceso. En otras palabras, la importancia que en estos flujos est‡n adquiriendo las denominadas operaciones internas de una red global en expansi—n: el intercambio de insumos y de bienes tecnol—gicos (resultados de la investigaci—n y desarrollo) al interior de la empresa transnacional global, la cual se entiende no s—lo como una empresa o conjunto de empresas ligadas por un centro de control financiero comœn, sino tambiŽn como "una compleja y extendida red de relaciones de competencia y colaboraci—n (alianzas estratŽgicas) y que progresivamente se van integrando en vastos conglomerados o sistemas complejos de interdependencia en donde las tareas de investigaci—n y desarrollo, las de producci—n, mercadeo y financiamiento se van compartiendo y configurando entidades econ—micas y organizacionales de vastas proporciones y de singulares atributos."/3 Esta situaci—n les permite a las empresas transnacionales moldear la divisi—n internacional de trabajo, de acuerdo con los intereses estratŽgicos de las naciones m‡s desarrolladas, de donde provienen. En esta nueva etapa de la divisi—n transnacional del trabajo, la competitividad de las naciones est‡ cada vez m‡s condicionada a la flexibilidad de sus econom’as y a su capacidad de reacci—n frente a los r‡pidos cambios tecnol—gios, determinados por las exigencias del tambiŽn cambiante mercado. En otras palabras, econom’as primarias monoespecializadas y con escalas de producci—n orientadas a mercados masivos y homogŽneos, tienden a quedarse rezagadas frente a aquellas que son m‡s flexibles y diversificadas, orientadas a mercados especializados o a los llamados "nichos" de mercado, y que, por consiguiente, pueden reaccionar a tiempo frente a situaciones cambiantes e imprevistas. Ante su atraso tecnol—gico relativo, la inserci—n competitiva de los pa’ses en desarrollo en la econom’a internacional parece estar supeditada inevitablemente a la presencia de las empresas transnacionales en sus econom’as. Segœn el informe del World Investment Report de la UNCTAD(1993), "en el sistema internacional de producci—n que emerge en la dŽcada del 90, las empresas transnacionales y sus afiliadas, son las que determinan la participaci—n de un pa’s en la divisi—n internacional del trabajo, por encima de las transaciones comerciales" /4 La mayor o menor participaci—n de los pa’ses menos desarrollados en las redes de producci—n dirigidas por las empresas trasnacionales, su capacidad de absorci—n de inversi—n extranjera, depende, por lo menos, de las siguientes condiciones: a) estabilidad macroecon—mica; b) disponibilidad de una infraestructura adecuada; c) suficiente oferta de fuerza de trabajado adecuadamente calificada y relativamente barata, y d) estabilidad pol’tica. Estos elementos en su conjunto determinan lo que se ha dado en llamar el nivel de confianza en determinado pa’s. Este esquema de inserci—n tiende a reforzar aœn m‡s al car‡cter apendicular de nuestras econom’as, a travŽs de su especializaci—n en las fases finales del proceso productivo y bajo el control tecnol—gico de las empresas transnacionales. El conocimiento -antecedentes No hay duda que el conocimiento se ha constituido no solo en fuente de poder sino que, hoy por hoy, es la principal fuerza productiva de las naciones. Todos los cambios importantes en la econom’a y la sociedad est‡n, de una u otra manera, ligados al desarrollo del conocimiento. Pero no siempre ha sido as’. Por mucho tiempo el conocimiento, especialmente el conocimiento cient’fico, estuvo condicionado por el oscurantismo religioso y las ideolog’as totalitarias, impidiŽndole su desarrollo y su proyecci—n social. Aœn hoy d’a, en algunos puntos del planeta, persisten estas barreras al conocimiento. Un momento hist—rico en el desarrollo del conocimiento fuŽ el advenimiento del capitalismo en Europa. Con el triunfo de la burgues’a, el potencial creativo del conocimiento, reprimido por muchos siglos por la clase feudal y la iglesia, fue liberado, dando como resultado la llamada Revoluc’—n Industrial, que transform— radicalmente el mapa econ—mico y pol’tico del mundo. De acuerdo con Peter Drucker, la Revoluci—n Industrial fue el resultado de la aplicaci—n del conocimiento a las herramientas, los procesos y los productos, en una lapso de cien a–os (1700-1800). Entre 1750 y 1800, "las patentes que hasta ese entonces hab’an sido monopolio para enriquecer a los favoritos del rey, empezaron a concederse para fomentar la aplicaci—n de conocimientos a herramientas, productos y procesos y para recompensar a los inventores, siempre que publicaran sus inventos. Esto no s—lo abri— un siglo de febril invenci—n mec‡nica en la Gran Breta–a sino que acab— con el misterio y el secreto de la artesan’a".(5) Especial importancia en los inicios de la Revoluci—n Industrial tuvo la m‡quina de vapor. Como anota Lester Thurow : "La m‡quina de vapor fue el eslab—n perdido. Con sus enormes cantidades de equipos de capital s—lo pod’a ser utilizada en una instalaci—n(los talleres textiles) o en operaciones integradas y geogr‡ficamente dispersas(los ferrocarriles). Los trenes con locomotoras de vapor hicieron posible la creaci—n de los mercados nacionales y las f‡bricas con m‡quinas operadas de vapor permitieron desarrollar compa–’as de una escala apropiada para servir a esos mercados nacionales. Con la m‡quina de vapor y las grandes cantidades de equipos que se pod’an adosar, la producci—n pudo alcanzar un nivel en el cual llegaron a ser posibles las econom’as de escala". (6) La aplicaci—n del conocimiento a la organizaci—n del trabajo, di— como resultado la llamada Revoluci—n de la Productividad. Este proceso se extendi—, m‡s o menos, desde 1800 hasta la Segunda Guerra Mundial y uno de sus pioneros fue Frederick W. Taylor. DespuŽs de la Segunda Guerra Mundial el conocimiento ha venido aplic‡ndose cada vez m‡s al conocimiento mismo, a lo que Drucker ha dado en llamar la Revoluci—n Administrativa. Segœn este autor, "el conocimiento se est‡ convirtiendo actualmente en el œnico factor de la producci—n, y ha puesto a un lado tanto al capital como al trabajo", concluyendo que aunque es prematuro llamar a la nuestra, "sociedad del conocimiento", pues s—lo tenemos una econom’a del conocimiento, "nuestra sociedad es ciertamente postcapitalista". /7 Discutible o no esta afirmaci—n, lo cierto es que los cambios introducidos en la estructura econ—mica y social de los pa’ses m‡s desarrollados, y del mundo en general, bajo la influencia directa del desarrollo del conocimiento, invitan a una reflexi—n m‡s profunda, lo cual no es posible en los marcos de este ensayo. -conocimiento y desarrollo El conocimiento ha sido la base del desarrollo econ—mico y social. A travŽs de los grandes inventos aplicados al cambio tecnol—gico el sistema productivo, los h‡bitos de consumo, las costumbres y, en general, las relaciones de producci—n, han evolucionado a lo largo de la historia. Gracias al desarrollo tecnol—gico, el ser humano ha ido adquiriendo un mayor control de la naturaleza y construyendo mejores condiciones vida, aunque esta interacci—n (individuo-naturaleza) no siempre ha redundado en la plena satisfaci—n de las necesidades de la sociedad en su conjunto. Si bien el desarrollo, en general, tiende a mejorar las condiciones de vida de la poblaci—n, no todas sus manifestaciones logran este objetivo. La prevalencia de intereses monop—licos sobre el interŽs comœn, hace que los frutos del desarrollo no se distribuyan equitativamente entre todos los miembros de la sociedad, entre todas las regiones de un pa’s y entre todos los pa’ses. A medida que los cambios tecnol—gicos incrementan incesantemente la productividad de los principales factores de producci—n, lo cual redunda en un mayor crecimiento de la econom’a, la brecha social entre ricos y pobres tiende a aumentar en tŽrminos relativos. De esta manera, todo el conocimiento acumulado por la humanidad a lo largo de su historia, no ha servido para resolver los problemas de un alto porcentaje de la poblaci—n del planeta. Se estima que en la actualidad hay por lo menos mil millones de personas en el mundo, que subsisten en condiciones de miseria, mientras que en el otro extremo una cifra similar de personas disfrutan de la abundancia y el bienestar material. De igual manera, el consumismo desaforado, desatado por los pa’ses tecnol—gicamente m‡s desarrollados, ha tra’do como consecuencia la contaminaci—n creciente del medio ambiente, provocando fen—menos planetarios como el recalentamiento del clima y la destrucci—n de la capa de ozono. La tierra, especialmente las regiones m‡s pobres, tiende a convertirse en un enorme basurero, donde son depositados los desechos de las naciones opulentas. Es tal la capacidad destructiva del conocimiento mal utilizado que en estos momentos, cuando en el mundo millones mueren de hambre y por enfermedades, el arsenal bŽlico acumulado por las potencias tecnol—gicamente desarrolladas puede servir para hacer desaparecer nuestro planeta no una, sino varias veces. De esta manera el conocimiento, de fuerza creadora, puede convertirse, como de hecho ocurre, en medio de destrucci—n. Esto nos plantea el reto de la bœsqueda de nuevos paradigmas sociecon—micos, en los cuales el conocimiento efectivamente se ponga al servicio de la sociedad en su conjunto, y no de unos pocos pa’ses y personas. Definitivamente, hay que repensar la funci—n social del conocimiento. -situaci—n actual En la actualidad, la circulaci—n relativamente libre de informaci—n hace posible que muchas personas y pa’ses con recursos limitados, puedan acceder al conocimiento, casi al mismo tiempo en que este se produce. Este hecho eleva considerablemente las posibilidaades de los pa’ses menos desarrollados para mejorar su capacidad competititva en los mercados internacionales. La socializaci—n creciente del conocimiento se constituye as’ en uno de los rasgos caracter’sticos de la sociedad mundial en la actualidad. Tal vez el principal medio de propagaci—n del conocimiento a escala planetaria, y de lo cual se benefician tambiŽn las naciones menos desarrolladas, son las empresas transnacionales. Como se–ala el analista internacional Jorge Castro, "Existe una tendencia estructural a la dispersi—n geogr‡fica de las actividades de investigaci—n y desarrollo de las empresas transnacionales en el mundo entero. Cada vez m‡s tecnolog’a es generada por la combinaci—n de las capacidades innovativas de las empresas transnacionales con las que existen en el mundo en v’a de desarrollo, en la exacta medida en que Žste crea las condiciones sistŽmicas para aprovechar esta inmensa oportunidad hist—rica, que es el despliegue en escala mundial de la investigaci—n y desarrollo de las empresas mundiales." /8 Este fen—meno es uno de los secretos del Žxito de los llamados pa’ses de reciente industrializaci—n, ubicados en su gran mayoria en Asia. Otro ejemplo ilustrativo es el caso de la India, donde se produce sotware competitivo. No obstante, las empresas transnacionales, pese al proceso de globalizaci—n , conservan el monopolio del conocimiento de vanguardia, representado en las llamadas tecnolog’as de punta, pues la mayor inversi—n en investigaci—n y desarrollo corre por su cuenta, o por cuenta de sus pa’ses de origen. Lo anterior impone el reto de desarrollar tecnolog’as apropiadas a las condiciones locales, con miras a potenciar ventajas competitivas, que les permitan a los pa’ses en desarrollo insertarse exitosamente en los mercados internacionales, sin tener que convertirse necesariamente en un simple apŽndice tecnol—gico de las empresas transnacionales. Y para lograr este objetivo se requiere un gran esfuerzo en materia de investigaci—n y desarrollo, y mucha creatividad, pues, como se–ala Lester Thurow, a pesar de que el conocimiento se ha convertido en la œnica fuente de ventaja competitiva en el largo plazo, este s—lo puede ser empleado cuando existen condiciones apropiadas, como la formaci—n de un recurso humano debidamente calificado, con determinadas habilidades para su empleo, aparte de otras condiciones como el desarrollo de la infraestructura, especialmente en el campo de las telecomunicaciones./9 Informaci—n y conocimiento. Existe una estrecha relaci—n entre informaci—n y conocimiento. La informaci—n es la base del conocimiento, pero este œltimo a su vez es fuente de informaci—n. No toda informaci—n se convierte autom‡ticamente en conocimiento. Es necesario todo un proceso de an‡lisis para identificar aquellos componentes que realmente nos pueden servir para esclarecer los interrogantes surgidos dentro de determinada ‡rea del saber. Es decir, el conocimiento requiere de cierto grado de razonamiento y enjuiciamiento que organiza la informaci—n mediante su comparaci—n y clasificaci—n. Para ello es nececesario un ejercicio interactivo sujeto-objeto del conocimiento, en el cual se debe asumir una posici—n cr’tica y creativa, con el prop—sito no solo de apropiarnos de la informaci—n disponible, sino, adem‡s, y sobre esta base, generar nuevo conocimiento. Nos encontramos ante una verdadera revoluci—n en el conocimiento. Se estima que en los œltimos treinta a–os, en los pa’ses m‡s desarrollados se ha producido m‡s conocimiento que en los cinco milenios anteriores. En la actualidad cada cinco a–os se duplica la informaci—n disponible y esta franja tiende a acortarse cada vez m‡s. El principal veh’culo de propagaci—n moment‡nea de la informaci—n, desafiando las nociones de tiempo y espacio, son las llamadas redes de informaci—n internacional, especialmente el Internet. Esta red de redes ofrece posibilidades infinitas de informaci—n sobre todos los campos de la actividad humana, permiento su uso con fines educativos, investigativos, militares o comerciales. El Internet es algo as’ como una gran autopista de la informaci—n interactiva, en la cual podemos navegar indefinidamente, conectarnos a travŽs de los llamados sitios con personas en cualquier parte del mundo, hacer negocios, intercambiar opiniones, conseguir empleo, etc. Pero el Internet es un mundo sin control, en el cual podemos expresar lo que queramos y al mismo tiempo exponernos a la influencia de todo tipo de informaci—n. Y es que el Internet, maravilla tecnol—gica de finales del siglo XX, al igual que otros medios de comunicaci—n como el telŽfono, la radio y la televisi—n, puede contribuir al desarrollo de la humanidad o por el contrario a la proliferaci—n de valores que impidan el avance del conocimiento. Todo depende del uso que le demos. No hay que olvidar que el Internet es ante todo un cibermercado electr—nico, en donde el consumismo encuentra su m‡xima fetichizaci—n. Casi todo est‡ al alcance de tu mano. Solo hay que tener capacidad de compra y una tarjeta de crŽdito. El crecimiento del Internet ha sido impresionante. De acuerdo con un informe del Departamento de Comercio de Estados Unidos, si la radio debi— esperar 38 a–os para alcanzar 50 millones de oyentes, y la televisi—n 13 a–os para lograr el mismo objetivo, la Internet s—lo necesit— cuatro a–os. Se calcula que en los œltimos cinco a–os m‡s del 25% del crecimiento de los Estados Unidos corri— por cuenta de los sectores de inform‡tica y comunicaciones./10 Es tal el impacto de la revoluci—n inform‡tica que ya se empieza a hablar de una Cibersociedad, dentro de la cual est‡ surgiendo toda una Cibercultura. Y no es para menos, pues aparte de la virtualizaci—n de las relaciones entre las personas, se estima que en la primera dŽcada del siglo entrante por lo menos el 90% de los negocios se har‡ a travŽs del Internet. Es decir, nos aproximamos a la era de la Cibereconom’a. Otro fen—meno inform‡tico de actualidad es el surgimiento de la cibereducaci—n. Las redes inteligentes est‡n revolucionando los mŽtodos de educaci—n en todo el mundo. Los conceptos de bibliotŽca electr—nica, aula inteligente, conferencias interactivas v’a internet, correo electr—nico, los llamados chats, etc. est‡n cambiando los mŽtodos tradicionales de aprendizaje y socializaci—n del conocimiento. No est‡ lejano el d’a en que la tradicional clase de tiza y tablero desaparezca por completo, y con ella el profesor sabelotodo. En el futuro la funci—n del profesor se centrar‡ fundamental en la direcci—n del proceso de aprendizaje, el cual transcurrir‡ casi en su totalidad por fuera del aula de clase. Incluso las consultas y las evaluaciones podr‡n hacerse directamente a travŽs del Internet. En estos momentos ya se puede realizar estudios de postgrado via Internet. Actualmente est‡ en desarrollo el proyecto GLOSAS(Global Sistems Analysis and Simalation) que pretende, a travŽs del sistema de computadores y de tŽcnicas avanzadas de telecomunicaciones, integrar a los expertos e investigadores de muchos pa’ses en la bœsqueda de nuevas soluciones a los problemas actuales de la humanidad. Dentro de este proyecto est‡ la creaci—n de una Universidad Global Electr—nica, concebida como una red educativa a nivel mundial. Su objetivo ser‡ no solo el intercambio de conocimientos en el campo de la educaci—n, sino tambiŽn buscar un mayor acercamiento y comprensi—n entre todos los pueblos del mundo. Dentro de este mismo proyecto esta contemplada la creaci—n de la Universidad Global Latinoamericana, la cual tendr‡ como eje de su quehacer colaborar en la reducci—n del impacto del deterioro ambiental, la destrucci—n del econsistema y la desaparici—n de especies en la regi—n. Entre otros prop—sitos est‡n la internacionalizaci—n de oportunidades educativas, el uso de tecnolog’as educativas avanzadas y el respaldo a la investigaci—n. No hay duda de que la revoluci—n telem‡tica nos brinda enormes posibilidades de mejorar nuestras ventajas competitivas en el escenario mundial. No obstante, para ello se requiere, aparte de concientizarnos sobre su importancia, inversiones en infraestructura adecuada para tal fin. AmŽrica Latina hasta ahora est‡ empezando a insertarse en el mundo moderno de las redes de informaci—n. Se calcula que el nœmero de usuarios conectados a Internet de elev— de 3 millones en 1994 a m‡s de 100 millones para finales de 1997./11 En AmŽrica Latina el nœmero de cibernautas supera ya los 8 millones y su crecimiento es acelerado. En Colombia el nœmero de usuarios se ubica entre 63mil y 120mil./12 Pero no todo es color de rosa. La revoluci—n inform‡tica hace que cada vez m‡s individuos pierdan su privacidad, pues todo lo concerniente a su personalidad, familia, propiedades, gustos, etc., se convierte en patrimonio de muchas personas. En la era de la inform‡tica el individuo tiende a convertirse en un registro m‡s de la gigantesca base de datos, manipulada, tanto por los organismos del Estado, como por innumerables empresas, desde los supermercados hasta las entidades financieras. Es tal el poder de la informaci—n que en la actualidad las guerras-comerciales o militares-, se ganan antes de que se den efectivamente sobre el terreno, gracias a la capacidad y a los medios para conocer de antemano la situaci—n del rival. Todos sabemos que en estos momentos con ayuda de satŽlites, aviones "invisibles", e instrumentos de visi—n nocturna, no es dif’cil detectar los movimientos del enemigo, su potencial bŽlico, e incluso averiguar la situaci—n de las reservas naturales de determinada regi—n o pa’s. El viejo espionaje pol’tico y militar cede cada vez m‡s terreno al espionaje del conocimiento, especialmente en el campo de las tecnolog’as de punta. Este espionaje se ha sofisticado con el uso del Internet, al punto que adolescentes han penetrado los archivos del propio Pent‡gono, cebrero militar del primer Estado polic’a del mundo. El ciberespionaje puede paralizar en el futuro empresas, bolsas de valores, bancos de datos e incluso pa’ses. A travŽs del ciberespacio y en general, de los medios elŽctronicos de procesamiento de informaci—n, navegan agazapados los temibles virus, que pueden destruir o alterar informaci—n valiosa. Igualmente, la fiebre del Internet ya est‡ generando problemas de salud pœblica. Ha surgido la ciberadicci—n, que como cualquier otra forma de adicci—n, produce dependencia. Muchas personas est‡n siendo tratadas para curarse del electr—nico mal, que no solo arruina su salud sino, incluso, su vida familiar. Conclusiones No hay duda que nos encontramos en una de las fases m‡s apasionantes del desarrollo de la humanidad. El llamado proceso de globalizaci—n, jalonado por la vanguardia del conocimiento en todos campos, est‡ modificando profundamente la estructura socioecon—mica, pol’tica y cultural del mundo, al punto que parecer’a que estamos entrando en una etapa cualitativamente nueva del desarrollo hist—rico. No obstante, la persistencia de muchos de los problemas que aquejan a la humanidad desde tiempos inmemoriales, y otros que han surgido precisamente dentro del actual proceso de profundizaci—n de la divisi—n internacional del trabajo, obligan a reflexionar sobre este tipo de afirmaciones. La globalizaci—n de la econom’a y del conocimiento, gracias a la relativa facilidad de acceso a la informaci—n y del perfeccionamiento de los medios de comunicaci—n entre las naciones, abres nuevas perspectivas de inserci—n competitiva de los pa’ses menos desarrollados en el nuevo orden econ—mico internacional. Sin embargo, este proceso sigue siendo comandado por las empresas transnacionales que controlan no s—lo la producci—n, el comercio y la fuentes de financiaci—n, sino los mayores avances en el campo del conocimiento. Esto les permite moldear la divis’—n internacional del trabajo de acuerdo a los intereses de los pa’ses m‡s desarrollados, reforzando el car‡cter apendicular de nuestras econom’as y limitando cada vez m‡s nuestra capacidad de maniobra en el plano internacional. En estas condiciones, toda posibilidad de participaci—n competitiva de nuestros pa’ses en el actual esquema de divisi—n internacional del trabajo, est‡ condicionada a la presencia de las empresas transnacionales en nuestras econom’as. Por eso el gran reto que tenemos para el pr—ximo siglo es encontrar nuevas alternativas de desarrollo, que permitan potenciar ventajas comparativas locales, pero sobre la base del empleo de tecnolog’as avanzadas, de tal forma que podamos competir en los mercados internacionales. El camino est‡ abierto. Todo depende de nosotros. NOTAS /*Economista. Profesor Asociado Universidad de Nari–o. E-mail: [email protected] 1.Citado por Fabi‡n Mosenson en "Elementos para la discusi—n del neo-capitalismo, la globalizaci—n y sus consecuencias". Revista LOTE. (v’a Internet) 2. Citado por Jorge Castro en: "Conocimiento y econom’a mundial". Ponencia presentada en el Simposio Internacional "Propiedad Industrial, Desarrollo Cient’fico-Tecnol—gico, Integraci—n y Crecimiento", realizada en Argentina. Informaci—n obtenida v’a Internet. 3. Jaime Ram’rez F‡undez. La globalizacion, la competencia y el surgimiento de un nuevo paradigma de eficiencia. (v’a Internet). Profesor investigador del Departamento de Administraci—n de la UAM-Azcapotzalco MŽxico. 4. Jorge Castro. Op.cit. 5. Peter F. Drucker. La sociedad postcapitalista. Grupo Editorial Norma. Bogot‡,1994, p.22 y 31. 6. Lester C.Thurow. El futuro del capitalismo. C—mo la econom’a de hoy determina el mundo de ma–ana. Javier Vergara Editor. Buenos Aires-Argentina, 1996, pp.293-294 7. Peter Drucker. Op,cit., p.22 8. Jorge Castro. Op.cit. 9. Lester Thurow. El futuro del capitalismo. C—mo la econom’a de hoy determina el mundo de ma–ana. Javier Vergara Editor. Buenos Aires-Argentina, 1996, p.88-89 10. "Pronostican r‡pido crecimiento del comercio electr—nico". CNN en Espa–ol. Tomado v’a Internet. Abril 16 de 1998 11. Ib’dem. 12. Portafolio. Mayo 7 de 1998 ----------------------------------------------