LA ANONIMIDAD DEL DENUNCIANTE. SU IRRUPCION NORMATIVA. LEY DE ESTUPEFACIENTES LEY 23.737 Y SU MODIFICATORIA LEY 24.424 “Hay leyes que el legislador ha meditado tan poco, que son contrarias al fin que se propuso”1 La ley 23.737, sancionada en el año 1989, contempla la prevención y represión de las conductas delictivas relacionadas con la producción, transporte, comercialización, consumo y tenencia de estupefacientes, es decir, trata el régimen penal sobre estupefacientes. Dicha legislación es un norma complementaria del Código Penal, cuyo antecedente fue la ley 20.771 –primera ley especial sobre la materia-. Más adelante, sufrió modificaciones en virtud de la ley 24.424. Orientada a salvaguardar la salud pública, no solo se refiere a estupefacientes sino también a sustancias medicinales (arts. 204, 204 bis, 204 ter y 204 quater del Código Penal)2. En el año 1994, respondiendo a compromisos internacionales asumidos por nuestro país en el marco de la lucha contra el narcotráfico, se sanciona la ley 24.424, que modifica de manera trascendente a la ley 23.737, incorporando disposiciones referidas tanto al derecho sustantivo, como al derecho procesal. La precitada mutación legislativa, introduce una serie de figuras y técnicas encubiertas de investigación novedosas a los fines de enfrentar los delitos originados por el tráfico ilegal de estupefacientes, precisamente entre ellas, incorpora en su articulado, el anonimato del denunciante. Expresa el art. 34 bis de la ley 23.737, reformado por la ley 24.424, que: “Las personas que denuncien cualquier delito previsto en esta ley o en el art. 866 del código aduanero, se mantendrán en el anonimato”. Este artículo encuentra su antecedente directo en el proyecto Hernandez-López, de la 1 2 Montesquieu Puricelli, Juan Luis, Estupefacientes y drogadicción, Editorial Universidad, Bs..As., 1998, p.25 y ss. Cámara de Diputados, con cuyo art. 13, guarda concordancia absoluta. En el informe de estilo, se dijo que tenía por objeto dotar al sistema penal encargado de investigar y sancionar los delitos relacionados con el narcotráfico, de los medios adecuados para mejorar su eficacia. El narcotráfico es caracterizado como fenómeno de la delincuencia organizada, que requiere la debida actualización del sistema penal, para que sus respuestas sean acordes con la gravedad y complejidad de aquél3. Es dable resaltar que durante el tratamiento del proyecto en la Cámara de Senadores, se intentó modificar la sanción de Diputados, que al final prevaleció. En dicho debate, se oponía a que la denuncia fuera anónima, pero admitía que se mantenga el anonimato para quienes informen sobre los delitos que se refiere esta ley Es obvio que la finalidad de dicha normativa es promover la denuncia de los supuestos que la ley reprime, garantizando a quienes lo hacen, la protección de su identidad. Manifestado de otro modo, el legislador previó que para darle mayor seguridad a quienes denuncien algún hecho de tráfico ilícito o de contrabando de droga, puedan mantenerse en el anonimato. La norma en examen, es una clara excepción a los principios contenidos en los arts. 174, 175 y 176 del ordenamiento procesal de la Nación, que establecen en forma expresa cuáles deben ser los recaudos que debe observar el denunciante, fundamentalmente en lo relativo a la relación del hecho con las circunstancias de tiempo, de lugar y de modo de ejecución del delito y la indicación de los partícipes, damnificados, testigos y demás elementos que puedan conducir a su comprobación y calificación legal. Incluso el art. 175 del plexo procesal precitado en su última parte, dispone que el funcionario que recibiese la denuncia, debe hacer constar la identidad del denunciante. Ergo, la única atenuante que puede avizorarse en la presente cuestión es que, más allá que la denuncia sea anónima y como tal no conste ningún dato personal del denunciante, los otros recaudos deben ser fielmente observados, sin que pueda hacerse ninguna pregunta al respecto4. En realidad, el imperativo inserto en el art. 34 bis, al decir de algunos doctrinarios, no hace otra cosa que plasmar legislativamente una práctica 3 4 Ley de drogas, política criminal y fuero federal de la ciudad de Bs. As., LL, 1994-D-Doctrina-1772 y ss. Cornejo, Abel, Estupefacientes, Rubinzal- Culzoni Editores. Santa Fe, 2003, p. 399. policial de vieja data, con la diferencia de que mediante la misma se imponen, dos deberes: la identificación del denunciante y la reserva de su identidad. Esto es así, ya que es poco probable que en la práctica se reciba una denuncia de determinado individuo, sino que los sumarios se inician generalmente “por averiguaciones realizadas por las autoridades preventivas…” y en algunos casos se mencionan personas que pueden haber visto movimientos sospechosos, pero excepcionalmente se les recepta por escrito acusaciones directas contra otras personas por estas conductas ilícitas. En cuanto a su alcance, la doctrina entiende que en realidad no debe pensarse en que es una denuncia anónima, en su sentido literal, o sea, que la identidad del denunciante es desconocida para todos (un simple llamado telefónico, por ejemplo), su identidad queda reservada por el órgano jurisdiccional actuante, y no se la hace pública entre las partes5. Dicho de otro modo, la autoridad debe identificar a la persona que la realiza, pero lo que no debe hacer es revelar su identidad en el sumario labrado como consecuencias de sus dichos. Es decir, la legislación establece una reserva de la identidad del denunciante, que implica que se conoce su identidad, pero se la mantiene en reserva. De ahí que su anonimato no puede ser concebido como si fuera absoluto y mucho menos entendérselo como si tuviera el alcance que va más allá de la propia finalidad que se tuvo en mira al recogerlo por la precitada ley, porque ello implicaría establecer virtualmente, el despropósito de consagrar la impunidad por la falsa denuncia6. Se trata de una previsión legal imperativa, lo que hace obligatorio el anonimato, puesto que la ley no permite opción alguna por parte de los funcionarios, ya sean policías, fiscales o magistrados, dejándoles a su exclusivo cargo, la determinación de la forma de realizar dicha reserva. Los datos de filiación del denunciante deben reservarse afuera del expediente, aún en el caso que aquél no lo requiera (por aquello, de que “se mantendrán en el anonimato”). No es una facultad del denunciante solicitarlo, sino un imperativo que estipula la normativa y que debe cumplir el funcionario que recepta la denuncia. Lo que no establece la ley, es dónde se asientan los datos del 5 6 Navarro, Guillermo y Daray, Roberto, Código procesal penal de la nación, Hammurabi, Bs. As., 2006, p.1052 y ss. Puricelli, Juan Luis, obra citada, p. 326 y ss. denunciante anónimo y de qué manera se los resguarda de posibles filtraciones. Otra corriente doctrinaria, entiende que la ley no contempla el caso de quien no desea permanecer en anonimato, esto es, de darse a conocer por diversas razones (notoriedad, audacia cívica, fama, publicidad, etc.); y ello es así puesto que el razonamiento legal encuentra apoyatura en la preservación de la integridad física y psíquica del denunciante. De todos modos, en el caso de que la persona viole el anonimato legalmente previsto, tal circunstancia adolece de sanción y el acto procesal es legítimamente válido. Otros autores, entienden que la anonimidad que establece la normativa en cuestión, tiene la finalidad de incentivar en los ciudadanos una mayor iniciativa en la colaboración con la administración de justicia, para que la misma pueda lograr una persecución mucho más eficaz y positiva en la lucha contra el narcotráfico. Advierten que el denunciante previsto en el art. 34 bis de la ley 23.737, es más que un delator, es un verdadero informante que permanece en el anonimato y separado de la posibilidad de ser convocado como testigo, toda vez que no existe anonimato para el testigo durante el juicio porque se presenta con su verdadero nombre; ni tampoco después, porque el testigo protegido no es un “sin nombre”, sino que adquiere una nueva identidad, cuya reserva es guardada bajo apercibimiento de sanciones penales. Ahora bien, la anonimia, es el secreto “automático” de la ley a favor del autor de la denuncia de cualquier conducta delictiva referida en la ley de estupefacientes. Precisamente por la condición de ser un “sin nombre”, las partes y el tribunal, no pueden lógicamente requerirlo como testigo, con las obligaciones emergentes de esa carga pública7 (arts. 174, 179, 240, 245, 247, 248, 249 y 252 del C.P.P.N.). Se argumenta que revelar la identidad del denunciante, no es delito para esta ley, pero constituye incumplimiento de los deberes de funcionario público. Siguiendo el orden de ideas supra destacado, se supone en principio, que el denunciante no será anónimo en ningún caso para las autoridades preventoras, los jueces o el titular de la acción pública que instruye las actuaciones. No obstante ello, esto no es del todo aclarado por la letra de la 7 Rudi, Daniel, La protección de testigos en la ley de estupefacientes y el derecho procesal constitucional, Editorial Astrea, Bs. As., 2.002. ley. Un sector de la doctrina caracteriza esta denuncia diciendo que es aquella “cuya intervención empieza y finaliza generalmente con la primera comunicación, es decir, no es prueba judicial sino fuente informativa para la recolección de pruebas” y se añade para justificar dicho instituto, que “hay que considerar que estos denunciantes son comúnmente, personas vecinas de las detenidas y que, de serles revocado el anonimato, podrían sufrir represalias ellas o sus familiares y deberían ser colocadas en el programa de protección de testigos, que se vería así rápidamente superpoblado, generando de ese modo, una doble dificultad”8. Sería anónima la denuncia, cuando el desconocimiento de la identidad del denunciante también alcanza a la autoridad que recepta la denuncia, la cual no tiene ni siquiera, el mínimo registro de datos acerca del autor de la denuncia. Es el caso típico de las llamadas anónimas realizadas vía telefónica, que no generan una apreciación judicial pacífica. Al respecto, el maestro D´Albora reflexiona sobre el caso en cuestión expresando que “desde el punto de vista ético, la denuncia anónima jamás será un instituto encomiable. Con todo, el derecho positivo vigente exige no descalificarla de antemano y revisar criterios anteriores, quizás teñidos de un excesivo rigor formal”9. Y en concreto, sobre la autorización que da la ley de estupefacientes, considera que se trata de una excepción a la regla que impone consignar los datos del denunciante10. Otra vertiente doctrinaria, prefiere denominar al instituto de marras, reserva de la identidad del denunciante, lo cual implica conocer la identidad del mismo, pero manteniéndola en secreto11. En consonancia a esta afirmación, otros autores opinan que los datos filiatorios del denunciante deben reservarse fuera del expediente, aún cuando éste no lo requiera, se mantendrán en el anonimato12. 8 9 Rudi, Daniel, obra citada, en nota 10, p. 179. D´Albora, Franciso, Código procesal penal de la nación, anotado, comentado y concordado, Tomo I, Lexis Nexis, Bs. As., 2003, p. 174 y ss. 10 D´Albora, Francisco, obra citada, p. 349. 11 Edwards, Carlos Enrique, obra citada, p. 124. 12 MC Intosh, María Cecilia, El valor probatorio de las declaraciones prestadas bajo reserva de identidad en la instrucción penal y en le marco de la ey que reprime la tenencia y el tráfico de estupefacientes, El Derecho, 29 de Agosto de 1997. No es una facultad del denunciante pedirlo, sino una imposición que establece la norma y que debe cumplir el funcionario que recibe la denuncia. Lo que no se establece es donde se asientan los datos del denunciante anónimo y de que manera se los resguarda de filtraciones. Otra corriente doctrinaria, entiende que el texto no prevé una denuncia anónima en sí, porque ésta supone no conocer el nombre de quien la efectúa. Lo que la ley establece, es una reserva de identidad del denunciante, lo que implica que se conoce su identidad, pero se la mantiene en reserva. Caracteriza la previsión legal como imperativa, lo que hace obligatoria la reserva para la autoridad. Esta será la que determine la forma de reserva. Califica útil la denuncia anónima13. Otro repertorio doctrinario, en similar sentido al resaltado infra, expresa que la ley no contempla el caso de quien no desea permanecer en el anonimato. Cuál sería la manera para evitar que una comisión legislativa, un legislador, un periodista o cualquier individuo haga pública una denuncia ya radicada en los tribunales por los delitos previstos en la norma. Como ya se dijo supra, en esos supuestos, el incumplimiento de preservar la identidad, carece de punición y el acto procesal es absolutamente válido. Ahora bien en lo que sí coinciden las distintas aristas doctrinarias, es en la utilidad del denunciante anónimo, cuya diferenciación con el delator, es en realidad una sutileza. En la investigación de los delitos del tráfico de estupefacientes, son tan relevantes como los llamados “dateros” o “buchones”. Algunos autores, piensan que sin aquellos sería más difícil aún hacerlo y mucho más todavía, lograr resultados satisfactorios en las investigaciones14. Otros integrantes de la corriente pensante, afirman que la normativa de rigor, tiene la finalidad de estimular en los ciudadanos una mayor iniciativa en la colaboración con la administración de justicia, para que ésta pueda perseguir con mayores probabilidades el narcotráfico. Entienden que el denunciante del art. 34 bis, es más un informante propiamente que queda en el anonimato y apartado de la posibilidad de ser llamado como testigo. 13 Edwards, Carlos, El arrepentido, el agente encubierto y la entrega vigilada, Ad-Hoc, Bs. As., 1996, p. 124 y ss. Medina, Miguel Antonio, Estupefacientes, la ley y el derecho comparado, Abeledo Perrot, Bs. As., 1998, p. 320 y ss. 14 Se sostiene además, que revelar la identidad del denunciante, no sería un ilícito para esta ley, pero si constituiría un incumplimiento de los deberes de funcionario público, como también se advirtió párrafos más arriba15. También existen autores que sostienen que la denuncia del art. 34 bis, de la ley 23737, no se trata en rigor de una denuncia, sino que se está en presencia de un mero anoticiamiento, que constituye una fuente de conocimiento extraprocesal que habilita el inicio de la pesquisa. Ello fue oportunamente considerado por el senador De la Rúa, cuando señaló que “la denuncia no puede ser anónima y que la disposición deberá haberse referido a las personas que informen”16 Por último, es dable mencionar que un sector del repertorio doctrinario, entiende que sería imposible que se llame en calidad de testigo al denunciante, siempre y cuando éste se mantenga en identidad reservada, por lo contrario, si adoptara una de la posturas ex ante reseñadas, no habría inconvenientes en principio, para que lo haga, en tanto y en cuanto, el juzgador estime útil y pertinente dicho testimonio17. Ante tantas interpretaciones doctrinarias supra indicadas acerca de la denuncia expuestas de modo anónimo, contemplada en el art. 34 bis de la l23737, permítaseme considerar, quizás pecando por reiterativo, sobre algunos de los conceptos a priori esbozados, que ante los supuestos riesgos personales graves que en este tipo de delitos puede traer a modo de colación una denuncia, la normativa aquí tratada, dejando de lado los postulados del ordenamiento procesal vigente, tiene en cuenta una manera peculiar de proteger a las personas que denuncien hechos que pudieran encuadrar en la ley de estupefacientes. Si bien es cierto que la comisión de este tipo de ilícitos generalmente se la constata mediante actividades de prevención, se tiene entendido en la práctica que los posibles datos que obtengan las autoridades preventivas que no revisten la formalidad de una denuncia policial o judicial, realizada formalmente, quedan de igual modo, protegidos por la normativa referida. 15 Laje Anaya, Narcotráfico y derecho penal argentino, Editorial Marcos Lerner, Córdoba, p. 278 y ss. 16 Ver Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, Orden del Día Nº 655, p.413. Medina, Miguel Antonio, obra citada, p. 321 y ss. 17 La mayoría de la doctrina entiende que sin perjuicio de la aparente semejanza con la denuncia anónima propiamente dicha, la reserva de identidad del denunciante del art. 34 bis de la ley 23737, tiene el carácter de obligatoria para los denunciantes. Dicha legislación no manifiesta en su contenido que las denuncias serán anónimas, circunstancia que tampoco se podría regular, ni que tampoco serían válidas en tal forma, sino que el texto de la ley solo expresa las denuncias se mantendrán en el anonimato. De ello se puede deducir, que un denunciante perfectamente individualizado por las autoridades, deberá mantener su identidad en secreto, a los fines de la investigación. Lo referenciado, sería una manera quizás elegante de pasar los obstáculos que significan o traen aparejados la denuncia anónima, la cual está generalmente ligada a la delación, figura ésta que merece una multiplicidad de reproches y reparos de antaño18. Esto quiere decir, como ya se dijo supra, que si se diera curso a los anónimos, no habría forma de saber si su autor es capaz, es imparcial, si es calumnioso, si le comprenden ciertas inhabilidades, si es denuncia repetida, si se ha violado el secreto profesional, etc., etc. 19, lo que daría lugar a un sinnúmero de repercusiones procesales, penales y constitucionales. Por ello, se debe dejar en claro, que en el caso del art. 34 bis, de la ley 23737, el mantenimiento en el anonimato de quien denuncia con reserva de identidad en los delitos vinculados con le narcotráfico, no lo exime al que formula la misma, de las responsabilidades emergentes; por ejemplo, si se imputó falsamente a otro la comisión de un delito que dé lugar a la acción pública y ello se acredita en el proceso, podrá requerirse del juez el levantamiento de la reserva para deducir querella por el delito de calumnias, de acuerdo a lo establecido en el art. 109 del código penal argentino. Carrara, Franceso, dice que “como el sistema de acusación pública fue cayendo en desuso y la persecución de los delitos fue derecho exclusivo de algunos funcionarios públicos, el calumniador quedó reemplazado por la figura del delator: al combate abierto sucedieron los dardos lanzados en la sombra”, Programa de derecho criminal, T. V., parte especial, parag. 2641 y 2642, Temis, Bogotá, 1977. 19 De Luca, Javier, A., Denuncia anónima, revista La Ley, 1991, Tomo D, p. 85. También tratan este tema Teresa Gomez y Daniel Malvestili en “Denuncia o delación?, that is the question”, en revista Periódico Económico Tributario, 16/08/94, comentario al fallo “Dorfman S.A. y otros s/infracción a la ley 23771”, de la Cámara Nacional Penal Económico, Sala A, 29/06/94, en el que exponen la problemática generada en materia tributaria penal, a raíz de la recepción y fomento de la DGI, de las denuncias anónimas. 18