Proyecto ECOLOGÍA POLÍTICA, INTERDISCIPLINARIEDAD Y CAMBIO SOCIAL IDENTIDAD DE ESPECIE ¿NOCION OMNIABARCADORA O CATEGORIA INSTRUMENTALISTA? MARCELO SARLINGO OLAVARRIA 2001 © COPYRIGHT – Todos los derechos reservados 1. En las últimas décadas del siglo ha tomado impulso un pensamiento que afirma que la resolución de los problemas que enfrenta la humanidad en esta etapa de su desarrollo son el puente para transitar a una forma de convivencia metasocial y suprahistórica: la de especie. ¿Es este recorte, esta concepción, una forma novedosa de pensar el mundo?. En absoluto. Puede parecer novedosa para el pensamiento originado en Europa hace más o menos cinco siglos, o sea, la amalgama de sentido con la que hemos crecido, y que llamamos “Modernidad” o “Pensamiento Moderno”, y que ha permitido resolver de determinada manera la necesidad de alimentar, vestir y dar vivienda y energía a una gran parte de la población del planeta. Las explicaciones del mundo que ha dado la Modernidad se han concentrado en responder algunos de los interrogantes de la esfera económica y política: cómo hay que organizar la vida y cómo se han de utilizar y distribuir los recursos. La respuesta occidental moderna a estos interrogantes ha desembocado en una crisis ambiental a escala planetaria, a la que sólo en las últimas dos décadas del siglo XX se la ha intentado problematizar con una lógica diferente. Lo cierto es que, en los últimos doscientos años, la noción occidental de que es posible dominar a la Naturaleza mediante la ciencia y el progreso técnico ha impedido percibir muchos efectos negativos de la particular manera de articularse al mundo que nuestra sociedad ha concebido. Como un epifenómeno de la crisis ecológica global, ha vuelto a tomar fuerza el debate sobre lo que se plantea como una contradicción: antropocentrismo vs. biocentrismo. Cada posición de esta polaridad no es unívoca, sino que está compuesta por diversas opiniones y matices. La cuestión acerca de la conformación de una “identidad de especie” está relacionada claramente con los enfoques biocéntricos, en los cuáles se sostiene que el hombre es un integrante más de la “trama de la vida” . Y esta posición le obliga a una serie de responsabilidades hacia el mundo material que no están consideradas por los enfoques antropocéntricos. Estos, que se apoyan en la idea de que el Hombre es un animal superior que tiene la Naturaleza a su servicio, a su vez tienen una larga tradición en los sistemas de pensamientos occidentales, muy anterior a la ciencia y a la emergencia de la Modernidad. Ahora, ¿porqué, para nuestras categorías de pensamiento, la idea de identidad de especie se presenta aún como incipiente?. En una sección de su artículo “Modernidad y Ecología: la nueva crisis planetaria”1, el antropólogo mexicano Víctor Toledo señala que, como resultado del surgimiento del “pequeño planeta” (espacio reducido por primera vez a escala de las actividades humanas, intercomunicado instantáneamente), cambia la percepción de la humanidad acerca de su habitat: “...La globalización de lo humano, es decir, la aprehensión y socialización del espacio planetario, es ya un proceso que obliga a repensarlo todo: política, economía, cultura, diplomacia, educación, estilos de vida. La fotografía de la Tierra tomada desde el espacio que nos da, por vez primera, una percepción directa, no mediada por la interpretación cartográfica, del conglomerado de nuestra especie y su hábitat planetario, y que hoy aparece lo mismo en los anuncios comerciales que en la portada de un libro o como logotipo de una camiseta, es el anuncio premonitorio de una nueva era. Y esa imagen del globo azul plateado flotando en el oscuro fondo del universo es también el símbolo que certifica el reencuentro con nuestra condición original. Por primera vez nuestro ojos logran mirar(nos) desde fuera y desde lejos ese diminuto punto azul, otorgándonos con ello una nueva percepción, simiente de una nueva conciencia y de una nueva amenaza”. (TOLEDO, V.; 1993:39). El alcance que el antropólogo mexicano intenta dar a la idea de identidad de especie lo precisa más adelante: “...La conjunción de todos estos eventos ha ido paulatinamente generando la idea (todavía incipiente) de pertenencia a una categoría superior, y en cierta forma suprema, en tanto que metasocial y suprahistórica: la de especie...una nueva concepción, no religiosa ni mitológica de la naturaleza, y en general, del Universo, opera como el espejo frente al cual logra erigirse la nueva identidad de especie...son ya todos los seres humanos agrupados en un solo ensamblaje, mayor, supremo y total y en permanente comunicación unos con otros, los que toman conciencia de su identidad y de ésta con la naturaleza...La nueva conciencia de especie no sólo implica una cierta solidaridad con la naturaleza sino que es también conespecífica (es decir, con el resto de los miembros del propio conglomerado biológico) y transgeneracional (los futuros miembros de ese conglomerado). La idea de que el planeta (el resto 1. Toledo, Víctor. “La Nueva Crisis Planetaria”. En: Goin, Francisco y Goñi, Ricardo. Elementos de Política Ambiental, Buenos Aires, Honorable Cámara de Diputados de la Pcia. de Bs. As. , 1993. de los organismos vivos y el ambiente) en que vivimos nos ha sido legado en sus condiciones actuales por las generaciones del pasado, situación que habremos de heredar a las generaciones venideras, constituye una nueva concepción que viene a corroborar tangiblemente la existencia de un torrente histórico...” (TOLEDO, V. op.cit: 40) La argumentación de Toledo puede sorprender a muchos antropólogos que, acostumbrados a lidiar con complejos sistemas simbólicos, encuentran cosmovisiones en las que los equivalentes nativos de la “identidad de especie” mediatizan las articulaciones tecnológicas al mundo natural. La idea de “identidad de especie” no es nueva precisamente en las religiones hindúes, budistas (especialmente en el budismo popular), taoístas, en algunos mitos sioux y cherokees, y en todas las concepciones de la Madre Tierra, desde las orientales hasta la Pachamama andina y la urihi , la floresta amazónica de los yanomami. También la Naturaleza ha sido proporcionado el marco fundamental para la elaboración de los mitos. Tal cual destacaran LeviStrauss y otros (LEVI-STRAUSS, C., 1960, REICHELDOLMATOFF, G., 1977; MORA, S.,1995), el reflejo divinizado de la Naturaleza, como conciencia ideológica, apareció prácticamente en los sistemas simbólicos de todas las sociedades, y éstas le rindieron culto antropomorfizando figuras de deidades, ídolos y dioses. Obvio que la afirmación de Toledo no apunta a constatar una evolución teórica al interior del conocimiento científico de los antropólogos, sino que señala un “efecto ideológico” novedoso en nuestra cosmovisión. ¿Por qué el reconocimiento intelectual de la imbrincación entre lo humano y lo natural aparece como novedoso en el pensamiento occidental moderno?. Sin intentar adivinar las intenciones del antropólogo mexicano, el contexto en que sus conceptos aparecen vertidos está centrado en el ascenso del ambientalismo como movimiento global, de carácter trasnacional, que en menos de medio siglo ha conseguido instalar una nueva sensibilidad política en las arenas mundiales y en los todos los ámbitos político-sociales de los países desarrollados (SIMONIS, U.,1989; LINS RIBEIRO, G.1992) 2. Como hipótesis de este trabajo, quiero plantear que la emergencia de una nueva “identidad de especie” (de la cual me resulta sumamente difícil 2. En la edición de ocubre de 1999 de Le Monde Diplomatique (para Latinoamérica), un artículo que analiza el pasotismo de los alemanes destaca que los jóvenes de las sociedades ricas sólo valoran positivamente la militancia política de los ecologistas y activistas de derechos humanos y desprecian toda agrupación política de otro carácter (pp.8) encontrar indicadores) es un proceso simbólico más necesario para la sociedad occidental que para otras tradiciones. No es original como idea en el marco de contrastación de cosmovisiones religiosas de raigambre milenaria, pero me parece que constituye un intento de formular ejes de una meta-narrativa que genere condiciones de posibilidad de un campo de negociación que se despliega por todo el planeta y que tiene como materia central discutir los aspectos económicos, políticos y filosóficos que integran la problemática ambiental contemporánea. La desestructuración del ambiente que está provocando el modelo de articulación cultura/naturaleza que la sociedad moderna ha logrado imponer a escala planetaria ha generado la emergencia de arenas de discusión, en las que el movimiento ambientalista se ha convertido en un actor central. Indiciariamente, la problemática ambiental contemporánea aparece como una “colección de problemas”, cada uno de ellos tan grave en sí mismo que hace perder una perspectiva de conjunto. Desde la reunión de Estocolmo de 1972 hasta Río ´92 y la última Cumbre de las Américas sobre Desarrollo Sustentable (Santa Cruz de la Sierra, 7-8 de diciembre de 1996), lo que se reconoce desde los centros de poder mundial como “problemática ambiental” agrupa los temas consignados en el cuadro del anexo3. Otras compilaciones incluyen como problemática temas como la pobreza, la salud reproductiva de la mujer o se instituyen como críticas muy fuertes al consumismo europeo y norteamericano4. Y las más detalladas, como la realizada por Christian Brodhag 5 , incluyen hasta 25 grandes problemas. Con la emergencia de una identidad de especie, Toledo problematiza la percepción fragmentada de los condicionantes ambientales que construyó la sociedad occidental. Pero, como toda construcción simbólica es histórica, la relación cultura/naturaleza y la agencia de lo humano en el mundo natural vista 3. Las fuentes principales para confeccionar este cuadro sumamente esquemático son textos e informes de principios de la década. Las actuales elaboraciones siguen la misma tendencia, en especial los informes del World Resources Institute de 1990 y 1991, London, Oxford University Press; Brown, Lester R., Renner, Michael y otros: La situación en el mundo. El informe Worldwatch 1992. Buenos Aires, Editorial Sudamericana; Corson, W.H. (de.): The Global Ecology Handbook, Beacon Press, Scientific American 263, Special Issue, septembre 1990. 4. Algunos textos son obras maestras del doble discurso, pero sirven como muestra de la complejidad ideológica de la “cuestión ambiental”. Este sayo le cabe al libro del actual vicepresidente norteamericano Al Gore: “La Tierra en Juego”, editado en Buenos Aires por EMECE en 1993. En las antípodas ideológicas, los datos del Anuario del Tercer Mundo 1996-1997 coinciden en los indicadores básicos sobre la mayoría de los problemas ambientales y sociales derivados del uso de los recursos instalado por la sociedad industrial. 5. Brodhag, Christian, “Las cuatro verdades del planeta”, Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 1996. Este autor es uno de los principales líderes de los sectores “verdes” de Francia, y uno de los principales divulgadores a nivel de la ecología política europea. desde las concepciones hegemónicas occidentales requiere una genealogía que (aunque simplificada a los fines de la brevedad requerida en este trabajo) comience desde más atrás que las ya conocidas historias de la ciencia moderna y de la noción occidental de progreso. Los orígenes del pensamiento europeo sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza se pueden remontar, como en tantas otros órdenes de problemas, a la influencia de los filósofos de lo que convencionalmente se denomina Grecia y Roma antiguas. Y también hay una muy fuerte influencia de las doctrinas que la iglesia cristiana heredó de sus orígenes judíos (ROSS,D. 1982; GUTHRIE, G. ,1982) La fuerte convicción que recorre las tradiciones clásica y cristiana se sostiene en la idea que los seres humanos fueron colocados en una posición de dominio sobre el resto de una naturaleza de carácter subordinado. Aunque la idea de que los seres humanos tienen la responsabilidad de preservar un mundo natural del que son meros guardianes también se puede encontrar en muy diversos pensadores, ésta siempre ha sido una tradición minoritaria6. Muchos pensadores han contemplado el mundo que tenían a su alrededor y han visto que lo que los ecologistas definen hoy como rivalidad y cooperación entre plantas y animales agrupados en ecosistemas, resultaba en un mundo ordenado, en el que cada parte parece tener una función y un propósito dentro de un plan global. Esto Ilevó a proponer que tal plan sólo lo puede haber concebido Dios, o los dioses. A partir de esta conclusión, fueron pasando a especular sobre Ia posición que ocupan los seres humanos en este plan. En términos sencillos, el antropocentrismo se fue eslabonando según los siguientes aportes. Uno de los primeros que registra la tradición de pensamiento occidental dominante fue Jenofonte en su trabajo denominado Memorabilia. El atribuye a Sócrates el argumento de que todo lo relacionado con los seres humanos (como los ojos y las manos) tiene un propósito, y que los dioses lo han dispuesto todo minuciosamente en beneficio del hombre. Eutidemo, uno de los participantes en el debate ficticio, responde diciendo que: “...empiezo a dudar si después de todo los dioses no están ocupados en 6. El alcance que quiero darle a esta afirmación es que, si bien hay algunas tradiciones en el pensamiento occidental que sostienen un papel de “administradores de la Naturaleza” y con un grado muy alto de responsabilidad hacia los demás seres vivos, la noción que ha hegemonizado (o directamente dominado) las concepciones de la relación Cultura/Naturaleza ha sido la del Hombre como “Rey de la Creación”. alguna obra distinta al servicio del hombre”. Pero le preocupa que “...los animales inferiores también disfrutan de estas bendiciones...” hasta que Sócrates lo tranquiliza asegurándole que, dentro del plan global es evidente que estos animales sólo existen o son alimentados en beneficio de los seres humanos (GOMEZ LOBO, A. ,1984; PLATON, 1967: 148). Este argumento, basado en un proyecto y un diseño que se perciben dentro de la naturaleza, reaparece frecuentemente en el pensamiento occidental hasta que en el siglo XIX, los avances del pensamiento cientifíco, especialmente las ideas de Darwin sobre el origen de las especies, y el impacto de mecanismos tales como la selección natural y la adaptación, contribuyeron a derrumbarlo. Los dos mayores filósofos griegos, Platón y Aristóteles, difieren significativamente en cómo conciben la relación entre la especie humana y la Naturaleza. El primero de ellos sostuvo que el alma existe en una esfera totalmente independiente del cuerpo y que el pensador está separado del mundo al cual dirige sus meditaciones. Aristóteles, en cambio, creía que todo lo que era posible articular en nuestro intelecto provenía de los sentidos, y por lo tanto, el sujeto está inseparablemente vinculado al mundo7. (ARISTOTELES, 1964, 1978; BRAVO, F. s/f, CROMBIE, I, 1974) A lo largo de los siglos, el debate evolucionó principalmente en el sentido en que diferentes pensadores propusieron nuevas evidencias para ilustrar la perfecta adaptación de plantas y animales a sus funciones concretas. Esto tendía a refozar la idea de que, como todo ha sido tan bien dispuesto para los seres humanos, ciertamente deben ser las criaturas más importantes de la Tierra y, por lo tanto, tienen derecho a usar a las demás como mejor les parezca. Una expresión temprana de esta visión básicamente antropocéntrica del mundo ya la podemos encontrar explícitamente en Aristóteles. En la Política sostiene que las plantas están hechas para los animales, y concluye afirmando que: “...luego, si la Naturaleza no hace nada incompleto, y nada en vano, debemos inferir que ha hecho a todos los animales para el hombre” (ARISTOTELES, 1978:64). Con los estoicos (especialmente Panecio que vivió en Rodas en el siglo II antes de J. C.), y también con Cicerón, se añadieron algunos argumentos más sutiles a este enfoque general, acentuando los aspectos estéticos y utilitarios. Para ellos el mundo 7. Esta polaridad se prolongó durante los primeros tiempos del pensamiento cristiano, llegando hasta la Edad Media y zanjándose sólo en el siglo XVII. es bello y útil. La belleza es agradable de contemplar y por lo tanto hay que conservarla, pero los seres humanos, al satisfacer sus necesidades de comida, recursos y bienes, mejoran la naturaleza. Cicerón, por ejemplo, hace poca distinción entre el mundo natural intacto y el modificado por la acción humana. Se asume que los dos son auténticos. Aunque los pensadores epicúreos hicieron hincapié sobre los aspectos más duros de la naturaleza -las bestias salvajes, los desastres naturales, la pérdida de cosechas- que acompañaban a la belleza, el pensamiento clasico se caracterizó por lo general por una idea de los seres humanos como ordenadores de la naturaleza. A los seres humanos se los situaba en un plano superior a otros animales: su capacidad de crear su propio mundo implicaba una posición superior como culminador de una realidad inconclusa. (GUTHRIE, G., op.cit.) Los pensadores clásicos eran plenamente conscientes de que las acciones humanas estaban cambiando el mundo que los rodeaba, como deja claro Platón en el pasaje de Critias sobre la deforestación y la erosión el suelo: “...lo que queda ahora en comparación con lo que entonces existió es como el esqueleto de un hombre enfermo, toda la tierra fértil y suave ha desaparecido, y sólo queda su armazón desnudo...hay algunos montes que no tienen más que alimento para las abejas, pero que no hace mucho tuvieron árboles...había muchos árboles altos de especies cultivadas y pasto sin límite para los rebaños. Además, la enriquecían las lluvias anuales que Zeus enviaba, que no se perdían, como ahora, deslizándose por la tierra desnuda hasta el mar; el suelo que tenía era empero profundo, y en sus entrañas recibía el agua, la almacenaba en el retentivo suelo margoso, y ...abastecían a las diversas zonas los abundantes caudales de manantiales y arroyos, de los que aún hoy quedan altares en los lugares donde en otro tiempo estuvieron sus nacimientos...” (PLATON, 1966:34) pero, por lo general, las acciones humanas que modificaban el medio ambiente se veían como algo absolutamente natural y beneficioso. Sólo tradiciones como a la que pertenecían Jenofonte y Hesiodo, que veían la historia humana como una continua decadencia desde una edad dorada de felicidad y abundancia hasta un presente aberrante y desesperanzador, entendían que las intervenciones humanas no eran las adecuadas para lo que podría ser una “buena administración”8. 8. Para pensadores como Jenofonte, Hesíodo o Empédocles, la sociedad humana había ido en una continua decadencia desde una edad de oro a una de plata y luego a la edad de hierro en la que vivían. Pero también los cherokees han tenido la misma idea dominante, la de un paraíso El auge del cristianismo, y su adopción como religión estatal en los períodos finales del Imperio Romano en el siglo IV, introdujo un nuevo elemento: el pensamiento judío. Hasta ese momento, había estado confinado a un pueblo pequeño y hasta entonces sin gran influencia situado en los márgenes de lo que los contemporáneos consideraban el mundo civilizado. Los cristianos incorporaron a sus textos sagrados libros religiosos judíos anteriores. El Génesis, que se convirtió en el primer libro de la Biblia cristiana, contiene dos mitos distintos de la creación (ninguno de ellos muy diferente a otros muchos de las religiones del Próximo Oriente, v. HARRIS, M., 1979), pero ambos dan esencialmente la misma visión de la relación entre Dios, los seres humanos y el mundo natural. En el primero de ellos (Génesis capítulo 1) Dios crea a los humanos como culminación de sus cinco días previos de trabajo. Con la bendición divina se les concede el dominio sobre el resto de la creación: “Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra . . . Creced y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla. “ En el otro mito (Génesis, capítulo 2), primero se crea al hombre, después el jardín del Edén con todas las plantas y animales y finalmente a la mujer. Pero también en este mito los animales son creados en beneficio de la humanidad y es Adán quien les pone nombres. Después, Dios casi destruye al mundo con un gran diluvio, pero en una nueva alianza con Noé y su familia, Dios les otorga nuevamente a ellos y a sus descendientes dominio sobre el mundo: “...Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la tierra verde...Infudiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición...”. Por otra parte, la herencia aristotélica se mantuvo viva en el mundo árabe. Aristóteles fue preceptor de Alejandro Magno, y éste difundió sus ideas por todos los territorios que conquistó, y fueron muy vigentes especialmente en Alejandría, ciudad que eligió para capital de su imperio ( urbe que se convirtió en el mayor centro del saber del mundo perdido, e inclusive la misma noción se encuentra formulada en pensadores chinos como el taoísta Chuang Tsu. Y todo aquel que tenga formación cristiana recibe la historia de la decadencia humana por la expulsión del Jardín del Edén, que nunca se habrá de reconquistar sobre la Tierra. antiguo). Los territorios de Occidente permanecieron durante muchos siglos totalmente aislados de estas corrientes de pensamiento, y sólo redescubrieron la tradición aristotélica cuando los cruzados regresaron a Europa. En los inicios del siglo XIII, impresionados por los logros intelectuales de la civilización árabe, hallaron y tradujeron varias obras de Aristóteles (la Política, la Etica, la Lógica, etc.), que habían desaparecido del pensamiento occidental. Bajo las influencias de la obra de Maimónides (erudito judío que reinterpretó en lengua árabe el judaísmo desde un punto de vista aristotélico9) Tomás de Aquino emprendió una reinterpretación equivalente del pensamiento cristiano, buscando reformular la relación entre el hombre y el mundo mediante argumentos racionales basados en la evidencia empírica 10. La jerarquía de seres naturales, en la cual los animales racionales ocupaban los escalones superiores, era parte de un plan divino que tenía bases lógicas, y esto lo demostraba el hecho de que los animales con capacidad de razonamiento dominaban a las criaturas irracionales (lo que quedaba demostrado por la capacidad humana de domesticarlos). Aunque su obra tuvo repercusión casi tres siglos más tarde, la mediación de los sentidos en la relación con el mundo natural abrió algunas brechas en las concepciones eclesiásticas que permitieron construir los caminos hacia el movimiento renacentista, con su renovada visión del mundo. Esto tuvo el efecto de reforzar concepciones antropocéntricas, aunque algunas de ellas no eran específicamente religiosas11. Así es que, a lo largo de los siglos, el antropocentrismo fue “abonado” por todas estas 9. Maimónides (1135-1204) rabino judío, talmúdico y filósofo, estaba interesado en realizar una armonización entre el conocimiento empírico humano y la fe en una deidad omnipotente mediante el empleo de argumentos racionales. En este sentido, su pensamiento representa también una tradición muy diferente al antropocentrismo dominante, y sus ideas han perdurado formando parte de la tradición minoritaria que señalé en la nota 6. Un equivalente católico es la figura de Francisco de Asis, quien obtuvo otro espacio simbólico con muchísima menos erudición que Maimónides pero con una actitud hacia lo humano y lo animal que más tarde resultó emblemática. 10. La idea de sustentar la fe cristiana en las evidencias empíricas que apoyaban la razón hacía varios siglos que se venían discutiendo, pero la síntesis más famosa le corresponde a Tomás de Aquino. Las “Cinco vías para demostrar la existencia de Dios” se fundamentan en aspectos que la razón humana puede investigar, pero reconocen antecedentes en otros hombres de la Iglesia, especialmente en Anselmo, Arzobispo de Canterbury, que vivió dos siglos antes. Como estos aportes han sido discutidos de diversas maneras en multitud de trabajos de historia de las religiones, filosofía de las religiones, remito a Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, México, Ed. Era, 1965. 11. El famoso fresco pintado por Rafael en 1510 en el Vaticano, llamado Escuela de Atenas, es una adecuada síntesis del pensamiento occidental hasta esa ruptura. En él se ve a Platón señalando hacia arriba, el reino del pensamiento abstracto y del idealismo intelectual, caminando junto a Aristóteles, que señala a la tierra, fuente última de todos nuestros pensamientos por mediación de los sentidos. visiones que consolidaron una tradición de pensamiento que hemos “naturalizado”. El resto de la historia ya nos es más familiar y conocido: desde los aportes de Descartes, Bacon, Galileo y Copérnico, etc. y la separación entre observador humano y la Naturaleza como objeto, entre las observaciones de un científico y las valoraciones de un ser humano, todo cabe en lo que se enseña tradicionalmente en cualquier curso de epistemología o filosofía de la ciencia. En cambio hay otras tradiciones, tan o más fuertes que la occidental, que tienen otra visión de la Naturaleza. La corriente central del pensamiento islámico fundada por Mahoma y expuestos en el Corán - tojid (unidad), jalifa (administración) y ajrah (responsabilidad) son los pilares de otra concepción: de que la Tierra, creación sagrada de Alá, debe ser protegida y mejorada 12. En otros enfoques, como por ejemplo las concepciones centrales del budismo, el carácter sagrado de elementos como el agua vinculan y recrean todas las formas de vida: en el Sutra del Loto, Buda se presenta metafóricamente como: “...una nube de lluvia que cubre, impregna y fertiliza a todos los seres vivos resecos para liberarlos de su desdicha por alcanzar el goce de la paz, el goce del mundo presente y el goce del Nirvana...en todas partes por igual sin distinción de personas...y para todos los seres predico igualmente la Ley, hago llover la Ley incansablemente...” y la misma importancia hacia el agua se encuentra en el Atharvaveda, oración milenaria hindú que pone de relieve el vínculo entre la especie humana y todo el resto de la Naturaleza: “...Señor Supremo, hágase la paz en el cielo y en la atmósfera, entre las plantas y en los bosques; que las fuerzas cósmicas sean apacibles, que Brahma sea apacible, que haya una paz pura y satisfactoria en todas partes” (SPRETNAK, CH. 1992: 27) Esta idea acerca de la recreación de la vida se engarza con la noción difundida durante miles de años en todo el sudoeste asiático y las costas del Océano Indico, una de las regiones más pobladas del planeta. Una idea básica de todas las religiones de esta zona del mundo es la de pensar a la Naturaleza como en la Madre Tierra (SPRETNAK; CH., 1992: 12), de cuya presencia se desprenden las 12. El primer califa musulmán, Abú Bakhr, se inspiró en el Corán y el jadiz (la tradición oral del Profeta Mahoma) cuando ordenó a sus tropas: “No corteís un solo árbol, no maltratéis los ríos, no hagás daño a los animales, y sed siempre atentos y humanos con la creación de Dios, inclusive con vuestros enemigos. (Ling, Trevor; 1972: 24 y ss) formas de vida y que requiere trazar una relación de comunión entre el cuerpo, personal e individual de cada ser humano, y el entorno. La idea de que todo el entorno es un cuerpo: cuerpo celestial, cuerpo interrelacionado, cuerpo en circulación constante, es también milenaria. Algunas nociones modernas, que inclusive se han tornado ideas sugerentes (como por ejemplo, la famosa Hipótesis Gaia, desarrollada por James Lovelock), se basan en esta noción, articulada en clave científica. Si tomamos este camino, se pueden copiar tratados enteros que fundamentan que la visión “oriental” de la Naturaleza se apoya en sentidos del equilibrio y la armonía con lo natural que encarnan lo opuesto al posicionamiento que ha tomado el Occidente moderno en su forma de relacionarse con otros seres vivos y no vivos. En las tradiciones taoístas, las pacientes búsquedas del equilibrio y la armonía que van siguiendo los maestros alimentan con sus acciones un mundo de por sí complejísimo, para cuya comprensión la sabiduría humana es insuficiente y requiere toda una vida de preguntas que orientan una modalidad de relación con el mundo. Así es que esta clasificación de las visiones acerca de la posición del hombre en la Naturaleza, casi podríamos decir que es una partición poco novedosa: al afán occidental por dominar la Naturaleza y subordinarla totalmente (prevaleciente en Europa y Norteamérica), se le opone el camino de las tradiciones árabes, chinas, coreanas y japonesas, que ven la Naturaleza como bella y perfecta (pero que necesita de nuestro amor y de múltiples transformaciones a pequeña escala que la alimenten), y a la que el ser humano convierte en teatro de la búsqueda de la integración y armonía total con el Universo. Mientras que la perspectiva índica - que agrupa las tradiciones hindúes, budistas y jainistas- plantea a la Naturaleza como una Diosa Madre, de la cual provienen todos los dones y la enorme riqueza de los seres vivos. De diversas maneras - ya sea integrándose a la Naturaleza mediante el camino de la Sabiduría o disolviendo la conciencia en rituales de integración a una supraentidad de signo femenino que contiene todo lo vivo, o enriqueciendo la trama de la vida con razonadas actitudes cotidianas - otras culturas han podido construir prácticas sociales que les permiten expresar sus concepciones, y ellas parecen contener, desde mucho antes que la tradición griega construyera su visión del mundo, nociones acerca de nuestra identidad interdependiente de lo natural. 2. ¿Porqué puede ser importante partir de todo este recorrido previo para demostrar que la noción de “identidad de especie” es una construcción funcional a la emergencia de una meta-narrativa política, eficaz en un contexto de trasnacionalización de las problemáticas ambientales y de las prácticas políticas de confrontación y negociación que despliegan las diferentes variantes del movimiento ambientalista mundial?. Esta meta-narrativa acerca de la emergencia de una categoría abarcadora de toda la diversidad cultural forma parte de una respuesta ideológica a lo que Martin O´Connor señala como signo distintivo del actual momento evolutivo: “...el modus operandi del capital como sistema abstracto experimenta una mutación lógica. Lo que anteriormente se consideraba un ámbito externo y explotable, ahora se redefine como un stock de capital. En consecuencia, la dinámica primaria del capitalismo cambia, pasando de la acumulación y el crecimiento alimentados en el exterior de lo económico a ser una forma ostensible de autogestión y conservación del sistema de naturaleza capitalizada encerrada sobre sí misma. A este proceso, que también lo podríamos llamar la expansión semiótica del capital se une la co-opción de personas y movimientos sociales en el juego de la “conservación”...”. (O´CONNOR, M., 1994: 17) 13. El resultado de esta expansión semiótica del capital no es la armonía, el “equilibrio” o justamente la conservación, sino el incremento de la competitividad en la apropiación de los recursos naturales recurriendo a cualquier medio y sin ningún tipo de precauciones éticas. Es la profundización del proceso de expansión planetaria depredatoria de la civilización occidental y el reforzamiento del signo ideológico (en cuanto a la libre disponibilidad de la naturaleza) que orienta tal proceso. La conflictividad de este momento histórico ha llevado a otro autor, James O´Connor (O´CONNOR, J.; 1992), a señalar a la crisis ambiental como la Segunda Gran Contradicción de la sociedad capitalista: si la primera es el antagonismo entre el Capital y el Trabajo (que creó las condiciones para la aparición del Movimiento Obrero), no menos importante resulta la contradicción entre el Capital y 13O´CONNOR, MARTIN: “El mercadeo de la Naturaleza. Sobre los infortunios de la Naturaleza Capitalista”. En: Ecología Política, CIP/ICARIA, Barcelona, 1994. Este artículo resume los ejes de la aproximación marxista a la temática de los límites físicos a la expansión capitalista y su manifestación bajo la forma de “crisis de costos” como problemática típica de la dinámica del capitalismo, a diferencia de las crisis de sobreproducción que señalaran las visiones ortodoxas y heterodoxas, centradas exclusivamente en la esfera económica. la Naturaleza (que creó las condiciones para la emergencia del Ambientalismo). Ahora bien, es la gran heterogeneidad de las visiones y prácticas sociales que han estructurado los grupos ambientalistas/ecologistas14 la que requiere la emergencia de una ideología o concepción, de una meta-narrativa, que estructure su lógica. ¿Quiénes son los ambientalistas en América Latina?. La clasificación latinoamericana más clara que he podido encontrar, y que representa elementos más familiares a nuestra experiencia, nos dice que: “...el campo denotado por la expresión “ecologismo” es vasto y complejo. Comprende: 1) Asociaciones autodenominadas ambientalistas, el movimiento ecologista en “strictu sensu” ; 2) sectores ecologistas de la comunidad científica, presentes hoy en las universidades e institutos de investigación; 3) individuos-colectivos, formadores de opinión, que tienen una orientación ecologizante; 4) Partidos Verdes; 5) pequeños y medianos empresarios que incorporaron la dimensión ecológica en su racionalidad microeconómica; 6) grupos y redes orientados al desarrollo del potencial humano; 7) la comunidad de los técnicos de las agencias estatales del medio ambiente; 8) movimientos sociales que no se identifican como movimientos ecológicos, pero tienen orientaciones valorativas y prácticas concretas ecologizadas; 9) sectores minoritarios ecologizados, pertenecientes a macroestructuras: agencias estatales, corporaciones multinacionales, partidos políticos, asociaciones profesionales (sindicatos y otros), asociaciones empresariales y organizaciones religiosas; 10) campesinos cuyo modo de producción toma en consideración la dimensión ecológica, ya sea por una lógica histórico-tradicional. o por un proceso de 14. Según los países, el sentido de ambos términos se modifica. En este texto, denominamos a visiones ambientalistas a los movimientos sociales que reivindican otra relación, diferente a la que propone el sistema capitalista y la visión occidental, de los diferentes grupos sociales con la Naturaleza. El término “ecologismo” arrastra una connotación normativa, remedial y cosmética instalado por las soluciones tecnologicistas dominantes en los países desarrollados, especialmente en EE.UU.. También induce un cierto “imperialismo gnoseológico”, ya que la Ecología se presenta como “La Ciencia por excelencia” y propone interpretaciones reduccionistas, en las que los procesos sociales y culturales se reducen a las estructuras biológicas básicas de las poblaciones humanas y a las adaptaciones y asimilaciones de su entorno ecológico. Uno de los efectos ideológicos más visibles es la reducción de significado del término Naturaleza, que hoy se aplica a las porciones del planeta que parecen estar inalteradas por la acción de los humanos, mientras que se denomina “recursos naturales”, “ambiente”, “medio ambiente”, “ecosistema”, “entorno” a la Naturaleza ya definitivamente incorporada a la lógica de mercantilización dominante. reciente aprendizaje.” (VIOLA, E. Y LEIS, H.; 1990: 14)15. La especificidad del ambientalismo proviene no sólo del “origen de clase” o del sector de la población en donde emerge, sino de múltiples factores (localización geográfica, condiciones ecológicas del entorno, condiciones culturales, circunstancias políticas económicas e institucionales en las que se inscriben), entre los que hay que destacar las prácticas concretas de acción y de lucha. En Latinoamérica es muy común que un movimiento ambientalista promovido por sectores medios de población urbana, incorpore otras demandas populares y establezca alianzas de clase con organizaciones más radicales (LEFF, E. 1994). A su vez, los movimientos campesinos y urbano populares, a través de la incorporación de una diferente visión de “lo ambiental” pueden enriquecer sus demandas inmediatas de mejoras salariales, derecho a la tierra, a la vivienda y a los servicios públicos, y por consiguiente incidir en la toma de decisiones más complejas (por ejemplo, sobre los patrones de uso de los recursos naturales, sobre nuevos modelos de urbanización y formas de asentamiento, sobre innovaciones en procesos de trabajo, sobre concepciones de calidad de vida, etc.). Al mismo tiempo, otra condición distintiva del ambientalismo latinoamericano es que no se ha incorporado ni en los proyectos de desarrollo de los gobiernos (muchos de los cuales siguen teniendo un marcado signo desarrollista, tecnocrático, gigantista y autoritario), ni en los programas políticos de los partidos, ni en las perspectivas de los sectores sociales sociales y populares institucionalizados por los regímenes gobernantes de América Latina. A diferencia de los partidos verdes europeos, que han establecido importantes condiciones de negociación con el capital a partir de su presencia parlamentaria, el ambientalismo latinoamericano (y lo hago extensible a casi todo el ambientalismo del Tercer Mundo), no ha podido más que generar presión política bajo canales informales. Además, si miramos los territorios de las grandes capitales latinoamericanas, la hegemonía de las concepciones y modelos desarrollistas clásicos (al estilo de los esquemas rostowianos o la “Teoría del Derrame”16) 15Viola, Eduardo y Leis, Héctor, 1990."Desorden global de la biósfera y nuevo orden internacional: el papel organizador del ecologismo".En: Medio Ambiente y urbanización, Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo - IIED América Latina, año 8 número especial.Buenos Aires. 16. Si bien estos enfoques son conocidos y harto criticados, en todos los marcos de sentido impuestos por los sistemas políticos burocráticos-autoritarios que caracterizan la experiencia política de Latinoamérica se encuentran los esquemas del desarrollo por etapas y la idea de que la riqueza de un sector va a terminar “derramándose” a las capas más pauperizadas de la población. propias de los partidos obreros y urbanos sudamericanos hace doblemente difícil ampliar la base popular y generar proyectos de cambio estructural. Está muy extendido el prejuicio (presente en los discursos de los políticos, pero también en el sentido común de muchos periodistas) de que las problemáticas ambientales son propias de las sociedades ricas, por lo que primero hay que luchar por el desarrollo industrial (que eliminará la pobreza) y luego por el cuidado de la Naturaleza. La precariedad de las condiciones de vida de grandes masas de la población sustentan empíricamente este razonamiento, complejizado además por diferentes conceptualizaciones: términos como “calidad de vida” no significan lo mismo en contextos de abundancia o de pobreza. Donde los ricos ven paisajes y valores naturales a preservar, las comunidades pobres ven recursos necesarios para la supervivencia, y frecuentemente no se encuentran discursos superadores de esta antinomia. Esta polaridad de significados ha confundido inclusive a científicos como R. Inglehart (INGLEHART, R., 1991) que sustenta la tesis de que el ambientalismo tiene raíces sociales provenientes de la prosperidad y que es un movimiento que sustenta valores “postmaterialistas”. Sin embargo, la historia de todo el Tercer Mundo es la de comunidades que luchan por preservar el acceso a los recursos dentro de las fronteras de su propio territorio, amenazadas por el Estado o por los actores legitimados por mecanismos de mercado. En esta lucha, son definitorios los procesos políticos de construcción de poder, que operan de manera similar que en los procesos de etnificación de cualquier territorio. Por esto último, los instrumentos técnicos que dan resultado en las experiencias de las naciones desarrolladas fracasan en contextos de legalidad precaria y asimetría del poder popular. En los procesos de explotación desarrollados por multinacionales, los costos ambientales son ignorados, por más evaluaciones de impacto que se presenten17, y los proyectos de inversión no se realizan allí donde los costos ambientales son menores, sino donde la sociedad civil, el gobierno de un país o una comunidad presenten menor resistencia. La cancelación de proyectos, el cierre y Aunque la realidad de Latinoamérica demuestre la falacia de estas nociones, esto no se traduce todavía en la construcción de alternativas políticas, (aunque habría que seguir con atención la actual experiencia de Chávez en Venezuela y no olvidar la excepción cubana, experiencia que se agiganta con el paso de las décadas). 17. Para el caso argentino, las Evaluaciones de Impacto Ambiental están desnaturalizadas, porque la mayoría de las legislaciones (por ej. en la Pcia. de Buenos Aires) aceptan que el procedimiento esté a cargo de las empresas, y éstas siempre subregistran niveles de contaminación para poder negociar políticamente las compensaciones posteriores, confiadas en la tradición de ineficiencia de los controles estatales en casi todas las áreas. reubicación de industrias o la búsqueda de nuevas opciones de urbanización sólo se consideran después de la manifestación catastrófica de sus costos sociales, y cuando muchos de sus efectos son irreversibles. Los aparatos represivos de las burocracias autoritarias latinoamericanas han sido eficaces para frenar avances de sectores populares durante décadas, y esto se ha traducido especialmente en el tema ambiental en una imposibilidad de acceso a los aparatos estatales por parte de sectores con voluntad de cambio social (BRAILOVSKY, E. Y FOGUELMAN, D. 1993, 1991). Las dictaduras militares fueron eficaces en eliminar y neutralizar científicos con visiones radicales, por lo que la ideología predominante de estos actores sociales es directamente tecnocrática18. Paradójicamente, en la mayoría de los casos, la mejor defensa de los recursos de las comunidades locales la han ejercido los técnicos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, que restringen financiación a gobiernos que manejan “descuidadamente” el ambiente. Interpretada desde esta heterogeneidad y desde la indefensión de las etnias y comunidades latinoamericanas, la incorporación de muchas formas de religiosidad popular en las zonas andinas o la “ecologización” de los discursos de los grupos étnicos que enfrentan el avance “garimpeiro” en la Amazonía brasileña y venezolana, o la defensa de la selva zapatista, la visión del ambientalismo latinoamericano no puede reducirse a un “ecologismo cosmético” o simplemente conservacionista. Se enmarca en una lucha política por preservar los recursos naturales de los que dependen comunidades y grupos étnicos, pero el éxito de esta lucha implica la supervivencia de toda una experiencia cultural de siglos. Por lo que a la “simple” conservación de un bosque o de los peces de un río se une la supervivencia de las comunidades que dependen de él y que han estructurado riquísimas cosmovisiones, que aún hoy asombran a los estudiosos occidentales (GODELIER, M. 1967, 1974; DESCOLA, P.,1988). En todo el Tercer Mundo existe una experiencia de lucha (v. MARTINEZ ALIER, J.; 1995: 11) que implica la defensa comunitaria de los recursos y del ambiente en el que cada cultura se ha desarrollado. Se ha denominado a esta experiencia “ecologismo popular”, justamente para señalar el origen 18. También para el caso argentino, es llamativa la presencia de científicos con manifiesta ideología de derechas en las academias nacionales, comisiones nacionales de política pública, en los congresos y conferencias presidenciales y en la misma Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable, el máximo organismo nacional. Esto explica la defensa que el mismo Estado ha hecho del enfoque conservador de los derechos de propiedad para todo lo referente a las políticas ambientales nacionales. diferencial en relación a las visiones “postmaterialistas”. Por ejemplo, Víctor Toledo tiene una trayectoria científica y militante inserta totalmente en el ecologismo popular, a partir de su reivindicación del manejo sustentable que hacen del ambiente muchos grupos étnicos mexicanos. Por lo que no es arriesgado suponer que su noción de “identidad de especie” esté vinculada a estas experiencias y a la necesidad de trascenderlas (podríamos decir, la necesidad de articularlas internacionalmente a los discursos y reivindicaciones de otras comunidades que enfrentan un mismo modelo de desarrollo, destructor de los ecosistemas a escala local). Desde esta perspectiva, la necesidad de construir una argumentación, con núcleos retóricos particulares, es un paso importante para la construcción de una identidad transmediata que aglutine la diversidad descripta aquí. La ampliación de los límites de las narrativas sobre “lo ambiental” se convierte en un proceso ideológico y político que moviliza a los actores sociales para la transformación de sus relaciones de producción y tiene un potencial de promoción de nuevas vías para el desarrollo de las fuerzas productivas o, en los países donde la expoliación de los recursos (casi todo el Tercer Mundo) es crítica para las comunidades locales (GEZON, L.1997, BEHNKE JR. R.H.,1980), puede aportar elementos para fortalecer las condiciones de negociación frente a intereses trasnacionales. El caso mexicano, con la articulación de frentes de ambientalistas urbanos y rurales (v. LEFF, E. ,1997), se nutre con las particularidades culturales de más de cuarenta grupos étnicos que articulan demandas de todo tipo, no sólo ambientales. Vemos que el ambientalismo no es un fenómeno uniforme ni ideológica ni políticamente. Fuera de Latinoamérica, hay otros países donde constituye un fuerte movimiento (clasificado sociológicamente como Nuevo Movimiento Social), con características distintivas según diferencias socio-culturales básicas de cada país: en Estados Unidos el movimiento derivó en la formación de organismos sociales de protección a la naturaleza, grupos de automarginados impulsores de comunas (los “ecofreaks”) y también en la búsqueda de nuevas tecnologías en armonía con el mundo natural generadoras de un nuevo mercado (BUZZWORM, J. 1990), mientras que en Europa la problemática ambiental generó un movimiento articulado en partidos políticos que captaron importantes procentajes electorales y se convirtieron en parte del complicado ajedrez político de sociedades en crisis. En el continente europeo, y ya desde 1970 el tema ambiental formaba parte de todas las agendas políticas (RIECHMANN, J. Y FERNÁNDEZ BUEY, F., 1994). Un aspecto interesante de señalar (tal vez no suficientemente desarrollado por Riechmann y Fernández Buey, que se concentran más en enmarcar teóricamente la variedad de los movimientos sociales en Europa ) es que, mientras en los EE.UU. y también en Inglaterra, los ideólogos del ambientalismo han sido fundamentalmente científicos de las “ciencias duras” (con la saludable excepción del filósofo anarquista Murray Bookchin), en Europa los líderes han sido filósofos como Iván Illich o Rudolf Bahro y sociólogos como André Gorz y Edgar Morin (con la saludable excepción de René Dumont, ingeniero agrónomo). Esto se vuelve significativo no tanto al analizar el “ interior” del movimiento sino las respuestas de las estructuras politicas y económicas que le son antagónicas. En Europa, vastas operaciones de cooptación de líderes y sectores fueron llevadas a cabo aprovechando la variedad de posiciones políticas derivadas de las áreas de conflicto y de las visiones “utópicas” para solucionarlas (RIECHMANN Y FERNÁNDEZ BUEY, op.cit. 147) y del reclamo de integración a los sistemas parlamentarios europeos. En EE.UU., lo ambiental se lo confina a espacios políticos tecnocráticos y ejecutivos (la EPA, el Superfound para la contaminación del aire, etc.), ya que no se discute la viabilidad del capitalismo sino la resolución de los “problemas” que éste ocasiona. Es decir, se incorporan nociones “cosméticas” que tienen un doble sentido: al mismo tiempo que simplifican las problemáticas ambientales reduciéndolas a una lógica técnica, neutralizan las visiones opositoras incorporándolas a un programa de acción política con marcados elementos tecnocráticos. El caso de mayor ocultamiento ideológico o de creación de “falsa conciencia” se da en torno a la denominada “explosión demográfica” (EHRLICH, P. Y EHRLICH, A. , 1993). Por lo descripto en los párrafos anteriores, la formulación de Toledo acerca de la emergencia de la identidad de especie es un intento por encontrar nociones que superen los planteamientos provincialistas y las ideologías tecnocráticas, que adquieran carácter de universalidad, que puedan ser eficaces para vehiculizar acciones políticas que impliquen resistencias de carácter internacional y que sustenten una evolución del movimiento ambientalista que lo eleve más allá del estadio de contracultura con que se lo estigmatiza frecuentemente. En el terreno de la acción política contemporánea, las discusiones sobre la problemática ambiental han llevado a que las políticas públicas se estructuren en torno del aporte técnico. El juego político y la lucha de intereses está recubierto por la participación de expertos, la mayoría de ellos simbióticos con los intereses de la industria, lo que ha debilitado aún más la posibilidad de controles democráticos y la participación de instituciones de base popular. El cuadro siguiente sintetiza una clasificación relacionada con las posiciones ideológicas en torno a la visión de la Naturaleza y al uso de los recursos: tecnocéntrica ecocéntrica C o n s u m i s t a s E x p l o t a c i ó n c o n s t a n t e d e r e a c o m o d a t i v a c o m u n a l i s t a E c o l o g í a P o s i c i ó n P r e s e r v a c i ó n P r e s e r v a c i ó n d e e x t r e m a , c o n s e r v a d o r a y g e s l o s r e c u r s o P r o f u n d a c o n p c u r s o s p a r a e l c r e c i m i e n t o e c o n ó m i c o , y é t i c a d e l c r e c i m i t i ó n “ r a c i o n a l ” d e l o s r e c u r s o s . C r e c i m i e n t o s u s t e n t a b l e . s , c o n p o d e r d e d e c i s i ó n a n i v e l c o m u n i t a r i o . L í m i t e s r e f e r e n c i a h a c i a l a N a t u r a l e z a s i n i n t e r v e n c i ó n a h u m a n a . l a S i e n t o e c o n ó m i c o C o n f i a n z a e n e n l a t é r m i n o s s u s t i t u c i ó n d e v a l o r m a t e r i a l . L a e s c a s e z m t e c n o l ó g i c a d e r e c u r s o s n o r e x p l o t a c i ó n d e l p l a n e t a , p o r l o q u e s e r e q u i e r e n l i m i t a c i s t e m a e c o n ó m i c o d e s u b s i s t e n c i a y m í n i m a p r e s i ó n a m b i e n t a l a t e r i a l , e l i m i n a d a p o r m e c a n i s m o s c e n t r a l i z a d o s ( l a p l a n i f e n o v a b l e s . C o n t r o l o o n e s m a c r o a m b i e n t a l e s e l i m i n a c i ó n y d e m u n d i a l e s , t e c n o l o g í a s p e l i g r o s a c o n s e n s o s a d e m á s d e c a m ( b a s a d o e n a g r i c u l t u r a o r g á n i c a y d e s i n d u s t r i a l i z a c i ó n ) . i c a c i ó n ) o n e o l i b e r a l e s ( e l m e r c a d o “ l i b r e ” ) y p o r l a i n n o s o i n c i e r t a s . V a l o r i n s t r u m e n t a l d e l a N a t u r a l e z a b i o s a p e q u e ñ a e s c a l a . U n s i s t e m a s o c i o e c o n ó m i c o d e s c e n t r a A c e p t a c i ó n d e l a b i o é t i c a ( p e n s a m i e n t o q u e c o n f i e r e d e r e c h v a c i ó n l i z a d o t e c n o l ó g i c a . p a r a V a l o r i n s t r u m e n t a l d e l a N a t u r a l e z a . l a s u s t e n t a b i l i d a d . V a l o r i n s t r u m e n t a l e i n t r í o s m o r a l e s e i n t e r e s e s a e s p e c i e s n o h u m a n a s ) . V a l o r i n t r n s e c o d e l a n a t u r a l e z a . adaptación basada en Pearce, D. y Kerry Turner R. , 1995: 41 y ss. El análisis del cuadro nos muestra que la categoría “identidad de especie” requeriría, por lo menos, una ideología dominante de tipo comunalista para poder efectivamente producir instancias de cambio social concreto. Por lo que podemos finalizar este punto diciendo que el aporte de Toledo, en este contexto histórico de formulación, es el de una categoría instrumental al crecimiento ideológico-político de un movimiento antagonista a la evolución del capitalismo actual. 3. Si se pudiera discutir la coherencia lógica de la categoría “identidad de especie”, ¿qué puntos de partida deberíamos tomar?. Formulada la idea como tal, (recogida en la cita supra pp. 4.), tiene una marcada impronta culturalista, en cuanto hace hincapié en una herencia social transmitida de generación en generación, pero también deja translucir cierto esencialismo. De todos modos, es interesante problematizarla a partir del modelo propuesto por Piqueras, Baheza y García (y descripto en el seminario que motiva este trabajo), ya que la conformación de sujetos de identidad requiere el descubrimiento de un “otro significativo” y, para el caso de la “identidad de especie” planteada por Toledo, la alteridad estaría ubicada en nuestra propia reflexividad. í n s e c o d e l a N a t u r a l e z a . Dado que la autodefinición de cada protagonista se alimenta de la representación que se construye del Otro, y también, de la representación que ese otro hace de él, en la relación Cultura/Naturaleza no es posible definir o traducir (en términos del estatuto del conocimiento occidental) la representación que otras especies pueden hacerse de nosotros. ¿Quiénes serían los “Otros significativos” en este momento político?. Aquí reaparece nuevamente el problema de la fragmentación, porque la arena política en la que el discurso acerca de la identidad de especie adquiere sentido como meta-narrativa tiene muchos polos, pero está hegemonizado sobre categorías occidentales: sustentabilidad, ecología, medio ambiente, cultura, territorio, estado, modernidad, progreso, etc.. Y los mecanismos sobre los que se soporta esta hegemonía son también construcción histórica. Hoy aparecen “jerarquizadas” por su relación “armónica” con la Naturaleza, las mismas culturas que hace sólo cien o cincuenta años eran despreciadas por su pobreza material, su “desinterés” hacia el “cambio social” , su resistencia a incorporar patrones de actividad europeos, o su escasa “sofisticación tecnológica” en sus mediaciones con el mundo natural. Justamente por esta cuestión, la del peso histórico de construcciones sociales originadas en la sociedad “blanca”, es que parecen encaminarse “soluciones” a la crisis ambiental de marcado corte autoritario, como por ejemplo los reclamos de un Estado Mundial regulador del uso de los recursos, como única salida para acelerar el consenso mundial y detener la destrucción de la base material de la humanidad. La idea de un “Leviathan verde” (LAFERRIERE, E., STOETT, P.; 1999: 43) en el que, siguiendo a Hobbes, se vuelva necesario sacrificar parte de la libertad para disminuir la tensión de vivir en una “sociedad del riesgo” (BECK, U.; 1998: 52), gana legitimidad al combinarse los diferentes alertas lanzados desde los diferentes sectores de científicos, muchos de ellos genuinamente convencidos de la objetividad de sus datos. Con la idea del Estado Mundial Ecologista se re-editan los mismos razonamientos que legitimaban las versiones más burdas del colonialismo: los países tecnológicamente más avanzados pasan a atribuirse la gestión del camino de salvación de la humanidad. Antes era para “civilizar” a los pueblos atrasados, hoy, para “salvarlos” de las catástrofes ecológicas que amenazan su fragilidad. El concepto de “identidad de especie” es, entre otras cosas, la búsqueda de un planteo para contrabalancear estas visiones autoritarias y continuistas, propias del etnocentrismo occidental y arraigadas en las tradiciones de dominación colonialistas. Esta es una tarea ciertamente compleja, debido a que la superioridad occidental es un núcleo de creencia sumamente arraigado, e inclusive han contribuido a su consolidación diferentes ramas y tradiciones del pensamiento socialista. Las dos ramas principales de herederos del marxismo, la socialdemocracia europea y el leninismo, alimentaron y legitimaron cantidad de guerras coloniales y diversas variantes de imperialismo. Y en el terreno ideológico, no percibieron los obstáculos ecológicos al crecimiento económico, colocándose en este punto en un mismo plano de relación con los planteos liberales de base darwiniana acerca del crecimiento ilimitado. En estos días, neo-liberales y socialdemócratas coinciden en ensalzar de nuevo el mercado como mecanismo racional de asignación de recursos, como se vió en la V Conferencia Mundial de Cambio Climático desarrollado en Alemania. En 1998, en la IV COP (desarrollada en Buenos Aires), los delegados de algunos países partidarios de la conformación de un mercado mundial de emisiones de gases de “efecto invernadero” llegaron a sostener que los problemas ecológicos surgen de la ausencia de racionalidad mercantil, ante la falta de una entidad jurídica que asegure derechos de propiedad sobre los recursos y servicios ambientales19. En la cumbre de este año, la V COP, los países desarrollados vuelven a reconocer que el mercado valora arbitrariamente las necesidades humanas futuras y no cuenta los perjuicios externos a las transacciones (como la emergencia de catástrofes y la reducción de biodiversidad), pero que no pueden desmontar su modelo de desarrollo. Lo que lleva a profundizar la brecha con los países del Sur, ya que estos no alcanzarán jamás el grado de desarrollo industrial de los países ricos (profundizándose las tendencias señaladas por AMIN, S.;1989, ZERMEÑO, S.; 1996; CORAGGIO, J.L. Y DEERE, C.D., 1987, y en visiones convenientemente mercantilistas del ambiente como SCHMIDHEINY, S. Y ZORRAQUIN, F., 1997 o RENNER, M. 1993). La profundización de los mecanismos de mercado está legitimada también por otra concepción 19. La justificación ideológica para esta posición proviene de la concepción denominada “tragedia de los bienes comunales”, que consiste en una espiral de canibalismo sobre los recursos que se desata cuando los bienes son libres. Como no son de nadie, no tienen precio, y el hecho de fijarles uno en función de su escasez o importancia regularía tal situación. Obviamente, es sostenida principalmente por los EE.UU.. Sin embargo, esta posición puede contrapesarse con la opuesta: no es que los bienes libres no son de nadie, sino que pertenencen a todos, por lo que la responsabilidad en el uso es mayoritariamente colectiva, sin límites de fronteras políticas ni generacionales. ideológica realmente siniestra, prima hermana de la “tragedia de los bienes comunales” (v.nota 19) : la “ética del bote salvavidas”. Generada a mediados de los ´70, (HARDIN, G.; 1974), esta idea señala metafóricamente que cada nación rica se encuentra en un bote salvavidas lleno de gente comparativamente más pudiente y con ventajas de espacio y comodidad. Los pobres del mundo están en otros, mucho más limitados. Continuamente los pobres caen al agua fuera de sus propios botes, esperando ser admitidos en los botes de los ricos para beneficiarse de los bienes de a bordo. La pregunta gira en torno a lo que deberían hacer los pasajeros de un bote rico en esta situación. Y ya sabemos la respuesta de determinados poderes de las sociedades ricas, que abogan fuertemente por el control autoritario de la reproducción de los pobres, sin replantearse los niveles de consumo de los ricos. Pero estas concepciones (la “ética del bote salvavidas”, la “tragedia de los bienes comunales”, los “mercados de derechos ambientales” , “si no hay para todos, que haya para los occidentales, que somos los más avanzados”, etc.) también son compartidas por los miembros de las clases altas de los países pobres, funcionales a un modelo de acumulación y de internacionalización de los procesos de producción. De ahí que la construcción de una identidad transmediata como la “identidad de especie” conlleve un sentido de democratización e igualitarismo a nivel de base que se opone a modalidades de centralización y autoritarismo político característico de las unidades de agrupamiento territorial históricamente articuladas en la experiencia occidental. En efecto, un estadonación no podría ser el referente territorial de una “identidad de especie”, pero tampoco un estado planetario, porque la base territorial de tal identidad está en los grupos comunitarios cuyas modalidades de producción y uso de los recursos los llevan a proteger los ecosistemas de los que dependen directamente para su supervivencia. Por esto mismo, si reparamos en las tradiciones ideológicas que articula la idea de “identidad de especie”, encontraremos algunas de ellas casi olvidadadas: el agrarismo, el naturismo, el indigenismo, el romanticismo. Las tradiciones anarco-comunalistas aportan no sólo sustento filosófico, sino también tecnológico, desembocando en una visión categorizada como neo-narodnismo ecológico, válida para aquellos países con importante población campesina (MARTINEZ ALIER, J.; op.cit: 19), y la experiencia de los movimientos populares de todo el Tercer Mundo en la lucha contra los poderes que intentan convertir en mercancía los bosques de Indonesia, la India, el Himalaya y de Chiapas. Es decir, así como hay muchas concepciones ideológicas (y especialmente las socialdarwinistas) que funcionan como Otro significativo, y por consiguiente agentes y prácticas en las que tales concepciones encarnan, también hay diversos actores que están en condiciones de recuperar una Memoria Histórica (la memoria histórica de las luchas de oposición a la destrucción de los recursos comunitarios de cientos de pueblos del Tercer Mundo) y de producir objetos de identidad (metanarrativas, formas territoriales, redes de comunicación a escala planetaria etc.) que permitan transmediatizar una “identidad de especie” que a su vez pueda generar nuevas actividades identitarias (como las conferencias globales al estilo Río ´92 u otros mega-rituales que convocan a actores de todo el planeta). Como producción cultural, la “identidad de especie” implica una resignificación de lo étnico/primitivo y de las tradiciones más críticas de los enfoques socialdarwinistas, al mismo tiempo que necesita de una recuperación de estrategias y tácticas de movimientos de marcado corte internacionalista, varios de los cuales son hitos en nuestra historia. Obviamente, tampoco puede haber un único origen para la reflexividad, en el complejo proceso de construcción de este tipo de identidad transmediata. En realidad, no es, como afirma Toledo, que la conciencia de especie surja en el preciso momento en que podemos contemplar nuestro planeta “desde afuera”. La constatación de Toledo es más bien anecdótica: la fragilidad del hábitat terrestre (“esa pequeña nave espacial”) fue bien conocida por muchas culturas, como ya hemos señalado más arriba (WIKAN, U., 1995). Pero, como se ha manifestado (PIQUERAS INFANTE, A.; 1997), quién construye la identidad colectiva y para qué determina en gran medida su contenido simbólico y su sentido para quienes se identifican o se colocan fuera de ella, la construcción social de la identidad tiene lugar en un contexto marcado por múltiples relaciones de poder. En este caso, la noción de identidad de especie aparece como producto de lo que, en términos descriptivos, Manuel Castells ha denominado “identidad de resistencia: generada por aquellos actores que se encuentran en posiciones/condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de la dominación, por lo construyen trincheras de resistencia y supervivencia basándose en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad...”. (CASTELLS, M.; 1998:30). Frente a la lógica de la mercantilización de la vida, frente a las prácticas de estados y multinacionales dispuestos a profundizar modelos de desarrollo económico insustentables, muchas comunidades y actores sociales (tanto rurales como urbanos, del Tercer Mundo como del Primero, tanto pobres como ricos con conciencia) re-elaboran su identidad bajo el paraguas del ambientalismo. Así, en la página siguiente, una aplicación del modelo de producción de actividad identitaria propuesto en el Seminario que motiva este trabajo resulta en el esquema descripto abajo. Para concluir, desde mi opinión personal, el intento de Toledo de construir una noción que posibilite ser el centro de una metanarrativa global es válido. En este momento histórico, no hay manera de pensarse como individuo, como grupo o como sociedad sin pensarse en el mundo. ¿Cómo ubicarse en esta unidad del planeta y en esta diversidad sociocultural que lo constituye?. Encuadrarse en los espacios que se abren para una mega-política ya es una condición básica para cualquier acción, dado que el globalismo teleguiado de los aparatos financieros tiene capacidad de intervención sobre las esferas microsociales, y no sólo de manera puramente semiótica. EL MODELO PIQUERAS-BAEZA-GARCIA ACTIVIDAD IDENTITARIA Como actividad subjetiva, evocación y selección de los elementos de la cultura que pueden resemantizarse para elaborar una respuesta SUJETOS DE CULTURA PRODUCEN SUJETOS DE IDENTIDAD objetos de cultura objetos de identidad MEMORIA HISTORICA OTRO SIGNIFICATIVO aplicado a la noción de identidad de especie y al ambientalismo Noción de IDENTIDAD DE ESPECIE comunidades rurales y campesinos del Tercer Mundo, científicos, partidos políticos, ONGAs, etc., que reivindican otro modo de relación con la Naturaleza AMBIENTALISMO RITUALES Y METAprocesos de explotación de rr.nn.; Memoria sobre luchas comuni- NARRATIVAS SOBRE arenas mundiales, regionales y tarias: ej. Mov. Chipko, Justicia EL AMBIENTALISMO, locales donde se discute la proAmbiental, Bambamarca, las TECNOLOGÍAS “ADEblemática ambiental contemporánea, exp.europeasde los “green par- CUADAS” Y RELAetc. ties”, etc. CIONES SOCIALES “fuerzas del mercado”: multinacionales y Estados con políticas depredadoras de los rr.nn., políticas neocoloniales, actores con concepciones autoritarias acerca del acceso a los rr.nn, etc. BIBLIOGRAFIA AMIN, S. 1989 La desconexión. Hacia un sistema mundial policéntrico. Madrid, Iepala. ARISTÓTELES 1964 Obras. (Traduc. del griego, estudio preliminar, preámbulo y notas de Francisco P. de Samaranch). Madrid, Aguilar, 3era. edic.. ARISTÓTELES 1978 Política. México, Editorial Porrúa. BATESON, G. 1985 Pasos hacia una ecología de la mente. Planeta/Carlos Lohle ediciones, Buenos Aires. BECK, U. 1998 La sociedad del riesgo. Buenos Aires, PAIDOS. BEHNKE JR., R.H. 1980 The Herders of Cyrenaica. 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Listado de problemas que configuran la crisis ambiental contemporánea desforestación bosques tropicales bosques templados cuerpos de agua Tasas anuales de 11.3 millones de hectáreas en el período 1981/85 50 millones de has. afectadas sólo en Europa por contaminación del aire y lluvia ácida Decenas de miles de ríos, lagos y humedales biológicamente muertos por la acción de contaminantes. Contaminación por drenaje de pesticidas, plásticos, petróleo,desechos nucleares, sust. químicas, etc. mares uso agrícola El 24 % de la agricultura de riego en el mundo ha sobreexplotado los mantos acuíferos. agua uso urbano erosión de suelos desertificación Diversidad biológica Aire contaminado Escasez actual o potencial en varios puntos del planeta (Golfo Pérsico, Australia, Norteamérica) 24 billones de toneladas anuales de suelo se pierden por la erosión y el mal manejo en tierras agrícolas 6 millones de hectáreas anuales se transforman en áreas improductivas, a causa de la salinización de los suelos, el sobrepastoreo, la desforestación y la sobreexplotación de las aguas subterráneas La destrucción masiva de hábitats naturales amenaza al 25 % de las especies del planeta hacia el año 2002, a causa de la destrucción masiva de hábitats naturales Las emisiones de contaminantes industriales (principal mente óxidos de azufre y nitrógeno) siguen desde 1950 un curso ascendente. destrucción del ozono Se destruye la capa de ozono por la emisión anual de 1 millón de toneladas de CFC. Esto tendrá efectos irreversibles en las cadenas tróficas de todo el planeta. efecto invernadero En doscientos años, la civilización industrial ha modificado la composición atmosférica. Hoy, la atmósfera retiene una parte considerable de los rayos solares, haciendo que la temperatura del planeta se eleve aceleradamente. 2. Tipologías de las concepciones ambientalistas según diversos autores: En el terreno de la Ecología Política, hay numerosos autores que utilizan los tipos ideales para dar cuenta de la complejidad del ambientalismo, especialmente del europeo y norteamericano. Por ejemplo, Allan Schnaiberg 20(en una de las primeras tipologías elaboradas ya a principios de los años ´70) construye cuatro categorías para agrupar a los grupos ambientalistas: los enfoques cosméticos: sólo interesa una naturaleza y una ciudad limpia, sin atender a las relaciones sociales (un ejemplo serían los que el 5 de junio, día del medioambiente, salen por la ciudad a recoger los envases descartables y los papeles desparramados por los parques, o las iniciativas australianas de limpiar la Tierra) los enfoques optimizadores: un poco más críticos acerca de los procedimientos de manejo del ambiente, proponen formas de tratamiento de la Naturaleza más eficaces, lo que obliga a un poco más de conocimiento sobre las cuestiones ambientales, (los que ya se preocupan por el reciclado y por la preservación de la arquitectura del espacio verde, criticando algunos hábitos de consumo pero no a los patrocinantes de esos hábitos), los reformistas: se basan en un planteo tecnológico de las problemáticas ambientales. Predominan los análisis de costo/beneficio, y son los que proponen las modalidades de adecuación de la “necesidades sociales” a la estructura económica. Aquí ya aparece un mayor conocimiento del ambiente biológico y de las técnicas económicas, junto con la percepción de la necesidad de cambios. Suelen abordarse las problemáticas de producción y las del consumo, pero frecuentemente se las ve como esferas separadas. los enfoques radicales: son los que proponen una reestructuración total del sistema y del modo de producción capitalista, criticando fuertemente a la sociedad industrial. De ahí provienen los análisis más abarcadores, aunque con diferentes matices ideológicos en cuanto a las modalidades de acción. Schnaiberg, Allan. “Politics, Participation and Pollution: The Environmental Movement”. Massachussets, Cambridge Press, 1973. 20. Desde una perspectiva ideológica diferente a la de Schnaiberg, el análisis más reciente de Manuel Castells 21(1998:137) identifica cinco categorías de ambientalistas: t i p o i d e n t i d a d C o n s e r v a c i ó n A m a n t e s d e l a n a t u r a l e z a d e l a n a t u r a l e z a a d v e r s a r i o D e s a r r o l l o o b j e t i v o i n c o n t r o l a d o o r i g i n a l ( G r u p o d e 21. Castells, Manuel. “La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. 2: El poder de la identidad”. Madrid, Alianza Editorial, 1998. N a t u r a l e z a l o s D i e z , E E . U U . ) D e f e n s a d e l e s p a c i o p r o p i o ( “ E n m i p a t i o C o m u n i d a d l o c a l C o n t a m i n a d o r e s C a l i d a d d e v i d a / s a l u d t r a s e r o , n o ” ) C o n t r a c u l t u r a , e c o l o g í a p r o f u n d a ( E a r t h F i r s t E l y o v e r d e I n d u s t r i a l i s m o , t e c n o c r a c i a , p a t r i a r c a d o E c o t o p í a ! , e c o f e m i n i s m o S a l v a r a l p l a n e t a ( G r e e n p e a c e ) P o l í t i c a v e r E c o g u e r r e r o s i n t e r n a c i o n a l i s t a s C i u d a d a n o s c D e s a r r o l l o g l o b a l S o s t e n i b i l i d a d i n c o n t r o l a d o E s t a b l i s h m e n C o n t r a p o d e r d e ( D i e G r ü n e n ) o n c i e n c i a d o s t p o l í t i c o A efectos analíticos de las teorías que sustentan el ecologismo mundial, Martínez Alier (op.cit: 11) confecciona una tipología de las teorías que los sustentan, que tiene la virtud de incluir una mirada sobre los movimientos ambientalistas de los países pobres: T e o r í a s d e l e c o l o g i s m o E c o l o g i s m o e M a t e r i a l i s t a s N o m a t e r i a l i s t a s R e a c c i ó n C a m b i o c o n c u l t u n l o s p a í s e s r i c o s t r a r a l l a h a c i a c o n t a m i n a c i ó n y a g o t a m i e n t o d e l o s r e c u r s o s n a t u r a l v a l o r e s p o s t m a t e r i a l i s t a s d e b i d o a l a u t i l i d a d e s c a u s a d o s p o r l a a b u n d a n c i a ( m o v i m i e n t o d e J u s t i c i a A m b i m a r g i n a l d e c r e c i e n t e d e l o s a b u n d a n t e s b i e n e s m a t e r i a l e s f e n t a l e n E E . U U . , m o v i m i e n t o a n t i n u c l e a r ) E c o l o D e f e n á c i l e s d e o b t e n e r s i n c o s t o s a m b i e n t a l e s ( I n g l e h a r t ) . R e l i g g i s m o e n l o s p a í s e s p o b r e s s a d e l a c c e s o c o m u n i t a r i o a l o s r e c u r s o s n a t u r a l e s , c o n t r a i o n e s b i o c é n t r i c a s ( o p u e s t a s a l a s r e l i g i o n e s a n t r o p o c é n t r l a a m e n a z a d e l m e r c a d o o d e l E s t a d o . R e a c c i ó n c o n t r a l a d i c a s o c c i d e n t a l e s ) ( L y n n W h i t e ) E c o f e m i n i s m o e s e n c i a l i s t a e g r a d a c i ó n a m b i e n t a l c a u s a d a p o r l a p o b r e z a , e l e x c e s o d e ( V a n d a n a S h i v a e n A b r a z a r l a v i d a ) . p o b l a c i ó n y e l i n t e r c a m b i o d e s i g u a l . E j . e l e c o f e m i n i s m o s o c i a l ( B i n a A g a r w a l )