LA IDENTIDAD CULTURAL ARGENTINA HOY: UN DERECHO QUE DESAFÍA A LA GLOBALIZACION. Psic. Josefina Racedo En este trabajo conceptualizamos sobre la relación entre identidad y cultura popular, porque entiendo que definiendo así al principal aporte de la cultura nacional, podemos profundizar en los debates que vienen sucediéndose desde los albores de la conformación de nuestro país como Nación Argentina, a fines del siglo XIX. Esta tarea de “pensar nuestra cultura”, como lo enunciara Guillermo Bonfil Batalla (1999) desde su México profundo, requiere que seamos parte activa y protagónica de la vida diaria de las mayorías de nuestro extenso país; exige reconocerse parte del pueblo al que destinamos nuestro trabajo. Mas aun, nos desafía a tener clara nuestra participación para saber hacia dónde dirigimos nuestras acciones y qué resultados esperamos obtener. No es cosa sencilla reflexionar sobre esta temática hoy en Argentina, país dependiente al que la así llamada globalización, que no es otra cosa que una nueva forma de viejos modos de dominación imperialista- , se muestra desde los sectores que la imponen como la única salida a las graves crisis y consecuencias del desarrollo desigual del capitalismo en el mundo, generadas por ellos mismos. Menos sencillo aún es reflexionar sobre los problemas de nuestra cultura , porque , como lo decía Guillermo Bonfil Batalla en 1990, requieren... “un esfuerzo teórico y metodológico riguroso que permita avanzar firmemente en su comprensión para la construcción del futuro”. Esfuerzo que, como decíamos más atrás, nos exige a los trabajadores de la cultura una amplia participación social; y una forma de contribuir a lograrla es poner estos temas en la mesa del debate público , tal como hoy en esta costa del Sur lo hace este Segundo Foro sobre los Derechos de la Cultura. Entendemos a la cultura como el conjunto de realizaciones materiales y espirituales, producidas y materializadas por los integrantes de un pueblo, que se encuentra a sí mismo en ese hacer. Si abordamos a la cultura entonces, como el fenómeno social que es, y que sólo existe por la relación organizada entre los miembros de una sociedad, comprenderemos por qué a quienes introducen la globalización les interesa que concibamos a esa teoría como la única que define el futuro de nuestro país. Aunque en realidad poco tiempo ha reinado, y si quedan algunos reductos de intelectuales que la sostienen, se encuentran en retirada porque la realidad se impone con su crudeza, toda vez que –como sucedió en diciembre de 2001- supera a los modelos. De cómo se impone una cultura Hacernos cargo de debatir y construir los conceptos acerca de quiénes somos en nuestra propia tierra es un logro que va más allá de la investigación científica , para constituirse en un triunfo sobre las concepciones que acerca de la identidad se nos propuso y logró finalmente imponerse desde hace 500 años. Fue necesario por ejemplo, anular las lenguas propias que existían (aunque sigan habiendo 13 en nuestro país a pesar de la destrucción, el desprecio, la desvalorización y la prohibición). El lenguaje ha sido y es un rasgo importante de identidad para un pueblo. Pero cuando nos encontramos con que el estudio de la gramática tehuelche ,por ejemplo lo realizó hace diez años una becaria francesa...cuando quedaba solamente un hablante en la Patagonia, comenzamos a encontrar explicaciones a las políticas genocidas, etnocidas y discriminatorias que se llevaron adelante no sólo durante la conquista y colonización española, sino hasta mediados del siglo XX, sobre las poblaciones originarias que habitan nuestro territorio actual. Después de estos 500 años es bueno saber con qué estructuras semánticas pensamos quienes vivimos en Argentina. Conocer el importante estudio realizado por Julio Svartzman (1985) –docente de la UBA- sobre la forma en que los evangelizadores jesuitas ordenaron las concepciones éticas y religiosas del pueblo guaraní, nos permite saber que pensamos cristianamente de acuerdo al catecismo que llegó con el “ejército de soldados de Jesús” a América y que acompañó a los soldados españoles en las dos conquistas: la material y la espiritual. De este modo entendemos que la conformación de una identidad acorde a ese modelo evangelizador fue tarea lograda a sangre, cruz y fuego. Después de 500 años entonces, repensamos qué función cumplió y cumple el modelo de organización familiar impuesto con la llegada del feudalismo español a nuestros territorios. La estructura monogámica fue ofrecida como natural y evidente, eterna e inmodificable. Pero, ¿sabemos hasta dónde dicha organización es el fruto de la imposición de un modelo acorde a la estructuración económica que sostenía el orden feudal?. Un modelo que negó la existencia histórica a cientos de pueblos, que fueron “civilizados”, “catequizados”, convertidos en “personas con alma” para servir a un rey. Durante 300 años, millones de vidas no tuvieron independencia ninguna en América. Solamente la obligación de ser tributarios - en el mejor de los casos - o esclavos. En una mirada superficial (la que generalmente se nos trasmite por la historia oficial), el logro fue beneficioso: los pueblos sometidos adquirieron la lengua castellana, creyeron en el único Dios de la Iglesia Católica y abandonaron sus costumbres, creencias y modos de pensar anteriores, avergonzados y humillados quizá para siempre. En este breve recorrido por los antecedentes históricos de nuestra identidad actual quiero evitar caer en la mostración parcial –la del “otro lado”- tomada como un todo. Los procesos que sostienen la dominación cultural Me veo obligada a exponer rasgos que casi no se tienen en cuenta cuando se quieren comprender los procesos que llevaron a nuestros pueblos a buscar la independencia y a continuar construyendo proyectos liberadores hasta el presente. Procesos que sufren los avances y desarrollos que supone la relación dialéctica entre opresores y oprimidos; entre dominadores y dominados, entre los que construyeron los modelos dominantes para lograr una identidad dominada que sirviera de sustento subjetivo, ideológico a la vida de millones de personas. Como las pensamos, parecen cosas del pasado porque en realidad nos cuesta creer que después de 500 años todavía mucho de esto siga vigente en la vida cotidiana: en nuestras relaciones de pareja (a veces también en nuestro corazón) , en la estructura misma de la familia, en el interior de las aulas , en los medios de comunicación. Se impuso el desprecio por nuestras lenguas, la vergüenza por nuestras religiones ya que la que vino de occidente fue la única aceptada, la reverenciada. Las de América fueron consideradas idolatrías, supersticiones. Se logró, ubicando todo lo negativo en nuestras culturas y nuestras vidas; y todo lo positivo en un modelo que se necesitaba imponer hegemónicamente. Tenían que imponer la “civilización” frente a la “barbarie” (y esto, avanzada ya la segunda mitad del siglo XIX) ¿ No es acaso en la actualidad la manera de continuar la dominación? En realidad el modelo estaba diseñado desde el sector que dominó, que se apropió del poder, del gobierno y de las tierras allá en España, con el régimen feudal como organizador de la vida en la península a fines del siglo XV. Integrantes de los pueblos andaluz, gallego, asturiano, vasco llegaron acá en los tiempos de la conquista y colonización. Arribaron con los mismos sufrimientos que nosotros: primero los castigados, salidos de las mazmorras, como galeotes. No reconocían la validez cultural de sus propios pueblos, pero las portaban más allá de la opresión y el desprecio de sus clases “cultas” – en contradicción con la ideología dominante- incorporada en las representaciones acerca de qué y quiénes eran los americanos. Y eso también sirvió para ayudar a la identidad que se fue construyendo en resistencia y lucha en América desde el momento mismo de la conquista. Racedo, J. et al(1994) La identidad cultural: un derecho frente a la invasión globalizadota Cuando hablamos de identidad, nos referimos a una identidad milenaria, no sólo por América sino también por el aporte plural de los otros pueblos europeos, asiáticos, de otros mundos...que vieron salir a su gente porque se morían de hambre, de opresión, de persecuciones, de analfabetismo, de falta de salud, de falta de conocimiento de quiénes verdaderamente eran en su propio país,. Y hablo de 150 años a esta parte. Este aporte está en nosotros, la cuestión es cómo encontramos la trama, dónde está la urdimbre de este tejido que conforma nuestra identidad como pueblo. Si el tejido social está debilitado hoy, es porque se sigue operando para que esta noción de quiénes somos sea vergonzante. Para que tengamos vergüenza de ser hijos de quien luchó por conseguir por ejemplo, la ley de jubilación o para que los ferrocarriles fueran argentinos o más aún, del que defendió su suelo poniendo el pecho a los Remingtons en la Patagonia, o a los gurkas mercenarios de los imperialistas ingleses en Malvinas. Trabajan desde usinas de afuera y de adentro, denodadamente, porque necesitan que no nos reconozcamos hijos de quienes luchamos para que la educación siga siendo pública, obligatoria, gratuita y laica; abierta a todo aquel que quiera aprender en el suelo argentino. Nos ha llevado muchos años como pueblo construir una identidad, y la hemos logrado en un proceso de resistencia y lucha ante los modelos dominantes y la imposición de pautas y valores.(Racedo,1997). Cuando hemos entendido que en la identidad que cada uno de nosotros construye a lo largo de su vida están presentes dos aspectos: a) el que conforma la que llamamos identidad impuesta, - diseñada por las clases dominantes en cada etapa de la historia- y el otro, b), que se construyó y continúa construyéndose desde el registro de estar dominados, sin aceptar esta condición, al que denominamos en resistencia y lucha es cuando hemos podido reconocer que coexisten en nosotros, en contradicción y que es desde ellos que significamos y actuamos en el mundo. Estamos siendo sometidos a mirarnos nuevamente en un modelo que devasta nuestra historia como pueblo, que niega la producción cultural que nace de la vida, de lo que hacemos unos con otros y no contra otros. Nos invaden desde los permisos mediáticos que los lacayos carnales del imperialismo abren y entregan a millones de jóvenes. No es la televisión el “mal”, son los que entregan la soberanía y destrozan la identidad cultural. Las fabulosas ganancias que les dejan las coimas de las privatizaciones se reinvierten en holdings y oligopolios como los que denuncian docentes e investigadores de la carrera de Periodismo en la Universidad Nacional de La Plata. Y de esto se trata la globalización: lograr que la solidaridad, el compañerismo, el resonar con las necesidades del otro se borren. De esto se trata nuestra lucha por una cultura nacional, popular, de base científica y democrática, que reconozca y revalorice con orgullo lasa raíces milenarias en América. Que continúe nutriéndose de las genuinas producciones de los pueblos del mundo, afluente fundamental del amplio movimiento social que logre derrotar la explotación y la opresión de las mayorías en nuestra Patria. Bibliografía: BONFIL BATALLA, Guillermo (1999) Pensar nuestra cultura. 5ª.edic. México Alianza Editorial BONFIL BATALLA, Guillermo (2001) México profundo. Edic. CONACULTA. México, Editorial Grijalbo. RACEDO, J. (1997) “Una nación joven con una historia milenaria. En: La Marea. Revista de cultura, artes e ideas. Buenos Aires. N° 9. RACEDO, J., REQUEJO, I, TABOADA, M. S. (1994) Los alfabetos sociales de la identidad. Tucumán. Ediciones del CERPACU- UNT. SVARTZMAN, J y IGLESIAS, C., (1987) De cautivas y Misioneros .Mitos blancos de la conquista. Buenos Aires. Edit. Catálogos INSTITUTO CERPACU Instituto de Rescate y Revalorización del Patrimonio Cultural Facultad de Filosofía y Letras - Universidad Nacional de Tucumán http://www.filo.unt.edu.ar/centinti/cerpacu/index.htm