Precios e impuestos de gas y combustibles

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Precios e impuestos de gas y combustibles
Hernán Durán de la Fuente
“Lo que estamos pidiendo es que la modernidad nos llegue también en el campo
del consumo energético”.
Ante el alza del precio del petróleo se propone disminuir el impuesto al combustible
para evitar que suba el precio que paga el consumidor final, especialmente el
automovilista de clase media y el usuario del transporte público. Frente al alza del
precio del gas, se pide que el gobierno actúe con mayor firmeza ante Argentina. Los
argumentos que sustentan ambos tipos de propuestas parten de la base de que el alza de
los precios de ambos combustibles fósiles puede ser frenada o compensada con medidas
estrictamente políticas de corto plazo. En nuestra opinión, la discusión política debiera
insertarse en una reflexión económica y técnica un poco más amplia, que evalúe las
posibilidades reales de disminución del valor de los combustibles fósiles, y tenga
presente las siguientes consideraciones:
1. El precio es el resultado de la suma del valor del producto más sus impuestos. En este
caso, se puede sostener que el alto valor del gas y del petróleo, sin impuestos, y su
tendencia alcista, no hacen más que reflejar la escasez relativa de los combustibles
fósiles, tanto por razones técnicas, producto del agotamiento de las reservas, como por
los conflictos que se agudizan en los principales países productores.
2. En segundo lugar, el gas, el petróleo y sus derivados son recursos no renovables, cada
día más escasos, cuyo agotamiento se producirá más temprano que tarde. Mientras
tanto, la demanda continúa aumentando por lo que su relación con la oferta nos dice que
su valor tiende ineludiblemente al alza. Hemos tenido un precio bajo del gas por una
circunstancia especial de la política interna de precios en Argentina, pero no hay
razones técnicas ni económicas para sostener que esto pueda mantenerse en el tiempo.
En el largo plazo, continuará la tendencia alcista del valor del gas y los combustibles,
razón por la cual si hoy eliminamos los impuestos, efectivamente le estaremos quitando
un porcentaje de su precio, pero, producto de la tendencia al alza ya descrita, el nuevo
precio sin impuestos volverá a alcanzar el nivel que tenía con el impuesto incluido. El
fondo de estabilización del precio del petróleo, como su nombre lo indica, sólo puede
evitar que las variaciones del precio sean demasiado bruscas, pero no puede impedir su
tendencia al alza.
3. Irán emergiendo los sustitutos al gas, el petróleo y sus derivados, pero, por razones
técnicas, políticas y económicas, quizás a un ritmo más lento que lo deseable. Hace
tiempo sabemos que la sustitución se dará por la difusión masiva de las energías
renovables (ER): el uso de los biocombustibles; del hidrógeno; y el incremento del uso
de la electricidad para el transporte, preferentemente eólico, geotérmico, mareomotriz y
solar. También sabemos que estas opciones tienen problemas técnicos y sociales que no
se solucionan de la noche a la mañana.
4. El precio de largo plazo de los combustibles se estabilizará cuando se igualen los
costos de la producción de los combustibles tradicionales fósiles con el costo de la
producción del combustible proveniente de las fuentes de energías renovables; por
cuanto el viento, la radiación solar, las olas y mareas, el calor de la tierra y de la
bioenergía (en menor medida) no se transan ni se venden, por lo que, como es obvio, su
precio no dependerá de la escasez del recurso, sino de los avances tecnológicos que
permitirá una tendencia a la baja de sus precios. En suma, mientras que el precio de la
energía tradicional tiende indefectiblemente al alza, el precio de los combustibles
limpios tiene la forma de una curva decreciente en el largo plazo. El Estado requiere
invertir los recursos que obtiene de los impuestos en apurar la investigación y desarrollo
para fomentar su utilización.
5. Desde otro punto de vista, es importante recordar que el uso de los combustibles
fósiles por parte del transporte y la industria, es una de las principales causas de la
contaminación atmosférica de las ciudades de Santiago y de varias otras de nuestro país,
con lo que se generan serios problemas en la salud de la población que deben ser
enfrentados tanto con medidas paliativas para apoyar a la población afectada, como, por
otra parte, con medidas preventivas para evitar que sigan ocurriendo. Ambas medidas
tienen un costo económico elevado que debe ser asumido por los generadores de la
contaminación y no por el conjunto de la población. Que estos costos se carguen al
precio de los combustibles, es decir, al contaminante que genera el problema, vía
impuestos, es lo más elemental que puede y debe ocurrir.
Se puede sostener que para evitar que el costo de la transición del uso de energías no
renovables a energías renovables lo asumen los sectores de menos ingresos en el corto y
mediano plazo, se deben perfeccionar algunas políticas de subsidio y de fomento del
ahorro y uso eficiente de la energía que pueden tener resultados inmediatos. A largo
plazo, la única alternativa real es hacer esfuerzos para sustituir las fuentes energéticas.
En consecuencia, una sana política de precios en relación con el consumo del petróleo y
sus derivados, debiera buscar, por una parte, que los precios de los combustibles
reflejen los costos reales de su generación, es decir que se internalicen todas las
externalidades negativas de la contaminación, y que, por otra parte, se facilite la
utilización de medios de transporte no contaminantes, ya sea incentivando la
investigación y los cambios tecnológicos (mayor eficiencia y uso de combustibles
alternativos) y/o incentivando el transporte colectivo que es social y ambientalmente
más eficiente que el transporte privado. En esta perspectiva, si se decide incentivar el
transporte público de calidad, o bien incentivar el uso de vehículos que consuman
menos combustibles fósiles, sustituyéndolos por motores híbridos, bíocombustibles,
eléctricos, incluso por las bicicletas, sería del todo razonable que ello se exprese en
mayores precios y que por esa vía el mercado restrinja el uso de motores contaminantes.
Existe una amplia experiencia comparada sobre instrumentos económicos de gestión
ambiental que avalan la eficiencia y eficacia de este tipo de medidas.
En definitiva, lo que estamos pidiendo es que la modernidad nos llegue también en el
campo del consumo energético y que no mezclemos intereses de corto plazo, de
determinados sectores económicos y políticos, con los intereses del país.
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