tica+dar

Anuncio
Ética darwinista.
Adolfo López Vila.
1º Filosofía. Grupo 11.
El darwinismo nos abre una puerta que nos permite comprender la naturaleza de
nuestra moralidad: que es lo que está mal y que es lo que está bien, que debo hacer, que
puedo esperar de los demás…
La cuestión de la ética es analizada en dos vertientes: comprender la naturaleza
de la moralidad (lo que llamamos ética sustantiva) y las razones que la apoyan (lo que
denominamos metaética).
Respecto a la ética sustantiva, en la edad moderna se produjo un intento de
globalización de los juicios morales en dos corrientes filosóficas. La primera de ellas es
el utilitarismo, que sostiene que las acciones deben estar dirigidas para producir la
felicidad de uno mismo y la de los demás, la moralidad tiene la finalidad (es de carácter
teleológico) útil de crearnos placer/felicidad. El utilitarismo se divide a su vez en dos
posiciones: el utilitarismo del acto, donde lo importante es la felicidad individual, aún
actuando de manera incorrecta; y el utilitarismo de la regla, que busca una felicidad
general, las acciones están destinadas a incrementar el bienestar del grupo. Lo
importante del utilitarismo es que la toma de decisiones está sujeta a las consecuencias
de los actos.
La otra corriente filosófica es el kantismo, que propone un modelo de justicia
universal, en el cual la medida de las acciones es la voluntad, las intenciones por encima
de las consecuencias, movido el individuo por el imperativo categórico: “obra según
una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal” y el trato
a los hombre como fines y no como medios. Todo esto en respuesta al fuerte
sentimiento del deber, innato en los hombres.
Las intuiciones morales del utilitarismo y el kantismo divergen. Ambos
concuerdan en la idea del deber, pero sus principios de decisión son diferentes: para los
utilitaristas, la consecuencia de la acción; para Kant, la buena voluntad. Pero estas dos
posturas conllevan a situaciones morales muy difíciles, tales como si encarcelaríamos a
alguien que le dio un vaso de agua a otra persona, pensando que era veneno, con el fin
de matarlo.
El darwinista valora las dos posiciones.
Con relación a la metaética, el darwinista resalta la importancia de la diferencia
entre es y debe: no es lo mismo una afirmación de hecho (lo que son las cosas) que una
afirmación moral (como deben ser las cosas). No se debe derivar la moralidad de una
teoría de hechos. La moralidad va más allá de los sentimientos ordinarios y se nos
impone independientemente de nosotros. Es algo mayor al individuo en sí, que solo se
materializa a través de la intuición humana (entonces, el bien y el mal no son
propiedades naturales) y es asunto de un grupo o sociedad, algo universal incluso. Por
lo tanto la moralidad es solo propia del ser humano y sin ellos no habría ni bien ni mal,
no hay una fuente de moralidad independiente como quieren hacernos entender las
religiones. Sobre el fundamento último de la moralidad, el darwinista mantendría que
las reglas epigenéticas (trasmisión de información a través del ADN, modulando la
expresión de los genes sin alterar la secuencia de este) influyen en nuestro intercambio
social, y que gracias a la selección familiar y el altruismo biológico recíproco, la
conducta humana redunda en beneficio reproductivo del que actúa (egoísmo). Y como
no solo de los sentimientos ordinarios, que son limitados a lo inmediato, se nutre la
compleja organización humana, necesita biológicamente algo que nos conduzca a la
acción social, y estas son las reglas epigenéticas que nos fuerzan a hacer las cosas
porque son buenas o el no hacerlas porque son malas. La moralidad no es una ente
separado del hombre, no es objetiva, sino subjetiva, porque es una mera función de la
naturaleza humana que se reduce a los sentimientos. La moralidad está producida por
las reglas epigenéticas. El sentido de la obligación es una función directa de la
naturaleza humana. Estamos hechos así, y no podemos evitarlo. La moralidad no tiene
ni significado ni justificación fuera del contexto humano. De todas formas tenemos una
visión objetiva (ilusión colectiva) de la moralidad para funcionar socialmente, algo que
se nos impone desde fuera aparentemente (un ejemplo del carácter objetivo de la moral
sería la religión cristiana). La moralidad es una adaptación efectiva, perteneciente a la
naturaleza humana. Es una moralidad compartida, universal (si solo yo fuese moral,
tendría una desventaja adaptativa). Pero es subjetiva, perteneciente a los sentimientos de
cada individuo.
Pero Darwin nos enseña que la selección natural es inmoral. La moralidad trata
de ayudar a los demás, mientras que la selección natural versa de la lucha por la
supervivencia, del éxito del individuo (egoísmo). Pero las especies cooperan por causa
natural (altruismo biológico) y generan relaciones de amistad beneficiosas para el grupo
o sociedad. Pero en realidad de lo que se trata es de sobrevivir, esto es, que la
reproducción es lo que más importa, que viene a decir que el éxito en la evolución
depende del aumento de los genes de una especie en las generaciones venideras, a costa
de las anteriores. De ahí que cualquier comportamiento social que implique cooperación
o ayuda, y que esté provocado por la selección natural debe ser tal que las oportunidades
reproductivas de los propios genes de la especie se vean reforzadas. La conducta que no
obtenga esta remuneración estará en desventaja adaptativa. El altruismo biológico es
aquella conducta social que lleva a los seres a trabajar conjuntamente en beneficio
mutuo; y se denomina altruismo recíproco al mecanismo que genera las interacciones de
cooperación entre seres humanos. Podríamos explicarlo como el saco común de los
favores, dende yo ayudo a sabiendas que en el caso de necesitar yo ayuda pueda
recibirla por la obligación a la que nos somete la moralidad. Pero esta ayuda no es
uniforme, sino que sufre una gradación cuanto más me alejo de mi círculo
consanguíneo, es decir, que ayudaría antes a mi hermano que a un amigo, o un niño
antes que un anciano (ya no solo a mis parientes, sino los genes de la especie). Esto es
debido a que existe un mecanismo que me hace sentir obligado hacia mis parientes
debido a que así favorezco la transmisión de mis genes, y se denomina selección
familiar. Nuestro sentido moral es una adaptación biológica, cumple una función:
refrena los instintos que podrían desencadenar en fatalidades para la herencia (por
ejemplo, el incesto) y se ha desarrollado para fortalecer la voluntad.
Todo esto es producido por las reglas epigenéticas, que nos proporcionan el
sentido de la obligación a causa de su valor adaptativo. Desde la biología a la cultura
(aunque esta ya ha trascendido nuestro origen biológico), el pensamiento moral humano
tiene sus principios en la reglas epigenéticas, que nos llevan a los códigos morales. Las
reglas epigenéticas ejercen influencia sobre el pensamiento y la conducta de los
hombres en el ámbito social y moral. Estas afirmaciones son respaldadas por una serie
de evidencias empíricas. La primera de ellas se refiere a la conducta social de los
animales, donde la selección natural habrá tenido una influencia causal determinante en
los genes, haciendo de esta (la conducta social) un comportamiento provechoso
redundando en la mejora de las posibilidades reproductivas del individuo. La segunda
evidencia es la de los chimpancés, que interactúan de forma tal (comportamientos
sociales) que serían calificados de morales por los humanos. Por ejemplo, se ayudan
entre sí materialmente; y en la solución de conflictos, restableciendo la armonía.
Demuestran una aplicación práctica de la combinación de conocimientos: poseen razón
y pensamiento. Esto demuestra que los sentimientos morales de los hombres son
producto de la selección natural y por lo tanto tienen una base biológica, y no son una
invención cultural que se remonta a unos miles de años atrás. La tercera y última
evidencia es la de nuestra especie, los seres humanos. Afirma que el pensamiento moral
del hombre tiene unos principios, que se manifiestan a través de las reglas epigenéticas,
y cuya aplicación lleva a códigos morales que surgen de la biología y acaban siendo
parte de la cultura. Pero no es que cada acto de los hombres esté gobernado por la
selección natural (selección familiar y altruismo recíproco). La verdad es que tenemos
tendencias y disposiciones innatas que nos inclinan a pensamientos y acciones sociales,
que mejoran nuestras posibilidades de reproducción (selección sexual). El éxito
reproductivo (la finalidad) de la especie descansa en su modelo social (inclinado hacia
la descendencia).
Pero los factores biológicos subyacentes a nuestros modelos sociales y morales
actuales están tan distorsionados y alterados por la tecnología que son difíciles de
rastrear. Estos serán más visibles en sociedades notablemente menos avanzadas
tecnológicamente (que no moralmente).
El darwinismo nos ofrece la comprensión causal completa de la sociedad
humana (guerras; porque los jefes tienen más hijos…) y los sentimientos de deber y
obligación para con nuestros consanguíneos y allegados (relaciones equilibradas de
mutuo beneficio, amistad), que se manifiestan mediante la selección familiar y
altruismo recíproco, respectivamente. También se da el caso de la reciprocidad
negativa: cuando dos individuos se perciben mutuamente como una amenaza.
Con lo cual tenemos aquí la evidencia de la naturaleza de la moralidad (humana, claro):
producto de la selección natural, que nos impulsa biológicamente a la acción social
(ventajosa para la reproducción), siendo la biología un factor causal crucial que afecta a
nuestra naturaleza social, y un sentido del deber dado por las reglas epigenéticas.
El desarrollo completa de las inclinaciones morales básicas pertenece a la cultura.
Retomando la cuestión de la ética sustantiva, respecto al utilitarismo, es evidente
que el darwinista considera la voluntad de ayuda y la cooperación resultado de la
evolución, y esto es afín a la importancia que otorga el utilitarista a la felicidad/placer
como fin y guía de la acción. No es azaroso que lo que nos produce placer sea lo que es,
y lo que nos produce dolor también lo sea. La selección natural nos ha hecho de tal
manera que disfrutemos de las cosas buenas biológicamente y no nos gusten las que son
malas biológicamente. Como ejemplos el sexo y el fuego, respectivamente. Auque,
como ya se ha dicho, la tecnología ha distorsionado estos principios. El darwinista está
de acuerdo con el utilitarista en que la felicidad es un importante fin (general y
particular) deseado en la vida, es un estímulo para la acción.
Para el darwinista, la moralidad es un modo decisivo de obligarnos a hacer aquello que
conviene a nuestros intereses reproductivos. El deber, la obligación moral, es fruto de
las reglas epigenéticas, que nos llevan a ayudar y a cooperar (selección familiar y
altruismo recíproco). Y existen otras fuerzas no morales que frenan esta conducta para
no caer en una desventaja adaptativa.
El kantismo también es tomado en consideración por el darwinista, que sostiene
que todos los seres humanos somos personas en sociedad que colaboramos por y para el
incremento de los bienes comunes (aún con el egoísmo del individuo, pero este solo
encuentra una satisfacción en el equilibrio social del grupo). El imperativo categórico
tiene su símil biológico: queremos evitar, como individuos darwinianos, que nos usen
como medio, y para ello la selección natural nos aporta la moralidad a través de las
reglas epigenéticas. El hecho de que asumamos la moralidad sin quererlo es porque está
grabada a fuego en nosotros, en nuestros genes, es parte de nuestra naturaleza biológica
(un grupo en el que todos tratan de hacer lo mismo maximiza los intereses y beneficios
de todos los individuos). Es un acuerdo que tenemos entre todos sin saberlo (de
primeras), que nos lo ha proporcionado la selección natural de manera innata para la
seguridad de la especie.
El darwinista defiende que los genes son un factor causal decisivo en nuestra
conciencia moral, y en las acciones y decisiones que se derivan de ella. La moralidad se
transmite a través de los genes y determina la conducta humana. Nuestras ideas morales
son algo que nos viene impuesto biológicamente, no podemos elegir nuestra conciencia
moral, y solo somos libres dentro de los límites que nos da esta (dentro de lo que está
bien y lo que está mal). Nuestra libertad es una libertad restringida, es la única manera
de ser libres. Podemos seguir o no la moral (deber), la naturaleza humana es
contingente. Esta libertad es crucial para responder a las influencias de la flexibilidad
cambiante de la circunstancia. La moralidad es explicada desde un punto de vista
materialista, comenzando desde la motivación egoísta de los individuos (el bienestar
personal es el motivo de las acciones sociales). Nuestro sentimiento del deber surge de
modo natural al vivir en comunidad siguiendo el curso habitual de nuestras pasiones.
Bibliografía:
Michael Ruse, Tomándose a Darwin en serio.
Documentos relacionados
Descargar