Lectura del mensaje bíblico sobre la naturaleza a partir de la crisis

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Lectura del mensaje bíblico sobre la naturaleza a partir de la crisis ecológica y
del desarrollo científico
Pbro. Lucio Florio
1. Introducción: La nueva relación de la humanidad con la naturaleza y sus
consecuencias en la precomprensión de la creación
Para acercarnos hoy al mensaje bíblico sobre la naturaleza es indispensable tener
en cuenta que nuestra visión del cosmos coincide en muy pocos aspectos con la
propuesta por la Biblia. La "precomprensión"1 -es decir, el conjunto de nuestros
conocimientos y teorías explicativas sobre el universo- que tiene el hombre de
nuestro tiepo difiere radicalmente de la de los autores humanos de la Biblia. En
particular, el cambio producido en la comprensión de la naturaleza durante los
últimos tres siglos ha forzado a la exégesis y a la teología a repensar desde su raíz
el mensaje creacional de la Biblia. En este sentido, el conflictivo "caso Galileo
Galilei" se ha transformado en un ejemplo paradigmático de cómo se debe distinguir
el núcleo del mensaje bíblico de la temporalidad de las imágenes que han servido de
vehículo para la transmisión de ese mensaje.
Subrayo los dos aspectos fundamentales de la nueva relación con lo natural:
1.1. El desarrollo de la ciencia y de la técnica. La ciencia moderna presenta
una imagen del universo en extremo compleja y variada. El cosmos se manifiesta
como carente de un límite detectable, tanto en lo macroscópico (hay estrellas
ubicadas a miles de millones de años luz) como en lo microscópico (tal es el caso de
las partículas subatómicas). El fenómeno de la vida aparece como algo mucho más
antiguo y menos simple de lo que habían supuesto la "psicología" o la biología
clásicas. En otras palabras: es muy poco lo que resta de la imagen del universo
que la humanidad sostuvo durante milenios, de manera espontánea o "científica".
A este dato hay que agregar el de la irrupción de la técnica y, en fechas más
recientes de la tecnología, con características cualitativamente diversas de las que
tuvieron en el pasado. La técnica multiplica geométricamente la potencialidad de los
individuos y opera, en cierta forma, con un grado de autonomía de sus mismos
artífices. Ya no se trata de una simple utilización instrumental de las cosas, tal como
la conoció y la perfeccionó la historia durante siglos, sino de una verdadera
superestructura que complementa y en muchos casos suplanta la acción humana.
1
Se utiliza la expresión propuesta por H. G. Gadamer, según el cual siempre se va hacia un escrito con una determinada idea
preconcebida que, en cuanto hecha conciente, es necesaria en todo acto de comprensión. Para Gadamer, el intérprete se
acerca a los textos no como a una tabula rasa sino con su pre-comprensión (Vorverständnis), es decir, con sus pre-juicios
(Vorurteile), sus pre-suposiciones; dado aquel texto y dada la pre-comprensión del intérprete, éste esboza un significado
preliminar de tal texto, y es en efecto un esbozo, porque el texto es leído por el intérprete con ciertas expectativas
determinadas derivadas de su pre-comprensión. Y el sucesivo trabajo hermenéutico consiste totalmente en la elaboración de
este proyecto inicial que es continuamente revisado en base a lo que resulta de la ulterior penetración del texto. Es importante
resaltar que las precomprensiones y prejuicios no son considerados como factores necesariamente negativos, estando
compuestos por una memoria cultural (el conjunto de lenguaje, mitos, teorías, etc.). El documento "La interpretación de la
Biblia en la Iglesia" de la Pontificia Comisión Bíblica asume este lenguaje, al señalar que la precomprensión del texto bíblico
se apoya en la tradición. "Ésta -agrega- consiste en un conjunto de datos históricos y culturales que constituyen nuestro
contexto vital, nuestro horizonte de comprensión" (II,A.1). Cf. ARMANDO LEVORATTI, "Cómo interpretar la Biblia", en
en AAVV, Comentario Bíblica Internacional, ed. Verbo Divino, Navarra 1998, 25-27.
1
Esta nueva realidad, todavía en estado incipiente, ya está produciendo cambios
prodigiosos en el escenario cósmico donde habitan los seres humanos.
1.2. La crisis ecológica en el planeta Tierra. Los fenómenos señalados
anteriormente están relacionados en forma directa con la llamada "crisis ecológica",
que constituye una situación inédita en el planeta Tierra. Esa expresión designa el
proceso de modificación -y en gran medida de perturbación- del ritmo de la
naturaleza, un ritmo que durante toda su larga historia había conocido solamente el
influjo de sus propias fuerzas. Esta modificación es fruto de la actividad del ser
humano, que a través de su técnica ha logrado distorsionar prácticamente la
totalidad de los ecosistemas de la Tierra. Ya no existen en este planeta lugares
adonde no haya llegado la presencia humana, y es previsible que en los próximos
siglos la mayoría de sus sistemas climáticos, físicos y biológicos sufrirán una
modificación aún más profunda. Cabe prever, asimismo, que la expansión de lo
humano se extenderá en el futuro también a otros planetas, y que el dinamismo
transformador del ser humano invadirá otros ambientes del minúsculo rincón del
universo en el que se desarrolla su existencia.
La especie humana, aún siendo una criatura más en el conjunto de la
creación, está provocando una mutación notable en su entorno natural, debido al
enorme aumento de su saber y del consiguiente acrecentamiento de su poderío.
Esto implica que la naturaleza está dejando de ser para el hombre aquel espacio
inmenso, misterioso e incomprensible, objeto tanto de temor como de
endiosamiento, y ha pasado a ser una realidad manipulable: aunque todavía no se
la ha comprendido en su totalidad, puede, sin embargo, ser conocida y explotada
-como si fuese un yacimiento-, o ser modificada de tal manera que no queden casi
rastros de su estado primigenio.
Hay, por consiguiente, una nueva visión de la naturaleza y del puesto del
hombre en ella. Esta nueva visión exige la práctica de una nueva lectura del mundo
como creación de Dios y de la misión del ser humano en relación con él. A la luz de
estos "prejuicios hermenéuticos" habrá que realizar una nueva lectura de los relatos
creacionistas y modificar el conjunto de la teología de la creación, tal como la
formula el Antiguo Testamento y se completa en el Nuevo. Subreyamos algunos
puntos:
2. Algunos aspectos del mensaje bíblico sobre la creación.
2.1. El Antiguo Testamento revela la esencial bondad de lo creado, asigna al
hombre un lugar de privilegio en el cosmos y descubre las huellas cósmicas del
pecado.
2.1.1. Los dos relatos de creación que trae el Génesis presentan de diverso
modo un mismo mensaje respecto del fundamento y el sentido de la naturaleza.
2.1.1.1. El relato de Gn 1,1-2,4 presenta la creación como una actividad
desarrollada en seis días, que culmina con un séptimo día dedicado al reposo del
Creador. Adopta así un esquema litúrgico, que incluye el descanso del último día.
La progresiva aparición de los seres creados respeta un cierto orden ontológico: luz
(1º), agua y aire (2º), tierra seca y vegetación (3º), luces (4º), peces y pájaros (5º),
criaturas terrestres y seres humanos (6º). El hombre, por consiguiente, es
2
presentado como la culminación del conjunto de seres naturales, irrumpiendo
cuando la creación de las criaturas inferiores ya ha preparado el escenario. La
estructura de cada jornada es la misma: "Y dijo Dios...y existió...y vio Dios que era
bueno...y Dios (lo) llamó (x)...y pasó una tarde, pasó una mañana...".
De esta narración, cuyo objetivo prioritario no ha sido el de describir
fenomenológicamente el proceso de la creación (el "cómo fue") sino su sentido
fundamental en relación al creador, se pueden extraer los siguientes temas: la
creación libre de parte de Dios, la "lógica" interna de esta acción divina, la esencial
bondad o valor de cada una de las creaturas y la preeminencia del ser humano
dentro de este universo, del cual forma parte.
2.1.1.2. El segundo relato (Gn 2, 5-25), atribuido a la tradición yahvista,
describe de un modo más antropomórfico y pintoresco el acontecimiento de la
creación, ordenando los actos creadores con un criterio distinto. Su interés primario
es ubicar al ser humano en el lugar central del plan creador de Dios. Modelado
"artesanalmente" de la tierra creada, el hombre es puesto en un jardín creado
especialmente para él. Los árboles y los animales son creados después, y al ser
humano se le confía la tarea de cuidar este territorio y de dar un nombre a los seres
vivientes.
2.1.1.3. Los relatos posteriores introducen la problemática del pecado y sus
consecuencias sociales y cósmicas (cf. Gen. 3,1 ss). Las referencias a la enemistad
entre la serpiente y la mujer (3, 14-16) y a la resistencia del suelo al trabajo del varón
(3,17-19) intentan explicar la nueva condición de la relación entre el ser humano y el
resto de las creaturas. El relato del diluvio culmina con la alianza cósmica, celebrada
entre Dios y todos los seres vivientes y sellada con el signo del arco iris (9,8-17).
Aquí está presente, de alguna manera, la interpretación teológica de las
perturbaciones que el ser humano ha introducido en el mundo natural. Obviamente,
no existe la pretensión de dar una explicación de la conflictividad natural (fenómenos
meteorológicos, supervivencia de los individuos y especies más fuertes o aptas,
etc.). Lo que sí se deja ver es cierta relación muy profunda entre el ser humano y el
resto del mundo natural, relación que incluye una extensión del misterio de la
iniquidad originado en el corazón humano.
2.1.2.
Un texto interesante sobre el puesto del hombre en el cosmos
asignado por Dios es el salmo 8:
"Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
con la alabanza de los niños
y de los más pequeños
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado:
¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
3
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
En un clima de admiración por todo lo creado, el salmo sitúa al hombre como
centro y señor de todos los seres que pueblan el universo. La pregunta sobre el
sentido del ser humano se origina en el asombro provocado por la belleza y
complejidad del mundo natural: si tan maravilloso es el cosmos, más lo ha de ser
para Dios la humanidad. La providencia divina sobre el hombre es perceptible a
partir de lo extraordinario del mundo natural, hecho en función de él. La
interconexión entre la naturaleza y el ser humano tienen en este texto una clara
presentación: la primera ha sido puesta bajo su dominio o, como señala más
concretamente el salmo, puesto "bajo sus pies".
2.2. El Nuevo Testamento: la nueva creación y la reformulación de la tarea del
hombre sobre el cosmos
2.2.1. Para el NT, la palabra creadora es el Logos eterno. Según el prólogo
de Juan (1,1ss), la palabra por la cual Dios creó el universo tiene entidad personal y
divina; en otras palabras: es un alguien de Dios, que en modo instrumental pero
siendo a la vez creador, diseñó y le dio existencia a todo lo creado: "Todas las
cosas fueron hechas por medio de la Palabra, y sin ella no se hizo nada de todo lo
que existe" (1,3). Es esta misma Palabra la que "se hizo carne y habitó entre
nosotros" (1,14). Así se produce una nueva intervención del Logos creador sobre su
mundo.
2.2.2. La encarnación del Hijo, además de implicar una serie de
consecuencias sobre la dignidad del ser humano, contiene implícitas un conjunto de
cuestiones relacionadas con el mundo natural. Por lo pronto, la materia no es algo
negativo. Contra toda interpretación gnóstica, devaluadora del universo material, la
encarnación confirma la esencial bondad de la obra de Dios, que incluye también a
la corporeidad. El mismo evangelio de Juan contiene una serie de afirmaciones
antignósticas que revelan la vigencia de dicha teoría. Un autor posterior, san Ireneo
de Lyon (+208) profundiza esta cuestión, polemizando con un cierto tipo de gnosis
que devaluaba la creación material y la atribuía a un Dios diverso del de Jesucristo:
el Dios del Antiguo Testamento. Obviamente, la consideración negativa de la materia
comporta consecuencias importantes para la cristología y la soteriología, así como
para la doctrina sobre la Iglesia y los sacramentos. Si la creación material es mala, la
encarnación es al menos vana, y nada de lo que se apoye en ella resultará de
significatividad positiva.
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3. Dos temas concretos sometidos a una nueva consideración
3.1. El ser humano como "señor"
Uno de los puntos más discutidos en los últimos años es el de la interpretación
del hombre como "señor de la creación"2. Según Gn 1,26-30, Dios creó al hombre a
su "imagen y semejanza"3 y le entregó el resto de su obra creadora, con el poder de
dominarla y de poblarla. El segundo relato presenta una idea semejante bajo la
imagen del cuidado del jardín, pero introduce además el dato de la conflictividad en
esta tarea, al presentar la situación generada por el pecado (cf. Gn 2-3). Esta visión
bíblica que atribuye a la humanidad una función de dominio del mundo ligada a su
puesto como ícono o imagen del mismo Dios en la creación se mantuvo durante
siglos en Occidente, hasta que comenzaron a alzarse voces acusándola de ser
inspiradora conceptual del abuso humano en el manejo de la naturaleza. En otras
palabras, se atribuyó a la idea bíblica de la relación hombre-naturaleza de haber
sostenido una ideología del hombre como "dominum", que fue leída como hombre
explotador, y cuyo resultado ha sido la perturbación creciente de los ecosistemas y
la eliminación siempre en aumento de la biodiversidad.
Esto ha llevado a releer estos pasajes bíblicos con la actual sensibilidad
ecológica. Así se ha puesto en evidencia, por ejemplo, que si dominar y someter la
tierra significa destruirla, sería preciso afirmar que hay una contradicción entre la
misión confiada por Dios al hombre y el proyecto de colocarlo como centro de la
creación.
También se ha puesto en tela de juicio la tarea de "poblar la tierra", cuando se
ha tomado conciencia de los límites espaciales de nuestro planeta y de su capacidad
para dar alimento a todos sus habitantes: aunque no hay un número en el que se
concuerde en modo absoluto, es evidente que la Tierra no podría albergar a 100.000
millones de personas.
Por tanto, el concepto de dominus ser sometido a un nuevo examen. Ante
todo, es preciso purificar el modo de concebir la misión transformadora del hombre
en la creación, cuyas exageraciones fueron aumentando con el desarrollo de la
potencialidad de la razón humana. También hay que someter a crítica la ideología
iluminista que ve al hombre como omnipotente y totalmente lanzado hacia un futuro
de progreso ilimitado. Esta idea desproporcionada del poderío humano subyace en
la tecnología contemporánea, en gran medida aliada a una nueva forma "darwinista"
de capitalismo. Para esta nueva idelogía, solo habrán de sobrevivir los más
inteligentes y poderosos en el proceso de sometimiento tecnológico del cosmos,
prescindiendo de los daños provocados al medio ambiente, que incluyen la
posibilidad de un deterioro irreversible del mismo. Aunque es poco lo que aún
queda aquí de la idea bíblica, hay una visión radicada en una distorsionada
centralidad del hombre en el cosmos, proveniente de los textos bíblicos.
3.2. Perspectivas contemporáneas del tema bíblico de la "nueva creación"
2
El llamado de atención comenzó con la advertencia de Lynn Whithe en: "The Historical Roots of Our Environmental
Crisis", en Ian Barbour (ed.), Western Man and Environmental Ethics, Addison-Wesley Publishing Co., Reading, MA 1973.
3La interpretación de esta expresión conoce diversos matices en la historia: desde una interpretación más atenuada (el hombre
hecho "a imagen", remarcando el fundamento figurativo, una estatua esculpida o fundida) hasta una más "ontológica" (el
hombre es "imagen", eikon). Cf. H. RENCKENS, Creación, Paraíso y Pecado Original, Madrid 1969, 113-126.
5
La reacción de la teología y exégesis sensible a este proceso de destrucción
ambiental y de posible suicidio de la especie humana4. Sostiene, básicamente, que
el ser humano, puesto como custodio del Edén, tiene la tarea de perfeccionarlo y no
de destruirlo. Para fundamentar esto, hay que apelar no solamente al proyecto inicial
al cual hacen referencia los relatos del Génesis, sino también a los datos
neotestamentarios respecto de la nueva creación realizada a través del misterio
pascual de Jesucristo y de la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana.
Solamente quien es una nueva creación en Cristo (cf. 2 Cor 5,17) está capacitado
para colaborar en la nueva realidad instaurada por su pascua. La nueva creación,
sin embargo, no consiste en una mera restauración de la ecología; va muchos más
allá, puesto que su esencia radica en un nuevo orden sobrenatural añadido al primer
orden de la creación, pero sin embargo incluye una pacificación y preservación de
este mundo confiado a la custodia del hombre, el "lugarteniente de Dios" en este
mundo.
La creación -subraya san Pablo en Rom 8,18-25- fue afectada por el pecado,
que la introdujo en una situación de esclavitud (vv. 20-21) y de sufrimiento
parangonable a los dolores de un parto (v. 22). Sin embargo, ella conserva la
esperanza de participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios (cf. vv. 20-21).
Esta esperanza se fundamenta en la presencia del Espíritu Santo en los creyentes,
quienes también anhelan que se produzca la redención de sus propios cuerpos (cf.
v.22). En última instancia, la recreación del universo corporal supone nuevamente la
mediación del hombre, vicario de Dios para el resto de su obra.
Esta mediación se da, sin embargo, a través de la humanización del Logos
creador, quien asumiendo la condición humana y cósmica, rediseña y produce
nuevamente la creación mediante su pascua, y extiende esta nueva reconfiguración
cósmica a través del Espíritu Santo. Este, engendrando "hijos de Dios" en los
creyentes, los hace "nuevas creaturas" y les permite retomar su tarea vicaria no ya
afectado por las fuerzas tiránicas del pecado que lo habían convertido en un señor
despótico, sino animado por el fruto del Espíritu que lo ha hecho "hombre nuevo" (cf.
Ef. 4, 24; Col 3, 10), una "nueva criatura" (cf. Gál 6,15) para trabajar por la nueva
creación.
En síntesis: la actual perturbación ambiental no hace sino revelar otro de los
misteriosos efectos concéntricos del pecado original, que el Génesis presentaba
como ruptura de la fraternidad, división de lenguas y culturas, etc. También el
cosmos sufre los embates de la rebelión inicial. La lectura bíblica debe dar cuenta de
este problema articulando dos aspectos: a) el no aislamiento del dato de la misión
dominadora y perfeccionadora de la naturaleza confiada al ser humano, del dato
existencial del pecado y su lógica incluso en el dominio del cosmos; b) la vinculación
de los puntos anteriores con la definitiva revelación de la nueva creación operada
por Cristo y actualizada por su Espíritu, de la que el creyente es el primer
beneficiado.
Conclusión
La situación absolutamente nueva de la naturaleza en el planeta Tierra está
obligando a una relectura de los relatos creacionales de la Biblia. Hay una nueva
precomprensión de la naturaleza que exige una profundización en dos temas
4Como
señala RAIMON PANIKKAR: “La tentación del suicidio colectivo es un novum en la historia de la conciencia
humana (‘cosmicidio’)” (“Antinomas entre la cosmología moderna y las cosmologías tradicionales”, en H.BECK/I.QUILES
(Hgg.), Entwicklung zur Menschlichkeit durch Begegnung westlicher und östlicher Kultur, Schriften zur Triadik und
Ontodynamik Band 1, Peter Lang, Frankfurt am Main - Bern - New York - Paris 1981, p. 218).
6
cruciales: el puesto del hombre en el cosmos -su misión, su responsabilidad
"cósmica"- y los alcances de la nueva creación operada por Cristo a través del
Espíritu Santo.
Alguna bibliografía sobre el tema:
Deffenbaugh, D.G y Dungan D.L., "Biblia y ecología", en AAVV, Comentario Bíblica
Internacional, ed. Verbo Divino, Navarra 1998, 288-296..
European Society for the Study of Science and Theology, Studies in Science &
Theology, 3. The concept of nature in science & theology (part I), Labor et Fides,
Genève 1997.
Gafo, J. (ed.), Ética y ecología, Univ. Pontificia Comillas, Madrid 1991.
Ganoczy, A., "Ökologische Perspektiven in der christlichen Schöpfungslehere", en
Liebe als Prinzip der Theologie, Würzburg 1994, 157
Juan Pablo II, La ecología, imperativo moral, PPC, Madrid 1990.
Noemí Callejas, J., El mundo. Creación y promesa de Dios, ed. San Pablo, Santiago
de Chile 1996.
Ruiz de la Peña, J. L., La pascua de la creación. Escatología, B.A.C. Madrid 1996.
Salvati, G. M., "Crisi ecologica e concezione cristiana di Dio", Sapienza 43 (1990)
145-160 (republicado en Sul Dio cristiano. Contributi de teologia trinitaria, Roma
1993).
XXIII Semana Teológica, Ecología y creación. Fe cristiana y defensa del planeta,
Univ. Pontificia, Salamanca 1991.
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