Tema. NATURALEZA Y CULTURA (Parte 1ª) 1. HUMANIZACIÓN Y SOCIALIZACIÓN. 1.1. El proceso de humanización Uno de los rasgos diferenciadores que singularizan a nuestra especie dentro del mundo animal es nuestra constitución cultural. Este rasgo convierte al ser humano en una especie singular, pues no solo se diferencia de cualquier otra especie por unas características biológicas concretas (como también sucede con el calamar o la col de Bruselas), sino que viene determinada por ciertas características que la apartan de la propia naturaleza. Estas características que apartan al hombre de la naturaleza, tienen su origen, sin embargo, en rasgos naturales: su constitución inmadura, inacabada, no especializada, su falta de instintos certeros, etc., unido a una serie de capacidades cerebrales (tales como una extraordinaria capacidad del aprendizaje, la capacidad de reflexionar mediante el empleo de un lenguaje, la autoconciencia, una imaginación creativa, etc.). Su constitución inmadura, y su carencia de instintos certeros le obligan a superar estas deficiencias por otros medios. Su capacidad de reflexionar y aprender le da la posibilidad. De la confluencia de ambos factores surge la cultura. El ser humano es, pues, por necesidades de su propia constitución física, un animal cultural, un animal no natural. Vamos a designar como proceso de humanización al proceso por el que el hombre se hace hombre, divergiendo del mundo puramente natural. 1.2. El proceso de socialización Otro de los rasgos diferenciadores de la especie humana es su sociabilidad. Al igual que las hormigas, las abejas melíferas, los licaones, los elefantes, los chimpancés, etc., los seres humanos nacen y crecen dentro de un grupo del que necesitan para sobrevivir y formarse como tales seres humanos. Pero mientras otras especies mantienen la cohesión social guiadas básicamente por sus instintos, el hombre es un ser libre, no programado por la naturaleza, abierto al mundo. Por ello las relaciones que mantenemos con el mundo, y con los otros hombres dentro del mundo, no dependen únicamente de determinaciones instintivas, sino que están guiadas por costumbres, normas, valores e instituciones creadas por los propios seres humanos. Es decir, estas relaciones son un producto de la cultura y no solo de la naturaleza. Pero, a su vez, como tendremos ocasión de mostrar más adelante, la cultura solo puede surgir entre animales sociales, pues solo éstos tienen capacidad de aprender y transmitir lo aprendido, que son condiciones básicas para que haya cultura. Por lo que, en la especie humana, ser cultural y ser social son características que se retroalimentan. Reflexiona ¿Qué entendemos por cultura? ¿Qué entendemos por naturaleza? ¿Sabrías decir a qué cultura perteneces? ¿Cuáles son los rasgos que identifican a tu cultura? ¿Todas las culturas son respetables? Razónalo. ¿Qué características ha de tener alguien para ser considerado una persona culta? La diferencia entre naturaleza y cultura, ¿es natural o cultural? Razónalo. Una mazorca de maíz transgénico, ¿es un producto natural o cultural? Razónalo 1 2. SOBRE EL CONCEPTO DE NATURALEZA. 2.1. Orígenes y significado del término El ser humano es, pues, un animal cultural. Una especie que ha abandonado la naturaleza para crearse su «propia» naturaleza. Pero no está, sin embargo, tan claro qué deba entenderse por naturaleza y qué por cultura. Ni dónde termina lo que pone la naturaleza y empieza lo que pone la cultura en el ser humano. El término naturaleza procede del latino natura (proveniente del verbo nascí = nacer), y ha sido empleado históricamente para traducir el griego physis (phyein = producir, crecer, surgir, engendrar). 2.2. Desarrollo histórico del concepto de naturaleza Para los presocráticos la Naturaleza (physis) es la totalidad de las cosas, que están permanentemente cambiando. Entendiendo el cambio como un proceso por el cual las cosas surgen, crecen a partir de un principio y vuelven a ese principio. Así, por ejemplo, para Tales de Mileto ese principio es el agua. El agua puede convertirse en vapor, y éste en fuego. Para Empédocles, la naturaleza surge a partir de cuatro «raíces» o «elementos» a los que denomina agua, aire, tierra y fuego. Estos cuatro elementos se mezclan en distintas proporciones y se separan en virtud de dos principios: el amor y el odio, dando origen a todas las cosas. Para Leucipo y Demócrito todo está compuesto a partir de un número indefinido de elementos indivisibles (átomos) que se combinan al azar. En los siglos V-IV a. C., los sofistas oponen lo natural a lo convencional. Las costumbres, leyes y normas que rigen el comportamiento de los hombres son convencionales (fruto del acuerdo momentáneo de los hombres) y no naturales. La diferencia radica en que lo convencional es arbitrario y puede ser cambiado a voluntad, mientras que lo natural es necesario. Aristóteles emplea el término naturaleza básicamente con dos sentidos: por un lado, la naturaleza es aquello que por sí mismo cambia. Así, sería natural un árbol, porque cambia para llegar a ser árbol por sí mismo. Pero no sería natural una mesa, pues no ha llegado a ser mesa por si misma, sino por el arte humano. Por otro, la naturaleza de una cosa es entendida como el principio del que está constituida esa cosa, como su esencia, lo que esa cosa es. Con la expansión del cristianismo el concepto de naturaleza volvió a cambiar y entró en otro sistema de oposiciones. La naturaleza pasa a ser concebida como lo creado por Dios. Naturaleza es, pues, sinónimo de creación. 3. LA DETERMINACIÓN CULTURAL DEL SER HUMANO 3.1. SOBRE EL CONCEPTO DE CULTURA 3.1.1. Introducción: orígenes del concepto La palabra cultura procede del verbo latino colere, que significa «cultivar» (la tierra). Actualmente el término cultura suele emplearse con, al menos, cuatro sentidos diferentes, aunque relacionados entre sí: (1) En sentido amplio, para hablar de la cultura en general. (2) Para referirse a una cultura determinada. (3) Para referirse a la formación o educación de un individuo. (4) Para referirse a ciertos pasatiempos de prestigio. 2 3.1.2. Definición general de cultura. No hay una definición universalmente aceptada de qué se entienda, en general, por cultura. Para nosotros, será: Toda realidad compleja desarrollada por animales, que no está directamente determinada por predisposiciones naturales -esto es, genéticas, instintivas-, que cumple una función en la vida de éstos y que es transmitida mediante aprendizaje en el seno de una comunidad. Así: 1. Constituyen realidades culturales tanto los instrumentos (que, entendidos en sentido amplio, incluyen cosas tales como: lanzas, lápices, ordenadores, lenguas, instituciones), como las costumbres (tradiciones, hábitos o rutinas de la conducta, tales como salir en procesión la Semana Santa, ceder el paso, saludar militarmente, excusarse), como las ideas. (esto es, conocimientos, idearios, convicciones, creencias e incluso sentimientos tales como fórmulas matemáticas, ideologías políticas, valores morales, creencias religiosas, deleite ante el paisaje). 2. Las realidades culturales tienen que cumplir alguna función en la vida de los animales, que las han adquirido: un chimpancé que mordisquee un palo, o un niño que da, caprichosamente, un manotazo a una estatua al pasar, no constituyen realidades culturales. Así, solo si ese mordisqueo del palo entra en relación con otras cosas se convierte ese acto en una realidad cultural. Por ejemplo, si adquiere esta costumbre para calmar su excitación. 3. La realidad cultural es adquirida, aprendida, no fruto de las determinaciones naturales. Así, el que las abejas construyan sofisticados panales no convierte a los panales, ni a los actos que las abejas llevan a cabo para construirlos, en realidades culturales, porque sus actuaciones están predeterminadas genéticamente. 4. Dado que la cultura implica aprendizaje de realidades complejas, la cultura solo podrá ser desarrollada por animales con cierto grado de desarrollo cerebral. La capacidad de aprendizaje solo se da en animales sociales. Por eso las realidades culturales hasta ahora conocidas solo se dan en el seno de comunidades animales organizadas, entre animales sociales. 5. Los animales más capacitados para producir realidades culturales son los seres humanos, aunque también se han encontrado formas culturales entre algunos otros primates. Existen, no obstante, unas diferencias claras entre las realidades culturales producidas por humanos y las producidas por otros animales. Estas diferencias son de dos tipos: (1) Que el ser humano posee un peculiar tipo de aprendizaje inteligente que no comparte con otras especies. Caracterizado por la capacidad de pensar usando signos en lugar de las cosas, de universalizar lo aprendido, de transmitirlo a otros mediante el empleo de un lenguaje objetivo, etc. (2) Que en el caso del ser humano la cultura precede a la especie, y no al revés. Es decir, la especie humana surge ya en un ambiente cultural, que hace posible su propia aparición como especie. Por eso, la especie humana, y solo ella, es una especie esencialmente cultural. Es, aunque parezca una paradoja, cultural por naturaleza. 3 3.1.3. Cultura y culturas: las identidades culturales Pese a lo dicho, no debemos confundir la cultura en general, que es un producto necesario del hombre, que nace de su propia constitución natural, y lo que son las culturas concretas en las que vivimos, que son un producto de las circunstancias ecológicas, sociales e históricas. Esto es, todo ser humano vive inmerso en una cultura; pero los elementos (instrumentos, instituciones, creencias, etc.) que constituyen a las culturas concretas, pueden ser variadísimos. Esta variedad es la que da origen a la diversidad de culturas: la cultura francesa, la bantú, la japonesa, la sij, etc. Cada cultura concreta tiene una serie de componentes que la identifican y la diferencian del resto. No obstante, salvo casos muy excepcionales, las culturas no constituyen unidades aisladas, sino que están interrelacionadas formando grandes áreas culturales y creando zonas de confluencia. A veces, a esas grandes áreas culturales se les da el nombre de civilizaciones: se suele hablar de la civilización europeo-occidental, la civilización islámica, la civilización oriental, etc. Hoy en día, y merced a los procesos de mundialización o globalización, la zona de confluencia entre culturas abarca el planeta entero. 3.1.4. Cultura entendida como formación adecuada. Forma parte de la realidad cultural el establecimiento de valores y criterios para juzgar a las propias realidades culturales, el establecimiento de modelos de comportamiento cultural, la reflexión sobre la propia cultura, etc. Como consecuencia de esto, aparece una nueva noción de cultura: la cultura entendida como formación (esto es, como formación adecuada). Antropología. La Antropología es la disciplina que estudia al hombre tomado en su conjunto, atendiendo tanto a sus características físico-biológicas como culturales. En el seno de la Antropología han aparecido numerosas escuelas que parten de principios y métodos de análisis distintos que podemos agrupar en dos grandes grupos atendiendo a la posición que adoptan a hora de analizar la cuestión del progreso de las culturas: 1. Aquellas que se centran en los aspectos dinámicos de las culturas. Suelen defender que, efectivamente, hay evolución, progreso, y, por lo tanto, culturas más desarrolladas que otras. Las escuelas más importantes serían la evolucionista y la difusionista. 2. Aquellas que se centran en los aspectos estáticos de la cultura. Suelen defender que todas las culturas son equivalentes, puesto que todas poseen su propia lógica interna. En este grupo destacan la escuela funcionalista y la estructuralista. 3.2. ADQUISICIÓN DE LA IDENTIDAD CULTURAL: Aculturación y Enculturación. 3.2.1. Definiciones La aculturación es el proceso por el que, cuando :::os culturas entran en contacto, una asimila elementos :::....1turales de la otra. Frecuentemente, la cultura más =~ •.•. nitiva y simple es la que asimila más elementos de G otra. La enculturación (o endoculturación) es el proceso ::.E aculturación de un individuo dentro de su propia :;....1tura. Es un proceso de asimilación de la propia cul-:a. 4 3.2.2. Factores de enculturación Familia y grupo social. Sin duda, el factor de enculturación básico más poderoso es la familia. Por lo general, la familia reproduce en su seno los esquemas de comportamiento sociocultural propios de la sociedad en la que se inserta. Al ser el niño educado desde su nacimiento dentro de una familia ésta se convierte en la primera trasmisora de valores y esquemas de comportamiento de su propia cultura. Otro factor importante y primario lo constituyen los adultos del propio sexo. Asimismo es un factor primario decisivo el clan o la tribu, si se trata de una sociedad primitiva, o la clase social si es una sociedad más compleja. Sistemas organizados de enseñanza. Conforme la sociedad y la cultura se van haciendo más complejas, aparece en escena un nuevo elemento de enculturación: los sistemas de enseñanza organizados. Hasta la ilustración y el triunfo de la Revolución Francesa, estos sistemas de enseñanza organizada solían tener un carácter gremial y elitista. El trívíum y el cuadrívíum medievales, el aprendizaje de los oficios en la Edad Media, los estudios renacentistas, fueron modelos de enseñanza organizada. Tras el triunfo de la Revolución Francesa, se fue extendiendo la enseñanza universal obligatoria a cargo del Estado. Medios de comunicación social. En el siglo XX un nuevo factor de enculturación comienza a tener cada vez mayor presencia: los medios de comunicación social. La prensa, la radio, el cine, la televisión e Internet crecen como un factor de enculturación poderosísimo que genera, incluso, sus propias identidades culturales saltando por encima de las fronteras de las culturas históricas. 3.3. IDENTIDAD Y DIFERENCIA: RELACIONES ENTRE CULTURAS. ¿Hay culturas mejores, más desarrolladas, o preferibles en algún sentido a otras? ¿Hay elementos culturales universales, esto es, comunes a todas las culturas? ¿Qué relaciones cabe mantener con las culturas diferentes de la nuestra? 3.3.1. Elementos ponderables imponderables Hay rasgos culturales que son ponderables y otros que no. Son ponderables (y, por lo tanto, comparables) si se pueden medir, objetivamente, en algún sentido. Dos rasgos culturales son comparables cuando, cumpliendo la misma función, podemos establecer un criterio objetivo para decidir cuál la cumple mejor. Y no lo son si no se puede establecer criterio objetivo alguno de medida. Así, por ejemplo, no hay forma de decidir objetivamente si es mejor saludarse dándose la mano, besándose en la mejilla o con una inclinación de cabeza. La forma de saludo es, por lo tanto, imponderable. Veamos un ejemplo de rasgo ponderable: en todas las culturas conocidas existen instrumentos para cortar (a los que podemos llamar genéricamente cuchillos). Pero no todas las culturas producen estos instrumentos de la misma forma, ni de los mismos materiales: algunas los hacen de piedra, otras de madera, hueso, hierro, acero. Pues bien, no cabe duda alguna de que los cuchillos de acero son más eficaces para la función que tienen que desempeñar que los de piedra o madera, y que nadie fabrica cuchillos de piedra pudiendo obtenerlos de acero. La capacidad de producir cuchillos de acero constituye, pues, un rasgo cultural que implica más desarrollo que la incapacidad de producirlos. Aclarado el criterio de comparación, vamos a analizar críticamente las diversas maneras de plantear las relaciones entre culturas: 5 3.3.2. Etnocentrismo El etnocentrismo es la tendencia a considerar a la propia cultura como el sistema de referencia, a partir del cual se juzga a las demás. Como consecuencia, el resto de culturas aparecen como inferiores y despreciables. Los ejemplos históricos de esta actitud son numerosos: así, el Imperio Chino se designó a sí mismo durante siglos como «el Imperio del Centro», entendiendo que los demás pueblos habitaban la periferia del mundo. Los griegos denominaban bárbaros (aquellos que solo saben decir bar, bar...) a los que no hablaban griego. Los europeos de los siglos XVIII y XIX consideraron como misión propia extender la «civilización» (europea) por el resto del mundo supuestamente incivilizado. El etnocentrismo surge, con frecuencia, del desconocimiento de las costumbres ajenas y de su sentido, que pasan de ese modo a ser consideradas bárbaras, irracionales, inmorales, etc. 3.3.3. Relativismo cultural y multiculturalismo El relativismo cultural. Las aportaciones de las ciencias sociales, y especialmente, de la Antropología, nos han permitido descubrir las funciones que desempeñan las ideas, instrumentos o costumbres propias de otras culturas, por extravagantes o extrañas que nos puedan parecer. Estos descubrimientos sirven de fundamento al relativismo cultural que se plantea inicialmente como un rechazo radical del etnocentrismo. Los relativistas sostienen que, puesto que cada cultura cuenta con sus propias ideas, creencias, valores etc., cualquier intento de juzgar o comparar a las culturas entre sí partirá de una cultura concreta, por lo que esa comparación no será más que la expresión de los valores o creencias de esa cultura. Dicho de otro modo: no hay valores en base a los cuales pueda compararse objetivamente a las culturas, por lo que todas las culturas tienen el mismo valor. EI multiculturalismo es una variante del relativismo. Es una actitud que surge muy recientemente, como consecuencia, sobre todo, de que en las sociedades modernas desarrolladas convivan multitud de culturas distintas fruto de la inmigración desde zonas menos desarrolladas o políticamente inestables. En su versión moderada, el multiculturalismo defiende el respeto por las diferencias culturales bajo el supuesto de que tales diferencias nos enriquecen a todos. En su versión más radical lleva a sostener que las diversas culturas que conviven en un mismo Estado deben ser respetadas por igual, y que, por lo tanto, la sociedad de acogida no tiene derecho a imponer sus valores, leyes, reglas, etc., a las comunidades culturales. Al relativismo cultural y el multiculturalismo se les pueden hacer las siguientes objeciones: 1º) las culturas no son islas incomunicadas entre sí, sino que están interaccionando permanentemente, interacción cada vez mayor debido al proceso de globalización económica y mediática en el que estamos inmersos. 2º) Llevados a sus extremos, el relativismo cultural y el multiculturalismo tendrían que aceptar como válidos el canibalismo, la marginación de las mujeres, la división de la sociedad en castas o la explotación sin control de los recursos naturales, que son prácticas que forman, o han formado, parte de las señas de identidad de muchas culturas. Si consideramos que la defensa de la dignidad humana, la libertad y el bienestar son valores deseables para todos aquellos que estén en condiciones de poder elegir, toda práctica que propicie estos valores debe ser considerada buena, y toda práctica que los obstaculice repudiada. 6 3.3.4. El universalismo cultural Por universalismo cultural pueden entenderse dos cosas: 1) La constatación, defendida por muchos antropólogos y sociólogos, de que hay elementos comunes a todas las culturas, elementos que surgirían como consecuencia de la existencia de una naturaleza humana básica compartida por todos los seres humanos. Tales elementos son denominados universales culturales. 2) la suposición de que hay valores válidos de por sí, deseables por sí mismos, al margen de que formen o no parte de las culturas concretas. Estos valores podrían ser, por ejemplo, los recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Frente al Universalismo caben dos tipos de críticas: 1) Entre aquellos que defienden la existencia de universales culturales no hay acuerdo claro sobre cuáles son. 2) En el supuesto de que haya valores objetivamente válidos, válidos de por sí, válidos para todos los seres humanos, éstos no pueden ser establecidos a priori. Porque, a veces, con el pretexto de la defensa de unos valores universales lo que se hace es defender los intereses particulares de un grupo social o una serie de naciones concretas. Así, por ejemplo, mientras desde el mundo occidental se viene defendiendo, en los últimos siglos, que el sistema democrático-liberal de gobierno es el mejor posible, desde otras tradiciones culturales se ha objetado que tal sistema solo sirve a los intereses de las grandes multinacionales occidentales y a una concepción individualista del ser humano 3.3.5. El interculturalismo El interculturalismo es un intento de superar las objeciones al relativismo cultural y el universalismo. El interculturalismo defiende un diálogo entre culturas basado en el respeto mutuo. Este diálogo presupone: 1) Se valora positivamente la diversidad cultural (coincidiendo en esto con relativistas y multiculturalistas). 2) Se rechaza, sin embargo, la concepción relativista de las culturas entendidas como cosmovisiones cerradas en sí misma. La propia realidad desmiente esa concepción: lo que predomina son las interacciones entre culturas diversas. 3) Solo se aceptan como válidos a priori aquellos valores universales que son necesarios para la existencia del propio diálogo intercultural (respeto, igualdad, renuncia al ejercicio de la violencia para resolver conflictos). Cualesquiera otros valores que hayan de ser válidos para todos, se irán decidiendo a lo largo de este proceso de diálogo. Actitudes frente a otras culturas . 1. Etnocentrismo: La cultura propia es la que se toma como sistema de referencia. 2. Relativismo y multiculturalismo: 1) No existen valores transculturales, por lo que las culturas son incomparables. 2) Cuando conviven diversas culturas en el seno de un Estado; deben ser respetadas por igual. 3. Universalismo: 1) Existen elementos comunes a todas las culturas. 2) Debe haber unos valores que sean respetados por todas las culturas. 4. Interculturalismo: Las culturas no son islas, por lo que se debe potenciar el diálogo entre culturas basado en el respeto mutuo. 7